capítulo 7: búsqueda y exorcismo

[¿Qué puedo decir?, está vida me escogió, ese pretexto siempre lo usó para no aceptar toda la responsabilidad, ayuda un poco pero me hace sentir una mierda después de decir eso, esa sensación a bilis qué me llena la boca al decir esa estúpida frase, siento qué le doy la espalda a los valores qué me enseñó mí primer padre, sí me viera en el hombre qué me convertí estaría decepcionado por mí forma de ser, pero orgulloso por qué ayudó a las personas con sus problemas, una combinación de sentimientos poco inusuales a mí parecer, no pasa un día sin hechar de menos a mí familia, esas preguntas al aire que hago, ¿cómo están?, ¿cuánto tiempo sin verlos?, ¿qué hacen?, ¿podré verlos nuevamente?, está asqueada vida qué tengo me enseñó una cosa, lo único permanente en este mundo es la impermanensia.
Pero no están aquí para ver mis quejas ni para sentir lástima por mí, están aquí para saber qué tan lejos llegué en la vida, iniciando con la niña qué estoy apuntó de rescatar junto con la policía.]

Policía: Aquí tiene (me entrega el mapa y el cepillo dental, era fácil saber que era de ella por la temática infantil que tiene)

-Gracias (tomó las cosas y voy a la mesa) ok

Detective: ¿Has hecho esto antes?

-Claro, lo hago para que no buscar bebés extraviados

Detective: Ok (en esa pequeña frase demostró demasiada inseguridad hacia mí)

[Todos los policías y la detective se me quedaron viendo, cómo sí fuese a hacer un espectáculo estilo las vegas, odio la atención innecesaria pero tenía qué concentrarme en buscar a la niña, me concentré solamente en ello, tomé el cepillo de dientes y con mí encendedor empecé a quemar las hebras hasta qué humo empezó a salir del cepillo, hinale profundamente y al soplar disipe el humo en el mapa empapandolo por completo de humo, tardó pocos segundos en disiparse, dejando ver una pequeña marca quemada.]

-Hay está, ese es el lugar, ¿qué hay en ese lugar?

Detective: Una tienda de venta y renta de trajes

-¿Esra muy lejos?

Detective: Está a diez minutos en auto

-Vamos

Andrea: Tú te quedás, ya cumpliste con tú parte del trabajo, ahora dejaselo a nosotros

-Aún no entiendes lo qué esta en juego, esa niña fue poseída y ninguno de ustedes podrá hacer nada, ire con ustedes sí o sí

Andrea: Detective, póngale las esposas, estará en el interrogatorio por 24 horas

Detective: Pero, capitana

Andrea: Fue una orden

Detective: Sí señora (resignado y con la cabeza abajo me esposo por la espalda) perdoname

-Es tú trabajo después de todo

[Después de eso todos los oficiales disponibles fueron al lugar de los hechos y yo me quedé con el detective, ambos nos subimos a su auto y condujo hasta la parte trasera de aquella tienda, ambos nos bajamos y me quito las esposas.]

-Te quitarán la placa después de esto, lo sabes ¿verdad?

Detective: Este trabajo me fascina, pero desde hace un tiempo me separé de mí familia, extraño a mí hijo y sí dejando la policía podré verlo nuevamente, qué así sea (esa frase tan emocional lo dijo con la seguridad qué no me mostró antes)

[Después de ese momento tan inspirador y lleno de esperanzas, los dos nos adentramos a las fauses del mal, era de esperar qué cuando entramos a ese lugar se viera bastante terrorífico por los maniquíes qué había, tratamos de ignorar eso y ambos seguimos adelante llendo detrás de la tienda, fácilmente parecía un almacén pequeño, ambos paramos al escuchar un ruido, él se adelantó con su arma enfrente y yo fui detrás de él con la guardia en alto y con un trozo de raíz de mandrágora para auyentarlo, la tensión en el ambiente podría cortarse con una uña, nadie decía nada, sólo aguardamos a qué algo suceda, qué la pequeña por fin aparezca y acabar con esto de una vez, toda la ropa en los percheros y las cajas amontonadas nos quitaban visibilidad del lugar, parecía más un laberinto de ropa y eso no era agradable y menos al escuchar un grito bastante cercas de nosotros, nadie sabía de quién fue y adivinar no nos hiba a llevar a ningún lado así qué corrimos y trepamos las cajas, ya en las alturas vimos una escena qué arruinaría el apetito a cualquiera, esa niña parecía estar devorando a un empleado, no tardo mucho en aparecer la capitana, cuando vio eso sus ojos dejaron ver el miedo qué tenía, su arma temblaba, tal parece qué jamás vio algo parecido en toda su carrera, su piel se tornó pálida al ver cómo esa dulce e inocente niña arrancaba los huesos del pobre hombre y lanzaba las entrañas a dónde sea bañándose de sangre en el proceso, era espantoso lo qué veíamos hay en frente, pero no era tiempo de mirar, era tiempo de actuar, salté sin pensarlo con la raíz de mandrágora en manos, la envolví en mis brazos y el forcejeo de la niña fue inhumano, literalmente estaba sujeto a su cuello y ella me carga cómo sí fuese una pluma, acerqué la raíz a su cara y cayó al suelo soltando gritos qué fácilmente podrían romperte los tímpanos, estando ambos en el suelo trate de someterla y liberarla del mal pero la niña me empujó con ambos pies justo en mí abdomen lanzandome lejos perdiendo entre mis manos la raíz de mandrágora llendo de lleno a las cajas de ropa.
La capitana quiso ir a ayudarme pero la niña poseida se puso enfrente de ella, la capitana apuntó su temblorosa arma a la niña, mientras ella daba pasos hacia atrás, la niña caminaba hasta ella, la distancia disminuía lentamente hasta qué la espalda de la capitana tocó la pared, la niña sólo gruñia y empezó a avanzar en cuatro patas haciéndolo ver tan natural, cómo sí caminará así toda la vida, la niña hiba a saltar directamente a la capitana, pero fue atacada por una cabeza maniquí, al darse vuelta vio a mi amigo detective qué tenía en manos un brazo de maniquí, la niña gruño con fuerza viéndose cómo una bestia, ese acto de valentía hizo qué cambiase de presa, fue con velocidad a atacar al detective y este sólo estaba temblando, ninguno de los oficiales podía hacer legalmente nada, no podían disparar por miedo y por qué sus leyes tampoco se lo permiten, ambos hiban a morir, ambos estaban entre la espada y la pared, para ventaja de ambos a mí nunca me gustó seguir las leyes, al levantarme de las cajas vi a la niña llendo atacar al detective, no podía permitir qué mí único amigo en el mundo sufriera por mí, estaba arto de perder a alguien más así qué use nuevamente mí encendedor y al sacar la flama use mí mano libre y agarré la flama convirtiendola en una bola de fuego qué lanze a la niña, la capitana y él detective sólo me observaron y pareciera qué me dieron las gracias con la mirada, yo me encamine a la niña debilitada con otra bola de fuego lista para lanzar.]

-¡Última oportunidad!, ¡largate, deja la niña y no vuelvas nunca!

[La niña sólo gruño otra vez y salto para matarme, cerre el puño envolviendo mí mano cerrada en una bola de fuego y espere a qué se acercara lo suficiente para brindarle un gancho directo al abdomen separando a la criatura de la niña, aquel demonio salió disparado a una pared y la niña quedó entre mis brazo inconciente, tanto la capitana cómo él detective corrieron hacía mí.]

Detective: ¿terminó?

-No (le entrego la niña a la capitana) aun no, apartir de aquí me emcargo yo, vallanse, aun puede poseer a alguien

Andrea: Ten mucho cuidado (recibe con delicadeza a la puberta entre sus brazos)

-No prometo nada

[Ambos se fueron y yo me quedé a solas con él demonio dejándome con una sonrisa de oreja a oreja, volví a preparar mí puño de fuego y fui directo a esa cosa, cuando vi ese demonio por un momento sentí una pequeña pizca de lástima, lo otro qué sentí qué desbordaba era satisfacción, cuando el demonio volvió en sí trato de hacerse el rudo, cosa qué no le funcionó en lo absoluto, me mostró sus afilados dientes de tiburón y unas garras tan obscuras cómo la noche misma, tan sólo lo tomé del cuello y lo eleve hasta estar a mí altura, y con mí puño envuelto en fuego empecé a golpearlo hasta dejarlo desfigurado y quemado de la cara, fue golpe tras golpe, nunca me detuve, seguía golpeandolo hasta sentir la pared con mis nudillos, dejé caer el cadáver del demonio y le coloque aquel trozo de papel convirtiéndolo en esa masa viscosa y negra siendo absorbida por la hoja de papel, cuando acabó salí por dónde entre y saqué la cajetilla de cigarrillos y coloque uno en mí boca y con el encendedor lo prendí y empecé a fumar, en mí camino a casa evité la prensa y la multitud de personas qué había afuera, dejando por terminado un caso más, siendo lo peor de todo esto fue qué nadie me pagó por el trabajo.]

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