3. Pilar (Primera Parte)


Nota: A medida que avanzaba el capitulo pasó lo que casi siempre me pasa "¿Continuar hasta escribir todo el cap del tirón? ¿O partirlo en partes para no hacer mas dura la espera? Opto por partirlo en partes, de todos modos es una cantidad de palabras que suple el tiempo de actualización. 

Disfrutenlo, porque aqui se empieza a formar la tormenta. 

7 años habían pasado desde el primer ataque con explosivos a Mondstadt, como había temido el rey, la nación de Snezhnaya se hizo con un yacimiento de pólvora y ayudados de alquimistas e ingenieros crearon sus propias bombas en una carrera armamentística contra Liyue y su aliado. Mondstadt no fabricaba ese tipo de armamento, pero seguía prestando sus fuerzas a Liyue, para Barbatos las batallas eran cada vez más peligrosas y la mayor parte del tiempo se ocultaba en trincheras y refugios para escapar de la muerte, dejándose ver sólo cuando tenían la victoria asegurada.

Venti llevaba casi tres años fuera de su reino, ocupado con los ejércitos y dandole paz a Kaeya, o así habría sido si todo el viñedo del amanecer perteneciente a los Ragnvindr no hubiese tenido que evacuar de emergencia al igual que los ciudadanos de Mondstadt, cuando una caballería advirtió que la flota de Snezhnaya había logrado colarse en la desembocadura del Lago de Sidra, y que se estaban acercando para atacar la capital.

La gente tenía instrucciones de refugiarse en Espinadragon, una cordillera nevada al sur de Mondstadt, cuyas gélidas cavernas y su posición elevada servirían para ocultar a la población desvalida y darle ventaja de altura a los soldados designados para cuidarlos.

Diluc con sus 16 años cumplidos custodiaba a su familia y amigos de la mansión caminando por la parte trasera del grupo, acompañado de los caballeros que vigilaban a Kaeya sin un atisbo de menosprecio hacia ellos, y ascendiendo en conjunto la montaña en medio de una ventisca; Crepus iba en medio del grupo caminando y llevando las riendas de un caballo negro que transportaba a su hijo menor. Kaeya miró atrás sentado a lomos del corcel, agarrando la capucha de su capa para que no dejara escapar su largo cabello lacio; con desconfianza miraba a su hermanastro convivir con los caballeros de Favonius, y este de vez en cuando le devolvía esa mirada con seriedad, pero observandolo con detención, mientras imaginaba situaciones de heroísmo donde debía proteger al príncipe del peligro.

Al llegar a la cima vieron claramente el refugio de los ciudadanos de Mondstadt, quienes tenían centinelas para avisarles si se avecinaban enemigos o aliados; los habitantes del viñedo apresuraron el paso para unirse a los demás, allí podrían compartir provisiones y el calor de una fogata, que se veían forzados a apagar por las noches para no llamar la atención de los invasores. Kaeya bajó de su caballo y tomó sus riendas dándole una gentil caricia en el costado de su gran cabeza, el animal restregó la frente contra la mano del príncipe en señal de aprecio; Kaeya sonreía pacifico, la mayoría se quejaba del frio, pero el se sentía como en casa, tenía dos de las cosas que más le gustaban, un clima gélido y un adorable equino que acariciar, solo le faltaba la compañía de sus compañeros de clase más guapos para terminar de sentirse cómodo.

Había tanta nieve a su alrededor que no resistió el impulso de dejarse caer de espaldas sobre ella, sus ropas se levantaron ligeramente mostrando parte de la piel de su estómago, haciendo que sus custodios le miraran detenidamente, con 15 años ya empezaba a mostrar un atractivo sexual que complicaba a los adultos y hacía relamerse los labios a los caballeros más jovenes. Diluc tosió detras de ellos para interrupir su "vigilancia", y fue hacia Kaeya ordenandole que se levantara; el principe se quejó por lo aguafiestas que era su hermano, mas Diluc hizo caso omiso y le arregló las ropas alegando que pescaría un resfriado de esa forma, posteriormente miró desafiante a los soldados y se quitó su gran abrigo negro para ponerlo sobre los hombros de Kaeya y cubrirlo más de la mirada malintensionada de los demás.

Luego de abrigarlo Diluc tocó la espalda del príncipe y lo guió hacia el campamento del clan Ragnvindr, Crepus acariciaba las manos de Adelinde para darles calor, Kaeya se cruzó de brazos y resopló celoso cuando vio a su padre, mas no intervendría en esa ocasión porque él también tenía ganas de entrar en calor con otras personas abrazándolo y besando sus manos, por lo que quiso quitarse la chaqueta de Diluc y virar para ir en búsqueda de sus amigos de la academia. Diluc sin siquiera mirarlo hizo un rápido movimiento tomándole los hombros para darle la vuelta, el príncipe se molestó, pero a su hermano no le interesaban en lo más mínimo sus berrinches.

-Diluc, quiero ir a ver a mis amigos ¿Podrías soltarme? - le pidió educadamente, Diluc estaba serio, pero trataba de ocultar sus celos con indiferencia.

-Antes de ir a verlos deberíamos ayudar con el campamento - se excusó Diluc.

-Pero ya está completamente listo joven maestro Diluc, nosotros ya nos ocupamos - intervino Ernest, que estaba junto a Connor encendiendo una fogata, Diluc los miró como si quisiera decirles que metieron la pata.

-De todas formas el viaje fue cansador, deberias meterte a tu tienda para dormir.

-Llevo horas sentado en la montura, lo que menos quiero es quedarme quieto, necesito estirar mis piernas.

-Estiralas acá y no donde otros quieran hacer más que estirarlas - comentó Diluc en voz baja, Kaeya se ofendió por esa insinuación y se giró para increparlo.

-No te metas donde no te llaman.

-No te metas con cualquiera - replicó Diluc seriamente, Elzer y otros empleados tragaron saliva incómodos por el hilo de esa conversación.

-¿Tu que sabes? No haré nada malo, solo quiero ver a mis compañeros de clase.

-No me preocupa que hagas algo, me preocupa que ellos lo intenten.

-Nadie intentará nada, ahora déjame ir.

-No.

-Hazlo.

-Te quedas aquí.

-¡Papá, Diluc se quitó la ropa de abrigo! - exclamó Kaeya hacia Crepus que estaba unos metros más lejos que ellos.

-¡Diluc ponte la chaqueta, te resfriarás! - alzó la voz el señor Ragnvindr, Diluc le quitó el abrigo al príncipe y volvió a ponérselo.

-¡Iré a ver a unos amigos papá, volveré más tarde! - dijo Kaeya en retirada.

-¡Está bien amor, ve con cuidado y abrigate bien! - le pidió Crepus, Diluc se sorprendió para mal por esa respuesta de su padre y se acercó decidido a él para reprocharlo.

-¿Así de fácil? ¿No le dirás nada? - cuestionó Diluc, su padre estaba sentado junto a Adelinde, le había puesto una manta encima para abrigarla mejor y la abrazaba para hacerla entrar en calor.

-¿Por qué lo dices hijo?

-No creo que ande en buenos pasos.

-¿Qué te hace pensar eso? Creo que tus celos de hermano te hacen desconfiar de más - comentó el señor Ragnvindr, Diluc trago saliva cuando escuchó "celos de hermano", porque era incómodo tener que ocultar que no eran precisamente "de hermano".

-¿Has leído alguna vez las cartas que recibe en la academia?

-No, no me meto en su privacidad, es normal a su edad que tenga pretendientes y que le hagan ilusión esas cartas, me parece un gesto muy bonito enviarle cartas a una enamorada - comentó Crepus apretando suavemente las manos de Adelinde, quien apoyó la cabeza en su hombro sonriendo con dulzura.

-Yo las leí, y ya quisiéramos tu y yo que fueran inocentes poemas de amor - reveló Diluc, su padre cambió de actitud y se le quedó mirando preocupado.

-¿Qué tipo de cosas le escriben? - preguntó Adelinde curiosa, el señor Ragnvindr estaba mudo y expectante.

-Los de Bellas Artes son unos sosos, nunca había leído formas tan pretenciosas y complicadas de describir la piel de alguien o las partes de su cuerpo - dijo Diluc cruzado de brazos, como por arte de magia Crepus cambio de opinión y se levantó veloz como un rayo.

-Puede que sólo sea en función del poema, no entremos en pánico - sugirió Adelinde, pero el señor Ragnvindr seguía muy inquieto.

-También me costó entender la forma que tenían para describir cómo quieren tocarlo - agregó Diluc, entonces Crepus comenzó a caminar rápido rumbo a los demás campamentos.

-Tengo que ir a verlo - le escucharon decir antes de que cambiara su caminata acelerada por veloces pisadas para correr sobre la nieve, Diluc no tardó en unirse a él.

Kaeya por su parte se había alejado un poco hacia un hueco rocoso en la ladera de la montaña, acompañado por 4 compañeros de la academia, 3 chicos y una chica; sus amigos se movían a su alrededor, uno de ellos le tomó la mano caballerosamente para guiarlo a ese lugar, mientras los demás competían por verse más interesantes para él. Otros pretendientes del príncipe se quedaron atrás en los campamentos, viendo resignados a quienes tenían un carácter más seguro llevarse a Kaeya, para ellos la batalla ya estaba perdida, sin embargo el príncipe seguía sonriéndoles coqueto y agradable para no desencantarlos.

Ya dentro de ese lugar, los 4 amigos de Kaeya tomaron sus libretas y un carboncillo para bocetar, el príncipe se sentó en el piso rocoso, estaba relajado y mostrando una pose y expresión atrayentes, sus compañeros lo dibujaban detalladamente, aunque uno de ellos, el más osado, lo bocetaba como si no llevase ropa encima. La chica era quien estaba más cerca de Kaeya enseñando su proceso de vez en cuando, en una de esas ocasiones él apoyó la cabeza en su hombro y restregó la frente dulcemente, y ella le besó el cabello y tomó un largo mechón para sentirlo entre sus dedos y olerlo; el príncipe adoraba ser tratado como ellos lo hacían, y adoraba también sus miradas y poemas tan intensos y excitantes.

-¿Podrías enseñar tu hombro? - preguntó uno de ellos, Kaeya rió suavemente con un tono seductor que entusiasmaba a sus acompañantes.

-¿No crees que hace demasiado frío? - pronunció el príncipe sarcástico y con algo de malicia que jugaba con los corazones de sus amigos, le gustaba hacer eso.

-Solo será un momento, lo prometemos ¿Verdad?

-Sí, solo serían dos minutos nada más, por favor Kaeya...

-Necesito un incentivo extra, puedo pescar un resfriado ¿No quieren que eso pase o si? - decía sonriendo, rápidamente sus acompañantes tocaron sus bolsillos en busca de algún regalo que darle.

-Mira Kaeya - dijo la chica enseñando un broche con un zafiro en forma de rombo rodeado por brillantes - mi madre me lo dio hace tiempo, no lo uso asi que, podrías quedartelo - propuso ella, el príncipe extendió la palma de su mano y observó detenidamente la joya, saber si le gustaba era indescifrable - son gemas autenticas.

-Combina con mis ojos ¿No creen? - preguntó acercando el zafiro a su ojo, los demás asintieron sonriendo embobados, la apariencia de Kaeya les gustaba en varios sentidos, el color de su mirada era uno de ellos; entonces el príncipe se enganchó el broche en el abrigo y descubrió su hombro y parte del pecho de manera muy insinuante, haciendo que sus amigos se quedaran mirando fijamente lo poco que se veia de su pezón - pueden empezar.

-Kaeya... - suspiró uno de ellos mientras dibujaba, en el dibujo hacía mucho énfasis en el pecho del príncipe; aquel que había dibujado a Kaeya sin ropa rápidamente escondió la hoja para dibujar lo que veía y no lo que imaginaba.

-Así va el mío ¿Qué te parece? - preguntó uno de los chicos enseñando su boceto en el que la mano del príncipe estaba posaba sobre su pecho, como desvistiendose.

-Mi mano no está en ese lugar, pero me gusta que sepan dibujar desde la imaginación - comentó Kaeya, quien lo había dibujado sin nada se rió en voz baja con nerviosismo.

-Sería gracioso dibujarte desnudo - comentó precisamente quien ya lo había hecho, el príncipe cambió su postura, tocando su brazo un poco inseguro e indeciso.

-Eso es pasar a otro nivel, los modelos profesionales cobran mucho por ello - dijo Kaeya, los demás se miraron como poniéndose de acuerdo en juntar una suma de dinero entre todos para verlo como querían verlo; sin embargo en el fondo el principe habia comentado aquello porque no le parecía tan buena idea hacer eso.

-Si nos dices un precio ¿Podríamos dibujarte ahora de esa forma? - preguntó la chica justo después de morder su labio inferior tan nerviosa como Kaeya, quien siguió debatiéndose si debía hacer algo así.

-Tendría que averiguar cuanto se cobra habitualmente... - murmuró el príncipe, entonces sus amigos se acercaron a él para presionarlo un poco.

-¿Y si lo hacemos hoy y te pagamos cuando te decidas por un precio? - preguntó uno de ellos, Kaeya apartó la mirada y encontró la de su amiga, quien se agachó a su lado para mirarlo muy de cerca, casi rozando sus labios en la mejilla del príncipe.

-Por favor Kaeya - le pidió ella abrazando el cuello del príncipe, y acercando su pecho al cuerpo del mismo - pagaremos lo que quieras - susurró la chica cerca de su oído, el príncipe tembló, la pupila de su ojo se dilató al escuchar la voz armoniosa y sensual de esa bella dama, los hombres tenían lo suyo, pero las mujeres también lo volvían loco.

-¿Puedo agregar algo más a ese precio? - preguntó Kaeya mirándola a los ojos, su amiga sonrió apegando más sus atributos al príncipe.

-Todo lo que desees... - respondió ella mientras los demás también se arrodillaban rodeando a Kaeya.

-Quiero un beso - le dijo el príncipe decidido y entusiasmado, su amiga rápidamente acercó los labios para besarlo, él miró al cielo sintiendo que flotaba en las nubes, mientras los demás colocaban sus manos en sus piernas y cintura, subiendo un poco su ropa de abrigo para descubrirle el abdomen.

-¿Quieres un beso nuestro también? - preguntó uno de sus amigos, Kaeya se separó un poco de la chica y miró hacia el lado, algo confundido y nervioso.

-¿Uno para cada uno? Tal vez sería demasiado... - murmuró mientras los chicos, e incluso su amiga, deslizaban sus manos por las partes de su cuerpo sin llegar a los genitales ni a los pectorales.

-Por favor, no seas injusto, nosotros también queremos un beso - insistió uno de ellos, la muchacha subía sus manos por la espalda del príncipe debajo de la ropa, el resto le acariciaban los muslos, las clavículas y el cuello.

-Por favor...

-Por favor - dijo el último de los chicos mientras la mujer del grupo mordía suavemente el cuello de Kaeya, él la miró de reojo, y también miró las manos de sus amigos metiéndose por debajo de su ropa, el príncipe tenía las piernas abiertas y una expresión ardiente e indecisa al mismo tiempo.

-Si solo es un beso... - comentó Kaeya, inmediatamente después los chicos se turnaron para tomarle el rostro y besarle la boca metiendo la lengua, el príncipe estaba algo mareado pasando de boca en boca, la chica también tomó su turno adentrando sus suaves manos por el pecho de Kaeya.

-Kaeya... eres tan ardiente... - dijo uno de ellos para luego besarlo desesperadamente, el príncipe alzó la vista al cielo sintiendo esas manos meterse más allá de sus límites.

-Si te pusiéramos desnudo sobre la nieve, la derretirías con tu calor - comentó otro, Kaeya se sentía apretado entre sus 4 amigos, dócil y confuso, pero a la vez riendo con nerviosismo por esa experiencia que estaba empezando disfrutar.

-Cuatro al mismo tiempo... Esto es tan peligroso - pronunció el príncipe mientras era tocado y besado en sus hombros y cuello, él reía y temblaba intentando hacer algo también, pero en su posición era mejor no moverse mucho - estoy algo nervioso...

-No te preocupes, te ayudaremos a que esos nervios se vayan - le respondió uno de ellos, Kaeya cerró los ojos y se dejó llevar recibiendo besos y toqueteos que se metían por debajo de su ropa, era tan riesgoso que su corazón saltaba como loco, pero tampoco se sentía capaz de negarse a ellos.

-¡¡Kaeya!! - gritó Crepus apareciendo en la ladera, de un salto los amigos del príncipe se separaron de él mientras su padre aparecía junto a Diluc.

-¡Papá! - exclamó Kaeya asustado por esa repentina intervención, Diluc miró a sus amigos con una intimidante y furibunda expresión, y ellos retrocedieron como si vieran pasar sus vidas delante de sus ojos.

-¡Vuelve a tu cuarto! - le ordenó el señor Ragnvindr mientras Diluc le tendía la mano al príncipe para levantarlo, nunca antes lo habían visto tan enojado con Kaeya.

-Pero ahora dormimos en tiendas... - comentó el príncipe, mas su padre no disminuía su furia.

-¡¡Ve a tu tienda!! - le gritó, Kaeya quería llorar, Diluc no le dio tiempo para hacerlo frente a Crepus cuando lo levantó y se lo echó al hombro para sacarlo de allí, mientras tanto los compañeros de Kaeya se arrinconaban y abrazaban mutuamente, a punto de recibir un gran sermón del señor Ragnvindr, o tal vez una amenaza.

Ladera abajo Diluc llevaba al príncipe sobre su hombro, este no dejaba de patalear y gritarle que lo bajara porque tenía que impedir que su padre le hiciera algo a sus amigos, Diluc no estaba preocupando por eso, Crepus nunca se atrevería a golpear a ningún adolescente, aunque sí que daba mucho miedo cuando regañaba a las personas. Pasaron delante de los campamentos de Mondstadt, la gente se les quedó viendo, era algo cómico ver como Kaeya pateaba a Diluc y este ni se inmutaba mientras se lo llevaba al campamento de los Ragnvindr, de vez en cuando ojeando los glúteos del príncipe, aprovechando que este no se daría cuenta de ello; al llegar con los suyos echó a Kaeya de espaldas sobre la nieve.

-¿Qué pasó? - preguntó Elzer, el príncipe rezongaba extremadamente irritado.

-Lo salvamos - respondió Diluc.

-¡¿Salvarme de qué?! ¡No estaba pasando nada! - replicó Kaeya, Diluc se cruzó de brazos mirándolo con reproche.

-Kaeya no mientas, vimos lo que estabas haciendo.

-¡No te metas! - exclamó el príncipe poniéndose de pie, Elzer levantó las manos y las movió un poco como pidiendo que se apaciguaran.

-Tengo que meterme, lo que estabas haciendo no está bien.

-¿Por qué no lo está? Ellos son mis amigos, no iban a hacerme nada malo.

-Esa clase de cosas se hacen en pareja - dijo Diluc, Elzer y Adelinde se quedaron intrigados.

-¿Qué clase de cosas? - preguntó Adelinde.

-El principito aquí presente - dijo Diluc antes de que Kaeya le pusiese la palma de su mano en la boca.

-No lo digas idiota - le pidió el principe, Diluc parecía muy enojado con él.

-No estarías tan avergonzado si no supieras qué está mal - respondió Diluc, Kaeya se había ruborizado y tenía lágrimas en los ojos.

-No tiene porque saberlo todo el mundo - comentó el príncipe, Elzer y Adelinde estaban atentos a esa discusión.

-Y tu no tienes que actuar como una puta por la atención de tus compañeros, ya venía siendo tiempo de que mi padre lo supiera - pronunció Diluc con rencor, Kaeya se sentía muy mal cuando Diluc le decía esas cosas, y cuando se refería a Crepus como "mi padre" y no "nuestro padre".

-Maestro Diluc, no le hable así - lo regañó Elzer con autoridad, Diluc agachó la mirada considerando que quizá se había pasado esa vez.

-De todos modos, mi padre se encargará de ponerte en tu lugar, no puedes seguir jugando con tus compañeros de esa forma, los arriesgas a ellos y a ti mismo - le explicó Diluc, Kaeya derramó lágrimas mirando hacia otro lado, entendiendo que su hermanastro se refería a lo peligroso que era para los demás involucrarse más allá con él, gracias al rey.

-¿Por qué tiene que ser así? Es tan injusto... - murmuró el príncipe llorando, Elzer lo abrazó para darle consuelo.

-No creo que tenga nada de malo que Kaeya quiera experimentar un primer amor, es normal a su edad, no hay nada que lo impida, y si lo hay tendrían que pasar por sobre mi cadáver - le juró Elzer subiéndole un poco el ánimo.

-"Un primer amor" no es lo mismo a que te cojan en grupo - comentó Diluc con molestia, en ese momento Kaeya se separó de Elzer queriendo darle manotazos a Diluc, pero este era más fuerte y le bastó con poner la palma de su mano en la frente del príncipe para detener su avance.

-¡Te odio! - exclamó Kaeya moviendo las manos mientras Diluc lo mantenía quieto, en ese momento llegó Crepus al campamento caminando rápido y firme.

-¡¿No te dije que te metieras a tu tienda?! - alzó la voz Crepus, los demás dieron un paso atrás para dejarle pasar.

-¡Ya voy!

-Ve adentro - le ordenó nuevamente el señor Ragnvindr abriendo la tienda para que su hijo ingresara, Diluc sonreía orgulloso, hasta que Elzer y Adelinde lo miraron con reproche.

-¿Qué? - preguntó sintiéndose juzgado, los dos empleados estaban muy serios con él, mientras tanto Crepus se encerraba con Kaeya dentro de la tienda, el príncipe se sentó y se cruzó de brazos, evitando ver a los ojos a su padre.

-Kaeya ¿Tienes idea de lo que estuvo a punto de pasar? - cuestionó Crepus arrodillado delante de él, pero seguía viéndose más alto que su hijo.

-No hice nada malo, yo solo... - dijo Kaeya balbuceando al final, no sabía explicar esa situación - no estaba pasando nada...

-Te vi, Kaeya, sé lo que estabas haciendo - reafirmó su padre, el príncipe estaba rojo de la vergüenza.

-Yo no...- murmuró con lágrimas en los ojos, en esa ocasión no le sirvió llorar, pues el señor Ragnvindr estaba muy enojado como para volverse blando con él.

-Te tenían rodeado ¿Tu accediste a eso? - cuestionó Crepus, Kaeya estaba confundido, él sabía que lo que estaban por hacer no era correcto en esa situación, y no estaba seguro de si quería negarse o si realmente quería que ocurriera.

-Yo no lo sé... - pronunció sin entenderse a sí mismo, el señor Ragnvindr quiso mirarlo a los ojos pero su hijo desviaba la mirada tratando de evadirlo.

-Kaeya ¿Tu querías? - le preguntó, el príncipe se quejó llorando.

-No sé...

-¿Dejaste que te tocaran porque se los pediste? - preguntó Crepus tratando de controlar su molestia, aun asi Kaeya se sentía juzgado y acorralado.

-No se los pedí - reconoció él, su padre tomó aire para proseguir.

-¿Te presionaron de algún modo? - le preguntó, y una vez más el príncipe no estaba seguro, porque si sintió que lo presionaron, pero también se sintió complacido en ese momento.

-¿Por qué me haces estas preguntas? Esto es incómodo...

-Solo quiero saber si esto paso por tu voluntad o si te viste forzado a aceptar - le explicó su padre, Kaeya seguía de brazos cruzados, orgulloso y enojado.

-¿Me castigarías si hubiese sido por mi voluntad?

-No se trata de eso hijo, quiero saber si corrías peligro.

-Bueno... ellos me pidieron que los besara, al principio yo no quería, pero...

-¿Pero?

-Me lo pidieron otra vez y... - pronunció el príncipe disminuyendo el volumen de su voz - ¿Qué importa? Ya pasó, ahora dudo que quieran hablarme porque los asustaste.

-Suena a que cediste por presión.

-Ellos no son malos... - comentó Kaeya, entonces Crepus tomó sus hombros para decirle algo muy seriamente.

-Sé que confías en ellos, pero si tu no estabas seguro y ellos insistieron, entonces no te convienen ese tipo de amistades - dijo el señor Ragnvindr, el príncipe no estaba seguro de que fuera para tanto.

-No hicieron eso con intención, yo no les dije que pararan - trató de explicarle Kaeya aun con el temor de ser castigado por "provocar" lo que pasó.

-Incluso así, si tu no estás seguro de hacer algo como eso, debes decirlo firmemente - sugirió Crepus tocando la mejilla de su bebé con cariño y preocupación - cuando eso ocurra, debes estar seguro de que quieres que ocurra.

-Entiendo...

-Por eso, no puedo permitir que sigas juntándote con ese grupo - finiquitó su padre, Kaeya se irguió desconcertado, eso le parecía una medida exagerada.

-Pero papá, ya te dije que ellos no lo hicieron contra mi voluntad, yo no dije que no, así que solo fue una confusión...

-Tampoco dijiste que si, y solo eso me basta para saber que no son buenas juntas - insistió el señor Ragnvindr, Kaeya rezongó frustrado.

-Papá, no es para tanto, de verdad.

-Si que lo es, no puedo dejar que se propasen contigo, aún tienes mucho que aprender - le dijo acariciando suavemente su rostro, el príncipe estaba tenso.

-Está bien, mentí, yo les dije que lo hicieran - pronunció sin pensar en una mejor excusa para que no lo obligaran a separarse de sus amigos, Crepus le echó una mirada muy severa.

-No inventes excusas para protegerlos Kaeya.

-No quiero protegerlos - dijo él, pero su padre lo veía tan fijamente que él supo que no había forma de engañarlo - en serio, no lo digo por protegerlos...

-Ya es suficiente Kaeya, la decisión está tomada, no vuelvas a juntarte con esos 4 dentro o fuera de la escuela.

-¡Van a odiarme!

-Si te odian por eso, confirmarían que no son la mejor compañía.

-No lo entiendes papá, todo el mundo quiere juntarse con nosotros, si nos disolvemos no será lo mismo, si son 4 contra mi, yo estaré más abajo en la jerarquía - explicaba el príncipe con nerviosismo, pero el señor Ragnvindr no le tomaba la importancia que él le daba.

-No te quedan muchos años para graduarte, esas "jerarquías" no tendrán peso después, ahora lo importante es tu integridad.

-Si de verdad te importara mi integridad, el rey ya estaría muerto - dijo sin pensar, hablando desde el rencor, hasta que se dio cuenta de que decir eso pudo haber herido a su padre y agachó la mirada arrepentido.

-Hace años que Barbatos no se mete contigo, no voy a matarlo si no me da motivos, nunca voy a atacar a alguien sin uno - le respondió su padre enojado y dolido, luego se levantó para salir de la tienda - ya sabes lo que tienes que hacer.

Kaeya se quedó llorando dentro de su tienda hasta el anochecer, Diluc la rodeaba ansioso y preocupado, muchas veces había visto al príncipe llorar y sabía que cuando su llanto se escuchaba más fuerte no era buena idea acercarse, pues Kaeya se ponía más violento y le decía a gritos que se fuera; lo mejor era aparecer cuando el volumen de sus sollozos era bajo, Adelinde todavía no interiorizaba eso y en un momento de la tarde quiso meterse para consolarlo, mas el príncipe le echó gritando que no quería ver a nadie. Diluc se quedó sentado en la nieve hasta que oyó aquellos sollozos hacerse más débiles, por eso entró en silencio a la tienda de Kaeya y lo encontró de lado, gimoteando casi sin fuerzas con una tristeza que a Diluc le parecía exagerada tratándose de lo que había pasado.

-¿Estás bien? - preguntó Diluc acercándose, el príncipe escondió el rostro para que no le viera llorar.

-Por favor déjame solo... - le pidió Kaeya, sin embargo Diluc se sentó a su lado y le acarició la cintura pasando a llevar su ropa, tenía tanto la intención de consolarlo como la de sentir su piel cálida y suave - no me toques...

-¿Necesitas un abrazo? - sugirió Diluc acariciándolo, el príncipe miró al cielo, realmente si quería un abrazo, pero también estaba furioso con su hermanastro.

-¿Tú le dijiste a papá que fuera a verme?

-Sí, lo hice - respondió sin un atisbo de arrepentimiento, Kaeya se encogió tomando sus rodillas y escondiendo más la cara.

-Te odio... - murmuró el príncipe volviendo a llorar, Diluc se acomodó de costado justo como él, apegándose para abrazarlo por la espalda.

-No es cierto - pronunció Diluc besando la nuca de Kaeya, este sollozó, ser abrazado por él le parecía un golpe bajo, porque de algún modo eso siempre cambiaba su ánimo, aunque quisiese seguir enojado.

-Si es cierto... - dijo orgulloso, entonces Diluc le besó el cuello y el príncipe por acto reflejo subió los hombros para esconderlo - no hagas eso por favor.

-Te amo, y tu me amas a mí - susurró Diluc cerca de su oído, Kaeya sintió escalofríos, a veces su "hermano" tenía actitudes extrañas que no le parecían correctas, y cada vez que le decía "te amo", se sentía muy raro.

-No lo des por sentado... - murmuró el príncipe, pero Diluc continuó besando su cabeza y acariciando su estómago mientras lo abrazaba, Kaeya estaba incómodo, pero a la vez feliz de recibir su amor.

-Todo lo que hice fue para cuidarte - le dijo Diluc, entonces Kaeya se volteó para mirarlo a los ojos.

-Mis amigos no iban a hacerme daño - replicó el príncipe, Diluc se veía serio, sin embargo no dejaba de tocar la piel descubierta de su hermanastro con un tacto suave y gentil.

-No estás preparado para lo que querían hacerte.

-Tal vez si lo estaba, tu no lo sabes - dijo Kaeya con su mirada más segura y rebelde, Diluc sonrió y le tomó la barbilla para besarle entre la mejilla y el labio - Diluc no...

-Te conozco mejor que nadie, y sé que tú dudabas en ese momento -afirmó Diluc, su hermanastro bajó la mirada inseguro y confundido.

-Bueno, creo que todos tendrían miedo en su primera vez - comentó, a Diluc le molestaba que siquiera considerase tener su primera vez con 4 personas a la vez, le parecía desvergonzado.

-Yo no lo tendría - pronunció Diluc mirándolo directamente a los ojos - no si es con la persona indicada.

-¿Importa? No todos son tan valientes como tú, además, la mejor forma de desaparecer el miedo es enfrentarlo - dijo sonriendo como un pícaro, por ello Diluc le agarró la cintura para hacerlo sentir contenido.

-Mi padre y yo debemos cuidarte de hacer cosas irresponsables - le dijo seriamente, Kaeya nuevamente se sintió incómodo cuando su hermanastro puso las manos en su piel descubierta.

-No pueden hacerlo de tiempo completo... - murmuró el príncipe, solo para que Diluc lo moviera hacia adelante para estar completamente pegados.

-Estoy dispuesto a renunciar a todo lo demás, con tal de protegerte - le juró Diluc, Kaeya se asustó por esa intensidad tan poco natural en un hermano, sin embargo luego sonrió ladino para jugar un poco con él.

-¿Renunciarías a la academia militar por mi?

-Sí, lo haría.

-¿Renunciarías a ser un caballero de Favonius?

-Sí.

-¿Renunciarías a tus pretendientes?

-¿Cuáles? - cuestionó Diluc, el príncipe rió, y él sonrió enamorado de su risa - no tengo ojos para nadie más.

-Entonces ¿Renunciarías al jugo de uva por mi?

-Sí.

-Bien... ¿Renunciarías a papá por mi? - finiquitó Kaeya sonriendo con malicia, la expresión de Diluc cambió, de repente estaba dudando de su juramento.

-Eso es algo más complicado...

-Pero tú dijiste... - susurró el príncipe fingiendo estar dolido solo para contrariar a su hermano.

-Yo no... - balbuceó Diluc mirando la hermosa expresión berrinchuda de Kaeya - solo en un caso muy específico...

-Hmm... qué terrible hijo eres - comentó para terminar de molestar a su hermanastro, quien se enserió con él, pero no lo suficiente para soltar su cuerpo.

-No juegues así - le pidió, el príncipe sonreía burlándose de él, a Diluc le seguía gustando a pesar de que en ocasiones podía ser hiriente con él o los demás.

-Es solo una broma - dijo Kaeya, luego de reírse un poco Diluc acarició su rostro, aguantando las ganas de besarle la boca - no me mires así...

-¿De qué forma? - cuestionó Diluc, el príncipe apartó la mirada un poco incómodo, Diluc seguía tocando su cintura haciéndolo sentir más extraño y asustado.

-Como lo estas haciendo...

-Así es mi cara - respondió Diluc sonriendo, Kaeya miró hacia abajo, a veces su hermanastro fingía no entender a qué se refería, y eso le molestaba; de pronto Diluc colocó una mano sobre el abdomen bajo del príncipe, y este se puso tenso.

-No me toques así por favor... - pidió Kaeya, pero al ver que su hermanastro no le hacía caso, cambió de posición mirando hacia arriba para darle a entender que no quería ese contacto.

-¿De qué forma? - preguntó Diluc haciéndose el desentendido mientras volvía a poner la mano en el abdomen descubierto del príncipe, quien detuvo su mano rápidamente.

-No me toques ahí, es raro - volvió a pedir el príncipe, pero Diluc podía seguir moviendo su mano hacia abajo del ombligo con cuidado de no tocar la zona genital - Diluc por favor...

-Es solo una caricia en tu abdomen, ni más abajo, ni más arriba - se excusó Diluc, Kaeya cerró los ojos, temblando incómodo y con ganas de explotar.

-Si sigues llamaré a papá - lo amenazó, Diluc detuvo sus caricias un momento, y luego llevó una mano al rostro del príncipe para tocar suavemente su mejilla.

-Lo siento, me gusta acariciarte, pero si quieres que pare... - murmuró Diluc entristecido, Kaeya se sentía inseguro cuando Diluc lo acariciaba de ciertas formas, pero no podía enojarse mucho con él cuando ponía esa cara de perrito regañado.

-Puedes abrazarme si quieres - sugirió el príncipe volviendo a ponerse de costado, su hermanastro rápidamente lo abrazó tan apretado que sus cuerpos se rozaban - Diluc, con cuidado...

-Kaeya... no sabes cuanto te quiero... - susurró Diluc, el principe sonrió y lo abrazó también, lo hacía tan feliz sentirse amado por su hermanastro, a veces dudaba de su aprecio cuando le veía tan cerca de los caballeros de Favonius, pero en momentos así, se sentía muy feliz de que sus inseguridades fuesen calladas por sus gestos cariñosos.

-Te quiero Diluc... - le dijo Kaeya acomodándose para dormir en sus brazos - tengo sueño...

-Yo también ¿Puedo dormir contigo hoy? - le preguntó, el príncipe dudó antes de responderle, decidiendo entregar su confianza.

-Esta bien.

Diluc y Kaeya se quedaron dormidos después de unos minutos de silencio, Crepus entró a verlos un momento, le pareció una imagen preciosa ver a sus dos hijos durmiendo abrazados, le enorgullecía que Diluc fuera capaz de calmar el temperamento explosivo de Kaeya cuando estaba triste; después de abrigarlos un poco, el señor Ragnvindr se retiró para volver con sus amigos del viñedo para beber vino caliente que los ayudase a resistir el frío. Tras un par de horas Diluc despertó, su padre y los demás ya estaban dentro de las tiendas, eso significaba que nadie vendría a molestarlo ni a él ni a Kaeya; luego de pensarlo, comprobó si el príncipe seguía durmiendo al picar su mejilla con un dedo, este no se inmutó, entonces hizo la prueba de mover la mano cerca de su globo ocular para ver si había movimiento, y tampoco hubo señales de que despertara.

Diluc respiró profundamente y tomó valor para hacer algo que a veces hacía luego de la media noche, cuando todos en la mansión dormían y él podía levantarse para entrar al cuarto de Kaeya; con mucho cuidado le desabotonó la ropa de abrigo y la camisa, solo los botones de arriba para no quitarle todo por completo, pues lo que le interesaba ver eran sus pechos desnudos, con la piel erizada por el frío de Espinadragon. Súbitamente se detuvo cuando el príncipe tembló de frío, expectante de si despertaría o continuaría con su sueño profundo; en cuanto se convenció de que seguiría durmiendo, Diluc colocó una mano sobre el esternón de Kaeya, y otra cerca de sus propios pantalones para meterla por debajo, listo para continuar con su peligrosa rutina nocturna.

Cuando los primeros rayos del alba aparecieron entre las montañas de Espinadragon, el príncipe despertó poco a poco, su ropa estaba perfectamente abotonada y no había vestigios de nada de lo que había hecho Diluc horas atrás; Kaeya le sonrió al verlo dormir profundamente, no sospechaba nada de él, por eso en ese instante le pareció adorable. Sin hacer ruido el príncipe se levantó, quería explorar un poco mientras no había nadie para vigilarlo, ya que hasta los caballeros que lo custodiaban todo el tiempo sucumbieron por el frío y el cansancio; lo primero que hizo fue acariciar a su caballo y darle de comer, convencido de que hacer eso le ayudaría a resistir mejor hasta que la invasión terminara y pudieran volver a casa.

Después de cepillar el pelo de su corcel, el principe caminó sobre la nieve, se veía de color azul, pues el cielo todavía no acababa de iluminarse, Kaeya pensó que si subía hacia el pico de la montaña de los centinelas podría ver por completo el amanecer, asi que se dispuso a ascender. Mientras transitaba vio una liebre blanca escapar, no se había dado cuenta de que estaba allí, le pareció bastante curioso; no obstante también le parecía extraño tanto silencio, incluso desde arriba, le causaba incertidumbre, por eso decidió no hacer ruido para estar prevenido ante cualquier situación.

Al llegar a la primera torre de vigilancia, quiso llamar a la puerta, mas su instinto le dijo que no lo hiciera, que continuara callado y pisando suavemente la nieve; no parecía haber movimiento adentro, por eso se quedó quieto y tomó aire, armándose de valor para asomarse por la ventanilla; todo parecía vacío, pero su ojo se enfocó en una mancha de sangre sobre el piso, formada por el arrastre de un cuerpo escondido en alguna parte. Kaeya dio un paso atrás, su primera idea fue bajar corriendo y alertar a todo el mundo, sin embargo para comprobar que tan cerca estaban los soldados de Snezhnaya, decidió trepar hasta la cima de esa torre para tener una visión panorámica; subió entonces las escaleras que estaban por fuera de la torre haciendo el mínimo de ruido posible, y asomó ligeramente la vista hacia los pies de esa montaña, podía ver a lo lejos a un batallón que ascendía sin hacer ruido, y entonces supo que debía correr a alertar a su padre y a todos los refugiados de Mondstadt.

Ya no le importó bajar sin hacer ruido, la situación era urgente, sin embargo apenas puso un pie afuera alguien lo echó a piso agarrandole la boca, lo estrelló tan fuerte contra el suelo que Kaeya entró en shock, sin poder mover las extremidades para zafarse; la persona que lo tenía reducido no era mucho mayor que Diluc, un adolescente alto, de tez pálida y cabello cobrizo, estaba sucio por manchas de sangre repartidas en todo su cuerpo producto de la masacre silenciosa que había causado, y sus ojos azules carecían totalmente de brillo. No hacía expresión alguna, solo observaba con su mirada sombría al príncipe, que temblaba y lloraba aterrorizado, en el fondo solo estaba tomándose su tiempo para escoger como matarlo; ese joven retiró su ensangrentado cuchillo y lo acercó a la vejiga de Kaeya, con la intención de asesinarlo abriendole el estómago para que sus intestinos se desperdigaran mientras le dejaba morir desangrado.

No obstante el soldado de Snezhnaya se detuvo al notar algo en el rostro del príncipe que le llamó la atencion, y bruscamente retiró un papel de su bolsillo, una especie de instructivo que los comandantes habían dado a cada uno de los militares como él, donde se describia a un joven de unos 15 o 14 años, de piel morena, cabello azulado, y un solo ojo de color azul violaceo. Entonces guardó con igual brusquedad el papel, y arrastró al príncipe por el terreno sin soltarle la boca, hasta meterlo al interior de la torre. Kaeya retrocedió de espaldas, llorando asustado delante de ese joven, quien de mala gana le dijo que no iba a matarlo; el príncipe no le creyó, no podía hacerlo si desde su posición ya podía ver los cuerpos destrozados de los centinelas que ese chico de Snezhnaya trató de ocultar; de todas formas el soldado lo ignoró y le pidió que no hiciera ruido mientras miraba por la ventana a sus compañeros acercándose un poco más a la cima para emboscar el campamento de Mondstadt.

Kaeya miró de reojo, había una cornamusa que los centinelas debían usar para advertir a los ciudadanos del peligro, en ese momento se asumía perdido, por lo que nada le impedía hacer una última buena acción por las personas que le importaban; el joven de Snezhnaya volteó en seco al oír el estrepitoso ruido del instrumento, soplado por el príncipe con todo su aliento. Ese chico corrió hacia Kaeya llamándole estupido, pero este rodó hacia el lado para levantarse y salir rápidamente por la ventana con la cornamusa todavía pegada a su boca; el príncipe siguió soplando ese instrumento mientras corría colina abajo, su padre y otras personas del refugio salieron a ver que pasaba, y a lo lejos distinguieron al príncipe corriendo con un grupo de soldados enemigos apareciendo por el pico de la montaña a unos 10 metros de él.

El pánico se apoderó de los ciudadanos, que tomaron lo que tenían a la mano y echaron a correr, todos excepto los del viñedo del amanecer, que horrorizados quisieron ir a ayudar a Kaeya a salir con vida de esa invasión; un soldado adulto quiso apuntar con una flecha hacia la nuca de Kaeya, pero los gritos del más joven encargado de deshacerse de los centinelas lo detuvieron, pues este no dejaba de gritar "es el príncipe". Kaeya trató de seguir corriendo, pero el mismo chico pelirrojo le agarró de los cabellos y lo arrastró en dirección contraria mientras los demás militares de Snezhnaya se dispersaban para atacar a los refugiados de Mondstadt en su huida; los habitantes del viñedo y muchos otros hombres y mujeres de la ciudad, entre ellos Jean, se quedaron firmes a la espera del enemigo, tenían sus propias armas así que estaban dispuestos a plantarles cara, el plan del enemigo habría resultado si hubiesen logrado atacarlos a traición, pero al haber sido alertados por el príncipe, salir con vida no sonaba tan imposible.

Crepus, Diluc, Elzer y Ernest, por el contrario de los demás, decidieron rodear la montaña, pues habían visto que alguien se estaba llevando a Kaeya mientras este gritaba llamando a su padre, y la manera más rápida en esos momentos de llegar a él era evitar el conflicto para descender y atrapar al secuestrador por el frente. El soldado pelirrojo arrastraba al príncipe montaña abajo, jalandole el cabello sin compasión, Kaeya no dejaba de llamar al señor Ragnvindr con desgarradores gritos de miedo y dolor, no era la idea de ese joven hacerle daño al heredero de Khaenri'ah, pero luego de lo que hizo no tenía otra forma de descargar su ira más que forzarlo a seguirle el paso de esa forma.

Para Crepus y su grupo fue sencillo saber hacia donde se dirigían, pues el príncipe se rehusaba a quedarse callado, y cada vez que el joven de Snezhnaya trataba de cubrirle la boca, Kaeya le mordía la mano para gritar a todo pulmón la palabra "papá". Casi a los pies de la montaña el pelirrojo se cansó de que el príncipe opusiera tanta resistencia, y tirandolo del cabello lo estrelló contra la pared rocosa para aturdirlo un poco, Kaeya se sintió adolorido y desorientado, luego se vio sobre el hombro de ese chico que comenzó a correr en dirección a Mondstadt, donde posiblemente se encontraba un batallón más grande al cual encargarles al príncipe Alberich; sin embargo lo que se encontró fue una caballería de Mondstadt viniendo hacia él por el oeste, y un grupo de 4 personas bajando por la montaña.

La única salida de ese muchacho era bajar a Kaeya de su hombro y arrinconarse mientras lo sujetaba con un brazo, usando su mano libre para ponerle su cuchillo cerca del cuello; el príncipe veía borroso, pero identificó en medio de su confusión las cabelleras rojas de Diluc y su padre, sin notar que ese soldado de Snezhnaya amenazaba a los presentes con degollarlo si se acercaban. El señor Ragnvindr estaba histérico por el miedo de perder a Kaeya, y no dudó en tirar su espada al piso y rogar de rodillas que no le hicieran daño, Diluc en cambio empuñaba su mandoble con decisión, iracundo por ver el estado del príncipe, débil y con sangre recorriendole la frente.

El joven de Snezhnaya clavó la punta de su arma sobre la clavícula de Kaeya haciéndolo sangrar un poco, para demostrar que estaba dispuesto a todo por salir de esa, el príncipe lloró mirando a su padre, sentía que ese chico estaba retrocediendo y por ende lo arrastraba con él, hasta que se escabulló en una grieta de la montaña para cambiar de sitio y evitar la confrontación con la caballería de Mondstadt. Diluc los siguió enseñando los dientes con furia, su padre en cambio rodeó la montaña para tratar de alcanzarlos desde otro ángulo; el soldado parecía burlarse de Diluc acercando los labios al cuello de Kaeya, interpretando la rabia de Diluc como la de un novio protector.

Llegaron entonces a un claro nevado entre las montañas, Diluc corría para seguirles el paso, el soldado no dejaba de amenazarlo con cortarle la garganta al príncipe, pero eso en vez de hacer desistir a Diluc, solo lo enfurecía más; esa perseverancia irracional de Diluc hizo que el joven de Snezhnaya decidiera lanzar al suelo a Kaeya para desenfundar sus dos espadas y girarse, atacando a Diluc mientras este movía su mandoble con fuerza y la misma fiereza que ese tipo. El príncipe temió por la vida de su hermanastro, tal vez no sabía manejar armas, pero era cuestion de sentido común saber que un mandoble pesaba más que dos sables, y que Diluc tarde o temprano se cansaría y podría ser herido o asesinado por alguna de esas espadas; por esa razón Kaeya palpó la nieve con desesperación, en busca de unas piedras que poder usar para darle una mano en la medida de lo posible.

En cuanto se hizo con 5 piedras, el príncipe se levantó tambaleante y corrió hacia la pelea, pues desde una distancia más corta sus piedras harían más daño; la primera falló, la segunda le dio de lleno en la frente al soldado, quien casi pierde la concentración mientras luchaba con Diluc; en cuanto le llegó una tercera piedra en el estómago, el joven de Snezhnaya se quejó frustrado y enrabiado con el príncipe, por lo que atacó con más descontrol a Diluc haciéndolo retroceder hasta una ladera no muy alta, pero si muy rocosa. Para poder desquitarse con Kaeya de una vez por todas, el chico de Snezhnaya pateó a Diluc para que rodara por esas piedras, y se giró con la velocidad y rudeza de una bestia para ir hacia Kaeya, quien le lanzó una última piedra antes de que este lo echara al piso para darle una patada en la cara y muchas en el estómago.

El príncipe se ladeó escondiendo el rostro entre sus manos, lloraba adolorido mientras ese tipo lo golpeaba, y ya ni siquiera tenía voz para llamar a su padre; al acabar con la paliza el soldado levantó a Kaeya tomándolo de los cabellos una vez más, y lo obligó a caminar a sus espaldas, el príncipe lloraba con mucho dolor en el cuero cabelludo, trataba de resistirse, pero era muy débil en comparación con otros jóvenes de su edad que tenían una mínima preparación para un conflicto armado. De pronto una flecha de madera se clavó en el suelo nevado, el joven de Snezhnaya rápidamente giro a Kaeya y lo usó de escudo ante esa emboscada de arqueros a los cuales no podía divisar; supo que estaban en la cima de las montañas cuando una flecha se clavó en su brazo, de nada le servía seguir protegiéndose con el cuerpo del príncipe si podían atacarlo desde cualquier ángulo, por eso soltó a Kaeya y dio la vuelta corriendo en zig zag, recibiendo una segunda flecha en el costado derecho inferior de la espalda.

El príncipe lo vio alejarse aún estando herido, no comprendía cómo podía seguir en pie después de eso, era inhumano; Crepus, Elzer y Ernest aparecieron corriendo por el claro, mientras algunos caballeros de Mondstadt descendían, uno de ellos bajó por la ladera para comprobar el estado de Diluc, otro, mucho más alto, grande y maduro se acercó a Kaeya y se inclinó sobre su rodilla para ver cómo se encontraba. El príncipe no dejaba de temblar, no era capaz de mover sus extremidades, le dolía todo el cuerpo y seguía en shock; lo primero que hizo cuando ese soldado lo volteó fue preguntar por Diluc, este apuntó hacia la ladera, donde un caballero ayudaba a caminar a su hermanastro, que seguía desorientado y tenía magulladuras visibles en la cara y las manos.

El señor Ragnvindr gritó el nombre de Kaeya, pretendía acercarse primero a él, hasta que vio el estado de Diluc y cambió de dirección para ir a revisarlo, Diluc le decía que estaba bien, pero su padre quería asegurarse de que no tenía heridas graves en la cabeza; luego de ese chequeo Crepus tomó las mejillas de su hijo mayor y lo llenó de besos mientras lloraba colapsando por los nervios, pidiéndole que no volviera a alejarse tanto como esa vez. Diluc estaba sorprendido de que su padre reaccionara así, pero sonrió feliz de sentirse amado por él, no solía recibir tantos besos y abrazos como Kaeya, así que en esos momentos estaba disfrutando mucho del cariño y preocupación de su padre.

El príncipe temblaba en brazos de ese hombre, era la primera vez que agradeció la presencia de un caballero de Favonius; contrario a los soldados que lo odiaban o que eran muy severos con él, este le sonreía más jovial y suave, Kaeya no se sentía a gusto con la idea de confiar en un caballero de Favonius, pero este lo hacía dudar.

Después de un minuto resistiendo el estrés de esa situación, el príncipe se desmayó en los brazos de ese hombre, el miedo y el dolor vivido lo habían sobrepasado, así que su cerebro le pedía descansar como fuera; el señor Ragnvindr ayudó a caminar a Diluc mientras juntos se acercaban a Kaeya, Crepus tenía miedo de que le hubiese pasado algo grave a su bebé, sin embargo el caballero le aclaró que sus heridas en la cabeza y la clavícula no eran tan comprometedoras, pero que por las dudas debían llevar a los dos muchachos al campamento. Luego de unos minutos el príncipe despertó y miró el rostro de la persona que lo estaba ayudando, no recordaba nada de él, pero podía jurar que ya lo había visto alguna vez; su memoria se refrescó cuando escuchó a su padre charlando con él mientras subían las montañas, lo llamó "Varka", y el primer recuerdo que apareció en la mente de Kaeya fue el de un hombre que estuvo presente cuando Barbatos le arrancó el ojo.

Aquello lo puso muy tenso, el Gran Maestro Varka pudo sentirlo, así que lo arrulló un poco pidiendole que se relajara, porque pronto llegarían al campamento donde estaban los supervivientes; Diluc le preguntó que cómo sabía que sería tan facil encontrar la nueva ubicación de los ciudadanos después de la emboscada, a lo que Varka respondió que las tropas de Mondstadt siguieron a ese pequeño escuadrón de Snezhnaya y estaba seguro de que no tuvieron oportunidad de llegar muy lejos con su ataque. Kaeya sonrió cínico, pues sabía que si él no hubiese actuado en la torre de los centinelas, muchos más civiles habrían muerto cuando el enemigo se metiera silenciosamente en las tiendas para cortar gargantas.

Luego de unos kilómetros encontraron un asentamiento donde se instalaron los sobrevivientes, a pesar de que la mayoría había logrado escapar a tiempo, algunas personas lloraban sobre los cuerpos de otras, Kaeya se sintió decepcionado de que las cosas hubieran resultado así, si hubiese estado en su poder ese ataque solo habría sido un susto sin mayores consecuencias, pero él no era un guerrero, y lo único que pudo hacer fue soplar una cornamusa y ser secuestrado por un psicópata. Jean estaba sentada resoplando con dolor mientras vendaba su propia pierna sangrante, Diluc y Kaeya se preocuparon por verla así, no obstante era admirable que siendo de la edad de Diluc lograse sobrevivir a un ataque de múltiples soldados, como una verdadera guerrera, mientras que Diluc había perdido su primera pelea de verdad tras rodar por las rocas.

Varka se sentó con el príncipe sobre sus piernas, mientras Crepus y Adelinde atendían las heridas de Diluc, él se encargaba de revisar las de Kaeya, quien se apartaba reacio a que le mirara las clavículas, el Gran Maestro le pidió que se quedara quieto porque tenía que desinfectar el corte superficial sobre su pecho, entonces un caballero le trajo un líquido que Varka vertió sobre la herida; el príncipe se quejó por el ardor, pero el Gran Maestro prosiguió inspeccionando su frente. Kaeya respondió a las preguntas de Varka, pues este quería saber si se encontraba mareado, si tenía náuseas o si había convulsionado, para su alivio el príncipe no tuvo ni tenía tales síntomas, así que su herida en la cabeza también fue superficial.

Después le preguntó si lo habían golpeado en otra parte, Kaeya le respondió que fue pateado por ese soldado, y Varka cuestionó en voz alta cómo se habían atrevido a ello sabiendo quien era Kaeya; este se quedó callado, incómodo por ese comentario, tan incómodo como el mismo Crepus que le hacía una seña al Gran Maestro para que no revelase al príncipe la información sobre su origen. Varka continuó examinando a Kaeya, este le pedía que ya lo dejara ir porque estaba mejor, pero fue entonces el señor Ragnvindr quien se acercó a su hijo para tomar sus manos y preguntarle nuevamente si estaba bien.

Aquello era algo confuso para el príncipe, podía aceptar que su padre se preocupara en exceso por él, pero el Gran Maestro Varka actuaba de la misma forma protectora, y él no podía fiarse de una persona como él siendo un caballero de Favonius que además participó en el incidente de su ojo. Por eso en un momento Kaeya no lo soportó más y le pidió que lo soltara porque no quería ser tocado por él, Varka inmediatamente lo soltó para evitar malos entendidos, y el príncipe extendió los brazos para que Crepus lo tomara en los suyos; el Gran Maestro se tocó la cabeza, podía entender en parte las razones de Kaeya para no fiarse de nadie más que el señor Ragnvindr, pero tenía el presentimiento de que había algo más que él desconocía dada su ausencia de años.

Luego de ese día, los caballeros de Favonius habían logrado disipar las tropas de Snezhnaya, y dieron la orden a los ciudadanos de volver a la ciudad; Varka quiso acompañar a los habitantes del viñedo de vuelta a su hogar, Kaeya iba cruzado de brazos sobre su caballo, no ocultaba su desdén hacia el Gran Maestro y a veces lanzaba indirectas con las que le pretendía decir que sobraba en su grupo. Crepus suspiró resignado por el comportamiento de su hijo, Varka era quien menos le había hecho daño de todos los altos mandos de los caballeros de Favonius, incluso Frederica Gunnhildr fue indiferente ante el dolor del príncipe, aun cuando su hija mayor se llevaba bien con Kaeya.

Diluc llevaba las riendas del caballo de Kaeya en esa ocasión, el señor Ragnvindr le preguntaba si quería que cambiaran, pues sus dos hijos estaban recuperándose de sus heridas, Diluc se negó, pues encontraba algo de satisfacción en el hecho de sentir que cuidaba del príncipe, y de vez en cuando se dejaba llevar por la fantasía donde ambos se alejaban para ir hacia el mar sobre el corcel, yaciendo desnudos, juntos para siempre como una pareja en una eterna luna de miel. Cuando se detuvieron para descansar y comer algo, el príncipe hizo un silencioso berrinche y trató de presionar a Crepus para que echara a Varka, su padre no hizo caso, pues en el fondo pensaba que si ya los acompañaban los mismos guardias que siempre lo vigilaban, la presencia del Gran Maestro Varka no haría la diferencia.

Esa parte de su enamorado le molestaba a Diluc, que tratase de chantajear emocionalmente a su padre para conseguir lo que quería, la mayoría de las veces se salía con la suya y eso había llegado a un punto tan insufrible como que Crepus quisiera mantener su relación con Adelinde lo más discreta posible, pues Kaeya se ponía algo celoso de que le diera tanta atención a ella en vez de a él. Varka trató de acercarse al príncipe mientras merendaban, el señor Ragnvindr y Adelinde comían juntos así que el Gran Maestro tenía la oportunidad de ponerse al día con el joven, sin embargo Kaeya se apartó tenso, casi como si fuese un gato erizado, Varka rió nervioso y movió las manos pidiendo que mantuviera la calma, el príncipe abrazó sus rodillas enfurruñado y respondió de forma cortante las preguntas que le hacía sobre su vida.

Luego de esa charla incomoda, continuaron con el viaje rumbo a la mansión, posiblemente se encontrarían con el desagradable panorama de que fueron saqueados por los soldados de Snezhnaya, Crepus rogaba que no hubiesen desenterrado los lingotes de oro que representaban la fortuna base de su familia, podía reponer cualquier cosa menos eso. A lo lejos podían ver que habían tirado el portón principal, una mala señal, sin embargo la imagen de los ventanales rotos y las macetas destruidas fue lo menos chocante, cuando vieron un caballo blanco junto a un gran grupo de caballeros custodiando al rey en el frontis de la vivienda.

Kaeya se paralizó, estaba temblando atemorizado, verlo jamás era una buena señal, quería dar la vuelta y huir, pero era Diluc quien llevaba las riendas; hiperventilando hizo un repaso de lo que pudo haber hecho mal, de las reglas que pudo haber roto sin darse cuenta y que justificaran la presencia de Barbatos, quizá se había enterado de que le levantó la mano a Diluc, de que había visto un duelo de espadas, de que había usado piedras. Crepus tomó la cintura de su hijo para bajarlo y esconderlo a sus espaldas mientras desenvainaba más decidido que nunca a defenderlo o morir en el intento, lo mismo hizo Diluc en cuanto llegaron frente al monarca, al igual que Elzer y el resto de empleados, incluso la misma Adelinde corrio para tomar un azadón con el cual atacar de ser necesario.

-¿Qué les pasa? - preguntó Varka al ver que todos habían tomado una posición de hostilidad; el príncipe agarró con sus temblorosas manos la espalda de su padre y se escondió asustado como un niño pequeño.

-¡¡Largo de mi propiedad!! - gritó el señor Ragnvindr, el corazón de Kaeya palpitaba más rápido, pues ya se estaba imaginando cómo terminaría todo eso, si él no se entregaba, entre todos los soldados reducirían a su padre y a Diluc, y todos sus amigos del viñedo correrían peligro de ser asesinados, una vez más tendría que estar a la merced de Venti y los caballeros de Favonius.

-No he venido a lo que piensa, Maestro Crepus - dijo el rey, pero nadie bajó la guardia, el Gran Maestro Varka estaba en medio, no podía amenazar a su soberano, pero tampoco podía unirse a los demás soldados sin entender el porqué de todo lo que estaba pasando.

-Calmense por favor, no hay necesidad de causar un altercado - pidió Varka, pero nadie que perteneciera al viñedo del amanecer obedeció.

-¿Qué es lo que quieres aquí? - preguntó Diluc, Barbatos le miraba de arriba a abajo, Diluc estaba mucho más guapo de lo que recordaba, casi parecía un adulto.

-No te preocupes Maestro Diluc, no vine a castigar a Kaeya, pueden dejar de esconderlo - sugirió Venti, mas nadie podía fiarse de él - ¿Puedo verlo?

-No, solo largate de aquí ahora mismo - le advirtió Crepus, el príncipe hiperventilaba, tenía miedo de que de un momento a otro Venti decidiera atacarlos por no cumplir sus caprichos.

-Papá... - susurró Kaeya escondido a espaldas del señor Ragnvindr, éste llevó una mano hacia atrás para tocarlo y hacerle sentir protegido.

-Todo está bien, no te dejaré esta vez amor, nunca más - le dijo Crepus a su hijo menor, el monarca movió un pie con impaciencia.

-¿De verdad no puedo ver a mi pequeño monstruo? Lo he echado mucho de menos - comentó Barbatos, el príncipe miró al cielo pidiendo auxilio - ¿Tengo que ordenarles que se aparten?

-Muerete - replicó Diluc, Venti dio un respingo por esa osadía, luego rió nervioso, parecía menos intimidante de esa manera.

-Vaya, que valentía da esa etapa de la vida - pronunció, Kaeya interpretó aquello como una amenaza, por lo que se armó de valor y soltó a su padre para dar un paso hacia el lado, mostrándose ante el rey.

-Su majestad ¿Qué es lo que quiere de este niño? - preguntó Varka más serio y firme, los caballeros dieron un paso atrás, pues ante ellos el gran maestro tenía una autoridad casi al nivel del propio rey; Barbatos ignoró por completo su pregunta, estaba embelesado mirando al príncipe, era tal y como lo imaginaba a esa edad, unos centímetros más alto que él mismo, una figura esbelta y delicada, la piel perfectamente suave y morena, el cabello largo y peinado con una cola de caballo, y su único ojo destellante con ese color tan peculiar; casi podia saborearlo.

-Perfecto... - susurró el monarca mirando con detención a Kaeya, que a pesar de mantenerse estático, temblaba al borde del colapso - Kaeya ¿Cómo has estado? Supe que estás en la orquesta de la academia - decía el rey mordiéndose la lengua antes de que sus impulsos le obligaran a ofrecerse para darle "clases personales".

-No finjas que te importa, alejate de mi hijo - ordenó Crepus agarrando la cintura de su bebé para esconderlo una vez más a sus espaldas.

-Bueno, quería mejorar la relación, hace años lo habría hecho pagar por los crímenes de su verdadero padre, ahora me estoy conteniendo - comentó Venti, el señor Ragnvindr sudó frío, tanto él como el príncipe abrieron los ojos por lo que el rey había dicho.

-¿De qué está hablando papá? - preguntó Kaeya con miedo en su voz, Diluc se veía tenso, la incertidumbre lo hacía estar muy alerta.

-No le hagas caso amor, nadie debería confiar en lo que salga de su boca - dijo Crepus nerviosamente, el rey sonrió con burla.

-Sabes Kaeya, si fuera el mismo de antes en estos momentos la estarías pasando mal, porque esta invasión fue más de lo que puedo tolerar - comentó Venti, Varka estaba desconcertado por ese despliegue de crueldad contra un simple niño.

-Su majestad, el muchacho no es responsable de nada, déjelo en paz - dijo el Gran Maestro, Barbatos le miró de reojo de forma amenazante, pero este no se redujo ante él.

-¿Qué quieres que haga? Estoy enojado, esta vez fue demasiado, nunca habían llegado tan lejos, y además... - se explicó el rey antes de chasquear los dedos para que un soldado le trajera una bolsa de tela oscura que parecía húmeda en la base - ahora no sólo el rey Alberich envió a sus espías, la zarina dio la orden a todos sus soldados de traerlo si lo veían.

-¿Alberich?... - susurró el príncipe asustado, no quería que eso fuera verdad, era lo que menos deseaba en el mundo.

-No lo escuches mi estrellita, si no se va definitivamente lo sacaré a patadas - dijo Crepus ocultando su nerviosismo.

-El niño no sabe nada, no puede involucrarlo en estos problemas, él es solo una víctima más de esta guerra - dijo Varka en voz baja para que sólo el monarca lo escuchase.

-¿Un niño dices? Para mi ya es todo un hombre, y debe saber la verdad, por las buenas o por las malas - dijo para luego chasquear otra vez los dedos para que su soldado vaciara el contenido de la bolsa en el suelo. Cabezas bañadas en su propia sangre rodaron por el frontis de la mansión, Kaeya gritó y escondió su cara entre las manos, fue inevitable para él recordar la ejecución de Rhinedottir en cuestión de un segundo.

-¡¡Largo de aquí!! - rugió el señor Ragnvindr abrazando con fuerza a su hijo menor, Varka y Diluc lucían igual de furiosos.

-¡Ya fue suficiente! - exclamó el Gran Maestro, Diluc quería atacar, pero Elzer le agarró firmemente el hombro para que no actuara de manera impulsiva; para él era muy difícil guardar la calma cuando tenía de fondo el llanto histérico de Kaeya que no podía dejar de revivir el momento de la ejecución que le obligaron a ver.

-Usted decide Maestro Crepus, o usted le dice, o yo lo hago con mis métodos - amenazó el rey mientras comenzaba a avanzar para retirarse - ya ha tenido muchos años de una inmerecida paz... - susurró mientras se alejaba, rodeado de los caballeros de Favonius para no recibir ninguna clase de ataque, dejando atrás a Varka.

-No puede seguir haciendo esto, es demasiado irresponsable e innecesario - decía el Gran Maestro siguiendoles el paso a sus espaldas - usted y yo tenemos que hablar su majestad, no puede evitarme.

-Calma amor, calma... - susurró Crepus acariciando la cabeza de Kaeya, quien lloraba a mares sin contención, como si estuviese descargando las lágrimas que no pudo derramar durante la ejecución; mientras los empleados con estómago más fuerte se disponían a retirar las cabezas de la vista del príncipe, Diluc miraba sus pies, pensando en esa mentira que ya era completamente insostenible.

-Díselo - pronunció Diluc, Crepus lo miró mientras abrazaba a Kaeya - padre, díselo.

-Diluc, no es el momento - respondió el señor Ragnvindr, Kaeya levantó la mirada, seguía llorando, pero quería prestar atención.

-Debes decirlo, acaba con esta farsa - insistió Diluc, Crepus parecía suplicar que no llegara ese momento.

-No, no puedo hacerlo... - murmuró el señor Ragnvindr, Adelinde se acercó para intervenir en su favor.

-Diluc, Kaeya está muy mal, debemos esperar a que se calme, decírselo empeorará su estado - dijo ella, mas el príncipe podía oírlos, podía imaginarse de lo que hablaban, pero no quería saber más, y mucho menos quería que sus suposiciones fueran una realidad.

-Lo haré yo mismo - dijo Diluc acercándose con decisión a Kaeya, entonces en un acto desesperado Crepus soltó a Kaeya y detuvo a Diluc de los hombros, mirándole a los ojos con temor.

-Te lo suplico hijo, no le digas, por favor... - rogó el señor Ragnvindr, Diluc agachó la mirada con dolor, nunca quiso ver así a su padre.

-Crepus, ya no podemos seguir mintiendole - dijo Elzer seriamente, Kaeya retrocedía, mirando a la gente a su alrededor, que parecían ser conscientes de todo, como si él fuera el único al cual debían ocultarle algo; Connor al contrario que los demás, mantenía sus ojos en él, pues el resto discutía sobre si era el momento de decirle la verdad, por eso Kaeya se sentía completamente apartado y traicionado.

-No pueden decírselo, él no está preparado - se excusaba Crepus afligido, Adelinde lo abrazó preocupada, era como si todo se estuviera derrumbando, sobre todo para Kaeya.

-Kaeya ya está en la edad para saberlo, esto tarde o temprano iba a pasar - insistía Elzer.

-Yo opino que no es el momento, déjenlo respirar - dijo Ernest, por su parte Connor se acercaba al príncipe extendiendo su mano para darle apoyo, sin embargo Kaeya no se fijaba en él, su muerta mirada estaba proyectada hacia el cielo, como si suplicase que eso no estuviera pasando, que no fuera verdad, que su mayor temor no se cumpliera.

-Kaeya... - susurró Connor al momento de tocar su hombro, Kaeya entró en pánico y salió corriendo hacia el interior de la mansión para esconderse de la verdad - ¡Espera!

El príncipe abrió las puertas, no lo importó ver algunas cosas de la casa tiradas en el piso, ni la ausencia de cuadros y jarrones, ni las manchas de orina de soldados enemigos en las paredes, él solo se limitó a subir corriendo por las escaleras hasta llegar a su cuarto y tomar las llaves para encerrarse allí. Estando dentro caminó de un lado a otro, su mente lo torturaba con algo que él no quería creer, pero que llegó a él en un libro que todavía conservaba oculto en su estantería personal; con rabia se jaló de los cabellos mientras seguía llorando, trataba de convencerse de que eso que Rhinedottir le había insinuado cuando era un niño no podía ser verdad, que él no podía ser alguien tan importante y que su padre no era un mentiroso.

Crepus lo era todo para él, era el hombre más honorable que conocía, el más dulce y reconfortante, por pensar en eso sus lágrimas salían sin parar, mientras gimoteaba desconsolado, tomando el libro de su estantería para revisar apenas sin aire la página marcada que nunca más quiso abrir; sus quejidos y sollozos salían entrecortados de su boca por ese dolor que le enloquecía, su rostro se empapaba de fluidos provenientes de sus ojos, nariz y boca, y casi no podía ver las letras del libro gracias a ello. Aun así lo tenía grabado en su memoria, la última parte del árbol genealógico de los Alberich, en donde se agregaron los nombres de Surya Alberich IV y Zenya Kozlova de Snezhnaya, y el de su único hijo, Kaeya III.

Desesperado por su rabia y desamparo, Kaeya lanzó el libro hacia la pared llorando mientras sus cortas uñas intentaban arañarle inútilmente el rostro, no bastaban sus dedos para lastimarse y aliviar el dolor de su alma, por eso se agarró el pelo, jalandolo y dañando el cuero cabelludo a la par que caía de rodillas derrotado por la verdad. Crepus había llegado afuera de su habitación y lo llamaba golpeando la puerta igual de desconsolado, rogándole que quitara el cerrojo para poder ayudarlo; pero el señor Ragnvindr no estaba en condiciones de ayudar a su bebe, él mismo estaba llorando por el fin de sus mentiras, por la inminente ruptura entre él y su amado pequeño.

Diluc lo abrazaba tratando de mantenerlo alejado de la puerta, en ese estado su padre no haría más que empeorarlo todo, por eso no lo soltaba y trataba de consolarlo diciéndole que lo amaba y que no dejaría que Kaeya lo hiciera sentir mal por ocultarle su origen, porque su padre era lo más importante para él, más que cualquier persona en ese mundo. El príncipe terminó enroscado en el piso, sentía como si hubiese algo que lo presionaba contra él, un peso tan grande que ya no sería capaz de moverse ni siquiera para abrir la puerta; pero incluso si hubiese querido abrirla, no estaba listo para enfrentar a su "padre".

Tras unas horas en las que el príncipe lloró hasta el punto de la deshidratación y el dolor de cabeza, Crepus volvió a la puerta de la habitación caminando lento e inseguro, ya no había forma de ocultar quién era realmente Kaeya, pero todavía trataba de repasar mil formas para explicarle todo de manera que no lo odiara. Con la mano temblorosa golpeó la puerta una vez más, el príncipe la miró desde el suelo, tan débil y acabado que tuvo que sujetarse de su cama para poder levantarse y caminar un poco para abrirle al señor Ragnvindr; lo primero que hizo este al verlo fue abrazarlo como si lo necesitase, Kaeya sollozó abatido, Crepus sabía que aún no estaba del todo bien, así que lo tomó en sus brazos para poder dejarlo delicadamente sobre el colchón.

-Mi estrellita... - susurró con esa voz tan cálida que el príncipe adoraba - no sufras más...

-Yo... - murmuró Kaeya, el señor Ragnvindr estaba sentado a su lado en la orilla de la cama, lo acariciaba suavemente para darle confort, pero el príncipe sentía más tristeza cuando lo hacía, pues si lo trataba de esa forma, tal vez no sería capaz de hablarle de su inquietud.

-Te amo tanto... no quiero verte así... - dijo Crepus conteniendo su propio llanto, Kaeya reflexionó un momento, y tomó valor para sentarse también y mirarlo a los ojos.

-Yo soy Kaeya Alberich ¿Verdad? - pronunció el príncipe, el señor Ragnvindr se paralizó anonadado, pues pensaba que su bebé no sabría nada de su origen.

-¿Quién te...?

-Rhinedottir, a su modo - contestó Kaeya, Crepus se tocó la cabeza desconcertado.

-¿Rhinedottir?... ¿Desde hace cuanto lo sabes? No puedo creerlo... - decía el señor Ragnvindr, el príncipe estaba cada vez menos cohibido, y más enojado.

-No me lo dijo directamente, así que no quería creerle - murmuró con rencor, agarrando las sábanas mientras controlaba la rabia - nunca quise creerlo - dijo mirando de reojo a Crepus, quien agachó la cabeza arrepentido.

-Lo siento hijo... Yo no... - susurró, pero Kaeya se irguió incluso más irritado.

-Entonces ¿Es cierto? - cuestionó otra vez con impaciencia.

-Si... es cierto. No eres mi hijo biológico - respondió el señor Ragnvindr incapaz de mirarlo a los ojos, de pronto el príncipe se levantó de la cama y empezó a caminar nerviosamente.

-Eso quiere decir... que me secuestraron, y que tu fuiste su cómplice - acusó Kaeya, Crepus se levantó rápidamente, temiendo que su "hijo" lo creyera su enemigo.

-No mi amor, las cosas no fueron así, por favor creeme... - le suplicó tratando de tomar sus hombros, mas el príncipe dio un paso atrás para evitarlo - Kaeya, yo no tuve nada que ver, nunca hubiera estado de acuerdo en que te arrancaran de los brazos de tu madre...

-Mi madre... - murmuró el príncipe escarbando en su mente hasta llegar al primer recuerdo de su vida - la asesinaron frente a mi cara...

-Kaeya... - susurró Crepus llorando, extendiendo su mano para intentar tocarlo.

-¿Quién mató a mi madre? ¿Cuál era su nombre? - preguntó el príncipe decidido, como si toda su tristeza se hubiese traducido en odio, el señor Ragnvindr ya no podía negarle la verdad.

-Se llama Beidou, capitana de la flota Crux Meridianam... Ella fue contratada por el emperador Morax el Rex Lapis para traerte - le reveló Crepus, Kaeya hiperventiló furioso, y sin control de sus emociones pateó uno de sus muebles con todas sus fuerzas - calma...

-Barbatos y ese tal Morax pidieron eso ¿Verdad? Ellos... ellos causaron la muerte de mi mamá, ellos me hicieron esto, y tú... - murmuraba el príncipe mirando iracundo al que alguna vez consideró su padre.

-¡Kaeya, yo no participé en eso, por favor dejame explicarte!

-¡No quiero oírte! - exclamó el príncipe cubriéndose los oídos - ¡Por eso Barbatos me torturaba y tu no hacías nada, porque soy un rehén!

-Kaeya... Yo nunca quise que te hiciera todo eso, siempre quise defenderte... Él no tenía derecho a hacerte daño, pero aun así fallé en protegerte, por favor perdóname... - le rogó el señor Ragnvindr cayendo a sus pies para implorar su perdón.

-¿Diluc lo sabía? - preguntó el príncipe inconmovible, Crepus tembló llorando.

-Sí... Lo sabía... pero él no quería decírtelo porque creíamos que... - murmuró al final solo para quedarse callado, ninguna excusa serviría para apaciguar la ira de Kaeya.

-¿Todos lo sabían? - cuestionó bajando la voz, el señor Ragnvindr asintió, entonces Kaeya retrocedió otra vez mirando hacia todos lados.

-Amor por favor, tienes que oírme - le pidió Crepus poniéndose de pie, sin embargo el principe retrocedía, de pronto todos sus recuerdos de la infancia en el viñedo se hicieron negros, todo el mundo allí sabía que era un prisionero, esas expresiones de cariño ya no le parecían genuinas, más bien parecían las de una persona acariciando a un animal de zoológico.

-¿Cómo pueden...? - se preguntó Kaeya arrinconandose en la esquina de la habitación, las paredes de repente se sentían más estrechas, como si realmente hubiese estado toda su vida en una prisión, tal y como cuando lo encerraron en una celda antes de la ejecución de Rhinedottir.

-Por favor cálmate... - le pidió Crepus, el príncipe se abrazó a sí mismo observándolo con miedo y repudio.

-¿Cómo pueden ser tan crueles...? Toda mi vida me han mentido, me hicieron creer que yo era tu hijo cuando... mi padre... - murmuró el príncipe, el señor Ragnvindr lo observó con lástima y dolor, era descorazonador ver a Kaeya perder toda la confianza en su hogar y su gente - ¿Lo disfrutaban?...

-No mi amor... Nunca disfrutamos eso... Kaeya, nosotros te amamos, se que estas asustado y que te sientes traicionado, pero, yo... y los demás, te amamos muchísimo... - dijo Crepus intentando acercarse una vez más, entonces el príncipe cubrió su rostro para llorar, porque ya no podía soportarlo, por eso el señor Ragnvindr se apresuró para abrazarlo - mi estrellita... mi pequeña y hermosa estrellita... yo te he amado desde el momento en que te vi, por favor creeme...

-Déjame... - le pidió Kaeya escondiendo más el rostro, Crepus lloró durante el abrazo, recordando todo del día en que se encontraron.

-Yo no sabía lo que había hecho el rey, en ese entonces yo creía en él, por eso lo seguí cuando me invitó a Liyue... - le dijo el señor Ragnvindr, el príncipe permaneció en silencio - cuando nos llamaron al puerto, él me reveló que me trajo porque quería que me encargara de un pequeño niño, eras casi un bebé...

-No quiero oírte... - susurró Kaeya llorando silenciosamente, su amado padre adoptivo no lo soltaba y por eso no sabía cómo mantenerse firme en su decisión de odiarlo.

-Ahora sé que me lo pidió porque no quería hacerse cargo de ti, y porque Frederica tampoco quería cuidar de ti... Fue lo único bueno que pudo hacer, porque apenas te vi, supe que quería protegerte - le explicó Crepus apartándose un poco para tocar su mejilla y mirarlo a los ojos - te habían golpeado, estabas sucio y mal alimentado... Te hicieron tanto daño... - pronunció el señor Ragnvindr rompiéndose una vez más, Kaeya se sintió preocupado por verlo así.

-Papá... - susurró sin pensar, él no era su padre, su verdadero padre estaba muy lejos de él, pero incluso así no sabía cómo referirse a Crepus sin esa palabra.

-Desde ese momento, tu te volviste mi hijo, mi pequeño y dulce hijo... Siempre quise darte una vida feliz, alejarte del dolor, fingir que no eras un Alberich para seguir unidos como familia, por siempre... - susurró el señor Ragnvindr tocando las mejillas de su bebé con los pulgares, Kaeya lloró, estaba tan roto que ya no podía cuestionar nada.

-¿Por qué?... ¿Por qué tiene que pasar esto?... - se preguntó el príncipe perdiendo las fuerzas, Crepus colocó sus manos en la espalda de Kaeya para sujetarlo mientras su cuerpo se desvanecía.

-Perdóname mi amor... Perdóname por todo... - le pidió sosteniendo su espalda y nuca, el príncipe solo quería cerrar los ojos y despertar de esa pesadilla.

-No más... - rogó Kaeya en brazos de su padre adoptivo, que por segunda vez lo tomó en sus brazos para recostarlo en la cama.

-Bebé... todo estará bien, no te dejaré solo...

-¿De verdad me...? - susurró Kaeya, Crepus se recostó a su lado y besó su frente.

-Si, yo de verdad te amo mi pequeño...

Al otro dia un silencio abrumador cubría toda la mansión Ragnvindr, nadie se atrevía a mirar a los ojos al príncipe, y este tampoco se sentía bien al salir de su cuarto, ya nada era como antes, pues las personas que consideraba cercanas ahora le causaban miedo y rabia, como si todo ese tiempo hubiesen sido caballeros de Favonius puestos allí para engañarlo e impedirle que huyera del rey. Llegó un momento en el que no soportó más ese ambiente pesado y se fue corriendo a su habitación para encerrarse, al menos allí podía llorar y rabiar tanto como quisiese.

Crepus abrazó a Adelinde, sucumbiendo al dolor, y ella acarició su cabeza diciendo dulces palabras que lo calmaban un poco; Diluc los observaba desde la puerta de ese cuarto, escondido para no interrumpir, por eso escuchó claramente a su padre decir que Kaeya ya sabía la verdad y que ponía en duda que él y el resto de habitantes del viñedo lo amaran. Diluc estaba preocupado por lo que decía su padre, pero a la vez sentía un gran alivio, ya no tendría que proteger una mentira, a partir de ese momento sería libre de la etiqueta de "hermano mayor", eso lo hacía fantasear con la posibilidad de declarar su amor de una vez por todas.

Sin pensarlo dos veces dio la vuelta para llegar a la habitación de Kaeya, sus fantasías le daban la seguridad para presentarse allí sin dar explicaciones, no tenía planeado un discurso para declararse, pero no estaba preocupado; en cuanto abrió la puerta Kaeya se irguió nervioso, se había encerrado tan rápido en su cuarto que olvidó por completo ponerle llave al pomo. Diluc se acercó lentamente, observando al príncipe con una sonrisa de ternura, Kaeya se puso tenso, no tenía sentido que Diluc le sonriera en un momento como ese, él estaba muy mal, por eso creyó que se estaban burlando de él; entonces Diluc se sentó a un costado de la cama y tomó la mano del príncipe, dando caricias con el pulgar, mas Kaeya apartó la mano y lo miró llorando de rabia.

-Traidor... - susurró el príncipe lleno de rencor, Diluc se descolocó, eso había roto su fantasía en la que todo salía bien para ellos dos.

-¿Traidor...? - cuestionó Diluc confuso, Kaeya se giró para estar de costado y darle la espalda, cubriéndose la cara con las dos manos.

-Eres un traidor, tú lo sabías, todo este tiempo lo sabías y no dijiste nada... - le echó en cara mientras explotaba en llanto.

-Si te lo decía... hubieras odiado a mi padre, y sabes que esa idea lo destroza - dijo Diluc, de pronto Kaeya se volteó para verlo a la cara hecho una furia.

-¿Cómo no odiarlo? Es un mentiroso, él me mantuvo secuestrado todo este tiempo - replicó el príncipe, Diluc en un principio se quedó callado, hasta que dejó salir una pequeña risita sarcástica - te estás burlando de mi...

-Te llenó de juguetes, te dio la mejor comida que pudo darte, te dio educación y te crió con amor ¿Eso te parece un "secuestro"? - pronunció Diluc mirando a Kaeya como si no lo tomara en serio, este agachó la mirada, seguía pensando que lo tenían secuestrado, pero no sabía contraargumentar las palabras de su falso hermanastro.

-Yo no debería estar aquí, soy de Khaenri'ah, mi padre biológico está en Khaenri'ah... - susurró el príncipe, por un momento Diluc se conmovió.

-En eso tienes razón... eres hijo de otro hombre... - dijo Diluc apenado, Kaeya volvió a su posición inicial mirando el techo, y llorando silenciosamente.

-¿Cómo será su rostro?... - se preguntó el príncipe - ¿Me extrañará?... ¿Qué sentirá?...

-Dicen que es un mal hombre.

-¿Según quién? ¿Barbatos? Si lo dice Barbatos debe ser una mentira.

-He escuchado a muchas personas de la academia militar decir que es terrorífico, no solo lo piensa Barbatos - dijo Diluc, luego Kaeya se sentó con decisión para increparlo.

-Seguro nunca han estado en Khaenri'ah para comprobarlo, tal vez mi padre si es un buen hombre, tal vez si me extraña y si me ama... Y a tu padre no le importó eso - pronunció el príncipe sombrío, su visión había cambiado por completo, creía que todos en Mondstadt lo alejaron de su progenitor solo para lastimarlos a ambos - mi padre ha sufrido por culpa del tuyo...

-Te equivocas, mi padre nunca ha querido lastimar a nadie, si te mantuvo aquí fue porque quería protegerte - respondió Diluc, pero Kaeya estaba escéptico.

-Si quería mantenerme a salvo ¿Por qué nunca hizo nada por frenar a Barbatos? Lo dejó torturarme, lo dejó encerrarme, lo dejó hacerme daño... - decía el príncipe cada vez más irritado, Diluc lo miró con reproche por acusar de algo así a su padre.

-No digas estupideces, mi padre siempre quiso cuidarte de él, tú mismo eres testigo de ello, siempre lo ha increpado, incluso su vida ha peligrado porque no quiere que se meta contigo - pronunció Diluc queriendo hacerle entender, Kaeya se cubrió los oídos rabiando, trataba de no llorar frente a alguien que "quería burlarse de él".

-Nunca hizo nada por sacarme de aquí, él sabía quién era mi verdadera familia, pero se quedó conmigo sabiendo que peligraba... - pronunció el principe agarrandose los cabellos, tenía los ojos cerrados mientras se quejaba reprimiendo las ganas de soltar su llanto, a Diluc le asustó que se estuviera jalando grandes porciones de pelo, por eso le agarró las muñecas para controlarlo.

-No hagas eso, te estás haciendo daño - le pidió Diluc, pero Kaeya se resistió, perdiendo el control de sus emociones.

-Tu y tu padre son de lo peor, mentirosos, hipócritas, crueles... son iguales a Barbatos, iguales a todos los caballeros de Favonius ¡Los odio! - el príncipe se retorció llorando, Diluc trataba de contenerlo, le enfurecía verlo tan enloquecido, diciendo cosas tan erráticas.

-¡Puedes decir lo que quieras de mí, pero de mi padre no hables! - exclamó Diluc empujando a Kaeya contra la cama, este chillada iracundo.

-¡Los odio a ambos! ¡¡Los odio!! - gritó el príncipe ganando fuerzas por la adrenalina, incluso siendo más fuerte que él Diluc tenía dificultades para mantenerlo quieto.

-¡Deja de decir eso! ¡Estás loco! - refutó Diluc, el príncipe trataba de patearlo y quitárselo de encima - ¡Basta!

-¡Me dan asco! ¡Ojala se mueran los dos! - exclamó Kaeya sin medir sus palabras, Diluc lo contenía apretándole las muñecas sin misericordia, porque estaba tan enojado que no podía considerar ser más suave con él.

-¡Mi padre de verdad te quiere, no deformes la realidad a tu conveniencia! ¡No te lo permitiré!

-¡Quiero volver a mi hogar! ¡Ya no quiero verlos a ustedes! ¡Quiero ver a mi verdadero padre! - decía el príncipe llorando y pataleando, Diluc lo escuchó, sorprendido, cayendo en cuenta de que al fin Kaeya parecía estar reconociendo no tener ningún tipo de lazo fraternal con él y Crepus.

-Ya veo... - susurró Diluc, de pronto su agarre fue menos violento, el príncipe lloraba sin consuelo, no quería decir muchas cosas que había dicho, pero no estaba pensando con claridad, no tenía idea de cómo controlarse; sin embargo algo lo hizo paralizarse de un momento a otro, la boca de Diluc posándose sobre la suya, adentrando sin tapujos la lengua; logró zafarse de eso luego de un rato, consternado y asqueado.

-¿Por qué hiciste eso?... - le preguntó a Diluc llorando, este no soltó sus muñecas, mirándolo a los ojos intenso, adicto a esa sensación.

-Llevo mucho tiempo deseando esto... - susurró Diluc, Kaeya se sentía atemorizado, tenía náuseas después de ese beso, realmente se sentía como si lo hubiese besado un pariente biológico en los labios.

-Esto es asqueroso... - dijo el príncipe sollozando.

-¿Por qué lo es? - cuestionó Diluc acercándose otra vez a su cara, Kaeya temblaba sumamente incómodo.

-Porque somos...

-¿Hermanos? No, no lo somos, tu mismo lo dijiste, tu verdadera familia está lejos de aquí - replicó Diluc, el príncipe no sabía que decir, solo lloraba sintiéndose indefenso, como si no hubiera nadie en el mundo que pudiese sacarlo de ese sitio.

-¿Por qué...? - preguntó mirando al cielo, Diluc se dispuso a intentar darle un beso otra vez, pero Kaeya apartó el rostro con repudio - no... esto es asqueroso...

-Me cansé de esta farsa, yo siempre quise que supieras la verdad, pero no podía decirtelo por mi padre... ahora no hay nada que nos pueda detener - pronunció Diluc haciendo un segundo intento de besarlo, el príncipe movía la cabeza erráticamente para no dejarlo hacer eso otra vez.

-Somos hermanos... por favor no... - le suplicó Kaeya, Diluc sentía una mezcla de molestia y tristeza por escucharlo decir eso.

-No somos hermanos, nunca lo fuimos - le respondió sosteniendo su quijada para volver a meter la lengua dentro de su boca, el príncipe lloro y pataleó, tenía el estomago revuelto, no podía dejar de pensar en cada momento de su vida en el que jugó con Diluc, en el que lo admiró por su fuerza y valentía con la esperanza de que las reglas se acabaran y así poder imitarlo, en el que lo presentó ante su grupo de amigos como su aburrido hermano mayor.

-Basta... ¿Por qué me haces esto?... - preguntó Kaeya sollozando, Diluc trató de no volverse blando, y continuó con sus intentos de besarlo más y más - no quiero... no quiero...

-No somos hermanos, pero eso no quita que yo... Te ame, solo a ti... - confesó Diluc, de pronto se le ocurrió tomar las muñecas del príncipe con una sola mano, para sujetarlo mientras usaba la otra para tocarle el torso por debajo de la ropa, Kaeya sudó frío, las náuseas eran cada vez más persistentes, y él entró en pánico moviendo sin parar los pies.

-¡No! ¡No hagas eso! ¡No lo hagas! - exclamó envuelto en un llanto de desesperación, Diluc se asustó un poco por esa reacción.

-No grites por favor, nos descubrirán... - le pidió moviendo la mano, el príncipe lloraba a gritos, por lo que Diluc empezó a sentirse culpable - calmate...

-¡No quiero! ¡No quiero! - gritó Kaeya, Diluc detuvo su mano con indecisión, le dolía verlo tan mal.

-Kaeya... - susurró Diluc, el príncipe chillaba enloquecido, no había visto su rostro rojo, empapado en lágrimas, aterrorizado.

-¡¡Auxilio!! - gritó Kaeya con aún más fuerzas, Diluc lo soltó de inmediato porque sabía que aquel grito sí llegaría a atraer la atención de otras personas, por lo que volvió a sentarse en la orilla de la cama mientras Kaeya se volteaba dándole la espalda, y cubriéndose el rostro con las dos manos para dejar salir su desgarrador llanto.

-¡¿Qué pasa?! - preguntó Connor entrando veloz por la puerta, seguido de él aparecieron Adelinde y Crepus, Diluc pensó que ese sería su fin - Kaeya ¿Qué ocurrió? ¿Puedes hablar? - le preguntó Connor arrodillándose junto a la cama para ver su estado, pero el príncipe sólo lloraba descontrolado, golpeándose las piernas y varias partes del cuerpo con sus puños.

-¿Qué hiciste? - preguntó el señor Ragnvindr mirando severamente a su hijo mayor, Diluc tembló, tartamudo y sin saber cómo explicarse.

-Yo... yo no... - balbuceó Diluc, Adelinde se acercó a Kaeya y lo abrazó para ayudarlo a detener sus manos.

-Está bien... Respira... - susurraba Adelinde, su voz era relajante, pero aunque el príncipe logró dejar de golpearse, su llanto seguía trayendo consigo la preocupación de más empleados que se asomaban por la puerta.

-Responde Diluc ¿Qué fue lo que pasó? ¿Le dijiste algo? ¿Estaban discutiendo? - preguntaba Crepus, Diluc sentía que se desmayaría por la presión.

-Perdón... hice algo malo... de verdad lo siento mucho... - decía Diluc llorando con miedo, su padre se arrodilló delante de él y le tomó los hombros, para mirarlo a los ojos.

-Sé que no te gusta que Kaeya te responda mal o que diga cosas hirientes sin pensar, pero tu hermano no está bien, está triste y confundido, por eso no mide sus palabras... Tenle paciencia por favor - le pidió el señor Ragnvindr, Diluc temblaba derramando lágrimas, si Kaeya le contaba lo que había ocurrido en verdad, su padre se decepcionaría por completo de él.

-Calma... Todo estará bien... - le susurraba Adelinde a Kaeya, este ya no podía encasillarse en su rencor, necesitaba de alguien con urgencia, por eso la abrazó temblando, y ella lo acarició suavemente con ternura - esta bien mi niño, déjalo salir...

-¿Tienes sed? ¿Necesitas algo? - le preguntó Connor tocando su mano, el príncipe sujetó la suya mirándolo con su ojo brillante lleno de angustia - tranquilo...

-Perdón... - susurró Kaeya, ni los demás ni él mismo entendían porque se estaba disculpado - perdón...

-Tranquilo, respira y cálmate mi niño - le pidió Adelinde, el príncipe entrecerró sus ojos, había pensado muy mal de los sirvientes, y se arrepentía de ello.

-No estoy razonando bien... - susurró Kaeya sollozando, Crepus quería acercarse para consolarlo, pero el príncipe automáticamente se puso tenso - no...

-Calma por favor - dijo el señor Ragnvindr, Kaeya no quiso seguir mirándolo así escondió la vista en el hombro de Adelinde - hijo...

-Te odio... a ti y a Diluc... - susurró llorando, Crepus abrió la boca, de repente él también estaba llenándose de lágrimas como sus dos hijos.

-No... no digas eso por favor... - suplicó Crepus rompiéndose poco a poco, a pesar de estar asustado Diluc se lanzó a abrazarlo, como si aquello pudiese detener las lágrimas de su padre.

-Maldición... - murmuró el príncipe con odio contra sí mismo, todavía le dolía ver triste a su padre adoptivo - ¿Cómo pueden querer a alguien como yo?...

-Te amamos, sin importar nada - dijo el señor Ragnvindr tomando la mano de Diluc para acercarse a abrazar a Kaeya - no lo dudes mi amor, todos aquí queremos que estés bien... - afirmó Crepus, el príncipe y Diluc se miraban en silencio, los dos igual de asustados.

-Padre... yo... - murmuró Diluc, creyendo que lo correcto sería confesar antes de forzar a Kaeya que lo hiciese por él.

-Estábamos peleando y... - lo interrumpió Kaeya tembloroso e inseguro - yo no lo soporté más y grité... No sé por qué lo hice... - pronunció débilmente, Diluc se sorprendió de su decisión de no delatarlo, no podía entender como después de haberlo hecho llorar tanto seguía protegiéndolo.

-Quizá necesitemos llamar a ese tipo de médico otra vez... - murmuró resignado el señor Ragnvindr, Kaeya desvió la mirada, preguntándose porque no quería acusar a Diluc después de haberle hecho cosas tan repulsivas.

Con el paso de los días Kaeya pudo recorrer la mansión con menos dificultades, pero seguía teniendo pensamientos intrusivos que le decían que todo el mundo le había mentido, que eran sus secuestradores, que Crepus solo quería lastimar a su verdadero padre teniéndolo allí, que Diluc era un ser repugnante que en cualquier momento volvería a hacer algo contra su voluntad; durante las comidas que compartían como "familia", el príncipe apenas hablaba para contestar preguntas, y por ello el señor Ragnvindr y los demás adultos se daban cuenta de que aún no se sentía bien. Cuando Diluc y Kaeya se encontraban por los pasillos, el príncipe aceleraba el paso asustado de quedarse a solas con él una vez más, Diluc no lo seguía, por el contrario, se quedaba quieto y cabizbajo en el pasillo, impotente porque Kaeya no parecía corresponder a sus sentimientos, y además de ello, porque lo había hecho llorar como nunca antes.

Al príncipe ya no le resultaba digno quedarse todo el tiempo encerrado en su cuarto, tenía la sensación de que no importaba donde estuviera, siempre estaría encerrado; un día impulsivamente se puso delante de Mark y lo miró a los ojos preguntándole si podía leer un libro sobre Khaenri'ah, el caballero evidentemente se lo negó, a lo que Kaeya cuestionó para qué querían ocultarle esos libros si de todos modos ya conocía su origen. Mark dudó un momento, para él tampoco tenía sentido negarle al principe información sobre su verdadera familia, pero le explicó a Kaeya que si leía algo de Khaenri'ah, Barbatos vendría para castigarlo como en otras ocasiones del pasado; el joven miró hacia abajo, resignado, pero lleno de odio contra el rey y todos los que le servían; por lástima Mark le aseguró que en cuanto viera al rey le preguntaría si quitaría la restricción de los libros de Khaenri'ah ahora que él ya sabía la verdad.

Kaeya se lo agradeció por mera educación, y se retiró para ir al patio, sus pensamientos negativos persistieron mientras veía las flores y a los trabajadores sembrando, lo que antes le inspiraba a dibujar ahora solo era algo vacío, pero no quería cambiarlo, sentía que merecía estar mal, que no era posible sentirse feliz en un lugar lleno de mentirosos, en una tierra perteneciente a los enemigos de su padre. Tal vez los únicos que no tenían la culpa eran sus amigos de la academia y su adorada Lisa, a quien no veía desde hacía un año, pues creía que no sabían nada de su origen y que lo apreciaban por ser él mismo; todo lo contrario al linaje de los Ragnvindr y sus vasallos, a quienes quería hacer pagar por sus mentiras.

Las primeras semanas en las que el ambiente se volvió más tenso dentro del viñedo, Crepus oyó los rumores de que algunos empleados discutieron entre ellos hasta el punto de no querer hablarse, pero lo que le pareció realmente grave fue que Ernest y Tunner se pelearon a golpes una tarde. El señor Ragnvindr tuvo que presentarse ante ambos para poner orden, y al preguntar porque se habían peleado, Ernest alegó que Tunner había dicho cosas muy desagradables sobre su peso a sus espaldas, a lo que Tunner respondió que era un hipócrita porque Ernest se burló de su calvicie.

Crepus les ordenó a ambos que no volvieran a pelear por cosas tan infantiles amenazando con rebajar sus sueldos si volvían a golpearse, Diluc fue testigo de esa llamada de atención de su padre, y le pareció muy raro que se hubieran formado tantas enemistades en tan poco tiempo; sospechando algo fue directamente hacia Ernest para preguntar quién le había dicho que Tunner se burló de él, y él respondió que escuchó los cuchicheos de unas mujeres que trabajaban la tierra. Diluc fue hacia ellas para preguntar sobre el rumor, y ellas respondieron que la que supuestamente había escuchado la burla fue una mucama llamada Hillie; antes de ir a interrogar a Hillie, Diluc tuvo un mal presentimiento, y comenzó a registrar previamente su habitación y todas sus pertenencias.

Por suerte no encontró nada extraño en su cuarto y tampoco habían desaparecido cosas de él, sin embargo, de pronto pensó en sus pertenencias que no guardaba en su habitación, así que corrió a la sala de armas, y descubrió que las suyas estaban ocultas en la parte más alta de una repisa, cubiertas de agua como si alguien las hubiera mojado hacía poco. Sin embargo, los pequeños puntos de oxido le indicaban que alguien venía a bañarlas en agua todos los días para acelerar su oxidación; Diluc resopló furioso, para él era evidente quién estaba detrás de eso, por lo que se dispuso a ir a buscar a Kaeya para ponerlo en su lugar.

Antes de encontrarlo vio a Hillie aseando el cuarto de su padre, y le preguntó si ella había escuchado un rumor sobre Tunner hablando mal de Ernest, ella respondió que no lo había escuchado directamente, porque fue su amiga Moke quien se lo comentó; para quitarse toda duda Diluc buscó a Moke por toda la mansión, y encontró a Elzer y Adelinde ocultos en la oficina de Elzer, mirándose ambos con seriedad y firmeza. Se quedó espiando cerca de la puerta, y escuchó a Elzer decirle a Adelinde que no podía aceptar su proposición, porque Crepus era su mejor amigo y no iba a traicionarlo por una aventura; la mujer se desconcertó y le dijo que era ella quien quería decirle eso, que ella amaba a Crepus y no podía aceptar los sentimientos de Elzer por más bella que fuera su prosa.

Los tres, Elzer, Adelinde y Diluc, se quedaron muy confundidos por esa conversación, Elzer retiró un papel de su bolsillo y se lo enseñó a Adelinde, diciéndole que esa carta parecía haber sido escrita por ella, porque su letra era muy parecida y tenía la misma firma; la mujer abrió la boca, realmente la letra era parecida, pero ella negó haber escrito eso, y en cambio sacó de su delantal otra carta con un poema de amor que tenía la letra de Elzer y su firma. Ambos se quedaron mirando, analizaron después las cartas y concluyeron que fueron víctimas de una broma muy elaborada; Diluc chirrió los dientes, ya no le cabía duda que el que estaba haciendo eso era Kaeya, así que ya no le interesó encontrar a Moke, pues iría directamente hacia el príncipe para frenarlo de una vez.

Diluc corrió por los pasillos hecho una furia, hasta que lo detuvo la voz de su padre desde su oficina, pidiéndole a alguien que "se controlara"; rápidamente Diluc dio un cuarto de vuelta y abrió la puerta sin hacer ruido, allí descubrió a Moke abrazando el cuello de su padre con una postura sugerente, diciendole que quería ser tocada como él lo describía en su carta. Muy confuso Crepus negaba con la cabeza y trataba de apartarla, su mente no terminaba de procesar las insinuaciones de esa mujer, y le repetía sin cesar que no era nada correcto hacer eso, pues él ya tenía una pareja y ella lo sabía.

Adelinde notó que Diluc estaba asomado en la oficina del señor Ragnvindr, y también se acercó a ver que estaba pasando; de pronto ella perdió toda compostura y entró abriendo la puerta de golpe, preguntando que estaba pasando allí; Crepus tembló nervioso diciendo que podía explicar esa situación, pero Moke lo abrazó y le dijo a Adelinde que el señor Ragnvindr también la quería a ella. Diluc y su padre se miraron, ambos tenían ganas de que se los tragara la tierra; Moke se dispuso a enseñar un poema erotico que había sido supuestamente escrito por Crepus, y este negó rotundamente haber hecho algo así.

Antes de que Adelinde se acercara de forma amenazante tanto al señor Ragnvindr como a Moke, Diluc se interpuso entre los tres y les ordenó que cerrarán la boca de una vez; entonces, Diluc le pidió la carta a Moke, y esta se la entregó algo intimidada, luego le pidió la suya a Adelinde, y las analizó al mismo tiempo, si bien eran letras muy parecidas a las de sus supuestos remitentes, noto que había ciertas partes más temblorosas y una mayor concentración de tinta que en una carta normal. Inmediatamente Diluc procedió a explicar la conversación que escuchó de Elzer y Adelinde, y antes de que su padre se indignara, le explicó que ambos habían negado tener una aventura, y que descubrieron que alguien había falsificado sus letras; luego de eso, Diluc le explicó a Moke que ella también había caído en esa trampa, y que su padre en realidad no había escrito ese poema.

La mujer agachó la mirada llena de vergüenza, ya no quería ver a los ojos a Adelinde luego de haberse comportado como lo hizo; Diluc le pidió a Adelinde que no dijera nada para no empeorar las cosas, y luego miró a los ojos a Moke, preguntándole de quien había escuchado el rumor sobre la supuesta burla de Tunner hacia Ernest, y ella respondió que Kaeya le había dicho que lo había escuchado de la misma Adelinde. Esta última negó completamente haber escuchado algo así, para Diluc era obvio que ella no inventaría ese tipo de chismes, así que no cabía duda alguna de que Kaeya inventó todo para crear caos; Crepus miró al cielo pidiendo paciencia, después se dio cuenta de que Diluc pretendía ir agresivamente a buscar al príncipe, y lo tomó del hombro diciendo que él se encargaría de todo.

Juntos fueron en busca del príncipe, no estaba ni en su cuarto, ni en la biblioteca, ni en el jardín, que eran sus lugares favoritos; por eso se acercaron a la cocina para ver si estaba allí comiendo algún bocadillo, y se encontraron a las cocineras agachadas en el piso, buscando sin descanso el saco de sal para condimentar. Diluc no comprendió porque había desaparecido la sal de la cocina, pero el señor Ragnvindr dio rápidamente la vuelta, sabiendo a la perfección a donde dirigirse; Diluc lo siguió corriendo hasta las bodegas para guardar las herramientas de campo, y atraparon a Kaeya con las manos en la masa, poniendo la sal dentro de los sacos de semillas.

-¡¡Kaeya!! - rugió Crepus más furioso que nunca, el príncipe se puso de pie inmediatamente y dio la vuelta asustado -¡¿Qué pretendías hacer?! ¡¿Has enloquecido acaso?!

-¿Qué estaba haciendo? - preguntó Diluc, Kaeya sudó nervioso, no le salía la voz para defenderse.

-¡Ya fue suficiente, no podemos permitir que sigas haciendo este tipo de bromas! - exclamó el señor Ragnvindr severamente, el príncipe retrocedió intimidado por él, pero no agachaba la mirada, por alguna razón creía que era una cuestión de orgullo.

-Ya sabemos lo que has estado haciendo, pusiste a todo el viñedo unos contra otros, pero ya se acabó, les explicaré a todos que eras tú el problema - pronunció Diluc apuntando a Kaeya, este estaba quieto, pero de pronto sonrió con malicia, Crepus lo desconocía.

-Qué mal, no funcionó - dijo al fin el príncipe, el señor Ragnvindr contuvo sus emociones para no dejarse llevar por la rabia.

-Querías separar a Adelinde de mi padre, eso es caer muy bajo - lo increpó Diluc, Kaeya se cruzó de brazos.

-Sabía que no sería fácil, así que... - murmuró el príncipe tratando de jactarse de otra de las piezas de su plan, pero desistió en caso de que Diluc y Crepus no supieran nada acerca de las cartas que recibía Moke.

-Así que también le enviabas cartas a Moke esperando a que mi padre cayera en tentación.

-Creí que eras más tonto - comentó Kaeya, el señor Ragnvindr se acercó a él con firmeza, y este apartó la mirada - ¿Qué me ves?

-¿Por qué hiciste esto? Esto está muy mal Kaeya, Ernest y Tunner tuvieron una pelea muy grave ¿Que crees que hubiera pasado si escalaba a algo peor?

-Eso no iba a pasar, no son animales como para matarse entre ellos - se excusó el príncipe, pero Crepus lo tomó de los hombros observandolo fijamente.

-Inventaste rumores de los demás para que discutieran ¿Por qué lo hiciste? Ellos no te han hecho nada.

-Solo fueron discusiones, no como los otros dos tontos que se dieron puñetazos - respondió Kaeya cruzado de brazos y evitando enfrentarlo directamente.

-Quisiste que me peleara con Elzer y Adelinde... ¿Realmente me odias tanto? - le preguntó con dolor en su voz, el príncipe agachó un poco la cabeza, sus emociones eran contradictorias.

-Quiero dañarte, como tu me dañaste a mí - murmuró Kaeya, entonces Diluc se acercó y violentamente lo tomó de la camisa.

-¡Mi padre jamás te ha dañado! ¡Eres tú el que le ha hecho daño! - le gritó Diluc moviendolo con fuerzas, el señor Ragnvindr tomó el brazo de su hijo mayor y lo miró a los ojos.

-Basta Diluc, así no resolverás nada.

-¡Él siempre te culpa! ¡Quiso alejarte de tu novia y de tu mejor amigo! ¡Tú no le has hecho nada para que te trate así! - decía Diluc consumido por la ira, el príncipe estaba cabizbajo, una vez más creía que Diluc se equivocaba, pero no sabía cómo responder a sus palabras.

-Kaeya se enteró hace poco de su verdadera identidad, está confundido, la violencia solo empeorara su estado - le explicó Crepus a su hijo mayor.

-¡Que él esté mal no es excusa para que le haga daño a los demás! ¡Lo que hizo no tiene justificación!

-Soy un Alberich, es mi naturaleza ser el malo - dijo el príncipe con un tono de resignación, el señor Ragnvindr suspiró y tomó los hombros de su hijo adoptivo con un tacto suave pero seguro.

-Ser un Alberich no significa ser una mala persona, han existido Alberich justos, otros más severos, otros muy amados, llevar ese apellido no te hace una mala persona - trató de explicarle Crepus a Kaeya, pero este no quería verlo a los ojos por la vergüenza.

-Diluc me contó que en su academia muchos dicen que mi verdadero padre es una mala persona - dijo el príncipe, y el señor Ragnvindr miró algo fastidiado a su hijo mayor - el libro que me dio Rhinedottir también decía que los Alberich son malos.

-¿Qué libro? - preguntó Crepus, Kaeya se sobresaltó, sin querer había revelado ese secreto - ¿Leiste un libro prohibido? - cuestionó su padre adoptivo, el príncipe se cubrió la boca.

-¿Por qué rompiste esa regla? ¿Sabes la consecuencia que puede tener eso? - pronunció Diluc, Kaeya tragó saliva con miedo de ser delatado por ellos.

-Bueno, no importa si leiste uno o más libros como ese, a lo que quiero llegar es que, lo que digan otros, incluso si está escrito un libro, no determina quien eres, no debes portarte mal solo porque piensas que por ser un Alberich tienes que ser malo - le explicó Crepus tocando la mejilla del príncipe.

-Pero si eres malo por querer lastimar a otros - dijo Diluc acusativo, su padre giró bruscamente la cabeza para indicarle que cerrara la boca - ¡Pero es verdad! ¡Una buena persona no haría eso!

-Kaeya solo está confundido, ha hecho todo esto porque piensa que lo traicionamos por no haberle dicho la verdad desde el principio - lo excusó el señor Ragnvindr, tanto a Diluc como a Kaeya les incomodaba escucharlo defender algo así - sin embargo, debe saber también que acciones como estas tienen consecuencias.

-Al fin dices algo sensato - comentó Diluc sonriendo satisfecho, el príncipe agachó la cabeza con sentimientos encontrados.

-Inventar rumores puede ser una travesura, querer crear un pleito amoroso es más grave, pero... - comentó Crepus antes de meter una mano en el saco de semillas mezcladas con sal - tratar de sabotear las cosechas es todavía peor ¿No pensaste lo que conllevaría?

-No, no lo pensé, solo quería hacer daño - dijo Kaeya, Diluc arrugó el entrecejo por su descaro.

-Además de ser un problema económico, nos habrías dejado sin comida, sin sustento, y eso también te incluye a ti entre los perjudicados - le explicó el señor Ragnvindr, Kaeya hizo un puchero, cruzado de brazos de forma orgullosa.

-¿Y qué? - dijo sin pensar, Diluc gruñó queriendo agredirlo, pero Crepus estaba en medio y no podía hacer algo así.

-Hacer eso no solo lastimaría a los demás, te lastimaría a ti. Algo así no puede quedar impune - dijo el señor Ragnvindr, Kaeya levantó la cabeza asustado por esa aparente amenaza.

-¿Qué vas a hacer?

-Quitaré todos los libros de tu cuarto, y te negaré el acceso a la biblioteca hasta nuevo aviso - dijo Crepus con firmeza, el príncipe se alteró, si sacaban los libros de su cuarto podrían encontrar el que le dio Rhinedottir, lo cual sería muy perjudicial para él.

-¡No puedes hacer eso! ¡Allí está el libro que me dio Rhinedottir! - le explicó Kaeya, el señor Ragnvindr se irguió decidido.

-Tu indicame que libro es, y yo lo conservaré para que los caballeros no lo vean - propuso Crepus, pero Kaeya lloraba haciendo berrinche, porque seguía pensando que podrían usar el libro en su contra.

-¡No me quites mis libros! ¡No tienes derecho! - se quejaba el príncipe, Diluc se cruzó de brazos sonriendo satisfecho por verlo recibir un merecido castigo.

-Lo tengo, yo soy el propietario de esos libros, y tú tienes que ser sancionado por lo que hiciste, así que no leerás ninguno hasta que hayas aprendido la lección.

-¡No puedes! - chilló Kaeya llorando, pero Crepus se dio la vuelta para darle la espalda e ir hasta su cuarto - ¡No lo hagas!

-Está decidido, y si sigues haciendo ese tipo de cosas, también tendré que quitarte la academia - le dijo el señor Ragnvindr, cosa que horrorizó al príncipe.

-¡No puedes hacer eso! ¡Quiero ver a mis amigos! - exclamó Kaeya tomando las mangas de Crepus para detenerlo.

-Podrás asistir si te portas bien - le explicó, pero el príncipe lloraba sin parar, su padre adoptivo se sentía mal cuando lo veía así, pero en esa ocasión debía mantenerse firme.

-¡Eres igual a Barbatos! ¡Tu y tu hijo son iguales a él! - gritó Kaeya chillando mientras halaba los puños de la camisa de Crepus, entonces Diluc le agarró la muñeca forzandolo a soltarlo; el príncipe cayó de rodillas llorando mientras su "falsa familia" se alejaba de él para comenzar la labor de quitarle todos sus libros - ¡Son iguales a él!



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