28 | ¡¿Cómo?! ¿Esto es un laberinto?
BLACK
Después de llegar al escondite, decidimos comer. Gracias a Triana probamos comida pasable. Quisimos ayudar, pero ella dijo que prefería hacerlo sola.
A la hora de comer, hablamos sobre lo sucedido y estamos de acuerdo en que tendremos que actuar con calma para que las cosas salgan bien.
Al terminar, cada quien decide irse por su lado ya que la convivencia no es la mejor aún. Yo deambulo para conocer mejor el sitio. Primero voy al estacionamiento a inspeccionar los autos, nunca me han parecido la gran cosa, pero estos se ven muy bien.
Salgo y avanzo hacia el área de tecnología, donde se encuentra Triana.
—Hola —saluda en cuanto entro—, solo quería conocer el lugar.
—No te preocupes, este será tu espacio de trabajo a partir de ahora, así que soy yo la que debería de decirte eso.
—Pero todo esto les pertenece, a ti y a tu amigo, ¿no?
—Triana, somos un equipo ahora. Todo es de todos y no creo que Carlos o yo sepamos algo de lo que está aquí, no vendremos con frecuencia —explico—. Así que eres la encargada.
—Gracias —habla, apenada—. Nunca había tenido tanto equipo en un solo sitio para poder trabajar.
—¿Quieres decir que tendrás problemas?
—No, no, no. Solo decía que me emociona.
Le sonrío y la dejo sola. Camino hacia el área de entrenamiento. Abro la puerta y veo a Carlos viendo las armas. Cuando voltea, deja el arma que ha sostenido en su sitio.
—¿Vienes a entrenarte? —pregunta, mientras levanta una navaja.
—Por el momento no, solo estoy conociendo el escondite, no había tenido tiempo. ¿Tú vienes a entrenamiento?
—Algo así. —Apunta al blanco que está frente a él. Lanza el arma y cae a un costado del centro, hace una mueca y vuelve agarrar otra.
—¿Quieres intentar? —ofrece.
Me acerco para tomar la navaja. De pie a unos metros del blanco, apunto y lanzo. Cae justo en el centro.
Carlos silba, sorprendido.
—Te juro que mi puntería a la hora de disparar es muy acertada.
Le sonrío, porque lo he visto y sé que es cierto. Camino a otro espacio, donde hay un arco y lo examino.
—¿Puedes con eso también? —pregunta.
Busco las flechas y cuando encuentro el carcaj, sostengo una. Vuelvo a donde tiramos las navajas.
—El lugar en donde me refugié tras el asesinato de mi familia fue en medio de un bosque, salir y practicar con el arco era uno de mis pasatiempos. —Alisto, apunto y tiro. Cae arriba del centro—. Aunque no uno de mis favoritos.
—Es sorprendente todo lo que hizo pasarnos esa mujer.
Percibo de reojo que empieza a beber de una botella de vino, no me he percatado que la tiene. Dejo el arco recostado y me acerco para quitársela.
—¿También tienes sed? —cuestiona.
—Ni al caso —respondo—. Debería evitar tomar aquí, más en estas circunstancias.
Molesta, salgo de la habitación y asciendo las escaleras para dirigirme al parqueo. Me subo a uno de los autos y salgo del edificio. En cuanto me he alejado, lanzo la botella por la ventana.
Camino por las calles de Loriam para ver si me topo con el chico del casino, pero por más que he buscado en diferentes sitios, no lo encuentro.
Llevo un buen tiempo en esto y no obtengo nada. Ya son las cuatro de la tarde y empieza a hacer frío. El clima en Gualoriam no es favorecedor.
Acomodo mi cabello corto detrás de las orejas y recuerdo que antes lo llevaba por debajo de la cintura, pero por razones obvias tuve que cortarlo, ya que iba a ser un estorbo.
Empiezo a reconocer la calle por donde voy, que es una de las tantas donde escapamos de los hombres del casino. Encuentro el edificio abandonado y, preocupando no ser vista, remuevo la tabla y entro.
Tras mi salto, que provoca a una nube de polvo salir elevada, enciendo la linterna del celular. En el lugar no se encuentra nadie, solo tablas, tubos y láminas en mal estado. Salgo y empiezo a avanzar hacia otro callejón, pero me detengo de inmediato al escuchar sonidos sobre los pequeños edificios. Levanto la vista y justo a tiempo visualizo una silueta conocida saltar.
Salgo del callejón a toda prisa, viendo patrullas dirigirse a la misma dirección que ha ido el chico. Sin ninguna duda, también lo sigo.
TED
Corro lo más rápido que puedo para no ser atrapado, varios policías vienen detrás de mí, sin contar las patrullas que ahora se acercan. Paso empujando a varias personas, a quienes les pido perdón.
—¡Agárrenlo, es un ladrón! —grita uno de los policías a las personas, pero estas únicamente se hacen a un lado.
—¡Alto ahí! —exige otro, como si le fuera hacer caso.
Otros dos se le juntan y ahora ya están pisándome los talones. Cruzo algunos callejones para perderlos, pero a la hora de voltear, todavía están detrás, aunque ahora menos.
Lo bueno de ser un ladrón y vivir en Loriam, es que los edificios son cortos y casi no hay espacio entre ellos, así que es más fácil saltar.
Entro al primer edificio que encuentro abierto y empiezo a subir las escaleras para llegar a la azotea. Sigo corriendo, esquivo algunos tendederos y al llegar a la orilla salto y caigo de pie. Paso por otros dos y el que sigue es más complicado, ya que hay una barrera.
Regreso para agarrar aviada y salto. Logro sostenerme de las barras y me impulso para pasarlas. Me quedo a mitad del edificio para saber si los policías se atreverán a arriesgarse, uno lo intenta y está a punto de caer, pero se sostiene de la orilla. El otro que lo acompaña no hace el mínimo intento.
Algo capta mi atención mientras corro, otra persona está siguiéndome, no desde atrás, sino del lado oeste y a una cierta distancia para no ser vista. No puedo distinguirla, ya que él sol no me deja ver con claridad hacia ese lado.
No es un policía, eso lo tengo claro.
Estoy tan concentrado en escapar, que no me doy cuenta que ya no soy perseguido, hasta después de unos cinco minutos más. Me detengo para tomar aire y busco un chorro para tomar agua, me agacho cuando lo enciendo y lo tomo con ambas manos.
Me enderezo y llevo mis manos al bolsillo para saber si el collar sigue ahí. Efectivamente, lo saco y lo levanto contra el sol y brilla como el carajo.
Suelto una risa. Con la venta de esta preciosidad me faltaría poco para salir de este país y cambiar por completo de vida.
Lo sostengo fuerte cuando soy jalado de la camisa hacia una esquina que es cubierta por un tanque de agua. Escondo el objeto en mi bolsillo.
—¡Jesús! —exclamo e intento zafarme del agarre—. Me asustó, pensé que eran los...
No puedo seguir porque coloca su mano sobre mi boca. Intento protestar, pero ella aprieta más y con su mano libre hace una seña de silencio. Apunta hacia afuera y al voltear, veo a un policía que se encuentra inspeccionando el área.
Este niega para sí mismo, caminando hacia la puerta que entra al edificio. El hombre desaparece, cerrando y la chica me suelta.
—Perdón. —Se disculpa.
Ahora que estoy más o menos relajado, puedo verla claramente. Es Adria Kemper.
—Con permiso —comento, empujándola levemente al recordar como fui tratado la última vez que hablamos.
No tengo nada que hablar con ella, mucho menos agradecerle.
—No creas que lo hice por bondad —habla.
Volteo. La mirada que tiene sobre mí, como si estuviera analizándome, me incomoda. A pesar de que está seria, es linda y no puedo evitar imaginar que se vería mucho mejor si sonriera.
Salgo de mis pensamientos y hablo:
—¿Ahora sí necesitas algo?
—Recuerdo que me dijiste que conoces estas calles mejor que nadie. —Va directo al grano—. Necesito de tu colaboración.
—¿Ah sí? Como necesitas mi ayuda no me tratarás como basura.
—No hice tal cosa, llegaste de repente y ni siquiera sabía quién eras.
—Y tampoco lo saber ahora.
Parece que le hago perder la paciencia.
—Hablaste de querer unirte a nuestra causa. ¿Todavía quieres o no?
—¿Y si ahora no quiero? —cuestiono.
—¿Por qué no quisieras? Te veías muy interesado la última vez.
—Pude cambiar de opinión.
—Te emocionaste demasiado cuando creíste que te había aceptado.
Río sin nada, absolutamente nada de gracia.
—¿Sabes? —continúa—. Desde el primer momento supe que tenías cuentas pendientes con Madeline. Venganza, quizá, pero no puedes... así no puedes.
Me señala y mi rostro cambia de enojo a ofendido, aunque tenga razón.
—No me conoces, no sabes de lo que puedo ser capaz.
—Demuéstramelo.
—No.
Suspira.
—Era tu última oportunidad.
Camina a dirección contraria de donde he venido, decido bajar por las escaleras para no ir a su misma dirección. Al llegar a la salida, llevo mi mano al bolsillo, pero... el collar no está.
Subo de nuevo a la azotea y en el camino lo busco por si se ha caído. No, no está. No puedo solo desaparecer...
Adria.
Corro hacia la orilla y veo a lo lejos su figura. Salgo del edificio y avanzo hacia su dirección. Llegando, la veo voltear a todos lados, como si estuviera perdida.
Es la oportunidad de hacer un trato.
Me acerco, se detiene y voltea a verme.
—¿Qué?
—¿Qué? —decimos ambos—. ¿Estás perdida? Te propongo un trato, te dirijo hacia el lugar que buscas y me devuelves el collar.
—El collar es mucho más caro que unas indicaciones —habla con burla—. Además, perdiste tu oportunidad. Iré a entregarlo con la policía.
—¡No! —exclamo de inmediato—. No lo hagas, se veía que la señora tenía mucho más de esos en su habitación. Yo lo necesito más.
Parece que medita mis palabras.
—Bien —dice—, llévame al Centro Boutique, creo que así era. Por ahí dejé el auto.
Empiezo a guiarla y a mitad del camino, pregunto:
—¿Así que Madeline Bonnedetti? —Asiente—. ¿Y necesitas mi ayuda? —Vuelve a asentir—. ¿El trato aún sigue en pie?
—Puede ser.
—Me apunto —digo—. Siempre quise hacer algo emocionante con mi vida, ya me aburrí de estar en las calles. Un día más y me volvería loco.
—¿Hacia dónde? —ignora mis palabras y pregunta el recorrido.
—Allá. —Señalo.
Pues si me preguntan, puede que este capítulo entre entre mis top 5 mejores capítulos de Black: sed de venganza. Jaja. ¿Por qué? Porque me encantan las escenas que hacen estos dos juntos y ya verán (junto con este capítulo y los anteriores que salen juntos) de qué estoy hablando más adelante.
¿Qué tal les han parecido los personajes por ahora que ya casi estamos llegando a la mitad de la historia? Sí, puede que parezca larga, pero ya ven que los capítulos son algo cortos ya que la mayoría no pasa de 2000 palabras.
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