Capítulo 1
Era estrecho, era cálido. Podía sentir como el canal lo recibía una y otra vez, amoldándose a su anatomía baja por completo. El británico suspiró de placer mientras admiraba la trabajada figura que se movía encima de él: Dylan. Quería grabarse esos preciosos ojos color miel para siempre, esa placentera expresión que surcaba sus labios rojos, quería saber que ese castaño pediría por él, solo por él. Volvió a gemir cuando las caderas del chico se movieron sobre su cuerpo, haciéndole echar la cabeza hacia atrás, sintiendo como su orgasmo finalmente arribaba lentamente.
La voz femenina que lo trajo de nuevo a la realidad, le hizo abrir los ojos de un momento a otro. Los rubios cabellos se desparramaban ahora sobre su cara, las delgadas caderas que sostenía no se asemejaban en nada a la fantasía que se escondía detrás de sus parpados. La chica se había dejado caer sobre él, dejando que sus pechos rozaran la piel desnuda del pecho de Thomas, haciéndole ladear el rostro en consecuencia.
A ese punto ya había perdido la cuenta de todas las veces que había fantaseado en el medio de la intimidad con ella. Volvió a cerrar los ojos poco antes de que la rubia se quitara de encima de él, deslizándose fuera de la cama.
Podía sentir el condón apretándole su sexo ahora flácido. Se apresuró a erguirse sobre el colchón, terminando por colocarse a la orilla de este para poder quitarse el preservativo. Lo hizo bolita y lo colocó dentro de su empaque, ese que una hora atrás, había abandonado junto a la mesita de noche. Tras aquello simplemente tiró el plástico dentro del bote cercano, percatándose del calendario que descansaba junto a la lámpara de buró encendida.
Tenía marcado con rojo el día 26. Faltaban poco más de unos días para que la fecha llegara, y todos se habían organizado para hacerle una fiesta sorpresa al castaño un día antes. La rubia le había hecho jurar que se quedaría con ella toda la semana fuera del país, en unas vacaciones a las que él, no le veía el menor sentido; además claro, de mantenerlo ocupado y lejos del aeropuerto.
Apretó los labios y se dejó caer de nueva cuenta en la cama al tiempo que el sonido de la regadera se dejaba escuchar en el baño.
¿Hasta cuándo iba a continuar mintiéndose de aquella manera? Volvió a cerrar los ojos mientras se llevaba la diestra al rostro, sonriendo amargamente al darse cuenta de lo malditamente jodida que era su situación.
Le gustaba Dylan. No se había dado cuenta de lo mucho que estaba interesado en él, no hasta que su mente había comenzado a crear grietas en la realidad, haciéndole fantasear con lo mucho que deseaba al chico.
Cuando algo le había comentado a Kaya, esta le había hecho mirar horas y horas de los vídeos con sus entrevistas. La pelinegra le había hecho notar los detalles, los gestos, las miradas. Le había hecho reparar en los ademanes que tenía para con Dylan. La británica le había hecho notar que aquello no era unilateral, que Dylan le había correspondido desde ese entonces, y que ambos tenían que estar demasiado ciegos para no darse cuenta de aquel simple hecho. Pero eso había sucedido tanto tiempo atrás, que Thomas creía que era prácticamente imposible que la semilla hubiese continuado creciendo. En dado caso de que el castaño en algún remoto caso hubiese sentido algo por él, probablemente, ya lo había superado.
Por supuesto, Kaya había mencionado que esa clase de cosas no se olvidaban, que no lo sabría hasta que lo intentara.
Probablemente debió haber hecho caso a su amiga por aquel día.
Soltó un largo suspiro al tiempo que ponía de pie y se colocaba la ropa, escuchando como el móvil que estaba en el suelo alfombrado de la habitación, sonaba con insistencia. Apenas terminó de colocarse los ceñidos vaqueros negros, se apresuró a coger el aparato, observando como el nombre de cierto coreano iluminaba la pantalla digital.
—¡Hey! Pensé que jamás contestarías. ¿Te cojo ocupado?
—No, Ki, estoy libre. ¿Qué sucede?
—Estoy confirmando quienes vendrán para el próximo domingo. Te lo he avisado con anticipación, Posey se encargó de todos los detalles.
—Lo sé, me lo ha dicho hace unas cuantas semanas. Yo... —echó un rápido vistazo a la habitación. El sonido de la regadera aún llenaba el fondo —, déjame pensarlo unos días más.
—Sangster, no te has venido para lo de Chris, dos van a ser mucho en tu historial. Pero vale, dile a Gzi que no te deje agotado, campeón.
El sonido de la llamada finalizada le había hecho sonreír. Él si quería ir, había estado meditando la posibilidad de coger un avión en Vienna y olvidarse de las vacaciones improvisadas con la rubia, pero sabía que dejarla tirada en el medio del lugar, no sería absolutamente nada caballeroso de su parte.
—¿Qué vas a pensar? —con una toalla acomodada sobre su pequeño busto, la rubia había arribado en la habitación. Le observaba aún desde el marco de la puerta mientras la melena dorada caía aún húmeda sobre sus desnudos hombros.
—Te he dicho antes, cariño, los chicos están organizando algo por el cumpleaños de Dyl y...
—Tenemos planes, Thomas, tenemos esto acomodado desde hace meses —esta vez la delgada figura de la chica se aproximó hasta donde se hallaba el británico, terminando por extender sus manos para tomar las de él.
—Podemos cogernos unos días en Londres. Volveré, no he ido para lo de Chris, de verdad me gustaría verlos, tú sabes cómo funciona esto —hizo una pausa mientras observaba el ceño arrugado de la rubia.
—Entonces elige, Tom, es él o yo.
ღ
Era imposible acostumbrarse tan rápido al cambio de horario. Siempre que llegaba al aeropuerto de los Ángeles, era una tarea titánica tener que restarle tantas horas a su reloj biológico.
Acomodó los lentes de sol que portaba en esos momentos poco antes de llevarse la diestra a la rubia melena, terminando por ordenar unos cuantos mechones dorados detrás de una de sus orejas.
Estaba de pie en la fila para recoger el equipaje, esperando la única maleta que se había cogido para viajar. Había arribado temprano por aquel día. Probablemente le daba tiempo que estarse un rato en el hotel y echarse una siesta antes de salir por la noche.
Sabía que Posey se había encargado de rentar un bar local para que todos pudieran gozar de privacidad. Además, Ki le había mencionado que pasaría por él y que no tendría necesidad de perderse cogiendo un taxi en la ciudad.
Perfecto. Tras recoger su maleta de la banda automática, el rubio había terminado por abandonar el aeropuerto, siendo interrumpido apenas por un par de chicas que le habían reconocido, solicitándole unas fotos. El rubio lo dudó durante un instante, pero finalmente, accedió.
No era que le preocupara salir en alguna cuenta de Instagram, sino que realmente alguien más se enterara de su arribo antes de tiempo.
Kaya se había escudado en la promoción de su nueva película, por lo cual, la chica no había viajado hasta los Ángeles. De alguna manera aquello le dejaba ligeramente expuesto, era el único que se había tirado horas para atravesar un océano y asistir a la fiesta sorpresa de su ex compañero de reparto. Soltó un enorme suspiro al tiempo que cogía uno de los taxis en el exterior del aeropuerto, dándole el nombre del hotel al hombre antes de volverse a enfrascar en sus pensamientos.
Lo había planeado todo de manera meticulosa en el avión. Estaba libre, no tenía ningún compromiso de por medio y no sentía la culpa azotándole las entrañas, ahora podía expresarle a Dylan todo aquello que le había inquietado durante años, ahora quizá, podía corroborar si lo que decía Kaya era del todo cierto.
Apoyó la frente contra la ventanilla del auto mientras percibía el suave andar del mismo. Sentía el estómago revuelto nada más de pensar nuevamente en lo que estaba por hacer.
Solo tenía que pensar en lo que Kaya le había dicho. Tenía que fijarse en los ademanes de Dylan, en sus gestos para con él, en sus atenciones, tenía que percatarse si continuaban siendo los mismos. Se verían después de tanto tiempo separados, y eso definitivamente daría la pauta para cambiar algo en él. Kaya tenía una manera muy peculiar de mirar las cosas.
Apretó los parpados y simplemente pensó en la pequeña caja de cartón que tenía en la maleta. El regalo de Dylan, ese que había comprado desde hacía varios meses atrás, esperando encontrar el momento indicado para poder enviárselo o ... dárselo. Soltó un amplio suspiro al tiempo que el auto se detenía: había llegado al hotel. Terminó por pasarle unos billetes al hombre poco antes de bajar a la acera y coger su maleta.
En la recepción le recibió una dama que le había sonreído nada más de verlo pasar las puertas de cristal. Le pasó una tarjeta de crédito a la chica, quien había terminado por asegurarle que nadie se enteraría de que se encontraba en el lugar. Tras aquello simplemente le entregó una llave a modo de tarjeta y se despidió deseándole una buena estancia.
Con una sonrisa, el británico se había despedido de la mujer, apresurándose a caminar hasta el ascensor del lugar mientras volvía a repasar por centésima ocasión, el plan en su mente. Apenas arribó en su piso, no demoró mucho en encontrar su habitación, agradeciendo por supuesto, que el piso fuera sumamente silencioso y que hasta ese momento, no se hubiese topado con nadie. Tras aquello simplemente se internó en el interior de su pieza, cerrando la puerta y dejándose caer en la enorme cama del lugar. Cerró los ojos y soltó otro enorme suspiro de satisfacción. Necesitaba dormir, solo un poco, no haría mal.
ღ
Se quedó de pie en una esquina del pequeño bar, mientras sostenía una botella de corona en la diestra. Ki estaba a su lado, conversando con Chris de algo a lo que no estaba prestando atención. Posey era quien los había recibido apenas arribaron al lugar, indicándoles con una enorme sonrisa que le alegraba que hubiesen aparecido en la reunión.
Pudo divisar en una esquina a Holland conversando con Shelley, quien parecía reír con grandes carcajadas de algo que la pelirroja había dicho. Dexter y Will estaban próximos a ellos, pero parecían estar más ocupados tratando de sacar plática a una de las camareras que en unirse a la plática. Y Dylan, Dylan no se miraba aún en ninguna parte.
Se suponía que sería Julia quien se encargaría de llevar al castaño al lugar, alegando alguna cosa suya para poder traerlo sin complicaciones. Soltó otro suspiro y observó el resto del local, sonriendo a un par de rostros que no se le hacían en nada familiares. Sabía que habían personas que formaban parte del elenco de Monster Problems, también podía notar un par de rostros que había mirado alguna vez en Teen Wolf pero con los que no había pasado más que de un saludo cordial.
Dylan tenía muchos amigos. Era natural, el chico tenía esa actitud sumamente especial, siempre terminaba por unir a todas las personas con las que trabajaba. Eran esas sonrisas, esas bromas, era esa esencia que lo caracterizaba.
Apretó con firmeza el cuello de la botella antes de ponerse un alto de manera mental; de nuevo estaba pensando demasiado en él.
—¿Nervioso, Tommy? —la voz del coreano finalmente había logrado capturar la atención del rubio, quien alzando una ceja, había observado fijamente al hombre a su lado.
—¿Qué? —Thomas le observó confundido, como si realmente dudara de su propia actitud. ¿Desde cuándo Ki le llamaba de esa manera?
—Vamos, no has dicho ni un solo pío desde que llegamos. Hombre, estamos casi todos aquí, solo nos falta Kaya, ¿Por qué no te relajas? —los ojos rasgados del muchacho se cerraron un poco más cuando este sonrió, al tiempo que le daba un ligero codazo, logrando arrancar una sonrisa de los labios del británico.
Fue en aquel segundo en que Posey dio el aviso, indicando que el castaño estaba por llegar al lugar. Thomas pudo sentir claramente como su cuerpo se tensó al instante, la sola idea de ver a Dylan después de tanto tiempo le ponía al borde de su propio colapso emocional. No sabía siquiera como actuaría, o siquiera, si sería capaz de repetir aquello que durante largas horas se había pasado practicando consigo mismo.
Probablemente solo debía felicitar a Dylan y olvidarse de lo segundo, quizá después sería capaz de admitir que fue un error romper con su novia, quizá después podría volver a fingir como lo había hecho tan bien durante los últimos años. Apretó los labios y bajó la mirada por unos segundos, tratando de controlarse. El grito de sorpresa por parte de los demás fue el que finalmente le hizo alzar la cabeza, atreviéndose a mirar —finalmente— hacia el lugar donde se hallaba la entrada del pequeño bar.
Claramente pudo distinguir la melena castaña que se perdía en el medio de abrazos y efusivas felicitaciones. Dylan, finalmente vería a Dylan. Se mordió el labio inferior con fuerza al tiempo que Ki y compañía caminaban hacia donde se hallaba el cumpleañero, esperando su turno alrededor del mar de gente que ya se había congregado a su alrededor. Thomas simplemente se quedó rezagado.
A ese punto su mente había comenzado a trabajar de manera acelerada, disparando más de mil señales por todo su cuerpo, todas con la misma directriz de mantenerse alejado de él, o al menos, de establecer un punto de distancia prudente. Desvió la mirada y terminó por empinarse el resto del contenido de la botella, esperando que el mar de gente cediera y le abriera un camino hacia su castaño amigo, pero el grito que había provenido desde el torbellino de cabezas, le hizo olvidar todo de un momento a otro.
—¡T-REX! —Dylan prácticamente había alejado a las personas que se acercaban a él, abriéndose paso hasta donde el rubio se encontraba con la botella de cerveza a medio beber.
Thomas sintió que el mundo se detuvo en aquel instante. Los brazos de Dylan le rodearon de un momento a otro, haciéndole casi soltar la botella de vidrio que aun sostenía con la diestra. Pudo percibir la colonia que se adhería a su piel, al igual que el olor del cigarrillo que seguramente había fumado poco antes de llegar al lugar. Era él, era real, era su amigo, era Dylan. Sus extremidades finalmente reaccionaron, haciéndole rodear el cuerpo del castaño para poder complementar el abrazo. Su rostro acabó por hundirse en la curvatura del cuello del menor, al tiempo que cerraba los ojos y suspiraba contra la piel adornada de lunares.
Dylan había terminado por darle unas cuantas palmadas en la espalda, mientras afianzaba el abrazo a tal punto, que Thomas creyó quedarse sin aliento al menos durante un momento. Era perfecto, había imaginado ese momento en más de mil formas, había idealizado las palabras que vendrían a continuación, pero su plan tuvo que detenerse al segundo que los demás se aproximaban hasta donde se encontraban, exigiendo no monopolizar al chico del cumpleaños.
—Hombre, te he echado de menos, Sangster —fue un susurro en su oído que le hizo recordar esas pláticas íntimas que solían echarse cuando nadie miraba. Todo parecía retroceder en a su alrededor, volvía a los abrazos en las entrevistas o en el set, volvía a aquel tiempo en que entre ellos se cimentaba la base de lo que era su relación en la actualidad.
—No podía faltar, lo sabes —Thomas sonrió. Le bastaba con tener a ese muchacho en sus brazos para sentirse completo, para sentirse bien. Sabía que estaba caminando hacia el precipicio de su cordura, sabía que si tomaba ese camino no habría vuelta atrás, pero a ese punto, ya había dejado de importarle.
Ver a Dylan simplemente había terminado por corroborar todo el mundo de pensamientos que le carcomían cada noche. Si había existido alguna duda en su sistema, esta había terminado por extinguirse en el medio de la fragancia de Paco Rabanne y nicotina.
—¿Eres mi regalo? Wow, Hoech no supo expresarse entonces —comentó el castaño aun en voz baja al tiempo que se separaba del rubio y le dedicaba una autentica sonrisa a su propio estilo.
Thomas estaba desconcertado. De nuevo ahí estaban las bromas, de nuevo podía percibir aquel tono que el castaño utilizaba en el medio de sus frases, esas que le tiraba al azar y que no hacían más que confundirle. Quería convencerse que debía existir algo entre líneas, que debía hurgar en el medio de cada palabra tal como Kaya le había explicado días atrás. Pero ahí no había más que una sonrisa y un Dylan que dejaba de prestarle atención para saludar a los demás invitados.
No era egoísta, todos estaban ahí para celebrar un momento especial en la vida del menor. Sabía que podía hablar con él cuando las felicitaciones cesaran y cuando el resto de los invitados recuperaran su rutina.
Dejó que esta vez su mirada se quedara centrada en el hombre que yacía en la puerta, observando con una sonrisa todo lo que estaba ocurriendo por aquel instante. Tyler, tenía tanto tiempo que no había visto al americano, que casi no le había reconocido. Julia no se miraba por ningún lado, ¿Sería acaso que el pelinegro había terminado por tomar su lugar? Le dedicó una sonrisa y dejó de prestar atención al hecho.
Una nueva ronda de bebidas no había demorado absolutamente nada en arribar a las manos de los presentes, mientras que los grupos comenzaban a dispersarse. Dylan se había quedado en el medio de los Tyler, conversando algo de lo que no era capaz de escuchar por aquel instante. Tuvo la imperiosa necesidad de ir con él, de unirse a la plática pero extrañamente, se había quedado justo donde se encontraba parado.
De nuevo fueron Ki y Chris quienes le hicieron compañía, sacando a flote una plática de la que una vez más, no prestó atención. Sus pardos estaban más atentos a cada movimiento que el menor hacía, a cada ademán, a cada sonrisa que se pintaba en sus labios. Se sentía irracional por pensar solamente en él, por dejar de lado a sus amigos a los que por cierto, tampoco había visto en años, y todo por escrutar hasta el más mínimo detalle que apreciaba en el porte del festejado.
Estaba a punto de enloquecer ante sus propios sentimientos recién confirmados, estaba a punto de tirar todo por la borda de la razón y simplemente, hacer lo que todo su cuerpo pedía a gritos. Quería estar con él, quería escuchar cómo le había ido, quería olvidar la monotonía de los mensajes en una pantalla digital. ¿Desde cuándo habían hecho la última videollamada? ¿Hacía cuanto que no escuchaba la voz del castaño?
Cerró los ojos y volvió a morderse el labio inferior, tratando de callar el monstruo de pensamientos que comenzaba a erguirse en su cabeza por aquel instante. Escuchó a Ki pronunciar su nombre a sus espaldas, pero no prestó atención a ello, no cuando sus ojos habían terminado por abrirse y conectar con aquel precioso par de color ambarino. Dylan le hacía una seña con la mano, indicándole que se aproximara. Thomas no había dudado ni medio segundo ante ello, surcando con largas zancadas la poca distancia que se alzaba entre ellos por aquel instante.
Todos volvieron a saludarse a su arribo. De nuevo vinieron las sonrisas y un par de apretones de manos. El británico no dudó en corresponder nada de ello, pero su atención volvió a verterse en menos de un segundo, en el hombre que se colocó a su lado.
Dylan tenía un cigarrillo en la diestra y una enorme sonrisa que había mantenido en sus comisuras durante toda la noche. Thomas sabía que no existía nada más perfecto que eso: el castaño era feliz.
—Me siento especial, dejaste a tu novia y atravesaste un charco para verme. Te la rifaste, Tommy —Dylan dio una segunda calada a su cigarrillo al tiempo que ignoraba la plática de los otros chicos, centrando toda su atención en el rubio que yacía a su lado.
—No creas que será siempre, Dyl. Es una excepción —Thomas le sonrió y Dylan le devolvió el gesto. Estaba a punto de volver a repetirse las más de mil razones por las que le encantaba esa sonrisa.
—Bueno, excepción o no, voy a aprovechar. ¿Te vienes a tomar algo después a mi departamento? ¿Dónde estás hospedado? —las oscuras cejas del menor se habían elevado con expectación, Thomas casi sintió que el aliento le faltaba por aquel instante. ¿Era una invitación como la que había estado esperando desde que llegó?
Bueno, no era como si fuera algo que no habían hecho antes. Normalmente, algo como eso siempre significaba mirar vídeos viejos de ambos o echarse una partida en la consola del castaño. Las cosas típicas que hacían los amigos. Arrugó el puente de la nariz al tiempo que una sonrisa se pintaba en sus labios.
—¿Planeas abandonar la fiesta que te organizamos solo para echarte una partida de smash conmigo? —Dylan pareció contestarle en silencio, al tiempo que media sonrisa acababa por aparecer en sus labios por aquel instante.
No, a ese punto ya no había duda alguna: estaba enamorado de Dylan O'Brien.
—No, planeo estar en la fiesta contigo un rato y después secuestrarte a mi departamento para poder ponernos al día. Después prometo devolverte a tu hotel y volver por ti apenas hayas cogido tus maletas ¿Te parece la idea?
Thomas simplemente negó con suavidad ante ello. Había escuchado con claridad cada una de las palabras del castaño, tratando de pensar en algo más que no fuese estar a solas con Dylan. Parecía que todo pintaba perfecto, que sus planes saldrían a pedir de boca. Si podía continuar leyendo entre líneas, si podía volver a percibir esa chispa de la que Kaya le había hablado, podría ser capaz de abandonar su inseguridad y dar el primer paso.
—Dyl créeme que no hay na... —no pudo completar la frase, no cuando Holland se había parado en una de las sillas de madera del lugar para poder capturar de buenas a primeras, toda la atención de los ahí presentes.
Todas las miradas se centraron en la pelirroja, quien sonreía y comenzaba a soltar un par de palabras que eran dirigidas al castaño que pronto cumpliría años. Tras aquello, la chica simplemente parloteó un poquito, añadiendo que era hora de convivir un poco más, que debían hacer algo para conocerse mejor. Cierto, todos los ahí presentes tenían una fuerte conexión con el castaño, pero con el resto, eran prácticamente, solo meras caras conocidas.
De un momento a otro, el británico se vio arrastrado a un juego del que solo había escuchado y del que nunca había participado. En una enorme mesa de madera, había varios vasos plásticos distribuidos, todos ellos con variadas bebidas en su interior. También había botellas, cuatro para ser exactos, todas estratégicamente posicionadas a cada punto cardinal.
En el medio de la mesa, había una botella vacía, que serviría para señalar la bebida que se tomaría la persona en turno. Era simple: solo debían girar la botella y esperar por la bebida del castigo.
Dylan estaba a su lado, observando a los demás con una enorme sonrisa en los labios, mientras Posey le decía algo que no alcanzaba a escuchar desde su posición. Probablemente no debía combinar tanto alcohol con Dylan de por medio.
Hizo una anotación mental con todo aquello al tiempo que observaba a Ki quien estaba al otro lado de la mesa, dedicándole una sonrisa.
—Bien, lo haremos más interesante. Porque acabar hasta la médula de ebrios no es del todo divertido —Shelley había tomado la palabra, al tiempo que se abría paso hasta le mesa y cogía la botella, para ser ella la primera que cogiera turno—. Quien gire la botella deberá escoger entre soltar una verdad o hacer un reto ¿No suena mejor?
Todos se habían mirado las caras por aquel instante, tirándose un par de carcajadas mientras aplaudían de manera instantánea. A donde lo viera, aquello comenzaba a ponerse ligeramente peor. Probablemente a ese punto todavía podía abandonar la mesa y olvidar que se trataba del cumpleaños de Dylan, quizá podía poner alguna excusa para salirse a fumar un cigarrillo o perderse en el baño del local: lo que fuera. Apretó los labios y estuvo a punto de retroceder un paso, pero el firme agarre que el castaño impuso en su brazo por aquel instante, le hizo desistir de la idea.
—Una ronda, Tommy, te prometo que no conduciré ebrio, cogeremos un taxi —tras aquello, Dylan le guiñó el ojo y simplemente regresó su atención a la mesa, al tiempo que la castaña giraba la botella que terminó por señalar un vaso con contenido de tonalidad ambarina.
Tras beberse el contenido del plástico, no demoró absolutamente nada en gritar que quería realizar un reto. Fue Holland la encargada de decirle que debía quitarse una media y colocársela en la cabeza: uno de los retos más bizarros que había escuchado en su vida.
Los siguientes participantes siguieron más o menos la misma línea de actividades, bebiendo el contenido de los vasos o de las botellas, poco antes de saltar en un pie o hacer un baile por demás tonto. Algunos naturalmente, habían terminado por coger verdad, arrepintiéndose de las preguntas tan fuera de lugar, que habrían terminado por coger reto tras pensarlo mejor.
Cuando el turno de Dylan llegó, solo quedaban unas cuantas bebidas en la mesa, entre ellas, una media botella de tequila, la cual, terminó por ser la sentencia para el castaño en turno.
Tras ser animado por los ahí presentes, Dylan se había bebido el contenido de la botella de un solo trago, soltando un extraño sonido cuando hubo terminado el mismo. Vale que aquello debía haberle quemado como mínimo, toda la maldita garganta.
—Bien, bien, tíos, cálmense. Sé que soy el del cumpleaños, pero para que vean que es todo justo, haré un reto. Mi querida Holland, ¿Por qué no me dices alguno de los que elaboras en tu malévola cabecita?
La aludida simplemente había sonreído, paseando su mirada entre todos los presentes antes de finalmente, terminar por detenerse en el pelinegro que yacía al otro lado de la mesa. La chica ensanchó la sonrisa en sus labios antes de señalar a Tyler con su diestra, mientras que la izquierda se encargaba de señalar a Dylan.
—Quiero que se den un beso. Hagan el Sterek real, algunas de nosotras lo hemos esperado por años.
La sonrisa que hasta ese momento se había pintado en los labios de Thomas acabó por desaparecer. Todos los ahí presentes comenzaron a darle ánimos a Stiles y a Derek, mientras que estos solo se miraban y se carcajeaban entre ellos.
Era un beso, un reto, solo eso. Cuando ellos mismos se habían retado para besarse, Dylan se había apartado. Había una mínima parte en su sistema que apostaba a esa posibilidad, sabía muy en el fondo que Dylan no consentiría nada de eso, mucho menos frente a tantos de sus amigos. Reiría, como lo había hecho con él, se apartaría, pediría por otro reto. No sucedería, no frente a todos, no frente a él. ¿Por qué Holland había pedido algo como eso?
Apretó los labios al tiempo que notaba como el pelinegro se aproximaba hasta donde se hallaba Dylan, colocándose a su lado, justo al lugar que ocupaba Posey hacía unos instantes. El resto de los invitados estaban al borde de la expectación, mirando en la dirección en que se hallaban ambos muchachos por aquel momento.
Es un reto.
Dylan se apartará.
Es un reto.
Dylan no le besará.
Es un reto. Solo un reto.
Escuchó las risas, escuchó las bromas. Hoechlin amenazaba al castaño con no hacer nada más de la cuenta, mientras este alegaba que se le daría una maldita infección después de aquello. Pero todo el ambiente terminó por caer en tensión al preciso segundo en que el pelinegro colocó las manos en los amplios hombros de Dylan.
Es un reto. Es un reto. Se apartará. Es un reto, Dylan se apartará.
Con los pardos fijos en los hombres que yacían a su lado, Thomas se había quedado completamente quieto. El silencio no demoró en llegar al salón al preciso segundo en que el hombre más alto se inclinó en la dirección en que se hallaba Dylan.
Es un reto. Dylan se apartará.
Pero Dylan no se apartó.
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