34 | Que se haga una explosión
BLACK
Al regresar de la práctica, hay una pequeña pelea porque S aún sigue enojada. Nos dejó muy en claro que ya no irá a ningún entrenamiento. Bueno, estúpido entrenamiento, según ella.
Blazer, quién fue el que le disparó, intenta hacerla razonar diciéndole que es necesario, ya que le puede servir para ayudarnos o protegerse. La respuesta de S es un empujón para que se haga a un lado y la deje pasar.
Ya han pasado tres días y por fin se nos da otra oportunidad para atacar a Madeline. Doble B nos ha dicho que uno de sus contactos le ha avisado que los Bonnedetti planean hacer otro movimiento.
Hemos decidido trabajar de forma muy diferente, no iremos directamente a atacarles, sino que nos haremos pasar por unos Lorianos más, personas comunes.
He interactuado más con Diecinueve y Alessandro —no tanto como lo hacía antes, no quiero hacerle daño—. Con Blazer es distinto, ya que la mayoría del tiempo se la pasa en su habitación y solo sale para comer, ir al baño o buscar alcohol.
Alessandro le enseña a Diecinueve algunos movimientos básicos para defenderse y yo, por lo menos, a sostener bien un arma y de recordarle que no tiene que disparar ni matar a nadie si no es necesario. Solo si se trata de un asunto de vida o muerte.
—Pero nuestros asuntos siempre serán de vida o muerte —argumenta.
—Pero para eso estamos nosotros —defiendo—. Cuando digo "asunto de vida o muerte", me refiero a que sea el caso en el que ninguno esté junto a ti o solo tú quedes con vida. Aunque eso no va a pasar.
—Necesito ayudar, no quiero solo estar de estorbo.
—Nos guiarás, eso ya es de mucha ayuda.
La verdad es que no me imagino a Diecinueve matando a alguien. No quiero arruinarle su juventud, más de lo que ya está. Así que, si puedo evitarlo y defenderlo, lo haré.
—Recuerda —. Le digo, cuando estoy enseñándole otros métodos para defenderse—, cada quien tiene un punto débil y es por eso que, durante un combate, tienes que analizar al oponente mientras intentas defenderte.
—Analizar al oponente y defenderme —repite.
—Todos tienen concentrada su fuerza en un punto diferente —continúo—; por ejemplo, yo lo hago en las piernas.
Después de cuatro horas de arduo entrenamiento con mis dos compañeros, me dirijo al área de tecnología, donde está S, pero Diecinueve me alcanza antes de llegar.
—¿Por qué no dejas que dispare? —insiste, jadeando ante el entrenamiento—. No me has dicho el motivo, solo me dice que no, pero necesito una explicación.
—Porque hay suficientes que lo van a hacer ya.
—Pero quiero defenderme por mí mismo.
—Diecinueve —detengo—, ¿cuántos años tienes? ¿Veinte? —asiente—. Pues es por eso.
—¿Qué tiene que ver mi edad con defenderme? Tú empezaste hace años con esto y sí mucho tienes veinticinco.
Sostiene mi brazo porque ya he empezado a caminar de nuevo para evitar esta conversación.
—No entenderías ni un poco mi razón.
Me suelto de su agarre y continúo, pero es necio y se pone enfrente, cubriendo el paso.
—Si me lo explicas lo entendería.
Maldición, ¿cómo se le dice a alguien que eso le arruinaría la vida, sin tantos rodeos?
Suspiro y pienso en mi respuesta.
—Porque una vez que empiezas a asesinar, no pararás.
Lo sostengo de los hombros y lentamente lo aparto del camino. Ahora sí, llego el área de tecnología.
—¿Cómo vas? —Le pregunto a S, de pie a su lado.
Veo que se sobresalta al notarme, ya que lleva puestos unos audífonos conectados a un aparato que guarda rápido en una de las gavetas del mueble. Es un videojuego.
Se arregla las gafas y voltea a verme.
—Solo faltan tres —anuncia.
—¿Tú como sigues? —cuestiono.
—Bien, Black —responde después de empezar a soldar unas pequeñas piezas—. Es solo que... no sé. Quizás soy yo el problema.
—¿Cómo?
—Qué soy demasiado débil para esto. Ustedes se ven tan fuertes y valientes. Hasta Diecinueve, que, aunque se ve todo tierno y eso, es mucho más valiente que yo.
—Todos somos débiles, S, en algún aspecto lo somos.
Ella sigue trabajando en los aparatos que consisten en unos pequeños explosivos de aire que serán disparados desde nuestras armas. Tienen poco rango de explosión, pero de todos modos los activaremos en un sitio no muy poblado.
Se pensó en colocarlas en los autos de Madeline, para sabotear de nuevo sus planes y hacer que salga para enfrentarla.
—¿En serio crees eso? —pregunta de repente—. Lo de que todos son débiles.
—Claro. Todos tenemos un punto, ya sea un miedo, un sentimiento o... hasta alguna persona.
Quedamos en silencio de nuevo y me dedico a inspeccionar los pequeños dispositivos.
—Las podré activar desde aquí —habla, con una sonrisa de orgullo, señalando la laptop.
—¿Cuándo quieras o llevan su tiempo?
—Cuando yo quiera, aunque tardan diez segundos en estallar.
—¿Bastará con este pequeño aparato? —pregunto, ya que me cuesta creer que un explosivo del tamaño de una bala pueda volcar un auto.
—Lo suficiente para volcar una camioneta blindada —responde.
—Eres impresionante —confieso.
—Mi papá era impresionante —corrige—, él me enseñó todo esto.
—Bueno, los dos lo son. Te ayudaría, pero esas cosas no son mi fuerte. Preocupa no desvelarte, ni con los explosivos o videojuegos.
—Como ordene la jefa —comenta, soltando una risa de vergüenza.
—¡Salimos en diez minutos, diez minutos! —grito de nuevo, pasando frente a las habitaciones para ir al cuarto de armas.
—¡Shhhh! —silencia exageradamente Blazer al salir de su habitación—. Cálmate, ya vamos.
—Mejor ayúdame —pido.
Entramos y empezamos a sacar armas. Las metemos en una maleta y caminamos hacia el estacionamiento. Al llegar, noto que los demás ya están listos y empiezan a caminar hacia el mejor auto deportivo que hay. Los paso de largo y siento la mirada de todos sobre mí.
—¿En serio? —pregunta Blazer—. Es la primera misión juntos y ¿vamos a ir en eso?
Por fin me detengo en el auto tipo panel.
—Y por eso vamos en este. Si vamos en uno de esos, no cabríamos. Mucho menos las armas.
Tiro las bolsas dentro de la camioneta junto con los discos y abro la puerta del copiloto para subir. Toco la bocina para que se apuren y caminan de mala gana. Diecinueve es el único que viene con una expresión de emoción y sube en la parte de atrás.
Le doy las llaves a S para que conduzca.
—¿Los trajiste? —pregunto.
—Aquí tienes —dice y saca una bolsa pequeña de su mochila—. Está programado para las armas, así que ponlas como si fueran municiones, apuntas, disparas y ¡bum!
Asiento y le doy su munición correspondiente a cada uno. Salimos del lugar y empezamos el recorrido al centro de Loriam.
—Bien, como acordamos —recuerdo mientras bajamos de la camioneta—. Solo somos un grupo de amigos disfrutando del agradable día.
Empezamos a caminar entre las calles, Diecinueve como nuestro guía.
—¿Cuál es el lugar más transitado cerca de la mansión? —pregunta Alessandro a Diecinueve.
Alessandro carga unos lentes de sol, ya que no queremos que sea reconocido por Madeline o sus hombres.
—Hay una cafetería muy famosa —informa el chico.
Empezamos a cruzar por muchas calles y otra vez confirmo que es fácil perderse por aquí si no se conoce.
—Estamos por llegar —habla.
Efectivamente, a una cuadra logro distinguir la gran mansión de los Bonnedetti y nosotros nos detenemos en una cafetería que tiene una agradable vista hacia allá.
—Yo los dejo aquí —habla Blazer, quien sigue avanzando unos metros adelante y lo escuchamos gracias al audífono—. Soy demasiado viejo para hacerme pasar por uno de sus amigos, a parte, no soy muy bueno socializando.
—Ay, por favor —exclama Alessandro—. Podrías pasar por el sugar de Diecinueve.
No puedo evitar reír. No por diecinueve, pobre; sino por Blazer al imaginarlo como un sugar.
—Cállate si no quieres que te tire una de estas cosas en la frente —amenaza, no sé si a mí o a Alessandro. Quizás a ambos.
Desde nuestros asientos podemos ver a Blazer sentado en una mesa.
—Veo que ya están en posición —comunica S, a través del audífono.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta Diecinueve.
—El mismo truco de antes, las cámaras.
Es cierto, no lo recordaba. No sé cómo lo hace, pero es maravilloso.
—Y entonces... —Empieza a hablar el chico—. ¿Ustedes... pedirán algo?
—Claro —responde Alessandro.
Pedimos café y algo para desayunar. Yo no puedo apartar la mirada de la mansión. Estamos a punto de terminar el desayuno, cuando volvemos a escuchar la voz de S.
—Están empezando a salir.
Levanto la vista con disimulo y veo a varios hombres empezar a rodear la salida.
—A sus posiciones —informo.
Dejamos dinero sobre la mesa y caminamos hacia diferentes lugares. Diecinueve va conmigo, ya que será de ayuda; Blazer se queda en la misma mesa mientras finge leer un periódico y Alessandro camina a unos metros delante de nosotros.
—Son siete camionetas en total. —Nos recuerda S—. La cuarta es donde va Madeline. Empiezan a salir, suerte.
—Has como si estuviéramos hablando sobre algo muy entretenido mientras yo doy instrucciones a los demás —pido—. Alessandro, encárgate de las dos primeras.
—De acuerdo.
—Blazer, tú que eres el que más experiencia tiene en esto, encárgate de las otras tres.
—Así será.
—Nosotros nos encargaremos de las otras dos.
—¿Cómo lo haremos? —pregunta Diecinueve.
—Solo has como si estuviéramos hablando, de lo demás me encargo yo.
—Bien, ya están en camino.
Me acerco para poder interponer el arma entre ambos. Empiezan a pasar las camionetas. Uno, dos. Las de Alessandro; tres, cuatro, ahí se encuentra Madeline, y cinco. Las de Blazer; seis, apunto a la parte trasera y disparo; siete, escucho las fuertes palpitaciones del corazón de Diecinueve ante los nervios de la misión. Apunto y disparo. No hacen ningún ruido, ya que tienen silenciadores.
—Lo tenemos —informo al equipo.
—También yo —responden Blazer y Alessandro al mismo tiempo.
—Trescientos metros —empieza a contar S—, doscientos, cien, cincuenta metros.
—Estén listos —hablo.
—En cinco, cuatro, tres, dos, uno y...
A lo lejos se escuchan las explosiones y se ve como los siete autos al mismo tiempo salen expulsados de la carretera a causa de los explosivos creados por S.
Las personas que están a nuestro alrededor empiezan a gritar.
—¡Funcionó! —grita S a través del audífono.
Pasan, más o menos treinta segundos en lo que esperamos a que los hombres reaccionen ante lo acontecido, cuando una motocicleta pasa a toda velocidad a nuestro lado.
De inmediato la reconozco, así que empiezo a dar órdenes de lo siguiente que haremos.
Alguien está a punto de cometer un grave error.
Ya está empezando a moverse con más acción esta historia y lo que viene :().
Adelanto de capítulo:
"Le damos a Madeline donde más le duele".
Pues en el pecho no va a ser.
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