14 | Doble placer
MCGACY
Desde que la vi entrar por la puerta del despacho, me tiene vuelto loco. Me acostumbro a estar rodeado de mujeres de todo tipo, pero ella es diferente. Su coqueteo y evasión al mismo tiempo me hace desear tenerla en mi cama, entre mis brazos, exclamando por más.
La observo colocarse el corto vestido de nuevo y, al salir, camino a su lado para no ser descortés en ningún momento. No puedo evitar lanzarle rápidas miradas a su fino perfil y noto que evita esbozar una sonrisa cada vez que lo hago.
Está jugando conmigo y eso me gusta. No estoy acostumbrado a este tipo de tratos, ya que acostumbro a tener todo cuando lo pido sin que se nieguen.
—¿No te gustaría que esto llegara a ser tuyo en el futuro? —pregunto directamente para ver su reacción.
Cosa que también llega a sorprenderme.
—Mis intereses son muy diferentes a estos —responde, continuando con el recorrido—, pero gracias, me siento alagada.
—¿Qué tipo de intereses tienes, entonces? Podría cumplirlos si me lo pides.
De nuevo escucho su risa y no puedo evitar sonreír por lo linda que es.
—¿Podemos solo llegar a la fiesta? Por favor.
Asiento, sin dejar de decirme mentalmente que no me rendiré tan fácil.
Al estar cerca de la mansión, se empieza a escuchar las voces de los invitados, junto con la música tenue que suena al fondo. Cuando entramos, veo a varias personas conocidas y a otras que estoy a punto de conocer junto con las chicas que he contratado como entretenimiento.
De inmediato se acerca alguien para recoger el abrigo de Estela y ella niega. Hago lo mismo. Me coloco a su lado para que los demás invitados vean que viene conmigo y no se le acerquen. Algunos hombres aparecen para saludarme y otros se presentan como posibles acreedores, pero ahora el único que me importa es Pietro.
—¿Quieres algo de beber? —Le pregunto a la chica cuando un mesero se detiene a nuestro lado, ofreciendo bebidas.
Lo acepta y se lleva la copa a los labios de inmediato para darle un trago. Pasan unos minutos en lo que intento sacarle algún tipo de información sobre Pietro, pero parece que es demasiado leal hacia él; así que cambio de tema.
—¿Eres soltera?
Esa pregunta parece desconcertarla un poco. Un tipo llega a saludarme en cuanto está por responder. Pero se va de inmediato cuando ve que mi atención no está dirigida a él.
—Entonces, ¿lo eres o no? —insisto, cuando quedamos solos de nuevo.
Veo que empieza a hablar, pero el sonido no me deja escuchar muy. Lo nota y se acerca para hablarme al oído.
—Mi trabajo no me permite tener otros compromisos, aunque lo quisiera.
—¿No es lo que buscas? —respondo.
Asiente.
—¿Nada serio?
—Nada serio.
Siento un escalofrío al sentir su aliento tan cerca.
Carraspeo.
—¿No te parece que hay mucho ruido por aquí? —Asiente—. ¿Qué tal un lugar más privado?
Noto su vacilación al ver discretamente a todos lados.
—No te preocupes, si no quieres que llegue a oídos de tu jefe, conozco como salir de aquí sin ser vistos. Al fin y al cabo, es mi mansión.
Sonríe de buena manera.
—Me parece una idea magnífica. —Por fin cede.
La sostengo de la muñeca mientras la guio discretamente, saludando con la mano a algunas personas, hacia el camino que lleva a una de las tantas habitaciones, pero de un momento a otro siento que se queda paralizada.
Me volteo para ver qué sucede, y veo que está observando directamente hacia una dirección. Sigo su mirada que está clavada en un hombre rubio con traje de mesero. El tipo la ve por un momento igual de paralizado y luego reacciona volteando a mí, y se aparta de inmediato.
—¿Lo conoces? —pregunto, porque se me hace rara su reacción.
Eso parece hacerla reaccionar. Se sostiene la sien y cierra los ojos por un momento.
—No, creí ver... olvídalo.
Asiento sin darle importancia. Continuamos avanzando y, al percatarme de que ninguno está mirando hacia acá, nos adentramos al pasillo.
Caminamos unos metros y abro la puerta más alejada para que podamos entrar. Al estar ella de pie en medio de la habitación, cierro con llave para que nadie puede interrumpirnos por equivocación.
—Y bien —comento—. ¿Te agrada todo esto?
Lo pregunto porque noto que está viendo alrededor.
—Tiene una decoración... peculiar —confiesa.
—Es gusto de mi padre —digo—, por eso decidí no remodelar nada cuando murió. Como un recuerdo.
Asiente y por fin voltea hacia mí.
—¿Otra bebida?
—Dios, sí, por favor —habla—. Siento la boca seca.
Camino hacia la mesa que se encuentra al lado de la entrada y preparo dos copas para llenarlas con whisky. Volteo la cabeza hacia ella para ver si me observa y, como noto que no lo hace, aprovecho para sacar de mi bolsillo algo para divertirnos.
No lo meto en las bebidas porque tarda en deshacerse, así que coloco la lámina de LSD sobre mi lengua. Tengo que ser rápido para que surja efecto en ambos.
Me acerco y me pego a su espalda, estirando mi mano hacia adelante para ofrecerle la bebida, con la esperanza de que no sienta el sabor del LSD al combinarlo con el alcohol.
Suelta una pequeña risa y toma el primer trago. Trata de alejarse, pero la sostengo de la cintura para que no lo haga. De un movimiento le doy la vuelta y la encaro.
Ya estamos aquí y no hay nada que nos detenga.
Sentir su cercanía y saber que pronto ambos estaremos bajos los efectos de la droga me motiva aún más, así que sostengo su barbilla y le doy un profundo beso.
Al principio se resiste, pero luego se relaja, siguiendo el ritmo e intensificándolo. Muevo mi lengua con la de ella para que los dos obtengamos la sustancia. Parece no notarlo, así que continuamos con el beso hasta que llegamos al sillón, ella encima de mí.
Al estará en esta posición, su corto vestido se arrastre hacia arriba y aprovecho eso para tocar sus muslos.
—¿Tienes prisa? —pregunta, con la respiración agitada.
—Podría quedarme haciendo esto toda la vida —confieso, volviendo al beso.
Le quito el abrigo y ella empieza a desenredar mi corbata.
Empiezo a sentir el efecto de la droga, aunque empieza a ser leve por la costumbre. Es algo que disfruto hacer en momentos como estos, ya que tengo dos placeres diferentes en un mismo momento.
Ya tengo la camisa fuera y no me he dado cuenta hasta que siento sus besos recorrer mi abdomen. La sostengo del cabello, incitándola que continúe bajando. Al ver que empieza a desabrochar el cinturón, cierro los ojos para disfrutar ambas sensaciones.
Lo siento, yo no sé ligar, así que no tengan esperanzas en que mis personajes puedan hacerlo porque la autora no tiene idea de cómo se hace. El ejemplo está en este personajes que nos duró poco, pero también fue un poco a propósito porque nadie se compara con Ale, quien es el que realmente tiene el corazón de Adria entre sus manos.
El próximo capítulo viene tremendo porque pasa un evento que no debería pasar. El adelanto es el siguiente:
—¿Ese tono de rubio es natural o te lo tiñes? —decido preguntar, ya que desde que lo vi en el auto me ha rondado esa pregunta por la mente.
—¿Qué? —Me observa de reojo para no dejar la vista de la carretera—. ¿Qué te has metido?
—Es un buen estilista.
—Cállate.
¿Adria vio un tipo rubio durante la fiesta? ¿Quién pudo haber sido? Lo averiguáremos en el próximo capítulo.
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