35 | Le damos a Madeline donde más le duele

DIECINUEVE

Después de casi una semana de estar encerrados en la guarida, hacemos nuestra primera misión. Bueno, al menos la mía. Tengo entendido que antes de integrarme, ya habían saboteado los planes de Madeline.

He vivido en Loriam desde que tengo memoria, es mi ciudad natal y he permanecido por años en estas calles. Las conozco mejor que nadie en el grupo y es muy difícil salir o encontrar un sitio.

Paso por el vergonzoso acercamiento con Black... no, no es vergüenza. Black es una mujer muy guapa y al acercarme me pongo nervioso.

Me siento muy tonto. No sé qué hacer y ella termina acercándose a mí. Aunque solo es actuación, los nervios pueden conmigo.

Temo que escuche mis estúpidos y exagerados latidos. Espero que piense que es por los nervios de la misión y no porque sea la primera persona con la que mi corazón se comporta de forma tan viva.

Y, por un momento, quiero que esto sea real, no solo una simple actuación. Solo por un mínimo segundo.

En cuanto suenan las explosiones, las personas empiezan a correr y gritar. Con Black, continuamos cerca, hasta que pasa la motocicleta y me aparta.

Empieza a caminar y Alessandro se nos une al notarla extraña. En cuanto se acerca, ella habla.

—Tengo un plan.

Alessandro me examina para después seguir a Black.

—¿Cuál plan? —decido preguntar, siguiéndolos.

—S, necesito que te acerques lo más posible a nosotros. —Voltea a verme—. Ya lo sabrás.

Empezamos a correr al lugar de la explosión y Blazer se nos une.

—¿Y ahora qué pasa? —cuestiona.

—Black tiene un plan.

—¿Y el plan será acercarnos a los Bonnedetti? ¿Sin municiones?

Eso hace reaccionar a Black.

—¡Mierda! —exclama—. S, ¿dónde estás?

Estoy cerca, den la vuelta en la siguiente esquina.

—¿Qué pasa? —dudo—. ¿Tiene algo que ver con que haya pasado la motocicleta?

No responde, así que sigo insistiendo.

—¿Qué planeas hacer con Estuardo?

Llegamos a la camioneta y Black corre la puerta para sacar las armas. Busca los discos y nos entrega la que nos corresponde.

—Ténganlos listos. Los necesitaremos —da la orden—. La tuya también, S. Si todo sale bien, la usarás.

Llevo el disco a mi nuca y siento las punzadas que lanza para clavarse en mi piel. Entrega las armas y municiones, menos a mí.

—Síguenos de cerca S, tienes que estar pendiente.

Ella asiente. Black pasa su pulgar por el disco y empieza a transformarse. Hacemos lo mismo.

—Mantente entre nosotros, Diecinueve —anuncia—. Te mantendremos cubierto.

Asiento de mala gana y me posiciono en medio. Black al frente, Blazer a mi derecha y Alessandro a la izquierda.

—¿Qué planeas? —Le pregunta este último—. ¿Era el hijo de Madeline?

—Así es.

—¿Qué piensas hacer? —formula Blazer mientras avanzamos rápido.

—Cuando lleguemos allá —. Señala el polvo que ha provocado las camionetas—, quiero que mantengan alejada a Madeline de su hijo. Yo me encargo de Estuardo.

—¿Y yo? —pregunto.

—Me ayudarás si intenta escapar.

Al faltar pocos metros, distinguimos a través del polvo que han llegado otras camionetas donde se suben los guardias que siguen vivos y Madeline. ¿De dónde salieron? No sé. No vimos ninguna otra salir de la mansión. Estuardo parece decirle algo al chófer y arranca, desapareciendo de nuestra vista.

—¿Y ahora? —pregunta Alessandro, ya que su parte está hecha sin necesidad de hacer nada, ya que otros se nos adelantaron.

—Estuardo —pronuncia Black—. ¡Vamos! Intenten disparar solo en las extremidades, hay que neutralizarlo.

Él está de espaldas y no nos ha visto. No hay ningún guardia alrededor, está desprotegido. En cuanto escucha nuestros pasos, voltea.

—Así que ustedes fueron los imbéciles que causaron esto —señala a su alrededor.

Está demasiado tranquilo y se me hace muy sospechoso. Black, Blazer y Alessandro le apuntan.

—¿No saben con quién se meten? —habla y muy, pero muy rápido, saca un arma.

A pesar de que tenemos los trajes debajo de la ropa para protegernos, nos cubrimos con uno de los autos volcados.

Mi grupo le devuelve los disparos, pero también está protegido.

—¡Está escapando! —informa Alessandro.

Salimos del escondite y Black habla:

—A las llantas.

No sé quién le da, pero Estuardo pierde el control y cae.

—Vamos —ordena Black.

Antes de acercarnos, se levanta y empieza a correr.

—Podemos rodearlo e interceptarlo más adelante —opino.

—¿Por dónde? —pregunta Blazer.

—Pero se necesitan cuatro. Uno que lo siga y los otros en diferentes caminos, así no escapará.

—S —dice Black.

—No —interrumpo—. El camino solo se puede seguir a pie y si esperamos a que venga S, lo perderemos.

—Pero solo somos tres armados —habla Blazer—. Si diecinueve lo sigue, morirá.

—Diecinueve viene conmigo, podremos atraparlo así.

—Pero...

—¡Vamos! —insiste Black—. ¿Cuáles son los caminos?

—Alessandro que vaya por este. —Señalo un callejón por la izquierda—. Sigue recto. Si aún no sale, lo atraparás; Blazer, por este. Ve derecho, luego a la izquierda y directo.

Noto como Black cambia su actitud, ahora duda, viendo de Alessandro hacía mí.

—No es momento de dudar —habla este—. No sé qué planeas hacer con esto, pero todo saldrá bien si no dudamos.

Ella asiente mientras empiezan a alejarse.

—Vamos. —Me ordena.

Dudo en sí seguirla o no. Aún tengo la daga que encontré la primera vez que vi a Black. No soy bueno peleando, pero lo intentaré. Sé lo básico que me enseñaron ella y Alessandro en estos días.

Veo que Alessandro se ha detenido y regresa para hablarme.

—Ve —dice, entregándome un arma que le sobra—. Hay que apoyarla.

Sale corriendo hacia el camino que le he indicado. Yo también avanzo, pero hacia el cuarto callejón.

¡Diecinueve! —Es la voz de Black por el comunicador—. ¡Diecinueve! ¿Dónde mierda te has metido? Te juro que si has desobedecido...

¿A caso eres suicida, chico? —dice Blazer.

Corto la comunicación para no seguir escuchando sus sermones.

Con arma en mano, giro hacia el otro callejón y empiezo a correr, cruzando de nuevo. Esta es la manera más rápida de llegar a donde, supongo, llegará Estuardo. No he mandado a ninguno aquí porque es un camino complicado y fácilmente podrían perderse.

Izquierda, izquierda. Derecha, izquierda; luego, todo recto. Así paso corriendo por un largo tiempo. Solo escucho mi agitada respiración y mis pies chocar contra el suelo.

Sigo avanzando y estoy a punto de voltear una esquina, cuando topo con alguien y ambos caemos al suelo.

Levanto la cabeza para ayudarlo, pero se trata de Estuardo.

Nuestras armas han caído lejos de nosotros. Intento levantarme para alcanzarlas, pero es mucho más rápido y se lanza contra mí.

—Ah, ¿quién eres tú? —pregunta con una voz cansada—. ¿Otro seguidor de Black?

Maldito. Forcejeo para liberarme, pero me tiene bajo su peso.

—Déjame verte, no tienes de otra. Ya me encargué de Black.

Eso me hace reaccionar. Forcejeo con más violencia. No pudo haber hecho eso, Black no es fácil de vencer. No he escuchado de alguien que siquiera la ha mal herido.

—Estás mintiendo. —Logro formular.

—¿Tanta fe le tienes? —dice, con tono burlón—. Si quieres ve y compruébalo. Está del otro lado de este callejón. Pobre, y yo que creí todos esos cuentos sobre ser invencible, pero con un solo golpe, dejó de moverse.

No, no es cierto. Siento la frustración empezar a salir de mi cuerpo.

Este tipo tiene sus rodillas encima de mis muslos y con sus manos sostiene mis muñecas cerca de mis bolsillos... ¡Eso es! ¡El bolsillo!

Doblo los dedos para buscar la daga, con suerte, no cayó. Él aprieta más fuerte, pero ya es demasiado tarde. Tengo el arma y como puedo, doblo mi muñeca hacia arriba para lastimarlo.

Grita, más de enojo que de dolor, soltándome en el acto. Hago uno de los movimientos que Alessandro me ha enseñado y lo tiro. Me levanto de un golpe y voy directo a las armas.

Pateo lejos la de él y sostengo la mía. Al apuntarle, Estuardo levanta ambas manos. Vuelvo a guardar la daga en mi bolsillo.

—Dispara. —Empieza a hablar—. Eso es lo que quieres, ¿no?

Sigo apuntando y caminando hacia atrás, ya que se está acercando.

—¿Qué te hicimos? —continúa—. ¿Matar a tu padre, madre o algún hermano? ¿A todos?

—Cállate —exijo.

—¿Estropeamos tu niñez? ¿Tu vida? —sigue avanzando y yo retrocedo—. Dispara.

Pido establecer comunicación con mis compañeros.

—Anda, sé que no tienes el valor suficiente para hacerlo. Solo mira cómo tiemblas.

Es cierto, mis manos están temblando.

—Nunca le has disparado a alguien —concluye—. Es difícil hacerlo la primera vez, pero cuando lo haces, no paras. Sigues, sigues y sigues, disfrutándolo más.

Ya no puedo seguir retrocediendo porque mi espalda topa con una pared.

—¿Qué harás cuando la sangre esté en tus manos? — pregunta Estuardo, cada vez más exigente—. ¿Qué harás cuando tengas a todas esas personas atormentándote por las noches?

«Solo intenta confundirme», me digo, para intentar una mejor concentración.

—¿Estás seguro de que puedes estar en este mundo? —sigue—. No eres igual a ellos y nunca lo serás. Si me hubiera topado con otro de tus compañeros, yo ya estuviera tirado en el suelo con una bala entre el cuerpo.

» Considera retirarte de una vez, antes de que sea demasiado tarde. Lo único que lograrás hacer es arruinar los planes que los otros han tardado días en planear.

Con un movimiento rápido, me arrebata el arma. Me tiene acorralado. Veo la pistola entre sus manos y empieza a acercarla a mi barbilla, donde no tengo nada de protección. El casco no ayuda en este caso. Estiro el cuello para que no me lastime y eso provoca sacarle una sonrisa.

—Ahora —habla—, pagarás por tu propia cobardía.

Siento el frío del arma que, lentamente, se somete a mi piel. No le rogaré por mi vida.

Veo un movimiento por encima de su hombro, alguien se acerca por detrás de él y lo nota en el reflejo del casco, pero ya es tarde.

Recibe un golpe en la espalda y cae al suelo, inconsciente.

"El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor".

—Francisco de Quevedo 

Amanecí inspirada cuando escribí este capítulo.

Ahora ya conocemos otra faceta del hijo de... Madeline. ¿Qué tal les pareció esa actitud? Intimidatoria y arrogante, diría yo. Nos enteraremos en el siguiente capítulo qué sucede con Estuardo y más adelante, de la reacción de Madeline.

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