Capítulo 4
Thomas se quedó anclado a su lugar por aquel instante. No sabía si estaba soñando, no sabía si aquello era una extraña coincidencia, pero ese par de ojos color miel observándole en silencio detrás de un par de vidrios ahumados, le había hecho perder todo el hilo de sus pensamientos en menos de un instante. No sabía cómo reaccionar, siquiera entendía la razón por la que el castaño estaba ahí.
Apretó los labios en un gesto casi natural, notando como era el otro quien daba el primer paso en su dirección, todo aquello después de haber tirado su nombre al azar.
Thomas quiso retroceder, regresar justo por donde había llegado, negándose aun a enfrentar al hombre que había estado atormentando sus pensamientos durante los últimos meses. No estaba preparado, no sabía qué decir por ese instante. ¿Cómo debía enfrentar la situación? No había tenido noticias de él, no se habían comunicado, todo había quedado en el medio de un vacío tal, que la situación se había convertido demasiado turbia y confusa, logrando que los protagonistas establecieran un mar de distancia para mantenerse a salvo.
El británico cerró los ojos y bajó la mirada al tiempo que notaba como las gotas de lluvia comenzaba a mojar su calzado, a humedecer sus hebras rubias. Cuando sus ojos volvieron a alzarse, la figura de Dylan a unos cuantos pasos de él finalmente le hizo reaccionar.
—Tommy —el timbre del tono de voz de Dylan sonaba confuso, lejano, quizá hasta podía notar una pizca de dolor en él. Pero ni aquello fue suficiente para derribar la barrera que Thomas ya había alzado de nuevo a su alrededor. Debía mantenerse firme, debía evadir cualquier mínimo detalle que le recordara las mil razones por las que ese hombre lograba robarle el aliento.
—Estás muy lejos de América, Dylan —Thomas quiso sonreír, pero en lugar de ello un extraño gesto se pintó sus facciones. La lluvia ya había comenzado a bañar el rostro de Dylan, quien segundos antes, había terminado por quitarse los lentes de sol, permitiéndole perderse en aquella mirada color miel.
—Sí, bueno, hay personas que valen la pena en este lado del charco —Dylan sonrió, sintiendo como la lluvia ya había comenzado a bañarle, a hacerle olvidar que se hallaba debajo de la línea de los cinco grados y que de no moverse, cogería una maldita hipotermia.
—Un mensaje hubiese bastado —Thomas hizo una pausa, terminando por llevarse la mano enguantada hasta la nariz, apartando las incomodas gotas de agua que se deslizaban por la punta de la misma. Tiritaba un poquito, el frío comenzaba a calarle y sabía que debía parecer un lunático hablando con otro en el medio de aquel lugar.
—Ambos sabemos que eso no es cierto, Tommy, nosotros...
—No tenías que molestarte, Dylan, no tenías que venir. No tenías qué hacer esto, en serio —Thomas le interrumpió, tratando de romper su interior para hallar los retazos del recuerdo que había luchado por olvidar. Debía anclarse a la verdad, a los hechos, debía aceptar lo que había sucedido debía... Debía irse de ahí.
—¿Quieres dejarme hablar, Sangster? —fue la sonrisa socarrona en los labios de Dylan la que finalmente capturó la atención del rubio británico—. Lo siento, Tommy, lamento todo lo que sucedió ese día, de verdad...
Thomas parpadeó confundido, notando como el menor hacía una pausa, como si tratase de encontrar el resto de las palabras que atoraban por aquel instante en su garganta. ¿Por qué se estaba disculpando exactamente? El británico estuvo a punto de contestar, de detener la dulce tortura que las palabras de Dylan representaban para él por aquel instante, pero el trueno a la distancia le hizo desistir de sus pensamientos en menos de un segundo. La lluvia solo empeoraba sobre sus cabezas, sus labios tiritaban, estaba seguro que de continuar un minuto más debajo de la lluvia acabarían en el hospital antes de finiquitar la charla. Probablemente había sido por ello que no dudó en sujetar la mano de Dylan, sonriéndole, sacándole del remolino de pensamientos que parecía consumirlo por aquel instante.
—¿Podemos continuar esta charla en mi casa, Dylan?
Dylan solo asintió y sonrió casi de manera instantánea.
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Thomas observó a Dylan durante un largo minuto. El castaño estaba sentado sobre la alfombra con los pies recogidos, mientras pasaba la toalla sobre su cabello. El fuego en la chimenea ardía, brindando más calor del que la calefacción podía producir por aquel instante.
Él por su parte, se limitaba a tomar asiento en el sofá de tres piezas, al tiempo que secaba sus hebras doradas con la toalla que Ava le había obsequiado en alguna navidad.
Se habían quedado en silencio desde que habían llegado a su hogar. Thomas sabía de antemano que sus padres habían salido de la ciudad, mientras que Ava se hallaba en Italia, de vacaciones con unas amigas. Tenía la casa completamente sola para él, y a ese punto no podía pensar si aquello era bueno o malo.
Un suspiro brotó de los labios del rubio por aquel instante, al tiempo que dejaba la toalla de lado y acababa por ponerse en pie de nueva cuenta. Necesitaba ocuparse, quizá hacer algo de café. Dylan se había quedado en silencio y por cortesía —o por miedo—, no quería ser él quien tomara la palabra.
—Thomas —el nombre de cariño había desaparecido de los labios de Dylan. Aquello llamó la atención del rubio, quien se había detenido en seco, observando al castaño apenas por la periferia de su vista—. No sé realmente como empezar esto ¿Sabes? Ensayé más de mil maneras de hacerlo en el avión y justo ahora, no puedo recordar alguna —Dylan sonrió al tiempo que se ponía de pie y caminaba hasta donde se hallaba el rubio por aquel instante.
—No sé de qué quieres hablar, Dylan. Me quedó claro desde ese día que no querías saber de mí. ¿Podemos dejar de poner excusas? Solo suéltalo, O'Brien —no quería sonar tosco, pero sinceramente, Thomas estaba en su propio límite. No estaba preparado para ver a Dylan, al menos no aún.
—¿De qué hablas? ¿Yo no quería verte? ¡Pensé que tú no querías! —los ojos de color miel se abrieron con contrariedad por aquel instante, Dylan realmente dudaba de lo que estaba brotando de los labios de Thomas.
—Yo te busqué Dylan. ¿Puedes adivinar quien no cogió el móvil y se presentó dos meses después? —los labios de Thomas se apretaron por aquel instante. Había inyectado dolor en sus palabras, no quería rememorar ese día, no quería desenterrar los sentimientos que había luchado por superar, solo quería que aquello acabara, que Dylan se marchara.
—¡Tenía miedo! —El castaño se defendió mientras cogía una de las muñecas del rubio, asegurándose que este no abandonara la habitación, aunque probablemente, aquello era lo último que surcaba la mente del británico por aquel instante—. Estabas ebrio, yo lo estaba también. Habías terminado con tu novia, estabas confundido ¿Qué iba a decirte por la mañana, Thomas? ¿Qué había usado esa excusa para llevarte a la cama? ¡Por Dios!
Thomas abrió los ojos por aquel instante, bueno, si es que eso era posible. Intentó procesar lo que Dylan le estaba diciendo de momento, de verdad que no podía creerse que el americano le estuviese soltando aquella tontería, así sin más. ¿Qué acaso su amistad no se había basado siempre en la confianza? ¿Por qué Dylan iba a creerse algo como eso?
—Podías haberte quedado y esperar un golpe de mi parte, o quizá, simplemente escuchar mi versión de los hechos. ¿Por qué creías que dejarme solo en el hotel podía ser una mejor opción? ¿Era mejor que pensara que te arrepentías de todo, Dyl? ¿Es eso? —arrugó las cejas bajando la mirada. Thomas claramente podía sentir su interior a punto de ser devastado y caer a pedazos.
—No quería perderte, Tommy, me aterraba la idea de que te diera asco, que te arrepintieras... —Dylan hizo una pausa mientras suavizaba el agarre que imponía en la blanca muñeca del británico—, no podía imaginar mi vida sin ti.
—¿Y acaso no es lo que ha sucedido en estos dos meses, Dylan? ¿O te parece que hemos sido más amigos que nunca? —su voz temblaba, Thomas sentía ese nudo en su garganta que amenazaba con robarle el habla de un momento a otro.
Dylan se quedó en completo silencio. Para Thomas aquello solo podía significar el fin de la discusión, no quedaba nada más para agregar; todo se había ido a la mierda y no podía definir si había sido su entera culpa o si Dylan se llevaba el premio. En un impulso de momento, el británico movió su brazo con el único fin de deshacerse del agarre del menor, pero ese movimiento había sido precisamente el que el otro había usado a su favor, haciendo que Thomas acabara contra él en menos de un parpadeo.
El paso de distancia que el rubio había establecido entre ellos desapareció, ahora no existía ese vacío entre ambos, estaban prácticamente el uno contra el otro, cadera con cadera, hombro contra hombro. Thomas le observó confundido, a punto de decir algo, pero los labios de Dylan terminaron por quebrar la última barrera que el rubio tenía para defenderse.
Thomas recordaba ese sabor, ese cosquilleo en su abdomen bajo. Probablemente su memoria respecto a ese día era bastante mala, pero algo que no había pasado por alto, era la sensación de los labios de Dylan sobre los suyos. La resistencia cesó, su rostro se suavizó en menos de un instante. Su mente se quedó en blanco y sus manos buscaron los hombros del más bajo, optando por separarse del rostro de este apenas tuvo la oportunidad.
—Lo siento tanto, Tommy —murmuró el castaño contra los labios del más alto, buscando fundirse con estos en un beso que no fue rechazado del todo.
Thomas no quería admitir que aquello estaba funcionando, no quería reincidir en aquel círculo vicioso en el que se veía involucrado cada vez que Dylan tenía un gesto demasiado subido de tono para con él.
—No... —Thomas volvió a separarse, permitiendo esta vez que sus labios descansaran a menos de un centímetro de la boca que moría por seguir besando—, no quiero volver a despertar solo, Dylan. Basta.
—¿Quién dijo que iba a llevarte a la cama, Sangster? —Dylan sonrió contra los labios del británico, en un tono tan juguetón que Thomas realmente dudaba si le estaba tomando el pelo por aquel instante.
—¿Cuándo tomarás las cosas en serio, O'Brien? —había un toque de molestia en su tono, pero Dylan parecía ignorarlo olímpicamente tan solo para depositar pequeños besos contra sus labios entreabiertos.
El británico solo se limitaba a cerrar los ojos mientras se aferraba a la realidad. No quería dejarse consumir de nuevo por él, no quería volver a sentirse vacío cuando Dylan se marchara, cuando se arrepintiera de sus palabras. Sabía que no sería capaz de volver a sanar, que si él se iba una vez más de su vida, acabaría por romperse definitivamente.
—Justo ahora, Thomas. Voy a decirte lo mucho que me encantas, voy a decirte que no me arrepiento de esa noche ni de esta —Dylan continuó susurrando contra los labios del mayor, quien de un momento a otro, había terminado por quedarse prácticamente petrificado justo en su posición actual—. Tomé un vuelo de no sé cuántas horas para estar aquí, contigo. Para decirte lo mucho que me arrepiento de no haber sido sincero desde el primer momento.
Algo terminó por desconectarse de manera automática en el cerebro del británico. El último muro de contención se había venido abajo, logrando que finalmente el rubio reaccionara y terminara por llevar sus manos hasta las caderas del menor. La boca de Thomas se unió a la de Dylan en menos de un instante, reclamando con furia los besos que se había guardado desde el día en que habían dejado de verse definitivamente.
Dylan apenas y había tenido tiempo de reaccionar ante ello. Sus manos viajaron con celeridad hasta los hombros del británico, aferrándose a estos en un vago intento de mantenerse de pie por aquel instante, todo en vano.
Thomas no había demorado absolutamente nada en sujetar la cintura del castaño, empujándole directamente hasta el sofá de tres piezas. Los besos cesaron una fracción de tiempo, permitiendo que Dylan procesara lo que estaba ocurriendo entre ellos por aquel instante.
—¿Esta es la respuesta a mi confesión? —el castaño alzó una ceja, logrando que Thomas sonriera medianamente, sin soltar ni una sola palabra de sus labios; algo que realmente, estaba de más por ese momento.
Fue la boca de Thomas sobre su cuello la que logró que un tenue gemido se fugara de los labios del castaño. Sentir como el británico le mordía, le marcaba y sanaba el escozor de su piel con la humedad de su lengua, le hacía cerrar los ojos y ver las estrellas detrás de sus parpados.
Abrió las piernas, permitió que el cuerpo del rubio se acomodara sobre él, sintiendo como el mayor impulsaba sus caderas, comenzando el lento roce entre ellos. ¿Era su idea o Thomas estaba ansioso? No importaba, no al menos de momento. Le encantaba la idea de que el rubio tomara el mando, que lo moldeara a su antojo. Terminó por echar la cabeza hacia atrás, disfrutando del segundo exacto en que la boca de Thomas fue a parar directamente contra su manzana de Adán.
Dylan gimió ante el dulce beso depositado, al tiempo que sus manos viajaban de los hombros del británico hasta sus costados. Sus uñas se clavaron en la piel ligeramente cubierta por la delgada tela de color blanco, al tiempo que buscaba impulsarse hacia arriba, para volver a sentir la entrepierna del británico contra la suya.
—Probablemente si m-mentí —murmuró el castaño suspirando de manera audible, sintiendo como los dedos de Thomas recorrían su piel justo por debajo de la camiseta negra que portaba de momento—, si quiero llevarte a la cama, Tommy.
Thomas se detuvo abruptamente ante ello, como si de un momento a otro la palanca se hubiese activado, haciéndole entrar finalmente en razón. Había esperado por aquella confesión durante tanto tiempo, que no sabía ni cómo debía reaccionar sin dejarse llevar.
—Dylan, yo... Yo lo siento, no quería... —las palabras se atoraron en su garganta. Probablemente aquello debía ser suficiente para enojar a Dylan, pero contrario a lo que el mayor hubiese esperado por aquel instante, este simplemente había sonreído, buscando apoyar los codos sobre el mueble para impulsarse en su dirección.
—Ven, nene, podemos decir que es la segunda parte de mi regalo ¿No te parece? —Dylan sonrió con picardía al tiempo que volvía a recostarse para poder colocar sus manos sobre las nalgas del británico, apretando con firmeza la zona para obligarle a moverse una vez más contra él.
Aquello fue el último impulso que necesitó Thomas antes de volver a atacar los labios del menor. El beso fue torpe, brusco, sus manos buscaron de nueva cuenta las caderas de Dylan, anclándose sin demora a las mismas. La razón dejó de gritar en su cabeza, sus pensamientos se llenaron solamente de Dylan. Lo necesitaba, quería sentirlo, quería saber que ese hombre sería suyo, que esta vez no se iría, que no habría despedidas de por medio.
Los dedos del mayor buscaron la orilla de la sencilla prenda de chándal. No tenía otra ropa que prestarle a Dylan, al menos no una que se amoldara a la trabajada figura que ostentaba el americano por esos días. Lo siguiente simplemente fue tirar del elástico, tratar de sacarle los pantalones al castaño. Thomas abrió los ojos cuando fue capaz de notar que debajo de la tela deportiva, no existía nada más que la piel desnuda del menor.
—Estaban demasiado húmedos, no tenía caso —como si le hubiese leído el pensamiento, Dylan había soltado aquello, al tiempo que sonreía y permitía que sus manos fuesen a parar directamente hacia su espalda.
¿Podía describir el sentimiento que estaba devorándole por aquel instante? Aquello era sumamente mejor que cualquiera de sus fantasías despierto. La piel del castaño resultaba cálida a su tacto, y endurecía a medida que tocaba sus músculos trabajados. Thomas soltó un suspiro al tiempo que sentía como Dylan comenzaba a deshacerse de igual manera de su ropa, obligándole a ponerse en pie para quitar el resto de sus prendas. Fue un movimiento casi sincronizado, cuando él se irguió para quitarse los pantalones, Dylan había terminado por deshacerse de su ropa.
El británico se mantuvo en silencio durante un segundo, admirando el cuerpo desnudo que volvía a depositarse lentamente en el sofá de tres piezas. Quería maldecir a la borrachera por hacerle olvidar algo como aquello. Si era cierto que tenía breves recuerdos respecto a aquella noche, no podía recordar detalles tan importantes como aquel. Esta vez se mordió el labio inferior poco antes de apoyar una de sus rodillas sobre el mueble, terminando por inclinarse en dirección del abdomen del menor.
Depositó sus labios sobre cada lunar visible, sobre cada forma del castaño. Cerró los ojos y permitió que su diestra bajara, rodeando el sexo apenas erguido que ostentaba el otro. El gemido que brotó de los labios de Dylan por aquel instante, le hizo sonreír para sus adentros.
Percibió el sabor salado, y el aroma tenue que aún manaba de la piel del americano. Reconocía esa fragancia desde que conocía a Dylan, convirtiendo a Paco Rabanne en su gusto culposo. Soltó un suspiro y continuó bajando, deleitando con besos la piel que añoraba, la que tanto había soñado.
Dylan se estremecía debajo de sus yemas, se movía con ansiedad, haciéndole desear llegar hasta el verdadero objetivo en el medio de las piernas de este.
Thomas se quedó en silencio apenas fue capaz de notar como la entrepierna de Dylan engrosaba en su mano, palpitando, irguiéndose, llenándose. Se relamió los labios cuando percibió el líquido transparente que había comenzado a brotar en consecuencia.
El pecado hecho carne. Esta vez no demoró en llevar sus labios hasta la glande del sexo del castaño, apresurándose a lamer las pequeñas gotas que apenas y comenzaban a deslizarse alrededor de la rosada circunferencia. La respuesta del menor aquello resultó en otro nuevo gemido, logrando que el británico observara al castaño apenas por la periferia de su vista. Una cosa de nada, una cosa de segundos. Thomas se apartó durante un instante del sexo del menor, optando por sujetarle de las caderas y moverle con suavidad sobre el sofá de tres plazas. Dylan no puso resistencia, muy por el contrario, había terminado por acomodarse hasta quedar sentado, tal cual lo había dispuesto el británico.
Apoyando ambas rodillas esta vez en el piso, Thomas separó las piernas del castaño, poco antes de devorar su hombría de un solo movimiento. La primera arcada llegó cuando la glande del menor rozó su garganta, pero el rubio se contuvo cerrando los ojos y aspirando con fuerza por la nariz. El salado sabor inundó sus papilas y le obligó a forzarse hasta el desconocido límite, sin saber a ciencia cierta cómo era que debía hacer aquello. Cuando deslizó el sexo de Dylan fuera de su boca, no pudo evitar la pequeña tos que llegó en consecuencia. Dylan solo sonrió.
—¿Qué tal la primera vez, nene? —el menor solo arqueó una ceja poco antes de llevar sus manos hasta la rubia melena del británico, quien siquiera se había atrevido a mirarle por aquel instante. El carmín teñía el rostro de Thomas, mientras sus pardos continuaban fijos en el premio que el castaño ostentaba entre las piernas.
No hubo más tras aquello. El británico simplemente volvió a llevarse la anatomía baja del menor dentro de la boca, cerrando los ojos y apoyando las manos en los muslos de este. Esta vez fue cuidadoso, los movimientos fueron lentos, pausados. Su lengua se movió contra la extensión que devoraba, buscando la punta, bajando tras ello. Volvió a subir cuando sintió que su respiración se lo exigió, terminando por deslizar fuera el sexo del castaño. Lamió la glande antes de bajar por el tronco, deteniéndose apenas llegó a la base. Mordió con suma suavidad la sensible piel del escroto del castaño, al tiempo que este se revolvía y hundía los dedos dentro de su rubia melena. Thomas se permitió alzar la mirada durante un segundo, deleitándose con la imagen que Dylan le regalaba por aquel instante. Sonrió ante ello poco antes de llevarse un par de dedos a la boca, lamiéndolos con celeridad. Fue el gemido de Dylan lo que le hizo volver a mirarle, notando como este le observaba con atención con los labios ligeramente entreabiertos.
Thomas sonrió durante un escaso momento, terminando por apartar los dígitos de su boca al tiempo que llevaba esta una vez más, hasta el sexo del castaño. Cerró sus labios sobre la rosada glande, notando como el menor terminaba por echar la cabeza hacia atrás impidiéndole seguirse deleitando con los gestos que aquello provocaba en él.
Cerró los ojos durante un instante, permitiendo que su izquierda buscara las nalgas del menor, separándolas con notoria ansiedad poco antes de atreverse a llevar los dedos de su diestra hasta su rosada abertura.
Dylan volvió a estremecerse en consecuencia, frenando de lleno sus gemidos cuando el índice de Thomas se deslizó en su interior. Abrió los ojos y bajó la mirada de manera automática, deleitándose con la imagen de Thomas succionándole con firmeza, al tiempo que introducía un segundo dedo sin siquiera darle tiempo de acostumbrarse al primero. Su cuerpo se tensó al instante, obligándole a apartar las manos de la dorada melena para poder anclarse a la tela de color oscuro que tenía el sofá debajo de él.
Se sentía extraño, incómodo. Aunque el británico se estaba encargando de desviar su atención, el constante estremecimiento en su interior no paraba de hacerle desear gritar sin inhibición. Cerró los ojos y trató de relajarse, percibiendo como Thomas dejaba de nuevo su pene, llevando sus labios hasta la base de sus testículos, lamiendo la sensible área con insistencia. Aquello simplemente logró que arqueara la espalda y arañara la dura tela del mueble. ¿Dónde había aprendido a hacer aquello el británico? Debía dejar de subestimarlo de aquella manera.
—Tommy... —lo llamó con un tono de voz que realmente desconoció. Estaba ansioso, quería sentirlo, quería demostrarle a Thomas que él también podía entregarse, que él también podía darlo todo por él.
Aquello había sido el detonante para el rubio detuviese sus acciones, terminando por deslizar sus dedos fuera del cuerpo del castaño para finalmente, ponerse de pie.
—Entonces ¿Quién es el que está ansioso, Dyl? —arqueando una ceja, el británico se permitió volver a sujetar al menor de las caderas, obligándole a acostarse una vez más sobre el mueble al tiempo que ocupaba la posición que quedaba entre las piernas de este.
Dylan simplemente había sonreído ante aquello, apoyando una de sus manos contra el respaldo del sofá mientras acomodaba su cabeza contra uno de los brazos de este. Un estremecimiento recorrió su cuerpo entero al segundo en que fue capaz de sentir el sexo del mayor rozándose contra sus nalgas, obligándose a llevar una de sus manos hasta el lugar para poder separar las mismas. Lo que obtuvo de Thomas por aquel instante, terminó por ser una nueva sonrisa, misma que se amplió al segundo exacto en que la virilidad de este comenzó a abrirse paso en su interior.
El castaño simplemente cerró los ojos en consecuencia, apartando su diestra de sus nalgas para poder llevarla hasta la orilla del mueble sobre el que descansaba. Todo su cuerpo se tensó nuevamente, sintiendo como poco a poco, el británico se iba haciendo espacio en su interior. Sus paredes cedieron aun contra su voluntad, logrando que un gemido ahogado brotara de sus labios como mera consecuencia.
Thomas se detuvo casi al instante, al tiempo que llevaba sus labios hasta la boca de Dylan, depositando un efímero beso sobre esta.
—Lo siento... Dyl... Yo... —Thomas no completó la frase, no cuando Dylan se había impulsado hacia arriba para recapturar sus labios en un nuevo beso, el cual, el británico correspondió al instante.
El rubio sabía que no era un experto en el tema, pero le bastaba con recordar aquella mañana en el hotel para entender que debía ir de manera lenta. Quizá había sido por ello que se sorprendió ante el movimiento de caderas que Dylan había hecho, como si de un momento a otro, estuviese invitándole a continuar donde se había quedado. Aquello bastó para que el rubio suspirara en el medio del beso, permitiéndose mover con suma suavidad sus caderas contra las nalgas del castaño. No había prisa, tenían toda la noche para devorarse mutuamente, para demostrarse lo mucho que habían necesitado el uno del otro durante aquellos dos meses.
El suspiro de ambos interrumpió el beso. El cuerpo de Dylan cediendo lentamente ante su anatomía, lograba que el libido del británico se disparara sin límite alguno. Podía sentir claramente como las paredes del castaño se cerraban y palpitaban alrededor suyo, para después ceder e invitarle a ir muchísimo más dentro.
Thomas cerró los ojos y colocó la frente sobre la del menor, apoyando una de sus manos contra el brazo del sofá, ese mismo donde se hallaba descansando la bonita melena castaña del otro. Fueron las manos de Dylan sobre sus nalgas la que le hicieron reaccionar, obligándole a abrir los ojos nuevamente para encontrarse con aquel precioso par almendrado que le miraba desde abajo. Una sonrisa estaba bailando en las comisuras del castaño al tiempo que este, comenzaba a llevar el ritmo de sus embestidas, haciéndole ir más dentro, más fuerte, más lento. La sangre adornando el rostro del menor le hizo sonreír por aquel segundo. Le encantaba que su castaño tratara de dominar la situación aún desde su precaria situación, pero vale, si Dylan lo quería de esa manera, no iba a negárselo de ningún modo.
Sin mucha demora, el mayor finalmente terminó por apoyar uno de sus pies contra el piso alfombrado, al tiempo que volvía a impulsarse hacia adelante, buscando hundirse con fuerza dentro del cálido interior que continuaba recibiéndole por aquel instante. Dylan gimió de manera audible, cerrando los ojos y permitiendo que su cuerpo volviese a moverse con la parsimonia que el ritmo de las caderas de Thomas marcaban por aquel instante.
—Más... Nene... J-justo así... Dame más... —con las cejas ligeramente arrugadas y el rostro bañado en una fina capa de sudor, Dylan se deshacía en gemidos y suplicas, encendiendo el último motor dentro de la mente del británico.
Aquello bastó para que los labios de Thomas volviesen a ocuparse del cuello del menor, mientras sus caderas buscaban continuar embistiéndole, logrando que sus cuerpos se golpearan una y otra vez como mera consecuencia. Podía sentir claramente los dedos del castaño hundiéndose en sus glúteos, sus uñas marcando su piel. Aquello era por mucho lo más caliente que había hecho en toda su vida. Fueron los dedos de Dylan separando sus nalgas y hundiéndose en su canal los que le hicieron detenerse durante unos segundos, tratando de recuperar el aliento que la abrupta acción le había robado por aquel instante.
—¿Qué? Vamos, me encanta esta parte tuya también —como si de un niño pillado en el medio de una broma se tratase, Dylan simplemente había sonreído, volviendo a impulsar sus caderas contra las del británico.
Thomas simplemente se mordió el labio inferior ante ello, permitiéndose hundirse una vez más en el estrecho canal del castaño al tiempo que este, introducía un par de sus dedos en su apenas dilatada abertura. La explosión de sensaciones arribó en el rubio casi de manera inmediata, obligándole a cerrar los ojos al tiempo que disfrutaba del cálido interior del cuerpo del menor. Su sexo palpitaba, su cabeza daba vueltas. Dylan sabía exactamente como tocarle, y eso lo estaba demostrando en aquel maldito instante. Estaba al límite. Podía sentir su sexo a punto de llegar al final, obligándose a aguantar un poco más, a complacer a su bonito castaño antes de admitir que aquello era tan placentero que estaba a nada de correrse.
Como si hubiese leído sus pensamientos, Dylan tensó su interior, logrando que la fricción aumentara y que el rubio alcanzara su orgasmo sin siquiera tener tiempo de prolongarlo. Con cortos espasmos, las caderas del británico continuaron arremetiendo contra el interior del castaño, llenando la estrecha cavidad con su blanquecina semilla.
Cuando los movimientos de Thomas finalmente se detuvieron, Dylan simplemente se había limitado a sonreír.
—Bien, mi turno —las manos del castaño abandonaron las nalgas del británico, terminando por posicionarlas sobre las caderas de este, logrando que Thomas reaccionara en menos de un instante.
Fue una cosa de nada, un movimiento de apenas segundos. Thomas solo logró asimilar lo que estaba sucediendo cuando se halló en el mueble, con Dylan en el medio de sus piernas. Esta vez no hubo besos, no existió antelación para el acto. Esta vez el castaño simplemente le había penetrado de un movimiento, hundiéndole las uñas en las caderas, sin esperar a que se acostumbrara a ello.
—D-Dy-... Dylan... N-No... —las palabras murieron en sus labios al tiempo que la pelvis del menor arremetía contra él, logrando que su cuerpo se impactara una y otra vez en uno de los brazos del sofá.
Su sexo que en algún punto había disminuido de grosor, volvía a erguirse orgulloso, dejando que el resto de la blanca semilla acabara contra el abdomen trabajado del castaño. Los gemidos no demoraron en brotar de sus labios, sus manos buscaron anclarse a la espalda de Dylan casi al instante. Salir de un orgasmo para entregarse a otro... Thomas sentía que iba a deshacerse de placer por aquel instante. Todo su cuerpo estaba sensible, su piel estaba encendida, su sexo goteaba y palpitaba. Dylan no tenía tapujos en la intimidad, y Thomas no sabía definir si aquello le encantaba o le sorprendía en un aspecto sin dimensionar. Lo sintió entrar, salir, abrirle sin miramientos, moldearlo a su voluntad, romperlo sin delicadeza. Era sexo duro, necesitado, sin barreras. Negar que aquello le encantaba simplemente sería una estupidez.
Thomas cerró los ojos cuando sintió que Dylan acababa en su interior, llenándole de aquel líquido caliente sin disminuir el ritmo de sus movimientos ni por un instante. Un gemido brotó de sus labios como mera consecuencia, permitiendo que su sexo volviese a llevarle al final por segunda ocasión, sin tener más que sensaciones para embargarle, pero no por ello, hacer menos placentero el orgasmo.
Cuando los movimientos cesaron, Dylan se dejó caer sobre el exhausto cuerpo del británico, no demorando absolutamente nada en envolverle dentro de sus brazos. Thomas correspondió el gesto adormilado, casi como si estuviese en modo automático. Todavía podía sentir a Dylan palpitando en su interior, como si este se negara a abandonar el lugar.
—Quiero estar contigo, Thomas. Quiero estar contigo hoy y probablemente, por el resto de mi existencia.
El rubio guardó silencio ante aquello. Dylan había sido sincero, directo, haciéndole desear poder mirarle a los ojos y confesarle de muda manera todo el mar de sensaciones que él despertaba en su sistema. Soltó un suspiro y enterró las uñas en la espalda del castaño, sintiéndose completamente expuesto por aquel simple gesto que había tenido.
—Feliz cumpleaños, Dyl.
Dylan sonrió cuando sintió el cuerpo del británico temblar entre sus brazos. No necesitaba una respuesta, no cuando conocía a Thomas a la perfección, no cuando podía leer en el medio de las palabras de este.
Definitivamente, su cumpleaños número veintiocho pasaba a coronarse como el mejor cumpleaños de toda su miertera existencia.
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Notas finales: originalmente, este iba a ser un one shot con motivo del cumpleaños de Dylan, pero las ideas surgieron en un rol que tuve y se dio una extensión que merecía su propia publicación.
Me gusta mucho la pareja y estoy feliz con el resultado, me gusta escribir sobre los sentimientos que jamás se atreven a confesar ¿? En fin, este pequeño fic va dedicado a @anniepellegrino7 mi musa inspiradora en cuanto a historias Dylmas / Newtmas se refiere.
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