18 | Culpa

BLACK

Asco, eso es lo que siento, por mí. Asco por meterlo a mi mundo, asco por no acompañarlo, por lo que soy. Verlo así, en la camilla todo golpeado y apenas reconocible me destroza, me parte el alma.

Ahora que estoy justo en frente sin que él pueda verme, me parte el corazón.

Tengo ambas cosas destruidas: corazón y alma, y sé que jamás podré reponer todos los pedazos.

Gracias a él había vuelto a tener esperanzas, él fue quien se enamoró de mi a pesar del tipo de persona que soy, de lo que hago. Pero es muy tarde, siempre es tarde con las decisiones que tomo y sé que he dejado pasar mucho tiempo para aprender la lección.

—Encontraron al señor Alvez en el área de estacionamiento del muelle —anuncia la enfermera que me acompaña—. Los bomberos recibieron la llamada de un hombre.

—Pero se repondrá, ¿cierto?

—Cuando los bomberos llegaron ya estaba en una situación crítica, tenía tantos golpes en el cuerpo, en especial en la cabeza.

Solo asiento, observándolo a través de esta pared transparente. Lleva puesto vendaje en la cabeza y en el área del estómago.

—Lo siento mucho, señorita —lamenta.

Está por irse, hasta que parece recordar algo y veo como saca un objeto de su bolsillo.

—Por cierto, supongo que esto era para usted. —Extiende su mano para entregarme un pequeña caja.

Se despide con un asentamiento de cabeza, dejándome sola en el pasillo.

Observo la pequeña caja que tengo en mis manos y la abro lentamente. Una sonrisa de nostalgia se asoma a mi rostro, llevando de inmediato lágrimas a mis mejillas.

Es simplemente hermoso.

Se trata de una gargantilla fina plateada con un dije pequeño de estrella. No es algo exagerado. Alessandro definitivamente me conoce más que nadie.

La tristeza borra toda emoción de felicidad en mi cuerpo. No, la tristeza no, la ira. Ira por quién le hizo esto. No puedo soportar estar más aquí, sin hacer nada, así que llevo la caja a mi pecho porque simplemente me encanta.

Termino guardándola en la bolsa de mi chaqueta y me despido con la mirada de Alessandro. Camino a toda prisa por el pasillo y al acercarme a un bote de basura me quito el traje y lo coloco ahí.

Empujo las puertas para salir donde se encuentra Doble B y antes no me he percatado de las tantas personas que se encuentran esperando a sus familiares. Eso hace que vuelva a la realidad.

Me siento mareada y con nauseas, así que corro hacia un baño. Escucho la voz de Doble B, pero la ignoro. Ya en el lavado me veo en el espejo.

Tengo los ojos hinchados de tanto llorar. Me veo tan estúpida.

Sí, eso es lo que soy. Inocentes pagan por mis actos, por una estúpida venganza y me arrepiento, pero ya es tarde.

Enciendo el grifo para lavarme la cara y al finalizar, escucho como la puerta es tocada.

—Adria.

Es Byrlem.

«No los merezco. No merezco nada de lo que tengo».

Aprieto mis puños y golpeo el lavado, no siento molestia alguna porque la tristeza es más fuerte que un simple golpe.

—Adria. —Vuelve a llamar—. Por favor, no hagas una locura. Piensa en él. Te necesita ahora más que nunca, tienes que estar a su lado. Sabes que no te dejaré ir a ninguna parte para que hagas una locura.

Y no tiene porqué detenerme. No pienso irme, al menos no por ahora.

Tengo ese sentimiento en el que quisiera que todo el mundo desaparezca, en el que solamente estemos él y yo. Alessandro y yo. Pero Doble B tiene razón. Por el momento necesito estar aquí, a su lado.

Camino hacia la puerta para salir y me topo con mi amigo recostado en la pared con los brazos cruzados. En cuanto avanzo para regresar a la sala, él sigue mis pasos.

Esta vez voy a paso lento y antes de cruzar, escuchamos una conversación que hace detenernos.

—Los paramédicos informan que un hombre hizo la llamada —habla una voz conocida—. Cuando llegaron, el señor Alvez ya estaba muy mal y no fue un robo porque tenía sus pertenencias, fue algo planeado, ¿el muchacho fue el atacante ya que desapareció de la escena?

Es el inspector Denis.

Me asomo para saber con quién está hablando y creo que se trata de su asistente.

—El señor Alvez tenía muchos enemigos cerca por las investigaciones que estaba sacando a la luz. Haz un listado con los nombres, incluyendo a los que dejó de investigar de golpe: Black.

» Puede que volviera a investigarla y eso la hizo enojar y decidió no tener obstáculos ya que todos saben que el señor Alvez es uno de los mejores recopilando información. Lástima que no quiso ser policía.

Doy un paso al frente, pero Doble B me sostiene del brazo para que no avance.

—No es para nada prudente que nos vean —susurra—. Se harán muchas preguntas al vernos aquí. No te preocupes —agrega al ver que estoy por protestar—, ya me he encargado de eso con los doctores y las enfermeras.

«Pero entonces ¿qué hago?».

—Vamos —dice—. No podemos quedarnos aquí, si es posible más tarde regresaremos; necesitas dormir.

Me dejo guiar hasta que subimos a su auto. Dejo el mío ya que Doble B ha pedido que lo vengan a recoger.

Salimos del estacionamiento y en todo el camino recuesto mi cabeza sobre el vidrio. No puedo dejar de llorar, el nudo en mi garganta es grande, quisiera gritar, sacar todo lo que siento; arrancarme el corazón para no seguir sintiendo este terrible dolor y sentimiento de culpa.

Llegamos a casa y me he quedado un rato ida, hasta que Doble B habla:

—¿Quieres que me quede?

Tardo unos segundos en responder.

—Preferiría estar sola.

—Adria...

—Gracias por permanecer siempre conmigo.

Me bajo del auto y camino hacia la entrada. La tristeza me vuelve a invadir, pero esta vez más fuerte. Recuesto mi cabeza en la puerta y empiezo a sollozar.

Siento a Doble B posicionarse a mi lado apartándome para poder abrir la puerta.

—No te dejaré sola.

Me acompaña hasta la sala y ahí camino hacia las escaleras y me volteo para hablarle.

—Sabes que esta es también tu casa, si tanto insistes en no dejarme sola el cuarto de invitados está siempre listo, casi nuevo ya que el único que lo utiliza es Erick... —. Me doy cuenta de algo—. Oh, Erick.

—Yo le informaré, no te preocupes.

—Lo mejor será no despertarlo a estar horas y preocuparle.

Lo observo por un rato y me doy cuenta de lo mucho que lo quiero. Siempre ha estado aquí, en mis peores y mejores momentos. Doble B es una de las pocas personas que he tenido por mucho tiempo a mi lado.

—Iré a descansar —informo.

Subo para ir a mi habitación, ya adentro me recuesto en la cama pensando en los buenos momentos que he pasado al lado de Alessandro, quedando dormida.

Escucho de lejos que alguien toca la puerta, haciéndome despertar, la luz del sol que atraviesa la ventana hace que entrecierre los ojos. La puerta es abierta por Doble B, quien veo, trae una bandeja consigo.

—Tienes que comer —habla—. Ayer no comiste y te puede hacer daño.

Me siento a su lado para no quedarme acostada.

—No tengo nada de hambre.

—Come.

Lo sostengo de la mala y me llevo un pedazo hacia la boca.

—¿Tú ya comiste? —pregunto.

—Sí, desde la mañana.

—¿Qué hora es?

—Medio día.

—Mierda. —Como más.

—Mira, no quiero dejarte sola, pero dejé cosas pendientes y necesito resolverlas.

—No te preocupes, no es tu obligación estar aquí. Yo estaré bien.

—No me iría si no fuera importante. Prométeme que no harás ninguna locura.

—No haré nada. No tengo los ánimos para hacerlo. Me quedaré aquí todo el día.

—Sabes que tienes a personas que te quieren. Volveré pronto.

Antes de retirarse me da un corto beso sobre la frente.

Hay dolores que ni la medicina moderna puede curar y Adria sentía ese dolor muy dentro del alma.

Creo que ha sido el capítulo más largo que he escrito hasta el momento. Creo.

Bueno, ¿qué tal? Doble B me cae muy bien, me gusta como, a pesar de su comportamiento serio, es cariñoso y amigable con Adria y, lo más importante: trata de comprenderla en sus acción a pesar de que no estén bien la mayoría de veces.


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