37. BEA

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BEA

—La ilusión de que somos eternos es reconfortante, nos permite alejar la ansiedad que nos produce pensar en la muerte, en el fin de todo —dice el padre con una expresión solemne—. Sin embargo, la realidad es que todos nos iremos de este mundo en algún momento, unos antes que otros y es increíblemente doloroso cuando se nos va una chica tan joven y llena de vida.

El cementerio palidece con toda la nieve blanca que le rodea. Las ramas de los árboles secos apenas se mueven con la brisa helada del invierno. Las noticias del clima describieron este día como él más frío en lo que va de año, así que todos vamos bien abrigados: botas, chaqueta, gorro, guantes y bufanda, aunque dudo que algo nos logre brindar calidez verdadera porque nuestros corazones están rotos, nuestros ojos rojos, nuestras mejillas llenas de lágrimas que se han congelado por el duro clima.

Red está a mi lado, sosteniendo a Amber quien llora desconsoladamente, todo su rostro rojo, hinchado y contraído en tristeza. Quisiera decir que puedo encontrar algún destello de emoción en la expresión de Red, pero no hay nada, es como si no estuviese aquí. 

"Todos llevamos luto de formas diferentes." Me ha dicho mi terapeuta cuando la llamé hace unas horas para contarle todo lo que pasó, porque estaba muy cerca de un espiral y una de las cosas que he aprendido en este proceso es a reconocer las señales cuando estoy cerca de caer y aislarme de nuevo.

Nunca imaginé pasar Nochebuena en el hospital, ni pasar el día siguiente en el cementerio. Mientras muchos están comiendo las sobras recalentadas de la cena de Navidad, abriendo los regalos del árbol, comentando de la noche anterior, aquí estamos nosotros, enterrando a una chica joven con una vida por delante. No es justo, no parece real y no sé como lidiar con ello, ni como apoyar a las personas a mi lado en este momento tan oscuro, tan difícil.

Porque nunca he sabido estar ahí para mí misma, así que no sé que hacer para estar para los demás.

"Solo está ahí, sé ese abrazo cálido, esos dedos que limpian lágrimas, esas bromas que hacen sonreír a través de la tristeza. A veces ser una buena amiga, es solo eso: compañía."

Me muevo, le paso por el frente a Red y me pongo del otro lado de Amber para sostenerla y ella entierra su rostro en mi cuello y continua su llanto. Hay algo de ti que se rompe un poco cuando alguien que quieres llora. 

La madre de Violet se estremece y se limpia las lágrimas cuando da un paso al frente para hablar:

—Esta es la pesadilla de toda madre. —Comienza, sus ojos tan hinchados que apenas se ven—. Una hija en el hospital y otra en el cementerio. Valeria era tan joven, tan buena, aunque el último año no lo pareciera, sé que hizo daño a mucha gente con su adicción, pero mi Valeria tenía un corazón noble y un alma sensible, vulnerable. Siento que le fallé... —Su voz se rompe—. Como madre, debí protegerla, debí encontrar una manera de salvarla.

—No. —La voz de Amber me sorprende a mi lado, todos giran la cabeza—. Perdone por interrumpirla, pero usted y Violet hicieron todo lo que pudieron. Si debemos señalar culpables, fue la adicción, una enfermedad cruel y devastadora. Usted fue una madre excelente, una madre que hizo lo que pudo con los recursos que tuvo.

Los labios de la madre de Violet tiemblan mientras lagrimas gruesas bajan por sus mejillas.

—Pero no fue suficiente —responde con el corazón en pedazos.

A este punto los veo a todos borrosos porque también estoy llorando.

—No sé que decirles —agrega la madre.

—No se preocupe por darnos palabras de aliento, —dice Amber—. Este momento es para usted, para que se despida de su hija.

Ella asiente, se limpia las mejillas y se endereza.

—Hija. —Ella mira el ataúd—. Puedes descansar ahora, fuiste amada en esta tierra y te seguiremos amando en la eternidad, fuiste uno de los regalos más bonitos que me dio la vida. Quiero que te vayas en paz, que sepas que te llevamos en nuestros corazones con mucho amor. Valeria, tus últimos años con nosotros no fueron los más fáciles, así que ahora... puedes estar en paz, hija. Te amo muchísimo.

Y ahí rompe en llanto, y vuelve a su lugar.

—¡No! ¡No! ¡No! —El chillido resuena por todo el cementerio, nos giramos para ver la fuente y el corazón se me aprieta—. ¡No! ¡No!

Violet.

Ella está descalza, aún con la bata del hospital y los vendajes a un lado de la cabeza. Me quedo helada porque no sé que hacer. Red y Amber corren a ella de inmediato.

—Violet, no deberías—

—¡Es mi hermana! —Les grita Violet, forcejeando con ellos.

Su madre se les une, intentado razonar con ella, que no debería estar ahí, que debe volver al hospital.

Y reacciono, me muevo con lentitud en tanto caos y me paro frente a Violet quien me mira de forma defensiva, esperando que también la detenga. Con cuidado y mucha paciencia, me quito el gorro y se lo pongo, hago lo mismo con la bufanda, luego le rodeo los hombros con el abrigo. Y finalmente, le doy mis botas y ella mete los pies en ellas. Cuando me enderezo, las lágrimas no han dejado de correr por sus mejillas.

—Haz lo que necesites, Violet.

Ella me jala y me abraza.

—Gracias. —Es un murmullo y luego me pasa por un lado para ir al ataúd.

Todos vamos detrás de ella, y lo único que podemos hacer es estar ahí, mientras ella llora, se estremece y le habla a su hermana, con rabia y culpa, con amor y dolor. Y me lleva al momento del hospital en donde nos informaron lo que pasó con Valeria. Amber recibió la llamada, pude ver su expresión contraerse mientras caía sentada en el suelo.

Valeria ya estaba bastante vulnerable por las fechas navideñas, en el momento en el que se enteró del tiroteo y de que Violet estaba en el hospital, lo manejó de la única forma que sabía: drogándose. Y se le fue de las manos y tuvo una sobredosis. Intentaron revivirla en la ambulancia, en el hospital, sin éxito.

Y aunque yo apenas he visto a Valeria un par de veces, no significa que no me duela su partida, porque sé la gran perdida que es para mis amigos. Sobretodo, para Violet, a quien adoro.

Amber se arrodilla detrás de Violet y la abraza, susurrándole palabras de consuelo.

—Era mi hermanita, Amber —Su voz está tan rota como su corazón—. Esto no debía pasar, no lo puedo creer, no puedo, no quiero.

Y entonces, el dolor se transforma en ira, en rabia, lo veo en sus ojos cuando se pone de pie y se dirige a Red.

—¡¿Por qué nos llevaste a esa maldita fiesta hace años?! —Le golpea el pecho—. ¡¿Por qué no la protegiste? ¡¿Por qué dejaste que —Violet se tambalea y él la sostiene de los codos—. ¡Por qué, Red! ¿Por qué no pudimos salvarla? ¡Hicimos todo! ¡Intentamos todo! ¡Era mi hermanita! ¡Mi hermanita, Red!

Por primera vez en todo el funeral, la expresión ida de Red se contrae y sus ojos se enrojecen.

—Lo siento, Vi.

Y ella se desploma, Red la levanta en brazos para llevarla de vuelta al hospital. Esa día helado de diciembre, nos despedimos de Valeria, una chica que perdió su batalla con la adicción.

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—Te necesitamos.

Lo digo con honestidad, estoy sentada al lado de la cama de hospital de Black, donde yace inconsciente, aún entubado. Se ve tan delgado ahí, tan frágil. Es tan extraño verlo así, sin sus expresiones bromistas o sus sonrisas, no parece él.

Su cirugía fue muy larga y compleja, la bala perforó tejidos y una porción de sus intestinos. Aún no se sabe cuando despertará, le están disminuyendo la sedación poco a poco para darle tiempo a su cuerpo de sanar. Mi mirada cae sobre su mano en la cama, y los tatuajes de su antebrazo. Y recuerdo esa noche en su habitación, sus preguntas sobre mi tatuaje.

—¿Una mariposa? —Me le quedé viendo ahí en la luz opaca de su habitación, sin responder—. ¿Por qué? No pareces ser el tipo de persona que se hace un tatuaje por que sí.

—Entonces, ¿qué tipo de persona parezco?

Esa noche después de tener sexo, tuvimos una conversación agradable y profunda, y hasta graciosa porque así es todo con Black, siempre sabe que decir para hacernos sentir cómodos, para relajarnos. Y eso es lo que necesitamos ahora.

—De verdad, te necesitamos, idiota —digo, sonriendo con tristeza—. Violet está destrozada, Amber está abrumada y Red... casi ni habla. Y como sabes, no soy la mejor lidiando con cosas como estas. Y luego está Soren... —Me da asco hasta mencionarlo—. Black... —Mi voz se rompe—. Te necesito.

Descanso la cara sobre la cama a un lado de su mano, estoy tan agotada, no sé cuantas horas llevo sin dormir, pero mis ojos están exhaustos y se sienten como si tuvieran arena dentro cada vez que parpadeo. Me quedo dormida sin darme cuenta y sueño con cementerios helados, gritos de dolor y con mucho miedo.

#

Ya casi es año nuevo, ya casi ha pasado una semana desde el tiroteo.

Violet fue dada de alta hace dos días, así que ahora solo voy al hospital a visitar a Black. Hace un día le quitaron toda sedación, y todos los tubos que tenía conectados, ya debería poder despertar por su cuenta y el hecho de que aún no haya pasado nos tiene nerviosos.

—¡Justo a tiempo! —dice la enfermera de cabecera que me ve venir todos los días—. Despertó hace una hora.

Dejo de respirar ahí mismo.

—Está intentado comer gelatina, a ver como le cae, él—

Le paso por un lado, y corro a su habitación, cuando abro la puerta: Ahí está ese idiota de cabello negro, sentado, sosteniendo una taza de gelatina, saboreándola. El alivio me abruma, me nubla la vista, me hace sostenerme la boca porque está ahí, esos ojos oscuros me están mirando, está bien, Black está bien.

—Si vas a llorar por mí, déjame grabarlo —dice y luego sonríe como el estúpido que es.

Y me apresuro hacia él, tomo su rostro en mis manos y le doy un beso en los labios, corto y simple. Cuando me doy cuenta de lo que he hecho, me separo en sorpresa.

—Lo siento, lo siento, me emocioné, me—Black me agarra de un lado de la cara y me besa de nuevo. No es un beso lujurioso, es uno gentil, casi sentimental, como si no pudiéramos creer que hayamos sobrevivido, que podamos sentirnos de nuevo. También se siente como un beso de despedida, a nosotros, a lo que no fuimos y quizás nunca seremos juntos.

Nos separamos y descanso mi frente sobre la suya.

—Gracias por salvarme —digo, con el corazón en la boca.

—¿Qué tan extensas son tus ganas de agradecerme? —pregunta, sugestivo.

Me separo y volteo los ojos.

—Ni al borde de la muerte, dejas de coquetear.

Él sigue sonriendo.

—El día que deje de coquetear, será mi fin. Pueden enterrarme vivo. —Él vuelve a coger su gelatina y come mientras me observa—. No es por sonar como un idiota, pero te ves mal, Bea.

—Lo dice el que pasó días en cuidados intensivos.

—Pero sobreviví, no podía morir virgen.

—Black.

Él traga y se lame los labios, su sonrisa esfumándose un poco.

—Podía escucharte.

—¿Qué?

—Mientras estaba inconsciente, podía escucharte. —La intensidad de su mirada casi me hizo apartar la mía—. Gracias... me diste fuerza para seguir, Bea.

—Pensé que eras un chico básico —Le recuerdo sus palabras de aquella noche en su habitación—. No digas cosas profundas, Black. No va contigo.

—Tampoco va contigo hablar de lo que sientes, y lo hiciste todos los días, aquí, conmigo.

—Porque pensé que no me escuchabas.

—¿De verdad? ¿No había una parte de ti que mantenía la esperanza de que pudiera escucharte?

No digo nada. Y él suspira.

—¿Cómo está Violet? ¿Su recuperación? —Su pregunta me hace arrugar las cejas. Y empiezo a rebobinar todas las conversaciones que tuve con Black aquí, siempre le hablé de que lo necesitamos, de lo duro que estaba siendo todo para Violet, Amber y Red, sin embargo, nunca le dije lo que pasó con Valeria.

Me armo de valor.

—Black, hay algo que no te he dicho.


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Nota de la autora: Ay, por fin, el funeral. Que triste :( Siento mucha pena por Violet y su mamá. 

Por aquí, comenten los que pensaron que el muertito/a era Black o Violet. Todavía queda mucho que explorar con esos personajes, gente, ¿cómo creyeron que los mataría en pleno desarrollo? ME OFENDEN. 

Por aquí las que tienen miedo a futuro de todos en esta historia. 

Y POR AQUÍ YO PORQUE ARIANA, ESTA HISTORIA ESTÁ LARGUISIMA, QUE TE PASÓ, T_T

Intentaré trabajar en un maratón :)

Se les quiso,

Muakatela,

Ariana G. 

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Tags: #romance