39. BLACK & RED


HAY UN CAPI ANTES QUE ESTE, LEALO. 

(39)

BLACK

—No creo que esto sea buena idea, Black.

—Las mejores cosas empiezan siendo ideas terribles —respondo con una sonrisa y Amber voltea los ojos.

—¿Por qué pierdo mi tiempo razonando contigo?

Ella camina a mi lado a mi velocidad que no es la más rápida. Ya me han quitado los puntos, pero tampoco puedo andar saltando por ahí. Estamos frente a la casa de Violet, han pasado un par de semanas desde año nuevo y Amber me llamó hoy para contarme que está preocupada por Vi, que no sale de su habitación y que le preocupa que aún esté tomando los calmantes que le dio el doctor si le dolía la cabeza por la herida. Ninguno de los dos lo decimos, pero sé que ambos sentimos ese deja vu porque así empezó Valeria, tomando medicación de más hasta que ya no pudo estar sin ella y cuando se le acabó la prescripción recurrió a la calle por otras opciones.

—Ah, no debí llamarte —dice Amber—. Vi va a matarme por traerte conmigo.

—Tenemos que intentarlo, Amber. —respondo, deteniéndomelo frente a la puerta—. Dices que casi ni habla, ni come y se la pasa mirando la ventana. Por lo menos, si me ve, así sea para correrme de su casa, tendrá que salir de ese estado de entumecimiento.

Tocamos la puerta y nos recibe la mamá de Violet, una expresión de alivio cruza su cara.

—Black, me alegra verte bien —dice, dando un paso a un lado. Amber intenta entrar y me giro hacia ella.

—Déjame esto a mí, Amber, así su rabia estará dirigida a mí y no a ti por traerme. —Ella duda, y cruza los brazos sobre su pecho—. Puedo manejarlo.

Ella suspira.

—De acuerdo, iré con Bea y Red a ayudar a Romy a mudar unas cosas.

—Vale.

Ella se da la vuelta para volver al auto.

Le aseguro a la mamá de Violet que estaré bien y me meto al pasillo que va a la habitación que conozco tan bien. Me detengo en la puerta y toco con delicadeza.

—Pase. —Su voz, aunque apagada, despierta una sensación cálida en mi pecho porque la he extrañado mucho. Han pasado semanas desde la última vez que la vi.

Abro la puerta y entro, cerrando detrás de mí. Ella está sentada en un sillón acolchonado, en pijamas, su cabello está hecho en un desastre, su mirada en la ventana.

—¿Vi? —Llamo y ella se tensa al escuchar mi voz, pero no me mira.

—¿Qué haces aquí? —La frialdad de su voz congela el ambiente entre nosotros.

—Vine a visitar a mi mejor amiga. —Intento relajar la conversación.

Ella bufa.

—Tu mejor amiga... —repite y la mueca de sus labios es burlona como si ese titulo le causara descontento—. Vete, Black.

Y recuerdo aquella tarde que Amber fue a buscarme cuando estaba hundido en lo peor de mí, diciendo cosas para herirla, para alejarla y que me dejara en mi miseria. Me parece irónico que ahora yo sea el que esté en esta posición.

—No me iré.

Ojeo la mesita de noche donde un montón de recipientes naranjas de medicinas descansan abiertos, unos ya casi vacíos. Me acerco a ella y me siento en el borde de la ventana, obligándola a mirarme.

—Vi.

Sus ojos encuentran los míos.

—¿Qué?

—Siento mucho lo de Valeria, yo—

—¡Para! —Su grito me toma descuidado y salto un poco. Sus ojos se han llenado de lágrimas con una rapidez impresionante—. No la menciones, no quiero hablar de ella. No necesito tu lastima o tu maldito pésame.

Ella se pone de pie y va a la mesita de noche por medicación. Me apresuro y le quito el envase de la mano.

—No, Vi, esa no es la solución. —Ella se suelta de un manotazo y me mira con rabia. Y sé que lo que viene me va a doler porque yo he sido ella tantas veces.

—No seas hipócrita, Black. —Sonríe de mala gana porque lágrimas ya le mojan las mejillas—. Tú... que te drogas cada vez que algo pasa y no puedes manejarlo, ¿vienes a juzgarme? ¿Tú?

—Vi...

—No tienes moral, yo lidio con esto como puedo. —Vuelve a intentar agarrar la medicina y le agarro la muñeca, obligándola a enfrentarme.

—No.

—¡Suéltame! —Intenta liberarse, pero la jalo hacia el baño—. ¡Qué haces! ¡Black!

No me gusta usar la fuerza, pero Violet necesita despertar de lo que sea que la está nublando de esta forma. Y recuerdo lo que ella una vez me hizo cuando estaba en uno de mis episodios: me arrastró a una ducha helada. Entramos y la meto en la ducha, abriendo la llave con rapidez. Ella chilla al recibir el agua fría y me empuja, obligándome a dar dos pasos atrás.

—¡Despierta, maldita sea! —grito cuando ella intenta salir—. ¿Cómo se te ocurre depender de la medicación? Valeria murió, Violet, ¡murió por empezar con esas malditas pastillas que ahora te tomas como caramelos! ¿Crees que eso es lo que ella querría?

—¡Cállate!

—¡No! Necesitas oírlo. —Me meto con ella en la ducha, el agua helada me golpea el pecho. Ella me ojea con rabia—. Sí, soy un maldito drogadicto y es por eso mismo que sé de lo que hablo cuando digo que esa no es la solución.

—No tienes derecho a decirme como procesar esto, nadie lo tiene.

—Tienes razón, pero no te dejaré hacer lo mismo que llevó a tu hermana a la muerte. —Hay algo en sus ojos que me enfría más que el agua cayendo sobre nosotros—. Eso es lo que quieres. —Me doy cuenta en ese instante.

—Quería saber... lo que ella había sentido... —Su voz se rompe—. Lo que la había llevado a la adicción, necesitaba... entender, Black.

La rabia en sus ojos ahora es vergüenza y se quita el pelo mojado de la cara con ambas manos.

—La adicción es una enfermedad, Vi. Valeria tomó decisiones, sí, pero no puedes repetir sus acciones, intentando encontrar respuestas porque no encontrarás nada, solo terminarás hiriéndote a ti misma.

Ella me pone la mano en el pecho mojado como si necesitara sentir los latidos de mi corazón contra su palma. Ella alza la mirada.

—¿Por qué lo haces, Black? —Sé que se refiere a las drogas.

—No lo sé, no sé lidiar con nada.

—No puedo... —Sus labios tiemblan—. No puedo ser tu amiga si sigues haciéndolo, lo que pasó con Valeria... no puedo.

Suspiro y la jalo para abrazarla, bajo el agua que ya se ha calentado un poco.

—Voy a ir a un centro de rehabilitación, Vi —digo—. Estaba esperando que el doctor me diera de alta con la herida y que me quitarán los puntos, también tengo que resolver algunas cosas. Pero luego de eso, voy a dar lo mejor de mí.

Violet se separa y me mira a los ojos.

—No me mientas, Black, no hagas promesas vacías solo porque quieres que deje la medicación.

Le tomo el rostro con ambas manos, acariciando sus mejillas con mis pulgares. Se ve tan vulnerable, tan expuesta ahora mismo.

—No es una promesa vacía, Vi. Planeaba irme a rehabilitación después de año nuevo, pero bueno, ya sabemos lo que pasó en navidad.

Su rostro se contrae en tristeza al recordar.

—Tuve tanto miedo de que perderte a ti también —admite.

—Nah, sabes que no puedo morir virgen.

Ella sonríe y la vida recupera un poco de luz.

—Te odio.

—Me quieres.

Su sonrisa se desvanece y se sonroja un poco. Ah, soy un idiota, la ultima vez que me dijo que me quería fue cuando me alejó de ella y se lo acabo de recordar. Y en ese momento, ambos nos volvemos conscientes de nuestra cercanía, de que estamos empapados y le estoy sosteniendo la cara como si fuera a besarla.

Somos una escena de una comedia romántica ahora mismo.

Debería soltarla, no es el momento para esto, y tampoco fue mi intención al venir aquí. Sin embargo, me quedo atrapado en la profundidad de su mirada, en la tristeza, en el anhelo que veo cuando ella ojea mis labios por un segundo.

—Lo siento —digo acariciando sus mejillas—. Nunca tuve la oportunidad de disculparme por todo lo que has pasado a mi lado, yo—

—Black.

—No, déjame terminar, Vi. —Hago una mueca con los labios, casi avergonzado—. Quizás una parte de mí sabía lo que sentías, quizás no, pero eso no me excusa. Lamento no tener claro lo que siento, lamento haberte herido tantas veces, coquetear con chicas frente a ti, ha—

—Para. —Ella me agarra de las muñecas y baja mis manos de su cara—. No puedes disculparte por no reciprocar los sentimientos de alguien, Black.

El ruido del agua cayendo sobre nosotros se vuelve tan fuerte en el silencio que nos rodea por unos segundos. Nos miramos a los ojos, y una tensión se desplega en el pequeño espacio entre los dos. Violet parece sentirlo porque se acerca y con cuidado, envuelve sus manos alrededor de mi cintura y me abraza, descansando el lado de su cara en mi pecho y ahora me preocupa que pueda escuchar los latidos desesperados de mi corazón.

¿Qué es esto?

—Te extrañé tanto —murmura y descanso mi mentón en su cabeza.

—Yo también, Vi, yo también —admito.

Aún abrazándome, ella despega la cara de mi pecho e inclina la cabeza para mirarme. Estamos demasiado cerca. Ella se para de puntillas y dejo de respirar cuando me da un beso en la mejilla. La sensación de sus labios contra mi piel húmeda despierta cosas en mí que no debería estar sintiendo en este momento. Violet rueda sus labios con otro beso acercándose a la esquina de mi boca y no sé que hacer, pero ya estoy anticipando lo que sea que venga. Otro beso, justo en la esquina de mis labios, lucho para no girar la cara y besarla. Espero que continúe, pero ella se detiene y me suelta dando un paso atrás, está roja, su respiración un desastre.

Violet se aclara la garganta, retrocediendo.

—Iré por... toallas —informa y sale de la ducha.

Me quedo bajo el agua, con una parte de mi cuerpo que no es mi corazón latiendo dolorosamente.

¿Qué puedo decir? Hay cosas que no cambian, mi nombre es Black, y sigo siendo un chico básico.

#

RED

—Iré a casa de Violet después de esto. —Nos dice Amber después de que salimos del apartamento de Romy. Hemos venido a ayudarlas con una pequeña mudanza. Romy ahora estará más cerca de su novia.

—¿Segura de que no podemos ir contigo? —pregunta Bea, preocupada.

Amber sacude la cabeza.

—No, Black está allá, no quiero que piense que es una emboscada.

—De acuerdo —digo, porque forzar los limites de los demás no es algo que me guste hacer—. ¿Quieres que te lleve?

—No, traje mi auto. —Ella me abraza y luego hace lo mismo con Bea antes de sonreírnos.

—Los veo luego.

Ella se da la vuelta y desaparece en el ascensor. Bea y yo nos quedamos solos en el pasillo, y la observo porque me gusta indagar en sus expresiones, muchas veces la delatan. Mechones de cabello azul escapan de su moño y le rozan la cara, tiene ojeras y las mejillas ligeramente sonrojadas por el frío porque solo lleva una sudadera oscura y vaqueros. Ella se lame los labios, pero no me mira.

Todo lo que hemos vivido últimamente nos ha dejado mal, pero algo que no ha cambiado es la tensión entre nosotros, no ha disminuido ni un poco. Cada vez que nos quedamos solos, ella evita mirarme a los ojos y yo intento alejar las ganas que tengo de besarla, tocarla, hacerle olvidar toda esta mierda por un rato.

—¿Nos vamos? —pregunta, señalando uno de los ascensores.

—Sí, vamos, te llevo a tu casa.

Nos subimos al ascensor y las puertas se cierran. En este espacio tan reducido puedo escuchar su respiración y está un poco más acelerada de lo normal, está nerviosa. Giro la cabeza para verla a mi lado y ella mantiene la vista al frente, lamiendo sus labios de nuevo.

—Deja de mirarme —susurra.

—¿Por qué?

—Es... me hace sentir... no lo sé. —No suena muy segura de lo que sale de su boca, pero yo sé que le gusta ser observada, la excita si soy yo el que la mira, lo noté la noche de mi cumpleaños cuando la vi correrse mientras Black le hacía sexo oral.

Doy un paso al frente y me volteo hasta quedar frente a ella. Bea alza la mirada y retrocede hasta que su espalda choca con la pared del ascensor. Descanso una mano al lado de su cara.

—Te gusta que te mire, pero te hace querer mas, ¿no?

Sus ojos bajan a mis labios, a mi cuello y siguen por mi brazo extendido a su lado. Cuando vuelven a encontrar los míos, ella sonríe.

—Y a ti te gusta mirarme. —Ella levanta el mentón, retándome—. Quieres indagarlo todo en mí para saber lo que me gusta y guardarlo en tu memoria para cuando puedas follarme como quieres.

Me tenso ante sus palabras y su sonrisa crece, victoriosa. Ah, Bea, no me provoques. Como quisiera poder castigarla por retarme tan abiertamente. El ascensor abre sus puertas y ella me rodea y sale por las puertas. Paso la lengua por mis dientes frontales y la sigo al estacionamiento.

Dentro de mi camioneta, la tensión no mejora, solo crece y se desborda entre nosotros. Me detengo en una luz roja y la ojeo con el rabillo del ojo, ella tiene la vista en la ventana, jugando con sus dedos sobre su regazo. Necesito aliviar este ambiente porque estoy respetando sus tiempos, pero si seguimos tentándonos así, ella va a terminar con esos vaqueros en las rodillas mientras me la follo como he deseado por meses y como sé que ella también lo ha querido.

No está lista, Red.

Me recuerdo y suelto una bocanada de aire. Cuando llegamos, me estaciono frente a su casa.

—¿Qué te gusta? —Pregunta ella de la nada.

—¿Mmmm?

Ella se aclara la garganta y me sorprende este lado tímido de Bea.

—En la cama, ¿qué te gusta?

Intento ver esta conversación como informativa, porque ella quiere saber, y trato de no imaginar nada de lo que digo con ella porque no quiero tener una vergonzosa erección solo charlando.

—Me gusta dominar, controlar absolutamente todo lo que pasa, solo en la cama, no me interesa como estilo de vida. No quiero controlar a alguien las veinticuatro horas del día.

—De acuerdo. —Ella mantiene los ojos en la ventana de la camioneta—. ¿Tienes una sumisa actualmente?

Me tenso porque pienso en la mujer que llamaba cuando necesitaba desahogarme. No era mi sumisa, era algo ocasional. Sin embargo, no mencionarla se siente como mentir.

—No era mi sumisa, solo era alguien con la que tenía un acuerdo. Pero eso terminó cuando... me dijiste que me querías y que te esperara.

—¿Estás esperándome... sin follar con nadie?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque vales la pena, Bea.

—Besé a Black. —Suelta y esta vez sí me mira, analizando mi reacción—. Cuando despertó, me emocioné y nos besamos, pero fue algo... como una despedida, no lo sé.

—Lo entiendo.

—¿Lo entiendes?

—No tenemos nada oficialmente, Bea, además, no soy posesivo y estoy seguro de mis habilidades, después de que estés conmigo, no vas a mirar a nadie más.

Ella abre la boca en desconcierto.

—Qué arrogante.

—Es la verdad. —le digo, sonriendo con picardía—. Es más, si quieres hacer un trio con él, no tengo problema.

Bea jadea y se sonroja como loca.

—¡Red! —Me rio un poco y ella está roja—. Eres imposible. Me voy.

Ella abre la puerta y se baja, girándose para mirarme con rabia juguetona, aún sonrojada.

—Buenas noches, idiota —exclama y cierra la puerta con fuerza.

—Buenas noches, Bea —respondo, aunque ya no puede oírme.


------------ SIGA LEYENDO ----->

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: #romance