11. BLUE

Doble actualización, así que si Wattpad te trajo a este primero, ve al anterior o estarás mas perdido que aquel libro que prestaste hace tiempo y nunca te devolvieron, ¡Si te hablo a ti, Steph! Era prestado, wey. En fin, siga, ya saben, chaito. 


BLUE


Sí lo sabía.

Su respuesta arde porque una parte de mí quería creer que, por eso, él nunca ha intentado algo conmigo, porque quizás no creía que a mi también me fuera el rollo de amo/sumisa. Esa esperanza se ha desmoronado con su afirmación.

—¿Por qué nunca dijiste nada? —clavo la mirada en él, quizás eso le obligue a mirarme.

—¿Qué debería decir?

—No lo sé... es solo... no sé.

Red giro el rostro finalmente. Sus ojos encuentran los míos.

—Tus preferencias sexuales son parte de tu intimidad, no tengo razón para comentar al respecto. Solo somos amigos.

Auch.

—Te encanta recordarme que somos amigos, ¿eh? Lo tengo bien claro.

Red aparta la mirada, y descansa su antebrazo sobre su cara.

—Tu ropa saldrá en un rato, descansa, Blue.

No sé porque estoy enojada, me siento idiota al siempre intentar buscar cosas donde no las hay. Tal vez solo necesito estrellarme de una vez por todas, ser rechazada por completo para poder dejarlo atrás.

—Red.

Él no me responde. Tuerzo los labios, y tomo una respiración profunda antes de usar los codos para impulsarme, levantarme y quedar sentada en la cama. Red no se mueve, ni tampoco quita el antebrazo que le cubre la cara.

<<Vamos, Blue, llévate tu estrellón de una vez por todas>>. Me doy ánimo. No sé expresarme muy bien con palabras, no sé ser vulnerable así que siempre uso mi cuerpo.

Me giro en la cama hasta quedar sobre mis manos y rodillas y me acerco a él. Paso una pierna por encima su regazo y me siento a horcajadas sobre él. Red se tensa, destapa su cara y se sienta de golpe, su cara quedando a escasos centímetros de la mía.

—¿Qué estás haciendo?

Trago con dificultad, y no sé que decir así que sintiendo la calidez de su cercanía y como su entrepierna está presionada justo contra mi ropa interior, me muevo contra él. Red me agarra de las caderas con fuerza y me detiene, sus dedos clavándose en mi piel.

—No.

—¿Por qué no? —mi voz es un susurro. He querido sentirlo contra mí tantas veces.

—Bebiste demasiado—. Red comienza a echarme a un lado y me aferro a su cuello.

—No estoy borracha, Red —busco su boca y él me esquiva, y ese es el primer golpe a mis sentimientos. —De acuerdo, ¿esa es tu respuesta?

Lo miro a los ojos y él me toma el rostro con delicadeza.

—No hagas esto, Blue —su pulgar me acaricia la mejilla—. No lo valgo.

Él me envuelve un brazo alrededor de mi cintura, me levanta y me sienta a un lado para ponerse de pie. El ardor del rechazo quema mucho más de lo que esperé, se extiende hasta mis ojos y cuando intento tomar una respiración profunda no puedo. Es la primera vez que me expongo de esta forma en mucho tiempo y por supuesto no puede terminar bien.

Recuerdo todas las veces que nos hemos reído como locos, que hemos jugado videojuegos, que hemos visto películas en la comodidad de su cama. Recuerdo la paciencia y la madurez con la que me ha escuchado cuando he querido contarlo todo. La calidez de su mirada y lo atractiva que es su sonrisa.

—Me gustas, Red, me gustas mucho.

Lo digo porque si ya he llegado hasta aquí, si ya me he expuesto como una idiota, debo decirlo todo. Red está de espaldas a mí y se alborota el cabello como si no supiera que decir. Bajo la mirada, la vista se me nubla, pero respiro profundamente antes de soplar un poco, no voy a llorar.

—Tenía que decirlo —digo honestamente—. He intentado verte como un amigo, de verdad, no sabes cuanto lo he intentado, pero... no puedo.

Red suspira, se da la vuelta y se arrodilla frente a mí para tomarme las manos sobre mi regazo.

—Bea.

Es la primera vez desde que hablamos y él me puso Blue, que me llama por mi nombre.

—Eres muy especial para mí y sé lo que sientes, lo he sabido desde hace tiempo ya, esperaba que, con el tiempo, te dieras cuenta de la clase de persona que soy y dejaras de sentirte así, para que pudiéramos seguir siendo amigos.

—¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que no te gusto ni un poco?

—Bea.

—Necesito escucharlo, por favor.

Red acerca su rostro al mío y separa sus labios para decirlo, pero las palabras no salen. Nos estamos mirando a los ojos y no sé que me impulsa a intentarlo de nuevo, quizás quiero ser rechazada de nuevo. Me inclino y rozo mis labios con los suyos, es un roce ligero y rápido. Me separo para ver su reacción y lo observo tensar su mandíbula. Sin embargo, no me esquivó, ni tampoco dijo nada más así que intento de nuevo, pero su mano se enrosca alrededor de mi cuello y me detiene.

—Para.

Su voz ha tomado un tono demandante y el calor se extiende por todo mi cuerpo.

—¿O si no qué? —le reto—. ¿Me vas a castigar?

Red aprieta su agarre en mi cuello.

—Bea, no me provoques.

—¿Por qué? El amo en ti quiere darme unos buenos azotes por provocarlo, puedo verlo en tus ojos.

—No voy a follarte.

—Lo sé, pero niégalo, dime que no quieres voltearme, levantar esta camiseta y darme unas nalgadas que me dejen la piel roja.

Él se lame los labios.

—Tú no eres mi sumisa.

—¿Quieres que lo sea?

—No.

—¿Por qué te contienes, Red? Un amo debería poder tomar lo que quiere cuando quiere.

—Un amo puede tomar lo que quiera y cuando quiera de alguien que le haya dado su consentimiento previo, que se haya entregado a él y con quien tenga la comunicación clara de sus preferencias, limites y una palabra segura.

Eso lo sé muy bien, solo estoy siendo patética al buscar entrar de alguna forma. Red me suelta y se pone de pie. Y soy rechazada, otra vez. Aunque arda y duela, es lo que necesito. No se puede reparar un corazón roto sino te lo han hecho añicos. Suelto una risita mezclada entre tristeza y dolor.

—Ah, soy patética —me pongo de pie.

La lluvia ha cogido fuerza en el exterior, pero es lo que me menos me importa en estos momentos.

—Debería irme.

Red se tensa y se gira hacia mí.

—Tu ropa—

—No importa, luego me la devuelves —mi tono es más frío de lo que espero, puedo sentir mis muros defensivos, mi frialdad emergiendo a la superficie, lo que siempre pasa cuando salgo herida. Camino a la puerta de su habitación.

—Vamos, te llevaré.

—No.

—Blue —protesta y me sigue hasta que salimos por la puerta trasera de su casa. La brisa fría nocturna me golpea la cara y me hace estremecer. Doy un paso fuera del umbral para salir, pero Red me agarra del brazo y me detiene—. No seas terca, no te voy a dejar ir así.

Ojeo su mano sobre mi antebrazo, sus ojos llenos de preocupación, la determinación en su expresión y de alguna forma en ese momento, quiero volver a gritarle lo mucho que me gusta y que así no es como imaginé que esto terminaría. Que en las películas los personajes siempre se resguardan de una tormenta en un lugar cálido y terminan haciendo el amor de manera apasionada, que después de todo lo que he pasado, creí que me merecía una pizca de algo así de romántico.

En vez de eso, me suelto de su agarre.

—Lo necesito —digo con el corazón en la garganta—. Necesito esto, necesito caminar bajo la lluvia, sentir el frío, caminar patéticamente hasta llegar a mi casa y desmoronarme.

—Bea.

—Siempre dices que debo enfrentar las cosas, lo que siento, no guardármelo todo. Necesito sentir esto, Red.

El entendimiento se extiende por su expresión, pero él tuerce los labios.

—Lo siento, jamás quise—

—Hacerme daño —termino por él—. Lo sé.

Me esfuerzo por darle una última sonrisa triste antes de dar un paso en la lluvia y comenzar a caminar. Mi casa no está tan lejos. El agua está helada y me empapa en cuestión de segundos, la camiseta de Red se pega a mi cuerpo de inmediato. Me abrazo y continuo calle abajo por la acera. Tiemblo por el frío y todas estas sensaciones externas me ayudan a sentir un poco menos el vacío en mi pecho.

Mi mente absorta olvida muchas cosas y dos de ellas son: Uno, Black vive en la misma calle de Red y dos, Black dijo que llegaría a revisar de su moto. Así que cuando paso frente a una casa que tiene la luz del garaje a un lado encendida y mis ojos curiosos investigan, me congelo al ver a Black de rodillas frente a su moto, arreglando algo. Él está sin camisa, solo con vaqueros desgastados. Él parece detectar el movimiento con el rabillo de su ojo porque gira su rostro y entrecierra sus ojos para verme ahí parada, empapada, solo con la camiseta de un chico. Él arruga sus cejas cuando me reconoce en la pesada lluvia.

—¿Blue? —me llama sorprendido y se pone de pie, esos vaqueros le cuelgan muy bajo.

Y no sé que hacer. No sé de donde viene este alivio al verlo. Apenas lo conozco, ¿por qué quiero correr a él y decirle que me abrace y no me suelte? Sin embargo, no me muevo.

—¿Qué estás haciendo? —él sale a la lluvia y se me acerca—. ¿Estás bien?

No sé que decir.

Black suspira y me toma de la mano para jalarme hacia el garaje. Una vez que estamos dentro de la protección del techo del garaje, comienzo a temblar aún más. Black indaga en unos cajones a un lado y saca una manta, no si antes sacudirla.

—Está limpia, lo prometo —me dice con esa sonrisa reconfortante que tiene mientras la envuelve a mi alrededor.

Yo levanto la mirada y lo observo mientras acomoda la manta a mi alrededor. Veo su rostro, sus labios, la línea de su mandíbula y alzo la mano para sostener su rostro con gentileza. Black se tensa y me mira. Por un segundo, su mirada baja a mis labios y el brillo de anhelo se esparce por sus ojos. Y mi miedo de que Black se hubiera decepcionado de mí cuando supo que era sumisa se esfuma porque en este segundo entiendo que Black no me juzga, ni por lo que dije en el juego, ni por el hecho de que he aparecido frente a él, empapada con la camisa de su mejor amigo.

Él me sigue mirando de la misma forma que lo hizo en el baño de la gasolinera: con deseo, con ganas de hacerme olvidar el mundo con su toque, con sus besos. El frío, el ruido de la lluvia cayendo afuera y el sonido de nuestras respiraciones son lo único audible entre nosotros.

Y aunque tengo el corazón roto, una sonrisa se esparce por mis labios: Ya fui rechazada, no hay que me haga dudar de seguir lo que siento, estas ganas que tengo de devorarme al chico frente a mí. Así que acerco mi rostro al suyo y lo beso. Esos labios llenos y deliciosos me reciben al instante y él suelta la manta para agarrarme de la cintura y apretarme contra él.

Supongo que a veces tenemos que ser destruidos y dejar que nuestros pedazos encuentren el pegamento correcto.  


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Nota de la autora: ¡FELICES 2 MILLONES DE LEÍDAS! Muchas gracias por su apoyo siempre en mis historias, y con mis locuras. Espero que hayan disfrutado estos dos capítulos tanto como yo. 

A ver, charlemos de lo que pasó, aquí chismeemos sobre Red x Blue, ¿cómo nos sentimos?

Aquí de Blue x Black, hablemos. -busca palomitas- 

muakatela, 

Ariana G. 


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