3. Pilar (Segunda Parte/Final)

Nota: Capitulo de doble duración, tengan pañuelos a mano. Varios. 

Los meses pasaron y Kaeya no le hablaba a nadie, ni siquiera ofreció disculpas por provocar tantos malos entendidos, algunos empleados más jóvenes de la mansión, como Ernest, comenzaron a mirarlo con recelo y rencor por lo que había hecho, otros con más años encima como Tunner y Connor trataban de ser más comprensivos, pero no podían justificar sus acciones. Adelinde por su parte trataba de hablarle, pero el príncipe solo agachaba la cabeza manteniendo su decisión de no entablar conversaciones, eso a ella le preocupaba mucho, Kaeya había cambiado mucho en comparación con su yo de niño, mucho más sociable y encantador.

A veces el príncipe se daba cuenta de que tanto los caballeros de Favonius como algunos trabajadores se le quedaban mirando con expresiones de molestia, y él les devolvía la mirada desafiante, como si no sintiera arrepentimiento; sin embargo, no había vuelto a intentar hacer nada en contra de los demás, cumpliría con su castigo sin más reclamos para que Crepus le dejara volver a la academia. El señor Ragnvindr a veces quería hablarle, pero Kaeya se apartaba para ir a su cuarto, desde el incidente de sus "bromas" solía pasar mucho tiempo encerrado, Crepus estaba muy preocupado por ese aislamiento, su hijo adoptivo no tenía a nadie con quien pasar el tiempo, la única excepción había sido Jean en sus contadas visitas, el príncipe solo le había hablado a ella, pero no le contó nada acerca de sus problemas y sentimientos.

No era sano para Kaeya guardar todo su dolor para sí mismo, en varias ocasiones el señor Ragnvindr se había planteado quitar su castigo para verlo más feliz, pero Diluc le recordaba que no debía dar su brazo a torcer y que el príncipe solo estaba ignorandolos para chantajearlos, eso podía ser cierto, pero Crepus no era capaz de soportar verlo tan sombrío y triste, deambulando de vez en cuando solo para conseguir comida o materiales para dibujar, cosa que había suplido la ausencia de libros en su vida. Elzer le sugirió que esperase hasta una fecha próxima al inicio del año escolar, para que Kaeya comprendiera que soportar su castigo traía sus recompensas; por su parte Adelinde prefería no opinar al respecto, porque al igual que el señor Ragnvindr, ver al príncipe tan solitario le ablandaba el corazón.

Diluc a veces se encontraba a Kaeya en algunos rincones poco concurridos de la mansión, el príncipe se quedaba mirando el jardín en silencio, actuando como si fuese muy infeliz, Diluc no terminaba de creerle, y a veces le dirigía la palabra, pero él no respondía; en una ocasión estaba tan enojado por su actitud berrinchuda que le tomó del brazo y lo miró directo a la cara diciéndole que ya no soportaba que fingiera ser la víctima después de haberle causado problemas a los demás. El príncipe siguió con los labios sellados y una mirada muerta y cansada, Diluc solo le hacía confirmar que siempre estuvo encerrado y que las personas que supuestamente lo amaban le darían la espalda por ser un Alberich.

Luego de un minuto Diluc terminó soltándolo, al igual que su padre él también flaqueaba cuando veía los gestos desencantados y melancólicos de Kaeya, sabía que debía aprender la lección, pero también quería abrazarlo y consolarlo; mas el príncipe apenas se veía libre de él, se alejaba para volver a su cuarto, dejando completamente solo a Diluc. Una vez en su habitación Kaeya tomaba sus libretas para bosquejar lo que veía o volver a dibujar antiguos retratos, desde pequeño nunca pudo desarrollar el dibujar desde la imaginación, pues cuando lo intentaba, el resultado le parecía horrible a él y a sus maestros, nada que saliera de su imaginación podía ser bueno.

Repasando las páginas encontró retratos de Diluc y Crepus, los cuales decidió alterar de alguna forma en otra hoja, a Diluc le dibujó las manos más grandes, colmillos y cuernos, le parecía otro de sus dibujos horribles de su imaginación, pero sentía que Diluc se lo tenía merecido; con el señor Ragnvindr sus trazos fueron más fieles, pero ensombrecía mucho su rostro y escribía a su alrededor palabras como "mentiroso", "no lo olvides", "no te ama", "nadie te ama en realidad". Con Diluc se atrevió a rayar su rostro, pero cuando intentó hacer lo mismo con Crepus se detuvo, en el fondo le hubiese dolido mucho alterar su cara, escribir "te odio" o cualquier insulto, no se sentía nada bien el solo hecho de ver sus antiguos retratos de su padre adoptivo, los cuales recordaba haber dibujado con un profundo amor.

Para no llorar decidió dejar de lado aquellos dibujos y buscó otros, había algunos de Jean, de sus compañeros de clase, y de Lisa, a la cual le había dibujado pequeños corazones alrededor; no la veía desde que se graduó de la academia un año atrás, quería retomar contacto con ella, pues de entre todos era a quien más extrañaba. Por pensar en Lisa Kaeya comenzó a llorar y se tendió en la cama rindiéndose otra vez por la tristeza, para él ya nadie podía lograr que recuperara la felicidad, estar cerca de su falsa familia solo le recordaba que lo habían secuestrado y que su verdadero padre de seguro estaba sufriendo por su culpa.

Cuando faltaban 5 días para el inicio de las actividades en las academias, Crepus rompió el silencio durante la cena para anunciarle a Kaeya que irían a Mondstadt dentro de poco para que pudiese volver a la escuela, el príncipe lo miró sorprendido, por un momento el señor Ragnvindr pudo ver una sonrisa de ilusión en su pequeño, pero Kaeya se contuvo y sólo inclinó la cabeza para indicar que estaba de acuerdo. Inmediatamente después de terminar su comida, el príncipe corrió a su cuarto para hacer la maleta, Diluc lo siguió y se quedó cruzado de brazos en el marco de la puerta, y preguntó si quería su ayuda.

Después de mucho tiempo sin hablar, Kaeya le respondió "no gracias" y continuó él solo, sin embargo Diluc fue hacia él y sin su permiso comenzó a guardar cosas en su equipaje, el príncipe no quería tener un altercado con él, así que solo se quedó callado y tenso por tenerlo tan cerca, no podía bajar la guardia estando cerca de él, porque en cualquier momento podría sentir su molesta mirada, ya fuera una de desprecio o una que pretendía esconder su lascivia. Luego de hacer la maleta Diluc se sentó junto a Kaeya y se le quedó mirando fijamente, el príncipe se apartó un poco y le pidió que se fuera de su cuarto, pero Diluc como siempre lo ignoró y volvió a acercar muchísimo su rostro al de Kaeya, serio como de costumbre, como si lo odiase y al mismo tiempo quisiera volver a besarlo.

Kaeya miró hacia la puerta, no quería gritar por ayuda porque eso sería "rendirse" y aceptar que necesitaba a Crepus para que lo salvase, pero Diluc estaba demasiado cerca y tenía mucho miedo de lo que pudiera hacerle; de pronto Diluc tomó los brazos del príncipe con firmeza y lo llevó hacia atrás para que recostara la espalda sobre la cama, luego puso el dedo índice en los labios de Kaeya y le dijo que no hiciera ruido. Una vez más Diluc estaba sobre él, sujetando sus manos mientras presionaba la cara entre los pectorales del príncipe, quien se retorció y pataleó asustado, odiaba eso, porque aunque su mente le recordaba que Diluc y su padre no eran su verdadera familia, no podía dejar de sentirlo como su hermano.

-No... - susurró Kaeya tratando de moverse, aprisionado por su hermanastro - Diluc no...

-No hagas ruido... nos descubrirán... - le pidió Diluc mientras restregaba la cara y la entrepierna contra el cuerpo del príncipe.

-Déjame ir... - suplicó Kaeya llorando, tenía náuseas que subían hasta su garganta como una desagradable sensación de arcadas - no...

-No somos hermanos, así que no hay excusas para negarte - dijo Diluc como si tratara de convencerlo de que eso estaba bien.

-No quiero... - repitió el príncipe sollozando, desde su "broma" a todo el viñedo Diluc trataba de ignorar su llanto, repitiéndose sin parar que Kaeya solo lo hacía para controlarlo como a todos los demás.

-No te creo, tu ya sabes la verdad, esto no es distinto a lo que haces con tus compañeros - dijo Diluc, Kaeya miró al cielo preguntándose cuando sus compañeros le habían sujetado los brazos tan fuerte como lo hacía Diluc.

-Somos...

-No, no lo somos - replicó inmediatamente Diluc mientras mordía la piel del príncipe por encima de la ropa - si te relajas, estoy seguro de que también lo vas a disfrutar.

-No... no... - susurró Kaeya con el pecho agitado por el llanto, Diluc soltó uno de sus brazos para tomarle la quijada y mirarlo a los ojos.

-No digas que no, si te gusta ser un calienta pollas con tus amigos, esto te va a encantar - dijo Diluc dejando hablar a uno de sus rencores más profundos, el príncipe temblaba y lloraba con tanto miedo que desconocía al Diluc que lo abrazaba y cuidaba con sumo amor cuando eran pequeños.

-No... - volvió a decir Kaeya, Diluc no soltó su quijada, pero su mano comenzó a temblar por la culpa, por más que quisiera seguir convencido de que el príncipe solo quería manipularlo.

-No me mires así, tú causaste peleas, querías lastimar a mi padre, querías salar las cosechas para hacernos pasar hambre... No has tenido suficiente castigo, yo tengo que castigarte, porque después de todo lo que has hecho, te lo mereces - decía Diluc mirándolo a la cara, como explicándole porque tenía que forzarlo para que aprendiera la lección; sin embargo Diluc sintió las venas heladas cuando vio una lágrima caer lentamente por el ojo de Kaeya, que congelado escuchó las palabras "te lo mereces", interiorizandolas porque le hacían mucho sentido.

-Me lo merezco... - repitió el príncipe algo ido, Diluc se estremeció, su padre hubiese estado completamente decepcionado de él si lo hubiera visto maltratando así al príncipe; Kaeya recordó por un momento las cosas malas que había dicho, la malicia con la cual había preparado un plan para crear discordia en el viñedo, la indolencia que tuvo cuando amenazó al príncipe de Liyue con la vida de su hermana menor - sí, me lo merezco.

-¿Kaeya? - lo llamó Diluc, pero el príncipe solo miraba el techo, completamente en blanco; Diluc le acarició la mejilla preocupado por su forma de actuar - Kaeya mírame... ¿Por qué no respondes?

-Lo merezco... - susurraba Kaeya, estaba quieto y dócil, Diluc aprovechó el momento para abrirle la camisa y acariciar su torso, lo cual no pudo hacer por mucho tiempo, pues el príncipe temblaba derramando lágrimas en silencio, era evidente que seguía molestandole.

-Kaeya... Relájate... - pidió Diluc llevando las manos a los pantalones de Kaeya para tratar de bajarlos, el príncipe no decía nada, pero por acto reflejo movía las piernas y las apretaba, su cuerpo seguía resistiendose aunque él se sintiera digno de un castigo - Kaeya...

-Tengo que... - susurró el príncipe temblando, mentalizandose para aceptar ser castigado por su maldad; Diluc se detuvo mirando su rostro atemorizado y triste, lo que le estaba haciendo era inhumano, pues ni aceptandolo el príncipe dejaba de mover los pies sin coordinación para evitar que Diluc concretara su objetivo.

-Olvida lo que dije - pronunció Diluc de repente, tomando las manos de Kaeya con desespero - estoy equivocado, no me hagas caso, tu no... - decía Diluc agitado y arrepentido, sin ver algún cambio en el príncipe - Kaeya, escuchame bien, fui un idiota, tu no mereces esto ¿Lo entiendes?

-Pero tienes razón... tú siempre tienes razón... - dijo Kaeya, Diluc apretó más sus manos lleno de culpa y vergüenza por su actuar poco honorable.

-No me hagas caso, no mereces esto, por favor no llores... - susurró Diluc angustiado, cayendo en cuenta de que tenía al príncipe semi desnudo y acorralado contra el colchón - perdoname...

-Yo... - pronunció Kaeya mirando el techo, se sentía desconectado de la realidad, como si estuviese fuera de su cuerpo, observando su patética existencia con resignación - yo nací siendo malo...

-Tranquilo... no pienses así... - murmuró Diluc volviendo a acomodarle el pantalón y abotonando su camisa, si bien lo tenía a su total disposición, no era correcto aprovecharse de su vulnerabilidad, se veía sumamente frágil en ese momento, como si estuviera desmayado.

Diluc no sabía qué más decir para ayudarlo, él era el responsable de que el príncipe se sintiera de esa forma, había hecho algo muy vil en su contra, pero una parte muy oscura de sí mismo no quería volver a pedir perdón por ello, como si de verdad pensara que esa era la única forma de tenerlo; suavemente Diluc tomó en sus brazos a Kaeya y lo sentó en sus piernas para abrazarlo y acariciarlo, él no se movía, lánguido y sin energía para hablar o defenderse, su docilidad le parecía hermosa a Diluc, que deseaba que Kaeya fuese así todo el tiempo, frágil y silencioso. Mientras lo acariciaba Diluc volvía a tener deseos de tocarlo más y más, ya le había quedado claro lo mucho que eso le dolia al príncipe, pero no se resistió a deslizar la mano por su pecho debajo de la camisa, convencido de que tocar un poco no lo llevaría a concretar algo aún peor.

Kaeya miraba el techo, sintiéndose alejado de ese momento, pero pensando con tristeza en su hermano a quien siempre admiró en secreto, a quien veía como la persona más justa y fuerte después de su padre adoptivo, lo que más deseaba en ese instante era que eso no cambiara, que lo que estuviera haciendo Diluc con él no fuese lo que estaba ocurriendo en realidad, sino un simple abrazo protector y amoroso. Luego de un minuto de esa forma Diluc le agarró el muslo desde la parte interna a la par que su boca alcanzaba la del príncipe para besarlo apasionadamente, en esa ocasión Kaeya no se resistió, por lo que Diluc dio rienda suelta al beso más profundo y desesperado que podía darle, era mágico ver que ya no había negativas por parte de su amado.

El príncipe seguía diciendose que eso no estaba ocurriendo, que no le estaba pasando a él, porque Diluc no podía odiarlo de esa forma, y si lo odiaba era porque tenía una excelente razón para hacerlo; Diluc le besó la frente mientras su mano volvía a posarse sobre uno de sus pectorales, el tacto era adictivo, tanto que su yo cruel e insano le incitaba a hacerlo todo de una vez por todas. No obstante miró a la cara al príncipe una vez más, y recordó lo horrible que debía estar siendo eso para él, estaba tan vacío como un cascarón; rápidamente quitó su mano de "las zonas buenas" y las utilizó para abrazarlo; Kaeya no quería moverse ni sacar su voz, pues tenía mucho miedo de que hacerlo gatillara que Diluc volviera a enojarse y lo redujera una vez más, para su suerte Diluc contuvo sus impulsos y lo dejó sobre la cama para retirarse antes de hacer una locura aun más grande.

Cuando la familia partió a Mondstadt en su carruaje, el príncipe iba callado con la cabeza apoyada en la pared, y una mirada perdida en sus pensamientos, a Crepus le preocupó mucho verlo tan ausente considerando que el día anterior lo había visto sonreír luego de decirle que iría a la academia, se esperaba verlo igual de entusiasmado, pero estaba incluso peor que días atrás. Diluc miraba por la ventana desde el asiento frente al que usaban el señor Ragnvindr y Kaeya, nervioso e incómodo por lo que había hecho la noche anterior en el cuarto del príncipe; esperaba que Kaeya no revelara nada de lo que le hizo, porque sin duda su padre no podría dejarlo pasar.

El príncipe no sentía lo que ocurriría a su alrededor, tenía los pies sobre el asiento y abrazaba sus rodillas, algo se había roto en su consciencia, un vacío lo envolvía y lo hacía sentirse solo y pequeño; Crepus cautelosamente deslizó un nudillo sobre el hombro de su hijo menor, el príncipe no reaccionó, así que su padre adoptivo prosiguió tomando su cintura y guiandolo hacia él para que se recostara en sus piernas. Kaeya no se quejó ni se volvió agresivo como en ocasiones anteriores donde el señor Ragnvindr trató de darle un abrazo, en ese momento solo reaccionó mirando a Crepus abatido y desorientado; su padre adoptivo lo acarició suavemente, algo movían sus caricias dentro de Kaeya, su orgullo se peleaba con la necesidad de ser protegido, y por eso empezó a sentir ganas de llorar.

El señor Ragnvindr le sonreía amorosamente, su dulce y cálida expresión le hacía recordar al príncipe momentos de su infancia, y se preguntaba cómo aquel hombre tan angelical pudo haberlo mantenido apartado de su verdadero padre, y por qué seguía queriendo mirarlo a los ojos con el mismo amor de siempre a pesar de todo. Al volver poco a poco a la realidad, Kaeya giró la cabeza para ver a Diluc, quien lo observaba de reojo vigilando su boca, el príncipe tembló de miedo, creyendo que cualquier cosa que hiciera sería una "provocación" para la ira de su hermano; Diluc y Crepus notaron su miedo, y sus miradas se encontraron, la de su padre pedía explicaciones, la de Diluc denotaba nerviosismo.

Como en cada viaje se detuvieron en el camino para merendar, Diluc se acercó a los caballeros de Favonius que iban en sus propios caballos para charlar con ellos, mientras Crepus tomaba la mano de Kaeya para llevarlo a la hierba en las orillas de la ruta, y allí sentarse juntos a comer. El príncipe abrazó sus rodillas una vez más, cubriendo su cuerpo de las miradas de sus custodios, antes no se daba cuenta de lo mucho que lo observaban, pero desde que Diluc comenzó a propasarse, miradas como esas ya no pasaban desapercibidas por él.

-Amor, come algo - dijo el señor Ragnvindr acercandole un sándwich hecho con una baguette y pollo deshebrado, Kaeya apartó la cabeza para no recibir la comida.

-No tengo apetito - respondió secamente, un poco molesto por el afecto que recibía.

-Tienes que alimentarte, aunque no tengas hambre tu cuerpo lo necesita, no te vi desayunar - insistió Crepus, Kaeya rezongó y abrazó más sus rodillas, pues todavía se sentía observado aunque no lo estuviesen mirando en realidad.

-Déjame en paz, no debería importarte si me muero de hambre - contestó sin pensar, el señor Ragnvindr no dio su brazo a torcer y acercó firme el bocadillo para que su hijo lo tomara.

-Claro que me importa, no quiero que enfermes por no comer, así que tómalo sin más peros - insistió, el príncipe enojado y resignado tomó el sándwich y lo mordió con fuerza, pero masticar le resultó más cansador y difícil, así que tardó mucho en tragar.

-Odio comer - comentó luego de probar el primer bocado, Crepus suspiró y le acarició la espalda suavemente.

-No digas eso ni en broma...

-Odio comer, odio respirar, odio al viñedo, te odio a ti... Pero sobre todo odio a Diluc - dijo otra vez sin haber pensado bien previamente, el señor Ragnvindr en vez de entristecerse, se fijó en la última parte de su frase, porque después de ver la forma de actuar de sus hijos dentro del carruaje, intuía que algo había pasado.

-¿Discutieron ayer? - preguntó Crepus, Kaeya se puso tenso y evitó mirarlo a la cara para no tener que confesar, le daba mucho miedo tocar ese tema.

-No, no lo hicimos - respondió fingiendo indiferencia, su padre adoptivo no le creyó ni una palabra.

-¿Estás seguro? Tu y él se están comportando extraños hoy - comentó, Kaeya se puso tenso y se cruzó de brazos queriendo aparentar que todo estaba bien.

-Estás alucinando, no ha pasado nada - reafirmó el príncipe, el señor Ragnvindr no estaba nada convencido.

-De acuerdo, iré a preguntarle a Diluc - dijo antes de levantarse, Kaeya se asustó y lo siguió con nerviosismo hasta el otro lado del camino donde estaban Diluc y los caballeros.

-¡Espera! ¡Ya te dije que no pasó nada! - exclamó el príncipe entrando en pánico, Crepus iba por delante, decidido a confrontar a su hijo mayor.

-Diluc ¿Puedo hablar contigo? - pronunció su padre, Diluc se quedó sin aire, pensando que Kaeya le había dicho todo lo que le hizo la noche anterior, creía que sería su ruina.

-¡Escúchame por favor! - le pidió el príncipe tomando la manga del señor Ragnvindr - lo digo en serio, no paso nada, lo juro.

-Diluc ¿Tu y Kaeya tuvieron algún problema ayer por la noche? - preguntó directamente, Diluc se quedó helado y balbuceó una respuesta ininteligible, Kaeya veía todo con temor, por alguna razón pensaba que si Diluc decía la verdad, su padre adoptivo también lo acusaría a él, le daban miedo las repercusiones de sus actos, pues todavía creía que él había causado la ira de Diluc.

-Está bien, si peleamos, pero fue solo eso, no pasó nada más - insistió el príncipe jalando las ropas de su padre adoptivo.

-Hay algo más, no estarías así por una simple discusión - le dijo Crepus sin dejar de mirar fijamente a Diluc.

-Hablo en serio, por favor creeme - le pidió Kaeya aferrándose al brazo de su padre adoptivo con un abrazo de desamparo.

-Diluc ¿Qué fue lo que pasó? - volvió a preguntar el señor Ragnvindr, el príncipe sentía que ya no podía contener las lágrimas.

-Por favor papá... - rogó Kaeya afligido, rompiendo su decisión de no llamarlo padre nunca más.

-Lo golpeé - dijo Diluc de repente, el príncipe se quedó quieto, no se le había ocurrido esa mentira, estaba demasiado nervioso como para pensar bien una excusa para que su padre no descubriese algo tan deplorable como lo que "había provocado" en Diluc.

-Lo golpeaste... - repitió el señor Ragnvindr perplejo e indignado - ¿Por qué lo hiciste?

-Estábamos discutiendo y... perdí el control - siguió mintiendo Diluc, Kaeya sollozaba escondiendo la cara sin soltar el brazo de Crepus.

-¿Cuántas veces te lo he dicho? Si tu sabes que tienes más fuerza bruta que otra persona, no recurras a la violencia con ella - pronunció su padre abrazando a Kaeya protectoramente - se supone que te están entrenando para defender a los inocentes, no para que uses tu fuerza en su contra, eso solo te convierte en alguien abusivo.

-Yo... sé que estuvo mal... - murmuró Diluc cabizbajo, se sentía horrible por mentirle, y porque a pesar de no saber la verdad, el regaño de su padre si iba al punto.

-No basta con solo aceptar que estuvo mal. Diluc, si esto vuelve a ocurrir otra vez, también tendré que castigarte, si vuelves a golpear a tu hermano por segunda vez, tendré que suspender tu matrícula en la academia militar - le advirtió Crepus, Diluc se irguió desconcertado por ese castigo.

-¿Cómo que cancelar la matrícula? Kaeya quiso joderse a todo el viñedo y solo le quitaste los libros y lo amenazaste con no enviarlo a Bellas Artes, en ningún momento te escuché decir que se la quitarías de por vida ¿Entonces por qué conmigo si? - cuestionó Diluc, su padre estaba firme, aunque sí dudó un momento antes de responderle.

-Las consecuencias de inventar rumores, de usar las palabras para crear conflicto, son muy distintas a las consecuencias de abusar de la fuerza bruta, Kaeya provocó malos entendidos ¿Pero qué pasaría si uno de tus golpes fuera más fuerte de lo que esperabas? Es algo que debes empezar a controlar desde ya.

-Kaeya no solo inventó rumores, estaba salando las semillas cuando lo atrapamos, eso es más cobarde que darle un puñetazo de frente - decía Diluc desconcertado, olvidando que lo que había hecho la noche anterior no fue realmente un golpe.

-Sí, hizo eso, pero, también se trata de entender el contexto. Kaeya acababa de enterarse de la verdad de su origen, incluso ahora sigue choqueado por eso, él ya había tenido problemas de impulsividad desde pequeño, enterarse de lo que le oculté debió ser muy impactante para él, y asumo la responsabilidad de eso.

-¿Y por qué solo en su caso hay que entender su reacción? ¿Por qué no te importa saber mis razones? - cuestionó Diluc muy enojado, Kaeya seguía igual de mudo, abrazando temblorosamente a su padre adoptivo.

-Entonces dime ¿Cuáles fueron tus razones? - preguntó Crepus, Diluc se quedó callado un momento, pensando en las razones que tendría para agredir físicamente al príncipe.

-Él quería hacerte daño causandote problemas con Adelinde, quería hacerle daño a nuestros amigos haciendo que pelearan entre ellos, y quiso hacerme daño a mi oxidando mis armas ¿Por qué debemos tener consideración con él si quiere hacernos algo así? Es tal y como lo describió el rey - afirmó Diluc, observando como el rostro de su padre mostraba todavía más desaprobación por oírlo mencionar a Barbatos; el príncipe escuchaba todo, convencido otra vez de que era una mala persona como afirmaban Diluc y Venti.

-Si Kaeya actúa de la forma en que lo ha hecho es por culpa de ese monstruo, no puedo permitir que consideres sus palabras como una realidad, mucho menos que lo veas como un modelo a seguir - pronunció su padre tan serio que parecía amenazante, en silencio Kaeya lo oía, sintiéndose protegido y a la vez dolido, como si sintiese que no merecía a Crepus.

-¡Yo nunca he dicho que lo veo como un modelo a seguir! - exclamó Diluc acercandose violentamente a su padre, quien no se movió ni se sintió intimidado en ningún momento.

-Temo que en esa academia te enseñen más a vivir por él que defender a tu gente - comentó el señor Ragnvindr, los caballeros lo escuchaban atentamente, cada palabra que salía de su boca les parecía una sublevación, una peligrosa sublevación.

-¡Yo defiendo a nuestra gente! - rugió Diluc tomando de la camisa a su padre, hasta los soldados se sorprendieron de su actuar tan irracional e irrespetuoso - y si es necesario, defenderé a los nuestros de la gente de Kaeya por todos los medios - le dijo mirandolo a los ojos, si había algo que el príncipe no podía tolerar desde el fondo de su corazón, y sin importar su rencor, era que se metieran con Crepus.

-¡Suéltalo! - exclamó Kaeya dando una fuerte bofetada a Diluc, hubo un largo silencio a su alrededor, Diluc lo observaba de reojo como un volcán a punto de explotar, y los caballeros asombrados también tenían sus ojos en él, lo cual era una muy mala señal; antes de que Diluc levantara la mano en contra del príncipe, el señor Ragnvindr tomó la muñeca de su hijo mayor y la apretó tan fuerte que Diluc se quejó, reduciéndose, menos envalentonado que antes.

-Ya fue suficiente Diluc, si sigues, solo empeorarás tu situación - le advirtió su padre, Diluc lo miró con tristeza, porque sabía que había obrado mal en muchos sentidos - estoy realmente decepcionado de tu violencia, de tu odio... - dijo Crepus, los ojos de Diluc se llenaron de lágrimas al oír lo que tanto temía, que su padre estuviese decepcionado de él.

-Yo... - susurró Diluc, entonces vio a Kaeya retrocediendo y mirando a los caballeros que lo custodiaban mientras pensaba en las consecuencias que tendría el haber abofeteado a Diluc frente a ellos; la culpa se hizo más fuerte que el resentimiento, era como si estuviese por ocurrir lo mismo que años atrás, cuando el rey torturó al príncipe por haberle arañado la cara - lo siento mucho...

-Por favor hijo, empieza a controlar tu rabia, esto no debería estar pasando, no podemos pelearnos más, debemos estar unidos - decía el señor Ragnvindr con un rostro de decepción y preocupación, Diluc derramó un par de lágrimas mientras veía la expresión catatónica de Kaeya, que sin parar imaginaba lo que le ocurriría al llegar a Mondstadt.

Durante el resto del viaje Diluc observó a su hermanastro desde el otro asiento del carruaje, el príncipe miraba un punto fijo del suelo, sujetando el asiento con las manos, Crepus lo acariciaba y le decía que no lo dejaría solo, que estaría con él en todo momento y que tendrían que pasar sobre su cadáver para poder tocarlo; Kaeya no podía oírlo, pues su mente le repetía constantemente que los caballeros le dirían al rey que golpeó a Diluc, y que le esperaba un castigo igual o peor que el que recibió a los 8 años. "Va a arrancarte las uñas", "te cortará los dedos", "te arrancará la piel de las manos", "quemará la palma de tu mano", "te cortará ambas manos", eran frases que sonaban en bucle en la cabeza de Kaeya, ya no tenía esperanza para su bienestar, y si bien estaba realmente enojado con su padre adoptivo por mentirle, sabía que era la única persona que querría protegerlo, cosa que no podía permitir, porque si llegaba a interponerse entre sus enemigos y él, solo obtendría la muerte.

Al llegar a Mondstadt, Kaeya y Diluc bajaron en silencio de la carroza, estaba atardeciendo, ya empezaba a haber menos personas en las calles, así que había un amplio espacio para correr; el príncipe seguía quieto mirando los adoquines, Diluc se acercó a los caballeros para pedirles que por favor no le dijeran a Barbatos lo que había pasado, porque él había causado ese alboroto y Kaeya solo quiso defender a su padre. El príncipe no confiaba en ellos, ni siquiera en Diluc, creía firmemente que entre todos irían a decirle a Venti lo que había pasado, y que él y sus caballeros llegarían para castigarlo, que Crepus trataría de intervenir y que iba a ser asesinado por ello; no podía permitir algo como eso.

De pronto el príncipe echó a correr, Diluc y su padre voltearon rápidamente al escuchar sus pisadas, y lo llamaron al mismo tiempo, sin que este se detuviera; los soldados se desplegaron para ir en su búsqueda junto a Diluc y el señor Ragnvindr, pero Kaeya cambiaba de dirección en cada calle para perderlos. El principe no quería ser encontrado hasta que concretase su objetivo, dirigiendose lo más rápido que podía al palacio de Barbatos.

Morax no había estado en Mondstadt en ningún momento de su vida, todas sus escapadas con Venti ocurrían en Liyue o en el campo de batalla, pero debido a la tregua momentánea con Snezhnaya, podía darse el lujo de pasar unos días con él en su castillo; Barbatos como en cada una de sus reuniones personales, lo invitaba a su cama, o él a la suya, y pasaban largas tardes y noches desnudos, bebiendo vino y masajeando mutuamente sus cuerpos con aceites aromáticos, el placer era lo principal cuando estaban juntos, un placer inescrupuloso que encontraban en diversas prácticas y posturas. Iban por la cuarta ronda luego de algunos descansos intermedios, Venti estaba sentado sobre su pene, moviéndose de arriba a abajo, rebotando sin consideraciones mientras Zhongli hacía gestos de dolor y placer, no estaba en las mejores condiciones luego de una tarde tan intensa.

Barbatos tomaba sus propios muslos mientras subía y bajaba, preocupado por su sola satisfacción, gimiendo con los ojos cerrados, Morax por otro lado bufaba exhausto y a la vez maravillado con la belleza y energía de su amante más especial, ambos tenían la libertad de acostarse con quienes quisieran, pero una vez juntos no podía haber nadie interponiéndose, pues, principalmente Venti, le hacía la vida imposible a esa persona para que se alejara. Zhongli tomó bruscamente del brazo a Barbatos y lo estrechó contra su pecho, abrazándolo con tal fuerza que éste lo castigó mordiéndole los labios, recibiendo embestidas duras y estruendosas en su enrojecido culo, que al igual que los genitales de Morax estaba irritado y ardiendo.

Casi por una cuestión de necesidad y desesperación, el emperador de Liyue apresuró sus movimientos agarrando firmemente las nalgas de Venti para abrirlas, este gritaba obscenamente, chillando por el ardor y el morbo, Zhongli apretó los dientes, con los ojos cerrados, aguantando el dolor de sus genitales y al mismo tiempo disfrutando como volvían a cargarse de semen para entregárselo a su ángel de la lujuria. Antes de que eyaculara, Barbatos lo empujó y con rapidez puso las manos en su polla, acercó la boca al glande y masturbó a Morax mientras chupaba, el emperador ya no podía soportarlo más, y con un fuerte y profundo quejido lanzó chorro tras chorro directo a la boca de Venti, este lo recibió en la lengua y en los labios, ya no estaba tan espeso como en sus anteriores corridas, le parecía menos apetitoso de esa forma.

Barbatos pretendía seguir jugando con el pene de Zhongli, pero este se le adelantó y le estrelló la espalda contra el colchón, ya no iba a permitir que siguiera secandolo, así que para dejarlo satisfecho se dispuso a darle sexo oral al rey de Mondstadt; Venti reía malicioso y sensual, manteniendo la cabeza de Morax pegada a sus genitales con una mano. El emperador intentaba hacer contacto visual, pero tenía los ojos húmedos y la boca completamente llena, hacía lo posible por darle un orgasmo a Barbatos, pero sus esfuerzos no fueron precisamente los que lo hicieron correrse, sino la propia energía de Venti al mover las caderas con fuerza.

El semen del rey llegó hasta la garganta de Zhongli, que lo tragó rápidamente y se zafó de las garras de Barbatos para al fin poder descansar; ambos se recostaron uno al lado del otro, Venti le propuso beber y comer algo para reponer energías, pero él no aceptó aquello de la manera más educada que podía en esos momentos. Desde la entrada del palacio los guardias divisaban a Kaeya a una cuadra, paralizado por el miedo que le daba tener que ingresar a ese lugar, a ratos trataba de acercarse, pero retrocedía, porque a pesar de saber que tenía que recibir un castigo y que mientras más rápido ocurriera más rápido se liberaría del rey, todo su cuerpo se negaba a recibir dolor.

Al darse cuenta de que los caballeros lo estaban mirando, el príncipe tuvo que ir hacia ellos con mucha fuerza de voluntad, y pidió ver a Barbatos con urgencia; sin preguntarle quién era, los soldados le permitieron ingresar, pues era normal para ellos dejar pasar a jovencitos como Kaeya que querían pasar una tarde con el monarca. Dentro del castillo el príncipe le preguntó a unas mucamas donde se encontraba el rey, estas le respondieron que estaba atendiendo a alguien más, pero que podía esperarlo en su oficina; a Kaeya comenzó a parecerle extraño que no cuestionaran quién era y que quería allí, pero de todos modos se los agradeció y caminó hasta la habitación que le habían indicado.

El Gran Maestro Varka transitaba dentro de la oficina del rey, esperando su turno para tener una verdadera reunión con él acerca de su próxima expedición a Snezhnaya, Kaeya llegó hasta allí y se quedó mudo en cuanto lo vió, ese era otro hombre indeseable que participó de su secuestro, en general, estando en Mondstadt se sentía como si todos hubieran sido cómplices de lo que le habían hecho a él y a su verdadera familia. Varka estaba igual de sorprendido de encontrarlo allí, y cautelosamente se acercó para poder entablar una conversación con el príncipe, pero tal y como había pasado antes, Kaeya se apartaba muy receloso y arisco.

-Kaeya... ¿Qué haces aquí? Creí que... - comentó Varka tratando de no tocar bruscamente el tema de que ya era consciente de los maltratos que el príncipe recibía por parte de Venti.

-Tengo que hablar con Barbatos, me dijeron que esperara aquí - dijo Kaeya, el Gran Maestro seguía igual de intrigado.

-¿Sobre qué? - cuestionó recibiendo luego una mirada de fastidio del príncipe - sé que no es de mi incumbencia, pero...

-Es algo privado que solo debo tratar con él - respondió Kaeya evadiendo la mirada de Varka, a este no dejaba de parecerle extraño y preocupante.

-De acuerdo, yo también tengo que hablar con él, podríamos esperarlo juntos...

-No hay de otra... - comentó el príncipe tocándose el brazo, el Gran Maestro se le acercó con cuidado para no crisparle los nervios.

-¿Cómo has estado? - le preguntó Varka, Kaeya agachó la cabeza con molestia y tristeza.

-No finjas que te importa, ya sé la verdad, no te hagas el tonto como Crepus - dijo el principe impulsivamente, el Gran Maestro se sorprendió por esa hostilidad.

-Kaeya, yo... realmente no quería participar de... lo que pasó, pero yo estoy para cumplir las órdenes del rey - trató de excusarse Varka, mas el príncipe solo se cruzó de brazos y trató de ignorarlo - si hubiera algo que pudiera hacer para compensarte, lo haría.

-Quiero ver a mi verdadero padre... - comentó Kaeya inseguro, el Gran Maestro suspiró.

-Me temo que no es posible, por ahora...

-Entonces no puedes hacer nada - dijo el príncipe volteando todo el cuerpo para darle la espalda, Varka se acercó un poco más y le tocó el hombro.

-Te prometo que apenas termine la guerra, yo mismo te llevaré de vuelta con tu familia - dijo el Gran Maestro, Kaeya lo miró de reojo, un poco menos esquivo.

-¿De verdad?

-De verdad, cuando termine la guerra, te devolveré a tu verdadero padre, ya nunca más estarán separados - volvió a prometer Varka, el príncipe se giró para verlo, ilusionado y al mismo tiempo temeroso, pues su inconsciente seguía preguntandole qué pasaría con Crepus Ragnvindr si él se alejara para ir con su progenitor.

-¿Lo jura? - preguntó Kaeya más dócil, el Gran Maestro se enterneció al ver su cambio de actitud.

-Lo juro, siempre me ha parecido excesivo el haberte separado de tu familia, es lo minimo que puedo hacer para compensarte - le aseguró, el príncipe se le quedó mirando, ni su mismo padre adoptivo había tocado el tema, al menos había alguien que si estaba interesado en llevarlo a su verdadero hogar.

-Yo... - murmuró Kaeya, algo orgulloso e inseguro de cambiar su actitud hacia él - se lo agradezco... - dijo despues de pensarlo un momento, el Gran Maestro le sonrió y acarició su cabeza con cariño, Kaeya fue reciproco y sonrió tambien, un tanto más recatado para no quedar como un tonto en caso de que lo estuvieran engañando.

-Lamento mucho si... no la has pasado muy bien en Mondstadt, me hubiera gustado estar aquí para poder hacer algo, pero... - decía Varka tratando de excusarse, el príncipe se estaba sintiendo algo extraño, no tenía tantos recuerdos del dia en que perdió su ojo, solo sabía que Varka había sido testigo, eso le hacía desconfiar, pero a la vez, empezaba a sentir calor en las mejillas y en la boca del estomago, como si le resultara agradable escucharlo.

-¿Usted está al frente de las batallas?

-Sí, casi todo el tiempo estoy fuera de Mondstadt por eso.

-Entiendo... ¿Ha matado personas de Khaenri'ah?

-No, Khaenri'ah no envía soldados a esta guerra porque... - respondió callandose en la parte final para no tener que justificar el hecho de que el príncipe haya tenido que ser secuestrado para mantener controlada a su gente.

-Ya veo, entonces, no es mi enemigo supongo - comentó Kaeya, el Gran Maestro agachó la vista pensativo, pues si la gente de Khaenri'ah decidiera levantarse en contra de Mondstadt, él tendría el deber de atacarlos.

-Y espero que nunca lo seamos - dijo Varka, el príncipe se sintió un poco más seguro con él, y levantó tímidamente la mano, arrepintiéndose a medio camino; sin embargo el Gran Maestro sonrió y tomó aquella mano, juntando la yema de sus dedos con los de Kaeya, que eran algo más cortos y delgados que sus dedos, más maduros y fuertes.

-¿Te hizo esperar mucho? - dijo el rey al ingresar junto a Morax, Kaeya dio un respingo y se separó del gran maestro rápidamente; Barbatos abrió los ojos con sorpresa al encontrarse al príncipe allí, luego sonrió mirándolo fijamente, disfrutando tenerlo tan cerca, en su territorio - Kaeya... ¿A qué debo este placer?

-Yo... - murmuró el muchacho con temor, Varka notaba el miedo en su mirada, y se avergonzaba de sí mismo por haber permitido que el rey aterrorizara a ese niño por tantos años - incumplí una de las reglas... - confesó el príncipe, Zhongli y el Gran Maestro no comprendieron a qué se refería.

-¿Qué regla? - le preguntó Varka, Venti se quedó mudo, temiendo que el príncipe revelara el tipo de castigos que le daba cuando "se portaba mal".

-Le di una bofetada a Diluc - declaró Kaeya, Barbatos sudó nervioso mientras sus acompañantes se miraban confundidos.

-¿Por qué? - cuestionó el Gran Maestro, Morax se cruzó de brazos, esperando la respuesta del príncipe de Khaenri'ah, sin embargo Kaeya tenía demasiado miedo como para ahondar en detalles - debiste tener una razón para hacerlo ¿Verdad? - dijo Varka mirando a su rey, como cuestionando que se suponía que tenía que pasar cuando el príncipe cometía un error.

-Bueno, él tomó a papá de la camisa, creí que quería golpearlo, así que... - pronunció Kaeya, y el emperador asintió con aprobación.

-Hiciste bien, un hijo jamás debe levantar la mano en contra de un padre, y un padre jamás debe permitir que un hijo levante la mano en su contra. Protegiste el honor de ambos al intervenir - comentó Morax, su profunda voz retumbó en los oídos del príncipe y lo hizo estremecer, ni su padre adoptivo lo hacía sentir tan pequeño como ese desconocido.

-Es cierto, hubiera sido peor si no hubieses actuado, fue lo correcto - agregó Varka, Barbatos chirrió los dientes, lo último que quería era que Zhongli y Varka aprobaran cualquier comportamiento violento de Kaeya, era muy desafortunado que estuvieran juntos en la misma habitación.

-¿Podrían dejarme a solas con el rey? - sugirió el mismo principe de Khaenri'ah, Venti sonrió enseñando los dientes, no podía describir la satisfacción que le daba que Kaeya fuera directamente hacia él cuando incumplia las reglas, su pequeño monstruo ya estaba listo para recibir una nueva etapa de castigos, mucho más interesantes que los que le propinaba en la infancia.

-Lamento tener que negar tu petición, pero estábamos por tener una reunión muy importante Kaeya - dijo el Gran Maestro mirando directamente el rostro malicioso de su soberano.

-Podríamos posponerla para mañana, el príncipe tiene mayor prioridad - respondió Barbatos sin dejar de ver a Kaeya de los pies a la cabeza, salivando por la idea de castigarlo a mordidas.

-Imposible, asuntos como estos no deben tomarse a la ligera, y lo sabes - pronunció Morax, Venti lo miró desconcertado y molesto - no es momento para divertirse.

-Qué dramático, no es tan grave ¿Verdad Gran Maestro Varka? - cuestionó el monarca nerviosamente, moviendo los dedos para controlar su ira y no explotar diciéndoles que se fueran y que lo dejaran horas y horas con el príncipe de Khaenri'ah a su total y absoluta disposición.

-Por desgracia majestad, si lo fue - dijo Varka, Kaeya prestó atención, parecía que diría algo muy importante - volaron los muros de la entrada y edificios aledaños, no pudo tratarse de cañones de los barcos, esto fue algo nuevo, algo que pueden transportar lejos de sus navíos - le explicó el Gran Maestro, el príncipe y el rey se quedaron perplejos, ciertamente eso sonaba más importante que recibir o dar un castigo.

-¿Algo transportable? - se preguntó Venti preocupado por los avances de Snezhnaya en el uso de la pólvora.

-Nosotros también tenemos que avanzar en ese campo si no queremos perder recursos inútilmente - dijo Morax, en ese momento Varka le hizo una rápida seña a Kaeya para que se fuera, de algun modo el príncipe sintió que ese hombre lo estaba salvando de forma más efectiva que los métodos honorables, directos y estúpidos de su padre adoptivo.

Con disimulo el príncipe abandonó la oficina y se fue por la puerta principal, Diluc y Crepus venían corriendo hacia el palacio asumiendo que Kaeya estaría en las manos de Barbatos, no estaban equivocados, pero les pareció increíble que el príncipe saliera voluntariamente del interior de ese sitio sin algún tipo de rasguño. El señor Ragnvindr aceleró sus pasos hasta llegar a su hijo adoptivo para abrazarlo y besarlo sin parar, lloraba aliviado de encontrarlo a salvo aun después de estar tan cerca del castillo de Venti, Diluc se quedó mirándolos, aliviado y desconcertado a la vez.

Kaeya no sabía cómo reaccionar a esa oleada de cariño de su padre adoptivo, tampoco sabía qué pensar de él, su orgullo luchaba contra su profundo anhelo de ser amado por Crepus, era muy confuso, a ratos lo detestaba, y luego volvía a amarlo, no podía decidirse entre sus múltiples emociones. De pronto Diluc llegó junto a ellos y lo abrazó también, la confusión del príncipe fue incrementando, porque le costaba imaginar a Diluc preocupado por él, después de las cosas que le había hecho y dicho, le resultaba difícil de creer que lo apreciara de verdad.

Un par de días transcurrieron y se acercaba la fecha de un festival que el rey había anunciado en honor a la presencia del emperador Morax en Mondstadt, los altos mandos de los caballeros de Favonius no se atrevieron a cuestionar su decisión a pesar de que la ciudad aún debía reconstruir algunas de sus edificaciones, pues tratándose de una idea de Venti, los habitantes de Mondstadt estarían dispuestos a detener sus quehaceres para rendirle tributo a Zhongli. Kaeya por su parte regresó a la academia con una actitud diferente a sus anteriores años, al igual que durante un período de su infancia no lograba concentrarse y estar del todo consciente en sus clases, a veces sentía que su mente y cuerpo no se conectaban, como si estuviera durmiendo con los ojos abiertos, sus compañeros se preocuparon por su rendimiento deficiente, era como si no tuviera la misma pasión de antes, pero cuando trataban de hacerle preguntas, el príncipe se alejaba poniendo cualquier excusa para estar solo.

Durante los descansos usaba su libreta y carboncillos para retratar a su "familia" varias veces guiándose por antiguos dibujos, se enfocaba principalmente en Crepus, a quien abocetaba a veces sombrío, y a veces solemne y orgulloso, versiones contrarias que lo hacían sentir confundido entre el rencor y el cariño. Sus cuatro amigos más cercanos trataban de buscarlo luego de las clases, sin embargo Kaeya no se veía cómodo con la idea de tomar una decisión tan importante como la que estuvo a punto de tomar en Espinadragón, así que los evadía para ir corriendo a la residencia temporal de los Ragnvindr.

Las comidas que compartía con su familia adoptiva se habían vuelto tensas, no mejoraron por el hecho de haberle permitido ir a la academia, Kaeya culpaba a Crepus, pues su mente se rehusaba a recordar que si se encontraba asustado y molesto casi todo el tiempo, era por lo que le había hecho Diluc antes de partir juntos a Mondstadt. Aunque no quisiera recordar ese tema, instintivamente se alejaba de su hermanastro cuando lo veía cerca, y le ponía el cerrojo a su habitación para evitar que Diluc se metiese para intimidarlo; Diluc se quedaba quieto cuando el príncipe se ponía a resguardo, y esperaba delante de la puerta por horas salvo que su padre pasara por allí.

Una noche antes del festival en honor a Morax, Kaeya intentó apresurarse para entrar a su cuarto y evadir a Diluc, pero este le tomó la muñeca y lo acorraló con sus brazos contra la pared; Kaeya no reaccionó mientras Diluc le reprochaba por evitarlo y hacerle la ley del hielo en vez de querer arreglar las cosas. El príncipe miraba indefenso el rostro de su hermanastro, Diluc no dejaba de decirle que evitarlo a él y a su padre también era doloroso para ellos, y que lo mejor era hablar de lo que sentían; Diluc pretendía decirle que estaba enamorado de él desde que eran niños pequeños, pero Kaeya no quería escuchar algo como eso, por lo que se encogió y cubrió sus oídos.

Diluc lo miro fastidiado y le tomó las muñecas tratando de separar sus manos de sus orejas, el príncipe temblaba y lloraba silenciosamente, por cada vez que veía sus lágrimas Diluc perdía compasión por él, porque según lo que él y sus compañeros militares creían, ningún hombre podía llorar tanto y que fuera real. El príncipe terminó cediendo por la fuerza de su hermanastro, y cerró los ojos cuando este le empujó las manos hacia la pared; de pronto sintió que Diluc tomaba su quijada con una mano y presionaba el pulgar entre sus labios para abrirlos, acercando su boca y lengua para volver a besarlo de forma violenta e invasiva.

Sin embargo, antes de poder devorarle la boca furioso por sus deseos reprimidos, Diluc escuchó unos pasos, y más veloz que nunca se apartó y caminó rápido para alejarse justo cuando su padre doblaba hacia el pasillo; no obstante Crepus vio a Kaeya llorando y a su hijo mayor en retirada, y supo que habían tenido problemas otra vez, no dudó en llamar a Diluc con firmeza, exigiendole que se disculpara con el príncipe por haberlo hecho llorar. Kaeya sollozaba, nada de eso podia ser real, era demasiado horrible y no quería ver la cara de Diluc ni siquiera para recibir una disculpa, su inquieta mente se preguntaba muchas cosas al mismo tiempo, si él había hecho algo para merecer eso, si Diluc lo detestaba tanto, si su padre adoptivo no podía salvarlo, o si su vida habría sido mejor si estuviera con su verdadero progenitor.

Entonces el príncipe se alejó corriendo a su cuarto para encerrarse a llorar, el señor Ragnvindr observó con reproche a su hijo mayor y le dio un gran sermón acerca de no continuar con sus peleas con Kaeya, a esas alturas Diluc ya no podía escucharlo, todo lo que le decía eran palabras que no quería oír y que no se tomaba la molestia de entender, porque sus pensamientos se llenaban de desprecio e impotencia en contra de su objeto de deseo. Cuando Crepus terminó de regañarlo Diluc tenía la cabeza gacha fingiendo estar arrepentido, mas solo podía pensar en Kaeya y en lo irritante que era recibir su rechazo, porque lo deseaba tanto que muchas ideas oscuras le nublaban el pensamiento, ideas como aprovechar alguna reunión de negocios de su padre con los dueños de los bares en Mondstadt, para arrastrar al príncipe a su propio cuarto y terminar lo que había empezado.

Pero luego de unos minutos sumergido en esas ideas, Diluc miró a los ojos a su padre, y se sintió como un gusano sin honor, sabía en el fondo que si Crepus se enteraba de esas ocurrencias, lo desaprobaría de todas las formas posibles. Odiaba ser diferente a él, su padre siempre había sido un hombre honorable, que no atacaba a nadie sin provocación, que no usaba su poder para amedrentar a otros, que jamás fue violento con ninguna persona indefensa; mas los maestros de Diluc también eran un ejemplo a seguir para él, y eran hombres muy agresivos, que a veces le parecían mejor preparados que su padre para enfrentar cualquier situación riesgosa.

Finalmente el día del festival había llegado, el señor Ragnvindr le sugirió a Kaeya no ir, pues no sería agradable para él ver tanto a Barbatos como a Morax, sin embargo, el príncipe de mala forma le dijo que quería estar presente, porque quería ver la cara de esos dos para recordarlos y anotar sus nombres en su lista negra, Crepus río por lo bajo al creer que su hijo adoptivo tenía un pensamiento algo infantil por querer hacer una lista negra. La realidad era que el príncipe ya había empezado a escribir nombres con la fantasía de algun dia hacer justicia, Venti encabezaba la lista, Morax era el segundo, la capitana Beidou la tercera, el inspector Eroch el cuarto, Diluc el quinto, y el sexto lugar tenía muchos rayones, pues Kaeya escribía el nombre de Crepus para luego tacharlo, y repetir el proceso una y otra vez según su estado de ánimo.

No estaba seguro de si debía escribir el nombre del Gran Maestro Varka y el de Frederica Gunnhildr en la lista, el primero había prometido regresarlo a su hogar, la última, era la madre de Jean, y lo que menos quería era lastimar a la gente que, bajo su perspectiva, lo apreciaba de verdad. Cumpliendo la voluntad de Kaeya, el señor Ragnvindr se dispuso a ir junto a sus dos hijos al festival, Diluc y el príncipe se miraban de reojo mientras avanzaban, la rabia vencía el miedo de Kaeya y ya no ocultaba su repudio a su hermanastro, este también tenía la misma expresión de desprecio, juntando más y más ira que quería dejar salir a través de sus impulsos sexuales.

Entonces llegaron a la plaza donde había dos tronos ocupados por los gobernantes de las naciones aliadas, Kaeya miró muy bien en esa dirección, y sorprendido y molesto a la vez descubrió que el mismo tipo de voz profunda que conoció dias atras era el emperador Morax el Rex Lapis de Liyue; el joven grabó en su mente las caras de ambos, mirándolos fijamente con odio y rencor. Barbatos fue el primero en notar la presencia del príncipe de Khaenri'ah, y lo observó fijamente, tan concentrado que ignoraba a Zhongli aunque este tratara de hablarle.

-¿Estás escuchando? - cuestionó el emperador, Venti movía el pie impaciente y ansioso, imaginando que devoraba a Kaeya delante de todo el mundo sin recibir represalias.

-¿No lo ves? - preguntó Barbatos sin dejar de observar al príncipe de Khaenri'ah - ¿No ves esa mirada?

-¿De quién? - dijo Morax, entonces siguió la línea de visión del monarca de Mondstadt y descubrió a lo lejos al joven príncipe que los vigilaba en compañía de dos personas pelirrojas - ¿Es el hijo de Surya Alberich verdad?

-Si, él mismo... oh, si las miradas mataran... - comentó Venti antes de beber una copa de vino lentamente - los ojos de esa familia tienen algo tan especial...

-Eso es cierto, los ojos violeta de toda una generación, no hay mayor distintivo para un linaje tan imponente como el de los Alberich, es a la vez una bellísima característica - pronunció Zhongli, Venti lamía el borde de la copa, deseando hacer muchas cosas a su gusto divertidas y estimulantes.

-Quien pudiera someterlos... - murmuró Barbatos riendo para sí mismo, Morax se le quedó viendo algo extrañado.

-¿Por qué lo miras tanto?

-Deberías mirarlo más tu también ¿No te parece un encanto? - cuestionó el rey de Mondstadt, Zhongli volvió a poner sus ojos ámbar en Kaeya, este tenía una expresión intensa, había odio en él, pero no podía negar que también estaba dotado de una gran belleza.

-Sí, lo es... - murmuró Morax, Venti estaba algo ebrio y por eso no escondía sus deseos ardientes de su mirada joven y pulcra.

-¿Quieres incluirlo en nuestros juegos? - le preguntó Barbatos, Zhongli abrió los ojos, dudando mucho acerca de si sería capaz de algo así.

-Tiene la edad de Alatus...

-No es cierto, es mayor que Alatus, ya es prácticamente un adulto, y mira esa cara ¿Quién podría resistirse?

-Nunca he estado con alguien tan joven.

-Mi apariencia es de 18 años, años más, años menos, lo importante es como luce - afirmó Venti, Morax seguía dubitativo y algo reacio a verlo de esa forma.

-No es de mi gusto - dijo a modo de excusa, Barbatos rió burlón, su amante no sabía como mentir.

-Por favor Morax ¿No me digas que te da miedo lo que piensen los demás?

-¿No eras tú el que dice que el puesto de rey se disfruta más apoyado por la opinión pública?

-Claro, se disfruta más, pero no es indispensable para gobernar - le respondió Venti seguro de sí mismo - somos los reyes, todos responderán ante nosotros de una u otra forma, nada te impide obtener lo que quieres, por menos "moral" que sea...

-No estoy seguro...

-Miralo Morax, no dejes de hacerlo - le indicó Barbatos - observa esa mirada, esas facciones, sus labios, su cuello, el color de su piel... ¿Qué haces en Liyue cuando ves a alguien dotado de una gran belleza? - le preguntó, Zhongli obedecía viendo detenidamente a Kaeya, quien se notaba algo incómodo con la cercanía invasiva del pelirrojo más joven.

-Hago que esa persona sea mía...

-¿De qué forma? ¿Cómo los convences de yacer a tu lado?

-Normalmente no oponen resistencia, pero cuando lo hacen...

-Entonces, si entiendes mi forma de pensar, si quiero algo, lo tendré, no importa el método.

-Necesito mirarlo más para saber si realmente lo quiero - dijo Morax, Venti sonrió tomándolo como una victoria, y se quedaron juntos mirando al príncipe de Khaenri'ah.

Kaeya había bajado la mirada, sintiendo la mano de Diluc en sus costillas, y su pelvis pegándose a sus caderas, su hermanastro estaba tan cerca que sin tener que girarse podía ver su expresión molesta, pero concentrada en él; Barbatos enderezó la cabeza al notar la cercanía de ambos "hermanastros", ya había visto esa mueca de tensión sexual varias veces en su vida, Diluc la tenía, pero estaba acompañada de desprecio, y eso era mucho más interesante que cualquier otra forma de expresar su deseo. El príncipe se movía incómodo, hasta que decidió quitar la mano de Diluc de su costilla y darle un codazo para que se apartara, Venti vio sus movimientos, había mucha gente que obstaculizada su visión, pero identificó bien lo que estaba pasando, fue más evidente cuando Kaeya dio un respingo y se mostró indignado y temeroso cuando aparentemente Diluc agarró sus glúteos sin previo aviso; en definitiva ambos estaban escondiendo algo que fascinaba al rey.

Crepus miró un momento a sus hijos y los vio volver a ambos a sus posturas iniciales, entonces observó a Diluc, como sospechando que otra vez estaba buscando pleitos con Kaeya, y le preguntó a su hijo menor si ocurría algo; hastiado el príncipe respondió que no era de su incumbencia, y se dio la vuelta para alejarse de su hermanastro. Diluc estaba a punto de seguirlo, pero su padre interpuso su brazo y le ordenó que se quedara allí mientras él iba a buscar a Kaeya; en silencio Diluc aceptó, sin embargo, lamentaba no poder seguirlo, ni tener un tiempo a solas con él, seguía teniendo ideas desagradables que cuando estaba plenamente consciente de las consecuencias que traerían, le hacían pensar en sí mismo como un monstruo repugnante.

El príncipe se alejaba entre la multitud, de pronto Venti se levantó de su trono con una botella de vino y dos copas, y abandonó a Zhongli en medio del festival, que sin darse cuenta de su ausencia disfrutaba de la orquesta y el teatro al aire libre. Kaeya trataba de perderse entre toda esa gente con su padre adoptivo llamándolo metros atrás, de pronto encontró a sus cuatro amigos, reunidos y sentados en una gran estatua; como si hubieran visto a una celebridad se levantaron y saludaron al príncipe, más entusiasmados que nunca.

No esperaron mucho para preguntarle si quería ir con ellos a un lugar con menos gente, Kaeya tenía claras sus intenciones, le temía a llegar a ese punto con ellos, se imaginaba que tratándose de más de uno, podría llegar a ser doloroso y sofocante; sin embargo vio que el señor Ragnvindr lo miraba a lo lejos con preocupación, y pensó por un momento en lo decepcionante que sería para él que su "bebé" se comportara como alguien fácil e inescrupuloso. Entonces el príncipe miró a su padre adoptivo, y sonrió malicioso para que lo viera bien, aceptando acompañarlos sin pensar; Crepus jadeó casi entrando en pánico, viendo cómo tomaban de la mano a Kaeya para alejarlo de la plaza; rápidamente trató de abrirse paso para encontrar a su hijo, pero el príncipe y sus amigos estaban en una zona más despejada por la cual podían correr libremente, lejos, hacia un lugar completamente vacío porque todos estaban en el festival; el señor Ragnvindr temió lo peor.

Los amigos de Kaeya lo llevaron hasta un callejón, todo estaba muy silencioso, solo escuchaban el festival a lo lejos, el príncipe observaba los escombros y muros destrozados de la pasada invasión de Snezhnaya, y sentía algo de culpa por ello, sus amigos no eran conscientes de nada, y a él le daba vergüenza saber que tenía algo que ver con lo que pudo haberles ocurrido a ellos o a sus familiares y conocidos. Sus amigos no perdieron el tiempo y lo rodearon para tocarlo y besarlo, turnándose sin dejarle mucho tiempo para tomar aire; Kaeya miró al cielo, tenía miedo, pero la idea de desobedecer a Crepus y burlarse de Diluc restregandole en la cara que ya no era virgen era más tentadora que ese temor.

Esa vez no le pidieron permiso para meter las manos debajo de su ropa, el príncipe temblaba siendo invadido en varias partes de su cuerpo, incluso la chica del grupo era la más osada al explorar más de lo que los demás se atrevían; uno de ellos le abrió la camisa con brusquedad, haciendo que perdiera tres botones de un tirón, Kaeya quería que llegara su padre adoptivo para que viera con desilusión lo que estaba haciendo, aunque en el fondo también quería que llegara para sacarlo de allí. Entre los jadeos de sus inquietos amigos, escuchaba los de alguien más, escondido en alguna parte, observándolos con fascinación, agitado y concentrado; el príncipe se puso tenso y le pidió un tiempo fuera a sus amigos, ellos se lo negaron, cegados por la excitación, y continuaron metiendo las manos y besándolo mientras él escuchaba el otro jadeo que ellos no podían captar.

El señor Ragnvindr había tomado la desesperada medida de avisarle a los caballeros de Favonius que su hijo no estaba, algo dentro de sí mismo le reprochó el hacer eso por la consecuencia de que Kaeya fuera castigado por "tratar de huir", pero él mismo se contestaba diciendo que si lo encontraban con amigos, no pasaría nada grave. Varka se desplegó junto con un grupo de 7 soldados, el Gran Maestro le echó una última mirada a Crepus, y lo vio llorando agarrándose la cabeza por la culpa, pues aunque intentara calmarse tenía la idea fija de que haber alertado a los caballeros era una traición para el príncipe, que le traería otro episodio de torturas.

Mientras los amigos de Kaeya se disponían a abrir sus pantalones y darle tirones a la ropa del príncipe para indicarle que se recostara en el piso, escucharon una risa a sus espaldas que los hizo erguirse rápido, arreglando sus ropas con nerviosismo. Kaeya sintió que se desvanecía, sin poder respirar, temblaba tanto que su amiga se preocupó y le preguntó si estaba bien, pero no podía estar bien, no con Barbatos acercándose risueño al grupo, mirándolo a él como si estuviera planeando algo horrible.

-Oh por favor, continúen, no se preocupen por mi - dijo Venti aguantando la risa, los jóvenes se quedaron anonadados y llenos de vergüenza.

-Su majestad... Lo sentimos mucho, no volverá a pasar - dijo uno de ellos disculpándose, el resto casi lloraba de lo bochornoso que era haber sido descubiertos por el rey.

-En serio lo sentimos mucho... - susurró otro, Barbatos reía en voz baja.

-¿Por este despliegue de indecencia pública? Que va, yo también fui joven alguna vez ¿Se nota verdad? - preguntó el rey, Kaeya estaba quieto y aterrado mientras su amiga trataba de cerrarle la cremallera y algunos botones - retírense por favor.

-Como ordene su alteza - dijeron los del grupo, el príncipe se apresuró para irse con ellos, pero no pudo llegar lejos.

-Menos tu, Kaeya, tengo que hablar muy seriamente contigo - pronunció el monarca, los amigos de Kaeya lo miraron extrañados y arrepentidos de haberlo metido en ese lío, según su percepción, el príncipe recibiría un sermón más duro por haber sido el que estaba en medio de todos ellos.

-Tengo que ir con mi padre - se excusó Kaeya, sus amigos se fueron corriendo, así que el rey pudo mostrar su sonrisa más macabra ante el príncipe de Khaenri'ah.

-Quién diría que crecerías para ser una putita - comentó Venti, Kaeya tenía los ojos llorosos y un rostro de molestia y vergüenza; no supo qué contestar, por lo que solo se limitó a terminar de abrochar su camisa - ¿Quién te dijo que podías cubrirte? Quedate así, que todo el mundo vea de lo que eres capaz - dijo Barbatos mirando fijamente el pecho del príncipe, como si estuviese hambriento.

-No puedo dejar que nadie me vea así - replicó Kaeya terminando de abrochar los últimos botones que le quedaban.

-¿Para que aparentar algo que no eres? Vamos, abre tu camisa y demos un paseo para que todo el mundo sepa de tu promiscuidad - sugirió el monarca sonriendo perverso, porque su idea no era precisamente que la ciudad viera al príncipe.

-Tu eres experto en aparentar lo que no eres - respondió Kaeya, y a Barbatos le pareció una buena respuesta.

-Cuánto valor para no tener ni uñas ¿Tendrías el mismo valor si le dijera a todo Mondstadt de tu comportamiento inmoral? - cuestionó Venti, el príncipe se quedó callado, preocupado de que su reputación se manchara dentro y fuera de la academia - oh, no pongas esa cara, era solo una bromita.

-Díselo a todo el mundo, ya nada importa, ya nadie en Mondstadt me importa - dijo Kaeya con resignación, entonces Barbatos sonrió fascinado con su forma de ver las cosas.

-¿Ni siquiera la señorita Minci? - preguntó Barbatos, Kaeya levantó poco a poco la mirada, muy tenso por el hecho de que el rey la mencionara - ¿No te preguntas por qué no está aquí? - pronunció el rey, los ojos del príncipe se llenaron de lágrimas, pues pensaba que le había ocurrido algo terrible a su amiga.

-¡¿Qué le hiciste?! - le preguntó alterado, el rey rió y se secó una lágrima.

-¿De verdad me creíste? Fue solo otra bromita... Aunque supe que se mudaron definitivamente a Sumeru, creo que ya no volverán a Mondstadt, te tendrás que conformar con escribirle cartas - comentó el monarca, Kaeya lo agarró de la camisa y lo miró entre furioso y suplicante, llorando de la rabia.

-¿Qué le hiciste a Lisa?... - volvió a preguntar llorando, Barbatos le acarició la mejilla con ternura, pero tratándose de él, Kaeya no podría estar tranquilo con eso.

-Ella está bien, te lo juro - le dijo Venti, mas el príncipe lo soltó y se cubrió la cara llorando a mares - lo digo en serio, no tienes que llorar, ella no tiene ni un rasguño.

-No... - susurró Kaeya llorando desconsolado, eso era realmente satisfactorio para el rey.

-Pobre Kaeya, no quería hacerte llorar tanto ¿Cómo podría compensartelo? - le preguntó acariciando su quijada y cuello, bajando poco a poco hasta sus clavículas mientras el príncipe trataba de controlar sus emociones.

-Por favor... mis amigos... no les hagas daño... - le rogó Kaeya sin prestarle atención a las garras del monarca, que rozaban su esternón.

-No les haré daño, si te portas bien - dijo Barbatos queriendo bajar más y más las manos, como el príncipe no dejaba de llorar, no se daba cuenta de lo que le hacía, y eso era aburrido para Venti, por lo que se dio la vuelta y fue a buscar la botella de vino y las dos copas, una de ellas ya tenía algo liquido dentro que el rey mezcló rápidamente con el vino - vamos Kaeya, no llores más, no era mi intención.

-No te creo... - murmuró el príncipe, Barbatos se acercaba a él con las dos copas de vino, extendiendo la de Kaeya para no confundirla con la suya.

-No llores, vaya que no soportas las bromas ¿Cómo puedo compensarte el haberte hecho llorar? - preguntó Venti, el príncipe se secó las lágrimas, volviendo a estar alerta.

-¿Qué planeas? - le preguntó Kaeya receloso, el monarca sonrió y comenzó a beber de su propia copa.

-Solo quiero ser más cortés, he sido muy cruel contigo cuando eras un niño, ahora que no lo eres me agradas más, por eso quisiera... arreglar nuestra relación - respondió el rey, Kaeya estaba tenso, no creía nada de lo que dijera.

-No te interesa arreglar nada, ya solo di lo que vas a hacer y hazlo rápido - dijo el príncipe, Barbatos apretó los dientes suprimiendo la ira que le causaba que Kaeya no le siguiera el juego.

-Me atrapaste, no quiero arreglar las cosas, solo quiero castigarte por ser una puta a tan corta edad - reconoció Venti, el príncipe cerró los ojos y se quedó quieto, esperando cualquier cosa, un golpe, algo que le causara dolor, sin embargo lo que sintió fue el borde frío de la copa de metal que el rey posó delicadamente sobre sus labios - bebe...

-No puedo beber alcohol... - murmuró Kaeya mirando el vino de la copa, relamiéndose por lo interesante que siempre le resultó la idea de convivir con amigos bebiendo un buen vino, tal y como Crepus.

-No puedes beber alcohol, pero sí que puedes recibir más de una polla a la vez ¿No es un poco incoherente? - comentó el rey presionando el borde de la copa contra el labio inferior del príncipe, quien consternado tembló de rabia y vergüenza.

-Ellos no me han... - susurró, Barbatos lo miró con más atención, era muy inquietante para Kaeya.

-¿Ah no? Qué extraño, creí otra cosa por la forma en que te encontré - dijo Venti, estrechando más la distancia entre sus caras - ¿Alguna vez te han follado Kaeya? - le preguntó poniendo muy incómodo al príncipe, que sentía que ya no podía hablar por lo repulsivo que le resultaba tocar ese tema con Barbatos - vamos, responde ¿Alguna vez te la han metido? Cuéntame los detalles.

-Yo no he... - murmuró Kaeya con el estomago revuelto, era tremendamente bochornoso hablar de sexo con la persona que más detestaba, de seguro Venti lo estaba haciendo solo para hacerlo sentir mal.

-Juraría que sí, te vi tan experimentado... pareciera que ya eres todo un adulto... - pronunció el monarca sin esconder sus intenciones, el príncipe se paralizó asustado, sentía un inminente peligro ante él, pero no era lo mismo que en su infancia, era algo diferente, un peligro que ya había sentido antes, con Diluc - así que, si ya eres un adulto, bébete este vino y demuestramelo.

-No quiero - respondió Kaeya, entonces Barbatos colocó una mano en su nuca firmemente y acercó otra vez la copa de vino a la boca del príncipe.

-Tu eliges Kaeya, o bebes de esta copa, o haré que te bebas una botella completa hasta intoxicarte - dijo Venti sonriendo maliciosamente, el príncipe tembló y lloró sin hacer ruido.

-Sueltelo - pronunció una voz calmada pero asertiva, el rey giró la cabeza bruscamente y se dio cuenta de que Varka había llegado, descubriendolo en esa incómoda situación con Kaeya - majestad, sueltelo.

-Gran Maestro... Esto es inesperado - comentó Barbatos riendo nerviosamente, Varka lo miraba firme y más serio que de costumbre.

-Deje ir a ese niño - volvió a pedir el Gran Maestro, Kaeya se fijó en él, llorando silencioso y angustiado.

-¿Niño? Ja, si supieras como lo encontré, entenderías mi enfado - dijo Venti poniendo una excusa para justificarse, el príncipe se ruborizó avergonzado, porque seguramente el rey le diría todo a Varka para humillarlo.

-No importa la razón, él es solo un niño y no debería forzarlo a beber alcohol - le respondió el Gran Maestro sin dudarlo.

-Este "niño" estaba a punto de tener una orgía en la vía pública, eso no me parece precisamente algo "infantil" - pronunció el monarca, Kaeya sollozó, a pesar de estar sorprendido de lo que le contaban, Varka sintió compasión por él.

-¿Eso es cierto Kaeya? - preguntó el Gran Maestro, el joven asintió llorando con los ojos cerrados.

-Por eso lo estoy castigando, si tanto quiere ser un adulto, que se beba este vino - dijo Barbatos presionando más la copa contra los labios de Kaeya.

-Es su padre quien debe responder por lo que haga, no usted. Sueltelo - reiteró Varka, las manos de Venti temblaban por la frustración, quería de forma obsesiva que el príncipe probara el liquido que contenía la copa, y pensaba que el Gran Maestro solo se estaba interponiendo en su objetivo de obtener satisfacción - dejelo ir majestad.

-Como quieras - dijo Barbatos aventando con violencia la copa de vino al suelo y dando la vuelta para irse - pero más vale que no se repita o si deberé intervenir - comentó el monarca, Varka creyó que estaba amenazando a Kaeya, pero en realidad, esa amenaza iba para él mismo.

-Kaeya... ¿Te encuentras bien? - preguntó, entonces el príncipe corrió hacia él y se lanzó a sus brazos para llorar desconsoladamente; el Gran Maestro no se esperaba que Kaeya hiciera eso, pero lo entendía por el susto que había pasado; ese niño era adorable para Varka, casi no parecía hijo de Surya Alberich, tal vez aún quedaba esperanza de que en la adultez no se convirtiera en un monstruo sin corazón - tranquilo pequeño... todo estará bien...

Al finalizar el festival el Gran Maestro llevó a Kaeya de la mano hasta donde estaban Diluc y Crepus, el señor Ragnvindr notó la ausencia de algunos botones en la camisa de su hijo menor y unos chupones en su cuello, entonces suspiró decepcionado y frustrado, creyendo que su bebé había conseguido ser desvirgado en un arranque de rebeldía. Varka entregó delicadamente la mano de Kaeya a su padre adoptivo, y luego se despidió jovial y calmado como siempre; Diluc observaba enfurecido al príncipe, dándose cuenta de lo mismo que vio su padre, cosa que lo hacía tener ganas de golpear a Kaeya por haberse entregado a alguien más.

En silencio caminaron de vuelta a la residencia temporal, el príncipe miraba desafiante a su hermanastro, como si no se arrepintiera de lo que había intentado hacer, sin embargo no podía hacer lo mismo con su padre adoptivo, prefería evitar mirarlo a los ojos, y de ser posible, no tocar el tema de lo que había hecho. Al llegar dentro de la residencia Kaeya intentó irse corriendo a su cuarto, pero Diluc lo agarró del hombro bruscamente y lo obligó a sentarse en una silla, luego se colocó en medio del pasillo para evitar que el príncipe huyera, tanto él como Crepus estaban preparados para regañarlo por lo que había hecho.

-¿Qué fue lo que pasó, Kaeya? - le preguntó el señor Ragnvindr, el joven agachó la cabeza incómodo y acorralado.

-Nada, no ocurrió nada - respondió el príncipe, mas su familia adoptiva no le creyó.

-No mientas ¿Pasó lo que creemos verdad? - dijo Diluc con una voz fuerte y autoritaria, Kaeya solo quería salir de allí lo más rápido posible.

-No pasó nada, no pudo ocurrir porque nos interrumpieron antes - contestó el príncipe, Crepus estaba cruzado de brazos, molesto pero tratando de guardar la calma.

-¿Estás seguro? - cuestionó su padre adoptivo, Kaeya levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

-Sí, lo estoy, si hubiera pasado se los estaría restregando en la cara - respondió el príncipe, Diluc se acercó dominado por la rabia para tomarlo de la camisa.

-¿Cómo que restregarnos eso en la cara? ¿Quién te crees que eres? - pronunció Diluc moviéndolo violentamente, su padre se levantó de su propia silla para intervenir.

-Dejalo Diluc - le ordenó, automáticamente su hijo mayor soltó a Kaeya y volvió a su sitio - no intervengas, yo arreglaré esto a mi modo.

-¿Podemos estar de acuerdo en que sus métodos no sirven? - le preguntó Kaeya a Diluc, tanto él como su padre no comprendieron del todo a que refería - soy lo que soy porque no has puesto mano dura conmigo como tu hijo, no me golpeas como él lo ha hecho, y bueno, tampoco has hecho mucho para que otros no me hieran incluso más de lo que Diluc lo ha hecho.

-Kaeya... - susurró Crepus con remordimiento.

-Barbatos me descubrió cuando estaba a punto de... hacer eso con mis amigos, creí que sería mi fin - relató el príncipe, el señor Ragnvindr se estremeció pensando en todo el peligro al cual estuvo expuesto su pequeño, Diluc por otro lado solo agachó la mirada tratando de no volverse blando - entonces apareció el Gran Maestro y me salvó la vida.

-Qué alivio... - murmuró Crepus, pero Kaeya se cruzó de brazos indignado.

-En unos segundos hizo más de lo que tú pudiste hacer en... ¿Cuántos años he estado secuestrado? ¿10? ¿12? - cuestionó el príncipe, su padre adoptivo cerró la boca, empezando a sentirse muy arrepentido de todas las veces que fue reducido cuando Kaeya recibía castigos por parte del rey - ojalá él me hubiese criado, habría sido mejor... Pero, qué más da, nunca me habrían dejado estar con él, Barbatos necesitaba a alguien fácil de intimidar.

-¡¿De qué mierda hablas?! - exclamó Diluc acercándose otra vez de forma amenazante - ¡Mi padre casi ha muerto varias veces por tratar de salvarte el culo!

-¿Vas a golpearme? - preguntó Kaeya, Diluc estaba por levantar la mano para darle un puñetazo - antes creía que este era un lugar seguro, pero luego empezaste a golpearme y hacer cosas contra mi voluntad para "castigarme", resultó que no eres diferente a Barbatos...

-¿Y que si me parezco a él? Estás tan insoportable que casi entiendo porque te hizo todas esas cosas - replicó Diluc, su padre se sobresaltó desconcertado, Kaeya en cambio sonrió resignado y ladino al mismo tiempo.

-¿Barbatos estaba en lo correcto? ¿Estaba manteniendo bajo control al monstruo? - le preguntaba el príncipe a su hermanastro con su sonrisa burlona, Diluc pensaba que lo estaba provocando.

-Sí, tú lo has dicho, necesitabas que te hiciera todo eso para mantenerte bajo control - respondió Diluc como si de verdad lo creyera, mas en el fondo su pecho estaba doliendo tanto que quería llorar.

-¡Diluc no digas eso! - le gritó su padre horrorizado mientras Kaeya sonreía con lágrimas recorriéndole el rostro.

-Ya lo reconoció... nunca he estado a salvo - murmuró el príncipe, Crepus respiraba agitado, como si ya no pudiera soportar las ganas de llorar.

-Kaeya... yo... lo siento tanto... perdóname por no haberte protegido... - decía el señor Ragnvindr cubriéndose la cara con las dos manos para llorar, Kaeya estaba cabizbajo, una parte de él quería ser castigada por su maldad, y quizá conseguiría un castigo si seguía hablando de esa forma.

-No te perdono, ni a ti ni a tu hijo... siempre han sido unos falsos - pronunció el príncipe, Diluc estaba odiándolo como nunca.

-¡Acepto que me digas cualquier cosa, pero deja a mi padre fuera de esto! - exclamó Diluc gritandole a una peligrosa distancia, Kaeya se irguió para seguir molestandolo hasta lograr que lo golpeara.

-¿Por qué tendría que ahorrarme los comentarios? Quedé a cargo de un pelele y de un abusivo, tengo derecho a quejarme de eso ¿Soy un príncipe no? - respondió Kaeya sonriendo malicioso, esperando que explotara el volcán.

-Basura engreída, solo sabes traernos problemas... - gruñó Diluc, Crepus lloraba sin poder controlar el dolor que llevaba reprimiendo por años.

-Diluc por favor... no le hables así... - le pidió su padre, Diluc rodó los ojos cansado de ser el único equivocado a los ojos de su padre.

-¡Él es el que te está tratando como una mierda, no yo! Tu no lo mereces... le has dado todo, has hecho todo lo que estuvo a tu disposición para cuidarlo, en serio... no mereces que te trate así - replicó Diluc llorando de rabia, el príncipe se quedó en silencio, deseando que su castigo llegase pronto, para pagar por lo que estaba haciendo y romper de una vez por todas lo único que lo unía a esa familia.

-¿Acaso estoy equivocado? ¿Acaso no son lo que dije? Tu eres un abusivo, aprovechas cualquier excusa para hacer cosas que no quiero, para causarme dolor, porque disfrutas hacerlo... tú disfrutas hacerme daño - le dijo Kaeya mirándolo a los ojos, Diluc se quedó quieto, descolocado por lo que le estaba diciendo, por primera vez en toda la noche estaba sintiéndose culpable.

-Yo no...

-No lo niegues, disfrutas hacerme llorar, te encanta hacer cosas repulsivas, te gusta causarme dolor. Al menos Barbatos es sincero y lo hace sin fingir que le importo ¿Pero tu? Con qué facilidad pasaste de abrazarme y decirme que me querías, a solo lastimarme una y otra y otra vez - decía el príncipe apuntando a su hermanastro, Diluc seguía estático, llenándose de lágrimas de arrepentimiento - ¿Estás llorando? ¿En serio estás llorando imbécil? ¿Te duele que te diga la verdad?... Eres un bruto, un abusivo, un completo psicópata degenerado, Barbatos es más inteligente que tú para hacerme sentir mal.

-¡Basta Kaeya! - gritó Crepus encontrando algo de firmeza entre todo su dolor - ¡Deja de hacer más grande esta discusión!

-¿Y tu que? No me hables, inutil, egoísta... Estás podrido en dinero y nunca lo has usado para sacarme de aquí - pronunció el príncipe cada vez más alterado, el señor Ragnvindr no supo qué responder, tenía miedo de a donde iría dirigido ese arranque de furia de su hijo menor - pero no creo que no lo usaras porque no pudieras...

-Kaeya... - susurró Crepus llorando, rompiéndose mientras oía la verdad que no quería tener en su mente.

-Lo que creo es que no querías usarlo, porque tu idea de ser mi padre es tan retorcida, que preferirías que me arrancaran los dos ojos, que me rompieran todos los huesos, que me destrozaran los dedos, antes de entregarme a mi verdadero padre - decía Kaeya con un rencor que le salía del pecho, el señor Ragnvindr cayó de rodillas llorando a gritos, avergonzado de su egoísmo; Diluc temblaba de rabia, llorando por ver a su adorado padre tan mal.

-¡Ya callate! - exclamó Diluc desesperado, pero el príncipe ya no podía escucharlo, debía dejar escapar el resentimiento de una vez.

-Nunca te importó que pudieran matarme de dolor, lo único que te importaba era fingir que era tu hijo, que eras un mejor padre para mi que mi verdadero padre... que yo creyera tus mentiras y soportara como cada cierto tiempo me torturaban, para sentirte un buen padre solo por consolarme después... - decía Kaeya dejando salir lo que no había podido decirle, sin contenerse solo porque le hacía daño, sin fijarse en los ojos llenos de odio de su hermanastro, quien estrechaba la distancia entre ambos, preparándose para silenciarlo de una vez y para siempre - ¡Te odio!

-¡Cierra la puta boca! - gritó Diluc tomando el cuello del príncipe entre sus manos, apretando con todas sus fuerzas la garganta de Kaeya, quien no podía respirar y movía los pies sin coordinación, y sin poder hacer nada para liberarse - ¡Mi padre lo ha dado todo por ti! ¡Nunca más usarás tu sucia boca para lastimarlo! ¡¿Me oíste?! - exclamaba Diluc estrangulando al príncipe, presionando los huesos del cuello con tal fuerza que podría romperlos.

-¡¡Diluc no!! - gritó Crepus levantándose para tomar las manos de su hijo mayor, tratando de separarlo de Kaeya - ¡¡Detente!! - volvió a gritar tomando con brusquedad las muñecas de Diluc hasta que logró quitarlas del cuello de su hijo menor, que cayó al suelo casi inconsciente - ¡¡Ya basta!! ¡¿Por qué están haciendo esto?! ¡Esto está tan mal!

-¡Suéltame! ¡Lo mataré! - decía Diluc enloquecido por la ira, tratando de zafarse del agarre de su padre para terminar de estrangular al príncipe.

-¡Basta Diluc! ¡Controlate! - le dijo su padre forcejeando mientras Kaeya temblaba en el piso tocando su cuello.

-¡Maldito! ¡Voy a matarte! ¡¿Oíste?! ¡Voy a matarte! - le gritaba Diluc al príncipe, tenía tanta fuerza que era difícil para Crepus controlarlo.

-¡¡Ya basta!! - rugió el señor Ragnvindr mientras le daba una fuerte bofetada a su hijo, que le giró la cabeza y lo dejó en shock, nunca antes en toda su vida su padre lo había golpeado.

-Padre... - susurró Diluc tocando su mejilla consternado, Crepus se cubrió la boca, tenía los ojos llorosos, hasta él mismo estaba sorprendido de haber hecho algo así.

-Hijo... perdón... yo no quería llegar a esto... - dijo el señor Ragnvindr rompiendo en llanto, luego abrazó con fuerza a Diluc a modo de disculpa - por favor perdona... no sabía cómo detenerte... no quería que hicieras una locura, en serio perdón...

-Padre... - pronunció Diluc llorando y abrazándolo también, en el piso Kaeya respiraba con dificultad, tocando su adolorido cuello, marcado por las manos del que alguna vez consideró su amado hermano mayor; de pronto Diluc y su padre oyeron una risa histérica llena de dolor, el príncipe reía y lloraba al mismo tiempo, tratando de mantener el equilibrio para levantarse.

-Oh Diluc... nunca lo esperé de ti... - murmuró Kaeya levantándose tembloroso y débil, a Crepus y a Diluc se les heló la sangre mientras lo veían caminar a su cuarto tambaleante, abrazándose a sí mismo - eres el peor hermano que alguien puede tener, la peor persona que alguien se puede cruzar...

Al otro dia Kaeya no se molestó en ponerse algo en el cuello para disimular los dedos marcados de Diluc, en la escuela estaba erguido y firme, fingiendo prestar atención mientras todos, incluso su maestra de vez en cuando, miraban las marcas de estrangulamiento en su piel. Fue en un receso cuando uno de sus compañeros le preguntó preocupado qué fue lo que había pasado con su cuello, el príncipe estaba tentado a decirle que había sido su hermanastro, pero en cambio puso la excusa de que "se había golpeado sin querer", no era nada creíble, sin embargo era lo único que respondía cuando alguien más se acercaba a preguntar.

Nunca antes las clases le habían parecido tan eternas, no se daba cuenta de que a ratos sollozaba y sus ojos se humedecían, la gente si lo notaba, pero él se forzaba a volver a aparentar con una falsa sonrisa que todo estaba bien; en cuanto el ultimo maestro dijo que habían finalizado por hoy, Kaeya tomó sus cosas y salió corriendo del salón, sus compañeros gritaron su nombre y algunos trataron de seguirlo, pero él solo quería desaparecer y estar solo. Cuando se alejó algunas cuadras de la academia, el príncipe pensó en el rumbo que tomaría, pues sentía que en todo sitio había peligro, ni siquiera su propia casa era una opción, pues escuchó claramente a Diluc cuando lo amenazó de muerte, eso podía volver a repetirse, así que solo tenía que buscar algún sitio solitario y pasar todo el dia allí hasta que cayera la noche y tuviera que volver a la residencia para encerrarse en su cuarto con llave; aquello implicaba que no podría almorzar ni cenar, en retrospectiva vivir con una sola comida al dia no le parecía tan riesgoso como encontrarse con Diluc o Barbatos.

Entonces caminó sin rumbo por Mondstadt, había caballeros de Favonius en todos los sitios, ya no le molestaban tanto como ciertas personas, pero seguía sintiéndose vigilado todo el tiempo, la noche anterior le había quedado claro que no importaba en qué parte de Mondstadt estuviera, ya fuera en la academia, en la iglesia donde el padre de Jean vivía junto a su hijita menor, en las plazas, las calles o el mismo viñedo del amanecer, él seguiría estando secuestrado sin posibilidades de huir. Se sentía tan solo que se acercó a la antigua residencia de los Minci y tocó la puerta, el mayordomo lo recibió y le dijo que la familia Minci todavía no pretendía volver a Mondstadt, por lo que el príncipe se conformó con entregarle una carta para que este se asegurara de que llegase a donde fuera que estuviese Lisa.

Luego de un rato deambulando con lágrimas en los ojos, Kaeya decidió acercarse a un grupo de caballeros de Favonius para preguntar donde estaba el Gran Maestro Varka, estos cuestionaron porque quería verlo, el príncipe les dijo que solo quería charlar con él, a lo que ellos le respondieron que de seguro debía estar muy ocupado en el cuartel general de los caballeros de Favonius. Kaeya les agradeció esa información solo por cortesía, y emprendió rumbo al cuartel donde alguna vez lo torturaron y encerraron, debía estar loco como para creer que acercarse a ese lugar era una buena idea, pero su dañado corazón solo quería tener una simple luz de esperanza para sí mismo.

Al llegar frente al cuartel, el príncipe se sentó en una banca y abrazó sus rodillas, como esperando que algo ocurriese, pues no se atrevía a entrar por sí mismo a ese sitio; desde el segundo piso Frederica Gunnhildr se asomó por la ventana para observar a Kaeya sentado allí, le pareció muy extraño, así que se lo comentó a Eroch, que estaba cerca de ella. El inspector se quedó mirando al príncipe y anunció que iría a avisarle al rey que el principe de Khaenri'ah estaba allí, Frederica le dijo que no había necesidad, pues no estaba haciendo nada en especial, aunque sí le resultó raro que estuviera en ese sitio aun después de todo lo que le pasó dentro de ese edificio.

Como ninguno de los dos tenía claro qué hacer, decidieron ir a la oficina del Gran Maestro para preguntarle, Varka se levantó extrañado y les dijo que él mismo iría a encargarse de Kaeya. No tardó mucho en estar en la planta baja y salir directamente a la calle, allí encontró al príncipe en la misma posición, sentado en una banca y abrazando sus rodillas; apenas vio aparecer al Gran Maestro por la puerta principal, Kaeya dirigió su vista hacia él, con algo más de luz en la mirada; Varka se sentó a su lado guardando distancias para no incomodarlo.

-Hola Kaeya ¿Qué te trae por aquí? - le preguntó el Gran Maestro Varka, entonces el príncipe bajó las rodillas y apoyó las manos en el asiento, dejando ver las marcas de su cuello - oh dios... ¿Quién te hizo eso?

-Diluc... - confesó Kaeya, Varka sintió lástima por él.

-¿Por qué? Esto es grave... - comentó el Gran Maestro, el principe sonrió melancólico pensando que Varka lo apreciaba de verdad, sin embargo, a pesar de que si le tenía simpatía, la principal preocupación del Gran Maestro era que la muerte del príncipe sería perjudicial para la estrategia en contra de Khaenri'ah.

-Desde que supe la verdad, las cosas han cambiado mucho, Diluc... él ya me trata como le hubiese gustado tratarme desde el principio - le explicó Kaeya, Varka escondió la mirada, debía trazar el límite entre su simpatía por el príncipe y sus deberes.

-Tendré que hablar con él para que esto no vuelva a pasar.

-Oiga, Gran Maestro - dijo Kaeya mirándolo pacifico pero triste - usted me dijo que cuando la guerra termine, yo podría volver con mi verdadero padre ¿Eso sigue en pie? - le preguntó el príncipe con un dejo de ilusión en su triste rostro, a Varka le dolió en el corazón.

-Sí, sigue en pie, cuando Mondstadt gane la guerra, te llevaré a ver a tu padre - le aseguró el Gran Maestro, Kaeya sonrió tiernamente y apoyó la cabeza sobre el hombro de Varka.

-¿Usted lo ha visto alguna vez?

-Un par de veces...

-¿Cómo es él? - le preguntó el príncipe, el Gran Maestro tragó saliva, se sentía como una persona horrible por estar de acuerdo con el secuestro de Kaeya, para él era solo un niño pequeño y desvalido, una víctima más de esa guerra.

-Se parece mucho a ti, pero mayor, su cabello es más oscuro y corto, y su expresión suele ser dura, la última vez que lo vi tenía una barba que se unía con su bigote - le respondió, el príncipe cerró los ojos imaginando a su verdadero padre de forma detallada.

-¿Y cómo es su personalidad? ¿Es un mal hombre? ¿Es bueno? ¿Da miedo? - le preguntó Kaeya un poco más entusiasmado, el Gran Maestro suspiró con pesar, todos eran conscientes de lo aterrador que era Surya Alberich, de los rumores sobre su frialdad y nula misericordia, pero Kaeya era su hijo, así que él no podía simplemente hablarle mal del rey de Khaenri'ah.

-Dicen que con sus enemigos es muy cruel, no estoy seguro de cómo sea con su propia gente, quizá sea un buen hombre con los suyos, y contigo... eres su hijo al fin y al cabo - respondió Varka, el príncipe estaba algo inseguro de como imaginar la actitud de su progenitor, pero también estaba satisfecho con las respuestas del Gran Maestro.

-Ya quiero que termine la guerra... - susurró Kaeya, Varka se sintió extraño, ese niño era cada vez más encantador a sus ojos, tenía que recordarse muy seguido cuál era su bando para no pensar en liberar al príncipe antes de tiempo.

-Haré todo lo posible para que se termine - dijo el Gran Maestro, Kaeya le sonrió, quería ser abrazado por él, necesitaba de alguien ahora que estaba solo.

-Gracias... - pronunció el príncipe dulce y triste, despertando el instinto paternal de Varka.

-¿Cómo te sientes? - le preguntó, entonces Kaeya llevó una mano a las marcas de su garganta, tocándolas suavemente mientras se le humedecían los párpados.

-No muy bien... - respondió con sinceridad, encorvandose poco a poco por las ganas de llorar; el Gran Maestro miró hacia el cuartel general, se daba cuenta de los caballeros que chismoseaban escondidos detrás de las cortinas, y las miradas que desviaban los guardias de la entrada, todos estaban preguntándose que queria el principe de él, por un momento Varka pensó que no era buena idea abrazarlo frente a los demás, pero al verlo tan triste, decidió ignorar a todos sin importar que se le cuestionara.

-Ven aquí - dijo tomando a Kaeya para sentarlo en sus piernas y abrazarse mutuamente, el príncipe lloró en silencio, pero también suspiraba cálido y cariñoso, encontrando esa pequeña luz que necesitaba para seguir.

-Gracias por todo... - le susurró Kaeya, el Gran Maestro suspiró, se sentía muy reconfortante abrazarlo, le hacía anhelar el tener su propia familia, sus propios hijos a los cuales mimar y abrazar.

Crepus y Diluc corrían por todo Mondstadt buscando al príncipe, la noche anterior este se había encerrado luego del estrangulamiento, y no escuchó el gran sermón que le dio el señor Ragnvindr a su hijo mayor, ni tampoco había oído que ambos acordaron sacar a Diluc de la academia militar por un tiempo hasta que aprendiera la lección, Diluc lo aceptó porque era consciente de que había cruzado la línea, pero estaba muy desanimado, ya no por culpa de Kaeya, sino por su propia culpa. Al no encontrarlo, Crepus entró en pánico y quiso ir al palacio de Barbatos para gritarle que le devolviera a su hijo, pero Diluc lo calmó tomándolo de los hombros y le sugirió ir a la residencia temporal para comprobar si el príncipe había vuelto por cuenta propia a casa.

Si bien el señor Ragnvindr estaba sumamente nervioso, siguió rápidamente a su hijo hasta el hotel, y sintió un enorme alivio cuando vio a Kaeya sentado en la entrada, esperandolos; Crepus corrió a las escaleras y se arrodilló para abrazarlo hecho un manojo de nervios, el príncipe no lo abrazó, tampoco le dio explicaciones, solo dijo que quería entrar. Su padre adoptivo quiso tenderle la mano para ayudarlo a levantarse, pero Kaeya lo rechazó con silencio, y le dio la espalda tanto a él como a Diluc; el príncipe hubiese podido ingresar por cuenta propia a la residencia, pero inconscientemente seguía al pendiente de que el señor Ragnvindr y Diluc estuvieran tranquilos y comprobaran que no estaba encerrado en alguna parte de Mondstadt siendo torturado.

Una vez dentro Crepus lo invitó a comer, pero Kaeya educadamente le dijo que no tenía hambre y que estaría en su cuarto; Diluc lo siguió, esta vez sin la intención de tocarlo y besarlo, quería disculparse por lo que le hizo, era su obligación moral pedir perdon de rodillas por atentar contra su vida. Pero el príncipe solo apresuró el paso y cerró la puerta rápidamente, creyendo que su hermanastro querría terminar el trabajo; luego de encerrarse retrocedió con temor, pensando en lo cerca que estaba de morir quedándose tan cerca de alguien como él.

Diluc se quedó frente a la puerta, tocandola mientras lloraba, como si quisiera alcanzar a Kaeya, seguía pensando que él había sido demasiado cruel e injusto con su padre, pero cuando recordaba que estuvo a punto de matarlo, se arrepentía como nunca, rememorando cada ocasión anterior al día de la verdad, cuando él lo abrazaba, cuando le decía cosas dulces y románticas, cuando le juraba que lo protegería con su vida; había arruinado todo lo bueno que podían tener. La mano cálida de su padre le tocó el hombro y se lo llevó para ir a comer juntos, Crepus esperaba que sacando a Diluc de la academia militar su carácter se apaciguara, quería que su hijo fuera un hombre de bien, y al parecer, siendo un soldado solo llegaría a ser alguien sumamente violento e indolente.

Al otro dia Kaeya se fue más temprano a la academia de Bellas Artes, ni siquiera desayunó, pues tenía tanto miedo de volver a encontrarse con su hermanastro que prefería morir de hambre antes que compartir espacio con él durante las comidas; al despertar Diluc le preguntó a su padre donde estaba el príncipe, y este le dijo que se fue por cuenta propia a la escuela, y que él iría a media mañana para entregarle alimento, porque le preocupaba mucho que no quisiera comer. Entonces Diluc le preguntó a su padre si podía ir por última vez a la academia militar para despedirse de sus compañeros y profesores, el señor Ragnvindr le dijo que podía, pero que llegara antes de la hora del almuerzo.

Después de desayunar, Diluc fue caminando hacia la academia, mirando el piso con melancolía, realmente amaba pelear, hacerse más fuerte con cada día que pasaba, pero debía aceptar que él mismo había causado su desgracia, y que su padre tenía todo el derecho y el deber de alejarlo de todo aquello que lo volviera más agresivo. Al llegar a la academia, lo primero que vio fue al Gran Maestro Varka frente al director, quien le estaba explicando que Crepus Ragnvindr había cancelado la matrícula de su hijo; Varka creyó que tendría que ir al hotel para poder hablar con Diluc, pero para su sorpresa el joven estaba allí, mirándolo sorprendido; entonces el Gran Maestro le pidió al director que lo dejara a solas con el joven Ragnvindr.

-Diluc, tengo que hablar contigo - le dijo Varka, Diluc tomó una postura recta de obediencia ante él.

-A sus órdenes - respondió el joven, no solía ver tan serio al Gran Maestro, por lo que intuía el porqué de su visita.

-Ayer estuve hablando con Kaeya, tenía marcas en el cuello y dijo que tú se las causaste ¿Eso es cierto? - le preguntó Varka, Diluc se mantuvo firme pero respetuoso.

-Sí, yo lo hice señor - reconoció, el Gran Maestro guardó la calma, perder los estribos sería peor en ese caso.

-¿Sabes las implicancias de lo que hiciste?

-Las sé señor, mi padre ya me castigó al prohibirme que siguiera estudiando aquí, lo acepté porque sé que estuvo muy mal - pronunció Diluc, Varka seguía igual de serio.

-No es solo que le hayas hecho daño a tu hermanastro, esto es más grave, y hasta podría haberte costado la vida a ti.

-¿A mi?

-Si llegabas a acabar con la vida del principe de Khaenri'ah, el mismo rey te habría mandado a asesinar por traición - le explicó el Gran Maestro, Diluc al principio no lo comprendió - las acciones que tome Khaenri'ah dependen exclusivamente de la vida del príncipe, si alguien en Mondstadt lo mata, el rey Surya Alberich lo considerara una declaración de guerra y se unirá a Snezhnaya para atacarnos con todo lo que tienen.

-Entiendo...

-Así que, si vuelves a poner en riesgo al príncipe, y alguien te acusa de ello, el rey podría castigarte severamente por... - dijo Varka, le dolía tener que usar las palabras exactas que usaba el rey para referirse a Kaeya en sus reuniones - tratar de acabar con su "herramienta de guerra favorita"...

-Herramienta de guerra...

-A mi no me mires, es el rey quien le dio ese apodo.

-Entiendo a que se refiere, Kaeya es una pieza importante en esta guerra, hasta mis profesores me han hablado alguna vez de eso.

-Si no puedes apreciarlo como tu hermano, al menos no atentes contra su vida por el bien de Mondstadt.

-No volverá a pasar, lo juro... Perdí el control porque estaba insultando a mi padre, y por eso...

-¿Kaeya insultó a Crepus?

-Sí, le echó en cara que no ha querido sacarlo de Mondstadt, no entiende que mi padre se estaría arriesgando demasiado si lo intentara.

-Ese niño está desesperado por volver a su país natal...

-Aun así, no tiene derecho a pedirle a mi padre que lo saque de aquí, es como si no le importase que lo mataran por eso.

-No hay necesidad de llegar a extremos, la situación de Kaeya se arreglará cuando la guerra termine.

-Pero él no quiere entenderlo, es un...

-No digas más, solo, no vuelvas a agredirlo por favor, es lo único que te pido - reiteró el Gran Maestro.

-Juro que no volverá a ocurrir.

-Bien... Espero que cumplas tu palabra, ahora, volveré al cuartel, tengo asuntos que atender - dijo Varka inclinándose a modo de despedida - cuidate joven maestro Diluc, y cuida también a tu padre y a Kaeya.

-Le haré señor, puede estar seguro - le respondió Diluc mientras el Gran Maestro se alejaba; de pronto el joven sintió que alguien estaba a sus espaldas, fue algo tan repentino que se dio la vuelta de un salto, en estado de alerta.

-Qué interesante conversación - comentó Venti muy sonriente, por primera vez Diluc experimentó en carne propia el miedo que Kaeya sentía cuando el rey se le acercaba, si había escuchado toda su charla con Varka, estaba perdido - así que estrangulaste a Kaeya...

-Puedo explicarlo... - dijo Diluc creyendo que todo se acabaría para él.

-Oh, no es necesario, escuché lo que dijiste ¿Kaeya fue muy cruel con tu padre? - preguntó el monarca, Diluc agachó la cabeza inseguro.

-Sí, fue cruel...

-Vaya, si ese es el caso, no te culpo por reaccionar violentamente.

-Pero... ¿Qué hubiese pasado si yo...? - se cuestionó el joven con miedo de sí mismo - quiero decir ¿Me hubiese atrevido a hacerlo? Yo... ¿Lo habría hecho?...

-Quién sabe, eso es muy peligroso, si mataras a Kaeya, todo Mondstadt sufriría las consecuencias, tal vez el principito peligra a tu lado - comentó el rey, haciendo que Diluc se quedara cabizbajo - quiero decir, yo conozco los limites, le he hecho cosas malas, pero jamás llegaría a descontrolarme como tu lo hiciste, nunca causaría la muerte de nuestro querido príncipe.

-¿Por qué está aquí majestad? - le preguntó Diluc incómodo por lo que le estaba diciendo el monarca, Barbatos sonrió seguro y poco intimidante, cosa que confundía a Diluc, pues creía que el rey querría matarlo.

-Eroch me dijo que ayer el Gran Maestro Varka y el príncipe estuvieron charlando de forma muy íntima, por eso quería hablar con él para preguntarle porque se volvieron tan cercanos de la nada. Me dijeron que estaría aquí, y qué sorpresa me llevé cuando escuché su conversación contigo...

-Juro que no volveré a hacer eso...

-Es difícil creerlo, estás en la edad en que tu testosterona te domina, fácilmente podrías volver a perder el control ¿Y quién nos asegura que no lo perderás de esa forma tan destructiva? - decía Venti, Diluc agachó la cabeza, arrepentido y asustado - hasta me hiciste pensar que yo cuidaría mejor a Kaeya que tu y tu padre, pero bueno, veremos que sucede... por si te lo preguntas, Varka exagera un poco con respecto a que te mataré por hacerle eso al príncipe, sólo recurriría a eso si lo hubieses concretado, para tu suerte, comprendo muy bien tus razones.

-¿De verdad?

-Por supuesto, el príncipe fue un monstruo con tu honorable padre, y no hace más que llenarte de ira y frustración... aunque me hace falta saber el porqué tienes tanta rabia reprimida contra él.

-Porque... - murmuró Diluc pensando en las veces que Kaeya lo rechazó cuando quería besarlo y hacerle el amor, decir eso en voz alta lo dejaría como un perdedor reprimido - me da verguenza decirlo.

-Oh vaya ¿Es algo muy privado? Podríamos hablar a solas en una oficina, si te hace sentir más cómodo - sugirió Barbatos, el joven dudó un momento, pero, tenía la necesidad de charlar sobre eso con alguien, y jamás podría hacerlo con su padre sin que este se horrorizara.

-De acuerdo... - murmuró Diluc, entonces Venti dio media vuelta y le hizo una seña con los dedos para indicarle que lo siguiera, pasó por el lado del director y le dijo algo al oído, inmediatamente el hombre le entregó un juego de llaves y convocó a todos los docentes y conserjes que estaban cerca para reunirse en otra zona, dejando al rey y al joven Ragnvindr a solas dentro de la oficina del director.

-Toma Diluc - le dijo Barbatos entregandole las llaves luego de cerrar la puerta, después se sentó sobre la mesa del director, relajado e inusualmente atractivo para Diluc, quien podía notar mejor gracias a su postura seductora las piernas del rey - cuéntame ¿Qué fue lo que te hizo el príncipe para que le tengas tanto rencor?

-Él... - balbuceó Diluc pendiente de los muslos de Venti, como si actuara por instinto - yo y él...

-Vi como lo mirabas en el festival ¿Él te gusta verdad? - preguntó Barbatos, Diluc tragó saliva, pues la voz del rey se había vuelto más melódica y sensual.

-Sí, me gusta desde que éramos unos niños - reconoció Diluc, el monarca le prestó atención, fascinado por haber sabido de antemano que el joven Ragnvindr quería tener al príncipe de esa forma.

-¿Lo deseas...? - le preguntó, las manos de Diluc temblaron mientras sus pantalones se volvían más apretados por los gestos del rey.

-Lo deseo...

-Y él no te corresponde, por eso estás enojado - aseguró Venti, Diluc sintió como si lo estuviera leyendo como un libro.

-Sí... él se niega a aceptar que lo amo... - murmuró Diluc pensando que Kaeya tomaba el lugar de Barbatos sobre esa mesa.

-Te comprendo, debe ser muy frustrante tener tantos deseos reprimidos, y que la persona a la que van dirigidos no quiera cooperar - comentó el rey bajando lentamente uno de los hombros de su camisa, Diluc se estremeció, no sabía que estaba pasando, pero quería ver más.

-¿Qué está...? - murmuró el joven, atento al monarca que dejaba ver uno de sus pálidos hombros.

-Es muy peligroso que esa frustración sexual no esté canalizada, ya la has traducido en violencia... y ambos sabemos lo que podría causar un arranque de ira proveniente de ti - comentó el rey, Diluc no dejaba de mirarlo saboreando sus labios - tenemos dos opciones, joven maestro Diluc...

-¿Qué opciones...? - preguntó dejando volar su imaginación a medida que el monarca dejaba caer más el hombro de su camisa, enseñando parte del pecho.

-Puedes canalizar tu energía en mi... o puedes ir a casa y exponerte a que tu ira explote, aunque, eso puede ser riesgoso para el príncipe ¿No lo crees?

-No quiero dañar a Kaeya... - murmuró Diluc con los ojos fijos en el pecho de Venti.

-De todos modos, si vuelves a exponerlo de esa forma, tal vez sería mejor alejarlo de ti... ¿No queremos estar expuestos a ataques enemigos verdad?

-No...

-Que bueno que lo entiendes... ahora... decide - dijo Barbatos apuntando el juego de llaves que tenía Diluc en sus manos - puedes ir con tu padre y dejar esas llaves sobre ese mueble, o puedes usar esas llaves para ponerle el cerrojo a la puerta, cualquier cosa que escojas estará bien.

Una vez dicho eso, Diluc fue hacia la puerta y se quedó un momento pensando en lo que haría, podía irse a ver a su padre y seguir como si nada, o podía quedarse y dejar salir todos sus deseos peligrosos y ocultos en un cuerpo que no era el de Kaeya; sin dudarlo más le echó llave a la puerta y dio media vuelta para ir rápidamente hacia Venti y besarlo, el rey se dejó llevar por ese adolescente tan lleno de tensión reprimida, los besos de Diluc eran fogosos y enérgicos como sus inquietas caderas, Barbatos miraba hacia arriba extasiado por lo que estaba a punto de vivir. Con brusquedad el joven abrió la camisa del rey, Venti no había traído una de repuesto, por lo que tendría que pedirle al director que le consiguiera otra para poder salir aparentando que nada había pasado, y considerando la fuerza y la increíble energía de Diluc, necesitaría hasta ser acompañado para caminar bien.

Las marcas en el cuello de Kaeya seguían iguales al dia anterior, y una vez más tuvo que mentir de forma desganada y poco convincente para no acusar a su hermanastro; a media mañana recibió una bolsa con comida que le trajo Crepus, el príncipe no dijo nada, pero si inclinó la cabeza educadamente para agradecerle, seguía sin querer hablar con él, mas no era correcto insultarlo sin provocación. Al terminar la clase el príncipe tomó su morral y la bolsa con bocadillos y se fue corriendo, esta vez iría directamente al cuartel de los caballeros de Favonius y se sentaría en la banca a merendar, esperando a que en algún tiempo libre Varka bajase para charlar con él.

Dentro del cuartel el Gran Maestro recibió la visita del rey, este le anunció que debería partir a la mañana siguiente rumbo a Snezhnaya para atacar, Varka se desconcertó por ello, estaban en una tregua y no era justo que lo mandaran directamente a atacar civiles, entonces Barbatos corrigió sus palabras diciéndole que no atacara, sino que simplemente asediara las ciudades fronterizas. El Gran Maestro seguía dudando al respecto, los ingenieros de Liyue aún no terminaban de investigar la nueva arma del ejército de Snezhnaya para poder replicarla, le parecía un poco preocupante ser enviado directamente allí sin la certeza de que podrían con su armamento; sin embargo, tratándose de órdenes directas del rey, debía obedecer y partir junto a sus hombres de vuelta a la batalla.

Al finalizar la charla, Venti se asomó por la ventana y vio al príncipe Alberich sentado frente al edificio, el rey estaba poniendo una sonrisa macabra cuando Varka también se dio cuenta de su presencia y bajó rápidamente, Barbatos lo siguió en silencio, otra vez el Gran Maestro se estaba interponiendo entre él y su pequeño monstruo, quizá sin ser consciente de que lo hacía, mas no por eso dejaba de ser demasiado molesto para él. Varka salió caminando rápido al exterior, y Venti se quedó parado en la entrada, observando desde lejos lo que harían ambos, su retorcida mente le hacía pensar que había algo más que una relación platónica e inocente entre ambos, se preguntaba si acaso el Gran Maestro se le había adelantado.

-Buenas tardes Kaeya ¿Cómo te encuentras? - le preguntó Varka acercándose, el príncipe le sonrió e inconscientemente tocó una de las marcas de su cuello.

-Estoy mejor ¿Cómo está usted? ¿Estaba muy ocupado? - dijo Kaeya tocando el espacio vacío de la banca para invitarlo a su lado.

-No... no mucho la verdad - respondió el Gran Maestro sentándose junto a él, luego se rascó la nuca, nervioso por tener que darle la noticia que ya le había dado el rey sobre su regreso a la guerra.

-Mi padre me trajo esto, guardé un poco para usted - dijo entregandole un sándwich, cuando Varka lo tomó el príncipe miró hacia abajo confundido y molesto - ¿Dije "mi padre"?

-Si, eso dijiste - contestó el Gran Maestro, después mordió el bocadillo y se quedó mirando a Kaeya, que parecía algo enojado consigo mismo.

-Quise decir "Crepus" - se corrigió, Varka llevó su mano a la espalda del príncipe y lo acarició delicadamente, Kaeya se sintió mejor, ya tenía la confianza para colocar su cabeza en el hombro del Gran Maestro y cerrar los ojos dejando salir sus sentimientos de aprecio.

-Kaeya, yo... - pronunció Varka, el príncipe lo miró hacia arriba sonriente, con su ojito azul violáceo brillando, era tan dulce que el Gran Maestro sintió remordimiento por tener que dejarlo solo.

-Oiga Gran Maestro Varka ¿Puedo preguntarle algo?

-Por supuesto, lo que tu quieras.

-¿Podría dibujarlo? - preguntó Kaeya, Varka lo miró con extrañeza.

-Sí, seguro - respondió él, entonces el príncipe tomó su morral y retiró su carboncillo y el cuaderno de dibujo.

-Será solo un retrato de su rostro, no se mueva mucho por favor - le pidió mientras se disponía a abocetar la cara del Gran Maestro, este sonreía enternecido, Kaeya lo hacía desear que finalizara la guerra para poder asentarse en Mondstadt y formar una familia, con niños tan lindos como él.

-No me moveré, ya quiero ver el resultado - comentó, el príncipe se apresuró en terminar el dibujo y se lo enseñó orgulloso de cómo había quedado - es muy bueno, tienes un gran talento pequeño.

-No creo que tenga mucho talento, mis compañeros pueden dibujar desde la imaginación, yo en cambio tengo que ver siempre lo que estoy dibujando para obtener un buen resultado - le explicó Kaeya, luego Varka volvió a tocar su espalda para acariciarlo dulcemente.

-Tus compañeros tienen talento para imaginar, pero tú lo tienes para representar la realidad, eso también es muy valioso - lo alentó el Gran Maestro, esas palabras hacían feliz al príncipe.

-Gracias...

-¿Quieres ser un artista? - le preguntó Varka, y Kaeya sonrió con ilusión.

-Quiero ser un artista, también quiero hacer música, y esculturas, en realidad quiero hacer muchas cosas - le explicó el joven, luego recibió otra caricia del Gran Maestro.

-Entonces, serás un rey muy pacifico - afirmó Varka, el príncipe jugó con sus dedos algo nervioso por esa idea.

-Nunca me he planteado ser rey, no sé qué es lo que hace un rey - dijo Kaeya, luego pensó en Venti y se cruzó de brazos algo incómodo y rencoroso - no tengo el mejor ejemplo de un rey a mi disposición.

-Cuando vuelvas a Khaenri'ah, aprenderás lo que debe hacer un rey - aseguró el Gran Maestro, el príncipe volvió a mover los dedos inquieto y preocupado.

-¿Podré ser lo que quiero si me convierto en un rey? - se preguntó, entonces Varka le agarró el hombro para apegarlo a su costado en una especie de abrazo.

-Podrás ser lo que quieras al mismo tiempo que un rey - dijo el Gran Maestro tocando la nariz de Kaeya con la yema del dedo índice.

-¿Cuándo podré ir a Khaenri'ah? - preguntó el príncipe, Varka agachó la mirada, ya había llegado la hora de decirle lo que debía decirle.

-Espero que muy pronto, mañana volveré a la guerra, y te prometo, que pondré todo mi esfuerzo en ganarla para poder llevarte a casa - dijo el Gran Maestro, poco a poco la expresión de Kaeya fue tornándose más preocupada y triste.

-¿Mañana?... - susurró el príncipe, Varka se sintió culpable por hacerlo sentir mal - ¿Por qué mañana? ¿No es muy pronto para...?

-Recibí órdenes de asediar las ciudades fronterizas de Snezhnaya, tengo que irme mañana por la mañana - le explicó el Gran Maestro, Kaeya se levantó nervioso de su asiento, se estaba sintiendo muy preocupado por la partida de Varka, por alguna razón tenía miedo de que se fuera.

-Es demasiado pronto... yo no quiero que... - murmuraba inquieto, el Gran Maestro se levantó y tomó los hombros del príncipe para calmarlo.

-Escuchame Kaeya, solo aguanta un poco más, yo volveré... - le dijo, entonces Kaeya comenzó a llorar silenciosamente, como un niño; Varka lo abrazó con ternura, el príncipe se veía pequeño a su lado, también lucía indefenso como si temiera por su vida - le diré a Crepus que controle a Diluc y que no te deje solo cerca del rey...

-¿No puedo ir con usted?... - le preguntó incluso sabiendo que sería inutil e imposible, en realidad ni siquiera entendía porque le preguntó aquello considerando todas sus prohibiciones y los riesgos de estar cerca de las batallas.

-Lo siento pequeño... no puedes ir conmigo, es demasiado peligroso - explicó el Gran Maestro, Kaeya sollozó y restregó la cara entre las costillas de Varka, lo estaba dominando el miedo y la incertidumbre de quedarse solo con Diluc o con Venti, en cualquier sitio estaría en riesgo sin su protección.

-¿Qué pasaría si usted se fuera en unos días? - le preguntó el príncipe levantando la mirada, el Gran Maestro suspiró apenado.

-Desobedecer una orden puede costarme mi rango, debo hacer lo que me piden... creeme que si estuviera en mi poder, no me iría tan pronto - pronunció tomando la cara de Kaeya para secar sus lágrimas con los pulgares, nunca había visto tanta necesidad de afecto en un niño, su corazón se derretía a pesar de haberse repetido en un par de ocasiones que no era buena idea tomarle tanto cariño.

Debido a que el príncipe seguía llorando, Varka lo abrazó con mayor énfasis y besó su frente suavemente, Kaeya lo contemplaba con resignación, luego miró hacia atrás, dentro de un rato tendría que volver al hotel y encontrarse con Diluc y Crepus, sin saber lo que ocurriría esa noche, si explotaría otra vez insultandolos por no poder controlarse, si su hermanastro lo iba a agredirlo de alguna forma, si intentaría meterse a su cuarto o si él haría llorar al señor Ragnvindr una vez más. El Gran Maestro se dio cuenta de que el niño tenía miedo de volver solo, así que le propuso acompañarlo hasta la residencia temporal para poder decirle unas últimas palabras a Crepus y a Diluc.

Desde su posición el rey los observaba, sonriendo, por como actuaba Kaeya seguro ya era consciente de que Varka se iría a la mañana siguiente, lo cual ponía a carburar la mente de Barbatos, pensando en los movimientos que realizaría el príncipe y en los que él debía hacer para conseguir diversión. Siguió vigilandolos mientras se iban juntos por las calles, el Gran Maestro tomó la mano del príncipe y la acarició con el pulgar, quería saber si haciendo eso se sentiría más tranquilo, sin embargo Kaeya iba cabizbajo, pensando sin parar en sus preocupaciones, en el miedo que antes no sentía y que ya se había vuelto habitual.

Al llegar al hotel, encontraron a Crepus afuera, mirando hacia diferentes direcciones esperando a que llegase su hijo menor a almorzar, se alivió al ver que una vez más Varka estaba con el príncipe, se sentía más seguro con él estando en Mondstadt; el Gran Maestro se acercó con Kaeya, mas se notaba que este seguía receloso de su padre adoptivo y de Diluc. El joven Ragnvindr también estaba afuera, sentado en las escaleras, no le estaba prestando atención ni a su padre ni a los recién llegados, se encontraba demasiado distraído con sus pensamientos, sintiéndose extraño, diferente al día anterior, pues había hecho algo que lo convertía en un adulto, con alguien que no era ni del agrado de Crepus, ni de Kaeya, ni de ninguno de sus cercanos.

Varka entregó la mano del príncipe al señor Ragnvindr, Kaeya miró al Gran Maestro como si le estuviera suplicando que no lo abandonara, muy a pesar de Crepus, podía comprender por qué su bebe no estaba tranquilo junto a él y Diluc, lo que había ocurrido la noche de la pelea cruzó todos los límites tolerables, y como familia tardarían bastante tiempo en reponer la confianza que antes tenían; el príncipe se fijó en Diluc y volvió a mirar a Varka con preocupación, causándole más remordimiento. Entonces el Gran Maestro llamó a Diluc en voz alta y le pidió que se parase junto a su padre, el joven se sobresaltó al salir de sus recuerdos y siguió las instrucciones de su superior, entonces, Varka anunció que se iría a la mañana siguiente y que ellos quedarían a cargo del cuidado del principe, les recordó su posición en el Ordo Favonius, y les ordenó que lo mantuvieran a salvo y resguardaran su vida a cualquier costo.

Para el señor Ragnvindr no era necesario que le recordaran que debía cuidar y amar a su hijo menor, pero Diluc mantuvo la firmeza y juró ante el Gran Maestro que cumpliría su palabra; luego de eso Crepus abrazó a Kaeya con suma ternura y besó su cabeza varias veces, mientras este solo podía observar a su hermanastro temeroso y tenso, Diluc no se atrevía a mirarlo a los ojos, porque le resultaba vergonzoso encontrar su mirada triste a causa de sus acciones. Entonces Varka se despidió y se dio la vuelta, pero cuando dio un paso notó que el príncipe había extendido la mano para tomar la suya en un último intento de pedirle más tiempo de protección; tras un intercambio de miradas, el mismo Kaeya soltó de a poco su agarre para dejarlo ir.

Al quedarse solo con su padre adoptivo y su hermanastro, el príncipe volvió a pensar muchas cosas simultáneamente, que estaba en peligro, que Diluc le haría daño, que Barbatos le haría daño, que a Crepus no le importaría, y que seguramente él se había buscado todo eso por ser una mala persona; se concentró en eso por largos minutos, repitiendose que él dañaba a sus cercanos como lo hizo con el viñedo, como lo hizo con su padre adoptivo, y como posiblemente por su culpa le había ocurrido algo a Lisa. El señor Ragnvindr lo acarició y llamó su atención para sacarlo de ese caos mental, también le preguntó si quería comer algo, pero su hijo menor entró en pánico y se movió desesperado hasta soltarse de su abrazo, para luego entrar corriendo al hotel y poder encerrarse en su habitación.

Crepus pasó en varias oportunidades por fuera de la habitación de Kaeya preguntando si quería comer algo o si podía pasar, su hijo le respondía irritado que no tenía hambre y que quería estar solo; Diluc llegó en un momento junto a su padre y le tomó la mano para llevarlo a otro sitio, porque no era bueno para él seguir torturandose si el príncipe estaba encasillado en quedarse solo. Ambos charlaron el resto de la tarde, no querían tocar el tema de la agresión sufrida por Kaeya, pero el señor Ragnvindr comentó que esperaba que estar lejos de la academia militar fuera un paso para que Diluc reforzara su altruismo y empatía por los demás; a su hijo le molestaba un poco que resaltase esos aspectos negativos, pero no le quedaba de otra que aceptarlo.

En un momento Crepus le sugirió a Diluc que se acercara a Kaeya cuando éste dejase de estar tan asustado, y le pidiera disculpas por lo que había hecho; su hijo mayor se sentía incómodo al respecto, le parecía inutil pedir perdón por algo tan difícil de perdonar, creyendo que no habría diferencia si se disculpaba o si no lo hacía, pues de seguro el príncipe lo odiaba. De todos modos, solo por contentar a su padre le dijo que si se disculparía cuando Kaeya lo dejase acercarse a él; al señor Ragnvindr le preocupaba que Diluc le tuviera rencor por quitarle algo que le gustaba hacer, pero debía estar firme y no ceder ante la culpa, ya que sus acciones merecían un gran castigo.

Al caer la noche, Crepus volvió a intentar ingresar al cuarto de su hijo menor, el príncipe no estaba pensando claramente, sentía que se estaba moviendo por mera inercia, no porque quisiera hacerlo en realidad, por eso cuando escuchó que su padre adoptivo tocaba la puerta, se levantó atontado y le quitó el cerrojo, volviendo igual de débil a su cama para tirarse de bruces. El señor Ragnvindr se sentó a su lado y le preguntó cómo se sentía, a lo que Kaeya respondió sin verlo "no quiero hablar contigo, no quiero hablar con nadie"; Crepus no dijo nada en contestación, solo le mostró un bocadillo que Kaeya también tomó y mordió sin mirar, apenas pudo con dos bocados cuando dijo que estaba lleno.

Era doloroso para el señor Ragnvindr que ya no pudieran conversar abiertamente sobre lo que sentían, el príncipe estaba recostado, encogido y abrazando una almohada, no lloraba, solo se mantenía quieto y callado, perdido en su cabeza, en el dolor de su alma, en la sensación de molestia en todo el cuerpo, en la sensación gélida que lo cubría; Crepus lo vio temblando con escalofríos y rápidamente tomó las frazadas para cubrirlo, luego se recostó a sus espaldas y lo abrazó, frotando sus manos para ayudarlo a entrar en calor. Kaeya permaneció callado, pero no se molestó ni le gritó que se fuera, porque quería una pequeña esperanza para estar mejor, necesitaba a alguien a su lado, alguien que lo hiciese sentir seguro y amado.

Luego de unos minutos así, el príncipe se giró sin decir nada y cerró los ojos para quedarse dormido contra el pecho de su padre adoptivo, quien lo acarició y besó arrullandolo, más tranquilo por sentir que su bebé otra vez volvía a tener algo de confianza en él; Kaeya se durmió pensando en Varka y en Lisa, preguntandose si estaría más seguro con el Gran Maestro o si habría sido mejor para Lisa no haberlo conocido, pues aunque Barbatos le dijo que no le hizo nada, era imposible creerle a alguien como él. A la mañana siguiente el príncipe despertó en la misma posición, Crepus no se había movido ni un poco cuando él se durmió, lo estuvo abrazando toda la noche; Kaeya lo contempló un momento, su corazón dolía por los sentimientos confusos hacia su padre adoptivo, sin embargo se dejó llevar y besó su mentón con aquella barba pelirroja que ya empezaba a tener unas cuatro canas.

Silenciosamente el príncipe se separó del señor Ragnvindr, este abrió un ojo y luego fingió seguir dormido, era muy temprano como para que su hijo se levantase, por lo que le resultó muy fácil adivinar lo que quería hacer; Kaeya se vistió y salió corriendo sin desayunar, quería llegar pronto al cuartel general de los caballeros de Favonius para saber si lograría despedirse una vez más de Varka; Crepus se levantó justo después de él y lo siguió con un mal presentimiento. El príncipe corrió por las calles de Mondstadt, a una cuadra del cuartel se encontraba un grupo de tres caballeros de Favonius, él les preguntó sin prestarle atención a sus caras si el Gran Maestro Varka ya se había ido, y uno de ellos le respondió que no, que todavía estaba en su oficina y que lo estaba esperando; Kaeya no se detuvo a pensar en ello y corrió hacia el interior del edificio, entonces el inspector Eroch, que estaba en la parte trasera de ese grupo, se asomó sonriente para verlo ingresar.

El príncipe corrió dentro del cuartel, solo había dos soldados al interior, aun así no le pareció extraño y les preguntó ansioso donde estaba la oficina del Gran Maestro, estos le dieron las respectivas indicaciones y él se los agradeció, corriendo alegremente para despedirse de su amigo; en la plaza pública la caballería de Varka era despedida con honores por Frederica Gunnhildr y varios vecinos del lugar, Crepus gritaba el nombre de Kaeya en medio de la multitud, luego de darse cuenta de su ausencia, miró en dirección contraria, y supo que algo andaba muy mal. Kaeya entró a la oficina del Gran Maestro entusiasmado por verlo aunque fuera una última vez, sin embargo se quedó helado cuando lo que se encontró adentro no fue a su amigo, sino al rey, esperandolo de pie y sonriendo con inquietante calma; el príncipe quiso dar la vuelta, pero uno de los dos caballeros del cuartel la había cerrado desde afuera con llave, alejándose rápidamente de allí.

-¿Qué pasa Kaeya? ¿No te gustó esta sorpresa? - preguntó Barbatos burlonamente, Kaeya giraba el pomo de la puerta desesperado.

-¡¡Abran la puerta!! - pidió a gritos mientras la golpeaba para llamar la atención de quien estuviera cerca - ¡¡Déjenme salir!!

-¿A quién le gritas? Todos están en la plaza despidiendo al Gran Maestro Varka - dijo Venti, el príncipe hiperventiló y continuó golpeando la puerta mientras el monarca se le acercaba por la espalda.

-¡¡Déjenme salir!! - gritó Kaeya, entonces Barbatos se pegó a él y le agarró firmemente los brazos, acercando su boca al oído del príncipe.

-¿Querías chuparsela una vez más? - pronunció el rey sacando la lengua para lamer la oreja de Kaeya ante el absoluto desconcierto de este.

-¡¿Qué?! - exclamó el joven moviéndose desesperadamente para que lo soltara.

-No te hagas el inocente Kaeya, te conozco bien y sé que sedujiste al Gran Maestro... - le aseguró, el príncipe estaba entrando en pánico, no solo lo asqueaba pensar en Varka de una manera sexual, sino que también le estaba aterrando la voz del rey cerca de su oreja, y su entrepierna dura completamente pegada a su espalda baja - ¿Cuántas veces te penetró? ¿Disfrutaste que te follara alguien que podría ser tu padre?

-Yo nunca he... - susurró Kaeya con el corazón desbocado, entonces Venti agarró con fuerza uno de sus brazos y lo llevó a tirones hacia el escritorio de Varka - ¡Suéltame!

-Eres un jovencito muy mentiroso - comentó Barbatos para luego sentar al príncipe sobre la mesa, tomando sus rodillas para abrirle las piernas - será peor si no reconoces que Varka metió su polla aquí... - murmuró el rey mirando entre las piernas de Kaeya como si ya quisiera tocarlo, el muchacho empezó a temblar, ya no sabía como reaccionar, se sentía completamente intimidado.

-Por favor... déjame ir... - le pidió el príncipe, pero el rey lo miró directamente a los ojos con su expresión depravada, carente de toda misericordia.

-¿Te gusta chuparla Kaeya? Alguien como tú seguro es muy bueno haciéndolo... Yo también quiero lo mismo que le diste a Varka - decía el rey mientras sacaba sus genitales para enseñarselos a Kaeya, a quien se le revolvió el estómago mientras empezaba a sentir frío y pavor - ¿Esto te encanta verdad? ¿Quieres tocarla?

-No... - susurró el príncipe llorando, entonces Barbatos tomó su muñeca y lo obligó a ponerle las manos encima, forzandolo a moverla al no soltar el agarre; era demasiado desagradable para Kaeya.

-No seas tímido mi pequeño monstruo, toca todo lo que quieras... sientelo... - decía Venti mientras usaba su mano libre para desabotonar la camisa del príncipe y tocar sin restricciones todo lo que quería tocar - ¿Lo sientes Kaeya? ¿Quieres usar la lengua aquí? Yo muero por verte probar su sabor...

-¡¡Déjame!! - chilló el príncipe rompiendo en llanto, Venti rió y se acercó para besarlo furiosamente, tocándolo y forzandolo a tocar también.

-Mi dulce príncipe... creciste tan bien, esperé pacientemente todos estos años hasta que estuvieras en tu punto - le dijo al oído, frotándose como un animal entre las piernas de Kaeya - ya estás listo para ser comido...

-¡¡No!! - exclamó el príncipe moviéndose desesperadamente para que se apartara, llegó un punto en el que se descontroló tanto, que le dio una gran bofetada Barbatos que lo hizo guardar silencio, mirando enfurecido al joven - ¡Aléjate de mí, asqueroso!

-Ya veo... eres de esos... - murmuró Venti sombrio, observando al principe con odio reprimido - eres de los que no importa lo que ocurra, siguen teniendo un espiritu irrompible... - dijo el monarca antes de empujar a Kaeya para que se recostara sobre el escritorio - curiosamente son los más divertidos.

-¡¡Suéltame!! - gritó el príncipe revolcándose y pataleando, Barbatos llevó sus manos al pantalón de Kaeya para bajarselos, pero éste se sentó y le dio golpes en la cabeza y la espalda - ¡¡Déjame!! ¡¡Me das asco!!

-Sigue resistiéndote, me encanta - dijo el rey mientras metía la mano bajo la ropa interior del príncipe, quien gritó horrorizado - mientras más grites, más rápido me correré.

-¡¡Le diré a mi padre!! ¡¡Le diré a todo el mundo!! - exclamó Kaeya enfurecido, entonces Venti se detuvo un momento para pensar, luego sonrió de lado y tomó los cabellos del príncipe, levantándolo y obligándole a caminar hacia los ventanales de la oficina - ¡¡Suéltame!! ¡¡Anciano asqueroso!!

-¡Mira abajo! - lo obligó el monarca golpeando la frente de Kaeya contra el vidrio - tu solo ves 3 hombres ¿Pero sabes cuántos más hay a mi servicio?

-¡No me importa, se lo diré a todos! - lo amenazó el príncipe bufando de ira, lo que provocó que Barbatos volviera a estrellarle la cabeza contra la ventana.

-Hay cientos de hombres y mujeres que matarían por mi, a quien sea - pronunció Venti, Kaeya lloraba y gimoteaba con rabia y miedo - si yo chasqueo los dedos, se pelearan por ser los primeros en cortarle la garganta a Crepus Ragnvindr.

-No te creo... - murmuró inseguro el príncipe, solo para que Barbatos volviera a golpearle la frente contra el vidrio.

-Si yo lo ordeno, le arrancarán la piel a Diluc - dijo el rey cerca del oído de Kaeya, este temblaba asustado y en shock, pero aprovechó esa distancia para escupirle en la cara a Venti, ganando valentía del odio.

-Muérete... cerdo - pronunció el príncipe, entonces el monarca estrelló con tal fuerza la cabeza de Kaeya contra la ventana, que esta se manchó con su sangre.

-Si yo lo ordeno, todo el viñedo del amanecer arderá en llamas con sus trabajadores adentro, no dejaría salir a nadie hasta que no quedaran más que huesos carbonizados y cenizas - le dijo de forma muy amenazante, Kaeya sollozó, el miedo nuevamente se había apoderado de él, y solo podía derramar lágrimas mientras su cuerpo se volvía lánguido y lento.

-No... - susurró el príncipe, que se quedó quieto mientras el rey le bajaba toda la ropa inferior, deteniéndose un momento para mirar a detalle hasta el sitio más recóndito de él.

-Si tu le dices algo sobre esto a cualquier persona, ten por seguro que no dejaré a nadie vivo, ni a Diluc, ni a la servidumbre, ni a tu amado padre - reiteró Barbatos observando todo lo que quería observar a la par que salivaba como un perro hambriento.

-¡¡¡Kaeya!!! - gritó Crepus a todo pulmón, llegando al cuartel general y encontrándose frente a frente con el grupo de 3 caballeros que estaban en la entrada; Venti se paralizó al verlo y Kaeya se sobresaltó, no sabía si alegrarse o temer por su padre adoptivo.

-Mierda... - murmuró Barbatos, tomando el brazo del príncipe para sacarlo rápidamente del ventanal, luego lo empujó hacia adelante - arregla tu puta ropa antes de que llegue aquí, haz lo que te digo.

Kaeya arregló como pudo su ropa con las manos temblorosas, abajo el señor Ragnvindr discutía con Eroch y los otros soldados, sabía perfectamente que tenían algo planeado, así que no perdió más el tiempo y los esquivó para meterse dentro del edificio; al ingresar sin permiso los dos soldados del interior desenvainaron para atacarlo, y Crepus no se hizo esperar sacando su espada también, peleando con una fiereza que hasta él desconocía. Mientras cruzaban espadas golpeándose contra las estrechas paredes de las escaleras, Barbatos tomaba el brazo del príncipe y lo obligaba a caminar en otra dirección para bajar las escaleras de emergencia, Kaeya le golpeaba la mano llorando, y desesperadamente comenzó a gritarle al señor Ragnvindr para que lo encontrara, llamándolo "papá".

Sus llamados alertaron a Crepus, quien agarró del uniforme a uno de los caballeros y lo empujó escaleras abajo, cayendo sobre el otro soldado y rodando dolorosamente hasta el primer piso; el señor Ragnvindr se apresuró y siguió los gritos de su hijo, llegando a las escaleras de evacuación tan rápido como pudo. El príncipe seguía resistiéndose activamente, hasta que Venti le dio un fuerte puñetazo y lo agarró de los cabellos para arrastrarlo hacia su carruaje, lejos de su padre adoptivo y de cualquier testigo, porque la furia lo hacía más irracional y solo quería descargarse consiguiendo placer a cualquier costo.

Sin embargo al llegar afuera, el rey no sólo fue alcanzado por la espalda por el señor Ragnvidr, sino que también se encontró por el frente a la recién llegada caballería de Frederica Gunnhildr y a algunos civiles que miraban desde las casas aledañas, alertados por los gritos de Kaeya; rápidamente Crepus apretó la muñeca de Barbatos y la retorció con odio, tanto para que soltara a su bebé como para desquitarse, luego tomó a Kaeya y se quedó en una posición defensiva por delante de él. Venti movió las pupilas, observando a los presentes mientras pensaba rápido en una excusa que dar, pero quizá sería extremadamente difícil restaurar su reputación después de ser encontrado llevando a un adolescente de esa forma por el cuartel, incluso la misma Frederica lo observaba en completa reprobación de su comportamiento.

-¡¿Qué querías hacerle a mi hijo?! - le gritó el señor Ragnvindr escondiendo a su pequeño detrás de él mismo, Barbatos sonreía nerviosamente mientras Gunnhildr desmontaba.

-Su majestad ¿Qué está pasando aquí? - cuestionó Frederica, Venti rió tratando de guardar la calma, pero sabía que los civiles comenzarían a chismear y a revivir cierto rumor que había tratado de ocultar.

-Esto es solo una confusión señorita Gunnhildr - se excusó el rey levantando las manos y sonriendo para intentar no alterar a las personas.

-¡No te hagas el tonto, mira las marcas en su cara! - exclamó Crepus enseñando a su hijo menor por un momento, tenía la marca de un puñetazo cerca de la boca y sangre en su frente - ¡Se acabó Barbatos, esta es la última vez que aguantaré esto de ti!

-¡Su "hijo" es en realidad alguien de Khaenri'ah! - se le ocurrió decir al monarca, volteando para hablarle a los presentes - ¡El maestro Crepus adoptó a este niño sin saber que es hijo del enemigo! - trataba de excusarse, las personas de los alrededores cuchichearon convencidos, pero los soldados y Frederica se miraron los unos a los otros por esa información tergiversada.

-¡Mi hijo no es un espía y lo sabes! ¡Dejalo en paz! - rugió el señor Ragnvindr extremadamente furioso, entonces decidió quitarse un guante para poder abofetear a Venti con él y pedir el duelo que tanto anhelaba tener, el rey retrocedió, había muchos testigos como para negarse a tener un duelo o arreglarlo a su modo, sentía que estaba perdido; no obstante, Eroch se interpuso entre él y Crepus, recibiendo la bofetada del guante en la mejilla por él.

-Oh mierda... - murmuró Eroch asustado, justo frente a un señor Ragnvindr decidido y firme; Frederica levantó la cabeza solemnemente y miró por un momento a su rey con desprecio, esperando que recibiera un gran susto que lo obligara a controlarse de una vez.

-¿Cuáles serán los términos? - preguntó Gunnhildr a Crepus y a Eroch, este último no tenía voz para responder.

-Duelo a primera sangre, con espadas - respondió el señor Ragnvindr, Barbatos retrocedió refugiándose detrás de algunos de sus caballeros, pues todo indicaba que el duelo se daría ahí mismo.

Los caballeros despejaron el área, Crepus desenfundó su sable y caminó hacia Eroch dando los pasos correspondientes para iniciar la contienda, el inspector claramente no quería estar allí, pero mirase a donde mirase había personas presentes que lo retendrían o que serían testigos de su cobardía, lo cual podría costarle su puesto en el Ordo Favonius; resignado Eroch dio la vuelta, él y el señor Ragnvindr se dieron mutuamente la espalda caminando para finalizar el protocolo del duelo, Crepus estaba listo para todo, pero el inspector no lo estaba. Cuando comenzaron, los movimientos de Eroch eran desesperados y enérgicos, actuando desde el miedo, el señor Ragnvindr mantenía el control, pensando cada estocada con frialdad, decidido a dejarle un claro mensaje al rey: "esto es lo que te espera".

El inspector usaba todas las fuerzas de sus músculos para atacar, Crepus era más ágil así que estuvo varias veces a nada de propinarle un tajo, Eroch estaba dominado por el pánico, lo único que lo motivaba era ser ascendido y obtener más beneficios si ganaba esa batalla, todo lo hacía para que Venti estuviera satisfecho, cosa que siempre le había traído beneficios; si llegaba a herir de muerte al señor Ragnvindr, seguro conseguiría una recompensa en monedas de oro por sacarle un peso de encima a su rey, eso lo entusiasmó muchísimo. Sin embargo al ser tan impetuoso descuidó sus energías, volviéndose algo más lento sin darse cuenta de ello; fue en ese momento que Crepus se aceleró sus movimientos, más fuerte y más decidido, el inspector se sobresaltó y trató de defenderse con los ataques más inexpertos que los demás caballeros habían visto, demostrando que ese tipo jamás pisó un campo de batalla como si lo había hecho Frederica Gunnhildr, el Gran Maestro Varka o el mismo Barbatos.

De pronto, Eroch se quedó quieto, un repentino dolor le entumeció todo el lado izquierdo, y su espada había volado hacia atrás con su mano todavía empuñando el mango; los gritos del inspector despertaron al resto del vecindario, mientras este lloraba de rodillas agarrando su muñeca sangrante, manco, inhabilitado de por vida para cumplir las funciones militares que supuestamente debía ejercer en su puesto; ni siquiera volvería a ser de utilidad para su soberano encubriendo las fechorías que hacía con menores de edad. Tal y como estaba establecido en los acuerdos del duelo, el ganador no debía asesinar a su contrincante, solo herirlo de algún modo, el señor Ragnvindr respetó aquello y guardó su espada manchada de sangre dentro de la vaina, dándose la vuelta para retirarse sin decir nada más, pues su mensaje había quedado claro para todos los presentes.

Venti lo observaba con un rostro en blanco, pero en el fondo lo estaba detestando, como a un insecto, como a un traidor, como a un obstáculo en su camino, uno cada vez más molesto; Crepus buscó con la mirada a su hijo, casi vuelve a estar alerta hasta que escuchó unos sollozos, Kaeya se encontraba encogido y en cuclillas detrás de los caballos, llorando con los ojos cerrados y cubriéndose los oídos. El señor Ragnvindr suspiró lamentando haber tenido que ser violento frente a su hijo menor, y luego lo tomó en sus brazos pidiéndole que no abriera los ojos hasta que él le dijera que no había nada de qué preocuparse; su bebé temblaba llorando, pidiendo sin parar que se fueran de allí, Crepus sostuvo su cabeza y lo cargó delante de todos los presentes, su amado hijo abrazó su cuello, aferrado a él como si todavía fuese un niño pequeño.

Diluc despertó de su profundo sueño al escuchar a su padre remover sus pertenencias del closet, entonces se sentó de golpe y restregó sus ojos mientras Crepus metía toda su ropa en las maletas. Aquello lo desconcertó y se levantó rápidamente, moviéndose tambaleante para salir al pasillo, ahí encontró a Kaeya arrinconado, llorando con las manos en la cara; una vez más estaba lloriqueando, para Diluc eso no era novedad, pero lo extraño era ver a su padre tan desesperado por empacar sus pertenencias, por un momento se sintió helado al creer que el príncipe le había dicho a su padre que lo estuvo acosando algunas veces, y que Crepus decidió en consecuencia echarlo de la casa.

-¿Qué está pasando? - le preguntó Diluc al señor Ragnvindr, éste no volteó a mirarlo, pues seguía doblando las prendas de su hijo mayor para guardarlas en su equipaje.

-Nos vamos al viñedo - le aclaró Crepus, Diluc se alivió, pero luego volvió a sentirse extrañado.

-¿Por qué? Es muy pronto, Kaeya todavía tiene que ir a la escuela - cuestionó Diluc, entonces el príncipe sollozó más fuerte, temblando con la espalda pegada a la pared.

-Papá por favor vámonos... - suplicó el príncipe completamente asustado, su hermanastro empezó a preocuparse.

-¿Qué pasó? - preguntó Diluc, Crepus cerró las maletas de su hijo mayor y las colocó a su lado junto a la puerta.

-Barbatos otra vez se metió con tu hermano, no sé más detalles, Kaeya no ha querido explicarme - respondió el señor Ragnvindr mientras se iba al cuarto del príncipe para armar su equipaje - solo sé que quiere que nos vayamos, y eso haremos.

-¿Nos vamos solo porque él lo quiere? - comentó Diluc, Crepus lo miró de reojo con reproche, y su hijo mayor agachó la cabeza arrepentido - solo tengo curiosidad por saber que le hizo...

-Kaeya no puede hablar, lo que sea que haya pasado fue lo suficientemente grave para dejarlo así - dijo el señor Ragnvindr apuntando al príncipe, que seguía en el mismo estado.

-Vámonos de aquí... - rogó Kaeya cubriéndose la cara con las dos manos, ahogándose en su llanto.

-Yo haré su maleta, tu preguntale que pasó - dijo Diluc yendo hacia el cuarto del príncipe, rápidamente Crepus se dirigió hacia su bebé y tocó sus manos comprensivamente.

-Mi estrellita... ¿Puedes hablar? - le preguntó su padre adoptivo, Kaeya retiró las manos de su cara, le saltaba el pecho por sus descorazonadores sollozos - tranquilo, tranquilo... nos iremos al viñedo...

-No... quiero irme de Mondstadt, ya no quiero volver aquí... - susurró el príncipe sumamente afligido, Diluc dejó de hacer lo que estaba haciendo para oírlo mejor.

-Amor...

-Papá... tengo miedo... - le dijo Kaeya visiblemente aterrado y angustiado, el señor Ragnvindr sintió tanto remordimiento que tomó una decisión muy importante, que cambiaría para siempre su vida y la de su familia.

-Ya no puedes seguir viviendo en Mondstadt, tengo que llevarte a Khaenri'ah - pronunció Crepus, su hijo mayor se levantó desconcertado y volvió hacia ellos.

-¡¿Qué?! - exclamó Diluc sobresaltado - padre... no puedes hacer eso, es demasiado peligroso, podrían matarte...

-Asumo ese riesgo. Tu hermano corre demasiado peligro en Mondstadt, ya no puedo dejar que Barbatos siga haciendo lo que quiera con él, tengo que llevarlo a donde pertenece - reafirmó el señor Ragnvindr, Kaeya temblaba, estaba escuchando lo que tanto quería oír de su padre adoptivo, pero eso no lo hacía estar más tranquilo.

-Papá... solo quiero alejarme de él... no quiero que esté cerca de mí... no quiero que me mire... - susurró el príncipe volviendo a explotar en llanto, Diluc se movía inquieto y alterado.

-Padre escúchame, si huyes con él, podrían atraparte y ejecutarte por traición, y si todos huimos con él, nos arriesgaríamos a ese mismo destino... No podemos traicionar al rey, no podemos tirar todo por la borda, por favor entiendelo.

-Diluc... si las cosas se vuelven muy peligrosas, no te expondría ni a ti, ni a Adelinde, ni a Elzer, ni a nadie, iría solo... No quiero que les hagan daño, solo quiero proteger a Kaeya incluso si me cuesta la vida - le explicó Crepus, Diluc se movió todavía más desesperado, como si todo estuviera a punto de derrumbarse.

-No lo hagas, por favor, no me dejes, por favor... no me dejes... - suplicó Diluc aferrándose a la camisa de su padre - padre por favor... si te vas solo, no volveré a verte, no quiero... no lo acepto...

-Diluc... - susurró el señor Ragnvindr antes de abrazar a su hijo mayor - mi amado Diluc...

-Si vas a irte, tengo que ir contigo, no quiero estar lejos de ti...

-Diluc, si vamos juntos, y nos atrapan... jamás me perdonaría que te ocurriera algo...

-No me importa, preferiría morir contigo que pasar el resto de mi vida sin ti, lo digo en serio padre, yo no quiero estar lejos de ti... - volvió a decir, abrazando y moviendo la cabeza en el pecho de su padre, lo amaba más que a cualquier persona, la sola idea de quedarse atrás lo hacía querer llorar desconsoladamente.

-Mi amado bebé... - pronunció Crepus besando la roja cabellera de su hijo mayor - si vamos a huir juntos... tenemos que planearlo muy bien, no quiero dejar ni un cabo suelto, si cometo un solo error, tu vida, tu preciada vida, también estaría en riesgo... por eso primero tenemos que ir al viñedo y hacer un plan para salir de Mondstadt con tu hermano.

-¿Qué pasará con el viñedo...? - preguntó Diluc preocupado, pensando en todo lo que los Ragnvindr habían construido durante generaciones - ¿Qué pasará con nuestro hogar...? ¿Con nuestros amigos...? Con toda nuestra vida...

-Estoy dispuesto a renunciar a todo lo demás, para que mis dos pequeños ángeles estén mejor...

-Pero... - murmuró Diluc inseguro, aún quería ser un caballero, aún quería ver a Jean, vivir en Mondstadt y cargar con el apellido de los Ragnvindr con orgullo, le daba miedo tener que renunciar a todo por Kaeya.

-Tranquilo, todavía tenemos que planear nuestro escape, podemos tomarnos el tiempo necesario - trató de calmarlo su padre, luego le besó la frente y volvió a girarse hacia el príncipe - ¿Oíste mi amor? Antes de irnos a Khaenri'ah pasaremos por el viñedo para prepararnos... Todo estará bien, nos iremos juntos a un lugar donde estés seguro...

-Papá... - susurró Kaeya, luego se lanzó a sus brazos llorando y restregando el rostro contra su cuerpo - te amo... te amo tanto... perdón por haber sido malo... no quise ser malo...

-Tranquilo mi estrellita... - lo calmó el señor Ragnvindr acariciándole la cabeza, recibiendo posteriormente muchos besos del príncipe en el rostro, su carita empapada le mojaba las mejillas.

-Te amo papá... - repitió Kaeya dejando escapar sus sentimientos más profundos, Crepus suspiró amorosamente, escuchar esas palabras calmaba su espíritu.

-Y yo te amo a ti, y a Diluc, los amo a ambos, mis pequeños... mis dulces pequeños... son la luz que ilumina mi vida...

A la madrugada siguiente el cochero estaba listo junto a los caballeros que debían vigilar al príncipe para regresar al viñedo del amanecer, Kaeya los observaba con desprecio, la presencia de estos se interponía entre los planes de su padre adoptivo y su necesidad de huir de Mondstadt y del rey, casi estaba deseando que se murieran para que ya los dejaran en paz de una vez. Al subir al carruaje el príncipe comenzó a maquinar algunas formas para deshacerse de sus guardaespaldas, primero se planteó que el día en que decidieran escapar, los alimentaran con algo que contuviera somníferos, pero en cuanto se levantasen llamarían a Barbatos, por lo que tendría que amarrarlos y ponerles una mordaza en la boca para que no gritaran para ser ayudados, mas eso implicaba que si se quedaban de esa forma por semanas, terminaría matándolos de hambre y sed, lo cual era muy cruel.

Mientras emprendían el viaje el príncipe ignoraba la mirada recelosa de Diluc para concentrarse en sus ideas sobre como solucionar el problema de los caballeros, si no les ponía algo en la boca, gritarían, pero si no amarraba bien sus manos, de nada serviría porque facilmente conseguirían soltarse y alertar al rey; se le cruzó por la mente por un momento usar veneno, pero eso era demasiado extremo, si las cosas podían resolverse sin llegar a eso, no veía la necesidad de acabar con la vida de esas personas. Debatiéndose un momento se preguntó si sería bueno atarlos sin tanta fuerza, o si debía dejar desperdigadas algunas herramientas que pudieran usar para romper las amarras, sin embargo si hacía eso no tendría que dejarlas a simple vista, para retrasarlos un poco; por una cuestión que no controlaba Kaeya le daba vueltas una y otra vez al asunto, poniendo en duda si serían capaces de ver los objetos o si serían tan estúpidos como para no encontrarlos y morirían de hambre de todos modos.

De pronto dejó de obsesionarse con eso cuando Crepus le acarició la mano, el príncipe se sobresaltó, y respiró profundamente para estar más calmado, su padre adoptivo le besó con ternura la cabeza y le pidió que se tranquilizara; Kaeya reflexionó un momento sobre su promesa ¿Qué ocurriría si le estaba mintiendo? ¿Si solo lo llevaba al viñedo y nunca salían de Mondstadt? Al preguntarse esas cosas empezaba a sentirse ansioso y estupido, sin saber si debía confiar en el señor Ragnvindr, trataba de tener sus emociones bajo control diciendose que su padre adoptivo lo amaba de verdad, pero ya era imposible para él estar completamente centrado.

Como si leyera su mente Crepus le besó la cabeza una vez más y le susurró al oído que al llegar al viñedo comenzarían a hacer su plan de escape, el ojo de Kaeya se humedeció de la emoción, eso era lo único que necesitaba escuchar en ese momento; entonces el príncipe volteó todo el cuerpo y abrazó a su padre adoptivo, besandolo y buscando ser mimado por él mientras Diluc los miraba serio como de costumbre cuando se daban mutuo cariño. De pronto los dos jóvenes miraron hacia el techo, pues por alguna razón sentían calor sobre sus cabezas, un calor que crecía y crecía tan repentinamente que ninguno de los dos supo dar con una explicación hasta que se detuvo la carroza de golpe y los caballos relincharon asustados.

Poco a poco vieron humo entrando por la parte de arriba del carruaje, y el cochero abrió rápidamente la puerta corrediza, pidiéndoles a gritos que salieran del interior; el señor Ragnvindr empujó hacia afuera a sus dos hijos y salió al final, dándose cuenta de que el carruaje empezaba a prenderse en llamas; el cochero tomó el brazo de Kaeya y lo forzó a sentarse en el suelo junto a él, poniéndose a cubierto mientras flechas en llamas eran disparadas contra la carroza. Dos de los escoltas fueron abatidos y prendidos en llamas, Mark recibió una en el brazo y por acto reflejo se arrancó la flecha y empezó a rodar para no sufrir el mismo destino que sus dos compañeros.

Kaeya gritó horrorizado, el cochero tomó su brazo y le indicó que gatearan juntos alrededor del carruaje, Diluc y Crepus lo siguieron de la misma forma, una vez por delante el príncipe vio a uno de los caballos recibir una flecha en llamas y pararse en dos patas relinchando, el príncipe lloró al ver al animal herido y con el pelaje siendo consumido poco a poco por el fuego. Con determinación su hermanastro se levantó y desenvainó su arma para cortar las amarras de los animales, que corrieron despavoridos muy lejos; Mark desde su posición, a cubierto detrás de un árbol, le gritó a Diluc que no debió dejarlos huir, que tenían que sacar a Kaeya inmediatamente de allí porque los estaban atacando espias de Khaenri'ah.

El príncipe se sentía muy confundido ¿Debía alegrarse o asustarse de que su gente viniera a sacarlo de Mondstadt? No estaba seguro, pero de lo que sí estaba seguro era que no le hacía feliz ver muerte a su alrededor, ver a uno de sus adorados corceles con el lomo flameante a la distancia, eso le rompía el corazón. Diluc se levantó empuñando su espada decidido, y le dijo a su padre que huyera con Kaeya, porque él se quedaría luchando con los caballeros; por un momento el señor Ragnvindr dudó en dejarlo solo, pero después asintió y tomó la mano de su hijo menor, corriendo juntos hacia el bosque; mientras se adentraban, Crepus pensaba sin parar en ese ataque, hasta que se detuvo y miró atrás, preocupado y confuso por lo que estaba pasando.

-¡Papá vámonos! - exclamó el príncipe llorando de miedo, el señor Ragnvindr se quedó mirando atrás, dándole vueltas al asunto sin cesar.

-¿Por qué incendiaron el carruaje...? - se cuestionó, Kaeya abrazó su brazo, sollozando angustiado - si son de Khaenri'ah, no deberían haber hecho eso, te pusieron en peligro... pero lo mismo aplicaría si...

-¡Papá por favor huyamos! ¡Tengo miedo! - dijo el príncipe histérico, Crepus seguía demasiado confundido.

-No tiene sentido, Barbatos te quiere vivo, la gente de Khaenri'ah te quiere vivo - murmuraba el señor Ragnvindr, Kaeya hiperventilaba escuchando el caos más allá de los árboles - a menos que...

-Papá... - lloró el príncipe, entonces Crepus se giró a verlo y le tomó los brazos mirándolo directamente a los ojos.

-¡Kaeya, corre! - le ordenó su padre adoptivo, el príncipe comenzó a temblar de miedo cuando su padre le agarró la mano y comenzó a correr mirando en todas direcciones para encontrar un lugar donde su bebé estuviera seguro.

-No más... no quiero más gritos... no quiero más muerte... - susurraba Kaeya mientras su padre lo guiaba hasta unos árboles más grandes, para luego levantarlo en sus brazos llevándolo hacia arriba.

-¡Escondete por favor! - le rogó su padre desesperado, el príncipe lo miró desde arriba chillando sin consuelo - Kaeya por favor, no salgas de ahí, y si escuchas a alguien diciendo que viene a rescatarte, no le creas, por favor, no le creas.

-Papá sube conmigo - dijo el príncipe extendiendo su mano, pero Crepus sacó su arma mirando hacia atrás.

-Por favor hijo, no bajes hasta que veas una cara conocida, no hagas ruido, no permitas que nadie te encuentre - le ordenó su padre adoptivo, Kaeya se cubrió la boca tratando de callar su llanto - iré con Diluc a enfrentar esto... no me sigas, si lo haces podrían matarte.

-Papá... - susurró el príncipe extendiendo su mano, mas su amado padre se dio la vuelta para ir corriendo a ayudar a su hijo mayor, Kaeya sintió como si se le escurriera entre los dedos - ¡Vuelve!

Los ruidos no cesaron en media hora, el príncipe seguía arrinconado en la cima del arbol, cubriéndose la boca mientras sus sollozos lo hacían sentir que no podía respirar; nunca se había sentido tan impotente como en esa ocasión, escondido mientras los demás peleaban por él, sin saber si estaban vivos, si los habían herido, si debía moverse para ir a ver la situación; él solo podía ser una carga si se acercaba allí por cuenta propia. Otros 10 minutos pasaron y comenzó a escuchar su nombre, los caballeros de Favonius que quedaban vivos lo llamaban, y él no estaba seguro de contestar.

No obstante cuando Mark gritó su nombre a metros de él, Kaeya no pudo evitar responder a su llamado; el mayor de los caballeros se acercó corriendo mientras le pedía que siguiera gritando, el príncipe lo hizo sin dudar, ya no soportaba la incertidumbre y prefería volver a ser un rehén que pasar más horas escondido. Cuando lo encontró, Mark intentó bajarlo, pero su brazo estaba herido así que Kaeya se dejó caer nerviosamente de las ramas; el soldado tomó su mano y se fue corriendo con él de vuelta al camino, gritándole a sus compañeros que lo había encontrado a salvo.

A medida que se acercaban, Kaeya sintió que su pecho se apretaba más y más, pues mientras más cerca estaban del lugar de los hechos, más fuerte se oía un llanto y unos gritos igual de desgarradores, no unos de miedo, ni de dolor físico, no gritos de rabia, unos gritos enloquecidos del más horrible desespero. El príncipe negó con la cabeza mientras era arrastrado por Mark hasta ese lugar, no quería verlo, no quería comprobarlo, no podría soportar es, si hubiese podido evitar esa verdad, habría tomado cualquier camino con tal de no presenciarlo, le dolía el estomago de solo pensar en su peor temor.

Cuando llegaron al camino, Kaeya se quedó pasmado frente a esa escena, el carruaje carbonizado, 7 cuerpos en el piso, flechas y espadas desperdigadas, a su cochero herido y de rodillas tratando de calmar a Diluc, y al mismo Diluc, gritando al cielo, llorando, destruido como si todo su mundo hubiese dejado de existir, abrazando con todas sus fuerzas uno de los cuerpos. El principe no movía ni un músculo, solo podía concentrarse en el cabello rojo, el traje negro manchado de sangre en el pecho y el cuello, la languidez de sus manos, la cabeza colgando hacia el otro lado de manera que no podía ver su rostro; pero no necesitaba verlo para saber quien era, y no iba a aceptarlo, era todo lo que menos deseaba, todo lo que no querían perder ni él ni su hermanastro.

Pero la vida una y otra vez le demostraba que no era justa, y no solo eso, sino que era cruel, insana, burlona, extremadamente malvada y cínica; la vida era como Venti, la gente le atribuía un sentido especial, pero Kaeya sabía a la perfección cuál era su verdadera naturaleza, y no había más explicación que esa. Su hermano, aquel que le dio amor y luego le hizo daño, su hermano a quien debía detestar, pero que sin embargo le preocupaba e inspiraba amor pasara lo que pasara, estaba llorando de rodillas, abrazando el cadáver de su padre, el hombre más amado por todos los del viñedo, por Diluc y por sí mismo.

Diluc lloraba con desasosiego, arrancándose los cabellos, tan rojos como los de Crepus, como si no pudiera controlar nada como lo hacía antes; negaba que eso estuviera pasando, que el hombre que le regaló su existencia ya no estuviera más, que haya perdido la vida en cuestión de minutos. ¿Qué haría con su vida ahora que ya no estaba? Todo lo hacía por su aprobación, por su amor, por ver una sonrisa de orgullo en su rostro, ese era su rumbo, lo que le daba la fortaleza de seguir haciéndose fuerte, era el mayor amor de su vida.

Mark sostuvo la mano de Kaeya, pero éste no reaccionaba, seguía observando todo, con un pitido en la oreja, con la detestable sensación de no estar presente, porque no habría podido reaccionar de otra manera, la mirada de reojo que Diluc le enseñaba con odio lo hacía quedarse estático, sin lograr asimilar... nada. Los dos jóvenes sentían que no podían respirar, Diluc porque sus fluidos entorpecían su respiración, Kaeya por estar congelado, pensando nada y mil cosas al mismo tiempo, teniendo entre su caos, y a su juicio, uno de los pensamientos más ruines, despreciables y egoístas que había tenido en toda su vida:

"¿Que va a ser de mi ahora...?"

Los berridos de Diluc comenzaron a debilitarse, su presión bajó drásticamente, como si de forma literal el mundo lo estuviera aplastando sin piedad contra el piso; su fiel cochero lo sostuvo con un abrazo mientras él perdía estabilidad, desmayado en sus brazos luego de la más horrible pérdida de su corta vida. La cabeza del príncipe estaba siendo aquejada por un dolor palpitante, el resto de su cuerpo se tornó pesado y tenía náuseas, mientras su mente se enredaba en preguntas simultáneas que bombardeaban su cerebro a la par que los caballeros vivos registraban los cuerpos de sus compañeros y de 2 de los enemigos caídos en batalla.

Uno moreno como muchos en Natlan, otro con los rasgos característicos de Inazuma.

¿Por qué de Natlan? ¿Por qué de Inazuma?

¿Por qué los atacaron? ¿Querían llevárselo? ¿O algo más?

¿Quién hizo eso? ¿Quién los envió?

¿Fue su padre queriendo rescatarlo? ¿Fue Barbatos para vengarse de Crepus?

¿O... algo más...?

Nadie, sobre todo la pobre Adelinde, se esperaba recibir un día cualquiera el regreso de la familia Ragnvindr de la peor de las formas, creían que volverían durante un largo fin de semana, durante las vacaciones de los dos muchachos, pero, esa tarde, no solo recibieron a un Diluc destrozado e incapaz de dar dos pasos sin que se le doblaran las rodillas, a un Kaeya que a simple vista se le había olvidado como respirar y mover los músculos de la cara, y a un Crepus sin vida cargado en brazos por uno de los caballeros de Favonius más fuertes del grupo. Era una auténtica pesadilla, la mayoría se acercó con desconcierto para ayudar en lo que pudieran, Adelinde en cambio empezó a llorar con tanto dolor que sus compañeras mucamas, incluso Moke con quien había tenido roces, se acercaron para abrazarla y consolarla por esa terrible noticia que recibieron.

Elzer se vio en la obligación de organizar el velorio, reprimiendo sus ganas de llorar de la misma manera en que Diluc seguia llorando abatido y desorientado; pero nadie alli ademas de Elzer estaba en condiciones para tomar la responsabilidad, el viñedo del amanecer se había convertido en un escenario donde se estaba dando un concierto de llanto, Tunner y Ernest lloraban abrazados, las mucamas abrazaban a Adelinde, vestidas de negro mientras juntas desahogaban sus penas, Connor abrazaba por la espalda a Diluc, derramando lagrimas silenciosas mientras el hijo biologico del señor Ragnvindr se deshacia en un llanto rabioso e incontrolable. Kaeya estaba sentado en una silla, igual de pasmado que cuando llegó, era el único que no lloraba, pues sus emociones estaban dentro de él, sin poder salir por su congelado cuerpo, en estado de shock permanente.

Seguía pensando en lo que estaba ocurriendo, en el fin de la persona que más amaba, en el culpable de esa desgracia, fuera el rey, su propio padre biológico o quien quiera que hubiese enviado ese ataque, no entendía por qué una de las últimas frases de Crepus había sido que no le creyera a nadie que dijera que estaba allí para sacarlo de Mondstadt ¿Y si tenía razón? ¿Y si no estaban allí para salvarlo? ¿Si quieren todo lo contrario y el que murió en su lugar fue su padre adoptivo? Significaría que Crepus murió por su culpa.

Luego pensó en la otra opción, que su padre biologico haya enviado un escuadron para rescatarlo, aquello significaría que Crepus murió por su culpa, y, si habia sido Barbatos tendiendoles una emboscada para justificar el asesinato de su padre adoptivo por haberlo defendido, entonces, tambien sería su culpa. Desde cualquier perspectiva, él era el responsable de que su amado Crepus Ragnvindr perdiera la vida tratando de protegerlo a él y a su hermanastro, y eso aterraba a Kaeya, todos lo odiarían si se ponían a pensar en las razones de la muerte de Crepus, él ya los había molestado con sus horribles bromas, ahora definitivamente iba a despreciarlo por lo que le hizo a su padre adoptivo.

Una caballería que escoltaba al rey llegó silenciosamente al viñedo del amanecer, entraron en sin hablar para mostrar un respeto protocolar por el difunto, pero Venti disimulaba a duras penas su sonrisa por ese conveniente acontecimiento; llegaron al salón principal donde se estaba velando el cuerpo de Crepus, Barbatos le pidió a sus caballeros que no hicieran ruido, pues quería saber cómo se desarrollarían los hechos. Diluc abrió los ojos después de muchas horas llorando sin poder detenerse, y los fijó en Kaeya, que estaba quieto, inexpresivo, sin demostrar a sus ojos ni una pizca de dolor por la muerte de su padre, eso lo enfurecía.

-¿Cómo... puede...? - murmuró Diluc entre sollozos, Connor lo abrazó más fuerte.

-Tranquilo... - dijo Connor, Elzer se acercó a Diluc y tocó su hombro con compasión.

-Calma Diluc... estaremos contigo... - pronunció Elzer, pero el joven Ragnvindr seguía mirando furioso al príncipe.

-¿Por qué...? ¿Por qué no le importa...? - susurró Diluc llorando de rabia, viendo como Kaeya estaba solo y quieto, sin sufrir lo que él estaba sufriendo.

-¿A quién? - preguntó Connor, entonces Diluc apuntó al príncipe acusatoriamente.

-¡¿Por qué...?! - exclamó antes de ahogarse con un fuerte sollozo, luego se levantó tambaleante y siguió llorando enfurecido - ¡¿No te importa...?!

-Maestro Diluc... Kaeya no está... - murmuró Connor secando sus lágrimas, mas tuvo que erguirse y seguir al joven Ragnvindr cuando este comenzó a caminar rápido hacia el príncipe con agresividad.

-¡¡Responde!! - le gritó Diluc a Kaeya tomándolo de la camisa, pero este estaba débil, impasible, y ni siquiera lo miró cuando le agarró las ropas para moverlo con brusquedad, incluso su cabeza quedó colgando hacia atrás - ¡¡Responde!!

-¡Diluc basta! - ordenó Elzer tomando uno de sus brazos - ¡Kaeya también está sufriendo a su modo, que no llore no significa nada!

-"A su modo"... - murmuró Diluc con odio, agarrando la quijada del príncipe con las uñas, todos se estremecieron por la violencia con la que lo estaba tratando - su modo siempre ha sido lloriquear ¿Por qué no lo hace ahora? Porque no siente nada por mi padre.

-¡Suéltalo! - le ordenó Elzer apretando la muñeca del joven Ragnvindr, cuando este soltó a Kaeya había dejado las marcas de sus uñas en su cara.

-¡A él no le interesaba mi padre! ¡No le importaba hacerlo sentir mal! ¡No le importaba ninguno de nosotros! - rugía Diluc iracundo, apuntando al príncipe para acusarlo ante todos - ¡Le dijo que lo odiaba! ¡Que era un inutil!

-Diluc controlate, tu sabes como se comporta Kaeya cuando se enoja - insistió Elzer tratando de alejar al joven Ragnvindr del príncipe, pero impulsado por un instinto bestial Diluc volvía hacia él, como si quisiera golpearlo.

-¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa que mi padre muriera! - exclamó Diluc, Kaeya al fin movió los ojos para mirarlo, su hermanastro le estaba diciendo exactamente lo que él pensaba, Diluc siempre tenía razón - ¡Esos eran enviados de Khaenri'ah!

-¡¡Diluc!! - exclamó Elzer luchando por alejarlo del príncipe - ¡Kaeya no puede controlar ese tipo de cosas! ¡Basta!

-¡¡Tu padre mató al mio!! - gritó el joven Ragnvindr, dándole una fuerte patada al pecho del príncipe, que lo tiró junto a la silla hacia atrás, Kaeya retrocedió de espaldas, mirando a Diluc como si supiera que quería matarlo.

-¡Maestro Diluc! - exclamaron Ernest y Connor, agarrando junto a Elzer al embrutecido joven.

-¡Basta por favor! - rogó Adelinde aun más dolida, el ser contenido sólo enfureció más a Diluc, quien con su gran fuerza bruta desestabilizaba a sus amigos.

-¡Él no es nada para nosotros! ¡Es el enemigo! - decía el joven Ragnvindr, en el piso el príncipe solo podía escucharlo, resignado a la verdad.

-¡¡Es tu hermano!! - gritó Adelinde llorando desesperanzada, aquello solo hizo que Diluc se moviera con más odio, llegando a empujar a los tres hombres que lo tenían sujetado mientras corría a tomar un atizador para la chimenea y volver con él hacia Kaeya.

-¡Él nunca fue mi hermano! - exclamó Diluc levantando el atizador dispuesto a clavarlo contra el cuello del príncipe, quien estiró una mano aterrado como si hubiese podido detener el golpe de esa forma; pero quieres detuvieron ese ataque fueron los caballeros que interpusieron sus espadas, y Adelinde que corrió para agacharse delante de Kaeya y protegerlo con su cuerpo; luego de que desarmaran a Diluc, Elzer, Ernest y Connor volvieron a sujetarlo.

-¡¡Sueltenme!! ¡¡Voy a matarlo!! - gritaba el joven Ragnvindr dominado por la ira, los caballeros mantuvieron su posición defensiva y Adelinde abrazó al príncipe con todo su amor, temblando por el miedo de que su pequeño fuera asesinado por su otro pequeño.

-¡¡Controlate maldición!! - se quejó Ernest agarrando el brazo derecho de Diluc, Connor tomaba el otro mientras Elzer lo abrazaba desde el frente.

-¡¿Qué te está pasando Diluc?! - exclamó Elzer llorando, nunca había visto a ese chico tan mal.

-Vaya... - murmuró Barbatos, todos en la mansión, incluyendo a Diluc, se paralizaron al escuchar su suave voz, fue mejor que cualquier medida de contención para calmar al joven Ragnvindr - maestro Diluc, creí que esto no volvería a ocurrir.

-Yo... yo no... - susurraba Diluc nervioso, llorando otra vez por lo que estuvo a punto de hacer.

-Rey Barbatos con todo respeto, usted no es bienvenido a este velorio, tenga por favor algo de educación - dijo Elzer con total valentía, Venti se quedó mirando a Diluc, aparentando que reprobaba su comportamiento.

-Maestro Diluc, ya habíamos hablado de esto, si volvías a atentar contra la vida del príncipe de Khaenri'ah, habría consecuencias - comentó el monarca, los habitantes del viñedo se miraron los unos a los otros confundidos.

-¿De qué está hablando? - preguntó Elzer, Diluc temblaba de miedo, sollozando.

-¿No les has contado Diluc? Bueno, supongo que esta pérdida fue tan repentina que no pudiste ponerlos al corriente - decía el rey fingiendo estar serio, disfrutaba mucho ver al joven Ragnvindr desesperado y arrepentido.

-Yo no quería... - susurró Diluc antes de lanzarse a los brazos de Elzer para llorar como un niño.

-Pobre maestro Diluc, tiene tan poco control sobre su carácter que ni siquiera puede reconocer el crimen que casi comete, dos veces - dijo Venti; Kaeya temblaba, hiperventilando, estaba a solo metros del peor de sus enemigos, de su fin.

-¿Qué fue lo que pasó? - preguntó Ernest, entonces Barbatos apuntó a Diluc para enjuiciarlo.

-En un arranque de ira, el joven maestro Diluc estranguló al príncipe de Khaenri'ah. Yo conozco los límites, y sé perfectamente que el príncipe solo es de utilidad estando vivo - les explicó Venti, Diluc escondió la cara avergonzado de sí mismo.

-¡Eso no puede ser cierto! - exclamó Elzer abrazando al joven Ragnvindr.

-¿Ah no? ¿Por qué no les dices Diluc? Que esta no es la primera vez que tratas de matarlo, que lo volviste a intentar a pesar de que te advertí que no volvieras a hacerlo - lo presionó Venti, Diluc sollozó, se sentía en la obligación de decir la verdad.

-Yo... - murmuró el joven Ragnvindr, tomando aire antes de confesar - sí... es cierto... estuve a punto de asfixiarlo...

-No puede ser... - dijo Adelinde abrazando más a Kaeya, cuidándolo, pues el muchacho no se sentía capaz de moverse ni un solo centímetro.

-¿Lo oyeron? Su inestabilidad mental ha puesto en riesgo la vida del príncipe, y eso es perjudicial para todo Mondstadt - afirmó Barbatos apuntando a Diluc - ni siquiera yo me he atrevido a tanto, porque nuestra paz con Khaenri'ah depende de que el príncipe esté seguro, y no lo estará al lado del maestro Diluc.

-¡Ni lo sueñes! - exclamó Elzer con insolencia - ¡Ya sé a dónde va dirigido tu discurso, y no lo permitiré!

-¿En serio? ¿Y a donde va dirigido mi discurso? - cuestionó Venti haciéndose el desentendido.

-No dejaremos que te lleves a Kaeya, el único que lo pone en peligro eres tú - respondió Elzer, pero el rey rió sin disimular su tono burlón.

-¿El único? Usted fue testigo de la bestia en la que se convierte el maestro Diluc cuando está cerca del príncipe - comentó el monarca, el joven Ragnvindr miró a Kaeya, ya no lo hacía con odio, lo hacía con preocupación, el principe temblaba en brazos de Adelinde, le estaba susurrando cosas que solo ella podia oír.

-No... por favor... no quiero ir con él... - decía el príncipe en voz baja mientras su querida Adelinde lo acariciaba para consolarlo - prefiero que Diluc me mate... prefiero morir por su mano a ir con él...

-¡Todos en este lugar vieron sus intenciones homicidas! ¡Si el maestro Diluc fuera un adulto, el castigo habría sido perder la cabeza ejecutado por un verdugo! - gritó Barbatos haciendo temblar a los presentes.

-¡No por favor! - exclamó Connor poniéndose por delante de Diluc - ¡Se lo suplico su majestad, no castigue a este niño!

-La regla es tolerar tres veces la falta, ya van dos, si lo intenta una vez más, nadie podrá salvarlo de su merecida ejecución pública - amenazó Venti, haciendo que más lágrimas empaparan las mejillas de Diluc - y todos sabemos que es muy posible que pase...

-No... - susurró Adelinde destrozada, los temblorosos brazos de Kaeya la abrazaron, ambos estaban igual de desesperanzados por dentro.

-Juro que no dejaré que pase, pero por favor, deje en paz a estos niños - pronunció Elzer, el rey se veía escéptico.

-Quiero recordarles que solo queda un intento, no hablo de una agresión directa, hablo del simple intento de acercarsele con malas intenciones... Con ese panorama, realmente dudo que el maestro Diluc tenga más de unos meses de vida - comentó Venti, entonces el príncipe levantó la cabeza para verlo con pánico.

-¡No! - exclamó Kaeya respirando mal, temblando como un animal acorralado.

-Bueno, solo estoy siendo lógico, considerando sus arranques de ira, no sabía controlarse y será castigado por ello... eso sin mencionar... aquel escenario fatídico para todos, que es que si termine arrebatándole la vida al príncipe con sus propias manos - pronunció el monarca, entonces el joven Ragnvindr volvió a mirar a Kaeya, imaginando con mayor consciencia como se sentiría después de matar a quien fue su amor desde que era solo un niño, no sería capaz de perdonarselo.

-No... no quiero matar a Kaeya... - lloró Diluc, Elzer lo abrazó, pero él no dejaba de estar dominado por el miedo a sí mismo - no sé qué está mal conmigo... no quiero hacerle daño...

-¿Podemos confiar en tu juicio maestro Diluc? - cuestionó Venti, y el joven Ragnvindr cerró los ojos negando con la cabeza - él mismo reconoce no ser apto para cuidar del príncipe, si se queda aquí, entonces nunca estará a salvo, dejándolo vivir aquí ustedes pondrían en riesgo tanto a Kaeya como a Diluc, por eso tengo que llevarmelo - sugirió el monarca, pero Ernest se irguió y sacó fuerzas de su pecho para gritarle.

-¡¡No dejaremos que te lo lleves tú!! - le gritó Ernest agresivamente, Tunner levantó las manos para calmar los ánimos.

-Yo y mi esposa podemos cuidarlo - se ofreció Tunner, entonces Connor volvió a ponerse por delante con valor.

-Yo también me ofrezco a darle techo a Kaeya si no hay otra alternativa - dijo Connor, entonces más empleados se atrevieron a alzar la voz.

-¡Y yo!

-¡Yo también!

-Qué conmovedor, pero... ustedes son la servidumbre ¿De verdad creen tener el nivel de vida al que está acostumbrado el príncipe? Qué gran deshonra sería que Kaeya pase de tener una cómoda habitación a vivir en cuchitriles, sencillamente no es el hábitat ideal para un príncipe - comentó Venti, Ernest se estaba enfureciendo.

-¡No vivimos en un cuchitril, perfectamente podemos cuidar a Kaeya sin una puta mansión! - lo increpó Ernest, pero el rey no se inmutó.

-¿Qué tan lejos están sus hogares de este viñedo? Asumo que solo a unos metros por el campo ¿Qué le impediría a Diluc ir directamente hasta allí para asesinar al príncipe? - cuestionó Barbatos, algunos miraron hacia abajo preocupados por esa afirmación.

-Podría renunciar a este trabajo para mudarme con Kaeya... - murmuró Connor inseguro, Venti volvió a reir.

-¿Qué estabilidad económica le dará al príncipe? ¿Qué seguridad le dará? ¿Podrá seguir pagando su academia? ¿Rompería sus sueños forzandolo a vivir en la pobreza? Hay muchos factores en juego - comentó el rey, esta vez mirando a Kaeya para presionarlo, poniendo exactamente la misma cara que vio el príncipe reflejada en el ventanal de la oficina de Varka, aquella que puso cuando amenazó con "arrancarle la piel a Diluc" y "quemar vivos a todos los habitantes del viñedo".

-Yo estoy dispuesto a...

-¡Alto! - gritó Kaeya, todos los presentes lo observaron, por lo que tuvo que inventar rápidamente una excusa - quiero... alejarme por completo de lo que tenga que ver con mi hermano... tendría miedo incluso si me encuentro solo un poco más lejos de él... - se excusó el príncipe, todos lo miraban con extrañeza porque eso no era algo típico de él, era como si estuviera diciendolo con miedo a que el rey les hiciera daño; Diluc en cambio lloró lleno de culpa por haber aterrorizado tanto a su amado príncipe.

-¿Lo ven? Hasta él mismo quiere huir de este lugar - dijo el monarca con una gran sonrisa en el rostro, los empleados lo miraron con odio, preparándose para atacar en cualquier momento - oh vamos, calmense, no he dicho que yo lo cuidaré... solo tengo que seleccionar una casa noble que pueda encargarse de mí.

-¿En serio? - se preguntó Elzer confundido, Venti evitó reírse a carcajadas por lo fácil que era moldear las acciones de los demás.

-¿Quién querría encargarse de un mocoso? Podría pedirle el favor a Seamus Pegg, se está divorciando de su esposa pero sigue teniendo un buen poder adquisitivo en su iglesia, quién sabe, con sus doctrinas hasta podría apaciguar ese comportamiento tan... provocador que tiene el príncipe - comentó Barbatos deseando estar a solas con Kaeya para no tener que ocultar sus deseos de lamerse los labios.

-¿Con Seamus...? - cuestionó Elzer, ese nombre les transmitía calma a todos los que llegaron a conocer a Crepus y su amistad con Seamus Pegg - el maestro Crepus confiaba en él y es el padre de Jean... tal vez... sí sería una buena opción...

-Estoy seguro de que aceptará cuidar al príncipe y lo mantendrá mucho más obediente de lo que era aquí - decía Venti conteniendo la emoción, Kaeya tenía nauseas, ni siquiera llegando a un aparente "acuerdo" podía confiar en él, todo debía ser una trampa, pues en sus ojos aguamarina veía escondidas sus intenciones, intenciones que el príncipe no podía decirle a nadie, para protegerlos de ese monstruo.

Al otro dia todo el viñedo partió rumbo al cementerio de la ciudad de Mondstadt, el viaje duró horas a pie, pero nadie sentía el paso del tiempo transportando el féretro del hombre que les dio todo; Kaeya seguía choqueado, en medio de un gran grupo de caballeros de Favonius, que lo mantenían alejado de Diluc mientras avanzaban hacia el mausoleo donde descansaría el cuerpo de su padre adoptivo junto al resto de los Ragnvindr fallecidos. El príncipe no quería pensar en lo que ocurriría, sus maletas ya estaban siendo llevadas por sus escoltas, y ya no había nada que hacer para cambiar la decisión, Diluc aceptó gustoso que se llevaran a Kaeya lejos de él, y el príncipe no estaba seguro de si lo hacía para protegerlo de sus arrebatos de ira o si lo hacía porque lo culpaba, como le había gritado durante el velorio.

Cuando llegaron al cementerio, muchos habitantes de Mondstadt estaban ahí para despedir a Crepus Ragnvindr, caballeros de Favonius, los profesores de las academias de sus hijos, antiguos docentes del mismo Crepus, Seamus por un lado cargando a su pequeña hijita Barbara, y Frederica por otro junto a Jean, cuya custodia era suya. El dolor de Kaeya escaló tantas veces en su vida, que ver a su padre ser encerrado en el mausoleo ya no le causaba nada, tras su muerte, era como si el dolor hubiese llegado a su punto máximo hasta anestesiarse por cuenta propia.

Diluc lloró una ultima vez sobre el ataúd de su padre, despidiéndose de él definitivamente, Adelinde colocó flores y acarició la madera, enviándole un beso mientras se lo llevaban, teniendo que dejar atrás al amor de su vida; Kaeya se quedó mirando el entierro, pensando que la vida era una mierda, que lo último bueno que tenía estaba siendo ocultado detrás de una puerta de mármol, bajo una impresionante pero frívola estructura con el emblema de los Ragnvindr grabado en bronce. Por esa razón el príncipe no se dio cuenta de cómo el rey hablaba con Seamus Pegg, entregandole disimuladamente una gran bolsa de monedas de oro mientras le pedía que ante cualquier pregunta de alguien del viñedo del amanecer o de su propia hija Jean, Seamus respondiera que Kaeya vivía con él pero que debía cumplir una penitencia en solitario como doctrina de la iglesia de Favonius.

Al finalizar el funeral, Jean se acercó a darle sus condolencias a Diluc, lo veía muchísimo más afectado que al príncipe, por un momento se preguntó por qué Kaeya estaba en otro sector y no junto al resto de habitantes del viñedo, pero la fragilidad de su amigo la mantuvo distraída mientras lo abrazaba, y no pudo ver cómo los soldados se llevaban al príncipe a un lujoso carruaje de la caballería real; en el interior estaba Barbatos, sentado y sonriéndole a su pequeño monstruo que se sentó incómodo y callado en el asiento del frente, atento a lo que pudiera hacer o decir el rey. Seamus desapareció casi tan rápido como el rey, para que nadie sospechara que había vendido al amado hijo de su amigo por unas monedas de oro, solo Ernest y Connor se separaron un momento del joven Ragnvindr y siguieron la carroza por algunas cuadras corriendo tras ella, como si quisieran hacer algo para evitar lo que les decía la corazonada que ellos y todos los demás tenían.

El príncipe agachó la cabeza para no ver cómo el monarca lo recorría de los pies a la cabeza con sus perversos ojos, su mente le pedía que entendiera de una vez que todo estaba perdido para él, que su destino era estar encerrado y lejos de quienes lo amaban de verdad; sin embargo, por alguna razón seguía afligido, sin querer soltar la minúscula esperanza para sí mismo que aún quedaba en su corazón. Luego de unos minutos el carruaje se detuvo frente al palacio de Venti, Kaeya seguía mirando sus pies, pero distinguía las baldosas del suelo y sabía que esa no era la iglesia de Favonius.

-Lo estuve considerando Kaeya, y llegue a la conclusión de que lo único que está a la altura de un príncipe, es el palacio de un rey - comentó Barbatos poniendole su mano entre los omoplatos, sintiendo la piel del jovencito por encima de la ropa, ansioso por sentirla por debajo de la misma.

-Era obvio... - murmuró el príncipe en total resignación, sabiendo de antemano que Venti ya nunca jamás lo dejaría estar bajo el cuidado de alguien que quisiera verlo feliz.

-Eres tan listo mi pequeño monstruo ¿Te gustaría conocer tu nuevo hogar? - le preguntó sin darle tiempo a responder cuando empezó a guiarlo escaleras arriba.

-No quiero... - respondió Kaeya, pero sabía que eso a Barbatos no le interesaba; la primera parada lejos de lo que el príncipe ya conocía del castillo, fue el comedor, más enorme que el de su padre adoptivo, con los cubiertos para invitados puestos, pero sin ningún alimento sobre la mesa.

-Te presento el comedor, no suele estar tan lleno como hoy - le dijo Venti sentándolo en una de las sillas, él también se sentó en la cabecera, mirando a Kaeya insinuante, disfrutando su belleza a solo unos centímetros de él.

-¿El aqua vitae también te quita el hambre? - preguntó el príncipe, Barbatos levantó una ceja sorprendido.

-¿Quién te habló de eso? - le preguntó deslizando la mano desde los nudillos de Kaeya hasta toda la extensión de su brazo, tocándolo con una suave caricia de lascivia.

-Rhinnedottir me lo contó hace mucho - respondió el muchacho apartándose un poco por lo incómodo que se sentía ser tocado por el rey, quien sin embargo insistió en seguir subiendo la mano hasta tocarle un pectoral, rozandolo por encima de la camisa hasta que el príncipe se cubrió, encogido y asustado.

-Bueno, da igual que lo sepas... de todos modos, eso no me quita el hambre, de hecho, estoy muy hambriento en estos momentos... - murmuró Venti insistiendo en tocar el pecho del joven, que se movía en la silla para apartarlo.

-Entonces que traigan la comida... - sugirió Kaeya intentando cambiar el tema, Barbatos sonrió con perversión, llevando su mano a los muslos del príncipe para sentir su forma tan atrayente como el resto de su cuerpo.

-Hoy planeo comer algo diferente... tú también vas a comer algo especial... - susurraba Venti con un tono de voz insinuante, tocando a su antojo las piernas de Kaeya - te encantará su sabor... y su textura...

-No gracias, no tengo hambre - respondió el muchacho poniéndose de pie para escapar, pero Barbatos se levantó y le tomó la muñeca apretando mucho para que el príncipe sintiera dolor al resistirse - dejame... quiero ir al baño - se excusó Kaeya atemorizado, pero el monarca sonrió disfrutando verlo tan indefenso.

-Te enseñaré dónde está el baño - dijo Venti tirando del brazo al príncipe, quien trataba de resistirse, pero terminaba siendo arrastrado por él.

-No es necesario, lo encontraré solo... - respondió Kaeya mirando hacia los lados, vio a unas sirvientas ancianas y las miró suplicando ayuda, pero estas con frivolidad lo ignoraron, como si no existiera.

-Mira allá adentro Kaeya - dijo Barbatos apuntando un cuarto con una gran cama que tenia cortinas, habita también un armario dos veces más grande que el que tenía en la mansión Ragnvindr, decoración ostentosa, y un ventanal con la particularidad de tener barrotes de hierro que le impedirían asomarse por la ventana - esa es tu habitación ¿Te gusta?

-Es... grande, pero... - murmuró el príncipe, fijándose en los barrotes en las ventanas que lo estaban haciendo sentir inquieto.

-La cama es muy cómoda, aunque no creo que la uses muy seguido - comentó Venti para luego arrastrarlo hacia otra habitación igual de grande y más lujosa - esa es mi cama, la usaremos muy seguido.

-No me gusta... - pronunció el chico fingiendo seguridad, a pesar de que en el fondo quería llorar y gritar por ayuda.

-Ven sigueme, más allá está el cuarto de baño.

Pasando a llevar todo intento del príncipe por quedarse quieto y no avanzar, Barbatos continuó tirando de su brazo, Kaeya incluso llegó a darle golpes en la mano para no ir con él, pero estando en ese lugar, la mismísima boca del lobo donde todos eran cómplices del rey, él ya no tenía oportunidad de salir corriendo; pero incluso sabiendo esto, el príncipe seguía asustado, negándose a hacer lo que Venti quisiera, rogando ser salvado por cualquier fuerza del destino que pudiera darle una mano. Pero Crepus estaba muerto, Elzer, Connor, Ernest, Adelinde, todos estaban lejos pensando que él estaría con Seamus, Lisa ya no estaba en Mondstadt, Jean no vendría a contradecir a su rey, y Diluc... él seguro reiría por verlo así, a punto de ser castigado por el crimen de causar la muerte del padre de ambos.

Y aunque sabía que él era el culpable de que su amado padre ya no estuviera, su corazón gritaba por la ayuda de su hermanastro, el nombre de Diluc se repetía en su mente, lo llamaba con desesperación, también llamaba a Crepus, y llamaba al Gran Maestro Varka ¿Qué tanto iba a tardar en ganar la guerra para sacarlo de allí? Seguro que demoraría más de lo que lo haría el rey en ponerle sus sucias garras encima, y eso lo hacía querer gritar y chillar pidiendo clemencia.

Entonces Venti giró el pomo de una de las puertas, Kaeya se rehusó a entrar, mirando hacia atras como esperando que alguien, quien fuera, llegase para sacarlo de allí; para evitar mas contratiempos el rey se colocó a espaldas del principe y lo empujó hacia el interior de ese lugar, era una habitación amplia llena de vapor, con baldosas de piedrecillas y paredes de un material de color beige, había una gran ventana en forma de arco que en ese momento estaba cerrada y no permitía ver el exterior. Pero lo que más llamó la atención del príncipe para mal, fue ver a Morax el Rex Lapis relajado dentro de la enorme bañera del suelo, de la cual salía el vapor; de pronto, cuando Zhongli se dio cuenta de que estaban allí, se levantó sin cubrirse los genitales, Kaeya se tapó los ojos avergonzado y asustado, era asqueroso ver a ese tipo desnudo, él no quería verlo así, aquello solo lo había hecho entrar en pánico.

-¿De verdad lo trajiste? - comentó Morax, Barbatos sonrió entusiasmado y tomó firmemente los hombros del príncipe para mantenerlo quieto mientras este temblaba, pensando una y otra vez en Diluc, en sus amigos, en Adelinde, en Crepus, en cualquier persona que alguna vez sintió cariño por él, pidiéndoles una ayuda que jamás vendría.

-Te dije que sería fácil ¿No estás feliz? Te lo traigo en bandeja de plata - dijo Venti lamiendo la mejilla del príncipe, quien sollozó cabizbajo - ¿Tu primero o yo?

-Me da igual - respondió Zhongli para luego salir del estanque sin cubrirse, acercándose peligrosamente a Kaeya con sus genitales al aire - ¿Tu que quieres primero?

-La boca, después cambiamos de lugar - sugirió Barbatos, Kaeya empezó a llorar y quiso voltearse para salir despavorido, pero Venti le apretó los hombros y lo mantuvo quieto - tranquilo Kaeya... es una experiencia que jamás olvidarás... - le susurró Venti al oído mientras usaba un pie para cerrar la puerta, la única vía de escape que tenía el príncipe.


Nota final: aqui se acaba el pasado de Kaeya, el proximo capitulo lo mostrará a el de adulto, viviendo con Barbatos. Tambien se introducirá al resto de los personajes que serán importantes para la trama. 

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