➳ix ;
¡Hola, soy yo! La irresponsable:D Lamento tardar demasiado, pero prioridades primero u.u por más que me encante escribir tengo otras cosas que hacer... AUNQUE AHORA ESTOY LIBRE PARA DARLE AMOR A ESTA HISTORIA.
Prometo subir en cuanto antes la otra de aliens D: No crean que el BillDip murió para mi
——
Dipper peinó con desesperación los cabellos que cayeron sobre su frente hacia atrás, tratando de evitar que estos obstaculizaran su vista. Aunque no tuviera la mirada fija en una cosa específica, su mente estaba proyectando delante sus ojos una memoria que por poco se va al olvido. Era la noche en donde el asesino entró a su oficina, y no sólo lo asustó, sino que le dijo algo por lo que pensar.
El acertijo.
Lo que susurró entre dientes sobre su cuello; ¿Qué te arrebata el aliento ante la cercanía y te succiona el alma con una mordida?
Un bufido fue lo único que se permitió emitir ante aquella pregunta, la respuesta estaba justo frente a sus narices y era la única prueba que necesitaba. Era evidente que se trataban de las criaturas nocturnas, los vampiros. Tal vez Bill cambie de opinión al respecto con lo que su mente le envió, pero ahora no era momento para comentar nada al respecto, necesitaba tiempo para conseguir más pruebas.
Llevando una mano a su cuello, su sangre se heló. Aún recordaba el tanteo de dos puntos puntiagudos sobre su cuello. Estaba a punto de ser mordido.
¿Será que le estaba dando una advertencia? ¿Algo con que asustarlo o que lo hiciera pensar más a fondo su situación?
Para ser sinceros, Dipper ya estaba exhausto, y esa era la razón por la que actualmente estaba sentado sobre la cama de su habitación, relajándose entorno al suave material del colchón junto a las sabanas. Dejó caer con delicadeza su cabeza en el respaldo de su cama, sacando un suspiro en el trayecto, intentando no pensar tanto en el acertijo del asesino y prefiriendo relajarse aunque sea solo cinco minutos.
No pasaron ni veinte segundos hasta que escuchó su celular sonar, quebrando el ambiente silencioso en el que se veía adentrado.
—¿Por qué a mi? —gruñó, tomándose su tiempo en buscar su celular entre las sabanas de su cama.
—¿Cómo se encuentra mi detective favorito? —sonó una voz ronca y burlona al otro lado de la línea cuando Dipper contestó la llamada desde su celular.
—¿Bill?
El castaño no pudo evitar sonreír al escuchar una afirmación infantil por parte del rubio. Llevaba alrededor de un par de días sin saber nada de él, pues era tradición que el fin de semana fuera solamente dedicado a descansar del trabajo, aunque Dipper no lo hizo del todo.
—¿Estás ocupado esta tarde? —preguntó. A Dipper se le erizó la piel y no sabía si era por la pregunta o por la voz del otro hombre.
Se tomó un corto tiempo al responder, mirando el calendario que yacía en la pared de su costado. Eso no servía de nada, ya que no había ningún apunte en el viejo papel que marcaba el mes de Agosto.
—No realmente —murmuró, sentándose con lentitud en el borde de su cama—, estoy considerando descansar un poco de todo esto.
—¡Justo lo que necesitas! Te tengo una propuesta que no negarás.
Dipper hizo un pequeño silencio incitando a Bill a que terminara su explicación.
—¿Te gustaría venir a mi casa?
Bill se encontraba sonriendo en esos instantes, Dipper no había dicho nada durante ese rato pero aún así podía escuchar los fuertes latidos de su corazón. Tuvo que relamer sus labios ante aquella melodiosa música para sus oídos, acariciando con su mano su estómago para saciar cualquier otro tipo de pensamientos.
[...]
Nunca había estado tan tembloroso en su vida, ni cuando aprendía a caminar desde bebé. Sentía como si fuera conocer a la persona más poderosa del mundo. Era un completo desastre en esos momentos.
Justo ahora, Dipper estaba emprendiendo camino por un sendero terroso entre el bosque que Bill le había indicado.
Bill.
No pudo negarse ante su invitación, después de todo tendría que pasar esto en cualquier momento de su amistad, conocer los lugares de estadía entre ambas entidades. Ahora que se lo preguntaba, no creía si tendría el permiso de sus tíos de llevar gente a su cabaña. El permiso sería aceptado si conociera por más tiempo a Bill, ganar de su confianza.
Confianza.
Recordaba esas cuatro palabras que el rubio declaró. "Debes confiar en mi". Y claro que lo deseaba, aunque por el momento no se sentía del todo cómodo ante su presencia. Todo es cuestión de tiempo para que las cosas se vuelvan más estables entre ambos.
Los asesinatos son su principal prioridad antes de la amistad.
Por más que se sintiera inconforme con la idea, era la realidad. Su caso seguía en pie.
Detuvo sus pasos al mirar desde la lejanía una cabaña desolada. Se acercó a paso inseguro, dudando por unos segundos que el lugar estaba vacío. Mientras más se aproximaba, el ambiente se sentía agobiante, y no entendía si era por el cansancio o por la gran bola que se formó en su estómago que le comenzaba a pesar.
Un fuerte hedor se disperso por una zona en específico, originando una mueca de nausea sobre sus rasgos faciales. El olor provenía por entre dos arbustos a unos metros detrás de la cabaña. Estaba por inspeccionar hasta que, en un agarre un tanto brusco, algo tiró de su brazo y lo arrastró unos cuantos pasos por detrás.
En un parpadeo, se encontraba entre los brazos de alguien. Dipper tardó un poco en reaccionar, alzando sus ojos hacia la cara del sujeto, encontrándose primero con una gran sonrisa que emanaba burla y alegría, terminando con unos ojos color miel que se entrecerraban por su sonrisa.
No se inmutaba de la postura en la que se encontraban, la cual constaba con cierto rubio rodeándolo con un brazo sobre su espalda, apoyando todo su peso, y su otro brazo cruzando sobre su vientre, sujetando de su cadera.
Dipper tuvo que parpadear un par de veces antes de enrojecer, riéndose del pequeño embrollo en el que se hundió.
—Buen día, detective —saludó en un susurro, cambiando la postura de su sonrisa a una más sutil.
—Hola —murmuró avergonzado, estabilizando sus pies sobre la tierra bajo sus zapatillas.
Encontraba fascinante y extraño el hecho de que no sentía el calor corporal de Bill, ni siquiera una ligera calidez con el roce de dedos haciendo contacto con la piel cerca su cadera. El escalofrío no tardó en llegar, recorriendo cada parte de su espalda.
—Está haciendo un poco de frío aquí afuera, ¿no? Deberíamos entrar —sugirió, inclinando su cabeza un poco, señalando la puerta de la cabaña.
Bill se ganó el asentimiento de Dipper, ayudándole a pararse correctamente, aún no soltando de su brazo.
—¿Quiéres algo de tomar? —preguntó al momento en que ambos entraron por la puerta de la cabaña, enfrentándose a la calidez del interior, aunque Bill no lo sentía del todo.
—No, estoy bien —adimitó, admirando su alrededor—, gracias.
—No hay de que, Pino —dijo, tomando asiento en el sillón de su sala, indicando al castaño que se sentara a su lado.
Dipper accedió, aunque con un amplio espacio entre ambos cuerpos. Miraba su alrededor con asombro, pues la casa era preciosa, tenía objetos modernos que los Noroeste podrían tener.
Una television se encontraba frente a ellos, dejando ver solamente el reflejo de ambos chicos sentados sobre el sofá. Entonces ahí, el castaño notó la mirada de Bill sobre la suya en el vidrio de la pantalla y cómo estiraba de una forma un tanto disimulada su brazo por el respaldo del sillón, recargada justo detrás de sus hombros.
Bill sonreía con satisfacción, tener un televisor hecho de plata también solía ayudarle para ver su propio reflejo, aunque fuese a duras penas.
El televisor fue encendido por el rubio, quien puso un canal en general.
—¿Haz hecho algo interesante en estos días, Pino? No te he visto últimamente.
—No del todo, solamente unos cuantos apuntes en mi libro con respecto al asesino —suspiró—, siento que estamos a unos pasos de averiguarlo.
—Con respecto a eso, deberíamos tomar el caso con calma, demasiada presión te está afectando. Te ves más agotado.
Ante lo dicho, Bill desvío su atención del programa para girar su cabeza en torno al castaño que se encontraba ya mirándole atentamente. Sus cejas estaban fruncidas y un puchero amenazaba con aparecer en sus labios.
Adorable.
—¿Afectándome? —preguntó inconcluso, frunciendo aún más sus cejas—, estoy bien, sí eso era lo que te preocupaba.
—No lo estás.
Bill apoyó su mano sobre la barbilla de Dipper, alzando su mentón junto a su mirada. Efectivamente, habían enormes ojeras bajo esos ojos chocolate, dándole un aspecto un tanto enfermo.
—Sabes que aún hay gente aterrorizada con el asunto de los asesinatos nocturnos, no puedo dejar esto ni por un momento.
—Me preocupa el caso, pero me preocupas más tú —dijo con dejes de desmotivación en su voz.
Dipper escuchaba sus palabras con cautela, no notando lo cerca que se acercaba Bill, cerrando de a poco el amplio espacio que había entre ambos.
—Es algo que a fin de cuentas debo hacer, Bill, por más que quiera descansar no habría ninguna mejora —mumuró, sintiéndose más alerta en lo que se veía metido en esos instantes. ¿Por qué se está acercando?
—Entonces es algo en lo que deberíamos trabajar más unidos, dame todos tus apuntes, todo lo que haz hecho sin mi —Bill se aplaudía mentalmente, un movimiento más y lo conseguiría—. Seré más de ayuda de lo que tú crees.
Un cosquilleo se dispersó por su cuerpo al sentir el aliento del otro chocar contra su rostro en un gentil roce. Dipper se hacía más consciente de lo que ocurría, dejando que sus ojos se abrieran al tope.
Bill podía escuchar el retumbar del corazón del mortal, aún más fuerte de lo que fue en la llamada. Quería sonreír en esos instantes por lograr su cometido, cantando victoria a los siete mares.
Estaba por besarlo, descendiendo sus labios de a poco a la altura de los del castaño, pero el momento nunca llegó. Dipper giró su rostro, tosiendo un par de veces para disimular lo que estaba por pasar.
—Creo que esto está yendo muy rápido —confesó, rascando su nuca, sin dedicarle mirada alguna al rubio.
Bill se separó de golpe, sentándose estrecho en su antiguo puesto, con sus labios formando una línea recta. ¿Qué salió mal? Así se enamoraban los mortales, ¿no? A menos que en este siglo las cosas hayan cambiado para los romances juveniles.
—¿Me disculpas un momento? —preguntó no esperando por la respuesta de Dipper para irse a paso rápido de la sala.
Al llegar al baño, remojó su rostro con agua del grifo, despejando su mente. ¿Acaso debía besarlo primero y después halagarlo? Alzó su cabeza al espejo para ver su reflejo, pero no encontró nada. Había olvidado que era invisible en esas cosas. Otra razón por la cual los vampiros no salían en las cámaras de seguridad.
Con un gruñido, estampó su rostro en el espejo, sin romperlo, desesperado. ¿Qué debo hacer?
La realidad golpeó a Bill Cipher.
——
Tienes que hacer algo mejor que eso, Bill e,e Los Pinos de hoy en día no son fáciles.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top