15. Then It Comes to Be...
15. Then it comes to be...
- ¿mi... mi hermano?- Malik parpadeó un par de veces, como asegurándose que lo que veía frente a él era real.
Hizo unas cuantas preguntas inocentes a su madre, tratando de entender la situación, pero esas preguntas en vez de aclarar sus dudas, le generaban más... la única explicación medianamente lógica que tenía era que estaba soñando. Miró una de sus manos, la que recordaba haberse herido en el ritual; la cortada seguía ahí, en la palma de su mano, y al tocarla levemente, sintió un escozor en la piel lacerada. No... no estaba soñando, ¿qué ocurría entonces?
- ¡Malik, ¿cómo te hiciste eso?- su madre sujetó su mano y analizó la gravedad de la herida- ¡Ishizu, el botiquín!- llamó a su hija, la cual apareció con el pedido poco después. Justo atendían la cortada del moreno cuando llamaron a la puerta
- deben ser ellos- Ishizu dejó los cuidados médicos a su madre y se apresuró a abrir la puerta. Y mientras la mujer terminaba de vendar la mano de Malik, éste se quedó observando hacia la entrada de la cocina, con el corazón a punto de estallarle por el nerviosismo. Pronto, tres personas entraron al lugar; su hermana, su padre y...
- estamos en casa- anunció el hombre bajando su pesada maleta al piso y extendiendo sus brazos. La madre de Malik simplemente corrió a brazos de su esposo, abrazándolo amorosamente.
En tanto, Malik no hacía más que ver la por demás extraña escena... era tan cálida, tan familiar... pero lo que le dejó boquiabierto fue el chico que decían era su hermano; un joven muy parecido a él, sólo que más alto y de complexión más madura y esos penetrantes ojos amatistas. Al saberse observado, aquel chico le sonrió al menor con alarde.
- ¡t-tú!- le señaló Malik entre asustado y enfadado; ese... ¡ese era su yami!- ¡¿qué haces aquí?!
- después de tanto tiempo sin vernos, ¿es así como me tratas, hermanito?- habló el mayor haciéndose el ofendido, sin borrar su sonrisa de sus labios
- ¿estás bien Malik?- inquirió Ishizu- ¡oh, ya comprendo! Hace mucho que no vemos a nuestro hermano, debes estar nervioso
- ¡él no...!- la mirada de su familia terminó por intimidarlo, por lo que se quedó cayado un momento- no es nada- dijo bajando su tono de voz- voy a cambiarme
- no tardes- la madre soltó a su marido y siguió con las preparaciones del desayuno- Marik, toma asiento. Tú también querido. Descansen mientras termino con el desayuno
Marik... realmente era su yami, pero ¿cómo es que su familia podía verlo? ¿Por qué parecía que lo conocieran de toda la vida? ¿Por qué todo parecía tan diferente? Se cambió rápidamente de ropa y regresó a la cocina. Mientras comían, Marik y su padre relataban historias de su viaje; al parecer era su yami quien colaboraba con su él en las expediciones arqueológicas, dejando a su madre como un ama de casa normal. Malik ya no distinguía qué era la fantasía y qué realidad, el único recurso que tenía para disipar sus dudas era su llamado hermano.
- Malik- le llamó el mayor, sacándolo de sus meditaciones- ¿qué te parece si me llevas a recorrer la ciudad después del desayuno? Seguramente tienes cosas que preguntarme...- habló adivinando sus pensamientos. El menor no hizo más que asentir y seguir comiendo, esperando el momento que pudiera quedarse a solas con él.
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Nada más al acabar el desayuno, los dos morenos salieron de la casa y comenzaron a recorrer las calles sin rumbo fijo. Malik caminaba junto a su hermano mayor, si es que podía llamarle así, mirándolo de reojo de vez en cuando. Quería averiguar qué había ocurrido, pero ni siquiera sabía cómo empezar...
- tu mano- habló Marik, deteniendo sus pasos y extendiéndole la mano- vamos, dame tu mano- exigió
- ¿q-qué?
- soy tu hermano mayor, por lo que debo tomarme de la mano
- ¡por supuesto que no! ¡Tú no eres...!
- ahora lo soy- le interrumpió
- ¿qué haces aquí?- dijo, concluyendo que la mejor forma de empezar a preguntar era esa- ¿qué ocurrió?
- tú mejor que nadie deberías saberlo- su amatista mirada se clavó en la del menor- convocaste al juicio de Osiris
- sí, pero...
- dame tu mano o no te explicaré- volvió a poner su mano frente a Malik, quien, con el rostro de mil colores, la sujetó.
Marik se detuvo a apreciar la mano entre la suya, tan suave, y a simple vista, frágil, pero él sabía perfectamente de lo que era capaz ese joven chico. Y de pronto, la alegría que le embargó en cuanto sus manos se entrelazaron, fue disminuyendo paulatinamente... era una verdadera lástima que el destino de aquel joven se apagara tan pronto. Acarició lentamente con la yema de sus dedos la mano del menor y posó su sus labios sobre ella
- ¿qué haces?- el sonrojo de Malik se hizo más notorio ante el suave contacto
- tenemos que hacer una pequeña visita a alguien antes de que te cuente todo- profirió el mayor, retomando su camino.
Malik no pudo poner objeción y se dejó encaminar por su yami, siguiéndole a una distancia prudente, pero aún siendo guiado por él. Cruzaron media ciudad antes de llegar a su destino, el Cementerio de Cd. Domino. El menor se confundió al saber que ese era el lugar a donde se dirigían, sin embargo, las cosas se volvieron más inexplicables al darse cuenta qué rumbo tomaban conforme se adentraban en el lugar, serpenteando por el sinfín de criptas. Pararon después de un rato, justo en el sitio que Malik, en algún momento de su vida, había odiado visitar.
Era una pequeña lápida de piedra en forma de cruz egipcia, cuyo mensaje labrado se encontraba oculto tras la maleza que la cubría; parecía como si nadie hubiese estado en ese lugar en años. El mayor retiró cuidadosamente el follaje, dejando al descubierto el mensaje labrado en la losa:
"Aquí yacen los restos de Marik Ishtar, un ángel que ascendió al cielo antes de tiempo"
- éste es tu hermano- dijo Marik al fin, dándole un pequeño susto, pues hasta ese momento habían permanecido callados- éste es el verdadero Marik Ishtar
- ¿de qué estás hablando?
- yo sólo he tomado su lugar temporalmente- el menor le miró con extrañeza en señal de no entender- nunca debiste leer ese conjuro, Malik- el mencionado se quedó en blanco, ¿de qué hablaba?- tu alma y la de tus amigos ha sido juzgadas por los dioses egipcios, y han fallado la prueba... perdieron el derecho a la vida eterna, pero una parte su alma ya estaba sellada desde antes, así que...- hubo un instante de silencio, aumentando la tensión de Malik- la mitad que ha sido juzgada, le pertenece a Osiris...
- ¿y la otra?- su yami simplemente sonrió. Al ver su expresión, Malik lo comprendió al instante- si nuestra alma está dividida, significa que...
- su tiempo de vida se ha reducido a la mitad- completó el mayor- en cuanto ustedes mueran, nosotros también lo haremos.
- ¿qué ocurrirá después?- en vez de responderle, Marik unió sus labios en un fugaz beso, regresándole el carmín a las mejillas de su hikari- ¡no hagas eso!
- ¿por qué no? ¿No es por eso que me trajiste de vuelta?
- se supone que eres mi hermano ahora, y los hermanos no hacen eso entre ellos- murmuró avergonzado. El mayor simplemente volvió a besarlo, deleitándose con esos labios que, desde la primera vez que los probó, se hicieron una adicción para él.
Su hikari correspondía tímidamente, primero resistiéndose y luego dejándose llevar, colgándose en el cuello del mayor para profundizar el apasionado contacto. En cuanto su organismo clamaba aire, se separaron poco a poco; Marik estrechó al menor entre sus brazos, escondiendo su mirada entre el cuello del otro mientras se deleitaba con su aroma y dejaba sus lágrimas correr libremente por su rostro... ¿qué tan ingenuos podían ser los humanos? Siempre desafiando lo que no ven, siempre sucumbiendo a sus pecados... y al final, no tienen más remedio que pagar las consecuencias...
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No podía dejar de preguntarse cómo había llegado ahí. En un instante, había pasado de estar en esa extraña habitación a su propia alcoba; pero quizá lo que más asustaba a Ryou era estar de nuevo en su hogar, con su padre. Su cuerpo no dejaba de temblar y las lágrimas se agolpaban en sus orbes, tenía que salir de ahí antes de que su padre notara su presencia. Cogió una maleta, guardando lo que creyó necesario en ella, y salió a hurtadillas de su alcoba, tratando de hacer el menor ruido posible. Mientras se acercaba más a la salida, pudo escuchar un par de voces charlando entre ellas en la sala; seguramente uno de los amigos de su padre estaba en casa. Lamentablemente para él, tenía que pasar frente a la sala para salir del inmueble; así que si quería escapar, no tenía que llamar la atención. Contuvo su respiración y caminó de puntitas hacia la puerta, agachándose un poco, intentando pasar desapercibido...
- ¡oh, Ryou!- su plan no funcionó; apenas iba un par de pasos y su padre ya lo había visto. Cerró los ojos fuertemente, conteniendo su llanto, ¿qué haría si pasaba lo mismo que aquella vez?- acércate hijo, quiero presentarte a alguien- sin abrir sus párpados, se acercó e hizo una reverencia, abriendo sus ojos mientras se levantaba- Ryou, él es el hermano de tu madre- dijo señalando al hombre, muy parecido al albino, obviamente mayor, quien lo miraba tiernamente con sus bellos ojos azules- su nombre es Bakura- lo presentó- ¿no es curioso? Su nombre es el mismo que nuestro apellido...
- mucho gusto, pequeño Ryou- saludó Bakura, el mismo Bakura que había habitado en su anillo milenario y que ahora estaba frente a él, sonriéndole. Ryou no pudo responder, sólo seguía mirándolo, preguntándose si no estaba alucinando o algo parecido.
- vamos hijo, saluda- le animó su padre
- bu-buenos días- respondió con gran dificultad para articular sus palabras. Su padre dio unas palmadas en el sofá, invitando a su hijo a sentarse junto a él; éste no hizo más que obedecer, acomodándose entre los dos hombres
- sé lo que has sufrido mucho desde la muerte de tu madre- su padre acarició sus níveos cabellos- y sé que ha sido por mi culpa- el menor palideció, ¿a caso sabía lo que...?- no tengo autocontrol, así que... como no quiero hacerte más daño, le he pedido a Bakura que se quede con nosotros, para que te proteja cuando yo no pueda hacerlo...
- papá- Ryou abrazó a su padre, estaba tan feliz. Al fin parecía que las cosas mejorarían. Miró a su yami por encima del hombro de su padre; a pesar de que le sonreía, su mirada indicaba otra cosa... parecía como si estuviera guardándose todo lo que llevaba dentro. El mayor y su hijo se separaron después de un rato, retirando las lágrimas de alegría de su rostro.
- voy por algo de beber a la cocina- anunció su padre y se perdió en la cocina. Fue en cuanto estuvieron solos que Bakura sujetó a su hikari por la muñeca y lo besó inocentemente en los labios, provocándole un sonrojo instantáneo al menor.
- Bakura, ¿cómo es que...?- empezaba a formular en cuanto sus labios se separaron
- el ritual nos trajo hasta aquí- respondió antes de que el menor terminara de hablar- esta vez, no voy a separarme de ti...
- ¿cómo es que mi padre puede verte? ¿perdiste tus poderes?- el mayor se limitó a sonreírle antes de besarlo otra vez.
- tan dulce...- murmuró Bakura saboreando esos delicados labios que tanto había esperado probar. Se acercó un poco más al pequeño, sujetándolo por la cintura, sintiendo por primera vez su cálido y frágil cuerpo; tan tentador... tan delicioso... acercó la punta de su nariz, acariciando su nívea piel desde su rostro hasta su cuello, en donde se atrevió a dar una ligera lamida.
Ryou se estremeció en los brazos de su yami, aferrándose desesperadamente a él, quizá estaba igual o más ansioso que Bakura, pues en segundos olvidó su pequeña charla; aquellas caricias le causaban una sensación que no comprendía del todo, pero estaba deseoso de sentir un poco más. Se concentró en el masculino y fascinante aroma de Bakura mientras sentía cómo las manos de éste palpaban todo cuanto le fuese posible. Para desgracia de ambos, escucharon al padre del menor acercarse, por lo que tuvieron que tomar distancia uno del otro, intentando fingir que nada había sucedido.
- les traje algo refrescante- dijo el hombre, entregándoles a ambos un vaso lleno de jugo de fruta- lamento que esté algo tibio, el refrigerador se averió
- no importa- Bakura observó un momento su bebida y sorbió la mitad de ella de una sola vez- si no le molesta, quisiera ir a descansar. El viaje fue muy largo
- oh, está bien. Venga conmigo- el padre de Ryou se puso de pie junto con el otro- Ryou, será mejor que te quedes en casa hoy para ayudarle a nuestro invitado a instalarse
- claro papá
- ah, ¿te molesta llevar los vasos al fregadero?
- voy- y mientras los mayores se perdían de vista, el menor tomó los vasos medio llenos de jugo para llevárselos; más fue en ese momento que notó algo extraño en uno... un vaho rodeaba el cristal, y al fondo del mismo vaso se acumulaba un material casi transparente. Al dar un sorbo de la bebida, notó enseguida que el jugo estaba helado- ¿no se suponía que el refrigerador estaba descompuesto?- se preguntó en voz alta... ¿acaso su yami...?
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Después de un arduo día de clases, Yugi Motou regresaba a su casa, preguntándose el por qué ninguno de sus amigos había asistido al colegio ese día. Por un momento pensó en ir a buscarlos, pues lo que les había ocurrido a los tres había sido por demás extraño, y por algún motivo, todo lo notaba distinto... como si algo en el universo hubiera cambiado de pronto.
Se dirigía a casa de Malik cuando se encontró con su abuelo, quien cargaba las pesadas bolsas de las compras. Sabiendo que no podía dejarlo solo, Yugi ayudó al anciano con unas cuantas, en su casa llamaría a sus amigos para saber qué había ocurrido. Él y Solomon guardaron los víveres en su respectivo lugar, y una vez terminado, su abuelo fue a barrer las hojas frente a la casa mientras que el peque corría al teléfono... primero llamó a Malik, pero en su casa decían que había salido y no sabían a qué hora regresaría. El llamar a Ryou tampoco obtuvo resultados favorables, pues nadie se molestó en atender su llamada.
Al tricolor le embargó un mal presentimiento, por lo que salió de la casa, dirigiéndose a visitar a sus amigos. No había dado ni cinco pasos afuera cuando paró en seco; caminando por la acera estaba su yami, cargando una gran maleta a sus espaldas y con un libro en la mano. Se talló los ojos, comprobando que no soñaba; vio al otro acercarse a él y a su abuelo, como una persona normal y corriente, pero para Yugi estaba más que claro que era todo lo contrario.
- disculpe- llamó amablemente el tricolor al abuelo de Yugi- ¿sabe de un hotel cerca de aquí? Acabo de llegar de Egipto y necesito un lugar para pasar la noche...
- ¿oh, Egipto?- el interés de Solomon despertó- ¿eres originario de allá?
- sí. A decir verdad, vengo a quedarme una temporada en Cd. Domino, quiero continuar mis estudios de Egiptología; supe que un famoso egiptólogo retirado vivía aquí y quería que él me enseñara algunas cosas...
- oh- sonrió el anciano, suspicaz- ¿no hablarás de Solomon Motou?
- ¡¿ah?! ¿Cómo ha sabido?
- lo tienes frente a ti- decía orgulloso, el ego le había subido por las nubes
- ¡qué suerte!- exclamó estrechando la mano del anciano- me llamo Atem
- ¡¿Atem?!- dijo sorprendido Solomon- ¡mi difunto hijo también se llamaba Atem! ¡Debe ser algún tipo de señal!- exclamó alegre- ¡pasa muchacho! ¡Nada me gustaría más que tener un discípulo!
- ¿en verdad?
- ¡Claro! Y si quieres, puedes quedarte con nosotros también. Tenemos muchas habitaciones extras
- se lo agradezco- hizo una reverencia antes de seguir al anciano, mas detuvo sus pasos y se giró a ver a su hikari, quien seguía estático en su sitio- ¿el chico es pariente suyo?
- oh, es mi nieto Yugi- habló deteniéndose también- ¿qué ocurre Yugi? ¿No vienes?
- s-sí. Voy- se apresuró a alcanzar a los otros dos y juntos entraron a la casa.
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Yugi miraba receloso a su yami, pues en cuestión de un par de horas se había ganado la total confianza de su abuelo, mientras que a él apenas y le había dirigido media palabra. Nada de lo que estaba ocurriendo tenía sentido, al menos no para él,... todo parecía haberse tergiversado después del juicio de Osiris;... a esas alturas, ni siquiera sabía qué día era.
- ¡Yugi!- la voz de su abuelo llamándole le hizo volver en sí- hoy pareces estar en otro lado, hijo, ¿algo está mal?- ¿algo? ¡Absolutamente todo estaba fuera de orden! Mas no podía responder eso, así que negó con un ademán y siguió limpiando los muebles de la vieja habitación donde se encontraban y donde, por decisión de Solomon, se hospedaría su invitado- ¡ya es tan tarde!- exclamaba preocupado el anciano al ver el reloj- voy a preparar la cena...- sin decir más, Solomon salió apresurado de la alcoba.
Yugi apenas iba a proferir palabra cuando su yami lo empujó contra la puerta y selló su boca en un desesperado beso, invadiendo la cavidad ajena en cuanto tuvo oportunidad. El menor trató de zafarse, mas sus intentos eran fútiles y disminuyeron poco a poco; sin darse cuenta, se estaba dejando arrastrar por un camino sin retorno.
- fue una verdadera tortura- habló Atem, liberando momentáneamente los labios de su hikari- tengo todo el día queriendo tocarte...- le susurró al oído, pasando su lengua por ese sitio, haciendo al menor estremecer. Besó lentamente el cuello del joven tricolor, sintiendo cada escalofrío que le provocaba al diminuto cuerpo que tenía acorralado. Rodeó su cintura, haciendo suaves caricias por sobre la ropa mientras su lengua se dedicaba a marcar cada pedazo de piel que tenía a su alcance; las inocentes reacciones de Yugi lo estaban enloqueciendo. Una de sus manos descendió lo suficiente como para desabrochar los pantalones de su hikari y bajarlos de un solo movimiento, mas la mano no se quedó quieta e intentó quitar la ropa interior también...
- esp... no... Atem...- gemía el pobre Yugi, intentando mantener su prenda en su sitio- no...- unas cuantas lágrimas escaparon de su tierna mirada, suplicando
- ya no puedo esperar más...- la mano traviesa de Atem, en vez de luchar por deshacerse de la prenda, se coló a través de ella, introduciendo dos de sus dedos en la estrecha entrada
- ahh... espera...- ya para ese momento, el rostro de Yugi ardía mientras que pequeñas lágrimas descendían por él- no más, por favor... mi abuelo...- trató de reprimir sus gemidos al recordar que, no muy lejos de la alcoba, estaba Solomon- A... Atem... para...- y aunque su mente se negaba, su cuerpo pensaba por sí solo, pues poco a poco su hombría despertaba conforme los dedos de su yami se adentraban más en él.
Atem se pegó a él, moviendo sus caderas en un lento compás que hacía que sus sexos se rozaran. Pronto el mayor comenzó a gemir también, en un tono tan bajo que apenas y era perceptible para Yugi, logrando que éste gimiera de la misma forma... el rostro de su hikari era una delicia, lloroso y cubierto de vergüenza... le hacía desear probar cada rincón de ese hermoso cuerpo...
- hey, chicos- el pecaminoso ritual se detuvo un instante al escuchar a Solomon del otro lado de la puerta- ¿hay algo en especial que quieran de cenar?- escuchó el pestillo de la puerta abrirse, pero, con su peso, Yugi volvió a cerrarla
- no... abuelito- se apresuró a responder tratando de calmar su respiración, si su abuelo se daba cuenta...
- ¿qué hay de ti Atem? ¿Quieres algo en especial?
- [[a su nieto...]]- pensó burlón mientras una maliciosa idea le nacía y se bajaba la bragueta del pantalón. De un movimiento puso al menor de espaldas, le bajó lo suficiente la ropa interior y lo penetró de una sola estocada, cubriéndole la boca con una mano para contener el grito de dolor- no se moleste...- dijo lo más tranquilo que pudo- cualquier cosa está bien...- comenzó el vaivén lentamente, llegando a lo más profundo del otro, casi al punto de desgarrarlo por dentro
- ¿estás seguro? Puedo prepararte cualquier cosa...
- en verdad, estoy bien- la entrada de Yugi era tan deliciosamente estrecha que apenas y podía mantener sus ideas lúcidas- no quiero causar molestias- hacía todo lo posible por contenerse hasta que fuera el momento
- está bien. Les llamaré cuando la cena esté lista- escucharon al anciano alejarse paso por paso hasta que todo quedó en silencio del otro lado de la puerta. En cuanto se supieron solos, Atem aumentó el ritmo del vaivén, sacándole al pequeño más gemidos, que aún eran silenciados por su mano sobre los labios del otro- se siente bien, ¿cierto?...- preguntó al oído a su hikari- oh, es verdad... no puedes... hablar...- retiró su mano de la boca del otro, dejando que un rastro de saliva descendiera por los labios de Yugi
- no más... ahhh... no, por...- sabía que sus súplicas no servían de nada, sabía que su yami no se detendría... mas lo que en verdad le asustaba de esa situación, era que comenzaba a serle placentera- ahhhh... no... ahhh...- ni siquiera podía parar sus propios suspiros, pues éstos se escapaban mecánicamente de su garganta- basta...
- ¿por qué? Se nota que lo disfrutas...- Atem sujetó la hombría del más pequeño, subiendo y bajando su mano por toda la extensión, tratando de acompasar ambos movimientos, mientras que su otra mano se sujetaba de la puerta para mantener el equilibrio
- ahí no... por favor...- se sujetó desesperadamente a la puerta- ahhh... si haces eso... voy a...- su yami simplemente lo ignoró y siguió masturbando a Yugi mientras seguía profanando otra parte de él- para... ahh... ahhh... no puedo...
- shhh...musitó- o tu abuelo... regresará...
- no....- hizo el intento de contener su voz, de callarse lo más posible, pero con su yami penetrándolo salvajemente eso era prácticamente imposible- me... me...- se mordió su labio inferior para acallar su gemido al venirse en la mano de Atem, manchando la puerta de la entrada con su semilla- no más...- decía el pequeño tricolor, pues su yami no para de embestirlo
- sólo un poco...- en unos cuantos movimientos más, Atem se corrió en el interior de su hikari, llenando cada rincón de éste con su esencia. Las fuerzas de Yugi empezaron a abandonarle lentamente, por lo que su yami lo sujetó, sentándolo con él en el suelo...
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A la mañana siguiente, Yugi se dirigió como siempre a la escuela, con un dolor en cierta parte de su cuerpo que le molestaba demasiado. Caminaba lo más lento que podía, dando cortos pasos mientras avanzaba por las calles... pero se detuvo al escuchar unos pasos tras él...
- ¿qué quieres?- habló Yugi molesto sin mirar hacia atrás
- tu abuelo me mandó a vigilarte- respondió Atem con una sonrisa en los labios- dijo que actuabas extraño y quería asegurarse de que llegaras a salvo a la escuela
- ¿y de quién crees que es la culpa?- retomó sus pasos- después de todo lo que me hiciste ayer- el rubor se instaló en su rostro al decir lo último
- no puedes quejarte de eso, tenías tiempo deseándolo, ¿cierto?
- por supuesto que no. Sabes que amo a Malik- ambos dejaron de caminar, quedando Atem unos cuantos pasos más atrás que su hikari- eso me recuerda... ¿cómo es que estás aquí?
- estoy porque tú estás aquí. Sólo eso
- eso no es una respuesta. Antes decías que no estabas vivo, ¿cómo es que ahora pareces una persona normal?
- las ilusiones más engañosas, son las que parecen verdaderas, Yugi- el mencionado ni siquiera se atrevió a verle a la cara- te lo dije hace tiempo, ¿no es así? no somos más que sus sombras, albergando la mitad de todas sus emociones... esa parte oscura que la mayor parte de la gente niega, pero que todos los demás reconocen en un instante... soy tú, Yugi...
- no tiene ningún sentido- fijó su vista en el suelo- ¡no tiene sentido! Se supone que en el Juicio de Osiris juzgan tu alma, y si fallas la prueba, dejas de existir... ¿por qué estamos aquí entonces? ¿Por qué están ustedes aquí?
- sus almas ya han sido juzgadas- sentenció el mayor- pero Osiris no puede tomar su espíritu, pues éste, hace mucho, que fue partido en dos mitades iguales, así que... ha unido esas dos partes en un solo plano, para que al final, cuando mueran, puedan volver a unirse, y desaparecer para siempre...
- ¿moriremos?
- todos mueren en algún momento, Yugi. Pero ustedes lo harán antes de tiempo... en especial tú- al menor se le heló la sangre- mi oferta sigue en pie...- al fijar su vista en el suelo, pudo ver cómo aparecían un par de ojos carmesí en la sombra de Atem, los cuales le miraban fijamente. Fue en ese instante que Yugi miró hacia atrás, su yami sólo le miraba desde su sitio... regresó su vista al suelo, aquella mirada escarlata había desaparecido, ¿había sido su imaginación?- tú fuiste el único que completó el ritual, así que, ¿cuál es tu deseo, Yugi?
- no quiero nada- se apresuró a responder- y ni siquiera se te ocurra tocar a Malik
- ¿por qué sigues protegiendo a ese traidor?
- no es un...
- te ha estado mintiendo- le interrumpió- él estuvo presente esa noche... en la que asesinaron a tus padres- Yugi sólo se dedicó a escucharlo atentamente- lo vio todo, un hombre ebrio los abordó, exigiéndole a tu madre que le diera el dinero, mas la mujer fue ingenua, se negó a soltarlo... no contaban con que aquel hombre no estaba solo, pronto más sujetos los rodearon y los asesinaron a sangre fría con bates de béisbol y tuberías oxidadas, todo por un par de monedas. Lo único que hizo Malik fue huir sin decir una palabra de lo que vio a nadie, pues uno de esos hombres... era el padre de Ryou. Sabía lo especial que era su padre para ese chico, por lo que guardó silencio... lo prefirió a él antes que a ti...
- mientes... no hay forma que supieras eso...
- Marik devoró los recuerdos de tu amigo, ¿recuerdas? Él puede acceder a ellos con facilidad, y por tanto, yo también...
- es mentira, Malik no...- pero no había ningún signo de mentira en el rostro de su yami- él no...
- eres tú el que decide si creer o no, yo ya he dicho lo que debía.
- sólo quieres ponerme en contra de mis amigos
- no es verdad. Lo único que deseo es que mires, aunque sea por un instante...
- ¿cómo saber si no me estás engañando?
- te amo- fue lo último que dijo antes de avanzar, dejando a Yugi atrás- será mejor que decidas rápido, no nos queda mucho tiempo...- al menor le recorrió un escalofrío- la escuela, se te hará tarde- completó.
Yugi le miró desconfiado unos instantes antes de seguirlo... esas palabras, sabía en el fondo que tenían otra intención. Y mientras avanzaba, la sombra de Atem se burlaba de él con un par de maniacos ojos encarnados y una aterradora sonrisa, esperando el momento en que su luz se extinguiera...
The End
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