8. Fuego (Tercera Parte / Final)
Miren no es por nada, pero va a doler, yo aviso.
Próximamente se viene el arco de los Lawrence y más participación de Rosaria, Lisa y Mona.
Por cierto este mes practiqué más y más la escritura para adquirir el habito de escribir más palabras por día, algo me dice que podré retomar mis fics de haikyuu con esta nueva habilidad, si alguien conoce haikyuu, es multishiper y ya está acostumbradx a mi estilo, se pueden dar una vueltita por mis otros dos fics, si quieren.
Además quería recordarles que tengo instagram, twitter y tumblr, en los dos primeros mi user es nightray1997 y en tumblr es natalie-nightray97, allí subo ilustraciones de este AU, el insta es el más activo y allí subo leaks de los capítulos y voy mostrando el progreso de la historia en cuanto a cantidad de palabras y caracteres, por si desean seguirme.
Los amo mucho ❤
Ajax se había quedado despierto hasta el amanecer, sentado en el piso del pasillo que conectaba la zona de entrenamientos con la salida trasera; con una mirada vacía observó el corte en su muñeca, ya que seguía preguntándose si aquello fue real, la marca estaba allí, y recordaba vívidamente en que momento se la había hecho. Algo dentro de sí mismo lo hizo dudar de su memoria, pero, cada hecho ocurrido en esa habitación, cada lágrima del príncipe y sus miradas de horror y desdicha, seguían repitiendose una y otra vez en su mente; era demasiado angustiante y real como para haberlo imaginado.
Los rayos de sol apenas comenzaban a colarse por las ventanas, cuando vio a Kaeya caminando rumbo a la salida; lo poco que le quedaba de sentido común le dijo que no se acercara para no importunarlo, pero a veces sus acciones no obedecían a la lógica, por lo que se levantó para ir hacia él, y se quedó parado a unos metros mirándolo fijamente sin expresión alguna. El príncipe Alberich se quedó quieto sin voltear a verlo, Tartaglia quería saber cual sería su reacción, si acababa de ser violado hacía algunas horas, debía demostrarle algo, lo que fuera, para saber si aquello había sido real.
Kaeya agachó la cabeza, sintió la mirada sin brillo de ese desertor de Snezhnaya, y tuvo ganas de llorar, él estuvo allí, no le pedía intervenir porque eso le habría costado la vida, pero para él era mucho más humano que ese tipo hubiese decidido marcharse para no verlo en esa situación. Sin embargo, él se quedó, y aceptó estar ahí para mirar sin una pizca de emociones, el príncipe pensó entonces que seguro lo estaba disfrutando, no de una manera sexual, sino como si su sufrimiento le resultara gratificante.
Childe se acercó poco a poco, Kaeya se puso tenso, pensando en estado de alerta que ese tipo era quien le dio el veneno, que todo aquello solo era un plan para torturarlo lentamente antes de darle fin a su vida, porque nada en él le causaba buena espina, mucho menos después de lo ocurrido hacía algunas horas. El príncipe de Khaenri'ah sólo podía pensar en esa posibilidad, y no sabía si huir de él, o confrontarlo para dejar escapar la rabia acumulada, porque incluso si era débil, o si sus uñas cortas no podían infligir daño, deseaba defenderse de alguna forma no pacífica.
—¿Eso fue real...? —le preguntó Ajax, Kaeya no lo miró, solo observaba sus pies mientras la rabia se incrementaba poco a poco dentro de él—. ¿De verdad pasó?
—Si quieres matarme, solo hazlo, ya se te cayó el teatro —replicó el príncipe con una voz sombría, pero su respuesta solo aumentó la confusión de Tartaglia.
—¿Qué teatro? —Esas palabras hicieron reír en voz baja a Kaeya, quien se abrazó a sí mismo con dolor; Childe se sintió extraño al ver su manera de reaccionar, en cierta forma le recordaba a sí mismo—. ¿Por qué te ries?
—¿Disfrutaste ver eso? —Kaeya lo miró de reojo con una sonrisa cínica, mas sus ojos cansados solo mostraban desprecio y frustración.
—¿Qué... qué cosa?
—¿Te agradó ver al que te arruinó la vida siendo humillado de esa forma?
«Esto debe ser un delirio» pensó Ajax negando con la cabeza.
—No me mientas, lo viste todo... Pero qué más da ¿Cuántos más ya lo han hecho? —murmuró el príncipe Alberich recordando cada vez que algún caballero de Favonius había cedido a la presión al verlo en esa misma situación con un gran grupo de personas, ni siquiera alguien como Huffman Schmidt, perteneciente a una casa conocida como "honorable", pudo negarse a la invitación de participar en su "castigo grupal".
—No te entiendo... —dijo Tartaglia sin saber si estaba teniendo una conversación real.
—Solo déjame en paz... —susurró Kaeya antes de darle la espalda, pero Childe reaccionó agarrando su muñeca para retenerlo ahí—. ¡No me toques!
—Por favor respondeme... ¿Eso fue real? —cuestionó mirándolo fijo con sus ojos sin brillo, el príncipe de Khaenri'ah se sintió intimidado, porque si Ajax era quien trató de envenenarlo, nada le impedía finiquitar su cometido en ese mismo sitio.
—Voy a llamar a los guardias si no me sueltas —lo amenazó armándose de valor, entonces Tartaglia soltó su muñeca para poder agarrarle el brazo, cosa que consternó a Kaeya—. Lo juro por todo, si me haces algo va a ser peor para ti...
—¿De verdad Zhongli te hizo eso? —preguntó Childe con el agarre tembloroso, hiperventilando gradualmente; eso no hacía más que aterrar al príncipe—. ¿Él te violó?
El miedo y la ira se tradujeron en una fuerte bofetada que le dio Kaeya a Ajax con la mano abierta, explotar de esa manera no era algo común en él, pero, estando frente a un tipo que según su parecer solo quería el mal para su vida, y que en vez de unirse a Morax y Barbatos decidió observarlo todo con malicia, no fue capaz de contener sus emociones. Tartaglia se quedó callado, con la cabeza girada por ese impacto en su mejilla, durante toda su vida resistió dolores mucho peores saliendo airoso, pero algo era diferente en ese, le dolía en el corazón, porque sabía que el príncipe lo detestaba por no haberlo salvado de Zhongli y Venti; por eso no iba a devolverle el golpe.
—No te burles de mí... —susurró Kaeya respirando agitado por la indignación, sus lágrimas le recordaron a Ajax que ese príncipe, al cual le atribuyó su mayor fracaso, solo era un frágil y desvalido pajarillo, atrapado en las garras de un par de bestias—. Prefiero que me mates ahora, pero deja de hacer esto más humillante...
—Eres... —murmuró Tartaglia algo mareado por los llantos de sus voces—. Eres como un niño pequeño...
Kaeya tembló y lloró de rabia, creyendo que lo estaba llamando inmaduro, no tenía sentido seguir allí discutiendo con alguien que según él, solo quería destruirlo de forma lenta y dolorosa. Pero en cuanto intentó zafarse de su agarre, Childe le sujetó ambos brazos con firmeza; el príncipe Alberich se tragó el orgullo cuando lo vio directo a los ojos, y tuvo el perturbador pensamiento de que ese tipo iba a convertirse en un monstruo que le arrancaría la cabeza de un mordisco.
—Me odias —pareció afirmar Ajax, Kaeya se quedó sin aire, pues creyó que si decía una sola palabra para confirmar o contradecir sus palabras, iba a morir en ese mismo instante—. Me odias porque no te salvé...
—Por favor no... —suplicó el príncipe aterrorizado.
—Me odias porque por mi culpa quedaste atrapado aquí —dijo Tartaglia con más claridad, Kaeya negó nerviosamente con la cabeza, pero se paralizó cuando Childe empezó a hablar más rápido—. Es mi culpa que te hicieran todo esto, esa es la realidad, yo fui quien te arruinó la vida, yo huí, debí haber vuelto pero huí, si no lo hubiera hecho no te habría pasado nada, tu solo eres un niño, necesitas que alguien te proteja, yo debo...
—¡Espera por favor! —le pidió el príncipe Alberich, Childe se quedó callado para dejarlo hablar, lo compadeció porque lucía muy asustado de él—. No es tu culpa que yo acabara aquí, fue Barbatos. No hay nada que tu o yo hubiéramos podido hacer.
—Tú eres... —murmuró Ajax con su expresión sombría, lo cual causó que Kaeya volviera a hiperventilar por el terror—. Dulce...
—¿Qué...?
—Dulce... —repitió Tartaglia, el príncipe no procesó que él lo describiera de esa forma, pero no parecía ser una burla; y de pronto, Childe comenzó a hablar más rápido otra vez—. Pequeño, indefenso, frágil, delicado, tierno...
—Suficiente. —Alzó la voz Kaeya con desconcierto por lo trastornado que se oía ese tipo.
—Eres tan... —Ajax parecía no estar en todos sus sentidos, pues interrumpió sus propias palabras abrazando con fuerza al príncipe de Khaenri'ah, quien estaba tan descolocado que se quedó inmovil y con la boca abierta—. Incluso después de lo que te hicieron, piensas en mí.
—¿De que estás...?
—Tu no quieres que yo sufra, eres un ángel, un dulce angelito indefenso...
—No lo soy...
—Voy a llevarte a Snezhnaya y te protegeré hasta el final de mis días, lo juro por todos mis hermanos —dijo Tartaglia dándole un apretado abrazo a Kaeya, el cual agitó la cabeza confundido.
—¿Qué es todo esto? —se preguntó Kaeya, inmediatamente después Childe lo tomó en sus brazos y él exclamó asustado por creer que haría algo aún más raro; entonces Ajax se sentó en el piso con la espalda apoyada en la pared, y posicionó al esbelto y débil príncipe sobre su regazo para abrazarlo y mecerlo.
—Te abrazaré hasta morir —expresó Tartaglia restregando la mejilla sobre la frente de Kaeya como un gato; el príncipe miró a su alrededor muy incómodo, y vio que unos guardias los estaban vigilando a la distancia, tan desconcertados como él.
—Los guardias están aquí... —murmuró Kaeya, pensaba que decirle eso le haría recapacitar y soltarlo para que no lo atacaran si se atrevía a volverse violento.
—¿Quieres que los mate? —le preguntó Childe mientras se metía un mechón de cabello del príncipe entre los labios para darle un suave tirón.
—No... —respondió Kaeya cada vez más incómodo, de vez en cuando miraba a esos guardias como pidiendo ayuda, pero estos estaban hablando entre ellos, haciendo señas para referirse a Ajax como un loco—. Pero, pueden malinterpretar tus acciones ¿Por qué no me dejas levantarme para evitarnos malos entendidos?
—¿Malos entendidos? Pero solo es un abrazo... —Tartaglia siguió jugando a morder con los labios pequeñas porciones del cabello del príncipe, antes de proseguir—. ¿Quieres que te suelte?
—No quiero ser descortés, pero, estaba por salir a charlar con unos amigos...
—De acuerdo, puedes ir... mi angelito —se despidió Childe mientras soltaba suavemente a Kaeya para que pudiera ponerse de pie; a este último lo recorrió un escalofrio desde los pies a la cabeza, si bien ese tipo ya no estaba siendo hostil con él, seguía pareciendole un completo desequilibrado.
El príncipe salió por el patio trasero del palacio, por esa vez decidió no pedir escolta, algo dentro de sí no quería más protección, estaba desgastado emocionalmente por lo ocurrido en la noche, y confuso por el desertor de Snezhnaya; ese tipo no actuaba como si estuviera planeando formas de matarlo o torturarlo, era inestable e impulsivo, no cumplía el perfil de alguien que quisiera conspirar contra él, por eso Kaeya volvió a tener sus dudas con respecto a acusarlo. De todos modos, a pesar de temer por su vida, el príncipe Alberich llegó al centro de la ciudad, todavía inactivo a esas horas de la mañana, y se quedó esperando a Albedo con la espalda apoyada en un mural, mientras él miraba las nubes blancas con cansancio.
—Ya llegué... —murmuró el Jefe Alquimista, su ex amante lo miró, estaba tan exhausto como él, con rojeces en el rostro, los ojos hinchados de tanto llorar, y con bolsas en los párpados inferiores por la falta de horas de sueño.
—¿Estás bien mi amor? —le preguntó Kaeya tocándole las mejillas, Albedo cerró los ojos, tenía miedo de decirle que el Heroe Oscuro había descubierto parte de lo que le ocultaban, y que tendría que juntarse con él esa noche para darle algunos detalles.
—Siendote sincero... no estoy muy bien... —reconoció, el príncipe suspiró y le dio un abrazo, ambos se acariciaron, tenían la mirada melancólica y sus cuerpos estaban débiles y heridos, el del Jefe Alquimista por algunas marcas de azotes en su espalda que todavía no terminaban de cicatrizar, el de Kaeya por lo ocurrido en la noche.
—Lo siento tanto...
—No te preocupes... ¿Tú estás bien?
—Siendo sincero... tampoco lo estoy... —respondió el príncipe de Khaenri'ah, Albedo se separó de él y soltó una lágrima que quiso secar con su pañuelo, pero Kaeya lo hizo por él, limpiando sus lágrimas con el pañuelo que le regaló Alatus en su niñez—. No quiero que llores por mi...
—No puedo evitarlo —dijo Albedo, sabía que por su amado debió haber asesinado al Héroe Oscuro cuando tuvo la oportunidad, pero, cuando pensaba en él, solo podía sentir remordimiento, porque a sabiendas de que había sido un mentiroso, el Héroe Oscuro se compadeció de él y le juró no delatarlo; por eso se preguntaba si seguiría siendo así si le contaba toda la verdad.
—Te amo... —le susurró Kaeya, esas palabras quemaban el corazón del Jefe Alquimista, amaba escucharlas, pero también dolían—. Te amo Albedo...
—Yo... —Albedo sentía que por orgullo no podía decir lo mismo, y porque, si confesaba sus sentimientos, el príncipe le daría exclusividad sexual, lo cual haría más dolorosas sus noches con el rey y Morax—. Te diré mis sentimientos, cuando te saque de aquí.
—Por favor cariño, no juegues con eso —le pidió Kaeya con resignación, el Jefe Alquimista le tomó una mano y lo miró a los ojos.
—Lo primero que debo hacer es sacar a Alice y a Klee de Mondstadt, después de eso, te juro que...
—No te permitiré usar tu alquimia fuera de los límites, te quiero vivo.
—No me interesa mi vida.
—Estás equivocado entonces. Soy un príncipe, así que te ordeno preocuparte más por tu propia vida.
—No voy a obedecerte, haré todo lo que esté a mi alcance para llevarte a un lugar seguro.
—¿Y cuál es el lugar seguro? —le preguntó el príncipe Alberich, Albedo agachó la cabeza y se tocó la frente, pues su amado tenía un punto, sobre todo después de lo que descubrió en compañía del Héroe Oscuro.
—Es cierto... —murmuró, tenía que estar preparado para decirle a Kaeya algo que le rompería el corazón—. El grafólogo analizó las cartas que le enviaron al rey... Y, una de ellas es una falsificación de la letra de Eula Lawrence.
Al escuchar eso el príncipe cerró los párpados y respiró profundamente, creyendo que hacer eso ahogaría sus ganas de llorar. Sin embargo volvió a abrirlos y miró al cielo mientras su ojo se llenaba de lágrimas, Albedo lo contempló con un rostro de compasión y dolor, lo único que quería para Kaeya era una vida de paz.
—Perdón, no puedo controlar... —murmuró el príncipe de Khaenri'ah limpiándose las lagrimas, el Jefe Alquimista se lanzó a abrazarlo, y apoyó su oído cerca del corazón de su amado—. ¿Por qué no podían ser los Lawrence? ¿Por qué tengo que desconfiar de mi padre o la zarina? Esto es tan injusto...
—Lo siento... —susurró Albedo llorando también; por eso y más Kaeya lo amaba, él si entendía sus sentimientos, y era quien más conocía de su vida.
—Te amo tanto... —expresó el príncipe antes de separarse para poder agachar la cabeza y darle un cálido y afectuoso beso; el Jefe Alquimista solo lo dejó continuar, hasta que vio que se aproximaban un par de caballeros de Favonius y lo apartó rápidamente—. Perdón...
—No es eso, hay soldados cerca.
—Cierto... Lo siento, no me resistí a besarte.
—Si vamos a besarnos tan seguido, debemos hacerlo en un lugar privado —dijo Albedo, Kaeya sonrió ilusionado por esa respuesta, por lo que él tuvo que devolverlo a la realidad—. ¿Averiguaste algo ayer?
—¿Hm? Oh, claro, lo había olvidado... Mira lo que causas en mi, cariño —respondió el príncipe riendo coqueto, el Jefe Alquimista quiso mantenerse serio, pero no pudo evitar sonreír al verlo contento—. La espada de platino pertenece a los Lawrence, no lo pusieron en duda en ningún momento.
—¿En serio?
—Bueno, considerando que una de las cartas que le enviaron a Barbatos si pertenecía a Eula Lawrence, no me extraña que también se estén moviendo en el bajo mundo. Sí que están planeando algo en su contra, pero yo no figuro en esos planes, ahora lo sabemos...
—¿Supiste sobre alguien que haya visto mi espada?
—Wagner me dijo que pagaron por su confidencialidad, así que no me dio nombres ni descripciones.
—Maldición...
—Pero, si me dijo que la persona que fue a preguntar por el diseño de tu espada, es un muchacho con un sombrero amplio y grande de color rojo, con un velo colgando a sus espaldas.
—Suena a algo que se usaría en Inazuma.
—Es lo único que me dijo, según él, ese dato bastará para reconocerlo.
—¿Sabes si Wagner le mencionó mi nombre?
—Por supuesto que lo hizo, pero debemos agradecer a Barbatos por su tacañería. La espada que usas es un modelo genérico, más de un caballero la tiene en su armería, así que el tipo del sombrero tiene una larga lista con nombres de sospechosos, será fácil para ti pasar inadvertido.
—A menos que descubra que fuimos amantes...
—En ese caso, debemos ser más discretos —sugirió Kaeya, Albedo se quedó en silencio, reflexionando sobre esa nueva información, entonces se preguntó otra vez si debía contarle sobre lo del Héroe Oscuro, o resolverlo por sí mismo.
—Así que... Ahora debo buscar a un tipo con un sombrero rojo.
—Yo también preguntaré al respecto, es lo único que podemos hacer por ahora.
—Por favor no vayas solo, si lograron drogarte ayer hasta dejarte inconsciente, necesitas más protección que nunca.
—Solo aceptaré la compañía de Amber, es la única miembro del Ordo Favonius que me inspira confianza.
—Cuidate mucho...
—Lo haré, mi amor.
Dainsleif estaba junto a Sucrose en el laboratorio, pensando en que movimientos hacer ahora que probablemente Kaeya había logrado mandar a Albedo a un grafólogo para analizar las cartas; era evidente que se le adelantaron y que ya eran conscientes de que el príncipe estaba siendo víctima de una conspiración de alguien de su propio bando, si bien el rey Surya no debía ser el principal sospechoso de su propio hijo, si figuraba dentro de sus desconfianzas, por lo que debía hacer un nuevo atentado contra la vida de Kaeya, esta vez fingiendo un accidente. Pero un pensamiento oscuro vino a su cabeza al pensar de nuevo en la escena que vio la noche anterior, si el príncipe era violado cada día de su vida, su mente no debía estar para nada sana, y él podía utilizar eso a su favor.
La idea de inducirlo al suicidio era algo que lo asustaba, las dos personas a las que había amado en el pasado decidieron acabar su vida, por su culpa; pero trató de convencerse de que en ese caso no le rompería el corazón causar que Kaeya Alberich dedidiera quitarse la vida por sus acciones y palabras, porque no se podía permitir enamorarse de él, y si era alguien ajeno a él, su muerte no debería de afectarle. Mas de pronto pensaba en la belleza de sus rasgos, en la seguridad y coquetería de su actitud, en su exquisito gusto para vestir, su talento artístico, y en su oscura piel desnuda a la luz de la luna, y de repente su cabeza roída por siglos y siglos de falta de moral, lo imaginaba a su lado y a su merced durante otra eternidad.
Dain reprimió esas fantasías y se concentró en sus próximos métodos para llevar a cabo su misión, Kaeya no le diría a Barbatos que una de las cartas no pertenecía a Eula Lawrence, así que aún podía escudarse en esa coartada de culpabilizar a esa mujer; lo que sí le preocupaba era que el rey volviera a interrogar a Sucrose y se descubriese todo si ella confesaba haber encubierto a Albedo. Paimon llegó a contarle las aventuras de esa muchacha y el doctor Baizhu, Dainsleif ya era consciente de que ese doctor estaba maquinando algo para desviar la atención de los guardias para que la dejaran en paz, así que, solo iba a dejarlo actuar, porque tenía curiosidad por saber si ese tipo conseguiría apartar todavía más las miradas de los tres alquimistas de ese palacio, él incluido.
Sucrose abandonó un experimento para acelerar la evolución de unas bayas silvestres a una fruta cultivable, y salió del laboratorio para tomar un respiro, se le notaba muy tensa y distraída desde la tarde del día anterior, a veces suspiraba con angustia y se detenía para limpiar su nariz con un pañuelo. Su estado anímico estaba por los suelos gracias a lo que el emperador Morax el Rex Lapis le hizo al doctor Baizhu, en toda su vida la muchacha jamás vio ni escuchó algo más horrible e inhumano que eso, de solo recordarlo se le ponía la piel de gallina y sentía ganas de llorar, tal y como estuvo llorando toda la noche antes de dormirse.
Por eso iría en busca de Baizhu, necesitaba saber si él se encontraba bien, si ella podía hacer algo por él, porque se sentía muy culpable por no haber hecho nada para salvarlo de ese hombre; por el camino se topó de frente con el emperador Morax, caminando de la mano con sus dos hijas mayores, la alquimista guardó silencio y se puso tensa, con una expresión de desconfianza. Keqing le preguntó si le ocurría algo, Zhongli solo la miraba con una fingida indiferencia, pues todavía le daba vueltas a los rumores acerca de sus encuentros con el doctor Baizhu, y por eso Sucrose no le caía en gracia; la joven respondió que no pasaba nada, y se inclinó ante los tres para rendirles respetos.
Cuando estos se alejaron para ir a pasear por los jardines, Morax miró de reojo a Sucrose de forma aterradora, y ella sintió miedo, pero no iba a dejar que aquello la intimidara, porque no quería seguir siendo una cobarde; por eso enderezó la espalda, dejó a los costados sus brazos temblorosos, y alzó la cabeza para ver fijamente al emperador con una mirada seria y acusativa. Zhongli desvió los ojos, por alguna razón se sentía juzgado por esa muchacha, pensó que tal vez ella sabía de las calumnias en su contra y le ofendía que otros creyeran que en verdad se entregó a Baizhu, por eso el emperador concluyó que estaba siendo mal educado con una joven a la cual esos rumores supuestamente infundados le manchaban el honor.
Sucrose siguió su camino, y encontró al doctor Baizhu jugando con Qiqi en el cuarto de la pequeña, Qiqi hacía muchas preguntas sobre quién era y que estaban haciendo en ese lugar, y el doctor con paciencia respondía cada una de ellas; la alquimista se sintió extraña al ver eso, realmente era como si el doctor tuviera una faceta afectuosa con los niños pequeños, lo cual le pareció muy dulce. La princesa y Baizhu estaban armando un castillo de piezas geométricas de madera, el doctor Baizhu sostenía su propia quijada pensativo mientras miraba la construcción, y cuando Qiqi terminó de poner una pirámide en la punta de la torre más alta, él le preguntó si ya había terminado de construir el Palacio de Jade, a lo que ella respondió que sí; acto seguido, con el dedo índice el doctor tiró los cimientos del castillo de un solo chasquido.
—Ahora podemos volver a empezar —le sugirió Baizhu con indiferencia, la niña asintió y tomó las piezas para jugar otra vez a construir.
—Doctor Baizhu... —murmuró Sucrose insegura desde la puerta abierta, él se quedó quieto, en completo silencio—. ¿Puedo pasar?
—En estos momentos estoy ocupándome de la princesa Qiqi —respondió secamente, la alquimista se quedó cabizbaja desde su posición, creyendo que él la odiaba por no haber interferido en lo que le ocurrió.
—De verdad lo siento... —susurró ella con la voz temblorosa por el llanto, él no la miró, simplemente siguió ayudando a Qiqi con la construcción de un nuevo castillo.
—Lo de ayer nunca ocurrió —dijo Baizhu con frialdad, y la muchacha sollozó—. No vayas llorando por todo el castillo, la gente va a hacer preguntas.
—Solo... quiero saber si... —Sucrose juntó sus manos, cabizbaja por la vergüenza y el remordimiento—. ¿Puedo... ayudarlo?
—Claro que puedes —respondió el doctor, la alquimista lo miró ilusionada por hacer algo de provecho por él—. No lloriquees en el palacio, no te acerques a mi hasta que yo te busque y estemos en un lugar seguro, y por favor, no llames la atención del rey o los guardias, una sola palabra y lo echarás todo a perder.
—Entiendo... —La muchacha secó sus lágrimas, todavía no estaba bien, pero las palabras del doctor Baizhu la hicieron sentir culpable por no poder controlar esas emociones; bajo su perspectiva, si estaba llamando la atención de mala forma.
—Vuelve a tu sitio, yo me encargaré de todo lo demás —le ordenó él, Sucrose no sabía a que se estaba refiriendo.
—¿Encargarse de que?
—De salvarte —respondió Baizhu, la alquimista aún no entendía qué era lo que estaba maquinando, y por qué no quería darle más detalles—. Vuelve a donde tengas que ir, si nos ven, los rumores empeorarán.
—De acuerdo... De verdad lo siento tanto... —dijo Sucrose apenada, mas él ni siquiera volteó a verla para despedirse—. Adiós...
Tras largarse la alquimista de vuelta al laboratorio, el doctor tomó en sus brazos a Qiqi, no le importo interrumpirla mientras jugaba, pues de todos modos la niña lo olvidaría en cuestión de segundos; luego buscó a las princesas para entregarles a su hermana menor, pero las vio desde un segundo piso, las dos estaban junto a Morax charlando de libros en uno de los jardines de la primera planta. El doctor Baizhu evitó dejar a Qiqi a cargo de alguien más delante del emperador, así que recurrió a su plan B, y buscó al príncipe Chongyun y a Xingqiu en la biblioteca; una vez que los encontró, les entregó a la pequeña princesa con la excusa de que él debía ir al baño.
Barbatos estaba escondido detras de una estantería, acechando a Xingqiu hasta encontrar un momento donde encontrarselo a solas, sin embargo miró como Baizhu dejaba a la niña con su hermano, y vio en ello una oportunidad para seguirlo y divertirse a costa de él; por tratarse de un amante de Morax del sexo masculino, le parecía aun más peligroso a Venti, porque significaba que Zhongli lo escogió con el unico objetivo de que le diera placer, no herederos. El doctor se dirigió al subterráneo hacia las oficinas de la guardia real, sin embargo, el sonido del arco de Barbatos lo hizo detenerse en seco y mirar al cielo ateniéndose a lo que ocurriría con él.
—Qué buen lugar escogiste, aquí estamos en mi territorio, lejos del fastidio de Morax —comentó el monarca apuntandole una flecha, con una expresión perversa y divertida.
—Usted lo ha dicho.
—¿Desde cuándo follan? No me digas que tu eres "la mamá" de la pequeña Qiqi, eso sería hilarante —dijo el rey acercándose con su arco, la flecha rozó la nuca de Baizhu y Changsheng siseó tensa, mas su amo le acarició la cabeza para calmarla.
—Bueno, él se sirve de este cuerpo desde que me robó para obligarme a vivir a su lado. Así que le aseguro que no es mi voluntad —le explicó Baizhu, Barbatos sonrió de oreja a oreja sin dejar de amenazarlo—. Es más, si de mí dependiera, él sería todo suyo.
—¿Quieres que me trague que te ha violado? De una víbora como tú me esperaría otra cosa, como que lo hayas seducido para ser su médico personal ¿O me equivoco?
—Hm... En parte —respondió el doctor, entonces Venti desvió la trayectoria de su flecha y la disparó a milímetros del cuello del doctor Baizhu, quien sintió que casi se desmaya del susto.
—Cuánto descaro... Con ese tema no se juega ¿O es que acaso te gustaría que yo te viole para que experimentes cómo se siente en verdad?
—Tentador... pero no he mentido, el emperador si me obliga a hacerle el amor, pero con el tiempo se volvió costumbre y simplemente le vi el lado positivo. Ahora soy el cuidador de su hija menor y el médico de la familia real, es lo mínimo que podía obtener cuando él rompió mis aspiraciones.
—Ya veo...
En ese momento Venti agarró los cabellos de Baizhu, su serpiente estaba preparada para lanzarse a por la mano del rey, pero el doctor le sujetó la cabeza y "se dejó guiar" de esa violenta forma rumbo a uno de los cuartos del calabozo; al llegar soltó a Changsheng en el piso de piedra y le ordenó irse, esta se alejó zigzagueando frenética, si no podía morder, haría algo para encontrar ayuda de quién fuera. Al quedarse solos, Barbatos empujó al doctor Baizhu contra el suelo, y sin más explicaciones le bajó los pantalones y le amarró las manos con cadenas; entonces Baizhu pudo observar mejor ese calabozo, que era en realidad una perrera llena de cánidos grandes que la guardia usaba para rastrear fugitivos.
—Esto no me calienta nada —murmuró el monarca pateandole el culo, el doctor se quejó de dolor, e hiperventiló mientras imaginaba lo que pasaría a continuación—. Aquí es donde Morax mete su polla cuando no estamos juntos, que decepcionante.
—Su majestad, se lo suplico, no cometa una locura que empeore su relación con mi señor —le pidió observando a los perros que estaban encerrados, los cuales ladraban y babeaban hambrientos y excitados.
—¿No sería divertido hacerle una broma a Morax? Podríamos ensuciar este hoyo con semen de perro para que se lleve una sorpresa la próxima vez que te quiera coger —dijo riendo divertido, Baizhu miró aterrorizado a los perros, y buscó formas de revertir esa situación.
—Rey Barbatos... espere por favor —suplicó el doctor Baizhu mientras Venti se levantaba para ir rumbo a las jaulas—. ¡Vine a los calabozos porque tenía información para el capitán de la guardia!
Al oírlo Venti se detuvo cuando estaba a punto de tomar las llaves para abrir las jaulas, y lo miró interesado, sin embargo se guardó las llaves en el bolsillo para proseguir después con lo que le apetecía hacer.
—Te escucho.
—Es de conocimiento del capitán que la muchacha Noelle no fue vista en determinadas horas del día por sus compañeros... Al principio me parecía que esa joven era demasiado inocente y poco lista para acusarla, pero un par de cosas me hacen dudar al respecto.
—¿Crees saber más de Noelle que yo? Prácticamente la crié —comentó Barbatos sonriendo cínico , mientras recordaba su forma de "criar" a una hermosísima adolescente mendiga que "rescató" de la calle.
—Claro, usted ha pasado mucho tiempo con ella, pero... tal vez la muchacha tiene motivos para ocultarle cierto detalle que yo conozco —le dijo el doctor, el monarca sonrió de lado.
—Y supongo que quieres que te suelte a cambio de ese supuesto "detalle" ¿No?
—No quiero aprovecharme, pero estoy en una posición muy incómoda, no puedo hablar bien si sigo así...
—Seguro... —murmuró Venti jugueteando con las llaves de las esposas con cadena que tenía puestas el doctor.
—Algo es sabido por todo el mundo, y es que la dulce Noelle gusta de entrenar con un mandoble junto a los guardias del castillo... Si lo piensa, tiene la fuerza necesaria para asesinar a una de sus compañeras que la haya visto hacer algo que no debía...
—Tienes un punto, mi Noelle es muy fuerte, pero eso no prueba que haya tenido el valor de matar a una de las sirvientas, es demasiado ingenua y amigable para ello.
—A menos que tenga un buen motivo ¿No le parece? —Baizhu sonrió astuto, el rey miró las llaves un poco más serio, debatiéndose entre lo que quería hacer para divertirse, o lo que el deber le demandaba.
—¿Qué pasa si descubro que mientes? —le preguntó el monarca tomando la llave de las esposas con sus dedos.
—No opondré resistencia si desea darme un castigo —juró el doctor Baizhu, Venti titubeó antes de soltar las esposas y dejarlo libre; rápidamente el doctor se puso de pie y se subió los pantalones, alejándose un poco de Venti para que este no volviera a hacerle lo mismo.
—¿Qué es eso que averiguaste de Noelle?
—Bueno... Hace unos días pasaba por el pasillo de su torre, para ir a chequear el estado del príncipe Alberich, y escuché algo muy interesante —le contó Baizhu, sonriente y pícaro, Barbatos guardó silencio y lo instó a continuar—. Del cuarto del príncipe Alberich salían unos ruidos muy poco ortodoxos, parecía estar disfrutando con alguien, con una mujer específicamente...
—¿Es en serio? —cuestionó Venti guardando la rabia, Kaeya ya había tenido sexo fuera del palacio cuando debía guardar reposo, así que no le extrañaba que también lo tuviera dentro del mismo.
—Me pareció tan curioso que mandé a mi serpiente dentro de su cuarto ¿Y que fue lo que me trajo? Unos hermosos pétalos de rosas, que una joven que conocemos suele usar en su cabello —dijo el doctor Baizhu con ladinería, Barbatos bufó conteniendo la furia.
—¿Cómo se que no estás mintiendo solo para salvarte el culo?
—Trate de comprobarlo usted mismo, seguramente ellos aprovechan algunas instancias del día o la noche para rendirse a la pasión.
—Espero que no estés calumniando a Noelle, ella siempre ha sido leal a mi, no se atrevería a traicionarme de esa forma.
—Bueno, quién sabe, el amor ciega a las personas, puede que ella haya hecho esas barbaridades por amor, a menos que tenga otras razones... —murmuró el doctor, Venti miró las piedras del suelo, dudando de su percepción sobre esa manipulable muchacha, a la cual le arrebató la virginidad a los 13 años—. ¿Tiene razones?
—No.
Tras esa conversación, Barbatos y Baizhu salieron de ese calabozo, y se toparon con el capitán y dos soldados que perseguían a Changsheng, quien se robó y llevaba en su boca uno de los documentos de todo el papeleo de sospechosos; de esa forma la serpiente consiguió atraerlos hasta ese sitio, pero para su alivio, su amo ya había sido liberado por el rey. Changsheng subió por la pierna del doctor Baizhu mientras Venti se retiraba con la desconfianza hacia su sirvienta "personal" ya inculcada en su cerebro, entonces Baizhu tomó la hoja que su serpiente dejó en el suelo, miró al capitán de la guardia y le sonrió cínico.
—Capitán ¿Podría hablar con usted en privado? —preguntó al entregarle el papel a uno de los soldados.
—Por supuesto, ustedes dos, pueden retirarse —ordenó el capitán, sus dos soldados asintieron y se fueron otra vez a la oficina, luego Baizhu le hizo una seña para invitarlo a caminar por los calabozos.
—Averigüé algo más, el rey sabe más detalles que yo, pero al parecer la muchacha Noelle es amante del príncipe Alberich —le comentó, el capitán se sorprendió, eso le parecía gravísimo.
—Definitivamente debe tratarse de esa muchacha... —murmuró mientras se adentraban más y más al fondo del pasillo de piedra ennegrecida.
—No cantaría victoria tan pronto, aún hay que confirmar que estos rumores son ciertos, pero supongo que si ese momento llega, usted tendrá todo el derecho de actuar en consecuencia —dijo el doctor mientras palpaba ligeramente a Changsheng para que bajase de su pierna.
—Definitivamente lo haré, ya fallamos una vez, no podemos volver a hacerle eso a nuestro rey —respondió el capitán, Baizhu se detuvo y se tocó la barbilla para analizar lo que acababa de escuchar.
—¿En Mondstadt también tienen un gran sentido del honor?
—Eso ni lo dude, es lo más importante de nuestra formación —dijo el capitán, mas de pronto se quedó callado y su expresión cambió a una horrorizada cuando la serpiente del doctor Baizhu comenzó a subir por su pierna, justo debajo de la armadura—. ¡Quitemela! ¡Quitemela!
El capitán gritaba aterrorizado y se movía en círculos mientras Changsheng le recorría el cuerpo, entonces el doctor puso la palma de su mano sobre la boca del capitán, y lo miró directo a los ojos de forma inquietante.
—Mi querida Changsheng solo ataca cuando yo se lo ordeno, no tiene que entrar en pánico —le sugirió, luego la serpiente emergió debajo de la pechera y se asomó para sisear con su larga lengua muy cerca de la cara del asustado capitán —. Respóndame una pregunta: ¿Hay honor en ensuciar el nombre de una jovencita?
—No sé de que está hablando, por favor déjeme ir... —le suplicó el capitán cuando Baizhu soltó su boca.
—Por supuesto que puede irse, no lo retengo.
—¡Pero quíteme esta cosa! —le pidió histérico por la presencia de Changsheng en su cuerpo.
—Oh, pero Changsheng es inofensiva, puede irse con ella.
—Por favor...
—Entonces responda.
—¿Puede repetirme la pregunta...?
—¿Qué hay de honorable en esparcir calumnias sobre una joven respetable como la señorita Sucrose? —volvió a preguntar Baizhu, de pronto el capitán abrió los ojos de par en par, guardando silencio—. Para ser un militar de honor, se comporta como una señora chismosa...
—No quise... Solo le conté a un par de mis hombres, no creí que...
—Ahora hay muchas personas apuntando con el dedo a la señorita Sucrose, en Liyue nos enseñan a cuidar el honor de nuestros seres queridos, entenderá que este error suyo me parece inaceptable —expresó el doctor Baizhu de forma amenazante, el capitán de la guardia tembló sin palabras; al doctor no le causaba ningún tipo de compasión, puesto que lo que en verdad odiaba de esos rumores, era que Morax no iba a tener compasión con él si volvía a escucharlos.
—Lo siento, sé que usted tiene interés en esa muchacha, no debí dejarla como una cualquiera ante mis... —balbuceó aterrado, sabiendo que no fue buena idea usar la palabra "cualquiera" frente a Baizhu.
—¿Una cualquiera? ¿Así le dijo? —preguntó el doctor Baizhu sombriamente, Changsheng siseó igual de amenazante.
—¡No! No con esas palabras...
—Tiene que hacer algo para enmendar su error capitán, es mi deber defender el honor de mi querida Sucrose, así que ¿Qué vamos a hacer?
—Diré que todo fue una mentira, que me confundí, lo juro... —respondió el capitán, por lo que Baizhu tomó a Changsheng para separarla de las clavículas de ese tipo.
—Eso es... Respete el honor de esa bella dama a partir de ahora si no queremos volver a tener roces ¿De acuerdo?
—¡Sí señor!
El príncipe Alberich encontró a Amber cerca del cuartel de los caballeros de Favonius, y le pidió escolta para realizar sus labores del día, ella le preguntó a sus superiores si sería prudente acompañar a Sir Kaeya, y ellos, conscientes a diferencia de la joven que el príncipe podía correr peligro, sin dudarlo le dijeron que sí; entonces Amber acompañó a Kaeya por toda la ciudad, vigilando a su alrededor con estricto cuidado, mientras el príncipe de Khaenri'ah preguntaba aleatoriamente a diferentes personas si vieron a un joven con un sombrero rojo y con un velo. Albedo en paralelo estuvo ausente en su trabajo del laboratorio para hacer lo mismo que su ex amante, preguntaba por el mismo tipo, y al igual que Kaeya, consiguió respuestas muy similares: "¿No es ese baladista de Inazuma?".
Durante el mediodía Amber le pidió al príncipe que se detuvieran un momento para comer algo, Kaeya se sentó junto a ella en una fuente y le acarició la cabeza mientras comía un emparedado de pan de semillas de calabaza con carne ahumada; la joven le preguntó si iba a almorzar también, pero el príncipe le dijo que no tenía hambre y que estaba corto de dinero. Amber no dudó en levantarse para ir al negocio donde había comprado su almuerzo, y trajo uno igual para él, junto con una jarra de cerveza; Kaeya sonrió y le agradeció ser tan considerada, realmente apreciaba esas pequeñas muestras de simpatía.
Albedo a diferencia de él se quedó parado cerca del barrio alto, sin comer nada y fumando uno de sus cigarrillos, algunos aristócratas se le quedaban viendo por su apariencia cansada y descuidada, que en conjunto con el olor del humo de su cigarrillo, hizo que su presencia les resultase incómoda y sospechosa. A él no le importó lo que pensaran, simplemente estaba allí porque le mencionaron que el baladista estuvo una noche cerca de una de las residencias, y él quería saber si tenía contacto con alguien en especifico a quien pudiera interrogar.
Grande fue su sorpresa cuando los residentes le indicaron una casa que el conocía de sobra, la residencia de la familia Megistus; nunca se esperó que el tipo que aparentemente tenía que ver con el complot contra su amado, le haya hecho una visita a Mona, su mejor amiga. Aquello solo lo hizo sentirse más tenso, pues era como confirmar que esa persona sabía de sobra que él era quien intentó envenenar al rey Barbatos, y que no simplemente lo había visto sin mayores detalles e intuyó que tramaba algo que podía usar como distractor; era como si cada vez estuviese más contra la espada y la pared.
Entonces Albedo tocó la puerta de esa enorme casa, y su amiga Mona le abrió y lo invitó a pasar con total naturalidad, luego le ofreció sentarse en la sala de estar mientras ella iba a buscarle algo de comer. El Jefe Alquimista estaba mirando un punto fijo con preocupación, si las cosas seguían igual de cuesta abajo, tendría que hacer algo sumamente peligroso, que implicaba volverse un fugitivo de todas las leyes, y mantenerse con vida para proteger a Kaeya sin culminar la investigación, y por ende, sin saber si en Khaenri'ah o Snezhnaya estarían dispuestos a recibirlos.
—Aquí tienes —dijo la astróloga trayendo consigo una bandeja con pan blanco algo duro y un vaso de jugo de uva—. Sé que no es mucho, pero gasté mi último sueldo en libros así que...
—Es irresponsable de tu parte descuidar tu alimentación por esos gastos ¿Necesitas ayuda con eso? —le preguntó Albedo, Mona hizo una expresión berrinchuda por ese comentario.
—Tengo claras mis prioridades —replicó girando la cabeza con orgullo—. Si viniste solo a decir eso...
—No, vine por otro asunto —dijo el Jefe Alquimista, la astróloga se sentó frente a él en otro sillón individual, y se cruzó de brazos.
—Sí, ya lo sabía... Lo vi en las estrellas, vienes porque hay algo que te angustia y que, accidentalmente, tiene que ver conmigo y la persona que amas. —A Albedo no le sorprendió que su amiga supiera de forma parcial sus motivos para estar allí, no era escéptico como Dainsleif en cuanto a la efectividad de la astrología.
—¿Qué te han dicho las estrellas sobre el futuro de Mondstadt? —preguntó por pura curiosidad, Mona no necesitaba adivinar nada al verle la cara, porque ya era consciente de quién era el gran amor de Albedo y las implicaciones que ese amor le daba a su pregunta.
—Que su falsa gloria se extinguirá en poco menos de una década, todo lo que fue y lo que es ahora, quedará reducido a cenizas por causa de un ave fénix, liberada para quemarlo todo a su paso.
—Y cuando viste eso ¿No sentiste miedo? Es decir... ¿No harías algo por evitar que tu nación se vaya a pique? —cuestionó el Jefe Alquimista con un sentimiento de culpa, pues en el fondo, disfrutó saber que a Mondstadt no le quedaba tanto tiempo de vida.
—No. Es lo que está escrito, y a la vez, es lo que esta nación cosechará de su siembra, no hay nada que se pueda hacer si la semilla es la que es —respondió la astróloga, completamente serena—. Antes de que pase, volveré a Fontaine con el resto de mi familia.
—¿Y qué será de Kaeya?
—Creo que ya te di la respuesta.
—Entonces... ¿Será libre?
—Lo será —afirmó Mona, los ojos de Albedo se iluminaron de la emoción, y ella sintió mucha lastima por él—. ¿Querías preguntar algo sobre mi?
—Sí. Solo que no sé como explicarte algo... Es demasiado personal.
—Sé que estás metido en algo grave, pero ten por seguro, que no voy a delatarte, por nada del mundo.
—Es lo que necesitaba oír... —susurró el Jefe Alquimista, guardando silencio hasta que encontró un modo de hablarle del problema—. Estoy en busca de alguien que quiere hacerle daño a Kaeya, lo poco que averigüe de esa persona es que usa un sombrero rojo con un velo en la parte trasera, y que estuvo aquí una de estas noches.
—Oh... ¿Es esa la razón por la cual está en Mondstadt? —se preguntó Mona, su amigo se le quedó mirando, como si le estuviera pidiendo una explicación—. El tipo a quien buscas se llama Scaramouche, de la organización mercenaria "Fatui".
—Mercenario...
—Alguien debió contratarlo para deshacerse del príncipe de Khaenri'ah, aunque la pregunta es ¿Quién?
—Eso es lo que necesitamos saber ¿Conoces a ese tal Scaramouche?
—Tengo el infortunio.
—¿Por qué vino a hablar contigo?
—No vino a hablarme, solo llamó a la puerta, yo fingí que no estaba en casa para que se fuera —le explicó la astróloga, Albedo se cruzó de brazos y movió el pie impaciente, esperando que ella fuese más específica—. Nos conocimos hace años en Fontaine.
—¿Y...?
—Tuvimos una relación algo cercana...
—¿Qué tanto? —cuestionó el Jefe Alquimista, Mona se avergonzó, un poco enojada por tener que entrar en detalles.
—Es difícil de explicar ¿Para qué quieres saber?
—¿Puedes ayudarme? —le pidió Albedo, ella desvió la mirada con molestia—. Mona, esto es muy importante para mi, debo proteger a Kaeya, necesito saber quien contrató a ese mercenario.
—Te diría que no puedes forzarme a cargar con tus problemas y retomar contacto con él solo por ti —comentó la astróloga, y el Jefe Alquimista agachó la cabeza, pensando que lo mejor sería levantarse y pedirle disculpas por haberle pedido algo como eso—, si no estuviera escrito que tiene que ser así.
—¿Cómo?
—Lo que oiste, debo reencontrarme con él, tu visita es solo el detonante de algo que tarde o temprano pasaría en mi vida. Averiguar qué es lo que está haciendo aquí es solo un producto secundario que con gusto te daré.
—Pero, no tienes que verte forzada a hacer algo que no quieres, incluso si lo dice el destino.
—Tal vez en el fondo sí quiero.
—¿Segura?
—Más o menos...
—¿Qué te hace dudar?
—Que él diga que las estrellas mienten —confesó ella, solo para que una carcajada se le escapara a Albedo de la boca—. ¡No te rías!
—Perdón —dijo Albedo mientras aguantaba la risa, su amiga puso los puños en sus amplias caderas, mirándolo con reproche—. Pero ¿Estás realmente segura de que puedes hacer eso?
—No te preocupes, lo terminaré haciendo aunque lo trate de evitar.
—Entiendo... Muchas gracias.
Kaeya paseó junto a Amber por toda la ciudad, ella estaba algo cansada, pero seguía cuidándolo con el mismo ímpetu, sin embargo se preguntó qué era lo que pretendía hacer, él no estaba comprando nada, ni visitando a nadie, ni haciendo nada en particular más que dar vueltas, lo cual le causó algo de confusión. El príncipe Alberich se apartaba de la joven para preguntarle a varias personas sobre "el baladista", no consiguió nada hasta que una niña rubia de unos 14 años, vestida de forma oscura y ostentosa, le dijo con una manera de hablar petulante y excesivamente adornada que aún podía escuchar las humildes fanfarrias en su honor desde esa posición; la adolescente se hacía llamar Fischl Von Luftschloss Narfidort, y actuaba como si todos a su alrededor estuvieran ahí para rendirle tributo por ser una "princesa".
A Kaeya le hizo algo de gracia oir ese fantasioso palabrerío, pensó que debía sentirse ofendido, pero en cambio sintió mucha ternura por esa criatura, y le siguió el juego reverenciandola y pidiéndole que lo guiase con su agudo sentido del oído hasta esas "fanfarrias en su honor"; Fischl aceptó ayudar con su "inmensa sabiduría" a su nuevo súbdito, y marchando con el pecho inflado y una mano en el corazón caminó por delante de Amber y el príncipe. Ella los llevó hasta un parque del cual venía el sonido de una flauta, el príncipe de Khaenri'ah respiró profundamente, preparado para observar cada detalle de la cara de ese baladista, y con ello estar alerta en caso de que preparase otro atentado en su contra.
En ese parque se encontraban los príncipes de Liyue escoltados por guardias, por la sacerdotisa Shenhe y Childe, a quien Kaeya no quiso mirar para no atraer su atención y no gatillar alguna reacción maníaca de su parte. El doctor Baizhu estaba junto a Qiqi sobre una manta, la pequeña dormía contra su pecho, y él la contemplaba alternando entre la indiferencia y las dudas, esa niña lo hacía tener pensamientos contradictorios, detestaba su linaje, pero ella no solo era inocente por su edad, su enfermedad también era un factor que la alejaba de los pecados de su padre, y los que podrían cometer sus hermanos después de que el poder los corrompiera.
Amber y Kaeya siguieron a Fischl y se encontraron a los príncipes de Liyue, Chongyun y Xingqiu fueron los primeros en notar la presencia del príncipe Alberich, y comenzaron a correr a su encuentro mientras lo saludaban con alegría, sin embargo Chongyun chocó de lleno con un niño de Mondstadt que tenía su misma edad, cuyo cabello rubio era casi blanco y sus ojos de un verde limón muy intenso. El príncipe Chongyun y el niño cayeron al suelo, un guardia tomó el brazo de ese adolescente y lo agitó con brusquedad, diciéndole que se arrepentiría por haber tirado a uno de los hijos de Morax el Rex Lapis; Chongyun se levantó por sí solo y vio con remordimiento que ese niño ya tenía magulladuras y vendas anteriores a su caída, así que le pidió al soldado que lo dejase en paz.
Los guardaespaldas de los príncipes no tuvieron más opción que acatar las palabras de Chongyun, quien se acercó para preguntarle a ese niño si estaba herido, el joven al principio se sorprendió al no ser juzgado por un aristócrata como él, y lo reverenció antes de presentarse como Bennett, un huérfano que ejercía como cuidador en el asilo de ancianos. Bennett apuntó hacia unas bancas donde al menos media docena de personas de la tercera edad estaban sentadas dándole de comer a las palomas, y junto a ellos un niño llamado Timmie seleccionaba las mejores piezas de pan de una bolsa para alimentarlas; los ancianos miraron a Bennett y se dieron cuenta de que cerca de él estaba Sir Kaeya "el sobrino del rey", al cual saludaron con mucho entusiasmo.
El príncipe Alberich los saludó de forma señorial, y le acarició la cabeza a Bennett, a quien ya conocía, pues a veces cuando no tenía compras que hacer y cuando no estaba en la biblioteca o en la iglesia de Favonius en su nido de amor con Rosaria, se iba a las plazas o directamente al asilo de ancianos para pasar el tiempo con ellos escuchando sus historias. Bennett le sonrió afectuoso y enérgico como siempre, y luego reverenció a Fischl, a la cual le seguía la corriente para no alterarla y que esta siguiera siendo feliz en su mundo de fantasía.
Tras reunirse todos los niños que Kaeya conocía, él se quedó cerca de ellos, viendo desde su posición al famoso baladista, un joven de cabello corto y lacio de color negro, ojos azules, y un ropaje muy caracteristico de Inazuma, con sandalias de madera y el sombrero rojo ornamentado con un velo en la parte trasera; ese joven en cuestión estaba tocando una flauta en compañía de una pequeña orquesta conformada por gente originaria de diferentes lugares de Teyvat. El príncipe Alberich se sentó en una manta que Xingqiu dispuso a unos 6 metros del baladista, para disfrutar de la lectura mientras oía su música; Chongyun invitó a Bennett, Fischl y Amber a sentarse con ellos, y le pidió a su tía que le alcanzara una canasta para compartir algunos alimentos con sus nuevos amigos.
—Aquí tienen, sírvanse cuanto quieran —les ofreció el príncipe Chongyun abriendo la canasta, que contenía una variedad de pan dulce, miel, botellas de leche y fruta; los ojos de Bennett brillaron maravillados por esa deliciosa comida.
—¿De verdad puedo? —preguntó Bennett con ilusión, Chongyun asintió tranquilo, y el muchacho tomó un bollo, el cual olió antes de probar un bocado, a Kaeya le pareció una ternura ver como sus ojos verdes brillaban por la alegría de probar algo que jamás se pudo costear—. ¡Se lo agradezco tanto señor "el Rex Lapis"!
—¿"Señor el Rex Lapis"? —cuestionó Xingqiu algo confuso, el príncipe Alberich rió por lo bajo, sin dejar de mirar al baladista, como vigilando que no hiciera algo sospechoso.
—¿No es el apellido de su papá? Creí que podía llamarlo así por su apellido... ¿Cuál es su nombre a todo esto? —le preguntó Bennett con la boca llena, en eso llegaron las hermanas mayores del príncipe, Keqing tosió algo incómoda por los modales de ese joven plebeyo.
—Puedes llamarme Chongyun, él es mi amigo Xingqiu, y él es...
—Ya nos conocemos príncipe Chongyun, no necesita presentarnos —le aclaró Kaeya, quien tomó tres vasos de la canasta para servirle un poco de leche a Amber, Fischl y Bennett.
—Oh, cierto, usted ha vivido más tiempo aquí que yo, debe conocer a muchas personas —comentó Chongyun rascándose la cabeza.
—Sir Kaeya conoce a todo Mondstadt —comentó Amber sirviéndose un bollo con miel.
—A todos no querida, no conocía el nombre de la "princesa" Fischl.
—¿También es una princesa? —dijo el príncipe Chongyun sorprendido, Keqing y Xingqiu levantaron una ceja, pues no tenían conocimiento de otro linaje real en Mondstadt además del clan Decarabian, del cual provenía el rey Barbatos.
—Fischl Von Luftschloss Narfidort, princesa del juicio del reino Immernachtreich, es un placer conoceros —se presentó la adolescente, la princesa Keqing estaba muy confundida.
—¿Ganyu conoces ese reino...? —le preguntó a su hermana mayor.
—Creo que es... ficticio.
—¿Hoy no trajo a su familiar, princesa? —Bennett sonrió, y Fischl alzó la cabeza con orgullo.
—Mi querido Ozvaldo Hrafnavines está en un viaje diplomático, espero contar con su guía dentro de poco.
—Qué lástima, me gusta acariciarle las alas —comentó Bennett, descolocando a los príncipes de Liyue.
—¿Las alas? —preguntó Ganyu, entonces Bennett le hizo una seña para poder decirle algo al oído.
—Oz es un cuervo.
—Esta joven es algo delirante... —expresó Keqing en voz baja, Xingqiu se rió ocultando la boca detrás de su libro.
—Su majestad les exige presentarse uno a uno —les pidió Fischl, Amber inclinó la cabeza a modo de disculpas ante los auténticos principes de Liyue.
—Yo soy Chongyun, él es mi amigo Xingqiu, y mis hermanas Keqing y Ganyu —respondió el príncipe Chongyun—. Y aquel es el príncipe Alberich.
Al decir aquello, Keqing y Ganyu miraron tensas a su hermano menor, Xingqiu le hizo una seña a su mejor amigo para que no dijera nada más, pues como habitantes del Palacio de Jade, recibieron las instrucciones de no mencionarle a los plebeyos sobre la verdadera identidad de Kaeya, pues no todos en Mondstadt sabían que el rey Barbatos mantenía secuestrado al heredero de Khaenri'ah. Ni la misma Amber a diferencia de su abuelo era consciente de quién era Sir Kaeya, por eso al escuchar al príncipe Chongyun, se quedó con la boca abierta, conectando algunas ideas en su mente.
—Y ella es la princesa Amber, y el ilustre príncipe Bennett, guardián de los desprotegidos y prodigio del gremio de aventureros —dijo el príncipe Alberich para actuar como si él y Chongyun los estuvieran presentando a todos como personas de la realeza—. El valeroso Chongyun y sus dulces hermanas también son príncipes de la gran dinastía de Liyue.
—Vaya, una reunión de linajes de renombre, tengo el honor de conoceros, y ustedes tienen el honor de conocerme a mí —comentó Fischl, Chongyun escondió la cara, arrepentido por haber estado a punto de delatar una verdad que solo unos pocos conocían.
—¿Príncipe? ¿Alberich? —murmuró Amber choqueada, entonces miró a Kaeya llena de dudas—. ¿Usted es...?
—Querida princesa Amber, le sugiero resolver las dudas con su abuelo, en estos momentos estamos en una cena con su majestad la princesa del juicio —respondió el príncipe Alberich, Amber se quedó callada mientras reflexionaba sobre aquella revelación.
—Y dígame princesa del juicio... ¿Estos alimentos son del agrado de su paladar? —le preguntó Chongyun, causando que Xingqiu hiciera un ruido de ternura porque su amigo también le estaba siguiendo el juego a esa niña loca.
—Son la encarnación de la belleza en la sencillez y austeridad, dignos de su majestad y de sus súbditos —dijo Fischl antes de morder un pan de canela que acompañó con leche.
—¿Bromea? Es la comida más deliciosa y fina que ha entrado en mi estómago —comentó Bennett genuinamente agradecido del príncipe Chongyun.
—Chongyun sería un rey más justo que Alatus... —murmuró Keqing, solo su hermana mayor la escuchó—. Aunque tal vez demasiado blando...
—Alatus podrá hacerlo bien... además está destinado a ello —respondió Ganyu, mas a Keqing no le convencía el razonamiento de que el mayor de todos sus hermanos había nacido para ser el futuro emperador.
—Alatus disfruta más la violenta experiencia del campo de batalla, no sabe nada de diplomacia.
—A ambas nos corresponde apoyarlo en su camino...
—Aunque me gustaría saber que tan obstinado será, o si el poder se le subirá a la cabeza... La violencia y los delirios de grandeza no son una buena combinación.
—¿La princesa del juicio gusta de los libros? —preguntó Xingqiu divertido por las extrañas actitudes de Fischl.
—Siempre leo mi biografía no autorizada, exagera algunos detalles, pero entiendo que lo hace para engrandecer aún más sucesos ya de por sí majestuosos.
—"Flores para la princesa Fischl", lo tengo en mi biblioteca —comentó Xingqiu aguantando la risa, pues ya intuía que Fischl adoptó la identidad de la protagonista de ese libro.
—Un joven de cultura...
—¿A la princesa del juicio le gusta la música? El príncipe Kaeya es muy buen músico —dijo Chongyun emocionado por la idea de que el príncipe de Khaenri'ah volviera a tocar para todos.
—Sería un honor, pero no tengo a mano mis instrumentos —respondió Kaeya, entonces Xingqiu volteó a ver a la orquesta instalada en la plaza.
—¿Por qué no le pide uno al baladista? —propuso, al príncipe Alberich se le pusieron los pelos de punta, no precisaba estar tan cerca de ese tipo, temía que de la nada intentara clavarle algo para causarle la muerte; aunque si hacía una retrospectiva, al estar tan cerca de los príncipes de Liyue, él no se atrevería a atacarlo.
—Probemos suerte.
Kaeya y los niños se levantaron para acercarse a Scaramouche, este abrió los ojos un momento y le echó una rapida mirada al príncipe de Khaenri'ah, era tal y como lo describió la mano derecha de la zarina de Snezhnaya, aunque quizá más alto, afeminado y sexualmente atractivo; aquellos rasgos adicionales distrajeron al resto de su orquesta de mercenarios, quienes se preguntaron en voz baja si ese era el dichoso príncipe. El baladista a diferencia de ellos, siguió tocando su música para no darle mayor importancia, pero sus hombres prácticamente babeaban mientras lo veían acercarse; Scaramouche solo los miró de reojo y estos volvieron a unirse asustados a su pequeño concierto.
—Esto... disculpe la intromisión, señor baladista —dijo el príncipe Chongyun chocando los dedos índices, Scaramouche dejó de soplar su flauta para oírlo mejor—. Me preguntaba si...
—Mi nombre es Keqing, hija de Morax el Rex Lapis, y princesa de Liyue —lo interrumpió su hermana, mostrando mayor autoridad y decisión—. Nos honra demasiado su música, así que queremos entregarle el mora que se merece por su presentación.
—Le agradezco —respondió el baladista algo desinteresado, sus hombres recibieron una gran bolsa de monedas de bronce, con algunas de plata repartidas en medio.
—Quisiéramos pedirle un favor ¿Tendrá entre sus pertenencias algún instrumento que le sobre? Nuestro amigo también es un buen músico y queremos probarselo a estos niños y a los ancianos presentes —expresó la princesa Keqing, Scaramouche y Kaeya se miraron de reojo, el príncipe Alberich estaba algo receloso y paranoico, con el temor de que le pusieran veneno tópico a alguno de los instrumentos—. Si es mucha molestia, podríamos rentarle un instrumento musical.
—No es una molestia —dijo Scaramouche, él y sus subordinados miraron a Kaeya, la mayoría de ellos lo hacía como si se tratara de un trofeo, cosa que le incomodó—. ¿Qué instrumentos sabe tocar?
—El violín, la flauta y algo de piano —respondió el príncipe de Khaenri'ah, entonces el baladista le entregó su propia flauta, y le hizo una seña a una de sus acompañantes, para que le entregara a él un shamisen, una guitarra tradicional de Inazuma, que solo poseía tres cuerdas.
—Sorpréndanos.
El príncipe Alberich analizó previamente la flauta, como el propio Scaramouche la había estado tocando, estaba segura de veneno, sin embargo le intimidaba que tuviera solo 5 agujeros; por esa razón antes de ponerse a tocar una melodía, testeó ese instrumento y su sonido, para estas más adecuado a las notas que podría hacer. Tras hacer algunas pruebas, se las ingenió para tocar una sencilla pero melódica canción, la cual el baladista acompañó con su shamisen; Chongyun aplaudió encantado, al igual que los abuelos del parque, los cuales palmeaban para seguir el ritmo de la melodía, todo mientras Kaeya, muy feliz por la atención que estaba recibiendo de esa gente maravillosa, movía los pies en una delicada danza improvisada.
Algunos mercenarios fatui movían ansiosamente las manos detrás de sus espaldas, como si ya quisieran agarrar al príncipe Alberich y escapar con él fuera de Mondstadt, después de todo lo tenían a menos de un metro de ellos; Chongyun y Xingqiu se tomaron de la mano e intentaron imitar el movimiento de los pies de Kaeya, bailando juntos sin temor a hacer el ridículo. Childe los había estado viendo todo el tiempo, y las voces que alguna vez le dijeron que el príncipe de Khaenri'ah no era de fiar, en esos momentos solo le repetían que era como un niño más, que se llevaba muy bien con los más pequeños y con los ancianos, y que eso lo volvía un ángel inocente, un oasis en medio de muchos monstruos que solo querían verlos destruidos, a ambos.
Kaeya danzaba y tocaba la flauta de Inazuma, girando y moviendo su largo cabello lacio, para algunos fatui era hipnótico y sensual, para Ajax, una visión celestial, alejada del deseo morboso y más cercana a una forma idealizada del amor, o en su caso, de la adoración. Shenhe lo estaba mirando extrañada, pues Tartaglia no disimulaba ni un poco que toda su atención se focalizó únicamente en el príncipe Alberich, pero no de una forma encantadora, pues sin importar cuánta ternura tuviera en su expresión, su ojos por naturaleza opacos jamás brillarían, lo cual lo hacía ver inquietante.
Luego de observarlo un rato, Childe se acercó a Kaeya y le acarició con suavidad la muñeca, el príncipe dejó de tocar y lo miró asustado, sin embargo al ver de reojo a los niños y ancianos, quienes querían que el espectáculo siguiera, decidió mostrar una incómoda sonrisa y dejarse llevar por Ajax, quien lo tomó de la cintura y la mano para comenzar a bailar al son de la balada de Scaramouche. Kaeya movía con más gracia los pies, y se salvó varias veces de recibir pisotones de Tartaglia, cuya forma de ser más tosca y torpe lo hacía dar saltos mientras bailaba, sacándole risas a los presentes; de repente agarró la cintura del principe de Khaenri'ah, lo levantó y comenzó a girar con él, haciendo que se riera nervioso, aunque menos tenso que al principio.
Al atardecer, Kaeya se retiró junto a los príncipes de Liyue para ir al palacio, Chongyun lo escoltó tomando su mano, y Bennett quiso imitarlo con la otra, sin embargo uno de los ancianos a su cargo lo regañó sacándole un respingo, porque parecía como si el joven huérfano se hubiera olvidado de que el hogar de ancianos estaba en la dirección contraria. Antes de irse con ellos, Childe recibió en su bolsillo una nota de Scaramouche, donde le pedía asistir a una reunión en los barrios bajos esa misma noche; él guardó ese papel en el mismo bolsillo, y siguió al resto, con la mente más inquieta por las dudas que volvían para torturarlo y recordarle lo que vio la noche anterior.
Cuando el príncipe Alberich llegó al palacio junto a esos niños, Chongyun le preguntó si cenaría con él y su familia, pero Kaeya respondió que luego de lo que comió en el parque, no necesitaba nada más en su estómago; de todos modos se lo agradeció y le dio un cariñoso abrazo a él y a Xingqiu antes de despedirse. Sin embargo, al dar un par de pasos recordó algo que le preocupó en su momento, y llamó al joven Xingqiu para decirle algo en privado; el niño lo siguió, y el príncipe, verificando con anticipación que nadie más pudiera oír, le susurró al oído a ese niño que por ningún motivo se quedara a solas con el rey Barbatos.
Xingqiu se quedó callado al escuchar aquella advertencia, quiso preguntarle más a Kaeya, pero este se retiró diciéndole que lo mejor para él era estar siempre acompañado en su presencia. Después de decir eso el príncipe Alberich fue a su cuarto para tomar del baúl algunas toallas y una bata, pues aprovechando que era la hora de la cena, tomaría un baño en solitario, sin que Venti pudiera meterse e importunarlo; Cuando salió del cuarto con sus cosas, Noelle lo observó a la distancia y sonrió, avanzando de forma saltarina para encontrarse con él.
La muchacha no sabía que una de sus compañeras era una de las tantas personas designadas para vigilarla, y que esta, al ver su actitud y la forma pícara que tuvo de entrar al cuarto de baño justo después del príncipe Alberich, decidió comunicarle aquello a alguien. Kaeya se estaba quitando la ropa cuando la mucama entró y cerró la puerta con llave, él volteó a verla, un poco preocupado por lo que seguramente quería hacer, adoraba hacerlo con ella, pero sabía que ella era considerada una sospechosa, así que tuvo que detenerla cuando se acercó para besarlo mientras reía cariñosa y dulce como siempre.
—Espera Noelle —le pidió el príncipe de Khaenri'ah, la joven lo abrazó y apoyó la oreja en su pecho, esas muestras de afecto fueron siempre la debilidad del príncipe, por lo que también la abrazó—. Mi dulce Noelle...
—Lo he extrañado tanto —dijo la muchacha escuchando los latidos de Kaeya, este le sostuvo la cabeza, jamás podría negarle un abrazo a una criatura tan encantadora.
—Qué linda... —susurró el príncipe Alberich atontado por el afecto genuino, ni pensando en Albedo o en Rosaria podía resistirse a algo así.
—Sir Kaeya... quiero besarlo... —Noelle abrazó el cuello de Kaeya y se levantó en la punta de los pies para darle un profundo beso, el príncipe miró al cielo y le acarició la cintura, siendo poco racional con respecto a que la sirvienta podía estar siendo vigilada; cuando recordó aquello detuvo el beso y le tomó las manos.
—Ya no podremos besarnos tanto ni hacer el amor como antes, tenemos que guardar el secreto —le explicó Kaeya, Noelle ladeó la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque, las cosas están muy tensas en el castillo —dijo el príncipe, en ese momento el capitán de la guardia posó la oreja en la puerta para escuchar la conversación—. Además, el rey puede enojarse contigo si se entera que nosotros dos... ya sabes.
—No me importa si se enoja —respondió Noelle sin altanería, y más bien con sinceridad—. A mi me gusta más usted que el rey, Sir Kaeya.
—Entiendo que sea así... A mi me gusta más cualquier otra persona por sobre el rey, pero no podemos seguir haciendo esto, menos ahora —reiteró el príncipe Alberich.
—Usted me gusta más que cualquier otra persona... —expresó ella con aflicción, lo cual ablandó el corazón de Kaeya.
—Noelle...
—No me gusta hacerlo con el rey... me gusta hacerlo con usted, solo con usted... —dijo la mucama al borde de las lágrimas, el príncipe la abrazó para confortarla, pues él también entendía como se sentía Noelle cada vez que Barbatos la llevaba a su cuarto para tener sexo con ella—. Con usted me siento mucho mejor...
—Mi pequeña musa... —susurró Kaeya, en ese momento el capitán se retiró habiendo escuchado todo lo que necesitaba escuchar.
—Lo amo... —confesó ella una vez más, el príncipe pensó en las otras personas que le atraían, y se sintió incómodo por deberle explicaciones a al menos dos de ellas.
—También te amo Noelle... —respondió él, entonces la sirvienta lo miró un momento, y le besó los labios con ternura; luego de unos segundos, Noelle colocó la mano de Kaeya sobre uno de sus pechos, invitandolo a apretarlo—. Ya hablamos de esto cariño...
—Quiero hacerle el amor —dijo la joven con sus ojos olivo deslumbrantes, el príncipe Alberich debía mantenerse firme, pero era difícil hacerlo si esa preciosura le estaba pidiendo con la mirada que la tocara por cada rincón.
—Mi musa... no me hagas esto, sabes que no puedo resistirme a ti... —le susurró al oído, ella tembló y colocó las dos manos de Kaeya sobre sus pechos, para así poder llevar las suyas hacia atrás, desamarrando su corset—. Necesitamos discreción...
—¿Discreción? —preguntó ella soltando el corset, el resto de su ropa sería mucho más sencilla de quitar.
—Ya sabes, no hacer ruido... —explicó mientras Noelle se desnudaba por completo; su cuerpo entre delicado y musculoso seguía pareciéndole una escultura al príncipe Alberich.
—Puedo no hacer ruido... —respondió ella volviendo a tomar las manos de Kaeya, una sobre sus tetas, otra sobre el monte de venus.
—Vas a volverme loco... —dijo el príncipe atontado y a punto de dejarse llevar por el deseo; la sirvienta no cooperaba cuando le daba besos en la cara y el cuello, riendo traviesa—. Tan hermosa...
—Lo amo mucho... —Noelle se paró en la punta de sus pies para susurrarle eso al oído, Kaeya se mordió el labio inferior y le agarró las nalgas, mirándolas hacia abajo.
—Si insistes... seamos discretos...
El príncipe de Khaenri'ah tomó la ropa de Noelle y la llevó al otro extremo del estanque, para alejarla de la puerta en caso de que alguien quisiera asomarse a ver lo que estaba pasando adentro; la mucama caminó contoneando sus caderas, sonreía juguetona y mordiéndose un dedo mientras Kaeya se quitaba el resto de la ropa, pues tenía muchas ganas de volver a sentirlo en su interior. Entonces Noelle saltó al estanque, el príncipe se rascó la cabeza, temiendo que si alguien veía el cabello algo mojado de la muchacha, podrían descubrir cosas de ella y él; sin embargo no quiso pensar más en eso y se lanzó tras ella con emoción.
Una vez dentro del agua se abrazaron y besaron, sintiendo sus cuerpos desnudos, Noelle reía en voz baja y se llevó un dedo a los labios para pedirle silencio a Kaeya, cuyos ojos brillaban con una mezcla de dulzura y lujuria, no podía resistirse a alguien como ella, de hecho no podía resistirse a nadie que le diera amor y placer al mismo tiempo, era un adicto a esa mezcla. Como un niño mimado el príncipe se mantuvo apegado a Noelle, comiéndole la boca y el cuello mientras su pene iba tornándose más duro, hasta rozar los genitales de la joven; ella lo soltó un momento y miró hacia abajo, mordiendo su labio por las ansias de tocar la polla de Kaeya.
No obstante el príncipe Alberich la guió hasta la orilla del estanque, y le pidió sentarse con las piernas abiertas, ella ya empezaba a disfrutar recibir ese placer que Barbatos jamás en su vida le entregó, con Kaeya todo se sentía agradable, más agradable que cualquier cosa que haya experimentado; el príncipe acercó la boca a la vagina de su amante y dio una lenta lamida de abajo hacia arriba, Noelle gimió bajo y le acarició la cabeza, tocándose un seno con la otra mano. Kaeya comenzó a lamer y chupar delicadamente, no iba a usar los dientes, pues todo lo que quería era calentarla hasta que estuviese lista para recibirlo; por eso además de usar la lengua, puso el pulgar sobre el clítoris para masajearlo, y usó el dedo índice de su otra mano para meterlo y dar una caricia en su interior, cosa que logró que la muchacha gimiera y bufara, con la vulva húmeda y palpitante.
Tras otros 5 minutos chupando y masturbando a su dulce musa, el príncipe consideró que ya estaba lo suficientemente lubricada para penetrarla, así que manteniéndole las piernas abiertas acercó el glande a su vagina, mojándolo con el flujo de la joven; Kaeya lo aprovechó para masajear su pene, y apoyó luego las manos en la orilla para sostenerse mientras comenzaba la inmersión. Noelle sonreía con un gran sonrojo en sus mejillas, recostó la espalda y se abrió las piernas con las manos, enseñandole al príncipe de Khaenri'ah sus humedos pliegues abiertos en todo su esplendor; él la observó directo allí, y luego le sonrió mirándola a los ojos, metiendo con completa facilidad su verga hasta el fondo.
Aunque lo estaban haciendo tal y como en anteriores ocasiones, esa vez se sentía especial para Kaeya, era adorable y ardiente al mismo tiempo, no podía dejar de mirar el rostro de genuino amor de Noelle mientras la penetraba, ella sonreía y soltaba risitas mientras llevaba un dedo a sus propios labios, como diciendose a sí misma que debía ser silenciosa. Era muy sencillo para el príncipe Alberich meter y sacar su polla a voluntad, por un momento solo quiso disfrutar de las expresiones de la hermosa Noelle, sacando su pene para masajear su clítoris con el glande, haciendo pequeños círculos; la mucama se mordió un dedo al mirar como Kaeya jugaba con su clítoris, y usó dos de sus dedos para tomarse un pezón, girándolo para tener más estimulación.
Tras entretenerse un rato de esa forma, el príncipe volvió a penetrarla, inclinándose hacia adelante para chuparle las tetas mientras movía la pelvis, lo cual la hizo estremecerse y decir en voz baja su nombre, gozando el calor infernal que le daba su verga; Kaeya gemía bajo al igual que su amante, no llevaban mucho tiempo haciéndolo, pero su polla estaba tan caliente que sentía que no iba a resistir mucho ese dia. Entonces le pidió a Noelle que cambiaran de posición, ella asintió y se sentó para besarlo, fascinada con lo increible que era tener sexo con él; Kaeya le indicó que le diera la espalda y que se sujetara a la orilla, la joven lo hizo y quedó casi a cuatro patas salvo por el hecho de que en vez de estar sobre sus rodillas y codos, sus extremidades estaban estiradas.
El príncipe Alberich agarró las caderas de su musa, e introdujo su pene otra vez con delicadeza, Noelle suspiró con paz y se tocó un glúteo para abrirlo y darle más espacio para meterse; de repente Kaeya empezó a embestirla rápido, era una necesidad de su cuerpo para alcanzar el orgasmo, sin embargo tomó conciencia y se calmó un poco, llevando dos de sus dedos hacia el clítoris de la muchacha para acariciarlo a la par que la penetraba. Como aquello no le bastó para vivir la máxima fantasía con ella, le agarró el culo con su otra mano, y colocó el pulgar sobre su ano, masajeándolo en conjunto con la estimulación adicional en su clítoris; un escalofrio recorrió la espalda de Noelle, y las zonas de por sí ruborizadas de su cuerpo se enrojecieron todavía más.
Al príncipe le pareció encantador ver su piel erizarse, y escucharla reprimir más que nunca sus gritos de placer, después de todo, estaba recibiendo estímulos por todos lados; la cereza sobre el pastel para Noelle fue escuchar a su amado Sir Kaeya diciéndole lo magnificamente bella que era, y que la deseaba y adoraba hasta el punto de no poder controlarse. En esa ocasión ocurrió algo que no habían experimentado antes, un orgasmo simultáneo que llegó a ambos, la sirvienta se cubrió la boca para ahogar su lascivo alarido, y el príncipe de Khaenri'ah expulsó una gran corrida en su interior, fue tan sorpresivo para los dos que al estarse quietos unos minutos reposando, Kaeya le besó la espalda, y tímidamente le recomendó cierto té de hierbas, para prevenir algún imprevisto.
Esa noche Childe escuchó como Morax lo buscaba por todo el palacio, se oía muy angustiado, como si quisiera hablar urgentemente con él, la intención de Ajax era evitarlo para no confrontar la realidad, sin embargo, Zhongli consiguió atraparlo antes de que saliera a dar sus "paseos nocturnos". Tartaglia rogó que lo que fuera que el emperador quisiera decirle, se tratara de algo banal, o de una simple inquietud protectora de su parte, porque todo lo que deseaba era que le dijera que fue testigo de algo producto de su imaginación, que se había equivocado al pensar en él como un monstruo, o que no estuvo con el rey Barbatos en ese cuarto para violar al príncipe.
Pero lo primero que hizo Morax fue disculparse con él por haberle enseñado ese lado suyo, le dijo que no pretendía que él viera un acto tan brutal como ese, pero que esa era la faceta que tomaba ante sus enemigos, a quienes, según sus palabras, no les debía una actitud honorable, ni respeto. Finiquitó diciendo que sus enemigos eran merecedores de los peores martirios y humillaciones para mantenerlos bajo control, y que por eso en la soledad de la noche le propinaba ese tipo de castigo al príncipe Alberich, porque solo así podía controlar su rebeldía.
Childe se quedó callado, las voces en su interior hablaban al mismo tiempo en un terrible caos, por lo bajo escuchaba que una lloraba diciendo "lo confesó, sí lo hizo", pero otras la opacaban diciendo de forma simultánea: "monstruo", "Kaeya no puede defenderse", "cerdo", "¿Como puede ser tu enemigo una persona que no sabe ni cargar un cuchillo?", "gusano asqueroso", "él es tan indefenso como un niño". Pero ninguna de esas voces llegó a tomar control de su boca, cuando de forma completamente frívola le dijo al emperador que entendía porqué lo hacía, y que no se preocupara más por él.
Por algún motivo, en esa situación, no se estaba dando el privilegio de soltar sus emociones con palabras, de haberlo hecho le habría escupido en la cara, era como si comprendiese en el fondo de su locura, que actuar como deseaba actuar supondría un problema para la misión que debía cumplir. Tras decirle a Morax que no tenía nada que explicarle, se despidió tranquilo para irse a los barrios bajos, donde lo esperaban los Fatui; durante todo el trayecto estuvo con la mente en blanco, e incluso cuando llegó al hostal donde se realizaban las reuniones, siguió de la misma forma mientras los mercenarios hablaban entre ellos.
Ajax no tenía la más mínima idea de lo que estaban diciendo, de todos modos lo ignoraban para seguir tejiendo un plan para utilizar el más que probable golpe de estado de Eula Lawrence a su favor; Tartaglia, desde su asiento en el piso, oyó algo sobre ofrecerle cooperación para usurpar el trono con el objetivo de ocultar los verdaderos planes de los Fatui, pero el resto no le importó. Algo estaba ocurriendo dentro de su cabeza, un caos silencioso, ya no eran los delirios los que lo torturaban, era algo más profundo, algo que tenía atorado en el pecho, y que dejó salir al explotar en una carcajada que retumbó en todo el lugar; los mercenarios se quedaron callados y lo miraron perturbados.
—¿Y a ti qué mierda te pasa? —le preguntó Scaramouche, Childe se tocó el estómago de la risa, pero esa risa era sumamente incómoda y hasta dolorosa de oír, era sencillo confundirla con llantos—. Lo mataré si sigue comportandose como un demente, yo aviso.
—¡Fue real! —exclamó Ajax, quien luego se miró la muñeca donde tenía un corte cerrado a medio cicatrizar—. Fue real...
Una pequeña risa de Tartaglia se convirtió gradualmente en llanto, los mercenarios se quedaron igual de consternados, a excepción de Scaramouche, que hizo una mueca de desprecio y se acercó a él.
—¿Qué carajos fue real, enfermo?
—Morax, Morax lo hizo... Morax... al príncipe Alberich... —balbuceó Childe sollozando y agarrándose la cabeza.
—¿Qué le hizo?
—Yo lo vi... lo vi... —dijo Ajax sonriendo con la mandíbula apretada, mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas—. Lo vi...
—¿Qué viste? No nos hagas perder el tiempo. —Scaramouche miró hacia abajo a Tartaglia como si fuese un insecto moribundo.
—Morax violó al príncipe —respondió Childe, y la sala quedó en completo silencio, muchos se sintieron incómodos, otros se quedaron cabizbajos con pesar, pero el baladista solo se cruzó de brazos seriamente—. Morax violó al príncipe...
—Deja de llorar —le ordenó Scaramouche, pero Ajax se cubrió la cara con las dos manos, clavándose las uñas—. Era obvio que eso iba a pasar, es más, probablemente no fue la primera vez ni será la última ¿Creíste que unos tipos con tanto poder dejarían pasar la oportunidad de cogerse a un rehén que esté bueno?
—En eso te equivocas —dijo una voz, la de alguien escondido en las sombras de la habitación y que no había sido partícipe en la charla hasta el momento; el baladista se quedó callado, por orgullo ni siquiera le dirigió la mirada a Il Dottore, pues no lo quería reconocer como su superior—. Algunos monarcas se rigen bajo códigos morales de forma obsesiva, si Surya Alberich hubiera secuestrado a uno de los hijos de Morax el Rex Lapis, solo le habría visto la cara para cortarle un trozo de dedo u oreja.
—Ahora que lo mencionas ¿Por qué no ha hecho eso para pedir un intercambio de rehenes? Es como si le importara una mierda su hijo —comentó Scaramouche con un dejo de desdén, entonces Dottore se rió en voz baja de aquella teoría.
—Implicando que no lo ha intentado, todos los reyes aumentaron la protección de sus retoños cuando Kaeya Alberich fue secuestrado. Es más, me atrevería a decir que su secuestro solo se logró porque se dieron las condiciones para ello ¿No has escuchado sobre lo curioso que fue?
—No estoy enterado.
—Aparentemente, Surya Alberich tenía a su esposa e hijo en los calabozos —le contó Il Dottore, en esa ocasión fue Scaramouche el que se quedó callado, mientras los mercenarios cuchichearon con desconcierto.
—Entonces... Puede que ese rey sí despreciara a su único hijo desde su nacimiento... —susurró el baladista, Tartaglia podía jurar que vio algo de melancolía en su mirada.
—Sea como sea, nos están pagando para llevarlo con el señor Pierro a Snezhnaya, lo que quiera el rey Surya no nos concierne en lo absoluto —dijo Dottore, Childe se secó las últimas lágrimas y miró a Scaramouche, cuyos labios temblaban como si estuviera conteniendo la tristeza.
—Diganme lo que tengo que hacer —les pidió Ajax, como suplicando—. Por favor diganme que debo hacer para sacarlo de allí, si tengo que matar a Morax ya no me importa, lo haré, pero solo denme órdenes, no voy a soportar más si sigo pensando en...
—Averiguamos algo sobre el comprador de veneno —dijo una chica llamada Lyudmila para introducir el tema al cual quería llegar Childe—. Huffman Schmidt, el caballero de Favonius que ejerce como vocero de la aparente "rebelión" de Eula Lawrence, fue uno de los caballeros en recibir esa espada como regalo hace algunos años, creemos que el quiso envenenar al rey Barbatos.
—Aunque aún no tenemos claro si ella querría formar una alianza en la que nuestra recompensa sea llevarnos al príncipe Alberich, para ello, alguien con buenas habilidades oratorias debe convencerla —continuó Il Dottore mientras Scaramouche se sentaba al lado de Tartaglia con las piernas abiertas y la cabeza gacha.
—¿Quieren que yo hable con esa mujer? —preguntó Ajax, mas Dottore se rió.
—¿Por qué cuando dice "buenas habilidades oratorias" te das por aludido? Eso debería bastar para saber que no se refiere a ti... —murmuró el baladista con fastidio.
—No, las espías de la zarina se encargarán de averiguar como llegar a ella —dijo Il Dottore.
—¿Las espías de la zarina? —cuestionó Childe confuso.
—Antes de que llegaramos, la zarina ya tenía algunos espías dentro de Mondstadt para averiguar movimientos militares, solo dos han sobrevivido a las cacerías de Barbatos —le explicó Lyudmila—. Una por camuflarse perfectamente como alguien de Mondstadt, otra, porque de hecho es una habitante de este lugar desde su nacimiento.
—Entonces... ¿Qué haré yo? No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Kaeya... —Tartaglia hiperventiló recordando al príncipe Alberich.
—Algo me dice que este lo echará a perder... —murmuró Scaramouche desanimado.
—No interfieras en nada de lo que le pase —le ordenó Dottore, Ajax se puso de pie con indignación—. Aunque te duela, debes fingir que sigues de lado de Morax el Rex Lapis, y nunca mostrarles rebeldía hasta que llegue el día, ya bastante tienes con ser un desertor de Snezhnaya ¿No querrás que te consideren un potencial traidor, verdad?
—¡Pero Kaeya está sufriendo! ¡No puedo quedarme sin hacer nada!
—Lo va a echar a perder... —volvió a murmurar el baladista, entonces Childe lo miró hacia abajo, confundido.
—¿Lo dijiste tú o fue mi cabeza? —preguntó Tartaglia, Scaramouche se apuntó a sí mismo para responder.
—No sé qué tanto valor tengas, pareces bastante impulsivo, y si haces algo indebido, podrías tirar por la borda todos nuestros esfuerzos ¿Qué debería hacer contigo? —se cuestionó Il Dottore sonriendo, el rostro de Ajax se tornó serio, en estado de alerta.
—Hoy tuve la oportunidad de matar a Morax por lo que le hizo, pero seguí actuando como si nada hubiera pasado —dijo Childe con frialdad—. El hecho de que me de asco como maltratan a Kaeya, que realmente quiera liberarlo de ese sufrimiento, y que mi mente a veces me traicione, no me hace incapaz ponerme una máscara y fingir que sigo siendo el confidente de Morax, si ya lo hice una vez, podre hacerlo por más tiempo.
—Más te vale, porque estos arranques de esquizofrenia que tienes me ponen muy nervioso —gruñó Scaramouche viéndolo de reojo.
—Si me piden que siga actuando, lo haré, pero necesito hacer algo más por él.
—Entonces trata de ser amistoso con el príncipe, una vez que tengas su confianza podrás hablarle sin problemas sobre nuestra misión aquí —le sugirió Dottore.
—En vez de agarrarlo con tu misma "sutileza" de la primera vez —agregó el baladista, entonces Tartaglia enderezó la espalda y asintió con firmeza.
—Lo haré.
Albedo se quedó esperando en el mismo lugar de siempre a su compañero, en esa ocasión estaba fumando de forma compulsiva para calmar sus nervios; tenía miedo, pues si bien el Héroe Oscuro no lo había juzgado y se mostró comprensivo ante sus mentiras, aún no estaba tranquilo con la idea de tener que contarle toda la verdad. Estuvo preparando más excusas durante el día, pero nada lo convencía del todo, y estaba cansado, completamente cansado de tener que mentir y hacer más y más grande esa farsa.
Su corazón dolía tanto que solo podía ahogarlo con el humo para que no sufriera más, con ello su mente se volvía lenta, su vista difusa, sus sentidos ligeros y vulnerables; en casa no podía verse vulnerable, ante su alumna mucho menos, con Kaeya lo logró en ocasiones, pero le causaba remordimiento que alguien con problemas peores tuviera que lidiar también con los suyos. Mucho menos podía actuar sumisamente frente a Barbatos y cualquier caballero de Favonius, él era conocido como el ex amante oficial del príncipe Alberich, todos buscaban algún punto flaco para acusarlo de traición, pero él no iba a permitirlo, por Alice, por Klee, por Kaeya y por Sucrose, él tenía la obligación de ser fuerte; pero estaba muy cansado.
No escuchó llegar a su compañero, Diluc sintió lastima por él al ver sus párpados rojos, sus ojos muertos y las profundas caladas que le daba a su cigarro, sabiendo que con ello pretendía desvanecer las miserias de su vida; entonces el Héroe Oscuro tocó la espalda del Jefe Alquimista y le preguntó si estaba bien. Con sinceridad Albedo negó con la cabeza, y Diluc hizo presión con su mano para pedirle que avanzara con él a un lugar más privado; el Jefe Alquimista se miró los pies, y le sugirió ir a una de sus propiedades para poder sentirse más seguro al contarle todo.
Mientras caminaban, el Héroe Oscuro pasó todo su brazo por la espalda de Albedo y le agarró un hombro, para avanzar apegados hasta una de sus casas; el Jefe Alquimista miró al cielo con la cabeza dándole vueltas por los mareos, no sabía si debía confiar en él, pero no tenía de otra, solo iba a dejarse llevar. Al verlo así, el subconsciente de Diluc le dijo algo que detestaba pensar, y era que, desde el fondo de su corazón, aún le tenía un profundo rencor a Kaeya por haberle causado tanta tristeza a su padre, por haberlo orillado a perder su vida gracias a, supuestamente, agentes de Khaenri'ah; era como si todos los que lo amaran estuviesen destinados a caer en la desgracia por él, y a su parecer, Albedo podía acabar asi, lo cual lo asustaba.
El Jefe Alquimista sacó un juego de llaves para abrir la puerta de una casa entre el centro de Mondstadt y el barrio aristocrático, se tomó su tiempo para identificar cuál era la correcta, y entonces quitó el cerrojo e invitó al Héroe Oscuro a su interior; por mera cortesía le ofreció algo de comer y beber, pero Diluc le dijo que no necesitaba nada. Tras eso Albedo le pidió que lo siguiera hasta su cuarto, y al entrar en él se dejó caer de espaldas sobre la cama con los brazos abiertos, y exhaló antes de cerrar los ojos; el Héroe Oscuro se acomodó de costado a su lado, y lo siguió mirando a través de su máscara de pajaro con mucha preocupación.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Diluc, el Jefe Alquimista suspiró, tenía tanta angustia que quería llorar, pero eso solo interrumpiría sus explicaciones.
—Tengo miedo —confesó Albedo, el Héroe Oscuro le tomó la mano, y él con los ojos cerrados dejó caer sus lágrimas.
—Te prometo que no haré nada en tu contra —le dijo Diluc, el Jefe Alquimista apretó los párpados llorando con más dolor, y luego los abrió, resignado.
—Yo fui el que intentó asesinar al rey —confesó Albedo. El Héroe Oscuro se quedó pasmado, eso le hacía sentido y a la vez le parecía absurdo.
—Pero, si tu... No comprendo —balbuceó Diluc, el corazón del Jefe Alquimista se aceleró por el temor de que lo atacara, no estaba en condiciones para enfrentarse a él—. Si tu eres el que quiso envenenar a Barbatos ¿Entonces que estuvimos investigando todas estas noches?
—Esa es la parte complicada... —dijo Albedo, y al ver que su compañero no agregaba nada más, prosiguió—. El rey... secuestró a un muchacho... y abusó de él...
El silencio se prolongó todavía más dentro de la habitación, Diluc contuvo el aire, con solo oír eso su subconsciente le envió señales de alerta, porque, si Albedo había sido novio de Kaeya, y estaba haciendo todo eso porque Kaeya resultó envenenado, podía significar que ese "muchacho" del cual hablaba el Jefe Alquimista era precisamente, el mismo Kaeya. La sola idea hizo que el Héroe Oscuro negara con la cabeza, pensó que eso era imposible, pero luego se preguntó: "¿Por qué sería imposible?", "Si lo abandoné con alguien que lo lastimaba... ¿Qué impedía que fuera herido de... esa forma?".
—Ese muchacho es un buen amigo mío... Quise matar al rey para liberarlo de ese martirio, pero... él resultó envenenado en su lugar... —continuó Albedo, pero como Diluc estaba sin habla, tuvo que explicarle el resto sin que se lo pidiera—. Él mintió diciendo que intercambió la botella que contenía el veneno por una con vino común, para probar un elixir que le preparo todos los días al rey; pero no fue así, él no las intercambió, lo que significa que... alguien quiso asesinar a mi amigo.
—¿Por qué mintió...?
—Porque... —El Jefe Alquimista divagó, si no podía decir una mentira, debía decir una media verdad—. Mi amigo tiene una vida algo misteriosa, no sé cuántos amantes o enemigos tenga, pero él no quiere que el rey se entere de ello, por eso... creyó que decir que ese veneno iba para el rey, protegería su vida privada...
—No estoy entendiendo del todo... Esto me deja muchos cabos sueltos... —expresó Diluc, todavía en shock porque, realmente sonaba como si Kaeya fuera ese "amigo" de Albedo que fue abusado por el rey.
—Sí, es algo, confuso... Mi amigo no sabía que yo estuve a punto de envenenar al rey, por eso le dio esa excusa, entonces ambos nos preguntamos "Si alguien quería envenenarte a ti, y no hubo un intercambio de botellas ¿Dónde está mi veneno?".
—¿Y a dónde fue a parar? ¿El rey sí se envenenó o...?
—Ese es el asunto... Mi alumna descubrió lo que planeaba hacerle al rey, y antes de que el rey pudiera probar ese veneno, ella reemplazó la botella por una limpia.
—Un momento... ¿Cómo estás seguro de que tu alumna te está diciendo la verdad? —cuestionó el Héroe Oscuro con recelo—. ¿Qué tal si ella es la que le dio el veneno a... tu amigo?
—No lo creo, confío plenamente en ella, jamás haría algo así.
—¿No te estás confiando demasiado? Me parece demasiado sospechosa.
—Juro por todo, que es imposible que mi alumna hiciera algo así.
—Cómo digas... Entonces... no estás intentando averiguar quién quiso envenenar al rey, sino que estás haciendo todo esto, por tu amigo... —resumió Diluc, creía que comprendiendo eso estaría tranquilo, pero su cabeza dolía mientras le daba vueltas a lo que realmente le estaba preocupando de esa conversación—. ¿De verdad tu amigo fue abusado?
—Lo juro. El rey no es como todo el mundo cree que es, es un... degenerado.
—Pero ¿Lo abusó de qué forma? —siguió preguntando Diluc con dolor en el pecho y algo de náuseas, sentía como si fuese a caer en la desesperación si no confirmaba ese temor.
—El rey lo violó —reiteró el Jefe Alquimista, el Héroe Oscuro se puso demasiado tenso.
—Pero... ¿Lo violó una sola vez o...?
—¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta? —cuestionó Albedo desconcertado, Diluc estaba muy nervioso y no sabía cómo expresarse—. Por supuesto que no fue una sola vez.
—¿De... Desde cuando que...? O sea... ¿Qué edad tenía tu amigo cuando...? —preguntó el Héroe Oscuro hiperventilando, se sentía como en una pesadilla.
—15 años... —respondió melancólico el Jefe Alquimista.
La cabeza de Diluc dio vueltas, respiró agitado y negó con la cabeza, repitiendo en su mente la palabra "no" una y otra vez. Para él eso no podía ser verdad, era demasiado horrible para serlo, Kaeya no podía haber sido violado desde que comenzó a vivir con Barbatos; pero tenía tanto sentido, más sentido de lo que estaba dispuesto a aceptar para sentirse bien consigo mismo.
—Esto es...
—Es horrible —dijo Albedo—. Y se que es muy difícil de creer, todo el mundo en Mondstadt ama al rey Barbatos, pero yo he visto su verdadera cara, y lo he visto... Me da asco hasta decirlo...
—¿Lo has visto... violando a tu amigo?
—Sí... —Aquella afirmación terminó por destruir por dentro a Diluc, debía tratarse de una broma, de más mentiras, pero su parte más lógica no dejaba de decirle que era una obvia realidad.
—¿Puedo... conocer a tu amigo? —le preguntó el Héroe Oscuro, necesitaba que el propio Kaeya confesara lo mismo que le dijo Albedo, para aceptar que su abandono lo condenó a ese tipo de martirio.
—¿Para qué?
—Quiero... saber si... —balbuceó conteniendo las ganas de llorar y romper algo para desahogar la rabia consigo mismo—. Quiero escucharlo de él... es que, me cuesta creer que...
—Lo entiendo, si naciste en Mondstadt, te han enseñado durante toda tu vida a creer en el monstruo que tienes por rey —murmuró el Jefe Alquimista con desprecio hacia Barbatos—. Pero mi amigo tiene la prohibición de salir por las noches, y tú solo te muestras cuando hay oscuridad, no pueden coincidir en el mismo lugar.
Las lágrimas recorrieron los pómulos de Diluc, por suerte para él llevaba una máscara y estaba en una habitación oscura; no había duda de que ese "amigo" de Albedo era Kaeya, la única persona en Mondstadt que tenía prohibido salir por las noches.
—Cuando es de día y tengo que investigar... me muevo por los túneles subterráneos... —dijo el Héroe Oscuro con la voz temblorosa por el llanto reprimido.
—Ya veo... Tengo que consultarlo con él.
—Esperaré su respuesta... —Diluc tenía todos los músculos tensos, y sudaba frío pensando sin parar que él condenó a Kaeya el día del velorio de su padre; le causó pavor la idea de que el príncipe lo odiara a muerte por entregarlo a las garras de un monstruo—. Esto es tan horrible...
—¿Me crees? —preguntó Albedo girándose para mirarlo a los ojos; el Héroe Oscuro tenía un nudo en la garganta.
—Creo en ti, pero, pensar en el rey como esa clase de... escoria... Es doloroso, es muy doloroso...
—¿No vas a delatarme? —Ambos se miraron completamente afligidos, pero para darle tranquilidad al Jefe Alquimista, Diluc le tomó una mano—. Si quieres delatarme... por favor solo di que yo puse el veneno y que mi amigo se lo tomó, no quiero que... es decir, no quiero que se vea comprometido en esto.
—No haré eso, tranquilo.
—¿Lo juras?
—Lo juro, nunca voy a delatarte, menos ahora que sé tus razones...
—¿De verdad...? —Albedo seguía incrédulo, pero el hecho de que su compañero no tuviera intención de traicionarlo, hizo que su estrés se desbordara en forma de lágrimas—. ¿De verdad no vas a entregarme?...
—Lo juro por todo, por favor no sufras más...
—¿Puedo llorar? Realmente necesito sacarlo... —La mirada del Jefe Alquimista se veía cansada y desdichada, el Héroe Oscuro no podía negarle desahogar su corazón.
—Entonces, hazlo —respondió apretando su mano, Albedo agachó la vista y comenzó a llorar y sollozar, hacerlo ya no era sinónimo de angustia, sino de liberación.
—Tengo mucho sueño —susurró el Jefe Alquimista, tal y como estaba sincerandose con su llanto, también debía confesarle que llevaba muchas noches sin dormir; Diluc acercó con timidez el nudillo de su dedo índice a la mejilla de Albedo, y le dio una suave caricia para limpiarle una lágrima.
—Descansa... No hay nada que temer.
Por la madrugada algunos empleados y guardias del palacio acarrearon madera y paja al patio de entrenamiento, no estaban haciendo mucho ruido, y sin embargo, el príncipe Chongyun despertó y se levantó con una corazonada que lo hizo deambular por el palacio; por alguna razón muchas sirvientas estaban inquietas e iban de un lado a otro cuchicheando sobre algo que él desconocía. Zhongli también estaba en pie, y al igual que su hijo, iba en búsqueda de alguien que le explicara lo que ocurría; Chongyun se quedó atrás y dejó que su padre se acercara al capitán de la guardia, y de la nada vio como su expresión cambiaba antes de darse la vuelta para ir a la torre de huespedes una vez más.
Eso le pareció extraño al príncipe Chongyun, así que se asomó a ver que estaba pasando en la zona de entrenamientos, y vio que había una pira preparada con un poste en el centro; ese tipo de cosas le daban muy mala espina, y con solo darse cuenta de ello se dio la vuelta para ir a contarle a Xingqiu. Cuando llegó a la torre de huéspedes se quedó una vez más apegado a las paredes para ver como Morax sacaba de su cuarto a sus hermanas, Keqing y Ganyu parecían entender lo que estaba pasando, así que se alejaron rápidamente, Ganyu cargaba a Qiqi mientras el emperador tocaba la espalda de Xingqiu para alentarlo a caminar más rápido; después su padre se metió al cuarto creyendo que Chongyun seguía en su cama, pero este se escondió lejos en el pasillo, con un muy mal presentimiento.
En su cuarto el príncipe Alberich despertó apretando los párpados, se sentía muy extraño, como inquieto, por eso apenas abrió los ojos se levantó de la cama y se colocó un atuendo simple y cómodo para salir rápidamente de la habitación, siguiendo su corazonada; el hecho de ver a los hijos de Zhongli salir rápido hacia la puerta principal, como huyendo de algo, solo aumentó su ansiedad. Kaeya comenzó a correr por el palacio, si algo estaba ocurriendo, Barbatos debía saberlo, por lo que estuvo preguntando por él a cuanto empleado se le cruzara; Chongyun lo vio pasar y lo siguió angustiado, su sexto sentido le decía que algo malo le iba a pasar al príncipe de Khaenri'ah, y quería hacer algo por evitarlo.
De pronto su tía Shenhe le tomó el brazo y le ordenó irse con ella, sin embargo el muchacho se zafó a los segundos quitándose la prenda que llevaba encima de una camiseta negra que usaba para dormir, luego corrió hacia donde se había ido el príncipe Alberich, y lo encontró acercándose a donde estaba parado el rey. Venti lo miró hacia atrás con una sonrisa perversa, y dio una orden que Kaeya no alcanzó a oír por su agitación, entonces Alatus y algunos guardias empujaron a una sirvienta muy malherida y esposada que Chongyun no conocía, pero que el príncipe supo identificar.
—¡Noelle! —exclamó el príncipe corriendo hacia ella, Alatus interpuso su lanza para detenerlo, mientras los ojos guardias seguían empujando a la confusa joven para obligarla a caminar.
—¡Sir Kaeya! —La muchacha respondió a su llamado extendiendo su mano, había un gran miedo en su mirada—. ¡Rey Barbatos! ¡Ayúdeme por favor!
—Lo siento querida, me temo que no puedo ayudar a traidores.
—¡¿De qué estás hablando?! ¡Sueltala! —rugió Kaeya apartando la lanza de Alatus de un manotazo, entonces el príncipe de Liyue le dio una patada en el estómago que lo dejó sin aire y lo hizo caer de rodillas.
—Nuestra querida Noelle no quiso confesar que trabaja con los Lawrence, pero, con lo que sabemos nos basta —dijo Venti mientras se acercaba a Noelle, quien estaba llena de moratones y sangre en algunas partes de su cuerpo; entonces el monarca se acercó al oído de la joven para susurrarle algo—. Como que te gusta más tu Sir Kaeya que tu rey...
—¡Perdóneme! —Noelle lloró desconsoladamente por creer que ese castigo era por estar enamorada del príncipe Alberich y no del rey, Kaeya alzó la cabeza con desconcierto y se levantó.
—¡Barbatos, ella no tiene nada que ver con los Lawrence, liberala! —le exigió el príncipe, Alatus le agarró el cabello con fuerza para no dejarlo avanzar—. ¡Si es por las cartas, yo le pedí que las robara!
—No trates de defenderla mi pequeño monstruo, de nada servirá. —Venti sonreía con satisfacción mientras el príncipe de Liyue retenía a Kaeya jalándole el cabello, pero de repente alguien le apretó la mano a Alatus y lo miró completamente enfurecido.
—¡Déjalo en paz! —le gritó Chongyun a su hermano mayor, quien abrió los ojos con sorpresa—. ¡¿Qué están tratando de hacer?!
—¡Chongyun! —Shenhe corrió tras el niño, pero el príncipe Chongyun estaba demasiado enojado como para dejar que alguien lo tocara.
—Barbatos por favor, Noelle no tiene nada que ver, sueltala y te explicaré todo —trató de negociar el príncipe Alberich mientras el rey y los soldados se alejaban con Noelle para llevarla al patio de entrenamiento—. ¡Barbatos hablo en serio! ¡Ella no tiene relación con los Lawrence, yo le pedí que robara las cartas!
—Cállate Kaeya, nada de lo que digas es verdad, sé que ustedes dos se revolcaban a mis espaldas, los oyeron decirse "cuanto se amaban y odiaban al rey" como los putos traidores que son —replicó Venti, pero Chongyun corrió tras él y le agarró el hombro con firmeza para voltearlo y gritarle a la cara, cosa que asustó al monarca.
—¡No puede hacerle esto al príncipe Alberich solo por tener novia! ¡No lo permitiré!
—¡Chongyun suéltalo! —le gritó Morax antes de agarrarlo del brazo, su hijo menor estaba tan exaltado que se resistió con todas sus fuerzas a ser retenido, ni con la intervención de Shenhe consiguieron que soltara el hombro de Barbatos.
—¡Esto es injusto! —exclamó con ira el príncipe Chongyun, Alatus lo observaba impactado, pues muy pocas veces su hermano perdía el control de esa forma, y cuando lo hacía, era difícil pararlo—. ¡No lo soltaré hasta que la deje ir!
La única manera de detener a Chongyun cuando se enfurecia así, era reducirlo, o contenerlo de alguna manera hasta que sus ánimos se apaciguaran; como en esos momentos sería imposible que se calmara, a Alatus solo se le ocurrió agarrarlo por el frente y echárselo al hombro para sacarlo de ahí.
—¡Suéltame! ¡Tengo que hacer algo! —gritó el príncipe Chongyun pateando los abdominales de su hermano, Alatus tuvo que apretar sus músculos y resistir el dolor para alejarlo—. ¡Príncipe Alberich!
—¡Barbatos te lo suplico! ¡Por favor déjala ir! —Kaeya corrió desesperado tras el rey y Noelle, hiperventilando mientras los recuerdos de la gente que vio morir aparecían en su mente después de tanto tiempo reprimiendolos—. ¡Te mentí! ¡El veneno no era para ti! ¡Era para mi!
—No digas sandeces —respondió Barbatos aguantando la risa mientras la aterrorizada Noelle era arrastrada de los brazos, mientras veía la cara diabólica del rey que la "rescató" de la calle.
—¡Lo juro por todo! ¡Todo es una mentira que yo inventé! ¡Es a mi a quien quieren muerto! ¡Así que suéltala por favor...! —suplicó el príncipe de Khaenri'ah llorando, ya no le importaba decir la verdad, si moría o no, no le parecía importante, solo quería salvarla de alguna forma.
—¡Sueltenme! ¡Príncipe Alberich! —gritaba Chongyun siendo alejado de ellos; el niño lloraba enrabiado—. ¡No podemos permitirlo!
De pronto Morax agarró la tela de la parte trasera de su camiseta, y levantó a su hijo menor para quitarlo del hombro de Alatus; Chongyun siguió pataleando y moviéndose para zafarse e interferir, pero su padre lo depositó en el piso, se arrodilló delante de él y lo abrazó, cubriéndolo con su cuerpo para que no viera lo que iba a pasar. El llanto del niño era de ira e impotencia, su tía se arrodilló a sus espaldas y lo abrazó y cubrió también, protegiéndolo de ese golpe de realidad mientras el joven príncipe seguía gritando y llorando por Kaeya.
Aquellos gritos del príncipe Chongyun llamaron la atención de tres personas, el doctor Baizhu, Ajax, que apenas estaba llegando al palacio, y Sucrose, que los oyó desde su laboratorio; los tres fueron en dirección a esos ruidos, Baizhu se hacía una idea de lo que estaba pasando y quería comprobar que su plan dio resultado, Childe entró en estado de alerta por reconocer la voz de Chongyun, y Sucrose se acercó lentamente con un mal presentimiento. El doctor vio que la alquimista estaba cada vez más cerca de la zona de entrenamiento, guiada por los pedidos de auxilio de Noelle, las súplicas del príncipe Alberich y el llanto de Chongyun; entonces Baizhu agarró firmemente el brazo de Sucrose y la retuvo de un tirón.
—Vámonos —le ordenó el doctor Baizhu a la alquimista, ella miró atrás, escuchando como Noelle lloraba y se disculpaba sin siquiera entender la razón por la que le estaba pasando eso.
—¿Qué has hecho...? —le preguntó Sucrose al doctor mientras Tartaglia pasaba corriendo por su lado; Baizhu no respondió, por lo que la joven le golpeó la mano para que la soltara—. ¡¿Qué está pasando?!
—Te dije que te salvaría. —El doctor Baizhu la miró de forma sombría y dominante, los gritos hicieron temblar a la alquimista, quien poco a poco comenzó a entenderlo todo.
—¡Dejame ir! ¡Dejame ir! —gritó Sucrose golpeándole la mano, consiguiendo liberarse para correr directamente al patio de entrenamiento.
El brillo anaranjado del fuego detuvo de golpe a la alquimista frente a esa zona, justo cuando Ajax había llegado para presenciar con la boca abierta a Noelle amarrada en la hoguera mientras las primeras llamas empezaban a avivarse bajo sus pies; de repente Childe miró hacia el lado, y vio a Kaeya siendo retenido por múltiples guardias, luchando con una expresión salvaje y llena de lágrimas para que lo dejaran ir. Esos soldados se miraban con desconcierto, jamás habían visto al príncipe Alberich tan embrutecido, su fuerza era mucho mayor a la esperada, probablemente por le explosión de adrenalina en todo su cuerpo que le hacía gritar el nombre de Noelle y empujar como un loco a todos los que le impedían llegar hasta la muchacha, que lloraba con las piernas hirviendo, y suplicaba a gritos por ayuda.
Kaeya mordía y golpeaba con sus puños a quienes lo sujetaban, parecía estar endemoniado por culpa del rey, quien con los brazos cruzados y la cabeza en alto con orgullo presenciaba ese "grandioso" espectáculo de alaridos de dolor y gritos desgarradores de impotencia; el príncipe Alberich lloró al pensar en todas las vidas que se perdieron a lo largo de los años por su causa, por eso luchaba con las fuerzas que no tenía para salvar a la dulce niña que vivió el mismo suplicio que él en ese infierno llamado Mondstadt. Nada en su mente pesaba más que los nombres de las personas que quisieron ayudarlo y que no vivieron para contarlo, el nombre de su amado padre Crepus Ragnvindr, su rostro que quería olvidar para no llorar todos los días en su ausencia, lo veía en el de Noelle, quien llorando a mares ya no gritaba por ayuda, sino por dolor.
Tartaglia miró a Barbatos, y en él identificó al peor de los demonios, uno que reía contemplando con placer el dolor de los demás, porque no le importaba la chica que estaba en la pira, él tenía los ojos en Kaeya, en su llanto y su desesperanza, como si aquello le resultase más estimulante que cualquier cosa; comprendió entonces que su objetivo no era ajusticiar a una traidora, sino castigar al príncipe con hacerlo ver la muerte de alguien a quien amaba. Rápidamente Ajax corrió hacia Kaeya, nada podía hacer para salvar a esa muchacha, pero si debía hacer algo para evitar que él viese lo peor, así que se colocó tras el príncipe, y con todas sus fuerzas le golpeó la nuca con el mango de su cuchillo, haciéndolo caer de bruces al piso, perdiendo poco a poco la consciencia mientras decía su nombre una última vez.
«Noelle...»
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