43 | Una historia más
BLACK
Ya han pasado días —tres si no estoy mal— tras la muerte de mi hermano. Incluso puede que hasta una semana, pero he perdido la nación del tiempo, perdí el interés por vivir y he perdido las esperanzas de poder salir de aquí.
Lo mataron, esa mujer lo mató. Mis lágrimas se han acabado y lo único que puedo hacer es quedarme tumbada todo el tiempo. No bebo, no como, ni siquiera me muevo y tampoco es que tenga energías para hacerlo.
El hombre raras veces ha venido e intenta que coma, pero no quiero. No puedo. Espero que me dejen morir.
Al escuchar que alguien se acerca a la habitación, mi respiración se agita y como puedo, me pego más a la pared. Aún les tengo miedo.
El tipo, que ahora sé que se llama Aitor, entra a la habitación y en sus manos trae una bandeja con un plato de comida y una botella de agua. En cuanto visualizo la bebida, me paso la lengua por los labios sin poder evitarlo.
Se agacha para colocar la bandeja detrás de la puerta y sale de la habitación. Hago el intento de sentarme y después de unos minutos tengo compañía.
Veo directamente a sus ojos, otra vez lleva tapado el rostro.
—Hola, nena —saluda—. ¿Todo bien por aquí? ¿Cómo te han tratado?
No respondo y tampoco me aparto.
—Aquí no hay ratones para que te hayan comido la lengua —continúa—. Espero que hayas disfrutado de nuestra hospitalidad, pero lastimosamente tu tiempo aquí ha terminado. Me duele que tu padre prefiriera su dinero antes que sus propios hijos.
Al escuchar eso, desvío la vista, agachando la cabeza. Ella ríe.
—Tranquila, si realmente le interesas, permitiré que venga por ti. Si es que sobrevives.
Ella empieza a acercarse e intento alejarme, pero estoy muy débil para poder hacerlo. Como no la veo, me sostiene del cabello y lo jala hacia atrás.
—Necesito pedirte un favor —comunica—. La razón por la que me arriesgo en dejarte vivir es para que seas parte del mensaje que daré a tu padre y al mundo. Si no están dispuestos a cumplir lo que ordeno, sufrirán las consecuencias. Dile eso a tu padre por mí, ¿quieres?
No puedo evitar soltar lágrimas porque con cada palabra que dice, aprieta más mi cabello. Como no respondo, lo suelta, dándome un empujón.
Antes de salir de la habitación, el hombre me da una última mirada.
Logro escuchar que dan algunas órdenes y me dirijo a la pequeña ventana, pidiéndome de puntillas para ver qué pasa afuera. Lo único que veo es la espalda de las personas.
Después de unos minutos, veo salir a la señora, quien se dirige a una de las camionetas. Al momento de acercarse, la puerta es abierta y de él sale un chico, más o menos de mi edad.
Se acerca a ella y le da un abrazo y ambos suben a la camioneta. Al ver alejarse las camionetas, me quito de la ventana. Como puedo, camino hacia una esquina y ahí me siento, flexionando mis piernas para abrazarlas. Observo la bandeja con comida y agua, y decido aguantarme la sed y el hambre para resistir lo más pronto posible y pensar algo para salir de aquí; por si mi padre no viene.
Pero después, ya que ahora me siento muy cansada. Cierro mis ojos en esa misma posición y duermo.
Abro mis ojos y busco el celular en la mesita de noche, veo la hora. Son las siete de la noche y no sentí en qué momento me he quedado dormida. Me sostengo la frente y siento gotas de sudor en ella.
Salgo de la habitación ya que necesito aire fresco.
Las demás habitaciones están oscuras. Bajo las escaleras y al llegar al primer nivel, escucho risas proviniendo de la cocina, así que lo más silenciosa posible, camino hacia la salida.
Avanzo por el jardín hacia la parte trasera y, mientras recorro, las luces empiezan a encenderse. Desde la parte de atrás se ve el bosque y, como dijo Alessandro, es un buen lugar para descansar y meditar.
Me siento en la grama y me concentro en las estrellas y el aire frio que pega en mi rostro. Cruzo mis brazos para cubrirme del frío y visualizo a las luciérnagas. Cierro los ojos para disfrutar el momento, respiro hondo y me quedo por un momento así.
A lo lejos, escucho pasos y volteo. Es Diecinueve.
Camina hacia mi dirección y se detiene a mi lado. Volteo a verlo y me doy cuenta que tiene una mirada ausente, cansada más bien dicho y lo comprendo, después de todo lo que hemos vivido, ya no se vive con cordura.
—Te estaba buscando —habla—. Fui a tu habitación, pero como nadie contestó, supuse que estabas aquí. ¿Quieres cenar?
—No tengo hambre —confieso—. Hoy no fue mi mejor día.
—El mío tampoco.
—¿Quieres sentarte? —ofrezco, dando unas palmadas en la grama que está a mi lado—. Es una hermosa noche.
Asiente y se sienta, tomando cierta distancia.
—Es un lugar muy tranquilo, ¿no? —habla—. Después de todo lo que pasamos, nos lo merecemos.
—Sí, nos lo merecemos.
Solo sonríe.
—Por un momento pensé que nos dejarías botados en la mansión —confiesa—. La verdad es que no tenía muchas esperanzas de salir vivo, así que gracias.
—Hicieron un buen trabajo —alabo—. Hice mal en subestimarte.
No quiero quedar en silencio, así que pregunto lo primero que se me viene a la mente.
—Me dijiste que también tienes una venganza contra Madeline, pero no sé a qué se debe. ¿Por qué estuviste dispuesto a hacer esto?
Muy tarde me doy cuenta que fue una mala pregunta. Después de unos segundos en que pienso que no responderá, lo hace.
—Mi padre era un agente del Comando de Inteligencia Militar —responde—. Digamos que llevó su trabajo demasiado lejos.
—¿Qué quieres decir?
—Estuvo trabajando por años para la familia Bonnedetti, ¡no para lo que crees! —aclara, tras mi expresión—. Sí, trabajaba para Madeline, pero en realidad era un infiltrado.
—¿Quieres contarme qué fue lo que pasó con tu familia?
Lo pregunto porque sé por experiencia propia lo que significa desahogarse en estas situaciones y sé que Diecinueve no ha tenido la oportunidad de hacerlo.
Se queda en silencio de nuevo. También lo comprendo porque es difícil hablar sobre estos temas y más si es con alguien que no conoces, pero, aun así, empieza a hablar.
—Madeline después de un par de años se dio cuenta que mi padre todo ese tiempo la tuvo engañada y, por lo que él decía, ella no soporta a los traidores. Ese fue un motivo suficiente para encargarse de él y nosotros.
» Tuve la mala suerte de no estar ese día en casa. —En este momento ya le cuesta hablar—. Peleé con mi madre por una tontería y salí de casa porque le había gritado y quería calmarme. Cuando bajé mi humor e iba de regreso vi varias bombas de agua pasar a toda velocidad.
» No le di tanta importancia en ese momento, no se me pasó por la cabeza nada, solo quería llegar a disculparme, pero cuando... cuando vi que el humo salía de mi vecindario, me asusté y empecé a correr. Me detuve cuando vi los camiones estacionados frente a mi casa. No lo podía creer, mi hogar se estaba incendiando.
Se toma unos segundos para calmarse, ya que ha empezado a llorar.
—Empecé a buscar a mamá y a mi hermana, que eran las únicas que se mantenían ahí —continúa y me acerco para colocar mi brazo sobre sus hombros, a modo de abrazo—. Las llamaba por su nombre, pero no respondían. Los bomberos seguían intentando apagar las llamas, pero como la casa era grande, les costó trabajo.
» Lo único que quería era encontrar a mi familia hasta que una vecina se acercó a mí y lo que me dijo me paralizó por unos instantes. "Lo siento mucho, no pudieron salir". No le quise creer, era absurdo que ellas no pudieran salir, había muchas salidas.
» Te juro, Black, que lo empecé a creer cuando escuché sus gritos. Mira, no sé si fue mi mente jugando conmigo o en realidad pasó, pero solo sé que enloquecí. Intenté entrar, pero nadie me dejó hacerlo. No podía dejar de escuchar sus gritos pidiendo auxilio. Hay momentos en los que todavía las escucho o me despierto por las pesadillas de ese día.
«Te comprendo», pienso.
—Los vecinos empezaron a murmurar sobre lo que estaba sucediendo, dijeron que vieron a algunos hombres sospechosos pasearse por el vecindario. Entonces, los murmullos aumentaron, ¿sabes qué había Black? Un mensaje en la acera pintado con spray. Estaba frente a mi casa y no había duda de que ella lo había provocado. Las palabras escritas eran: "Los errores se pagan".
Las palabras con las que firma Madeline.
—Después del incidente, todos me miraban con lástima. Estuve con unos vecinos en lo que mi padre aparecía, hasta que un día descubrieron su cuerpo en un campo. Tenía una bola de papel dentro de uno de sus bolsillos con las mismas palabras.
» Como era menor de edad, entré a un orfanato, pero sabía perfectamente que ahí no tenía futuro. Todos sabían que era sobreviviente y temían que Madeline acabara con su venganza. Decidí escaparme y vivir en las calles. Era mejor eso que vivir rechazado todo el tiempo.
Recuerdo unas palabras que me decía Erick cuando me sentía sola y se las digo para reconfortarlo.
—Dicen que las personas que ya no están con nosotros se vuelven estrellas y nos cuidan desde ahí. Así que ten por seguro que nunca estarás solo, menos ahora que estamos nosotros contigo.
—¿Y por eso sales en las noches a verlas? —pregunta con la visa hacia el cielo.
—Por eso me agrada la noche —corrijo—, si me aferro a esa creencia, estoy segura que siempre estaré acompañada de las personas que amo y que ahora no están aquí.
—¿Y una de esas personas que amas es Alessandro? —pregunta, dándome una gran sorpresa ante su repentina pregunta.
No me esperaba eso, así que tardo tiempo en contestarla.
—Claro que sí —digo por fin, ya que es la verdad.
—¿Estas... —Voltea a verme— enamorada de él?
—Me he llegado a enamorar —respondo, con más seguridad—, pero tardé mucho en darme cuenta.
—¿Te arrepientes? De haberte dado cuenta tarde, digo.
—Todos los malditos días.
Llevo mi vista hacia el bosque y pasa una corriente de aire que esta vez lo siento agradable.
—Pero siento que, si me dieran la oportunidad para volver a amar, no lo haría si no fuera con esa misma persona.
«Me he enamorado, pero todo está saliendo mal».
—¿Cómo? —pregunta y yo río.
—Así es. Sin él, no sería lo mismo.
—Ya. Seguramente también está muy enamorado de ti.
—¿Tú crees?
—Por supuesto, si no, no estuviera apoyándote. Conseguir apoyo en estas situaciones es muy difícil y tú lo tienes.
Regreso la mirada hacia él y forma una sonrisa, tal vez triste.
—Y tú, Diecinueve, ¿te has enamorado alguna vez?
No responde, solo se pone de pie.
—Gracias por escucharme, Black, de verdad. Me ayudó mucho.
—No, gracias a ti por tenerme suficiente confianza. —También me pongo de pie—. Recuerda que para cualquier cosa aquí estoy.
Me regala una sonrisa y da media vuelta para regresar adentro, lo observo hasta que desaparece. Pienso en todo lo que me ha contado y sé que no soy la única que lo ha perdido todo.
Triste, lloremos...
Fuertes declaraciones de parte de ambos. Diecinueve con su trágica historia sobre su familia y Black con su trágica historia de amor, que ya se dio cuenta que a estas alturas, ya está destruido. :(
Al final de cuentas ya me siento un poco mejor y decidí cumplir con mi objetivo, así que aquí sigo.
Adelanto del siguiente capítulo:
"No soporto saber que tengo a alguien que ahora sí puedo proteger y no haga nada. Tengo miedo a que le pase algo. Lo mismo es con S, Blazer, Doble B, Erick. Contigo. No dejo de pensar que tengo que protegerlos como no lo hice con mi familia".
Sí, también será un capítulo cargado de emociones.
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