09 | Lagunas mentales
BLACK
Ya han pasado días después de la persecución que tuve con los policías. En el fondo, sé que lo que hago está mal; mi conciencia me dice que no lo haga, pero también siento como si me faltara algo —a parte de la memoria— y por eso estoy en busca de lo que necesito, aunque no sepa lo que es.
Alan no lo sabe. Me da miedo hablar con él de esto. Tengo miedo de lo que pueda pensar, miedo a su rechazo hacia mis pensamientos.
Cuando no tengo nada que hacer, como salir a averiguar ciertas cosas o encargarme de alguien, suelo entrenar en el bosque con Alan o me acuesto en el campo a contemplar el cielo. Hoy es la excepción.
Ya es medio día y he decidido no hacer nada más que estar a encerrada en mi habitación. La noche anterior ha sido una de las peores ya que las lagunas han vuelto, impidiéndome dormir y hoy, a pesar del cansancio, no puedo conciliar el sueño al solo recordar las horribles pesadillas de cada noche.
Aunque la habitación es pequeña, se siente reconfortante porque tiene lo necesario: una cama, un escritorio donde ahora hay hojas regadas que a veces utilizo para escribir breves momentos que recuerdo de mi pasado; el armario donde guardo mi ropa y una mesita de noche bajo llave.
En este momento estoy recordando como vivimos con nuestros padres, en una casa grande y rodeados de lujos. No es que me haga falta todo eso, es solo que estar en esta situación me está volviendo loca.
—¡Aggh! —exclamo cuando me canso de estar acostada.
Frustrada, voy en busca de algo para beber a la cocina. Salgo de la habitación y, sin esperarlo, me topo con Alan preparando una bandeja con un vaso de agua y la pastilla.
—¿Tan rápido es la una? —pregunto.
—Así es —responde—. Estaba a punto de llevártelo.
Asiento y camino hacia donde está. Sostengo el vaso y me entrega la pastilla en la mano. La coloco en mi boca y sorbo agua, procurando que no se vaya de largo.
Alan no deja de observarme fijamente y hago lo mismo. Es como si sospechara lo que estoy haciendo. Incómoda, aparto la mirada y empiezo a lavar el vaso de una vez.
—Bueno —digo, sin voltearme y escondiendo la pastilla debajo de la lengua—. Solo vine a buscar un poco de agua, gracias.
Dejo el vaso para que se escurra y doy media vuelta para ir directo a mi habitación.
—¿No entrenarás hoy? —cuestiona.
Me quedo de pie en la entrada, aun dándole la espalda y sintiendo la boca amarga porque la pastilla está empezando a deshacerse.
—Recuerda que pronto empezaremos con lo serio y necesitamos estar lo más preparados posibles. —Termina.
Es cierto, necesito mejorar algunas cosas.
—Iré a alisarme —comunico, aún sin voltear a verlo.
—Adria. —Vuelve a hablar y, esta vez, sí volteo —. Confías en mí, ¿no?
Mierda, si hablo, se me saldrá todo. Decido solo asentir.
Al llegar a mi habitación, cierro con prisa y saco de inmediato lo que ha sobrado de pastilla. Voy directo al baño y abro el grifo del lavamanos para enjuagarme la boca. El resto lo tiro ahí mismo.
Me siento tan jodida haciendo esto. No es que no confíe en Alan, es mi hermano y lo único que me queda. No puedo desconfiar de él, pero cada vez que tomo esas pastillas, las cosas empeoran dentro de mí. Confío en Alan más que en mí misma, en lo que no confío es en esos medicamentos. Algo está mal con ellos y —cosa que el mismo Alan me ha enseñado— si algo me da mala espina, simplemente acabo con eso y ya.
Al salir del baño, voy al armario por ropa más cómoda. Me siento al borde de la cama y mi vista se dirige hacia el escritorio. Tengo que esconder eso antes de que Alan se entere de que lo estoy haciendo.
Me levanto para agarrar las hojas y, sacando la llave del escondite, abro la gaveta de la mesita de noche para colocar las hojas ahí. Al abrirla, me topo de nuevo con esa cosa que he procurado ocultar. La sostengo con manos temblorosas y la gargantilla plateada con un pequeño dije salta a la vista.
Recuerdo el día que la enfermera que cuidaba de mí me lo entregó, diciéndome que lo había encontrado en mi ropa cuando estuve en coma. Me dijo que lo guardara muy bien y que procurara que Alan no supiera. Estaba segura de que, en el futuro, me sería de ayuda.
Todo este tiempo he estado tratando de evitarlo, pero... he tenido constantemente esos sueños y, en algunas de las lagunas mentales, me recuerdo acercándome a un hombre que sé muy bien quién es, pero de solo recordarlo, me lleno de furia y otros sentimientos que no quiero admitir. Supongo que tienen razón cuando dicen que tu cuerpo no miente con lo que sientes.
Me frustro al sentirme así porque sé que fui engañada por él. Como estúpida me enamoré de alguien que sólo me utilizó para su beneficio y el de mi enemiga.
Pero ese recuerdo que tengo me llena de sensaciones reconfortantes, unos que no me puedo permitir más. Mucho menos por él.
—¿Por qué me atormentas cada vez más? —digo en un susurro.
Decidí cambiar el diálogo del adelanto anterior porque me di cuenta (que bueno) que no concordaba con ciertas cosas que pasarán más adelante, así que quedará mucho mejor como lo he dejado.
¿Adelanto?
Desde el principio, todo fue plan de Madeline, pero no se imaginó que el verdadero peligro estaba en mí.
Se viene nuevo narrador.
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