21 | Conociendo a los candidatos
BLACK
Después de nuestra pequeña reunión, Doble B se retira ya que ahora tiene más trabajo por hacer.
Me encuentro con Erick y en realidad ninguno de los dos prueba bocado de lo que tenemos en frente, ya que yo me la he pasado lamentándome por la culpa. Llorar es lo único que hago para desahogarme.
Según Erick, es bueno hablar sobre lo que sentimos. Al principio me cuesta. Duele, pero cuando empiezo a soltarlo todo, simplemente ya no puedo parar.
Y tiene algo de razón, esto me ayuda a quitar un poco del tanto dolor que siento.
Terminando, me despido y conduzco en dirección hacia casa sin nada en la mente. No voy a una alta velocidad, pero decido parar para pensar y tranquilizarme ante la situación, hasta que siento un escalofrío recorrer por mis brazos.
Levanto la vista del volante y veo el lugar en el que he parado. Frente al cementerio.
Son aproximadamente las cuatro de la tarde y las rejas aún siguen abiertas, ya no tardarán en cerrar el sitio.
Yo siempre tengo el pensamiento de: "por algo pasan las cosas" y por algo me he detenido aquí.
Estaciono de manera correcta el auto y camino hacia la entrada. Me armo de valor y avanzo. No se escucha nada más que el canto de los grillos que empiezan a salir, veo algunos perros pasar por mi lado y personas haciendo su camino hacia la salida. Yo continúo, hasta que distingo un camino conocido.
Estoy cerca.
Avanzo por otros cinco minutos, hasta que me topo con tres lápidas —una al lado de la otra— que tienen en ella los nombres grabados de mi familia.
Adrián Kemper, mi padre; Blanca Grace, mi madre; y, por último: Alan Kemper, mi mellizo.
Bien, estoy aquí, de pie, frente a ellos por no sé qué razón.
Esta es la primera vez, después del "entierro" de mi hermano, que vengo a estar con ellos. Nadie ha venido y eso se nota por el estado de las tumbas, ni siquiera Erick que también era muy cercano a ellos.
Mierda, creo que solo vine para no dejarlos en el olvido.
Aunque el cuerpo de Alan no se encuentra aquí, su entierro fue en señal de respeto. Nunca nadie encontró un cuerpo a pesar de que en la habitación que fue llevado había muchas pistas que indicaban su asesinato.
Fueron búsquedas por más de seis meses, hasta el suicidio de mi padre. La policía simplemente se rindió.
Suelto un suspiro antes de sentarme enfrente de ellos. No digo nada, solo dejo pasar los minutos.
¿Qué opinarían ellos acerca de lo que hago?
—Perdón —susurro—, perdón por esto. Perdón por todo, por lo que haré y por lo que no. Por lo que soy ahora.
Sigo en la misma posición, recordando, hasta que vuelvo a llorar.
Paso el reverso de mi brazo de una manera violenta sobre mis ojos para retirar las lágrimas. Que ridículo. No debería estar haciendo esto.
Me siento más estúpida que los últimos días, así que me levanto y salgo del cementerio a toda prisa.
Ya han pasado varios días en los que solo me he dedicado a B&K, he faltado mucho a mis obligaciones y tampoco quiero dejarle todo el peso a Doble B. Esta empresa es asunto de ambos.
No he tenido la oportunidad de volver a ver a Alessandro porque sé que sus familiares ya se encuentran con él y estará mucho mejor con ellos. Me alegro de que ya haya despertado y lo primero que vea sea a su familia.
Ahora que ya es sábado y despierto del todo, agarro mi móvil para ver los mensajes que acaban de llegar. Son de Doble B donde pide que llegue de inmediato a su casa para analizar las opciones de mis futuros compañeros.
Desayuno y me baño antes de empezar a conducir hacia su casa. Llegando a las grandes puertas de metal de la entrada, detengo el auto para hablar por el interruptor.
—¿Sí? —pregunta una voz seria.
—Vengo a hablar con Berne, soy Adria.
—Adelante.
Las puertas se abren de manera automática y acelero para entrar a la mansión.
No es una casa sencilla, mucho menos viniendo de alguien como Byrlem. Es una mansión que ha venido por generaciones, aunque ahora, por dentro, ya no es tan antigua a como estaba hace años. Doble B le ha colocado algunas modificaciones que de seguro a su abuelo le hubiesen generado un par de infartos.
En la puerta hay un hombre esperándome.
—Buen día —respondo lo mismo—. El señor está en su despacho, hágame el favor de acompañarme.
Doble B es mucho más rico que yo, ya que su familia es dueña de muchas más empresas que B&K. Por eso está acostumbrado a tener una buena vida. Aunque... bien dicen que el dinero no lo compra todo.
La mansión por la parte de afuera aún conserva su toque antiguo y elegante, pero por dentro es algo completamente diferente. Contiene cada detalle moderno, el techo es altísimo y las paredes blancas. Casi todo se maneja de manera electrónica —de eso se trata B&K, la tecnología—.
Sigo al hombre hasta unas puertas enormes de madera que dan al despacho. Toca la puerta y espera a que Doble B hable.
—Adelante. —Se escucha desde el interior.
Camino hasta colocarme frente al escritorio, pero el hombre que me acompaña se queda de pie en la entrada.
—¿Qué tal? —pregunta Berne.
—Mucho mejor.
—¿Quieres algo de beber?
Niego.
—Bien, puedes retirarte —comunica al hombre.
Las puertas son cerradas tras un asentamiento de cabeza.
—Siempre me ha sorprendido esta mansión —comento—. Aunque demasiado lujosa para mis gustos.
—En cambio a mí siempre me ha atraído lo lujoso —habla mientras se recuesta sobre la orilla del escritorio—. Acércate, te mostraré las opciones.
Al acercarme veo dos carpetas en el escritorio, Doble B me las señala.
—¿Por quién quieres empezar? —pregunta.
—¿Importa el orden?
Se encoje de hombros.
Sostengo la que se mira más gruesa y la abro para saber su contenido. La primera hoja que veo es la fotografía de la persona e información personal.
—Triana Diamek. —Empieza a explicar mientras yo leo la información—. Graduada de la Universidad Nacional de Ingenieros, la UNI; mejor promedio de muchas generaciones. A parte de ser muy hábil con las máquinas e inventos, aprendió sobre las mejores técnicas del hackeo gracias a su padre: Joaquín Diamek.
Doble B hace una pausa para ver mi reacción. Solo lo observo en silencio, pero sé que él puede captar mi sorpresa.
Con razón se me hizo conocido el apellido de la chica. Diamek fue uno de los mejores hackers que he escuchado. Es una lástima que ya no se supo más de él.
—Pasó una muy mala infancia —continúa—. Su madre murió cuando ella apenas tenía siente años. Joaquín se encargó de ella y por lo que sé, supo hacerlo muy bien, hasta que después de diez años desapareció sin dejar rastro. Quedó sola, pero gracias a sus habilidades pudo seguir adelante.
Dejo la carpeta a un lado y sostengo la siguiente.
—Uh, este es Carlos Argueta. —Señala la hoja con información de un hombre rubio—. Es un ex-militar del Comando de Inteligencia Militar, CIM, uno de los mejores entrenados, experto en armas y el hombre más rudo que se puede encontrar.
Eso me causa algo de gracia.
—¿Por qué ex militar? —pregunto—. No está tan viejo para ser retirado.
—Tuvo un encargo en la frontera sobre un contrabando de armas y drogas. Gracias a él la misión fue todo un éxito. El jefe de ese cartel se enteró de quién fue el hombre que estropeó uno de sus más grandes negocios y se encargó de asesinar a su familia.
» Una hermosa esposa y una encantadora niña. Luego de eso, el pobre hombre casi se vuelve loco. Juró vengarse, pero no lo ha logrado porque cayó en el alcoholismo.
—Qué triste —comunico con toda sinceridad—, al fin y al cabo, no soy la única que ha sufrido a causa de la mafia.
Doble B solo me da una sonrisa triste.
—Pero... —hablo de nuevo—. ¿Cómo estás tan seguro que serán de confianza o si aceptarán pertenecer al grupo?
—Porque en los informes de la desaparición del padre de la chica está el nombre de Madeline Bonnedetti. Ella se encargó de hacer desaparecer a Joaquín por no querer colaborar con ella y el cartel al que se enfrentó Carlos es el que hace sus exportaciones de Loriam a Bajtrioni.
—Los Bonnedetti.
—Exacto.
—¿Qué opinas de estos dos? Hay más opciones, por supuesto, pero son los mejores que hay por el momento.
—Me parece bien —admito.
—Entonces, Black, te pido una cosa —habla—. Tienes que analizar bien el entorno en el que viven antes de ir con ellos. Lee la información para saber con quién tratarás.
—Lo haré, no te preocupes.
Continuamos viendo más hojas donde me explica la ubicación de cada uno. Antes de salir de la habitación, le pido que me haga un favor.
—Sé que te he pedido mucho estas últimas semanas, en espacial estos días...
—No tengo problema con eso. —Me tranquiliza—. Sabes muy bien que en lo que pueda ayudarte, lo haré.
Asiento agradecida y suelto un suspiro antes de hablar.
—¿Puedes hacer de alguna manera que lleven a Alessandro a un mejor hospital? Claro, sin que sus padres sospechen y como sé cómo eres, de una vez te digo que yo me hago cargo de los gastos.
—No tengo problema con hacerlo —sonríe—, pero si tú quieres hacerte cargo no me opondré. Pero no te preocupes, estará en un mejor lugar.
Salimos de la mansión y caminamos hacia mi auto. Me subo y bajo el vidrio de lado del copiloto para poder hablar con él. Este se agacha para estar a la altura.
—Recuerda —aconseja—. Ambos tienen cuentas pendientes con Madeline. Solo tienes que hablarles de eso y los tendrás en tu equipo... o no. Trátalos con especial cuidado porque no sabes la reacción que tendrán al conocer a Black.
—Lo haré, pero... ¿cómo hiciste para conseguir tanta información sobre ellos?
—Soy Berne Byrlem —informa con una sonrisa arrogante—. Consigo lo que quiera.
Afirmo con un asentamiento de cabeza y dejo que se aleje del auto para arrancar. Abro la carpeta de encima y veo la primera ubicación a la que iré.
«Solo tengo que hacerles recordar que tienen cuentas pendientes con Madeline». Me recuerdo.
Me espera un largo camino.
Se vienen cositas...
Hola, pues ¿Cómo va todo por aquí? A la fecha que estoy escribiendo esto, solo faltan 5 días para celebrar navidad, y espero que todo en sus preparativos hayan salido bien.
Por otro lado, sí, se vienen cositas. A partir de aquí vamos a tener otro entorno en la historia y sé que les gustará. Es la segunda parte de la historia y decidí hacerlo así porque noté un cambio en cuanto al ambiente en que lo escribí.
Espero les guste esta historia.
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