21. BEA
BEA
¿He dejado de ser impulsiva?
Pura mierda.
Todo lo que se necesita para que vuelva a ser una idiota impulsiva es la posibilidad de que le pase algo malo a alguien que me importa. Ni siquiera lo pensé bien cuando salté sobre el capo de la camioneta de Red.
Y luego, en el momento en el que me siento en el puesto de copiloto de la camioneta de Red y lo veo subirse y darme una de las miradas más frías que he recibido, me doy cuenta de que mis palabras quizás no puedan convencerlo o detenerlo así que solo digo lo que pienso sin filtros:
—Pensé que eras más inteligente.
Red se tensa.
—Bájate —habla entre dientes y las olas de furia que él emana asustarían a cualquiera, no a mí.
—Llegas ahí, ¿y qué harás? —Presiono. Red no me mira y tuerce los labios—. Vas a su territorio sin ningún tipo de plan, exponiendo a los chicos y a todos. Entiendo que te valga salir herido, pero ¿y los demás? ¿Crees que es justo con ellos?
—¿Qué debo hacer, entonces? —Él me mira—. ¡Ha dejado a Black como un puto saco de boxeo! La razón por la que creé esta banda fue para evitar mierdas como estas, para proteger a los míos.
—¡Y no te estoy diciendo que no lo hagas! —respondo—. Te estoy diciendo que lo hagas bien.
Él chasquea la lengua y sacude la cabeza, mirando al frente, así que sigo:
—Hazlo bien, no desates una guerra ni expongas a los tuyos en un arranque impulsivo de rabia. Eres mejor que esto.
Silencio y cuando creo que no he logrado nada, él baja del vidrio y le dice a los chicos que se bajen.
—Bájate, Bea.
—No.
—No quieres irte conmigo ahora.
—¿Por qué no?
Él no dice nada y comienza a dar retroceso, yo aprovecho para bajar el vidrio y decirles a los chicos que no se preocupen que no iremos por Treyvon. Todos parecen tener la cara estirada en sorpresa y yo arrugo las cejas. ¿Qué les ha sorprendido tanto?
Red arranca antes de que pueda pensarlo mucho. Salimos a la autopista con el chillido de sus neumáticos al girar y yo me pongo el cinturón de seguridad. Ojeo a Red y sus brazos siguen tan tensados que sus venas continúan visibles. Y me doy cuenta de que él no está en condiciones de manejar, su furia impregna el ambiente volviéndolo pesado y tenso.
—Necesitas parar en algún lado.
—Lo haré después de dejarte en tu casa. —Su respuesta me preocupa, no quiero dejarlo solo así.
—¿A dónde irás?
Nada.
—Red.
—No iré por Treyvon si eso es lo que te preocupa.
—Podemos ir al mirador. —Ofrezco porque se ha vuelto un lugar especial para nosotros. Ahí fue donde le conté parte de lo que pasó con Soren.
—No.
—Red, estoy aquí. No me apartes.
Él bufa.
—¿No dijiste que necesitabas alejarte de mí?
Eso me toma desprevenida y atribuyo el enojo en su tono a que está furioso por lo de Black.
—Hoy es una excepción.
—Ya.
Veo venir el aviso de la autopista que a la derecha te lleva al pueblo y a la izquierda al camino del mirador. Quiero decir algo más, pero la decisión está en sus manos. Él duda y dejo de respirar mientras el aviso se acerca. Odio sentirme así, es como si estuviéramos constantemente en una situación donde él tiene la opción de escogerme o hacerme a un lado. Y ya sé como eso ha terminado las últimas veces, nunca me ha escogido y ya me he rendido. Sin embargo, la parte de mí que aún siente demasiadas cosas por él no respira mientras lo veo dudar y mi mente grita:
Escógeme.
Necesítame.
Quiéreme.
Aprieto las manos sobre mi regazo y por unos segundos me desilusiono al verlo guiarse a la derecha hasta el último momento cuando gira el volante y toma el camino de la izquierda. Y soy una idiota porque se me acelera el corazón por algo tan simple. Cuando lo miro, él solo se lame los labios sin decir nada.
Tomo una respiración profunda, el olor de su colonia mezclado con el aromatizante de la camioneta me llena y exhalo con lentitud. La adrenalina de todo y el miedo que sentí al ver a Black golpeado se desvanece poco a poco.
Black...
¿Por qué me he olvidado de él?
Aquí estoy con Red, otra vez. Debería haberme quedado con Black, asegurándome de que estuviera bien. Y en vez de eso, decido seguir al impulsivo a mi lado. ¿Por qué, Bea? ¿Por qué sigues atada a lo imposible? Bueno, tampoco puedo superar a Red en unos días.
Eso sí que es imposible.
Al llegar al mirador, Red se estaciona de retroceso para que podamos bajar la compuerta del cajón de la camioneta y sentarnos ahí. Nos bajamos y lo primero que me golpea es la brisa nocturna es fresca, pero no fría. Ya empezamos a despedirnos del caluroso verano. El calor suele recordarme a esa tarde en la gasolinera, el día que conocí a Black.
Red camina hacia el precipicio y ojea toda la oscuridad y el campo en el frente. En la lejanía se ven unas cuantas luces del pueblo, no es gran cosa, no es una vista genial como la de las películas, pero es un lugar tranquilo y solitario, lo que él necesita ahora. Yo bajo la compuerta y me impulso con las manos para subirme y sentarme. La única luz cercana proviene de un poste de luz que hemos dejado atrás a un lado de la carretera.
Red permanece de espaldas a mí y lo veo apretar sus puños. No culpo su rabia, la entiendo, ver a Black así es algo duro, es una imagen que se repite una y otra vez en tu cabeza y te provoca destruirlo todo, acabar con quien sea el que lo haya causado. Aunque tengo mi impulsividad, todo lo que pasó con Soren destapó una frialdad en mí para lidiar con situaciones difíciles que no sabía que tenía. Puedo mantener la calma y la cordura en las situaciones más estresantes. Supongo que depende de las circunstancias porque también he tenido ataques de ansiedad con pequeños detonantes. Por ejemplo, no puedo ver rosas blancas sin sentirme mal y querer vomitar.
Hay batallas, hay victorias y hay derrotas.
Red se gira y se acerca. Y espero que se siente, pero él solo se detiene frente a mí, esos ojos observándome con esa profundidad que me pone un poco nerviosa. Él estira su mano hacia mi cara y su pulgar se desliza por mi mejilla, me estremezco y el contacto termina tan rápido como empezó, él levanta el dedo y me muestra una mancha de sangre.
—Oh, debe ser de cuando agarré a Black.
Red baja la mano sin decir nada y yo trago con dificultad.
—Te veías muy preocupada por él.
Sé a lo que se refiere, cuando Amber recibió la llamada, estábamos todos juntos decidiendo que haríamos para el cumpleaños de Red. Me preocupé de inmediato cuando supe que algo le había pasado a Black.
—Todos estábamos preocupados —digo.
—Ya.
Red procede a sentarse a mi lado y se deja caer de espaldas en el cajón de la camioneta. Él se pone las manos detrás de la cabeza para estar cómodo y eso hace que la camisa se le suba un poco, revelando la parte baja de su abdomen, la línea superior de sus boxers sobresale de sus vaqueros. Y me siento como una loca por fijarme en eso en estos momentos. Para apartar la tentación, hago lo mismo y me dejo caer a su lado. El cielo tiene algunas estrellas hoy.
—Debiste quedarte con él. —Red suelta de pronto y yo giro mi rostro para verlo. Él mantiene su vista al cielo. De perfil puedo admirar la simetría imperfecta de su rostro.
—Lo habría hecho —respondo—. Pero te dio por ser un idiota impulsivo.
—Te di la oportunidad de bajarte cuando decidí no ir por Treyvon.
—Tenía que asegurarme que no fueras por él.
Red suspira y voltea el rostro para verme.
—¿Eso es todo?
—¿Disculpa?
—Bea.
Nos miramos a los ojos y siento que me falta el aire.
—No tienes que preocuparte por mí. No tienes—
—Si tengo que preocuparme. Eres mi amigo y se dice gracias, idiota.
Entonces, el idiota hace lo peor que puede hacer en estos momentos: sonríe. Sus ojos azulados se iluminan y esos labios llenos se curvan en una sonrisa perfecta que es un golpe directo a mi corazón intoxicado por él.
—Gracias.
Se me va a salir el corazón, pero mantengo la calma. Creo que venir aquí no fue una buena idea. Estamos solos, en medio de la nada y en la semioscuridad. Sin dejar de mirarlo, me atrevo a preguntar:
—¿A dónde planeabas ir después de dejarme en casa?
Red endereza su rostro.
—Ya no importa.
—¿Qué? ¿Ibas a ver a una chica o qué? —Trato de sonar casual y creo que lo logro.
—Bea.
—¿Qué? Somos amigos, Red. No pasa nada.
Él vuelve a mirarme.
—¿De verdad? ¿No pasa nada? Hace horas me dijiste que necesitabas alejarte de mí para superar lo que sientes y ahora me preguntas cosas como estas. ¿Por qué quieres escuchar cosas que te harán daño?
—Porque tengo que acostumbrarme. —Es la verdad, él va a salir con chicas, va a seguir con su vida, y tengo que hacerme a la idea y seguir con la mía. Soy y siempre seré solo su amiga.
—No, no necesitas escuchar cosas innecesarias.
—¿Eso quiere decir que no puedo compartir contigo lo que hago con otros chicos? ¿Por qué eso sería compartir cosas innecesarias? No sabía que nuestra amistad tenía límites.
—Es diferente y lo sabes.
—¿Por qué?
Red me observa.
—Es sentido común, Bea. Tú puedes contarme lo que quieras, no tengo problema. Pero yo no tengo que contarte sobre chicas, en especial cuando sé que eso te hará daño. No soy tan idiota.
—¿Puedo contarte lo que quiera?
Él asiente y lo miro directamente a los ojos.
—Me gusta mucho Black. —Observo la expresión de Red que se mantiene impasible, me muerdo el labio—. Creo que ha sido la mejor follada de mi vida.
Red suspira.
—Me estás diciendo esto porque quieres contármelo o ¿por qué esperas alguna reacción de mí?
Bufo.
—Deja de buscarle un trasfondo a todo, solo quiero contarlo. —Me encojo de hombros.
Red asiente y sonríe con malicia.
—Bien, quieres jugar a esto, podemos hacerlo.
—¿Jugar?
—Él ya sabe lo que te gusta, ¿no? —Algo cambia en la mirada de Red—. ¿Y lo hizo?
—Fue la primera vez que follamos, no tenía que hacer nada de mis preferencias.
—¿Así que fue sexo clásico y vainilla?
—¿A dónde quieres llegar con esto?
Silencio por unos segundos, su mirada indaga todo mi rostro antes de decirlo:
—A que no está ni cerca de ser la mejor follada de tu vida.
Quisiera reírme, pero la forma en la que me está mirando no me da gracia, me acelera todo y trago con dificultad para recuperarme.
—Claro, puedes pensar lo que tú quieras.
—Sabes que digo la verdad.
—El sexo clásico también puede ser el mejor, si es con la persona correcta.
Él hace una mueca con los labios como si resistiera reírse. Y eso desata mi lado retador:
—A ver, sabelotodo, ¿cómo sería la mejor follada de mi vida?
Todo rastro de burla deja su expresión. La mirada intensa de Red baja de mi rostro a mi pecho y continua por mi abdomen, caderas y piernas. Me lamo los labios, tratando controlar los latidos sin control de mi corazón. Cuando sus ojos encuentran los míos de nuevo, me pregunta:
—¿Disfrutas ser observada?
Asiento. Él continua:
—Lo primero sería hacer que te desnudes frente a mí, te acuestes y lentamente abras las piernas, que me dejes ver absolutamente todo, que te sientas expuesta y vulnerable. Las ganas de tocarte a ti misma, de que te toque, de que haga algo te consuman y te mojen tanto que podría follarte directamente sin ninguna otra preparación, pero no lo haré. Porque quiero que me ruegues mientras me toco frente a ti, mostrándote lo que podría estar llenándote, calmando ese vacío, esa humedad que te enloquece. Quiero tu imaginación plagada de posibilidades, de como se sentiría esa fricción, ese calor.
Aprieto las piernas por instinto y un calorcito me recorre porque es imposible no imaginarme todo eso y viniendo de él, con esa voz firme y profunda causa estragos.
—Y... —me he quedado sin saliva de pronto—. ¿Qué pasaría después de eso?
—Depende.
—¿De qué?
—De si has sido una buena chica o no, si resistes y aguantas la tortura, te premiaría.
—¿Con qué?
—Con mi polla, dentro de ti, dura y lista para que te lleve a ese orgasmo que has estado deseando durante toda la tortura.
Silencio. Mi pecho sube y baja con rapidez porque no puedo negar que la imagen mental que me ha pintado me ha excitado, puedo sentir la presión en medio de mis piernas y como me he vuelto muy consciente del roce entre la parte interior de mis muslos. Necesito aliviar el ambiente.
—Eres solo palabras. —Mi voz sale más ahogada de lo que espero.
Red ojea mi pecho y sigo su mirada para darme cuenta de que mis pezones se han endurecido y se ven claramente contra la tela de mi franela porque no llevo sostén. Él vuelve a mirarme a los ojos.
—¿Te excitaste?
No necesito revisar, lo sé y él también lo sabe. Y me avergüenza haberme excitado solo con sus palabras. Y le da el poder que él tanto ha querido probar en esta conversación.
—No.
Red me da una sonrisa de boca cerrada y se estira poniendo sus manos de nuevo detrás de su cabeza.
—Bien.
—¿Qué fue eso? —No puedo evitar preguntar.
—¿Qué? Solo estábamos jugando.
—Los amigos no juegan así.
—¿No querías una amistad sin límites?
Este hijo de...
Echo un vistazo a la parte frontal de sus vaqueros y el bulto ahí es obvio así que sonrío.
—Te pusiste duro.
Él se lame los labios sin mirarme.
—Sí.
—Pensé que no te gustaba.
Él ignora mi afirmación y me pregunta:
—¿Puedo tocarte?
Eso me toma totalmente desprevenida, pero eso no detiene el monosílabo que deja mis labios:
—Sí.
Red se gira quedando de costado y baja una de sus manos que aterriza sobre mi abdomen. Yo me tenso. Giro mi rostro para mirarlo, pero él enrosca su mano libre alrededor de mi cuello, obligándome a mantener la vista en el cielo estrellado. Su olor me envuelve. Su respiración es cálida en mi oído:
—Observa las estrellas, Bea. —Me ordena, mientras la mano sobre mi abdomen desabotona mis vaqueros. Y puedo sentir los latidos en mi cuello, en mis oídos, en mi garganta. No sé como hemos llegado a esto, pero todo lo que puedo sentir es calidez y excitación. Red lame mi cuello hasta que chupa el lóbulo de mi oreja y gimo porque no puedo aguantarlo.
Su mano se adentra dentro de mis vaqueros y en el momento en el que sus dedos resbalan en mi humedad, arqueo mi espalda y un jadeo me abandona. Él aprieta su agarre en mi cuello, manteniéndome en mi lugar.
—Mentiste —susurra en mi oído—. Dijiste que no estabas excitada y estás increíblemente mojada.
Dos de sus dedos me penetran de golpe y gimo sin control y a mover mis caderas, no puedo evitarlo. El hecho de que sea él, Red, el que me esté tocando finalmente me enloquece porque lo he deseado tanto, he anhelado sentirlo tantas veces. La firmeza y la seguridad con la que hace las cosas me pone. Quiero mirarlo, quiero ver su rostro, pero cada vez que lo intento, él aprieta su agarre en mi cuello.
—Ojos en el cielo —demanda. Sus dedos entran y salen con rapidez, rozando una parte de mi interior que me hace poner los ojos en blanco. El sonido del contacto mojado hace eco entre nosotros, y estoy demasiado excitada para que me avergüence.
Su respiración se ha vuelto un desastre contra mi oído y eso envía escalofríos de placer por todo mi cuerpo. El cielo se ve tan oscuro, las estrellas borrosas mientras él acelera el movimiento de sus dedos y sé que no me tomará mucho tiempo alcanzar el orgasmo. Él libera mi cuello y la orden sigue ahí, no debo mirarlo y no lo hago. Su mano baja y acaricia mis pechos por encima de la tela de mi camisa hasta que sostiene uno de mis pezones entre su índice y pulgar, lo aprieta y es lo que necesito para llegar al borde.
—Red. —Gimo su nombre una y otra vez.
Él muerde la piel de cuello mientras me arqueo, mis gemidos volviéndose más fuertes. Un poco más, solo... un poco... más. Estoy en el borde cuando Red sube la mano que está en mis pechos para tomar mi rostro y girarme para enfrentarlo. Me encuentro con esos azules cargados de deseo y su expresión tensa, sus dedos rozan mis labios y sé lo que quiere, los chupo dejándome llevar por todo. Él me sostiene la mirada mientras gimo con sus dedos en mi boca y entre mis piernas.
Y así llego al orgasmo, mis jadeos y gemidos sonoros y desesperados. Todo mi cuerpo se estremece mientras él me observa. Cada sacudida, cada espasmo me recorre hasta que soy un desastre de saliva, humedad y placer.
Red saca sus dedos de mis vaqueros y de mi boca. Sus hombros suben y bajan con rapidez y él se impulsa para sentarse y luego bajarse del cajón de la camioneta. Él se pasa la mano por el pelo. Yo aún estoy en shock absoluto, la sangre aún no me llega al cerebro, mis neuronas están bailando en sensaciones. Me las arreglo para impulsarme con mis codos y sentarme. Todo me tiembla.
Red está de espaldas a mí.
—Tenías razón. —Su voz es ronca y cargada de tensión.
¿Eh? Ni sé de que habla. Intento mojar mis labios y fallo, ¿a dónde se fue toda mi saliva?
—¿Tenía razón?
Él me mira por encima del hombro.
—El sexo clásico puede ser el mejor, si es con la persona correcta.
Y con eso, se gira y cierra la compuerta, dejándome dentro del cajón. Y empieza a caminar hacia la puerta del conductor.
—Disfruta el aire nocturno, lo necesitas.
Red enciende la camioneta y arranca conmigo ahí atrás. Me dejo caer sobre mi espalda, mirando el cielo de nuevo mientras asimilo lo que acaba de pasar.
Porque ya no tengo ni puta idea de nada.
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Nota de la autora: I have no words.
Literal, no tengo palabras, no sé que decir.
Ojo: Antes de que vengan a atacar a Bea, les recuerdo que ésta soltera ¿okay? Ella puede hacer con su traserito lo que quiera, claro, nunca debemos herir a nadie, pero ajá, no tiene novio y ¿su crush le ofrece una toqueteada? Putas que ofertón. Ya veremos si eso fue algo bueno o malo.
Respecto a Red, quisiera decir que lo entiendo, pero ese desgraciado es tan complejo que ni yo lo controlo T.T AIUDAAA.
Otra cosa, lo que Red hizo fue para él sexo 'normal y clásico' por eso no tuvo ninguna conversación previa de gustos o preferencias con ella y tampoco le pidió una palabra segura a Bea. Él mantuvo a su lado dom a raya. Supongo que eso les ayuda a entender lo que él le dijo de que ella tenía razón. ;)
Otra cosa, cuenta la leyenda que soy team Red, y quiero que sepan que ese es mi lado lector. Mi lado escritor se mantiene imparcial siempre, de hecho, ejemplos de eso son mis otros libros. En mi amor de wattpad, era Team Shane (ella se quedó con Evan), en Sigue mi voz me gustaba Diego y pues se quedó con Kang y en Mi desesperada decisión era Team Pierce y pues se quedó con los tres JAJAJA así que relájense. El team que yo sea como lectora afecta nada ;) Todo será siempre decisión de Bea.
Voten porque ajá, escribí este capitulo en un café EN PLENA LUZ DEL DÍA, me dieron unas miradas muy 'qué está escribiendo esta loca' pasé pena por ustedes.
Comentemos la canción del capítulo ;)
https://youtu.be/XgQgtV83fpE
Muakatela,
Ariana G.
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