12 | Susurros del pasado
BLACK
Ahora que es de noche y he salido a reflexionar sobre lo ocurrido hace días, y después de insistirle a Alan por una respuesta, por fin tengo un momento para pensar. Este espacio de la casa es mi favorito; el campo es plano y el cielo está despejado gracias al clima, permitiéndome disfrutar de unos minutos a solas para ordenar mis pensamientos.
Hace días, una pregunta me atormentaba: ¿Por qué alguien como Estuardo afirmaría ser mi hermano? Es una idea absurda, pero gracias a Alan, ahora entiendo sus motivos.
Madeline Bonnedetti, la mujer que asesiné hace meses lo utilizó como estrategia para intentar manipularme. Fue un plan meticuloso, diseñado para evitar que matara a su hijo. Y funcionó, porque no fui yo quien acabó con su vida.
Madeline quería que me uniera a ellos para fortalecer su posición contra Alan provocando que yo misma acabara con su vida sin saber de quién se trataba. Pero la realidad terminó siendo otra para esa familia.
Estuardo Bonnedetti terminó muerto y mi único aliado es Alan.
Sé que era una persona igual de cruel que su madre, por eso no siento remordimiento alguno. Sus motivos tendrán, pero las cosas ya están hechas y no hay nada que pueda hacer. Cómo preguntarle a mi padre porque tuvo un hijo que no reconoció como debía.
Estoy segura que mi madre lo hubiera querido; que, si hubiera hablado como es debido, lo hubiéramos aceptado como se lo merecía.
Mientras observo las estrellas con la mirada fija, otro recuerdo me asalta, pero esta vez diferente.
Apenas puedo abrir los ojos debido a la deshidratación y el hambre. A lo lejos, detrás de una puerta, veo una bandeja de comida descomponiéndose. Las moscas revolotean y, sin energías para espantarlas, permito que se posen en mi piel.
Siento que este es el fin, mi fin, y al pensar en mi hermano ya no me quedan lágrimas. Moriré decepcionada de esta vida, de las personas y, en especial, de mi padre, quien se suponía nos valoraba como un tesoro, el más grande de todos, pero nos ha traicionado por poder.
Me levanto de un solo golpe, sobresaltada por el recuerdo. Esto es algo nuevo que estoy recordando. El momento en que Madeline Bonnedetti nos secuestró, pero, según este recuerdo, ¿mi padre nos abandonó a nuestra suerte?
No necesito pensarlo más. Con lo que acaba de suceder con Estuardo, únicamente demuestra que nuestro padre era ese tipo de hombre. Prefería el poder que a su familia.
Necesito escribirlo para poder seguir conectando los recuerdos que vienen a mí de vez en cuando. Corro hacia la casa para llegar a mi habitación y poder plasmarlo en papel. Cuando entro, saco una hoja en blanco de la mesa de noche y empiezo a hacer un pequeño resumen de lo que he recordado.
Estoy a punto de doblar la hoja para guardarla, cuando un dolor agudo me golpea la sien y otro recuerdo emerge.
No sé si son alucinaciones, pero oigo voces que se acercan. La puerta se abre de un golpe. Lo único que puedo hacer es sobresaltarme y, con lágrimas en los ojos al reconocer los uniformes, me dejo llevar por brazos conocidos.
Erick, sin mostrar repulsión por mi estado, me sostiene y da órdenes a los demás para buscar pistas de la mujer que me ha mantenido cautiva.
—Alan —susurro con voz débil—. Alan.
—Están en su búsqueda, por favor, tranquila —responde él.
Quisiera disculparme por no haber sido lo suficientemente fuerte, por no proteger a mi hermano, pero mi voz se apaga.
Es la primera vez en mucho tiempo que veo la luz del sol y, aunque quisiera mantener mis ojos abiertos, el encierro prolongado me lo impide. A unos pasos de la camioneta, mi visión se aclara y sé que estamos a salvo.
Erick abre la puerta y me acomoda en el asiento, justo cuando un médico se acerca con algo para hidratarme. Estoy a punto de terminar, cuando me detengo al ver a mi padre de pie a lo lejos, observándome.
No sé de dónde saco las fuerzas, pero le pregunto a Erick:
—¿Por qué no se acerca?
Él mira hacia dónde está mi padre y, sin darle mayor importancia, responde:
—No te preocupes, Adria, yo estoy aquí contigo.
Los hombres salen de la cabaña y, como era de esperarse, no encuentran a Alan.
Continúo observando a mi padre a la distancia, Erick se acerca para informarle del resultado y este únicamente asiente. Su gesto, ese gesto que realiza me hace desatar un torrente de lágrimas. La esperanza de que Alan estuviera vivo se desvanece y con ella, mi fortaleza.
Los sollozos me invaden mientras veo a mi padre dudar. Da un paso hacia mí y luego, con una mirada que no logro descifrar, gira sobre sus talones y se aleja.
Erick cierra la puerta del vehículo y el médico toma asiento a mi lado, pero es el abrazo de Erick, ese hombre que no comparte mi sangre pero en este momento está siendo más padre que el mío, el que intensifica mi llanto.
Estoy tan absorta en mis escritos que no noto la presencia de Alan hasta que su voz me sobresalta. Intento ocultar mis notas, pero es inútil; él ya ha visto demasiado.
—¿Qué es lo que haces? —cuestiona con voz seria.
Por más que trate de ocultarlo, él terminará dándose cuenta de todos modos, así que dejo la hoja a la vista y permito que lo sostenga porque quizás él pueda confirmarme que estos sí sean recuerdos y no simples sueños que mi mente crea.
—¿Tienes más de estos? —pregunta y asiento con pesar.
Abro la gaveta, ahora sin cerrojo, y le estrego algunas hojas, guardando otras en lo más profundo.
—Son fragmentos del mismo sueño —hablo—. Nada importante.
Alan examina los papeles con rapidez, mientras yo desvío la mirada hacia la ventana que tiene la vista hacia el llano que se mece con el viento.
—Esto es valioso, Adria —afirma—, pero... ¿estás segura de que son recuerdos?
—No lo sé —confieso, finalmente—. Son tan vividos que bien podrían serlo.
Tras revisar las notas una vez más, Alan me interroga.
—Todo está bien, ¿verdad?
Me debato en ser sincera o no, pero... a la mierda, ya me cansé de esto.
—Nada está bien —replico, con la frustración desbordándose—. He perdido la memoria en el momento más crucial de mi vida; mato como una experta sin recordar cómo me volví en una, no siento ningún remordimiento. Las malditas pastillas no surten efecto y dudo de todo lo que me has contado.
El silencio se instala entre nosotros, la expresión de Alan pasa del desconcierto a una furia que me paraliza.
—¡¿Quieres que te recuerde todo lo que sufrimos en esa cabaña?! —exclama, acercándose tanto que retrocedo instintivamente—. ¡¿Quieres recordar cómo asesinaron a nuestra madre, cómo nuestro padre se quitó la vida mientras te hablaba por teléfono?!
Cada acusación trae consigo imágenes fugaces, recuerdos dolorosos que me saltan sin piedad.
—Recuerda cómo caíste en la trampa de un hombre que solo te usó, como ingenua caíste en su trampa para beneficio de tu enemiga —continúa—. ¿Quién está contigo después de todo eso?
El silencio vuelve, esperando mi respuesta.
—Tú, Alan, pero algo no encaja...
—Las tres personas que viste hoy —. Me recuerda—. Triana Diamek, Carlos Argueta y Ted Gacy nos quieren muertos. Tenemos muchos enemigos, pero ellos son la mayor amenaza. No olvides eso. Tus dudas nos pusieron en peligro. No podemos permitir que vuelva a suceder.
Asiento a regañadientes, consciente de que tiene razón. Mis dudas nos han costado tiempo valioso y he dejado escapar a uno de los narcotraficantes.
—Descansa —dice Alan, saliendo de la habitación—. Pronto tendremos otros asuntos que atender.
La puerta se cierra con un golpe seco. Suelto un suspiro de frustración y me dejo caer sobre la cama.
Rechazo la idea de descansar, no es lo que necesito. Mañana dedicaré mi día a rastrear al hombre que se ha escapado, con la esperanza de terminar esto de una vez y empezar a desenterrar más hilos de mi pasado.
A medida que los medicamentos pierden su efecto, los recuerdos regresan con una claridad inquietante y mi confianza sobre Alan se desmorona.
¿Quién es el villano en esta historia? La línea entre el bien y el mal se difumina y una sospecha crece en mi interior: quizás todos nosotros, de alguna manera, somos los malos.
Tremenda reflexión al final del capítulo, me sorprende lo que puedo llegar a escribir con inspiración y ganas de hacerlo. xD Aunque debo de admitir que es uno de mis hobbies favoritos, así que no me quejo de nada.
Un buen capítulo sobre el padre del año en este mes del padre (porque cuando publico este capítulo aún es junio), así que aplausos para el padre del año.
Como ya pudimos darnos cuenta, Adria poco a poco está recuperando la memoria, así que las cosas más adelante se ponen tremendas en qué sucederá para que Adria remiende sus errores y lo mejor es qué hará para detener a Alan.
Adelanto:
Soy Adria Kemper, soy Black y si alguien se pone en mi contra o me perjudica, no vive cuando tengo la oportunidad de estar frente a él.
Waaaajajajajaj, se viene bueno. Bye.
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