04 | Aciertos y temores

ALESSANDRO

Llevo horas plantado en el sofá, sin motivos para moverme y menos con ganas de hacerlo, mientras observo unas fotografías que sostengo con ambas manos.

Hoy se cumplen cinco meses de ese maldito día, cuando sucedió todo. Lo que provocó que mi hermano inevitablemente quedara con los síntomas de tanta dosis de droga, la quemadura en su cara y la desaparición de Adria.

Aunque ya ha pasado mucho tiempo, no lo he logrado superar. Nada. Pero tampoco puedo olvidar lo que sucedió antes de todo eso.

Son tres fotografías en total desde hace... no sé, cuando las cosas con Adria empezaban a funcionar a pesar de mantener una relación secreta.

En una de ellas está sonriendo y recuerdo que fue a causa de un mal chiste que le conté; la segunda es cuando hacía un mal intento de cocinar. Se le puede ver nerviosa al empezar a cortar una zanahoria; y, por último, la tercera: donde se encuentra seria, texteando en su móvil.

Siempre me ha gustado la fotografía y capturar cosas hermosas, Adria lo era por completo y, mierda, la extraño demasiado. La extraño a pesar de todo lo que nos hizo pasar. No es fácil olvidar a alguien con quien soñabas tener un futuro, a pesar de que se trataba de la asesina más buscada. No es fácil deshacer cada caricia, olvidar cada beso y el sonido de las risas.

Y extraño como era mi hermano antes de todo esto, fue solo un adolescente, víctima de un trauma. Lo destruyeron frente a mí, sin darme la oportunidad de poder defenderlo, sin poder hacer absolutamente nada para ayudarle.

No sé qué mierda pensar, creí que iba a ser fácil olvidarla después de lo que hizo, pero está siendo complicado.

Maldigo una vez más en mi interior al escuchar el timbre de la casa y saber que no son mis padres porque ellos siempre tienen llaves.

Decido ignorar el sonido, pero la insistencia es tanta, que me saca de quicio. Malhumorado, camino hacia la puerta y sin tomar medidas antes, abro la puerta para darle un golpe a quien esté insistiendo tanto.

Lo primero que hago es desconcertarme, ya que esto era lo que menos me esperaba en todos los malditos días que llevo encerrado aquí. Lo segundo pasa cuando reconozco al chico, ya que tardo unos segundos en hacerlo.

—Mierda, no. —Es lo único que logro decir y, al instante, intento cerrarle la puerta en la cara.

—¡Por favor, Alessandro! —dice, colocando uno de sus pies para impedir que la puerta sea cerrada—. Es algo muy importante y necesito tu ayuda.

Por el poco espacio que queda de la puerta abierta puedo visualizar su cara contraída por el dolor del golpe.

—¿Cómo supiste que estoy aquí? —Es lo primero que necesito saber antes de echarlo.

—Doble B —responde—. Sabes cómo es él y...

—Desgraciado —digo en voz baja, pero lo siguiente casi lo grito—: Vete, Diecinueve, no quiero tener nada que ver con ustedes.

Se hace un breve silencio en el que aún no quita su pie del camino y yo, con el mío, empiezo a empujarlo hasta que vuelve a hablar.

—Es sobre Adria.

Me quedo un momento congelado, con el corazón empezándome a latir a una velocidad increíble.

—No me interesa en lo más mínimo —respondo, en el fondo mintiendo.

—¿También crees que está muerta?

Su pregunta me desconcierta porque no sé qué pensar acerca de eso. Bueno, no sé qué pensar de todo últimamente.

—Yo tampoco lo creo —comunica y su respuesta logra confundirme por un momento—. Creo que sigue ahí, no sé dónde, pero está ahí y nos necesita.

Mi estúpido corazón da un tipo de salto que quizás, recordando lo que sentía antes, podría asociarlo con algo de esperanza.

—Por favor, Alessandro —habla con la voz un tanto amortiguada al no estar en la misma habitación.

Después de un momento de vacilación y, sabiendo que me arrepentiré de esto luego, dejo que pase, dando la vuelta de inmediato para que no note mi nerviosismo.

Escucho la puerta cerrarse y camino hacia donde estaba sentado, sin ni siquiera ver al chico. Al momento de llegar, recojo las tres fotografías y las guardo dentro de la libreta donde siempre han estado.

Por fin levanto la vista hacia el chico, quien me observa con un toque de tristeza.

—Siéntate —digo, antes de qué trate de decirme algo para consolarme—. Háblame de lo que tengas, pero no creas que es porque me interesa lo que le pase a ella, es solo... —En el fondo, me duele lo que estoy a punto de decir—... es solo que Adria tiene que pagar por lo que hizo.

Diecinueve no dice nada y solo lo veo sentarse en el sofá.

—¿Has estado viendo las noticias? —pregunta.

Parece que no sabe exactamente por dónde empezar. Niego.

—Últimamente no me interesa lo que pasa en el exterior —comunico, llevando mis manos en mis rodillas para tener algo que hacer—, mucho menos esas estúpidas noticias que solo buscan polémicas para llevar la atención de las personas a otro lado, no donde está el verdadero problema.

Lo veo buscar algo dentro de sus bolsillos y veo que es el móvil.

—Tengo un vídeo grabado de uno de los noticiarios. Hay alguien que se está haciendo pasar por ella —informa—. Usa sus mismas tácticas y, los pocos vídeos que le han tomado... me aterra ver lo parecidas que son.

—¿Qué esperabas? Ambos son asesinas.

Es la verdad. Esto va a ser más difícil de lo que pensé.

—Por favor. —Vuelve a pedir—. Observa el vídeo y confírmame que no sea ella. Doble B no quiere saber del tema y... tú la conocías mejor que nadie. Podrías confirmar; además, tengo un presentimiento.

Suelto una risa sin ganas, llevándome las manos hacia el pelo para hacerlo hacia atrás.

—Esto no se basa en presentimientos, Diecinueve —. Ha pasado mucho tiempo desde que decía esta palabra—. Y si te confirmo que es ella, ¿qué harás? ¿Te acercarás para preguntarle por qué te dejó abandonado?

Mis palabras le duelen. Es apenas un chiquillo que no sabe nada de la vida.

—Tuvo que pasarle algo para que esté actuando de esa manera y con tu ayuda...

—¡Adria es una asesina, Diecinueve! —Me exalto, ya arto de su tonta inocencia—. ¿No entiendes eso? ¿Qué más quieres saber para darte cuenta del tipo de persona que siempre fue? Creí conocerla mejor que nadie, pero mira cómo nos pagó. La apoyamos en su estúpida venganza y mira cómo estamos. Mira cómo terminamos.

Agacha la mirada, pero ya es muy tarde para darme cuenta de que está a punto de llorar.

—¿Crees que no me di cuenta de lo embobado que estás por ella desde el principio? —Levanta la mirada con asombro tras mi comentario—. ¿No te da mala espina que haya tenido un trato especial contigo? Solo nos utilizó, siempre lo hizo. No seas ingenuo, por favor.

Si él no se dio cuenta, yo sí. No en el momento, porque también caí en las garras de Black, pero sí sé ahora la clase de la tipa que era.

—Podrías solo... —. Estira la mano para mostrarme el móvil—... ver el estúpido vídeo y confirmarme.

Le arrebato el celular y pongo play al vídeo para que se largue de una buena vez.

La presentadora habla mientras la corta toma empieza a reproducirse.

En el vídeo —que es borroso y se logra distinguir muy bien que se trata de una mujer con el pelo largo—, la persona tiene puesto un jogger deportivo negro junto con una sudadera con capucha, guantes negros y un tipo de máscara con una línea roja donde deberían de ir los ojos. Tanto la chaqueta como el jogger tienen unas tonalidades rojas.

Me inquieto de inmediato.

—¿Qué-qué opinas? —cuestiona.

Le devuelvo el aparato sin pensarlo y me levanto del sofá para caminar y calmar mi mente.

—No es ella, ¿cierto? Pero presiento que esa persona puede tener algo de información sobre su paradero. Debemos ir...

El chico continúa hablando, pero ya no le pongo atención a lo que dice.

He... he visto eso antes.

—Debo pedirle ayuda a Triana y Carlos —continúa Diecinueve.

Me acerco a él y lo sostengo de los hombros porque sé que también, en el fondo, sabe que no tiene razón y que su atracción por Adria le intenta ocultar la verdad.

—No te acerques a eso, Diecinueve —comunico.

—¿Por qué? Podría ayudarnos.

—¡Diecinueve! —Lo sacudo para captar su atención. Cuando me observa directo a los ojos, continúo—: Es ella, es Black.

Sí, el chico tiene algo de razón. La Adria que conoció no haría esto, Black, el verdadero tormento que empecé a seguir hace años, antes de tener una relación con ella, claro que lo haría.

—Necesitamos hablar con ella, preguntar por qué lo hace, si me ayudas podemos hacerla entrar en razón.

—Por más que quisiera ayudarte no podría —confieso, ya que, en el fondo, si quiero—. La policía me tiene en la mira porque sospechan que soy alguien cercano a ella. No puedo salir y buscarla, ya es muy peligroso que hayas venido hacia acá, empezarán a sospechar de ti también.

Escucho un auto conocido empezar a estacionarse en la acera. Me dirijo de inmediato hacia la ventana y muevo ligeramente la cortina para ver si no me he equivocado.

—Necesitas irte ahora —hablo, cuando veo a mis padres empezar a bajar del auto—. No quiero que nos escuchen hablar.

—Creí que la amabas —comenta—. Ella sí lo hacía.

Evado su mirada tras su comentario y abro la puerta para que salga. Mi padre parece que está a punto de meter las llaves, cuando lo observo. Diecinueve solo hace un asentamiento de cabeza cuando pasa a su lado y sale de inmediato del jardín.

—¿Te encuentras bien, cariño? —pregunta mamá.

No digo nada, porque las palabras no me salen en este momento. Solo me hago a un lado para dejarlos pasar.

—Hemos traído algo de comida —comenta con algo de tristeza al ver que no he tocado la que trajo en la mañana—. ¿Quién era el chico?

Eso hace captar mi atención, pero no por completo.

—¿Tiene algo que ver con esa mujer? —cuestiona papá.

Ya les he contado todo al sentirme culpable, con todo y detalles, sin pasarme, claro, pero recuerdo que les hablé sobre Diecinueve y es posible que lo reconozcan tras mi descripción.

—¿Qué hacía aquí él? —Vuelve a preguntar—. Llamaré a la policía.

—¡No! —exclama mamá, asustada—. Roberto, por favor. Podrían llevarse a Alessandro también.

Papá se lo piensa dos veces, pero camina directo hacia mí.

—Ni si quiera pienses en volver a ayudar a esos asesinos —comenta—. Si... si llego a enterarme que vuelves a ellos, no me importará que seas mi hijo. ¿Crees que no hemos visto las noticias y escuchado los rumores?

—Papá, por favor...

—Está de vuelta y ¿Qué es lo primero que haces? ¡Abres la puerta para uno de ellos! ¿Se te olvida que casi matan a tu hermano? —Mi madre ya está llorando en esos momentos—. ¡Destruyeron tu carrera, destruyeron nuestras vidas!

—No lo haré —hablo, lo más calmado que puedo, conteniendo todas mis emociones—. Sabes que la detesto y no lo haré. 

Repítelo hasta que te lo creas, Alessandro. "I'm still your boy", no por gusto te puse es canción :)

Luke Hemmings, mi animal espiritual. Creo que su nuevo disco representará a mucho de los capítulos que estaré publicando, espero no sea molesto. En fin, por fin volvemos a saber de Alessandro  y este capítulo me trajo algo sentimental a mi alma, no sé si bueno o malo.

Adelanto:

—Averigüemos si realmente se trata de Black —responde Carlos—. Vayamos a ver a Doble B, necesitaremos los trajes de nuevo.

Tremendo spoiler, pero no lo suficiente para saber qué sucederá después, porque ya era obvio que eso tenía que suceder. 

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