10.- Reparación ★⳻
⚠️ Advertencia de contenido fuerte, tal como: abuso sexual, infantil y físico, negligencia médica y parental, mención de incomodidad mental. Se es pedida discreción.
Fui recibido ahí a los siete años, en el cuarto blanco e impoluto de una doctora, según dicho por mis padres: una psicóloga especializada en traumas infantiles. Yo no sabía a lo que refería, pero quizá trataba sobre las pesadillas constantes que tenía por las noches, o mis lágrimas derramadas entre clases porque tenía un constante pánico a los errores.
Cual fuese la razón, estaba ahí sentado, en el sillón de cuero rojo, duro e incómodo bajo mi cuerpo que, más que relajar, me tensaba ante la mirada atenta y peligrosa de la mujer de lentes y cabello oscuro, recogido en una coleta bastante trabajada, incluso con gel encarcelando a cada cabello en lo más mínimo rebelde. Respire con fuerza, deseando ser cuidadoso y temiendo a que un mal movimiento me hiciese presa suya.
—Bien, entonces, ¿cuál es el motivo de tu entrada aquí? —su voz era casi robótica y tensa, escribiendo en las hojas de su cuaderno de tapa dura, elevando incluso de forma mínima las manos de la superficie.
Enmudecí, ¿tenía alguno? Vagué la mirada por su consultorio impecable, de paredes blancas y diplomas enmarcados entre estanterías con libros de títulos no muy atrayentes para mi mente, hablando de cosas como las religiones y carpetas, era simplemente... aburrido.
La mujer presionó con fuerza la pluma entre sus manos al posicionarla sobre el escritorio de madera, y con razón, me había hablado.
Tomé la libreta que me había otorgado, más delgada y liviana de lo que parecía ser la suya, y con un crayón color morado intenté escribir en inglés lo mejor que había aprendido hasta esas fechas—... Mis papás me trajeron porque el señor Ramírez se los recomendó —expliqué, meciendo mis piecitos sin siquiera tocar el piso y me imaginé lo que sería poder estirar mi cuerpo un poco más hasta tocar el suelo. Centre mi atención en la hoja, de nuevo, sintiendo a mi lengua rozar los labios mientras hacía una 'z' dispareja a todas las letras—. Pero lo hicieron cuando comencé a tener pesadillas —asentí, convenciéndome a mí mismo de mi relato, y lo entregué a la señora de arrugas algo marcadas y piel estirada.
"¡Como las brujas de los cuentos!", pronto reñí a esa idea, mientras al fondo de mi mente podía escuchar la risilla maldosa. Yo no era un mal niño...
Papá y mamá tenían la costumbre de llevarme al doctor tres veces por semana, mucho más seguido si me dolía entre mis partecitas, pero nunca me explicaban porqué eso pasaba, o al menos, no desde que parecí hartar a mamá, que entre lágrimas me había dicho que nací mal y que era a ello que dolía.
Sólo recuerdo que aquel día lloré mucho mientras abrazaba a papá y él regañaba a mamá, yo dejé de preguntar desde ese día...
—Pesadillas... —murmuró la mujer, casi con molestia mientras anotaba en su libreta—. ¿Hace cuánto están aquí?
Unos días antes de mudarnos a Corea, el doctor Ramírez había dicho a mamá y a papá que me llevaran a terapia para poder "sobrellevar las cosas". Lo había dicho enfrente mío para recordárselos, al menos aquella había sido mi misión, pero, nunca hicieron caso hasta dos noches atrás. En la nueva casa, cuando grite entre la noche que el cuarto sólo era sangre...
Temblé ligeramente por ello y me apresuré a contestar antes de agotar la paciencia de la mujer que, ya había demostrado, no quería esperarme.
Hace dos semanas.
—¿Te gusta tu nueva casa?
¿Me gustaba? Era cómoda y de dos pisos, blanca y con varios cuartos, tres baños, "un castillo para mí" había dicho papá. Sí, era agradable, pero no podía evitar tener miedo al ver el baño en mi habitación, ni tampoco la idea de quedarme solo y que cerraran mi puerta. Quería poder sentir que, de hablar, o gritar, ellos me escucharían.
Así como poder escabullirme entre sus cuerpos al dormir cuando el miedo fuese demasiado. Y ellos lo entendían, pero no quitaban la pena de sus ojos las dos veces que se los pedí...
La primera, aquella vez que me llevaron al doctor porque mamá dijo que me había desmayado.
La segunda, cuando llegamos a esa nueva casa.
Sí, es cómoda. Y grande, bonita, pero me da miedo.
La señora rio, y la miré a ella y a mi hojita sucesivamente, casi mareándome.
—Son sólo pesadillas comunes, miedo a un nuevo entorno —susurró—. Tonterías.
Lo último fue en coreano, así que no entendí lo que había susurrado, pero la forma en que me miraba me hizo saber que era algo ofensivo, así que no evité fruncir las cejas hacia ella, retándola.
Aquello pareció escandalizarla, pero no hizo más que alzar la barbilla, orgullosa, y alzándose sobre esos zapatos de tacón como agujas, –que me parecían realmente incómodos–, se dirigió a la puerta para abrir a mis padres.
Pero algo no encajaba en mi cabeza: yo no temía a la nueva casa, ¡era mi castillo!, y en ella no me sentía alerta como en casa de la abuela...
Tomé el crayón morado y escribí lo más rápido que el temblor en mis manos me lo permitía, que mi torpe escritura se formaba e intentaba juntar palabras coherentes en aquel idioma que aún desconocía.
Corrí tambaleante hacia la mujer tras casi golpearme con la mesa al bajar del sillón torturante y alcé la hoja sobre mis manos cabeza, buscando no tropezar y, aún sin poder hablar, proferí lo mismo que hacía ante mamá y papá, vocalicé el sonido más común, pero sin buscar asustar, porque esta vez no estaba en peligro, sólo confundido, e indignado. Bastante.
La señora se detuvo cuando tomé su bata blanquecina entre mis manos e hice ruido. Ella me miró con desagrado, jalando de su ropa para que la soltase y arrebatándome la hoja con rudeza.
Me agaché cuando el crayón cayó por la fuerza ejercida y para nada esperada, y perseguí el objeto aún cuando se coló debajo de las variables estanterías.
Observé la cara de mármol grisáceo entre las aberturas, trofeos y más papeles. Hice una mueca, decidiendo definitivamente que aquel lugar no me agradaba, y me agaché en busca del crayón prestado, pero ya era tarde, estaba abajo.
El sonido de la puerta abriéndose, y la mujer gritando a mi padre llamó mi atención, y es que, no entendía de lo que hablaba, pero parecía enojada, así que, cuando empujó a papá sólo pensé en hacer lo más razonable.
Corrí hacia papá, jalando de su pantalón hacia afuera, porque debíamos de irnos, aquella mujer era mala.
—Ve con mamá, Dan-ah —ordenó papá, sin mirarme, tan sólo alejándome con cuidado y señalando a la mujer para hablarle en coreano.
Suspiré agotado de que no me hubiera hecho caso, y descubrí que todo ese día me había cansado. Caminé a donde mamá estaba, sentada, mirando con molestia la escena detrás mío, pero al verme abrió los brazos, invitándome a abrazarla, y así fue que lo hice, subiendo a su regazo para frotar mi mejilla en su hombro, como lo haría un cachorro.
—Creo que no te fue muy bien allá, bebé, ¿esa señora te trató mal? —susurró ella, acomodando mi cabello nuevamente cortado y arreglado, como un niño y sonreí por su tacto.
—La señora dice que le tengo miedo a nuestro castillo —le conté, ahora en un idioma que ella y yo, junto a papá, conocíamos, el español, y ella se vio tan confundida como yo.
—Hay gente que hace mal su trabajo... yo misma lo dije —susurró, mirando de nuevo a la discusión que se iba calmando, y miré junto con ella a papá, sacando dinero de su billetera, arrebatando la hoja de las manos de la señora y siendo algo brusco al entregar el dinero—. Por eso no creo en gente como ellos, son absurdos. Pero papá quería intentar que te ayudaran.
La miré de vuelta teniendo una duda, cuando papá se acercaba a nosotros tras cerrarle él mismo la puerta a la señora.
—Mami, ¿hay algo mal conmigo? —mi pregunta pareció remover algo en mamá, que mordió su labio y agachó la mirada, como cuando se arrepentía, y algo en mi mente gritó que, quizá, fui demasiado directo algo decirle aquello.
—No hay nada malo... —respondió, suspirando tras un rato—. Ese día yo estaba demasiado... cansada, y no pude... Da- Blackie, hay cosas que no estás listo para conocer aún —susurró, volviendo a acariciar mi cabello, y noté sus ojos llenarse de lágrimas, queriendo disculparme con ella por mi pregunta sin sentido—. Y son cosas de las que papá y yo queremos protegerte.
Me quedé pensando un rato, volviendo a alzar mis manos para hablar. Aún era algo torpe para hablar de esa forma, pero había sido el modo que mamá y papá encontraron más sencillo en el medio año antes de mudarnos tras visitar a aquel doctor. Ellos lo habían aprendido conmigo.
—No hay nada de malo en mí —fui lento, pero preciso, lo supe por el orgullo en la mirada de mamá—, pero quieren arreglarme.
—Yo... —aquel dolor pareció volverle a los ojos y apreté los labios antes de "hablar" de nuevo.
—Quieren que vuelva a hablar.
Ella sonrió de forma temblorosa, y al hablar se le quebró la voz, pero me abrazó y eso fue suficiente para hacerme sentir más tranquilo. Mucho más después de que esa mujer no encontró formas de arreglarme, de hacer que volviera mi voz.
—Veras que un día estarás bien, mi pequeño...
Porque yo había dejado de ser perfecto, y no sabía lo que tan pocas palabras podrían hacerme reflejar con el tiempo.
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Jeon Seong-su era un chico atractivo, cálido y de buen porte que, sin duda, llamaba mi atención, mucho más al detallar cada pequeño detalle en su persona con el tiempo. Y es que, tenía ojos en promedio más grande que los de muchos en Corea, oscuros, pero brillantes, como si el alma se le mostrase en ello, y eso me tomaba más tiempo del necesario para asimilarlo.
Así que no era raro que me encontrase mirándolo fijamente.
—¿Ocurre algo, Dan? —Me sobresalté ante la llegada a Xiuying a mi lado. El chino se sentó a mi par con el rostro tan sudado como el mío después de estar practicando por ratos—, haz estado mirando a tu guardaespaldas todo el día.
Yo no evité tragar saliva, sintiendo mis mejillas calentarse. "No había estado mirándolo tanto tiempo". ¿A quién engaño?
—No... no ocurre nada, es que —carraspee—, sus ojos son intrigantes. —Xiuying alzó una ceja, y comprendí el atisbo de una sonrisa burlona en su rostro que me hizo comenzar a negar frenético, sintiéndome avergonzado de que mis sentimientos se malinterpretaran de nuevo, como con Yue—. No me refiero a nada de eso, ¡él no me gusta! Nadie me gusta, es mi- Soy dibujante, y esas cosas me... llaman mucho mi atención.
Xiuying rio, y el aire logró mover sus cabellos oscuros a la par de su sonrisa, como si de repente el mundo hubiese colaborado en hacerlo ver atractivo, y aún así, no hubo más en mi cabeza que notar sus variados lunares y sorprenderme por ellos, pero no había calor en mi pecho al hacerlo.
Habíamos terminado de ensayar hace unos pocos segundos, y Miu, junto a la líder, se habían quedado en la sala de ensayos arreglando ciertos pasos que mejorarían para nuestra coreografía debut, mientras tanto, yo había ido a relajarme en la fuente frente a la empresa, y Seong-su me había seguido. Así que la llegada de Xiuying me mostró lo ido que me había encontrado...
Estábamos preparándonos tanto para lo que sería nuestra presentación dentro de cinco meses más, como ayudándonos a mejorar nuestras habilidades individuales. Xiuying y yo seguíamos practicando el canto, Miu y yo practicábamos para coordinar nuestros pasos al ser, de algún modo, parecidos, –cosa por la que nuestro coreógrafo temporal había decidido que sería bueno ser los que más sincronizaran en ello–, y la líder y yo aprendíamos, ambos, a acostumbrar cosas como la actividad física y los aspectos médicos...
Yo no creía tener tanto parecido con gente que apenas conocía y estar tan cómodo en ellos, conviviendo y sintiéndome, aún con toda manera cohibida de mi parte, un miembro importante que, junto con ellos, se impulsaban de forma mutua.
—¿Tienes pareja? —La pregunta de Xiuying me hizo mirarlo, y no noté coquetería en él tras escrutarlo, después de haber dejado de observar a Seong-su y su monitoreo habitual—. No saldrá nada de aquí, somos compañeros, ¿no? Tu seguridad es la nuestra.
Asentí un momento después, sin entender el mar cálido que brotó en mi cuerpo ni el agua que pareció escapar hasta inundar mis ojos. Ellos eran demasiado amables, aún si yo era algo defectuoso.
—No tengo a nadie. Yo- nunca me interesé por eso, en mi vida —miré a mis manos, recordando a la gente de la que gusté y a los que gusté. Y sin duda, perdí la cuenta de la contraparte, pero entendí que mi boca no mentía, siendo lo que menos me interesó antes—. Soy algo problemático para tener alguna.
De notar que mi forma de hablarme era minimizante, Xiuying fue lo suficientemente amable para no mencionarlo, mirando a Seong-su, a la par que yo lo hacía.
Por alguna razón, mis ojos eran incapaces de quitarle la mirada de encima.
—¿No te ha interesado alguien?
Sentí mi pecho saltar, como si hubiese esperado aquella pregunta desde hace tiempo, pensando en aquel día con Yue en mi cuarto, su mensaje indirecto, y no pude evitar observar mejor a Seong-su.
Era atractivo, y no sólo físicamente, lo era su energía, era fuerza y ternura al mismo tiempo, lo había demostrado varias veces. Elegante, lo había notado ser cuidadoso en cosas tan sencillas como el tomar agua, cuidando sus ropas e incluso su cara, su piel parecía ser suave al tacto haciéndome cosquillear las manos deseando tocarlo.
Tragué saliva, nervioso, pero sin dejar de enfrentarlo, mi ritmo cardiaco subiendo y pareciendo atorarme el aire en los pulmones. Gustaba de sus manos, dedos largos y fuertes. Todo en él era fuerte, su espalda y su porte, su mirada ante todos, su presencia entera.
Era todo lo que yo nunca había podido ser, naciendo con ello, y aún así, no lo envidiaba, sino que lo deseaba, no para ser él o su piel. Lo quería a él, deseaba su piel para sentirla, sus ojos para tenerlos sobre mí, su calor y fuerza a mi lado, me gustaba lo que quería a su lado...
De tener un tipo ideal, sería él, sólo él.
Sus ojos ya me miraban cuando tomé conciencia.
Yo no había pensado aquello...
Mi rostro hirvió al subir la sangre a mis mejillas, apartando la mirada de forma rápida, y Xiuying sonreía a mi lado, casi como un niño inocente aún cuando sintiera mis cejas fruncidas y aquel peculiar sentido de haber sido atrapado.
Yo no confundiría mis sentimientos, mucho menos por Seong-su.
—Nadie, mas que cuando era más joven... —contesté cortante, sin quererlo, pero Xiuying no se vio afectado, asintiendo y alejándose cuando In-su sonó la bocina que indicaba mi partida.
Seong-su se dirigió hacia nosotros, pero me adelanté antes de que estuviera a un lado, sabiendo que me seguiría. Mi corazón parecía ser grande, llenándome de energía sólo por algo que no confundiría.
SeoJun había sido suficiente para entender que no debía de confundirme, de nuevo.
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"𝟏𝟎: 수리"
( Bad Child - Tones and I)
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Fui víctima de la maldición de los autores... Así es, caí por una pendiente/bajada, lo que gusten, casi me esguinzo el pie izquierdo, y se me inflamó la rodilla derecha. Todo en temporada de exámenes, así como me juntaron los parciales y finales del semestre en la misma semana.
El mundo decidió interrumpir mucho mis planes de escritura, así que una disculpa por ello, pero espero poder retomar mejor las cosas la próxima semana. ('△'#)
⭐️
Y entre otras noticias, sobre el capítulo, creo que fue evidente el relato de lo que es una primer experiencia con un profesional negligente. Así que, sí, también hace racional el miedo que aquello influye después, más si la experiencia es desde muy joven y con cosas del pasado que influyen en la desconfianza. Eso... y que espero estas situaciones les den más contexto de las cosas. TT
Segundo: Seong-su ha aprendido a identificar expresiones, así que, Dan no habló en voz alta, mas si lo demostró en el rostro, so...
¡Espero les haya gustado el capítulo! Hecho con todo mi cariño, les quiero ~
💜🦊
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