🦋Capítulo 8🦋
Sentía que Adair, mi hermana mayor con diecinueve años, fue la segunda más afectada.
De hecho Roma movió varios cables para que el viento chocara con su cara un papel de publicidad de una psicóloga.
Aunque los primeros meses se rehusó, al final termino yendo.
Adair lloraba en las noches y sonreía en las mañanas.
Adair hacia las tareas que mamá tenía que hacer pero con ella incapacitada, mi hermana se hacía cargo.
Llevaba y recogía a Aina del colegio, hacia las tres comidas, procuraba tener la casa siempre limpia, ayudaba a Aina con sus tareas y la acostaba. Hacia su tarea y me visitaba en el cementerio, siempre trato que mi tumba se viera arreglada y limpia cada vez que ella iba.
En las noches Adair se lamentaba y se culpaba.
Adair sufría por dentro.
Adair alejo a sus amigos, no quería preocuparlos.
Pero uno se quedó y la ayudo.
Yo agradecía a ese amigo que se había quedado, había hecho que mi hermana se quitara un peso de sus hombros, había hecho que mi hermana riera de nuevo.
A veces guardares las cosas para ti puede tomar factura, pedazos de ti se van rompiendo por el peso de los problemas.
Adair estaba muy roto, aunque ese amigo la ayudo, su psicóloga término de pegar sus pedazos rotos.
Adair iba al cementerio todos los 2 de cada mes.
Al cuarto mes llevo a su amigo y me lo presento.
Me cayó bien, hacía reír a Adair.
Al año me enteré que estaban saliendo.
Adair y Jonathan jamás dejaron de visitarme.
"Te quiero, hermanita, nada de esto fue tu culpa, estoy muy feliz ¡eres una luchadora de lo más valiente!"
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