40 | Algo raro pasa aquí

S

Después de enterarnos que Estuardo ha escapado, Black se puso como loca, lo que es obvio. Empezó a gritar y maldecir, preguntó quién lo había hecho, quién lo había dejado escapar.

Nadie respondió y los únicos presentes eran Alessandro y Diecinueve.

En lo único que pude pensar en ese momento fue que teníamos que actuar rápido, si Estuardo regresaba con su madre, matarían a Blazer sin dudarlo.

Ya es de madrugada y estamos listos para salir, no hay señales de Black por ninguna parte y no me importa. Ayer me dejó muy en claro que no tendríamos su ayuda.

Salimos de la guarida con los trajes puestos, en el auto, armas y muchas municiones; nos dirigimos el centro de Loriam, específicamente a la mansión de los Bonnedetti.

—Para aquí —pide Diecinueve—. Por aquí lo escondí.

Ya hemos llegado a la cuidad, no entiendo a qué se refiere, pero detengo el auto. Diecinueve nos guía a través de un callejón hasta que llegamos a un sótano abandonado. Corre una tabla y salta para entrar, nosotros le seguimos.

Le ayudamos a enfocar con una linterna y Alessandro pregunta qué busca. El chico no responde, solo continúa tirando todo a su paso.

—Por aquí —murmura varias veces—. Fue hace mucho tiempo que lo guardé. ¡Ajá!

Levanta una botella de vidrio llena de polvo, la destapa y saca un trozo de papel enrollado. Lo extiende y nos acercamos para saber de qué se trata.

—¿Hasta ahora nos dices que tienes un mapa de la mansión de los Bonnedetti? —pregunto.

—Bueno, lo había olvidado —confiesa—. Además, no estaba muy seguro si todavía estuviera intacto.

Salimos y volvemos a subir al auto avanzando varios metros más.

—Quédate por aquí —dice Alessandro—. Lo más conveniente será seguir a pie.

Antes de avanzar, sacamos las armas y guardamos municiones. Aprovechamos que a estas horas no hay personas en la calle para caminar libremente.

—Vamos.

Encendemos nuestros cascos. Alessandro lleva un arma en mano y otra en el cinturón; Diecinueve va igual y, aunque no me llevo con estas cosas, hago lo mismo.

—La mejor manera será entrar por la parte trasera. —Escucho a Diecinueve—. Nos movemos por el jardín y entramos a la casa.

—Se escucha tan fácil —hablo—, pero será una completa pesadilla.

Llegando al área más cercana a la mansión, nos ocultamos en un pequeño bosque que la rodea y empezamos a repasar los planos.

—Aquí muestran los puntos donde no hay vigilancia de cámaras. —Señala Diecinueve—. Intentemos caminar solo por esos lados, con suerte, sigue estando la misma seguridad.

—Esperemos que sí —dice Al—, pero también corremos el riesgo en que, por ser un área no visible por las cámaras, haya guardias. Coloquen sus silenciadores.

Obedecemos y avanzamos hacia la parte trasera.

—Alto —ordena Alessandro, quien está al frente—. Coloquen visión nocturna. ¡Vamos, ocúltense!

Ahora que tengo la nueva visión, sé por qué lo dice. Hay varias siluetas de hombres que están de pie a cierta distancia rodeando la mansión. Veo la entrada y en la puerta hay dos hombres custodiándola.

—Recuerden el entrenamiento —habla Al.

Al único entrenamiento que asistí fue al de las balas de goma y no me atreví a ir a otro. Black está completamente loca por hacernos pasar por eso. Apunto a uno de los hombros y espero instrucciones.

—Diecinueve —habla—, a los dos de la izquierda; S, al de la derecha; yo me encargo de los que están en la entrada.

Se escucha el suave silbido de los disparos. Intento no temblar y aprieto el gatillo. El hombre cae.

—Vamos —ordena.

Avanzamos hacia la entrada. Diecinueve revisa la chaqueta del guardia y encuentra una tarjeta que. Supongo, abre la puerta. La pasa por la barra y suena un leve pitido.

Alessandro es el primero en pasar y, cuando estamos dentro, inesperadamente un hombre agarra a Diecinueve desde atrás y empieza a estrangularlo con su brazo. Suelto un pequeño chillido e intento ayudarle, pero Alessandro es el que reacciona antes. Se acerca al hombre y le pega con el mando del arma en el cuello.

El hombre deja de sostener a Diecinueve y este le lanza una patada en el pecho cuando ya está en el suelo.

—¡Eh, tranquilo! —habla Alessandro, sosteniéndole de los hombros—. Ayúdame a amarrarlo, no queremos que avise a los demás.

Entre los tres lo amarramos en el tronco de un árbol con un lazo que se encontraba en la garita de la entrada.

Al terminar, Diecinueve vuelve a extender el mapa y lo ojea.

—La entrada está atravesando estos arbustos —indica—, que es como un laberinto.

Alessandro le pide la hoja y la observa por un rato.

—Seguimos entonces.

Y como dijo antes, hay guardias en esos puntos.

Alessandro es quien mayormente les dispara, siento que ha cambiado mucho. Está enojado y creo que es porque Adria no ha querido ayudarnos.

—Maldición —dice Diecinueve, volteando el mapa—. ¿Cómo va esto?

—A ver —habla Alessandro, quitándole el mapa de las manos—, deja que yo lo haga.

El chico intenta quitarle el mapa, pero no puede porque Alessandro se voltea. Sería una escena graciosa si no estuviéramos corriendo peligro.

Por fin, sigue guiándonos Diecinueve. Al llegar a la mitad del laberinto, me doy cuenta de algo y lo digo.

—¿No creen que esté siendo demasiado fácil?

Nos detenemos y ambos me ven.

—Tienes razón, espero que sea simple suerte y no que nos tiendan una emboscada al salir.

Levanto la vista porque está empezando a hacerse de mañana. Corro para alcanzar a mis compañeros.

—Debemos darnos prisa —digo—, a estas horas Estuardo ya debió de haber venido.

Continuamos, cruzamos por varios lados y regresamos al toparnos con un callejón sin salida.

—¿Cuánto mide esto? —pregunto.

—Es difícil decir —responde Diecinueve—. ¿cincuenta metros cuadrados?

No sigo hablando porque escucho una voz cerca.

—Dicen que Estuardo regresó hace unos minutos. —Es la voz de un hombre—. Estaba muy mal herido, pero ya ha sido atendido.

Veo hacia mis compañeros, pero no sé cuál sea su expresión. Seguramente la mía sea desesperada. Alessandro nos hace una seña para que sigamos.

Al vernos uno de los hombres, grita que nos detengamos, pero Alessandro es más rápido y le dispara. El otro se esconde detrás de una pared.

—Encontramos a los otros intrusos —habla el otro, pero no termina de hablar porque Diecinueve le ha dado a la primera oportunidad.

—¿Otros intrusos? —pregunta.

Por fin salimos del laberinto y vemos la entrada de la mansión. Nos es fácil entrar, está en un completo silencio y... los guardias, que se supone deberían de estar cuidando, están ahora en el suelo.

—¿Qué demonios pasó aquí? —pregunto.

—No tengo ni idea, pero estamos de suerte —responde Diecinueve—. Desde aquí el mapa no nos servirá, tenemos que averiguar por nuestra cuenta dónde está Blazer.

Asiento y caminamos, siempre atentos a cualquier movimiento. Nos arriesgamos buscando en cada habitación, pero no hay nada y esto me tiene los nervios de punta.

—¿Y si no están aquí? —pregunta el chico.

—No —niego—, están aquí.

Indico que se acerquen a la habitación que acabo de abrir. Hay una silla de metal y manchas de sangre por el suelo, están frescas.

Siento náuseas y no sé si por la sangre o por lo asquerosos que son en esta casa. Me mareo y Diecinueve me sostiene.

—Estoy bien —anuncio—, continuemos, por favor. Está por aquí.

Encontramos unas escaleras que dan hacia el sótano. Cuando ya estamos a medio camino, escuchamos disparos.

Volteamos a vernos y empezamos a correr hacia el sonido. Alessandro nos detiene y nos escondemos detrás de una pared. Nos señala para que veamos la situación y vemos a cuatro hombres que nos están dando la espalda, también cubriéndose.

Mi compañero nos da una señal. Empieza a contar con los dedos. Uno, dos... ahora.

Salimos y aprovechamos que están de espaldas para dispararles, los hombres caen con una sorpresa en el rostro.

Después de un momento de descanso —yo lo sugerí porque aún me sentía mareada—, pasamos a los hombres y avanzamos por un pequeño callejón. Cuando volteamos hacia el siguiente pasillo, hay otros tres hombres muertos, un charco de sangre alrededor de ellos.

—¿Qué mierda? —pregunta Alessandro, desconcertado.

Noto que al final del pasillo hay una puerta de metal, estoy por decir algo, cuando gritan:

—¡Alto, ahora! —pide un hombre, mientras otros cuatro nos apuntan con sus armas. 

He perdido la noción del tiempo y no sé cuanto llevo sin actualizar, creo que ha sido un día, pero siento que fue hace una semana. Me agarró la gripa, que no la tenía desde que me vacuné por el covid y ahora ha venido más fuerte que nunca. X_X

Otra perspectiva de S, ¿qué tal?

¿Qué creen que estuvo pasando mientras ellos llegaban? ¿Buena suerte, casualidad  o... ayuda?

Bien, hablamos en el otro capítulo, no quiero hacer de lado mis responsabilidades por algo como la gripe. 6 . 6  A parte, necesito salir de esto sí o sí (no porque ya me tenga cansada), porque pronto estaré llena de responsabilidades nuevamente y el poco tiempo que me quede lo quiero invertir en escribir otra historia que tengo en mente.

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