15. Mar

Nota: Este seria el cierre de lo que considero la temporada 1, esta historia seguirá siendo actualizada aquí mismo así que no la saquen de la biblioteca ni le quiten los marcadores (dependiendo de si leen en wattpad o ao3).

DISCLAIMER: En este capitulo se menciona más que en otros la temática del suicidio, me pareció importante señalar este trigger por cualquier cosa. 

Este cap tiene 29k palabras, léanlo con calma, y disfruten, que ya se acabó lo peor. 

Planeo hacerle una nueva portada, pueden despedirse de esta.

*****

Kaeya observó a Dainsleif desde el barrote del techo, tiró una frazada doblada, y tratando de ser muy cuidadoso, bajó su cuerpo sin soltar las manos de la orilla, con la intención de tocar las tablas del piso con la punta del dedo pulgar del pie, y de ese modo amortiguar una caída que habría sido muy ruidosa. Aun con esa precaución hizo crujir los tablones cuando se dejó caer sobre la frazada, entonces se quedó estático, y miró al alquimista para saber si se había despertado.

Tal parecía que aún estaba dormido, así que el príncipe tomó aire, se agachó a recoger la frazada, y comenzó a acercarse a Dain con lentitud, preocupado de que el crujir de la madera lo delatara; una vez llegó a su lado, Kaeya se puso de rodillas, analizó un momento el plácido rostro del alquimista, y levantó los dos brazos con la frazada doblada bien sujeta y tensa entre sus manos. No obstante, cuando Dainsleif abrió los ojos de forma súbita, el príncipe Alberich se encontraba de costado junto a él, dándole la espalda, aparentemente dormido con la cabeza sobre una frazada.

El alquimista se giró y tomó los hombros del príncipe para dar un delicado masaje, Kaeya fingió un somnoliento quejido, y Dain le besó el cuello, lo cual bajo la percepción del príncipe de Khaenri'ah, se sentía como la mordedura de una serpiente. De pronto Kaeya se incorporó, y dijo supuestamente preocupado, que era muy tarde y que debían volver ya al palacio; Dainsleif se rió, y respondió que si quería, esa misma noche podían huir de la ciudad hacia un sitio donde nadie los encontrara, sin embargo el príncipe insistió, con la excusa de que le aterraba darle problemas y huir sin un plan definido.

Para mantenerlo tranquilo, el alquimista aceptó llevarlo otra vez al palacio, tenía planeada una buena excusa para justificar la ausencia de ambos ante el rey, así que los dos se levantaron, y Dain tomó la mano de Kaeya para ir todo el camino unidos. En cuanto llegaron a las calles de la ciudad, oyeron las pisadas rápidas, cascos de caballos y el sonido metálico de las armaduras, y supieron así que ya estaban siendo buscados.

—¡Allí están! —exclamó un miembro de la guardia real, el príncipe Alberich retrocedió asustado, pero Dainsleif sujetó más fuerte su mano, listo para abogar por él otra vez.

—Lamentamos no haber llegado al palacio antes del atardecer, hubo una situación que debo explicarle al rey de forma personal ¿Podrían escoltarnos de vuelta por favor?

—¿Fuiste tú el que se lo cepilló hoy? —dijo el soldado apuntando a Kaeya, quien por el estado de su cuerpo y ropa, no dejaba a la imaginación que había sido violado tan solo horas atrás.

—No. También le hablaré de eso al rey en nuestra reunión. —El príncipe miró temeroso a Dain, como si el hecho de que delatara a Diluc todavía le preocupase.

—Si lo retuviste lejos del palacio para cogertelo, no creo que al rey le haga mucha gracia.

—Esto no lo hizo Dainsleif. De hecho, estuve a punto de quitarme la vida de no ser por su intervención —replicó Kaeya.

—Así que es cierto, has tenido impulsos suicidas últimamente —comentó el miembro de la guardia.

—Esa fue la razón por la que tardamos tanto, estuve empeñado en suicidarme, y Dainsleif se quedó a mi lado para convencerme de que no lo hiciera. —El soldado y otros de sus compañeros que habían llegado cerca del príncipe, se miraron los unos a los otros, tensos y achacados por confirmar que Kaeya "no estaba bien de la cabeza".

—Aunque la situación ameritara un castigo severo, por órdenes del príncipe Alatus debemos simplemente llevarte de vuelta al palacio, de inmediato —le explicaron, el príncipe Alberich abrió los párpados con desconcierto.

—¿Dijiste Alatus? —Los guardias asintieron—. ¿Por qué Alatus ordenaría eso?

—Preguntáselo tú mismo, está postrado en su cuarto esperando noticias de ti. —Cada frase resultaba más confusa para Kaeya, sin embargo despertó su curiosidad por las intenciones del príncipe de Liyue, y su estado de salud actual.

Dos de los soldados que encontraron al príncipe Alberich fueron designados para avisar a los otros que la búsqueda terminó, mientras el resto escoltó a Dainsleif y Kaeya de regreso al palacio. Por el camino el príncipe de Khaenri'ah se preguntó si debía pedirle a Dainsleif que no mencionara el nombre de Diluc en su testimonio, a pesar de todo, la idea de que lo arrestaran y ejecutaran seguía causándole terror, pero entendía lo estúpido que era por preocuparse por alguien que lo destrozó.

Aun así, le susurró a Dainsleif que intentara no mencionar nombres en su "reporte", este no dijo nada, estaba muy serio mirando hacia adelante, determinado a hacer lo que tenía planeado, sin importarle los confusos sentimientos de su amado príncipe. Al llegar al palacio se dividieron, Kaeya fue escoltado a la habitación del príncipe Alatus, y Dain se dirigió al cuarto del rey, para informarle lo que había pasado en el día.

Cuando llegó a sus aposentos tocó la puerta, Venti le respondió desde el otro lado que pasara, así que él obedeció, y se lo encontró semi de costado sobre su cama, con las sábanas cubriéndolo de la cintura para abajo, mirando a su nueva amante con una expresión que Dainsleif podía describir como una inquietante y rara forma de demostrar "ternura". Sucrose estaba profundamente dormida, con los pechos al aire y el cabello suelto y desordenado, parecía estar agotada y tenía el cuerpo tenso y la cabeza girada con un rostro de amargura; Dain sintió lástima por ella.

—Supongo que tienes una buena justificación para este escándalo ¿Verdad Dainsleif?

—Por supuesto que la tengo. Durante el atardecer el príncipe se metió al campanario de la iglesia de Favonius, con la intención de lanzarse desde esa altura. Por esa razón tardamos tanto, lo convencí con palabras y mucha paciencia que se alejara del borde —le explicó, Barbatos no pudo esconder la ira en su rostro, que expresó clavando ligeramente sus largas uñas sobre el esternón de Sucrose.

—Entonces desaparece de aquí y ve a vigilarlo.

—No se preocupe, los guardias lo escoltaron al cuarto del príncipe Alatus, y les ordené que no lo dejaran solo hasta que yo llegara.

—Bien, me alegro de que tengas cubierto eso —comentó el rey, quien miró las pequeñas marcas de uñas sobre la piel de su amante, y decidió posar la mano con mayor delicadeza sobre uno de sus pechos—. Te agradezco que estés controlando esos arranques de Kaeya.

—Hoy tuvo una razón adicional para querer acabar con su propia vida, y de eso quería hablarle también.

—Cuenta.

En ese momento Sucrose despertó de golpe y se dio cuenta de que había alguien más en la habitación, como un reflejo quiso levantarse para ponerse la ropa, pero Venti tomó su brazo y la jaló de vuelta a la cama, aprisionándola entre sus brazos para acariciarla, y de esa forma también impedirle que cubriera sus senos desnudos. Dainsleif se sintió incómodo y desconcertado, por un instante se dio cuenta de algo que jamás consideró, y era que también había destruido de algún modo la vida de esa joven, algo que solo había considerado un pequeño daño colateral, pero que al ver en vivo y en directo, le pesaba; de todos modos solo se aclaró la garganta para proseguir.

—El príncipe Alberich pasó un par de horas de la tarde con Diluc Ragnvindr, cuando volví por él, encontré a ese joven desnudo en su cama del bar que maneja, y había signos que me dejaron claro, que el príncipe fue violado por él, y que por esa razón consideró acabar con su vida.

Sucrose abrió los ojos, a pesar de que últimamente se sentía muy apática, era consciente de que esos dos se habían criado como hermanos, lo cual hacía que ese testimonio le causara repulsión; pero Venti se rió de repente, con una extraña fascinación.

—No es un delito follarse a Kaeya, para nadie de este país—dijo el rey, Dain se sintió descolocado.

—Me parece que esta siendo demasiado permisivo con alguien que lo orilló al suicidio.

—Es probable que el maestro Diluc ni siquiera supiera del estado mental del príncipe —respondió desinteresado, luego acarició un pecho de Sucrose, y ésta cerró los ojos con vergüenza y desagrado.

—Aun así, me esperaba una reacción acorde a las circunstancias.

—No me exijas que me comporte como tu quieres, tu sigues siendo mi alquimista, no eres ni siquiera un consejero personal para sugerirme que castigue a alguien que solo dejó aflorar sus deseos más profundos —replicó Barbatos sonriendo por imaginarse con perversión el alma de Crepus Ragnvindr revolcándose en su tumba por lo que hizo su hijo mayor.

Dainsleif pensó en decir que sin importar su opinión, no volvería a dejar que Diluc se le acercara a Kaeya, incluso si eso significaba asesinarlo por sí mismo. Pero decir aquello solo iba a causar que Barbatos desconfiara de él y lo acusara de estar enamorado del príncipe Alberich, lo cual era verdad.

—Si eso es lo que desea, solo vigilaré al príncipe y no lo dejaré a cargo de nadie más.

—Muy bien Dainsleif, has estado haciendo un buen trabajo evitando que el príncipe sucumba a su locura.

—Si usted lo dice... —murmuró Dainsleif, que se culpaba por haber permitido que Kaeya quedase al cuidado de alguien poco confiable como Diluc.

—Ahora retírate, tengo muchas cosas que hacer —le ordenó Venti, sin esperar a que se volteara para quitar las sábanas que cubrían a Sucrose de la cintura para abajo.

La joven encogió las piernas y se giró tratando de cubrirse, pudorosa, pero el monarca le tomó los brazos y volvió a ponerla boca arriba, Dainsleif abrió los ojos, Sucrose se quejaba asustada, sin causarle más que una risa pervertida a Barbatos, quien le abrió las piernas por la fuerza; Dain se giró apenas divisó parte de la vulva de esa muchacha, y se alejó con el corazón acelerado por oírla agitada y angustiada, una vez más se recordó a sí mismo lo que era capaz de hacerle a la vida de una persona solo por sus propios objetivos. Tras cerrar la puerta, el alquimista se alejó con lágrimas de ira asomadas en sus ojos, los gemidos melancólicos de Sucrose lo acompañaron hasta el final del pasillo, mientras pensaba con odio en Venti y Diluc, dos seres que quería asesinar antes de marcharse con Kaeya, porque tal vez haciendo eso, redimiría en parte los pecados que cometió desde que puso un pie en esa ciudad.

*****

Kaeya abrió la puerta del cuarto de Alatus, le molestaba que incluso habiéndole pedido a los guardias que lo esperasen afuera, dos de ellos ingresaran también, paranoicos de que por su inestabilidad mental se hiciera daño, o "atacara" al príncipe Alatus en su estado. Kaeya lo comprendió cuando vio que el príncipe de Liyue estaba recostado boca arriba en la cama, con algunas amarras manteniéndolo atado al colchón para que no se moviera.

El príncipe Alberich se acercó muy nervioso, tal vez Alatus no podría golpearlo esa vez, pero tenía mucho miedo de que la confrontación verbal dañara incluso más su corazón. Cuando se acercó lo suficiente, el príncipe de Liyue lo miró de reojo, y a juzgar por la manera en que sus párpados se abrieron y sus pupilas se hicieron más pequeñas, Kaeya asumió que iba a recibir insultos de su parte por sus tendencias suicidas.

—¿Quién te hizo eso? —preguntó Alatus, el príncipe de Khaenri'ah se miró el torso descubierto y herido, y sus ropas hechas trizas.

—No te preocupes por esto. Es más frecuente de lo que crees —respondió Kaeya, el príncipe de Liyue tembló, porque se fijó en los moretones repartidos en su torso y rostro, en su labio inferior hinchado, al igual que sus parpados, que eran signo de que el príncipe Alberich había estado llorando sin control.

—¿Quién fue?

—Eso da igual. Sería más sencillo para mi decir el nombre de los varones que no me han tocado, que decir el de los que sí lo han hecho —dijo Kaeya, Alatus miró el techo, tan acongojado que debía controlar su respiración para no llorar—. He venido aquí para preguntarte algo.

—¿Qué cosa? —El príncipe de Liyue no lo miró, Kaeya no comprendía su razón para ver hacia arriba con los ojos brillantes y muy abiertos, por lo que pensó que tal vez, no solo él estaba mal de la cabeza en esos momentos.

—En primer lugar...¿Qué te pasó? ¿Qué tipo de herida te hizo Huffman antes de morir?

—Cortó parte de los tendones con su lanza, los doctores los unieron y me ordenaron guardar reposo para que se regeneren mejor.

—Debió ser doloroso, no podrás moverte en mucho tiempo ¿Verdad?

—Así es.

Kaeya reflexionó un momento sobre esa respuesta, y se acercó hasta la orilla de la cama, Alatus no le dirigió la mirada, pero sus ojos ámbar transmitían miedo, de que el príncipe Alberich con justas razones se aprovechara de que no podía moverse, para golpearlo en venganza por todas las veces que él lo hizo. Cuando Kaeya se arrodilló junto a la cama, el príncipe de Liyue cerró los ojos con resignación, se imaginaba cosas como ser abofeteado, pellizcado, o incluso ahogado con su propia almohada, pues por su corto rango de visión actual, no sabía que había dos guardias en las esquinas, vigilando los movimientos del príncipe de Khaenri'ah; no obstante, solo sintió la punta del dedo índice de Kaeya sobre una de sus mejillas.

—Nunca creí que te vería así de inofensivo —comentó el príncipe Alberich, la presión que ejercía con su dedo era tan ligera, que Alatus abrió los ojos sin poder creer que de hecho, fuera algo que se sintiera agradable.

—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó receloso y asustado, Kaeya usó la yema del dedo para recorrer el tabique de su nariz, con una suave caricia que puso aún más nervioso al príncipe de Liyue.

—Nada, solo quiero divertirme un poco viéndote cagado del miedo por alguien que ni siquiera tiene uñas. Como todos los idiotas que creen que soy peligroso.

—Supe que mordiste a Barbatos...

—¿Y eso es motivo para sentir miedo? ¿La mordidita de un gatito débil y flacucho?

—Eso no fue una "mordidita".

—¿Qué daño puede hacer alguien que no sabe defenderse? Sea como sea, estoy consciente de que cuando "mejore" mi estado mental, Barbatos tomará nuevas medidas para volverme más débil. Podría arrancar todos mis dientes de raíz, o amputar los dedos de mis manos, cortar mis piernas de la rodilla para abajo, cualquier cosa que me impida escapar de este infierno.

Hubo silencio dentro de la habitación, Alatus se imaginó a Kaeya convertido en una simple muñeca rota, sin extremidades y dientes, existiendo solo para que su padre y Barbatos ganaran una estúpida e interminable guerra; la sola imagen le causaba escalofríos, los mismos que sentía cuando volvía a mirar de reojo las heridas del príncipe Alberich. ¿Cómo alguien podía soportar algo así? El príncipe de Liyue tragó saliva por la ansiedad, quería decir cosas como "yo te ayudaré", "puedo intervenir para que no te hagan eso", "voy a dialogar con mi padre y el rey para que te dejen ir", "no voy a dejar que te mutilen", había tantas palabras que podría haber dicho, pero ninguna de ellas logró salir de su boca.

—En fin, esto me lleva a mi segunda pregunta, Alatus —dijo Kaeya para romper el silencio, Alatus tenía las palabras atoradas entre el pecho y la garganta, y unas fuertes ganas de llorar—. ¿Por qué le pediste a los guardias que no me castigaran?

—Porque... Si ya intentaste suicidarte, un castigo solo iba a empeorar las cosas. No es conveniente que... —A media frase el príncipe de Liyue se interrumpió a sí mismo, sabiendo que justificarse con eso, solo iba a hacer sentir peor a Kaeya.

—Ya veo, entonces si era porque quieres mantener con vida al rehén más importante de tu bando —comentó el príncipe de Khaenri'ah con aparente tranquilidad, a pesar de que en el fondo estaba llorando.

Kaeya metió la mano en su bolsillo y sacó el pañuelo que Alatus le obsequió, ver los bordados de oro siempre le pareció relajante por el brillo y la exquisita manufactura, ese era su pensamiento cuando lo utilizaba, pero siempre había algo detrás, un sentimiento de inquietud por algo que jamás fue, ni sería. Entonces el príncipe Alberich colocó el pañuelo doblado sobre el pecho de Alatus, y agachó la mirada para esconder su desdicha.

—¿Qué estás haciendo? ¡No te atrevas!

—Siempre que intenté devolvértelo, me obligabas a tomarlo otra vez. Por miedo lo aceptaba, pero también, sentía esperanza de que aún hubiera algo... Pero es absurdo. Por eso ahora, puedo dártelo sin temor a que me golpees por mi "falta de respeto".

El príncipe Alberich se puso de pie y le dio la espalda a Alatus, este entró en pánico, era la primera vez que no podría ir tras él, por eso hizo algo impulsivo, y movió su cuerpo hacia el lado y estiró un brazo por fuera de las amarras, tomando con firmeza la muñeca de Kaeya, antes de que pudiera alejarse.

—¿Qué crees que haces? Los médicos te dijeron que no te muevas ¿Quieres perder la movilidad del hombro acaso? —lo increpó el príncipe de Khaenri'ah, Alatus comenzó a temblar con lágrimas en los ojos, su herida dolía demasiado con su cuerpo en esa posición, pero no podía permitirse soltar a Kaeya.

—No te alejes sin él... —le pidió el príncipe de Liyue mientras las lágrimas comenzaban a salir, preocupado Kaeya regresó sobre sus pasos y trató de moverlo de vuelta a su posición inicial, mas Alatus no soltó su muñeca en ningún momento.

—Déjame ir, esto es estúpido Alatus, es solo un pañuelo, no significa nada para ti o para mi —dijo el príncipe Alberich confundido y molesto, Alatus lloraba con los ojos cerrados.

—Por favor llevalo contigo...

—¿Por qué? ¿Por qué estás llorando? —preguntó Kaeya, el príncipe de Liyue no podía hablar, solo llorar completamente avergonzado de sí mismo y su "debilidad". El príncipe Alberich lo miró conmovido, y se arrodilló para apoyar la cabeza contra el pecho de Alatus, donde estaba el pañuelo, sintiendo así el latir de su corazón.

—Kaeya...

—¿Qué significa todo esto Alatus? No puedo entenderte ¿Por qué forzarías a tu enemigo a quedarse con algo tuyo? Con un gesto de compasión y bondad que nunca se tradujo en ninguna otra acción. Eres tan cruel...

Kaeya dejó fluir su llanto, y el príncipe de Liyue entreabrió los ojos, pensando en lo que le diría Barbatos si lo hubiese visto así, tan cerca de quien llamaba "monstruo", de seguro le hubiera dicho cosas como "¿Qué estás haciendo?", "no te dejes engañar", "estás cayendo en sus encantos" "en cuanto menos te lo esperes te apuñalará por la espalda", "no puedes confíar en él". Pero a pesar de todo el recelo que le fue sembrado por años, la situación de Kaeya lo hacía sentir culpa, demasiada culpa que ahogaba la voz del rey advirtiéndole que no cayera entre sus redes.

—Lo siento... —susurró Alatus, el príncipe Alberich jamás creyó que escucharía algo así salir de sus labios.

—Esto no es real...

—Soy débil, soy tan débil... Me volví blando y ya no tengo remedio, porque yo... Yo nunca quise ver el mundo a través de tus ojos...

—¿De qué estás hablando? —Kaeya contempló al príncipe de Liyue con la oreja aún sobre sus pectorales, Alatus miró hacia arriba angustiado.

—Ahora que ya vi desde tus ojos, ya no hay vuelta atrás, es doloroso, yo sabía que iba a serlo, así que, me gustaba tener una venda en ellos... Pero ya no quiero ser solo lo que soy, no quiero seguir siendo un ciego...

—Aún no puedo entenderlo, Alatus. Tampoco me entiendo a mi mismo, todo este tiempo pude haberlo tirado a la basura, regalarlo a alguien más, y me decía a mi mismo la tonta excusa de que los bordados son demasiado bellos para deshacerme de él. Pero creo que... esto es como lo que siento por mi hermano, siempre quise su amor y aceptación, pero recibí solo... Y contigo... solo esperaba ver otro gesto de misericordia de tu parte, porque siempre pensé que Barbatos también secuestró a ese niño que me hizo sentir mejor cuando necesitaba ayuda, y que me dejó a cambio un impostor violento, que en algún momento se iría... Es todo un sin sentido.

Alatus lo sentía sollozar sobre su pecho, también trataba de entenderse a sí mismo, por qué sentía esa clase de cosas por un enemigo, por qué lloraba por él, y por qué quería mantener algo de su persona cerca de él. Entonces soltó su muñeca, y depositó la mano sobre la cabeza de Kaeya, para acariciarla.

—¿Por qué me obligas a tenerlo? ¿A sentir que todavía hay esperanza de que no seamos enemigos algún día? ¿O es que acaso te gusta tener poder sobre mí? ¿Te divierte?

—Soy un guerrero, pero soy más que eso... No podía seguir viviendo por siempre negando que... que no solo quiero luchar y aplastar a mis enemigos, que quiero que la vida sea diferente, que las cosas fueran diferentes...

—Eso no responde mi... —De pronto Alatus beso la frente del príncipe Alberich, lo cual lo hizo enmudecer.

—Si te preguntas porque siempre insistí en que fuera tuyo... Fue porque también tenía, muy dentro de mí, la esperanza de que esta puta guerra terminara, y ya no tuviera la necesidad de controlar tus...

—¿Mis que?

—Toda mi vida me dijeron que eras una fiera enjaulada, dispuesta a atacar y matar si se te daba la oportunidad. Aún recuerdo como si fuera ayer, que estuviste a punto de tirar a Ganyu por unas escaleras...

—Eso fue porque tu querido rey estaba amenazando a mi padre adoptivo y a su hijo. Si yo no hubiera hecho eso, no habríamos podido negociar para que nadie saliera herido —lo interrumpió Kaeya, Alatus no recordaba esa parte, y solo se sintió incluso más confundido después de saber su versión de la historia.

—El caso es... que quizá, muy en el fondo, yo quería que todo se terminara, que ya no hubiera más guerra, que ya no fueras una amenaza, que pudiéramos... Retomar relaciones entre... —El mismo Alatus se interrumpía, no era eso lo que quería expresar, no quería utilizar a Kaeya como un nexo entre su nación y Khaenri'ah, no quería que solo fuera una relación diplomática, pero las palabras correctas no salían de su boca, por vergüenza.

—Sí te pareces un poco a tu hermana Keqing, tienes una visión política que no me esperaba de ti.

—No era eso lo que...

—Al menos quieres paz, eso se agradece, aunque tampoco me lo esperaba de ti, creí que ser violento era algo que te gustaba.

—A veces cansa.

—Entonces, ese pañuelo es tu garantía para que, si llego a ser libre, podamos estar en mejores términos —concluyó Kaeya, Alatus asintió aunque no fuera precisamente lo que quería expresar, aun así acarició la cabeza del príncipe Alberich, porque se le daba mejor expresarse sin abrir la boca—. Temo que no podrá ser así.

—¿Por qué no?

—Yo no seré libre jamás. Mi única salida es morir, porque Barbatos no planea dejarme ir, y creo que, tampoco sería bien recibido en Khaenri'ah —dijo Kaeya, aunque significara exponer algo de lo que sabía de su progenitor—. Le he causado tantos problemas a mi padre, que creo que me odia.

—No digas tonterías como esas.

—Es la verdad Alatus, no hay alguien esperándome en Khaenri'ah, y tampoco hay posibilidad de que me vaya de esta prisión, todos los hechos me lo confirman.

—Yo podría pedirle a Barbatos que te libere cuando...

—Es la misma promesa de siempre, el Gran Maestro Varka me dijo lo mismo, y no lo he visto desde hace tantos años. Dudo que él y tu cumplan esa promesa.

—La cumpliré, te lo juro. No dejaré que seas un prisionero toda tu vida.

—Qué más da Alatus, ya me ha ocurrido de todo, ya he sufrido todo tipo de martirios, ni aunque sea libre podré dejar de pensar en todo eso ¿Qué sentido tendría seguir viviendo una vida que jamás podré disfrutar?

—¡No digas eso!

—Sea como sea... Si fuera libre sin que la guerra acabara, todos tus miedos se harían realidad ¿Entiendes eso? Me harían parte del ejército, y yo voluntariamente participaría de ello.

—Pero...

—Tu padre y Barbatos me han hecho tanto daño, que esa bestia a la cual le temen, no se detendría hasta acabar con ellos —confesó Kaeya, Alatus palideció, ni siquiera habiendo mostrado su verdadero corazón, podía cambiar esa realidad.

—Dime que no...

—Tu estarías a salvo, porque no has hecho lo suficiente para sentir ese tipo de odio por ti, pero no puedo decir lo mismo de ellos dos... Aunque tu y tus hermanos clamen por paz, no habrá forma de apaciguar la ira de una bestia llena de resentimiento.

—No me digas eso...

—Por esa razón, te pregunto... ¿Realmente quieres que conserve tu ofrenda de paz? —le preguntó mirándolo a los ojos, Alatus pensó muy bien su respuesta, tenía miedo de Kaeya, pero a la vez, por fin comprendía su forma de ver la vida, y sabía que él sentiría lo mismo en su situación.

—Sí.

—Bien... —murmuró Kaeya después de haber sido completamente honesto con él.

Alatus movió la mano para sostener el pañuelo, y se lo ofreció a Kaeya, quien lo tomó, y acercó los labios a la palma de su mano para besarla con suavidad. El príncipe de Liyue se estremeció, era muy confuso tener tanto miedo de alguien, y a la vez sentir plenitud por sus gestos de cariño; Kaeya se sentía igual que él en ese aspecto.

—Es la primera vez que podemos estar así de cerca sin violencia de por medio...

—Lamento mucho haberme comportado de esa forma...

—Eres lindo cuando estás tranquilo —dijo el príncipe Alberich, Alatus se puso nervioso.

—No digas esas cosas.

—Las cejas arrugadas y los colmillos te hacían alguien feo. Ahora puedo ver mejor tus facciones, te ves como un gatito adorable.

—¡Basta!

—Pobre cosita, tu cara está roja. Es divertido molestarte un poco ahora que estás quietecito. —Kaeya se rió, Alatus miró mejor su rostro, siempre lo consideró alguien peligrosamente atractivo, pero en ese momento sus heridas y las lágrimas que mojaron su cara, opacaban esa belleza innata, así que volvió a tomar el pañuelo de las manos de Kaeya, y lo usó para limpiarle los pómulos.

—¿Cuántas lágrimas han mojado este pañuelo?

—Depende ¿Cuántas gotas de agua hay en el mar? —respondió Kaeya con una sonrisa, el príncipe de Liyue le tocó una mejilla y agachó la vista, mirando su piel semi desnuda y amoratada.

—Kaeya... necesito que me respondas una duda.

—¿Si?

—Mi padre y Barbatos... ¿Ellos también te han hecho esto? —preguntó Alatus mirando todas las marcas de violación visibles en el cuerpo de Kaeya, el cual se quedó sin habla un momento, no quería que él sufriera por culpa de Morax, pero era evidente que ya lo había intuido por sí mismo, por lo que no tenía sentido mentirle.

—Fueron los primeros en hacerlo... —reconoció el príncipe Alberich.

Alatus miró el techo, era algo duro de aceptar, pero no le sorprendía, mucho menos de Barbatos por su manera de tratar a su alquimista y amante; aún así tenía muchos sentimientos encontrados, porque no podía dejar de pensar en Venti con deseo, mas ya no con la misma devoción, por eso era doloroso dimensionar lo que estuvo dispuesto a sacrificar en su nombre.

—Ahora entiendo...

*****

Cuando dieron por finalizada esa conversación, Kaeya se dirigió a la puerta, sosteniendo el pañuelo de Alatus contra su pecho; los guardias lo siguieron sin comentar nada acerca de lo que habían escuchado, era como si no tuvieran sentimientos, o como si consideraran que su valor como personas era tan minusculo, que ni siquiera podían plantearse desobedecer al mejor postor. El príncipe Alberich tocaba ese pequeño pedazo de tela como si hubiera comenzado a tener un significado diferente, lo describía como su propia vida, un mar de oscuridad en el que siempre habría una diminuta isla de luz y esperanza, imposible de comprender, sin ningún sentido y lógica, pero que de algún modo igual de absurdo, no se hundia.

¿Cómo es que seguía de pie? Se preguntó mientras bajaba a la parte trasera del palacio, por unas escaleras de piedra estrechas y los soldados pisándole los talones, ¿Qué era lo que lo mantenía vivo? Sus sentimientos por Alatus y la ilusión de un futuro diferente era algo risible para él, no había manera alguna de que terminara bien, así que esa no podía ser su razón para no caer. ¿Acaso era la joven Barbara Pegg? A su juicio sería un completo monstruo si sacaba a esa niña de su confortable burbuja de ignorancia, porque contarle la verdad de su vida e identidad iba a ser suficiente para destruir su inocencia, y no se permitiría algo así solo por tener a un angelito que cuidase de él cuando se sintiera triste.

¿Era la posibilidad de ver a Lisa con vida? Si volvía a verla iba a sentirse algo mejor, pero sabía que si no era el caso, tampoco serviría para decidirse a acabar con su propia vida; tal vez la única respuesta aceptable eran sus deseos de venganza, pero no tenía del todo claro cómo enfrentarse por sí mismo a dos titanes, cada uno con un poder diferente y descomunal ante un enclenque como él. Barbatos siempre iba a estar vigilado, salvo cuando evaluara que había vuelto a ser inofensivo, y lo metiera a sus aposentos otra vez; Kaeya fantaseó con soportar el martirio de su mente hasta que llegara ese dia, para así aprovechar la desnudez de Venti y morderle el cuello con todas sus fuerzas, ahogando sus gritos con la mano, hasta que muriera desangrado.

¿Pero y luego qué haría? Su cuerpo estaría manchado de sangre, más temprano que tarde los guardias iban a notarlo, y él no podría cumplir su venganza contra el otro titán, Dainsleif; asesinar a esos dos en el mismo dia era algo imposible, por eso estaba tratando de imaginar las posibilidades, quizás envenenar a Dain, o mejor, emborracharlo y mantenerlo boca arriba para que se ahogase con su propio vómito, ese método no levantaría sospechas y de hecho, tiempo atrás había comprobado su efectividad. Aun así eran solo ideas, porque él no estaba seguro de lo que iba a pasar con el transcurso de los días, probablemente Barbatos decidiera mutilar su cuerpo para impedirle escapar, y además Dainsleif estaba ahí para matarlo, así que también debía cuidarse las espaldas.

Pero era muy extraño que habiendo estado a punto de suicidarse, Dain lo detuviera, a pesar de que aquello le hubiera ahorrado mucho trabajo; en ese momento Dainsleif apareció, los había estado buscando, y lo primero que dijo al encontrarlos, fue un agradecimiento a los guardias, a quienes les pidió que se retiraran. Cuando se quedó a solas con el príncipe, Dain le acarició la mejilla con delicadeza, Kaeya no se atrevió a mirarlo a los ojos, mas ese simple gesto le hizo comprender, que ese alquimista se había enamorado perdidamente de él; esos sentimientos lo hacían sentir incluso más repulsión por su persona, alguien de 1000 años obsesionado con su linaje, que vino a arruinar su vida, de algún modo retorcido se enamoró de él.

Algo que al príncipe Alberich le sorprendía de sí mismo, era su capacidad para fingir y mantener la cabeza fría en ese instante, aparentando con su mirada melancólica y brillante que sus sentimientos eran recíprocos, cuando en el fondo sentía odio, una ira asesina por la muerte de quienes amaba, y lo que tuvo que soportar en esos últimos meses, todo por culpa de ese monstruo. Entonces se dio cuenta de que Dain traía un cambio de ropa para él, lo cual a pesar de todo lo que estaba pasando por su cabeza, agradeció respetuosamente; el alquimista le besó la frente y lo invitó a los baños del campo de entrenamiento, Kaeya aceptó ir, manteniendo la calma cuando Dainsleif le tomó la cintura para guiarlo.

Cuando llegaron ahí, se dio cuenta de que Dain le pidió a unas sirvientas que calentaran agua, para darle un baño tibio de esponja; el príncipe se desnudó y se puso de rodillas sobre el piso de piedra, mirando fijamente la pared mientras seguía pensando confuso en esas atenciones que Saind Efil le daba. Dainsleif tuvo el autocontrol de no acariciar de más ese cuerpo que tanto le gustaba, y solo se limitó a limpiar la sangre seca con la esponja; Kaeya miró hacia abajo, el agua corría con un color rojo amarronado, eso lo hizo cambiar la narrativa de desprecio de sus pensamientos, a unos de dolor, porque dimensionó una vez más que su hermano lo había violado.

Una vez listo, el príncipe Alberich se puso de pie, cabizbajo, y Dain tomó su barbilla para darle un beso en la boca, el cual Kaeya aceptó recibir con desgano; Dainsleif secó el cuerpo desnudo de su amado, lo besó otra vez, y quiso ayudarlo a vestirse, pero el príncipe le pidió que lo dejase hacerlo por sí mismo, para no volverse aun más "inservible". Al alquimista le preocupó oir esa palabra, mas cumplió su deseo, y observó cómo la persona que amaba se ponía lentamente la camisa y unos pantalones, era angustiante ver cada herida de su cuerpo y saberse el responsable de que eso le ocurriera; por esa razón Dainsleif se juró que jamás volvería a dejarlo solo, y que iba a reconstruir su alma en un lugar seguro.

Luego de vestirse, Kaeya dejó que Dain le tomara la mano, y fueron juntos al pequeño cuarto que compartían, para dormir durante el resto de la madrugada; los dos se recostaron de lado sobre la cama individual, Dainsleif acariciaba a su amado mientras le besaba la frente, demostrándole su devoción, mientras el príncipe miraba hacia abajo, lleno de sentimientos encontrados, porque si bien sentía odio por él, nunca pudo resistirse a los gestos de cariño y protección, vinieran de donde vinieran. El alquimista se quedó dormido, pero Kaeya no lo consiguió, porque no dejaba de pensar que estaba a menos de un centímetro de alguien muy peligroso, compartiendo cama con un enemigo peor que Barbatos, porque por lo menos este último era consistente en su forma de actuar, Dain por otro lado, era una víbora que atacaba por la espalda, y seguía jugando el papel de amante abnegado.

Antes del amanecer, Dainsleif abrió los ojos y se levantó cuidadosamente para "no despertar a Kaeya", sin saber que este fingía estar dormido; el alquimista se dirigió al laboratorio, ya no pretendía seguir envenenando los alimentos del príncipe, en lugar de eso iba a preparar nitroglicerina para crear un atentado incluso más destructivo que el que hicieron los mercenarios que intentaron llevarse a Kaeya. Su plan era utilizar ese potente explosivo en puntos estratégicos como la sede del Ordo Favonius, sus establos, y en el mismo palacio con ayuda de un mecanismo de reloj que rompiera los contenedores de vidrio en cuanto fuesen las 9 de la noche.

El príncipe Alberich decidió levantarse cuando Dain desapareció de la habitación, su única razón para tratar de salir a la ciudad exponiéndose a la pesadumbre del luto y a encontrarse con personas indeseables, era que le resultaba insoportable quedarse en el palacio, sobre todo si estaba cerca de Dainsleif, porque sentía tanto odio por él que temía no poder mantener por más tiempo su máscara. Así que se dirigió a la cocina para salir por la parte trasera del palacio como solía hacer; sin embargo se asomó un momento, observando la cantidad de guardias de la salida trasera, lo cual lo dejaba en una posición desfavorable, porque sabía que ellos no le darían su espacio si lo veían salir solo.

Por esa razón analizó un poco mejor el entorno, divisando una carreta de verduras que se había estacionado en el patio exterior entre la cocina y la bodega de jardinería, así que se dirigió a esa salida y sacó el pañuelo que le dio Alatus, lo estiró, lo puso por el reverso para esconder los bordados de oro, y lo ató en su cabeza, para luego esconder el resto de su cabello por debajo de la camisa marrón que estaba usando. Al llegar ahí tomó las asas de la carretillo y avanzó para salir del palacio, encorvado y con la cabeza gacha para aparentar ser un simple plebeyo jorobado por el arduo trabajo, la oscuridad de la madrugada lo ayudaba con ello; en cuanto salió de la vista de todos, dejó a un lado la carreta y se quitó el pañuelo de la cabeza para alejarse de ahí, y tener un momento de privacidad para pensar en diferentes formas de vengarse.

—Míralo, ahí está —susurró Childe junto a Scaramouche, estaban ocultos en una calle cercana al palacio, con la intención de saber si le habían permitido a Kaeya salir de ahí, o bien para encontrar un modo de infiltrarse.

—Bien, eso nos ahorra tiempo, ahora sigamoslo de lejos.

—Quiero ir con él ahora mismo.

—No. Si te precipitas nos van a ver, es imposible que los guardias no se acuerden de ese cabello de zanahoria.

—Ojalá estuvieras usando tu sombrero feo para decirte que no eres el rey de la discreción.

—No te metas con mi sombrero —replicó el baladista apuntándolo con el dedo.

Ambos comenzaron a caminar pegados a la pared, Childe iba por delante, con unos fuertes deseos de comenzar a correr hacia Kaeya; el príncipe fue andando por los adoquines, lo primero que pensaba hacer era buscar a Lisa, o al menos saber noticias sobre su estado, después iría a la plaza del asilo, para quedarse a pensar debajo de los árboles, porque imaginaba que si Dainsleif fuese a buscarlo con los soldados, iniciarían primero con lugares altos como la iglesia. Scaramouche dedujo sin problemas que iba a dirigirse a la biblioteca, así que le ordenó a Tartaglia que cambiaran de rumbo para adelantarse al príncipe.

Ajax siguió a su jefe, pero las voces de su cabeza estaban inquietas de júbilo, por fin volvía a estar cerca de su dulce príncipe, a menos de dos cuadras, todas estaban de acuerdo en que fuera por él, tan pronto como fuese posible, porque querían protegerlo y decirle que todo iba a salir bien, que esa vez no fallarían. Cuando lo adelantaron lo suficiente y se escondieron por una callejuela muy cercana a la biblioteca, Scaramouche se asomó un poco y sugirió lanzar pequeñas piedras a los adoquines para llamar la atención de Kaeya; no se esperó que su subordinado diera más de un paso hacia la tenue luz del amanecer, y se quitara la capucha que escondía su cabello color cobre.

El príncipe de Khaenri'ah se quedó quieto, le había dado la espalda al callejón, pero por el rabillo del ojo había visto un movimiento que llamó su atención, así que se giró, y descubrió a Childe a una cuadra de él, quieto, esperando a que Kaeya aceptara que eso no era producto de su imaginación. El baladista lo regañaba en voz baja, si seguía exponiéndose alguien más los vería, así que Tartaglia obedeció a su manera, y dio media vuelta para adentrarse mucho más profundo en esa calle oscura, Scaramouche se le adelantó, porque lo iba a guiar hasta un punto donde estuvieran completamente ocultos.

El príncipe reaccionó, por un momento creyó que estaba alucinando, pero aquel pelirrojo no se cubrió la cabeza, como si quisiera que él se fijara bien en su cabello, para reafirmarle que todo eso estaba pasando; Kaeya comenzó a caminar hacia ese callejón, no podía ponerse a correr porque podría llamar demasiado la atención, pero quería llegar hacia esa persona, con todo su corazón. Entonces, una vez escondidos de la mirada pública, Tartaglia volvió a girarse, y vio que el príncipe Alberich caminaba cada vez más rápido hacia ellos; Ajax no pudo resistirlo más, y corrió de vuelta para alcanzarlo, y Kaeya también corrió, nunca habían estado tan desesperados por volverse a ver; sentir y reconocer al otro era tan indispensable como el aire, así que en cuanto se acercaron lo suficiente, el príncipe saltó a los brazos de Childe, y este empezó a girar mientras lo abrazaba, pensando que su adorado era tan ligero como una pluma.

Cuando dejó de dar vueltas, y depositó suavemente los pies del príncipe sobre el piso, ambos se quedaron contemplando sus rostros, muy cerca; Kaeya le acarició la mejilla, observando sus ojos azules y opacos con incredulidad, melancolía e ilusión, y le preguntó si eso era real, a lo que Tartaglia respondió: "todo esto es real". El príncipe Alberich tembló con lágrimas de emoción en la mirada, Ajax le besó la frente y le acarició el cuello, la quijada y el pómulo, Kaeya seguía temblando dichoso, y bajó la vista con las mejillas sonrojadas, esos gestos de cariño se sentían tan genuinos que tenía la sensación de que había vuelto a ser un niño pequeño en manos de un ser querido; Childe rozó su nariz sobre la de Kaeya, sin dejar de darle esas delicadas caricias, el príncipe necesitaba más, pero no pudo pedírselo, porque Scaramouche se aclaró la voz para llamar la atención de ambos, y cuando estos lo miraron, el baladista movió la cabeza hacia un lado, para indicarles que lo siguieran.

*****

Cuando terminó de formular el primer tubo de nitroglicerina, Dainsleif lo guardó en un porta tubos de ensayo, muy escondido en la parte trasera de los químicos más frágiles del laboratorio; después salió de esa habitación para armar el desayuno de Kaeya, y sonrió melancólico observando las tostadas con miel que puso en la bandeja, pensó en la horrible persona que había sido cuando un día atrás le colocó un par de gotas de veneno a sus gachas de avena, y sentía que estaba enmendando el daño de alguna forma al prepararle alimentos con todo el amor que podía darle, sin deshonestidad y maldad de por medio. En cuanto estuvo listo, tomó la bandeja y fue a su pequeño cuarto, solo para descubrir que el príncipe no estaba ahí; asustado convocó a los guardias para que lo ayudaran a buscarlo por el palacio, pero descubrieron entonces que Kaeya había logrado salir por cuenta propia a la ciudad.

De inmediato se formó un operativo para ir en su búsqueda, Dain les ordenó desesperado que fuesen a registrar todos los lugares altos de la ciudad, porque no podían dejar que el príncipe volviera a intentar quitarse la vida; el alquimista estaba entrando en pánico, y pensó en los lugares donde posiblemente podía estar su amado. Temió que hubiese encontrado a Lisa, pero según Paimon, esta había sido envenenada, y si no estaba muerta, al menos estaría convaleciente lejos de la biblioteca; aun así fue su primera opción para ir a registrar, pero no encontró nada.

Lo siguiente que se le ocurrió hacer, era buscar en las propiedades que alguna vez pertenecieron a Albedo, en alguna de ellas debieron pasar buenos momentos juntos, y tal vez Kaeya quería revivir la dolorosa pero apasionada nostalgia en alguno de esos sitios; pensó también que quizás, el príncipe Alberich deseaba pasar un tiempo a solas en el motel donde le había hecho el amor, en su mente, su amado tal vez quería estar en ese sitio para olvidar toda la tragedia que lo rodeaba. Tras buscarlo durante horas, Dainsleif colapsó y cayó de rodillas, llorando por creer que Kaeya se había quitado la vida; fue entonces cuando un par de guardias llegaron para decirle que el príncipe había sido encontrado sobre un árbol de la plaza del asilo, vivo y sin un rasguño.

Dain se puso de pie y fue corriendo para ir a encontrarse con su amado, quien estaba siendo empujado por los guardias para regresarlo al palacio; el alquimista les ordenó que lo dejaran en paz, porque él sabía lidiar con su situación. Kaeya parecía muy apenado, no lo miraba a los ojos, y a Dainsleif le dio la impresión de que tenía ganas de llorar; entonces el príncipe de Khaenri'ah le pidió que fuese con él de vuelta a la plaza del asilo, porque quería hablar en privado; al llegar ahí se sentaron bajo un árbol, y Kaeya miró hacia arriba.

—Usé las ropas que están colgando de esa rama, para moverme por la ciudad —le explicó el príncipe, Dain le tomó la mano.

—¿Por qué te fuiste sin mi? —El príncipe siguió mirando hacia arriba, y Dainsleif se dio cuenta de que su ojo se humedeció.

—Lo siento Dainsleif, pero yo ya no puedo seguir...

—No digas eso.

—Es la verdad, aunque ayer hayas evitado que saltara desde el campanario, mis deseos de morir no se van, ni lo harán jamás.

—Kaeya por favor, no pienses en eso, yo te sacaré de aquí y te llevaré lejos, donde la guerra no te seguirá lastimando, debes creer en mi palabra —replicó Dain, Kaeya sintió dolor de estómago por la ira que debía reprimir.

—Esa promesa... Nadie la ha podido cumplir, y sabes que ya no me importa que se cumpla, porque ni siquiera la esperanza de alejarme para siempre de Barbatos, hará que este dolor se vaya.

—Sí se podrá, yo puedo hacerlo, voy a darte tanto amor que olvidarás para siempre a quienes te lastimaron, te lo juro... —Dainsleif comenzó a llorar, porque sabía que era su culpa que su amado no viera la luz al final del camino.

—Yo pensé que entenderías lo que siento...

—Yo lo entiendo, y por eso quiero salvarte, porque te amo, te amo tanto que sé que solo eso nos salvará a ambos —insistió el alquimista, el príncipe agachó la cabeza y se cubrió la cara con las dos manos.

—Perdóname Dainsleif, pero aunque te ame... tu amor no basta para querer seguir viviendo... Necesito descansar, necesito encontrar la paz en lo único que puedo escoger, mi propia muerte. —De pronto Dain tomó los hombros de Kaeya y lo miró, sin poder dejar de llorar.

—Perdóname tu... yo... yo no he hecho lo suficiente para...

—No es tu culpa mi amor, es, todo lo que me ha ocurrido, la razón por la que fui traído a Mondstadt, toda mi vida es la principal responsable de que yo ya no encuentre otra salida, porque el único destino digno para mi, es morir...

—Por favor Kaeya...

De pronto, el príncipe sacó de su bolsillo un pequeño frasco con un corcho, lleno de un líquido verdoso y amarillento.

—Hoy usé ese disfraz para comprar esto —dijo el príncipe, Dainsleif miró su contenido, y se lo quitó de las manos al príncipe.

—No te lo permitiré.

—Compré esa para ti —le explicó Kaeya, Dain negó con la cabeza.

—¿Por qué para mi?

—Una vez me dijiste que ambos deseamos la muerte, y me preguntaste mientras hacíamos el amor, si podíamos morir juntos... —le recordó el príncipe Alberich, Dainsleif se quedó frío, él le había dicho todas esas cosas precisamente para convencerlo de que el suicidio era su mejor destino, y le dolía hacer esa retrospectiva—. Por eso creí que... me entenderías.

—¿Donde está tu dosis?

—No te lo diré.

—¿Por qué ?

—Porque si no aceptas que acabemos nuestras vidas, juntos, lo haré yo solo de todos modos.

—No puedes hacer esto Kaeya, es extremista, no puedes simplemente...

—Amor... Ya no importa. Tuve una vida cuanto menos memorable, pero no puedo morir siendo un peón en el juego de alguien más, deseo que mi muerte sea la de un martir, que salvó a su nación de seguir siendo coaccionada.

—No lo permitiré.

—¿Piensas retenerme en el palacio para que no vaya a buscar mi veneno? —le preguntó Kaeya, Dainsleif asintió—. Entonces no eres diferente a Barbatos, solo me mantienes con vida para tu propio placer, por tus propios fines, no porque desees lo mejor para mi.

—¡Por supuesto que quiero lo mejor para ti!

—Entonces déjame morir. Ya no hay nada que puedas hacer, mi mente está irremediablemente destruida. Nunca nadie podrá restaurarla, por eso, mi salvación es el descanso eterno.

—Basta...

—Dain, te lo pido por favor... Déjame descansar...

El alquimista estaba sufriendo de taquicardia, todo era su culpa, el hecho de que su amado no quisiera la salvación, era su responsabilidad; sus ilusiones de un futuro a su lado, se derrumbaron, y eso lo hacía querer gritar y confesarle que él lo había iniciado todo. Pero hacer eso, solo reafirmaría las razones que el príncipe le dio para quitarse la vida, ya no pudo encontrar una solución, solo quedaba ver como le causaba el suicidio nuevamente a alguien que lo hizo amar, esa era su condena; y por esa razón, supo que su destino sería hacer un último daño a un inocente, antes de enmendar su error y recuperar Khaenri'ah para los alquimistas.

—Lo entiendo... Yo... quiero morir a tu lado, mi dulce príncipe...

—¿Lo dices en serio, mi amor?

—Sí... quiero pasar mi último día de vida, contigo... —dijo Dain, Kaeya lo abrazó suavemente como muestra de agradecimiento, y Dainsleif miró el frasco que le había quitado, agitando su contenido.

—Te amo Dainsleif... Gracias por dejarme escoger mi destino...

—Mi príncipe... ¿Cómo conseguiste dos dosis de este veneno?

—Lo primero que hice esta mañana fue conseguir dinero para poder comprarlo...

—¿De qué forma?

—Le di sexo oral a Seamus Pegg, el sacerdote —respondió el príncipe de forma segura y convincente, Dain suspiró, angustiado por el hecho de que Kaeya obtuviera todo por medio de su cuerpo.

—Ni siquiera el sacerdote es una persona de fiar en esta ciudad... ¿Qué tipo de veneno compraste?

—Me dijeron que se llama cicuta, les pedí un veneno con efectos instantáneos, y me dieron ese... —Dainsleif le quitó el corcho a la pequeña botella, y olfateó su contenido, el olor a orines le hizo saber que se trataba de cicuta auténtica, la cual no tenía antídoto.

—Entiendo... Quieres algo rápido.

—Cualquiera lo querría.

—Sé que sería inútil preguntarte dónde escondiste tu dosis.

—Tienes razón, no te lo diré. Si cambias de opinión, estás en todo tu derecho de tirar la tuya a la basura.

—No te preocupes mi amado príncipe, no te dejaré ir solo.

—Gracias... te amo Dainsleif...

—Te amo...

*****

Esa noche el alquimista volvió a esperar a que el príncipe se durmiera, para irse al jardín interior con el frasco de cicuta; no había un antídoto para aquello, pero podía fabricar un líquido del mismo color y con un olor similar a la cicuta, a partir de plantas y algo de su propia orina. Cuando recolectó hojas con la suficiente clorofila para emular el color del veneno conseguido por Kaeya, Dainsleif vació el contenido del frasco, y se dirigió al laboratorio para limpiarlo con químicos, y así evitar cualquier residuo de cicuta.

Luego machacó las hojas para extraer la clorofila, guardó el líquido en el frasco, y se dirigió con el frasco al baño para llenarlo con sus orines; no le agradaba tener que beber eso frente a Kaeya, pero era la única forma que tenía de hacerle creer que estaba bebiendo lo mismo que él. Tras estar listo, Dain limpió el frasco y lo dejó oculto en una esquina de su cuarto, y volvió a recostarse junto al príncipe, tocando su larga cabellera mientras pensaba que en cuestión de horas, lo dejaría cometer suicidio.

El alquimista no consiguió cerrar los ojos en toda la noche, aún no podía creer que su amado hubiera decidido algo así, sentía tanto desesperación como deseos de que pronto la tortura de amarlo, se terminara. Antes de que Kaeya despertara, Dain fue a la cocina para preparar su desayuno, tenía entendido que le gustaba la avena con azúcar, así que eso fue lo que le sirvió, junto a un té con leche fresca y una tostada con mermelada de ciruela.

Cuando le sirvió el desayuno, el príncipe Alberich miró la bandeja durante algunos minutos, y le preguntó a Dainsleif por qué deseaba alimentarlo cuando ya no tenía sentido nutrir su cuerpo; Dain sintió un nudo en la garganta, pero tuvo el valor de decirle que, siendo su último día de vida, debía comer todo lo que amara, y hacer las cosas que le gustaban antes de morir. Kaeya pareció reflexionar sobre eso, y comenzó a masticar con lentitud, hasta terminar todo lo que había en su bandeja; el alquimista le tomó la mano, quería darle todo el amor que pudiera darle ese día, con la esperanza de que eso lo ayudara a cambiar de opinión.

El príncipe Alberich le dijo que quería ir hasta su cuarto para sacar algunos libros, los cuales pensaba volver a leer hasta que llegara el momento de salir a la ciudad, para sacar su dosis de veneno de su escondite. Dainsleif lo acompañó hasta la torre del rey, esperando que Barbatos estuviera desayunando en lugar de estar cerca de su cuarto; el crujir de la cama del monarca les hizo saber que estaba adentro con alguien más, así que ambos entraron a la habitación de Kaeya para sacar una pila de libros, y se fueron rápidamente al primer piso.

El alquimista buscó una habitación con ventanales, que le permitieran al príncipe leer; Kaeya se sentó con un libro en las manos, y Dain se apoyó en el escritorio para tomar otro. Se dio cuenta de esa forma que aquellos libros solo poseían la portada y un par de páginas del contenido original del título, y que por dentro tenían un gran manojo de páginas cosidas a mano, de otros libros de historia, guerra y estrategia.

No pudo evitar preguntarle por pura curiosidad el cómo y el porqué tenía esos libros en su posesión, Kaeya le respondió que su mejor amiga, Lisa Minci, los preparaba para él, y que en realidad nunca siguió la regla de no leer ciertos libros, los cuales irónicamente consideraba sus favoritos por el propio hecho de estar prohibidos para él. Dainsleif volvió a sentir un fuerte remordimiento por escuchar el nombre de Lisa, según Paimon, había conseguido envenenarla, así que a su consideración, con su manojo de mentiras y conspiraciones, le arrebató a su amado la vida de dos grandes amigas, y dos amantes, por no mencionar que había enviado a Paimon alrededor del mundo para que tratara de asesinar a Rosaria.

Para no seguir torturándose con su consciencia, Dain le preguntó a Kaeya donde pensaba dejar esos libros antes de ir al motel a suicidarse, y el príncipe le respondió que pensaba dejarlos en la biblioteca; entonces Dainsleif deseó que Lisa sí estuviera muerta, para no encontrarla de camino a ese lugar.

Ambos se quedaron leyendo toda la mañana, el alquimista aprovechó las instancias en que Kaeya descansaba la vista para acercarse a él y besarlo, el príncipe de Khaenri'ah era recíproco, pero sus movimientos eran lentos y desganados, Dain extrañaba su vitalidad, la energía sexual y vigorosa de sus besos cuando hacían el amor, sin embargo ya nada podía hacer para ayudarlo. Durante el medio día Dainsleif le preguntó qué quería almorzar, y al ver a Kaeya algo reacio a alimentarse, le recordó otra vez que era su último día para comer algo; Kaeya decidió que su última comida sería un sandwich con mucha carne asada, como aquel que le había dado Amber.

Dain le pidió que lo esperara ahí, y no tardó en ir a la cocina para cumplir sus deseos, añadiendo también algo de mayonesa para que ese bocadillo no estuviera seco por la cantidad de carne. Fue algo extraño ver que Kaeya lo devoraba con ánimo, pero el alquimista lo asoció a su hambre potenciada por su poca ingesta de alimentos de las últimas semanas, en lugar de verlo como si el príncipe tuviera más ganas de vivir que nunca.

Tras leer un poco más, Dainsleif le sugirió a su amado, que escribiera una carta de suicidio para que la dejaran en el motel, cuando supuestamente "ambos" bebieran cicuta sobre la cama. Su objetivo con ello era dejar una prueba de que el príncipe cometió suicidio, y saber si este pensaba mencionarlo en su carta, porque si lo hacía, Dain tendría que falsificar rápidamente la letra de Kaeya en una carta donde no apareciera ni su nombre, ni la mención de que fue un suicidio doble.

Kaeya se sentó frente a una mesa redonda y muy pequeña, y comenzó a escribir con tinta sobre un papel; su cuerpo bloqueaba la visión de Dainsleif quien nerviosamente lo esperó, con la esperanza de que Kaeya no mencionara nada de su plan de suicidio doble. Cuando el príncipe terminó de escribir, el alquimista quiso acercarse a leer, pero el príncipe Alberich la dobló por la mitad y preparó un sobre; entonces le preguntó a Kaeya si podía leerla, y este le respondió que iba a recitarla en voz alta para él.

«Para el rey Barbatos.

He estado reflexionando sobre el porqué debería seguir tu juego, mantenerme vivo para tus propios objetivos y tu placer sádico y repugnante.

Y llegué a la conclusión de que no tengo que hacerlo, no tengo que seguir yendo a tu maldita cama, no tengo que seguir permitiendo que me humilles y devores cada noche contra mi voluntad.

No tengo que seguir permitiendo que tengas el poder de arrebatarle la vida a quienes más amo. Tampoco puedo seguir permitiendo que obligues a mi gente a agachar la cabeza, que obligues a mi pobre padre a quedarse de brazos cruzados, solo porque los amenazas con mi vida.

Fue duro tomar esta decisión, tuve que convencerme de que no había otro camino, para entender que la única manera de tener un final digno y ser útil para los míos, es decidir mi propia muerte.

Y realmente espero que cuando encuentres mi cadáver, te sientas tan jodido como yo me he sentido cada vez que me quitaste a un amigo, un compañero o un amante.

Jodete anciano.

Kaeya Alberich III».

Al terminar de leer, Kaeya dobló la carta y la metió en un sobre, sin sellarla con cera; Dainsleif se sintió aliviado, esa carta era perfecta en todo sentido, solo mostraba el sentir del príncipe Alberich, mas no detalles innecesarios, así que supo que no tendría que falsificarla, y que podría simplemente desaparecer del motel una vez que Kaeya se bebiera el veneno. El príncipe de Khaenri'ah guardó la carta en su bolsillo, observó el cielo por la ventana, y dijo que ya era hora de salir con sus libros; Dain respiró profundamente, tomó todos los libros y los ató para que fuese más sencillo transportarlos.

Cuando cruzaron por la cocina, Kaeya miró hacia el patio exterior, y le pidió a Dainsleif que le preparara otro emparedado de carne mientras el iba a despedirse de los caballos de la guardia real; el alquimista asintió un poco extrañado por ese apetito, y fue otra vez a la cocina, asomando su cabeza por las ventanillas un par de veces para comprobar que el príncipe efectivamente estaba en el establo. Kaeya acariciaba a los caballos, esos animales no tenían la culpa de haber sido utilizados para perseguirlo las veces que trató de escapar, y de hecho le hicieron compañía en algunas ocasiones donde se sentía muy solo y sus amigos por una u otra razón no estaban en la ciudad; entonces el príncipe miró hacia atrás para comprobar que Dain no estaba cerca, se quitó las botas, y miró algo dentro de su abrigo.

*****

El alquimista salió a buscarlo con el sandwich ya preparado, y el príncipe se calzó las botas otra vez para emprender el viaje mientras comía un poco más, ofreciéndole un par de mordidas a Dainsleif; cuando llegaron a la biblioteca, la encontraron cerrada al igual que el día anterior, Dain asumió que Lisa Minci estaba oficialmente muerta, Kaeya parecía afligido, y le pidió a Dainsleif que lo ayudara a conseguir una cuerda larga, con la cual podrían dejar los libros al interior de la biblioteca usando una de las ventanas de la parte trasera. Fue fácil entender para el alquimista la razón por la cual el príncipe quería deshacerse de los libros, seguro que en el fondo aún tenía la esperanza de que su amiga estuviera viva, y quería asegurarse de que si el rey revisaba sus estanterías de forma póstuma, no sabría que la bibliotecaria le había proporcionado libros prohibidos.

Así que Dain aupó al principe, y este usó la cuerda para bajar los libros por una ventana de la parte alta del primer piso; luego de eso, Kaeya respiró profundamente, y dijo que ya era hora de ir a buscar su veneno, estaba atardeciendo, por lo que debían apresurarse para llegar al motel, y en teoría, cometer suicidio doble. Dainsleif siguió al príncipe Alberich hasta un muro cercano a un restaurante, en el barrio donde Albedo tenía su estudio de arte; Kaeya se arrodilló y metió las manos para sacar su frasco de cicuta, que estaba en una gran hendidura entre los ladrillos.

Desconfiado el príncipe aprisionó el frasco contra su pecho, Dain le aseguró que no planeaba quitárselo, pero aun así el príncipe le pidió que fuera por delante, para estar atento a que no frustrara su voluntad de morir; mientras iban hacia el motel, Dainsleif comenzó a llorar en silencio, ya no tenían más tiempo, ese sería su último momento juntos, pero le consolaba saber que al fin conseguiría su objetivo. Una vez en la misma habitación donde hicieron el amor por primera vez, el alquimista se secó las lágrimas, mirando la cama en la cual su libido dormido revivió entre las piernas de su amado, como si hubieran estado destinados a arder juntos en apasionadas y lujuriosas veladas; Kaeya colocó el sobre con la carta sobre un mueble de la habitación, paralelo a los pies de la cama, y fue hacia ella para recostarse boca arriba.

—Mi príncipe... —susurró Dain, Kaeya lo miraba melancólico y cansado.

—Es la hora mi amor... —El alquimista fue al otro lado de la cama y se recostó a su lado, ambos tenían sus respectivos frascos en la mano, y los destaparon casi al mismo tiempo, el del príncipe no olía a nada, pero Dainsleif creyó que simplemente no podía olfatearlo porque el olor del suyo era más fuerte.

—Quiero que sepas, que te he amado como nunca he amado a otro ser humano, no logro recordar a una sola persona que me haya hecho sentir algo tan intenso... Eres el amor de mi vida. —El príncipe Alberich se quedó pensando en esas palabras un momento antes de responder.

—Gracias por este momento Dainsleif, odiaría morir solo. A tu lado, siento que esta experiencia será libertadora... —dijo Kaeya, Dain aguantó las lágrimas, su persona más amada pronto moriría, y el hecho de saber que moriría en paz no lo tranquilizó como esperaba—. ¿Lo hacemos al mismo tiempo?

—Sí... Hagámoslo...

—A la cuenta de tres...

Ambos comenzaron a contar, cada segundo hacía que el dolor de Dainsleif aumentara, y al llegar al uno, apretó los párpados y se bebió su frasco de clorofila con orines, sin saborear el repugnante líquido amargo; con los ojos bien cerrados esperó casi medio minuto, sin querer mirar el cuerpo inerte del amor de su vida. Entonces se sentó en la cama, y vio por el rabillo del ojo al príncipe de Khaenri'ah, inmóvil, lacio, no estaba respirando, y tenía una expresión neutra pero pacífica y la mano sobre el pecho; Dain ya no quiso ver más, y se sentó al borde de la cama mientras sus lágrimas se derramaban.

Después de llorar con más dolor que alivio, plantó los pies en el suelo y se puso de pie, tenía que irse, pensaba amenazar al dependiente del motel para que dijera que Kaeya ingresó solo a una habitación, luego de eso se quedaría como alquimista de Barbatos por algunos meses, le rompería el cuello al recepcionista para deshacerse para siempre de la evidencia, y se marcharía a Khaenri'ah para reclamar su recompensa por asesinar al príncipe. Y una vez conseguido su objetivo de toda la vida, podría colgarse de algún árbol o habitación para morir ahorcado, como pensaba que se lo merecía.

De todos modos, antes de ir hacia la puerta, decidió confirmar que realmente la carta de su amado no tenía ninguna mención suya, aunque fuese una dedicatoria, para saber si debía agregar un paso más a su lista de quehaceres. Por ende se acercó al mueble donde Kaeya había dejado el sobre; le pareció algo extraño que no se hubiese tomado la molestia de sellarlo con cera, como si de algún modo su amado hubiera querido facilitarle las cosas, pero al final llegó a la conclusión de que simplemente no vio necesario sellarla.

Entonces abrió el sobre, retiró la carta y la desdobló; los párrafos que el príncipe Alberich le había narrado en el palacio, no existían, solo había escrito una palabra, una y otra vez sin cesar hasta rellenar todo el papel:

«Mentiroso».

En cuanto leyó la verdadera carta, escuchó unos aplausos y una risa maliciosa desde la cama, Dainsleif giró la cabeza lentamente, y descubrió a su amado Kaeya sentado en la cama, riendo con una amplia sonrisa, y su iris violeta clavado en su figura, que aunque alta, se veía insignificante y encorvada.

—¡Bravo por mi! ¿No te parezco un excelente actor? —se burló el príncipe, Dain sintió que iba a desmayarse, una vez más estaba en presencia de la auténtica esencia Alberich, una que le transmitía un profundo terror—. Sabes Dain, creí que el haberme acostado con alguien de 80 años ya era un record por sí mismo, pero llegaste tu y ahora puedo presumir que me acosté con alguien de 1000. Cada día me supero más ¿No crees?

Dainsleif negó con la cabeza, de algún modo Kaeya lo había descubierto todo, y no podía soportar el miedo y la enorme vergüenza que sentía por sus acciones tan despreciables.

—Kaeya, yo... —balbuceó aterrado, el príncipe le sonrió con los dientes, era satisfactorio verlo tan afligido y acorralado.

—¿Qué pasa mi amor? Te veo pálido ¿Te doy miedo? —Kaeya se rió a carcajadas, y Dain lloró otra vez, para él era mucho peor que su amado supiera la verdad, a que estuviera muerto en paz creyendo sus mentiras; pero su conciencia le dijo sin ninguna duda, que había caído por su propio peso—. Vamos Dainsleif, di algo ¿Te comieron la lengua los ratones?

—Kaeya... no me... no me... —El alquimista sollozó, lo cual hizo que el príncipe Alberich se pusiera serio, con una mirada dura e inmisericorde.

—¿Cómo te atreves a llorar? ¿Crees que eso te ayudará en algo? Quiero decir, a ti nunca te bastaron mis lágrimas, tuve que derramar millones desde que pusiste un pie en esta maldita ciudad, por Noelle, por Amber, por Albedo, por Rosaria, y casi, casi logras que llorara por Lisa.

—¡Perdóname por favor! —exclamó Dain cayendo de rodillas—. ¡Te lo suplico, perdóname! ¡Ya no soporto esta culpa!

—No te creo, porque eres un cobarde. Por cobarde te colgaste de los Lawrence para envenenarme la primera vez, por cobarde atacabas por la espalda, por cobarde destruiste las vidas de decenas de personas, por cobarde maquinabas desde las sombras e hiciste que descubrieran a mi verdadero amor, y por cobarde cambiaste el contenido de ese frasco y fingiste morir a mi lado. Porque así eres Saind Efil, solo eres una rata escurridiza que no sabe conseguir sus objetivos de forma honrada, y aplastas la vida de cientos de inocentes sin sentir nada. Y eso tiene que parar.

De repente el príncipe chasqueó los dedos, y dos personas abrieron la puerta de esa habitación, Dainsleif miró de reojo, estaban armados con arcos, y apuntaban directamente hacia él; de inmediato se puso de pie, y por acto reflejo se llevó las manos a la nuca para proteger su cabeza con los brazos. Al menos 5 flechas se clavaron en diferentes partes de su cuerpo, su muslo, su estómago, sus costillas, su brazo y cadera, mientras Kaeya gritaba frenéticamente la palabra "matenlo".

Childe cargó una flecha tras otra hasta gastar 4 más, las cuales iban a las manos y brazos de Dain con la intención de que una de las puntas alcanzara su cabeza gracias a algún hueco, pero Scaramouche lo detuvo con un brazo, y le ordenó que no gastara más flechas, porque las iban a necesitar. El baladista retiró su cuchillo con la intención de acercarse a ese alquimista para degollarlo, Dainsleif escupió sangre y miró a Kaeya, quien tenía el ojo lloroso y una tenue sonrisa llena de odio y rencor; en ese momento Dain pensó que se merecía lo que le estaba pasando, pero al igual que su amado, no podía permitirse morir sin lograr su propósito en la vida.

Así que antes de que Scaramouche se acercara lo suficiente, Dainsleif consiguió sacar fuerzas para correr hacia la ventana de ese segundo piso, sin dejar de cubrir su cabeza aún con las flechas clavadas en el brazo; el príncipe Alberich comenzó a gritar cada vez más desesperado la palabra "matenlo", y Tartaglia disparó una última flecha que impactó en la espalda de Dainsleif, mientras este rompía la ventana con su salto hacia adelante. Kaeya sintió una catarsis cuando el sonido del vidrio roto llenó la habitación, casi podía ver el cuerpo de Dain cayendo hacia los adoquines, e impactando sonoramente; muerto o no, saberse libre de sus mentiras era un sentimiento extasiante.

*****

Un transeunte se acercó veloz a socorrer a Dainsleif, mientras Scaramouche, Ajax y Kaeya bajaban corriendo la escalera del motel, debían apresurarse, cada segundo contaba aunque tuviesen cierta ventaja a la hora de escapar. Scaramouche había conseguido con la cooperación de Lisa, un uniforme militar y la llave de los establos del Ordo Favonius, y media hora antes de que el príncipe Alberich llegara con Dain a ese motel, él se metió a esos establos para llenar los bebederos de los caballos con somníferos; Kaeya hizo lo propio antes de partir a la biblioteca para dejar los libros prohibidos, se acercó al establo del palacio, y vació el contenido de bolsas pequeñas de somníferos, las cuales había escondido en su abrigo y sus botas.

Rápidamente Childe destapó una alcantarilla e hizo pasar a su jefe y a Kaeya, él fue el último en bajar para cerrarla, y se lanzó de la escalera al agua. Antes de comenzar a correr, el baladista sacó una navaja de su bolsillo, y se la dio al príncipe en las manos, ordenándole que la usara de ser necesario; Kaeya por un momento quedó en shock por tener un arma en sus manos, y el permiso para utilizarla, aun así tuvo que reponerse de inmediato, para correr junto a sus recatadores por los túneles de agua.

Ver a Dainsleif malherido siendo llevado al hospital en una carreta, activó todas las alarmas entre los caballeros de Favonius, quienes se dividieron en grupos, unos bajarían a registrar el sistema de túneles, otros irían a buscar los caballos para perseguir a los mercenarios si trataban de huir por la superficie. Grande fue la sorpresa de todos ellos, cuando descubrieron que prácticamente todos los caballos estaban tendidos en el piso, drogados, algunos incluso muertos por una sobredosis.

El corazón de Kaeya se aceleró mientras huían, tenía mucho miedo, pero no había otra opción más que apostarlo todo en ese rescate, así que aunque no era tan ágil como Tartaglia y Scaramouche, trataba de igualarlos en velocidad; de pronto vieron la luz de algunas antorchas, el baladista le echó una mirada a su subordinado, y Ajax entendió que debía detenerse, apegarse a una pared con un arco en las manos, y emboscar al primer grupo de soldados. El príncipe Alberich miró atrás, Childe cargó y disparó 3 flechas, luego dejó caer el arco y sacó una espada para atacar a 5 caballeros más, en ese momento Scaramouche paró, y usó su propio arco para disparar a 2 de ellos, quienes al ser impactados estorbaron a sus otros 3 compañeros, lo cual Tartaglia aprovechó para acabar con todos de forma rápida y certera.

Entonces siguieron en su huida, y escucharon que otro grupo venía por la derecha, el baladista y Ajax guardaron los arcos para ahorrar flechas y se mantuvieron atentos mientras corrían, para evaluar por el sonido y el movimiento si ese grupo era numeroso o tenían arcos con ellos. Una sombra les hizo entender que sí tenían arcos, así que Childe posicionó bien su escudo para cubrirse a sí mismo y su jefe, para cargar contra los caballeros si aparecian; Kaeya también lo notó, y solo se le ocurrió correr por detrás de ambos, puesto que entendía que los soldados no tenían permitido herirlo de muerte, así que decidió ser un escudo humano para sus dos salvadores.

Todo fue demasiado rápido para el príncipe de Khaenri'ah, en cuestión de segundos los caballeros le estaban pisando los talones, así que Tartaglia y Scaramouche dieron la vuelta para socorrerlo; por la falta de visibilidad gracias a que el príncipe estaba en medio, dos soldados fallaron sus flechas, por lo que Ajax aceleró con su espada en una mano y un cuchillo en la otra, y comenzó su frenesí de sangre, rebanando cuellos y clavando la daga en ojos. Un soldado agarró de los cabellos a Kaeya, este se retorció mientras era arrastrado, y vio de reojo que otro par de soldados prepararon sus flechas; por pura necesidad de mantener con vida a los dos mercenarios, Kaeya se movió hacia los lados erráticamente, empujando a los arqueros para no dejarlos atinar, no le importaba cuanto doliera su cuero cabelludo, no iba a rendirse ni a hacerle más difícil la misión a Childe y el baladista.

Un par de kunais lanzados por Scaramouche impactaron en las frentes de los arqueros del Ordo Favonius, Kaeya siguió resistiéndose a ser arrastrado y empujaba con su cuerpo a quienes quisieran sacar sus arcos, por un momento pensó usar el cuchillo para cortarse el cabello y liberarse, pero no quería sacrificar una sola hebra, por lo que, aterrado y lleno de adrenalina, movió el cuchillo para herirle los dedos al caballero que lo arrastraba y dio la vuelta para alejarse. Fue entonces cuando el príncipe se dio cuenta de que todo se había quedado en silencio, Ajax estaba a su lado bañado en sangre, y nadie quedaba en pie más que ellos tres; sin perder tiempo Scaramouche recogió todas las flechas de los caídos, y les ordenó moverse tan rápido como pudieran, para salir ya de ahí antes de que la noticia del escape le llegara a los centinelas del muro.

Kaeya no podía permitirse a sí mismo cansarse, porque ese era el día, ese tenía que ser el día indicado así tuviera que manchar sus propias manos de sangre; de todas formas Tartaglia iba al pendiente de él, tomando su mano y corriendo a su ritmo, dispuesto a tomarlo en sus brazos si su príncipe ya no podía correr más. En la superficie los caballeros dieron la alarma a Jean Gunnhildr y al rey, una ordenó buscar a cuánto caballo hubiera en el interior de la ciudad, el otro, fue a sus propios establos para descubrir que sus equinos también dormían profundamente; Venti golpeó una pared y gritó el nombre de Kaeya con todo el odio de su corazón, porque una vez más, ese príncipe le había demostrado que sin importar cuánto sufrimiento pasara, siempre estaría dispuesto a joderlo.

Scaramouche había escogido el momento ideal para iniciar el plan, durante el atardecer durmieron a los caballos, y según sus cálculos, al llegar al cuello de botella y la salida de los túneles, ya habría oscurecido, lo cual iba a quitarle visibilidad a los centinelas. Cuando llegaron a los barrotes de la salida del acueducto, Kaeya miró de forma breve las cajas y libros instalados ahí, mientras Tartaglia quitaba uno de los tubos de hierro y le pedía a su jefe que saliera bien apegado a la pared del muro, para no recibir disparos con tanta facilidad; aunque tenía curiosidad por los objetos instalados ahí, el príncipe Alberich tomó su turno para salir, y luego esperó a Childe.

Los tres se apegaron al muro y miraron hacia arriba, Scaramouche le preguntó a Kaeya si sabía nadar por debajo del agua, este respondió que sí, por lo que el baladista le ordenó que, sin importar que pasara, siempre iría por debajo, salvo si sentía que estaba a punto de quedarse sin oxígeno; le prohibió rotundamente tomar aire por más de dos segundos. Sin más dilación se lanzaron en picada al agua, y comenzaron a nadar, los centinelas ya estaban advertidos, así que ante cualquier movimiento en el agua u ondas extrañas, disparaban, incluso si eso significaba herir o asesinar al príncipe, porque las circunstancias imposibilitaban al resto de los caballeros de Favonius a actuar.

Kaeya observó el oscuro azul del agua mientras iba sumergido, una flecha paso muy cerca de él y de Tartaglia, Scaramouche en cambio iba por delante, así que Ajax decidió posicionarse sobre el príncipe para protegerlo de las flechas. El aire comenzaba a hacerles falta, los dos mercenarios tenían experiencia en ese tipo de huidas, Kaeya por el contrario estaba sumamente nervioso, y se repetía a sí mismo que no sacara toda la cabeza para respirar; con una gran fuerza mental consiguió no emerger por completo, tomó dos rápidas bocanadas de aire, y volvió a sumergirse, con dolor en los pulmones y una sensación de desesperación, que debía reprimir para dar la talla en su propio rescate.

Toda esa experiencia le recordó a su huida con Rhinedottir y Albedo, la similitud le hacía temblar, porque esa experiencia terminó demasiado mal, y no podría soportar que una vez más todo fuera de esa forma; mientras nadaba con las flechas cayendo al agua, el príncipe de Khaenri'ah se juró a sí mismo que si los atrapaban, él mismo usaría su nuevo cuchillo para detener a quien quisiera agarrarlo, y en última instancia, se lo enterraría en la arteria carótida para no volver nunca más a su prisión. Entonces la punta de su zapato topó con las piedrecillas del fondo, y supo que al fin llegaron a la otra orilla; Ajax tomó su brazo y lo ayudó a levantarse, el baladista silbó tres veces para llamar a los caballos que habían dejado en el bosque, pero al cabo de unos minutos, solo un corcel llegó a su encuentro.

—Kaeya por delante —dijo Childe, su jefe no protestó, pero el príncipe negó con la cabeza.

—Iré en la parte trasera.

—No seas estúpido —replicó Scaramouche—. Si te sientas ahí, será más fácil para cualquier idiota bajarte a la fuerza del caballo.

—Si nos persiguen, no dudarán en dispararnos, no tienen permitido matarme, así que lo lógico es que vaya en la parte de atrás para evitar que los maten a ustedes.

—No podemos exponerte de esa forma —le dijo Tartaglia, pero el baladista se tocó la barbilla.

—No, él tiene un punto. Déjalo subir en la parte trasera del caballo, tu en medio con el arco, y yo tomaré las riendas.

—¿Por qué le obedeces? Esto es por su propio bien —protestó Childe.

—Porque es un puto príncipe, y lo que dice tiene lógica. Ahora ayúdalo a subir y no perdamos más tiempo.

Ajax no tuvo más alternativa que aceptar, y tomó la cintura de Kaeya para subirlo a la espalda baja del corcel, luego él y su jefe subieron en sus respectivas posiciones, al ser tres sobre un caballo, galoparía algo más lento, pero llevaban la ventaja por sobre el resto de los caballeros. Sin embargo mientras se alejaban por el bosque hasta el dominio de los lobos, escucharon a lo lejos el galope de otros equinos, no eran demasiados, pero ellos solo eran 3 sobre un caballo.

Childe y el príncipe miraron hacia atrás, Kaeya reconoció la insignia de los Lawrence en una tela sobre los lomos de los corceles, eran 10 caballos prestados por Eula, y otros 2 conseguidos en la ciudad, pertenecientes a mercaderes; el príncipe Alberich maldijo a Eula una vez más, no se esperaba nada bueno de ella, pero el hecho de que esos equinos fueran suyos, le hizo sentir traicionado. Tartaglia cargó una flecha, tal y como había dicho su amado príncipe, le estaba sirviendo de escudo para impedir que los soldados se decidieran a disparar; debía ser muy certero con su arco, las armaduras protegían varias zonas del cuerpo de los caballeros, así que debía apuntar a los hombros donde había una hendidura, y a los rostros.

Aún así, decidió que la primera se clavara en el ojo de un caballo, el cual se paró en dos patas y relinchó desesperado, tirando a su jinete del lomo; Kaeya apartó la mirada, le dolía que esos animales sufrieran, pero no podía reclamarle a Childe por ello, porque no tenían demasiadas posibilidades. Una flecha casi roza la cabeza de Ajax, que tuvo que encorvarse para protegerse, siendo el príncipe su protección en ese momento.

Scaramouche sabía que se estaban acercando al dominio de los lobos, pero estaban en desventaja numérica y su caballo era más lento, por lo que solo podía confiar en Tartaglia y sus flechas; su subordinado no defraudó cuando derribó a dos caballeros que se les estaban acercando por los costados para agarrar al príncipe. Sin embargo ya no eran solo dos a sus costados, eran 5, y otros 3 a sus espaldas, las flechas no bastaban para derribarlos, así que Ajax sacó su espada para tratar de derribarlos a ellos y a los caballos; el baladista ya empezaba a darse por derrotado, porque aunque solo quedaran unos cuantos, seguían siendo más, y teniendo un mejor equipamiento que ellos.

No obstante, de pronto escucharon otros galopes, y miraron hacia adelante; 7 caballos venían hacia ellos, por delante iba Viktor dando un grito de coraje, y portando una lanza al igual que 4 de sus hombres, los otros dos llevaban arcos y cientos de flechas, que fabricaron con dos árboles de la zona durante los días de ausencia de su líder. Viktor pasó por el lado del corcel que transportaba al príncipe, y empaló a un caballero, sus demás amigos cargaron contra el resto, y sin dejar que el asombro le ganara, Scaramouche siguió moviendo las riendas del caballo para ordenarle acelerar y llegar al refugio.

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*****

En cuestión de minutos llegaron al dominio de los lobos, un bosque de pino con un par de árboles secos y retorcidos casi al ras del suelo, el campamento Fatui había sido instalado en la ladera de una montaña rocosa, donde había una pequeña caverna. Kaeya bajó del corcel y sintió el suelo bajo sus botas, apenas podía comenzar a comprender cuanto miedo tuvo durante esa huida, su corazón saltaba y su cuerpo estaba completamente tembloroso, al punto de que cayó de rodillas y apoyó las manos sobre la tierra.

Childe se arrodilló y tocó su espalda de forma reconfortante, mientras Scaramouche observaba a la distancia, con la pequeña esperanza de que Viktor y sus otros 6 subordinados aparecieran sanos y salvos; después de decirse a sí mismo que era un blando y que lo lógico era que la mayoría estuviera bien, Viktor apareció por delante de su improvisada caballería, estaban todos en una sola pieza. Su segundo al mando bajó del caballo y limpió la sangre de su lanza con un pañuelo, el baladista se cruzó de brazos y se le acercó con seriedad, Viktor lo miró, le sonrió y saludó con la mano.

—Hola jefe.

—¿De dónde sacaste esas lanzas tan horribles?

—Bueno, nos dedicamos a fabricar armamento mientras ustedes estaban fuera. Tenemos lanzas, arcos y flechas de madera, y punzones y mazos de piedra. Oh, y también designé centinelas en la copa de los árboles, ellos me avisaron que ustedes ya estaban cerca.

Scaramouche analizó a su segundo al mando un momento, lo suyo siempre fue regañar o burlarse, pero en esa ocasión no tenía motivos para hacer algo así, por lo que palpó el hombro de Viktor, y sin mirarlo a los ojos le dedicó unas palabras.

—Hiciste un buen trabajo. —Viktor contuvo la emoción, hubiese querido celebrar a todo pulmón, pero sabía que no debía hacer alarde para no avergonzar a su líder.

—Muchas gracias, no pensaba decepcionarlo. —De repente escucharon un silbido, era uno de los centinelas que estaban sobre los arboles—. Jefe esa es la señal para decir que hay movimiento en el bosque.

—¿También inventaste códigos? —dijo Scaramouche, pero Viktor se acercó rápidamente a Kaeya.

—Príncipe alguien viene, tiene que esconderse —le advirtió, Kaeya sintió dolor de estómago, pensando que se repetiría la historia una vez más; Ajax lo ayudó a ponerse de pie y señaló la cueva.

—Ve allí y no salgas hasta que nos encarguemos de esto, yo vigilaré la entrada —dijo Childe, el príncipe Alberich tuvo miedo por él, pero no tenía más alternativa que ser cooperativo.

Los Fatui tomaron sus armas y se dividieron en dos grupos, Viktor y Luke se acercarían con sus compañeros a la zona de donde provino el ruido, el baladista y Tartaglia protegerían el campamento y al príncipe, quien se adentró en lo profundo de la caverna, asustado y con el cuchillo en las manos, aguardando las malas noticias. No estaba seguro de si el peligro allá afuera era real o una falsa alarma, pero apostó tanto esa noche, que no iba a permitir que nadie que no fuera Childe o Scaramouche lo sacaran de su escondite.

Aquellos pensamientos de valentia se callaron cuando sintió un bufido a sus espaldas, no tenía buena visibilidad en la cueva, pero las pisadas y respiraciones que estaba oyendo no eran humanas, así que poco a poco se giró, e identificó a duras penas a una manada de lobos, que comenzaron a rodearlo con lentitud. Kaeya tembló, y pensó que seguramente esa era otra burla de dios, quizás en esa ocasión sería fatal, a ese supuesto ser divino no le bastaba con haber frustrado una y otra vez sus intentos de escape, ahora solo lo dejaría morir devorado por una jauría de lobos.

El príncipe retrocedió con torpeza, estaba tan aterrado que no podía mover bien su cuerpo, por lo que cayó y siguió arrastrándose de espaldas, la alfa de esa manada se acercó a él de frente, gruñía con el hocico semiabierto, él la miró a los ojos y comenzó a llorar, aun teniendo un cuchillo en la mano, no se sentía capaz de librarse de esa muerte, por lo que solo cerró los ojos y sollozó, recordándose que no importaba cuánto se esforzara, nunca iba a conocer la libertad. De la nada escuchó un gruñido más bajo, y extraño, que no era perruno, pero que lo imitaba muy bien; la loba dejó de enseñar los dientes y miro atrás, Kaeya escuchó otro tipo de sonidos similares a ladridos, y abrió los párpados para ver qué estaba pasando.

La jauría miraba a una silueta encorvada que iba caminando sobre sus nudillos, el príncipe Alberich no podía verlo bien, pero se asustó porque parecía una criatura desconocida para él; la alfa se apartó y dejó pasar a esa figura, para que se acercara a Kaeya, quien empezaba a ver un poco mejor en medio de esa oscuridad. Se trataba nada más y nada menos que de un niño de unos 12 años, sucio y ojeroso, con un par de cicatrices en el rostro, el cabello platinado, largo y enredado; el príncipe se mantuvo en silencio, aunque solo fuera un niño, algo de él le transmitía inquietud, tal vez eran sus ojos rojos, o que siguiera haciendo ruidos de animal a bajo volumen.

Ese niño se le acercó demasiado al rostro, Kaeya aún tenía lágrimas en el ojo y los labios fruncidos de angustia, y al parecer esa expresión llamaba la atención de ese curioso personaje; el niño tocó la mejilla del príncipe de Khaenri'ah, y comenzo a imitar los gañidos de los lobos, hasta el punto de llorar y aullar. Toda la manada aulló, llamando la atención de los Fatui que cuidaban el campamento; Childe preguntó quien andaba ahí, y su eco llegó a oídos de Kaeya, el niño y los lobos.

El príncipe miró preocupado a ese pequeño salvaje, que se había acurrucado sobre su regazo, gañendo y llorando; Kaeya escuchó que Tartaglia se acercaba para socorrerlo de los lobos, así que él acarició la cabeza del niño y lo apartó un poco, este entendió que debía quitarse, y lo dejó ponerse de pie. Nervioso el príncipe Alberich le dio una caricia una vez más, se dio la vuelta y se fue caminando rápido, hasta ponerse a correr para ir a encontrar a Childe y mantenerlo alejado de la jauría, ya fuera para proteger su vida, o la de los lobos; cuando se encontraron, Ajax le dio un fuerte abrazo y sostuvo su cabeza con una mano.

—Me asusté... creí escuchar unos aullidos y tuve miedo de que te pasara algo —dijo Tartaglia, Kaeya miró atrás, algo paranoico de que la manada lo siguiera.

—Los oí también, por eso volví ¿Y si mejor salimos de aquí? No quiero sorpresas desagradables.

—Vamos, no tienes que esconderte más, yo te cuidaré.

El príncipe se quedó viendo las facciones de Childe, era atractivo, aunque no estaba seguro de si realmente empezaba a atraerle, o simplemente no podía resistirse al afecto y la protección de alguien más. Tartaglia tomó su mano y lo llevó de vuelta a la salida, Kaeya seguía debatiéndose si ese palpitar de su corazón era lo que creía, o una simple reacción a lo que podía considerar "cariño" y "calidez", después de todo, aún le temía un poco a la aparente locura de Ajax; Scaramouche los esperaba junto a Viktor en el exterior, cruzado de brazos.

—¿Y te moriste? —preguntó el baladista, el príncipe no supo qué responder, y Scaramouche golpeó el brazo de su segundo al mando—. ¿Lo ves llorón? No le pasó nada.

—Es que cuando me dijeron que escucharon lobos, creí que ibamos a encontrar sus pedazos. No soy llorón, soy precavido.

—¿Por qué estas aquí? Creí que iban a vigilar el bosque —dijo Childe.

—Solo era una vieja con una mula, ni se inmutó cuando pasó cerca de nosotros. Aun así no nos podemos arriesgar, hay que salir de aquí ya —respondió Viktor, Scaramouche se giró para dar una orden general.

—¡Desmonten el campamento! ¡Todos a sus caballos! ¡Hay que llegar a la costa Yaoguang antes de que empiece a perseguirnos toda la caballería! ¡Nadie duerme esta noche!

*****

Los doctores le administraron hemostáticos a Dainsleif, este seguía consciente, bufando para mantener su respiración, aunque estaba malherido, estaba a la vez más vivo que nunca, pues escuchó todas las conversaciones al otro lado de los muros, los caballeros de Favonius estaban en pánico, sin caballos no podían perseguir al príncipe, y los corceles que fueron prestados por los Lawrence aún no regresaban; todo parecía indicar que Kaeya se les había escurrido entre los dedos, y que sería difícil, hasta imposible, recuperarlo si quienes se lo llevaron no se detenían a descansar. El corazón de Dain se aceleró, por su mente solo pasaba sin parar el nombre de su amado príncipe, aunque fuese ridículo y peligroso desear ver su rostro una vez más, era todo lo que quería en ese momento.

Sabía que los médicos no iban a dejarlo levantarse en su estado tan lamentable, pero él tenía algo mucho mejor de lo que ellos podían ofrecerle, así que esperó a que fuesen a buscar implementos para operar su estómago y tórax, que seguían con las flechas clavadas, y empujó a una enfermera para escapar. Solo la adrenalina y su obsesión le permitieron correr mientras el personal médico le gritaba que regresara, y daban la alerta para que fuese atrapado; aun así salió al exterior, y buscó rápidamente una alcantarilla para bajar y correr por los túneles hasta su guarida.

No había forma de que sus heridas y hemorragias lo hicieran desistir, no iba a dejar que ese fuera su final, mucho menos si el amor de su vida, más intenso que el que sintió por Kali Alberich y otros amantes, se estaba alejando de él, creyendo que su amor no era real, que solo era un manipulador asesino. Así que corrió por el agua mientras sus heridas del estómago y el tórax se desgarraban más con las flechas, convencido de que iba a sobrevivir y llegar a su guarida.

Aunque su vista se nublaba, y la sangre le escurría hasta las piernas, consiguió divisar las cajas con sus memorias pérdidas, con los fragmentos de su identidad y sus objetos personales, entre los que había tubos de vidrio minúsculos, llenos de un líquido incoloro. Al llegar ahí se dejó caer sobre una de las cajas, y hurgó desesperado hasta hallar los tubos, que contenían panacea, el mismo elixir que lo condenó a 1000 años de corrosión y sufrimiento, pero que tenía unos efectos curativos más potentes que el aqua vitae.

Primero bebió uno, y rápidamente, antes de que su estómago absorbiera sus propiedades, se arrancó con todas sus fuerzas la flecha del abdomen, y luego la de las costillas, la cual fue muchisimo mas dificil de sacar; cómo había abierto aún más su herida en el pulmón, no dudó en gastar otro tubo de panacea, y se sentó con la cabeza apoyada en la pared, para esperar a que hiciera efecto. Tras unos minutos de reposo, se puso de pie otra vez, y notó que uno de los barrotes de esa salida del acueducto había sido removido; le pareció irónico que el amor de su vida escapara por su guarida, quizá sin siquiera saber que esas eran sus pertenencias; por lo que aprovechó aquello para salir, bordeó la muralla, y llegó al puente principal, donde divisó a los guardias de la entrada de Mondstadt; al ser todavía de noche, ellos no tenían la mejor visión, así que Dainsleif trepó, bordeó la muralla y se metió a la ciudad, solo para fingir que venía desde la superficie, y no desde los túneles.

—¿Señor Dainsleif? ¿Qué le pasó? —le preguntó uno de ellos al ver sus ropas ensangrentadas.

—Fui herido, pero me curé yo mismo en uno de mis laboratorios —le explicó—. Quisieron matarme y se llevaron al príncipe Alberich, es mi responsabilidad recuperarlo.

—Los malparidos nos dejaron sin caballos, enviamos mensajes con palomas a otros pueblos para que nos ayuden a iniciar la búsqueda, probablemente estarán listos en una hora.

—Trataré de alcanzarlos a pie —dijo Dain, los soldados parecían preocupados.

—¿Está seguro que no quiere descansar? Parece que sangró demasiado.

—No me importa, yo estaba a cargo del príncipe, así que yo lo recuperaré.

—Sí así gusta... Vaya con cuidado —le recomendó el soldado, entonces el alquimista echó a correr como en una maratón, lo cual los desconcertó, porque no se explicaban que alguien que perdió tanta sangre pudiera moverse así.

Antes del alba Dainsleif consiguió encontrarse a una pequeña caravana de caballeros muy jóvenes provenientes de la aldea AguaClara, a los cuales hizo parar con señas; primero se presentó como el Jefe Alquimista del rey, y les pidió que los dejara unirse a la búsqueda, estos no querían perder más tiempo, así que simplemente le dijeron que subiera a cualquier caballo, lo cual él hizo. En un momento, cerca del dominio de los lobos, los caballeros se detuvieron para analizar algunas pistas en el terreno, como marcas de herraduras; Dain por otra parte ya había trazado una ruta, era estúpido que se dirigieran a EspinaDragon una vez más, a la costa del Halcon o a las montañas CoronaBrillante, por ser territorio de Mondstadt, lo único lógico sería cruzar el archipiélago de la llanura Bishui y escapar por la costa de Yaoguang.

Así que Dainsleif bajó del corcel al igual que sus 6 acompañantes, y fingió observar también las huellas; en ese momento mandó al demonio toda su misión, la reputación que había forjado en Mondstadt y la confianza de los soldados, tomó la cabeza de uno, y le partió el cuello de forma silenciosa. Bastó un cuello más para que se dieran cuenta de lo que estaba haciendo, los caballeros desenvainaron sus espadas para atacar, pero Dain usó uno de los cuerpos como escudo, enterró su daga en la garganta de uno de ellos, y empujó el cuerpo hacia adelante para que chocara contra dos espadachines.

El tercero en pie fue directo a él para apuñalarlo, Dainsleif se hizo a un lado, se echó a piso y le hizo una zancadilla, momento que aprovechó para degollarlo; ya solo quedaban dos, por lo que el alquimista sacó su espada, y desvió el ataque de uno de ellos, retrocediendo. No era su estilo jugar limpio, por lo que pateó la tierra para lanzarle polvo a los ojos de uno de ellos, y le enterró su daga debajo de la quijada.

El último que quedaba comenzó a temblar, solo eran unos críos, el mayor no debía pasar de los 18 años, aún así Dain había decidido "hacer algo bueno" por el amor de su vida, y sacó del camino a los primeros caballeros que recibieron el mensaje de alerta de la capital. Así que Dainsleif se encargó del último de forma más honorable, en un duelo de espadas corto debido a la inexperiencia del joven, quien terminó atravesado por su sable; una vez listo, el alquimista guardó su espada y subió a uno de los caballos, quería tener la absoluta ventaja por sobre los soldados de Mondstadt, lo cual iba a conseguir golpeando al animal con sus talones para acelerar su galope.

*****

Cuando amaneció los caballos habían despertado, por lo que los soldados de Mondstadt se dispusieron a preparar el "rescate" del príncipe Alberich; como sus fuerzas habían disminuido desde el atentado, dieron también la orden a los integrantes del gremio de aventureros, quienes a pesar de no entender la razón por el desconocimiento de la verdadera identidad de Kaeya, acataron las órdenes. No obstante entre ellos circularon rumores y teorías sobre esa búsqueda, en un intento por darle un sentido; aquellos rumores llegaron a oídos del pequeño Bennett, quien con solo escuchar la frase "se llevaron a Sir Kaeya", decidió acercarse a Cyrus, uno de sus "padres" que pertenecía al gremio.

—Disculpe ¿Escuché bien, papá Cryus? —preguntó el niño, su padre era considerablemente más alto que él, tenía una barba bien recortada y el cabello de color rubio, corto y peinado con gel, se distinguía por usar un monóculo.

—¿Qué escuchaste muchacho?

—Dicen que Sir Kaeya fue secuestrado ¿Por qué? ¿Por qué alguien se llevaría a Sir Kaeya? —cuestionó el niño muy preocupado.

—No estoy seguro, creo que Sir Kaeya es muy importante para el rey, quiza se lo llevaron por... —De pronto Cyrus recordó el atentado, y empezó a conectar ideas—. Quiza no es la primera vez que intentan secuestrarlo, quizás el atentado fue porque querían llevárselo a él.

—¡¿Qué?! —exclamó el joven Bennett horrorizado, cuatro de sus padres habían fallecido por las bombas, y le preocupó que su amigo Sir Kaeya estuviera en manos de los hombres que los mataron—. No... no podemos dejarlo solo, hay que ir por él ahora.

—Nuestros caballos también fueron dormidos junto con los del Ordo Favonius, estaban en el mismo gran establo, ya deben estar recuperándose, no te preocupes, iremos por él.

—Yo también quiero ir.

—No.

—¡¿Por qué no?! Es Sir Kaeya, no puedo abandonarlo, él es un buen amigo mío y de todos los del asilo.

—Eres muy pequeño para unirte a una misión así.

—¡No lo soy! Muchos de mi edad ya están en la academia militar, y ellos también se unirán a la búsqueda.

—He dicho que no.

—¿Por qué? Quiero ayudar a mi amigo... —Cyrus tocó los hombros de Bennett, pero este no quiso verle la cara, molesto y triste.

—No tienes el mismo entrenamiento que los otros chicos de tu edad, es mejor que te quedes aquí a cuidar el asilo, nosotros nos encargaremos, te lo prometo. —El niño empuñó las manos y miró a su padre llorando enrabiado.

—¡Por favor déjame ir! ¡Quiero ayudar a Sir Kaeya! ¡No quiero que esos tipos malos le hagan daño! —suplicó Bennett llorando a mares, Cyrus se enterneció y le dio un abrazo, el niño parecía ahogarse entre sus músculos.

—Lo siento hijo mio... No puedo dejarte ir con nosotros, tu vida es demasiado valiosa para perderla.

—Pero...

—No hay peros, Bennett, quédate aquí, y no nos sigas.

Bennett se quedó callado, se separó de su padre y dio la vuelta con actitud de berrinche, creyendo que en el fondo Cyrus no solo quería dejarlo en Mondstadt para protegerlo, sino porque lo consideraba torpe y estorboso; pero él no quería seguir siendo de esa manera, él quería ser un hombre y ayudar al gremio de aventureros en sus misiones. No solo eso, sabía que alguien que lo había salvado cuando el rey intentó hacerle daño, y que era muy agradable con él y los ancianos, estaba en manos de personas que atacaron a toda la ciudad; solo quería retribuirle a Kaeya por todo.

Entonces Bennett se secó las lágrimas, se armó de valentía, y se fue corriendo hasta la entrada de la academia militar, donde los alumnos de grados superiores estaban montando sus caballos recién despertados. El niño se plantó delante de ellos, y pareció exigirles que lo dejaran ir con ellos; algunos infantes de la academia se rieron de él por parecerles un enclenque flacucho, lleno de vendas por rasmillones de sus caídas, mas uno de ellos le preguntó si sabía manejar una espada, Bennett respondió que sí, aunque no quiso especificar que solo practicaba con unas hechas de madera.

El joven lo interrogó un poco más, y le preguntó si sabía usar arcos, Bennett asintió con total honestidad, ya que él mismo fabricaba sus propios arcos y entrenaba cuando Cyrus lo llevaba a explorar fuera de la capital; la siguiente pregunta era si tenía experiencia en combate, Bennett respondió que sí, aunque su interpretación de "experiencia" era recordar cuando se peleó con otros niños a puñetazos. La última pregunta lo descolocó un poco, pues el joven le dijo: "¿Sabes cocinar rápido?"; Bennett recordó entonces que preparaba guisos para su padre en el bosque, eso no era rápido, pero el propio Cyrus le enseñó a hacer una preparación rápida, que consistía en calentar piedras en el fuego, sacarlas a un lado con un atizador o una espada, y colocar filetes de pescado o carne roja encima, para que se cocinaran con el calor residual; así que la respuesta fue un rotundo sí.

Eso le bastó al estudiante de la academia, para decirle a los demás que lo dejaran quedarse; luego le indicó a Bennett el lugar donde estaban los caballos restantes, y el niño no perdió el tiempo, y fue corriendo a buscar uno. Mientras iba de camino se tropezó con un adoquín, los infantes se rieron de él, y los mayores se miraron algo preocupados, porque un tropiezo no era para nada una buena primera demostración de destrezas; de todos modos Bennett montó el caballo y se quedó en la parte trasera, esperando que así Cyrus no lo divisara si llegaban a aproximarse.

*****

Los Fatui cabalgaron toda la noche, Childe y Kaeya usaban el mismo caballo, el príncipe por delante, Tartaglia a sus espaldas llevando las riendas; ambos seguían con las ropas húmedas, Kaeya temía pescar un resfriado, pero consideraba estúpido pedirle al grupo que se detuvieran e hicieran una fogata. Así que se ahorró las quejas y observó el paisaje, era un mundo completamente nuevo para él, jamás había llegado tan lejos, quizá ya había estado en la frontera de Mondstadt, pero no tenía recuerdos de ello porque era un niño de 4 años; Ajax miraba el camino, pero también a su príncipe, su mente estaba inusualmente calmada, aunque tampoco tenía motivos para delirar en ese momento.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó para romper el hielo.

—Tengo frío... —murmuró el príncipe Alberich, Childe decidió soltar las riendas un momento, y lo abrazó por la espalda; de todos modos Kaeya las tomó para tirar de ellas en caso de ser necesario.

—¿Si te abrazo sientes menos frío? —le preguntó, el príncipe respiró aliviado, y echó ligeramente la cabeza y la espalda hacia atrás, para apoyarse en él.

—Sí, me siento mejor —respondió, Tartaglia le besó la cabeza con ternura.

—Daría todo el calor de mi cuerpo para que no te falte... —le susurró cerca del oído, Kaeya se estremeció.

—Todos prometen algo similar, pero nunca me prometen lo que en verdad me haría feliz.

—¿Y qué te haría feliz, mi príncipe?

—Que si estamos en una situación de vida o muerte, priorices tu vida sobre la mía. —De repente Childe se rió.

—¿Sabes por qué nadie cumple ese deseo? Porque es imposible, nadie que ame a otra persona la abandonaría si es cuestión de vida o muerte, deberías aceptar que la gente daría su vida por ti con todo gusto.

—He perdido mucho por esa razón, y tengo tanto miedo de que se vuelva a repetir la historia... —dijo Kaeya sin darse cuenta de que su voz se quebraba.

Tartaglia sintió una ráfaga de emociones, todas al mismo tiempo, molestia consigo por hacerlo llorar, compasión, ternura, y un extraño júbilo por entender que su príncipe estaba preocupado por él. Así que lo abrazó con más fuerza y besó su cabeza con los ojos cerrados.

—He salido con vida una y otra vez, no te preocupes por mi, príncipe Kaeya... —le dijo, sintiendo su largo cabello en el rostro.

—Tengo miedo, nunca he estado tan lejos de Mondstadt, todo está saliendo demasiado bien, no parece real...

—Te entiendo, yo también dudo de cuando algo es real, pero ahora me siento más cuerdo que nunca, todo porque estás conmigo...

—No creo ser el responsable de eso —murmuró el príncipe, con cuidado de no decirle que él jamás lo ayudaría a superar su locura.

—Pero, me siento mucho mejor, porque puedo tenerte entre mis brazos y protegerte con mis propias manos. La última vez que le confié eso a alguien más, las cosas no salieron bien.

—Si quieres que algo salga bien...

—Exacto, parece que me entiendes.

—Sí, te entiendo bien ahora. —Tartaglia acarició suavemente el abdomen de Kaeya, y le besó la sien, el príncipe Alberich se ruborizó, era un tacto muy tierno, delicado, casi inocente y libre de lascivia.

—Príncipe... ¿Puedo preguntar algo?

—Todo lo que quieras.

—¿Cómo te gustaría que te llame cuando estemos a solas? Ya sabes, sin formalidades.

—"Kaeya" está bien.

—¿Seguro? He estado pensando que amo llamarte... "angelito".

—No me queda, aunque puedes llamarme así si quieres. ¿Cómo quieres que te llame? —le preguntó, Tartaglia pensó que tal vez era el momento de conocerse mejor.

—Tengo que contarte algo... Mi nombre real no es Childe, ni Tartaglia.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es?

—Mi nombre es Ajax, pocos lo saben, y solo mi familia me llama así. Tu también puedes hacerlo.

—Vaya... Entonces, Ajax... Me gusta. ¿Por qué usas otros nombres?

—Childe fue el nombre que me dieron en Liyue, me apodaron Tartaglia por mi trabajo allá, significa "tartamudear", es lo que hacían los deudores cuando me veían. —Kaeya se rió, a Childe le derritió el corazón escucharlo ser feliz.

—Me gusta también, Tartaglia y Ajax, uno es divertido, y el otro es...

—¿Qué?

—Iba a decir algo raro, pero déjame explicarte. El hecho de que me dejes llamarte por tu nombre real, lo vuelve algo, íntimo —dijo el príncipe, Ajax se sonrojó, su pecho estaba lleno de calor.

—Quiero que sea especial, que solo las personas que más amo me llamen así, angelito. —Kaeya sonrió, ladeó la cabeza y acarició con su mejilla y nariz el rostro de Childe.

—Sabes Ajax... Me gusta este cambio, en ti y en mi.

Las palpitaciones de Tartaglia eran más rápidas que nunca, simplemente se dejaba llevar por la ternura, rozando su nariz contra la de su príncipe mientras le acariciaba el abdomen. El momento ameritaba algo especial, así que Ajax estiró sus labios y le dio un piquito a Kaeya, y luego otro, y luego besos alrededor de la cara; el príncipe de se esperaba algo más fogoso y sensual, pero no le disgustaba un poco de inocencia en su vida.

Siguieron cabalgando hasta pasado el mediodía, Scaramouche miró a los caballos, y decidió que se habían alejado lo suficiente para tomarse un descanso, alimentar a los corceles y darles de beber para soportar el resto del viaje; tampoco planeaba detenerse por mucho tiempo, puesto que la distancia que debían atravesar a caballo hasta la costa de Liyue era de aproximadamente cuatro días sin parar. Así que dio la orden de detenerse cerca de un arroyo, y esperar solo a que los caballos repusieran energías; de todos modos algunos Fatui se recostaron sobre la hierba para dormir una siesta.

Aunque Childe necesitaba dormir, se rehusó a tomar esa oportunidad, porque quería proteger a toda costa a Kaeya; el baladista en cambio se colocó el sombrero en el rostro y durmió una siesta mientras Viktor y otros mercenarios designados vigilaban. Viktor se acercó al príncipe Alberich y tocó un pliegue de su abrigo, le pareció que estaba frío y ligeramente húmedo por la travesía que hicieron en el lago de Sidra, por lo que llamó a su amigo Luke para que le consiguiera ropas nuevas a Kaeya, mientras él iba a buscar medicinas para prevenir un posible resfriado en él.

Ajax ladeó la cabeza, sorprendido de que sus compañeros de hecho hicieran un muy buen trabajo cuidando del príncipe; Viktor le dio una píldora a Kaeya y le entregó su cantimplora por un momento, luego se la llevó e hizo una fogata para hervir agua en una pequeña olla, en la cual prepararía un té de hierbas medicinales para el príncipe. Luke volvió con prendas que fueron prestadas por sus compañeros, y se las entregó a Kaeya para que se cambiara, pareció tener mucho interés en acompañarlo a cambiarse, pero Tartaglia intervino y le dijo que él se encargaría de vigilarlo.

El príncipe Alberich sintió una fuerte ansiedad en ese momento, alejarse un poco del grupo y quedar a cargo de una sola persona le trajo recuerdos de su último intento de escape, por lo que asociaba el hacer eso con peligro; pero a pesar de su miedo, la confianza de los Fatui le ayudó a relajarse un poco, y tomó la mano de Ajax para que lo acompañara detrás de un gran arbusto. Childe iba armado con un arco y su espada, y no dejó de mirar a su alrededor tan alerta como el propio Kaeya, quien ni siquiera quiso mantenerse desnudo por mucho tiempo para que Tartaglia disfrutara de la vista.

El príncipe se calzó los calcetines y la ropa interior, Ajax escuchó movimiento en otros arbustos y apuntó su flecha, entonces Kaeya lo notó también, y ambos miraron atentos a ver quien o que se aproximaba. De pronto el niño albino y salvaje se asomó de entre los matorrales, Tartaglia estuvo a punto de apuntar una flecha a su cabeza, pero Kaeya lo detuvo de inmediato; Childe no lo comprendió, pero obedeció y se quedó vigilando al jovencito de los ojos rojos, quien miraba al semi desnudo príncipe con curiosidad.

Por pudor el príncipe Alberich se colocó rápidamente la camisa prestada, y movió los dedos de su mano como para llamar a un perrito; el niño gateó con lentitud, desconfiado de Tartaglia y su arco, pero llegó hasta Kaeya y le sonrió con los ojos cerrados. El príncipe le dio caricias sobre la cabeza, el pequeño salvaje sacó la lengua y movió las caderas como si tuviera una cola, Ajax lo consideró por un momento como un producto de su imaginación, y se rió nervioso y molesto porque creía estar teniendo una crisis en un momento crucial como proteger a Kaeya; el niño y el príncipe se le quedaron mirando en silencio, incómodos por su risa.

—¿Estás bien Ajax? —le preguntó Kaeya, Tartaglia rió un poco más con amargura.

—Creo que no, estoy viendo a un niño perro... Lo siento angelito, creo que no estoy al 100 en estos momentos.

—Bueno, sí es como un perrito ¿No crees?

—¿Cómo dices?

—Cuando estaba en esa cueva, sí que me encontré con la manada de lobos —le explicó el príncipe, Childe tragó saliva con nerviosismo, porque seguía viendo a su "delirio" del niño perro—. Pero este chiquitín apareció y de algún modo, los mantuvo calmados. Es como si los lobos lo hubieran criado.

—Dime la verdad angelito ¿Tu también lo ves?

—Por supuesto que lo veo Ajax.

—¿Estás hablando en serio?

—En serio Ajax, conocí a un niño que se comporta como un lobo —reiteró Kaeya, rascando la espalda del chico, quien se volteó para enseñarle el estómago—. Me sorprende que esté usando ropa, es como si tuviera contacto con la civilización de algún modo.

—Esto es rarísimo. —El príncipe de Khaenri'ah comenzó a rascar la panza del niño, y este movió una pierna bufando y sacando la lengua con alegría.

—¿Sabes hablar pequeñín? —le preguntó Kaeya, el muchacho dejó de mover el pie, y se sentó frente al príncipe, con las manos posadas por delante, tal y como lo hacían los cánidos; entonces abrió la boca y comenzó a articular un sonido con dificultad.

—Ra... Ra... —decía el niño, tratando de recordar como hablar con otro ser humano—. Ra... zor...

—¿Razor? —preguntó Kaeya, el pequeño asintió, era el primer gesto humano que lo veía hacer—. ¿Te llamas Razor?

El niño volvió a asentir, sonriendo inocentemente.

—Vaya... ¿Sabes otra palabra Razor? —El jovencito volvió a asentir—. ¿Cuál es?

Razor se acercó un poco más al príncipe, y coloco las palmas de sus manos sobre sus clavículas, mirándolo con sus ojos rojos, brillantes de devoción.

—Lupical —respondió el niño, a ese punto de la conversación Childe ya había asumido que eso no era una imagen de su cabeza, aunque seguía pareciéndole bizarro.

—Lupical... No sé lo que significa, pero suena adorable —comentó Kaeya antes de acariciar la mejilla de su nuevo amigo, cuyos ojos brillaron con más intensidad; entonces Razor quitó una de sus manos y apuntó uno de sus ojos— ¿Ojo?

—O... jos... —repitió Razor, hubo un breve silencio, y luego se llevó los nudillos hacia los lagrimales, para teatralizar un llanto silencioso.

—¿Llorosos? —quiso complementar, el niño negó con la cabeza—. ¿Tristes?

—Tr...tistes... —dijo el niño, Kaeya guardó silencio, y Razor lo apuntó con su dedo.

—¿Yo?

El jovencito asintió, y repitió su rutina de apuntar sus ojos y hacer el gesto de llorar.

—¿Mis ojos son tristes? —le preguntó, y el niño asintió antes de colocar sus manos sobre los hombros de Kaeya—. Lo siento tanto pequeñín, no quería preocuparte...

Razor gañó y restregó su frente polvorienta sobre la mejilla del príncipe, este sonrió y lo abrazó, recibiendo en contestación lamidas en su cara; Kaeya comenzó a llorar, lo que estaba ocurriendo ese día no tenía precedentes para él, ternura, comprensión, la esperanza de ser libre al fin, después de creerlo perdido e inmerecido, la vida parecía sonreírle. Los niños siempre fueron un símbolo de alegría para él, la presencia de estos le producía calma y le hacían creer que en verdad no era un monstruo, porque podía sentir aprecio real por esos inocentes seres vivos; Razor le parecía un ángel enviado por dios para recordarle que debía seguir, pasara lo que pasara.

Tartaglia se quedo mirando ese abrazo, e imaginó a Kaeya en una casa modesta de Snezhnaya, cuidando a sus hermanos pequeños mientras les leía cuentos junto a una hoguera; su amado príncipe era bueno con los niños, y eso ya lo reafirmaba como el indicado para formar una familia. Antes de soltar a Razor, Kaeya se secó las lágrimas y sonrió para no preocuparlo más; luego se levantó y le dio una última caricia, para ponerse los pantalones y dar la vuelta para retirarse; sin embargo Razor lo siguió gateando, y el príncipe se detuvo.

—No me sigas pequeño —le pidió Kaeya, Razor lo miró preocupado, así que el príncipe tomó el arco de Ajax, gesticuló y teatralizo para ejemplificar su punto—. Allá hay muchos, muchos hombres con estas cosas, si te acercas, una flecha como esta se podría enterrar en tu cuerpo.

—Lupical... —susurró Razor preocupado, Kaeya movió su dedo índice para negarle la posibilidad de seguirlo, y luego apuntó a la distancia.

—Ve allá y no me sigas, es muy peligroso —la pidió el príncipe, Razor se dio la vuelta y se alejó gañendo y llorando.

*****

Con el paso de los días, inevitablemente Cyrus se dio cuenta de que su pequeño Bennett le había desobedecido, y que estaba en el grupo de la infantería, cocinando para ellos cuando se detenían a descansar cada noche; todos los soldados y civiles que se unieron a la misión de "rescate" tenían órdenes de dejar descansar a los caballos el menor tiempo posible, para llegar más rápido a quienes "secuestraron" a Sir Kaeya. Los civiles no acataron del todo bien esa orden y se detenían cada noche a montar un campamento, por lo que el grupo se redujo en poco tiempo; en cambio los caballeros de Favonius cumplieron eficientemente, y la infantería se unió a ellos para mantener un buen ritmo, por lo que Cyrus tuvo que abandonar a sus compañeros del gremio, para cuidar de su hijo.

Una noche, el líder de los infantes, mismo que le había permitido a Bennett unirse a la búsqueda, lo envió a recoger agua de un arroyo cercano para que lavara las patatas que iban a cocer con piel sobre las brasas, el niño obedeció y casi parte rumbo al riachuelo sin el balde, así que retornó sobre sus pasos para traerlo. Cyrus estaba muy nervioso de dejarlo ir solo a buscar agua, y estuvo a punto de levantarse, entonces los miembros de la infantería se burlaron de él por su sobreprotección, y alegaron que era el principal responsable de que Bennett fuera "la mitad de lo que ellos eran".

Eso golpeó el orgullo del explorador, como padre quería proteger a su niño, pero era algo cierto que Bennett necesitaba aprender a defenderse solo; entonces Cyrus se quedó en el campamento, mientras Bennett llegaba al arroyo para llenar de agua la cubeta de madera. El joven escuchó que los arbustos junto al riachuelo se movieron, pero no consideró que ello fuera una señal de peligro, por lo que una vez lleno el balde, Bennett se agachó y posó la boca sobre el agua, para beber como lo hacían los animales.

Eso llamó la atención de quien se ocultaba detrás del arbusto, porque solo los seres humanos más "peligrosos" usaban sus manos para tomar el agua y beberla, así que se acercó gateando a Bennett, y le imitó, bebiendo ambos agua del riachuelo directamente con la boca. Bennett levantó la mirada, y descubrió una cabeza de largos cabellos grisáceos delante de él; por un momento se asustó e irguió la espalda, pero pronto supo que solo era otro niño como él, que había terminado de beber, y lo observaba sentado y con las manos por delante, sin hacer comentarios.

Bennett miró hacia los lados, y después de ese silencio incómodo movió la mano para saludar a Razor, el cual se quedó estático, observándolo fijamente; Bennett movió los dedos de la mano derecha sobre la tierra, sentía inquietud por el comportamiento tan extraño de ese niño; le resultó aun más raro cuando Razor le ladró dos veces, pero en lugar de alarmarse, Bennett soltó una risa nerviosa que llamó la atención de ese niño salvaje. De pronto Razor también rió, Bennett sonreía incómodo, porque no estaba seguro de cómo iniciar una conversación con un niño, que a simple vista no parecía ni medio normal.

Razor le ladró otra vez, como queriendo llamar su atención, Bennett se sorprendió de que ese niño siguiera actuando como un perro, pero su mente infantil llegó a la conclusión de que todo se trataba de un juego, así que se puso de pie, y llamó a su nuevo amigo inclinándose un poco hacia adelante y palpando sus propios muslos mientras decía "ven aquí perrito". El niño salvaje sacó la lengua con alegría y dio saltos sobre el agua para llegar al otro lado del arroyo, luego posó sus manos sobre las piernas de Bennett, y este le acarició la cabeza, extrañado pero divertido.

A Bennett se le ocurrió que podrían jugar con una rama que estaba tirada en el piso, por lo que la tomó y se la enseñó a Razor, antes de lanzarla un poco lejos; el niño salvaje salió disparado a buscar la rama, la tomó con la boca y regresó sobre sus pasos para entregársela a su nuevo amigo. Bennett se rió, era muy gracioso jugar con un perrito con apariencia de un niño, aunque se preguntaba en qué momento dejaría de comportarse de esa manera y le diría su nombre; estuvieron jugando por largos minutos de esa forma, hasta que Bennett se rascó la mejilla y bajó la rama para entablar una conversación con ese niño.

—Esto, creo que sería bueno presentarnos antes de seguir jugando. Mi nombre es Bennett ¿Cuál es el tuyo amigo? —le preguntó, Razor volvió a sentarse con las manos por delante, y abrió la boca para articular su nombre.

—Ra... zor... —respondió, algo más fluido que cuando le dijo su nombre a su "Lupical".

—¿Te llamas Razor? —repitió Bennett, su nuevo amigo asintió—. ¿De dónde vienes Razor? ¿Tu aldea está cerca? ¿O vives en el campo? Pareces de campo.

Razor se sintió abrumado por todas esas palabras, pero entendió una de las preguntas, por lo que señaló hacia atrás con uno de sus brazos.

—Oh, vives en el interior del bosque, debe ser divertido, he estado varias veces en el bosque con papá Cyrus y sus compañeros, siempre me dicen que no me aleje porque es muy peligroso. Aunque la verdad es que las veces que he salido con ellos, termino con un hueso roto o con las cejas quemadas, así que creo que yo soy el problema y no el bosque... —De repente Razor levantó una mano y la puso sobre la boca de Bennett, para que dejara de hablarle tan rápido.

—Boca —dijo el niño salvaje.

—¿Que me calle la boca? —respondió Bennett de forma poco audible por tener la mano de Razor sobre los labios; su nuevo amigo asintió tímidamente, y retiró la mano de su cara—. ¿No sabes hablar?

Razor negó con la cabeza.

—¿Pero me entiendes verdad? —le preguntó, Razor asintió—. Qué raro, si entiendes mi lengua y sabes decir un par de palabras, alguien debió enseñarte un poco ¿No?

Razor asintió otra vez.

—¿Tus padres? —preguntó Bennett, Razor negó con la cabeza, parecía deprimido de repente—. ¿Tienes padres?

Razor volvió a negar con la cabeza, y Bennett suspiró con tristeza.

—Te entiendo, yo tampoco tengo padres de sangre. Pero tengo muchos padres de corazón, en todas partes.

—Co... —quiso imitarlo Razor, Bennett asintió y sonrió, incentivándolo así a continuar—. Co... ra... zón...

—¡Muy bien Razor! Intenta decirlo más rápido.

—Cor... azón...

—Bueno es una forma...

—¡¡Bennett!! —gritó Cyrus a varios metros del arroyo, como su hijo no había vuelto aún, se temió lo peor y decidió salir a buscarlo; Razor retrocedió asustado, y Bennett extendió las manos para pedirle que se calmara.

—Tranquilo Razor, es solo uno de mis padres, no tienes que... —Cyrus se aproximaba con una antorcha en la mano, Razor le temía a los humanos con fuego, por lo que dio media vuelta y se fue tan rápido como pudo hacia los arbustos—. ¡Espera Razor!

—¡Bennett! —exclamó Cyrus corriendo hacia su niño, a quien abrazó con uno de sus brazos mientras sostenía la antorcha con el otro—. ¿Por qué no volvías? Creí que te había pasado algo.

—Encontré a un niño —respondió Bennett, Cyrus lo miró con extrañeza.

—¿Y dónde está ahora?

—Huyo de aquí, le diste miedo.

—No es momento para burlarte. Estaba preocupado Bennett.

—Pero hablo en serio, me encontré a un niño perro y estuvimos jugando aquí.

—¿"Un niño perro"? —Cyrus miró a su hijo un poco molesto, creyendo que seguía burlándose de él.

—Actuaba como un perrito, lo juro.

—Como digas, ya me contarás todo con más detalle, pero ahora debemos volver al campamento antes de que aparezcan lobos de verdad.

*****

Aquella mañana los Fatui avistaron la colina Wuwang desde las montañas de la frontera de Liyue, lo más rápido y "seguro" sería atravesar el archipiélago de Dihua, pero ellos no podían optar por ello, porque esa zona estaba completamente poblada, y ese paso estrecho y poblado en combinación con estar siendo perseguidos, iba a ser un suicidio; entonces decidieron bordear el golfo de Puerta de Piedra, hasta los pies de la cordillera de EspinaDragon, desde donde podrían llegar a la costa de Yaoguang. Childe tenía unas ojeras muy grandes y oscuras debido a la cantidad de días que pasó sin dormir, vigilando los sueños de Kaeya, por el simple hecho de no confiar en los centinelas asignados para vigilar por las noches el campamento.

El príncipe iba sentado frente a Tartaglia sobre el caballo, como solían montar, iba al mando de las riendas por decisión propia, porque Ajax había estado balbuceando para sí mismo toda la noche, y Kaeya comenzaba a pensar que su cordura iba en picado, y que sería estúpido confiarle las riendas. Viktor y Scaramouche se dieron cuenta de que Childe estaba teniendo un episodio de delirios, y ambos llegaron a la conclusión de que el príncipe Alberich no podía estar tan cerca de él.

—Detenga al caballo por favor, príncipe Alberich —le pidió Viktor, Kaeya tiró ligeramente de las riendas y el caballo paró, estaban al borde de una colina alrededor del archipiélago, en un camino de llaneros lo suficientemente ancho para hacer el cambio de monturas.

—¿Ocurre algo? —preguntó el príncipe, Tartaglia miró de reojo al baladista, quien a diferencia de Viktor no demostró ninguna clase de miedo.

—Creemos que es necesario que alguien más lo transporte, Childe no está del todo bien, no ha dormido y eso se le nota —dijo Viktor para suavizar el golpe que sería eso para Ajax.

—¿Quién dice que no estoy bien? —exclamó Tartaglia, sin embargo incluso Kaeya estaba de acuerdo en que no tenía la cabeza bien amueblada en ese momento.

—Las putas ojeras de tu cara —respondió Scaramouche, Childe bufó con rabia.

—Ajax, creo que tienen razón, no has dormido —le susurró el príncipe Alberich con una voz suave, ligeramente aguda, con una ternura fingida para no alterarlo más.

—¡Estoy perfectamente bien! —les gritó Tartaglia como un rugido, sus compañeros estaban tensos.

—Y una mierda, no has dormido aunque te lo haya ordenado, sabes que eso no le hace bien a tu mente desequilibrada. Ya cuando duermas esta noche podrás volver a pegarte como percebe a tu principito, ahora déjalo bajar.

—¡Eso nunca!

—Ajax por favor... Tenemos que hacerle caso, es el líder —le dijo Kaeya con su misma voz calmada.

—¡Solo yo puedo protegerlo!

—Ya no digas más mierda y obedece.

—¿Y si no? ¿Qué vas a hacer?

—Mira a tu alrededor ¿Puedes contarnos? ¿Puedes ver cuántos de nosotros somos? Sé que lo de usar la lógica no se te da bien, pero aunque seas una cucaracha, si te peleas con todos nosotros no solo vas a terminar herido, sino que reducirás la mano de obra que necesitamos para el barco, porque ni con todo el ímpetu del mundo podrías navegar un barco tú solo.

—Por favor Ajax, no podemos retrasarnos más, lo que dice tiene sentido, necesitas descansar y estarás mejor. No te preocupes más por mi, sé que estaré bien —le dijo Kaeya, Tartaglia bufaba conteniendo la rabia y la impotencia, que solo aumentó cuando el príncipe bajó por sí mismo del caballo; de pronto Childe bajó también, y rodeó el pecho de Kaeya con un brazo, mirando desafiante a sus compañeros.

—¿Por qué insistes en que se separe de mi? —le preguntó Ajax a su jefe, luego miró a todos a su alrededor, con la mente hecha un caos—. ¡¿Por qué todos insisten con lo mismo?!

—Nadie está diciéndote nada Ajax —respondió el príncipe Alberich, que empezaba a sentir miedo de él una vez más.

Entonces Tartaglia retrocedió, obligando a Kaeya a retroceder con él, muy cerca de la ladera; los demás se sobresaltaron, algunos extendieron sus manos como un reflejo ante la posibilidad de que el príncipe cayera, otros se cubrieron los ojos.

—¡Detente! —le gritó Scaramouche, Kaeya miraba tembloroso hacia atrás, un paso más y caerían por el borde.

—Esto no tiene que ser así —dijo Childe riendo nervioso—. No tienen que obligarme a esto, solo deben dejarlo a mi lado y todo estará bien.

—Exacto, no tiene que ser así, solo tienes que escucharnos —respondió Viktor tratando de guardar la calma—. Nadie quiere quitarte a tu príncipe, solo queremos protegerlo mientras tu repones energías.

—¡¿Por qué?! —le gritó Ajax sujetando con más firmeza a Kaeya, quien temblaba sin parar por estar viendo el precipicio.

—Estás delirando —replicó el baladista—, tu mente está aun más loca que en tu estado natural, creemos que eres peligroso para el príncipe.

—¡Mentiroso! ¡Yo jamás le haría daño!

—Pues no parece, y solo nos estás dando la razón ahora que tienes al príncipe al borde del abismo.

Childe tembló de rabia, su cabeza lo había convencido de que querían deshacerse de él y arrebatarle a Kaeya, pero había una pequeña voz diciéndole que Scaramouche tenía razón, que era un peligro para su amado príncipe; de repente miró a Kaeya, quien estaba aterrado viendo de reojo hacia abajo de la ladera. Los ojos de Tartaglia se humedecieron, era cierto que el príncipe Alberich peligraba a su lado, pero su cuerpo no quería soltarlo y dejarlo ir, había una lucha en su mente entre la razón y sus miedos de que se alejara de él, de que volviera a temerle y desconfiar.

De pronto Scaramouche miró hacia arriba de esa montaña, y sus párpados se abrieron de par en par al descubrir que había una caballería observándolos, era una subdivisión de la Geo Armada, más pequeña, como guardias locales, pero simbolizaban que las fuerzas armadas de Liyue habían recibido el mensaje de alerta de Mondstadt. Entonces el baladista le gritó a sus subordinados que se cubrieran, pues los soldados de Liyue estaban bajando la montaña con sus caballos, armados con arcos; algunos Fatui alcanzaron a bajar de sus corceles, otros se cubrieron con escudos, pero al menos 4 de ellos recibieron de lleno las flechas, 2 de forma letal en sus cabezas.

Kaeya gritó aterrado, en ese momento Ajax abrió los ojos y lo dejó escapar, el príncipe quiso correr a su caballo para huir, pero Luke se abalanzó sobre él para tirarlo al suelo, y así salvarlo de recibir una flecha. Algunos caballos fueron heridos por las flechas, otros huyeron, otros se levantaron en dos patas, relinchando asustados mientras sus jinetes trataban de forzarlos a quedarse ahí, sujetando las riendas.

Había una formación rocosa que imposibilitaba que esa subdivisión de la Geo Armada bajara del todo al camino, así que la mitad se quedó encima para seguir disparando, mientras la otra mitad bajaba a pie para acercarse al príncipe de Khaenri'ah, y secuestrarlo otra vez; Childe se había echado a piso, confundido y desesperado por lo que había hecho al discutir con sus compañeros, seguro habían sido escuchados por su culpa, seguro por su culpa se habían detenido por más tiempo del que debían, y por su culpa Kaeya volvía a estar en peligro. Lo único que podían hacer los mercenarios era cubrirse detrás de los cadáveres de sus caballos para no morir, mientras los soldados de Liyue llegaban al camino y se acercaban al príncipe Alberich, quien seguía en el suelo, protegido debajo de Luke, a quien patearon con brutalidad para quitarlo del medio, y tomar de los cabellos a Kaeya.

Tartaglia entró en pánico y se levantó para ir tras su príncipe, no traía escudo ni arco, solo una espada, podía atacar, pero las flechas iban a asesinarlo sin nada que cubrirse; fue Viktor quien lo salvó de ese destino tirándose sobre él, Ajax gritaba el nombre de Kaeya, pero este no lo llamaba a él, le pedía ayuda a Luke, a Scaramouche, a cualquiera menos a él. El baladista respondió a su llamado, poniéndose de pie, levantando el escudo para cubrir su cabeza y torso; sin embargo con la otra mano debía mover la espada y defenderse de los soldados que lo atacaban por el frente, lo cual solo lo retrasaba.

El príncipe Alberich estaba siendo arrastrado colina arriba de los cabellos, algunos Fatui con escudos se levantaron para unir fuerzas con su líder, y así poder ir juntos a rescatarlo; parecía algo imposible de lograr, si Kaeya seguía retenido, simplemente quejándose del dolor en su cuero cabelludo. Entonces el príncipe sacó su cuchillo y lo movió hacia arriba, intentando que el filo le cortara el pelo o hiriera los dedos de su captor; consiguió soltarse por eso último, el soldado por acto reflejo abrió su mano sangrante, y Kaeya quiso correr cuesta abajo, solo para ser agarrado del cabello por alguien más.

Todo era cuestión de vida o muerte, por lo que el príncipe volvió a mover la navaja, que su nuevo captor pudo esquivar, no obstante él no dejó de moverse, de atacar con su pequeña arma, llorando de rabia y miedo, pero sin poder quedarse quieto. No obstante eran más, y un soldado pateó su mano para que soltara la navaja, Kaeya se negaba, así que uno de ellos le agarró el otro brazo, mientras el otro le aplastaba la mano con el pie, con tal fuerza que esguinzó algunos de sus huesos, y le quitó el arma de las manos.

El príncipe sintió mucho dolor, mas no sabía si los Fatui estaban cerca y si lo salvarían de esa, por lo que aguantó las ganas de llorar y gritar, y al verse sin él cuchillo, arrastrado hacia arriba de los dos brazos, decidió usar la boca y sus uñas, un poco más largas que cuando salió de Mondstadt, para defenderse. Arañó cuanto pudo, mordió brazos, trató de morder cuellos, aferró la mandíbula contra el hombro de uno de sus captores, y recibió en contestación puñetazos en el estómago y varios en la cabeza.

Alguien trató de echárselo al hombro, Kaeya pataleó, y desesperado consiguió morder tan fuerte el pómulo de ese soldado, que este gritó de dolor y lo tiró contra el piso rocoso; los demás soldados le dijeron a su compañero que lo noqueara para llevárselo, pero ese tipo estaba tan furioso con el príncipe, que se sentó sobre su abdomen y comenzó a darle puñetazos en la cara. Kaeya nuevamente estaba moviendo las manos para tratar de arañar el rostro de su agresor, pero este era fuerte y pesado, y sus heridas empezaban a debilitar su cuerpo.

El príncipe Alberich creyó que ya había perdido toda posibilidad de salvarse, ese tipo iba a golpearlo hasta romperle la nariz, y lo llevarían desfigurado hacia Mondstadt una vez más, cosa que le aterraba tanto, que nuevamente estaba considerando la posibilidad de suicidarse antes de regresar a su prisión. No obstante, de pronto una silueta saltó frente a él, iba directo al cuello del soldado que lo estaba golpeando contra el piso, el cual recibió una mordida tan certera y brutal en el cuello, que lo hizo perder litros y litros de sangre desde la arteria carótida.

Kaeya se dio cuenta de que era Razor, su cabello largo y grisáceo era inconfundible, aun cuando sus inocentes dientes y boca estaban repletos de sangre humana; entonces notó el caos en la ladera de la montaña, los lobos atacaron en manada a todos los soldados de Liyue que pudieron, quienes ya casi no tenían flechas para defenderse, y cuyos brazos no reaccionaron a tiempo para sacar sus sables, cuando los dientes de los lobos les arrancaron pedazos; Razor no se quedó atrás, y al igual que su manada, usó sus dientes para morder cuellos de forma letal, porque si bien era consistente de que su mordedura no era igual de potente, sabía bien los puntos débiles de los humanos.

Aunque Kaeya estaba conmocionado, se levantó aturdido y bajó, hasta encontrarse a Scaramouche, quien lo tomó del brazo y lo obligó a saltar desde una piedra hasta el camino, para alejarse de los lobos; pasaron algunos minutos, solo dos jinetes de Liyue pudieron huir en sus caballos, y Razor se asomó gateando hasta la piedra, para mirar abajo. Ahí vio a su Lupical, abrazando asustado a un tipo de cabello negro con un corte de tazón, los Fatui sobrevivientes le devolvieron una mirada de preocupación a Razor, les parecía raro y aterrador ver hacia arriba la cabeza de un niño de ojos rojos, con la boca cubierta de sangre; el jovencito se sintió incómodo, y se apartó para alejarse con su manada, mientras los mercenarios volvían a reincorporarse para hacer un recuento de los daños.

—¡Los que estén en una sola pieza vayan a buscar a nuestros caballos y a los de esos tontos, perdimos a la mitad! —ordenó Viktor al levantarse y sacudirse el polvo—. ¿Quién está herido?

—Tengo una flecha en el brazo y otra en la pantorrilla —respondió uno de ellos.

—¡Tú el de ahí, quítale las flechas y ponle un torniquete en el brazo y la pierna! —exclamó Viktor, entonces se le acercó un compañero con una flecha en el abdomen.

—Ayúdeme por favor... —Viktor miró preocupado a su compañero, luego se arrodilló y sacó su cuchillo para partir la madera de la flecha.

—Lo siento amigo, en estos casos es mejor dejar la flecha dentro, si sobrevives tu cuerpo se acostumbrará a tenerla ahí.

—No quiero morir...

—No... No te preocupes, conozco a muchas personas que siguen viviendo con pedazos de flechas clavadas, no pienses que vas a morir —dijo Viktor solo para que sus ánimos no cayeran por los suelos—. ¡¿Hay más heridos?!

—¡Estoy atendiendo a algunos, tranquilo que les llegaron en las extremidades! —le respondió Mikhail, Luke estaba en otro sector del camino, revisando a tres compañeros, uno tenía flechas en la cadera y el hombro, otra en ambos brazos, otro, dos clavadas en la espalda.

—¡Hay uno herido en la caja torácica! —gritó Luke, Viktor agachó la mirada, una herida en los pulmones, en esa situación, era completamente letal, en cuestión de horas su compañero moriría de una falla pulmonar por exceso de líquido.

—Dale calmantes... —respondió Viktor con pesar, Scaramouche revisó a Kaeya, que tenía un esguince en la palma de la mano y dos dedos, y algunas partes del rostro hinchadas, como su ojo, mejillas y boca, la cual había sangrado.

—Kaeya también está herido —les avisó el baladista, todos, incluyendo a Ajax, quien se había quedado de rodillas por el shock, miraron asustados a su líder.

—No se preocupen, estoy bien, no es algo grave —respondió Kaeya, entonces miró a los Fatui, quienes no dejaban de analizarlo en busca de alguna herida que curar—. Disculpen, perdí mi cuchillo en la ladera ¿Alguien puede traerlo? O darme otro...

—¿Cuántos murieron? —preguntó Viktor mientras trepaba las rocas para ir a buscar la navaja del príncipe, fue Mikhail quien le contestó.

—Murieron 4...

—Si consideramos el nivel de este ataque, no perdimos a tantos de nosotros —comentó Luke atando con fuerza dos telas a los brazos de su compañera, para detener la hemorragia.

Scaramouche estaba de pie, palpando las yemas de sus dedos en sus caderas, los mercenarios sabían que era una bomba a punto de estallar; entonces el baladista caminó hacia Ajax, este dejó de respirar por el miedo a lo que venía, un castigo que creía más que merecido. Entonces Scaramouche pateó el estómago de Tartaglia, varias veces, también pateó sus costillas, ensañado y lleno de ira.

—¡Imbecil de mierda! ¡¿Ves lo que pasa por no obedecer?! ¡No sabes cuanto tiempo perdimos por tu estupidez! —le gritó sin parar de darle patadas, Kaeya se sobresaltaba, con dolor de solo ver esa escena.

—¡Espera! ¡Le puedes romper las costillas! —exclamó el príncipe, el baladista se detuvo y giró para increparlo de frente.

—¡¿Te preocupa que él resulte herido? ¿Tu eres estúpido? Decenas de nosotros tenemos heridas de verdad, otros están muertos o se van a morir, y este engendro sale ileso de esta, mira yo me quiero morir!

—Perdón... —susurró Childe.

—No tienes que retrasarnos más con tu ataque de ira —dijo Kaeya—. Solo terminemos de atender a los heridos, tomamos a los caballos y nos vamos antes de que vuelvan con refuerzos.

—¿Me estás jodiendo? ¿Yo soy el que nos retrasa? Por favor, solo le estoy dando su merecido mientras el resto si hace cosas útiles como recuperar a los caballos que huyeron. Si querías reclamarle a alguien por "retrasarnos", debiste decírselo a él cuando hizo ese puto escándalo. —El príncipe Alberich guardó silencio un momento, sí estaba de acuerdo con Scaramouche, pero no quería ser tan duro con alguien como Ajax, quien tenía una enfermedad mental.

—No solo es culpa de Childe, esto fue cuestión de azar, la armada de Liyue estaba cerca, eso era inevitable —respondió Kaeya, entonces Viktor bajó de la roca y le devolvió el cuchillo.

—Jefe, si dos jinetes se fueron de aquí intactos, van a dar la alarma a todos los puertos —le avisó Viktor, el baladista se apretó el entrecejo y le dio una última patada a Tartaglia—. Debemos llegar a la costa de Yaoguang y robar el barco antes de que ese mensaje les llegue y nos persigan por mar.

—Nos perseguirán sí o sí, solo podemos ganar tiempo —respondió Scaramouche, entonces dio una orden a todo el grupo—. ¡Nadie descansará a partir de ahora, ni los putos caballos heridos! ¡Tenemos que llegar a la costa Yaoguang de madrugada!

—Pero señor, no sabemos cuánto vamos a tardar —dijo Viktor.

—Solo dejen de perder el puto tiempo y vámonos, y si este engendro no puede levantarse, que se quede abajo —finiquitó el baladista yendo hacia uno de los caballos recuperados, rápidamente Kaeya fue a ayudar a Childe a levantarse, este no quiso verlo a los ojos, y solo se reincorporó con dolor, callado y ensimismado.

*****

Horas más tarde los dos jinetes de Liyue cruzaron sus caminos con los caballeros de Favonius y la infantería, aunque lo principal era llegar a un poblado para enviar mensajes a la Geo Armada, decidieron detenerse y decirles lo que había ocurrido con su grupo, y la dirección que tomaron los mercenarios que se llevaron al principe de Khaenri'ah. Bennett logró escuchar parte de la conversación, mencionaron algo relacionado con una jauría de lobos, y un niño de cabello blanco y ojos rojos, que asesinaron a la mayor parte de su compañía.

—¿Y cómo es que los lobos no atacaron también a ese crío? —les preguntó Lawrence, Bennett se acercó para oír mejor lo que estaban diciendo acerca de Razor.

—Era como si el niño tuviera entrenados a los lobos para atacar —dijo uno de los sobrevivientes—. Él también se ensució las manos con la sangre de mis compañeros; salió de la nada, no iba con esos tipos, vino desde arriba.

—Entonces los hijos de puta tienen a estos "refuerzos sorpresa" andando a metros y vigilando desde lo más alto. Es bueno saberlo, habrá que estar atentos y dispararle a cualquier crío con esas características, muchas gracias por la información.

—De nada, mucha suerte en su búsqueda, nosotros debemos seguir —le dijo el soldado de Liyue para despedirse, mientras Bennett se acercaba al caballero.

—¿Qué ha dicho esa persona? —preguntó Bennett, todavía sin llegar a entender toda la conversación.

—¿Tú qué? ¿No tienes tu uniforme? —cuestionó Lawrence, el niño tragó saliva puesto que solo se había pegado a la infantería, pero no pertenecía a esta.

—Se está secando —respondió Bennett disimulando el nerviosismo—. Escuché que hablaban de un niño.

—Ah sí, hay un puto espia que trabaja con los que se llevaron a Sir Kaeya, es un niño de pelo largo y blanco, ropas sucias de color cafe, y los ojos rojos —le explicó el caballero, Bennett abrió los ojos, porque no podía imaginar a un "inocente perrito" como Razor siendo un espia.

—También oí que mencionaron lobos ¿Hay lobos en estas montañas? —preguntó el jovencito para seguir indagando.

—Eso es lo raro, eran lobos del Dominio, no deberían estar en esta zona, pero parece que el crío de mierda ese los tiene adiestrados para que maten por él. Se cargaron a todo un batallón que casi atrapa al... Digo, que casi rescata a Sir Kaeya.

—¿Qué? Pero... —balbuceó Bennett, no le cuadraba que Razor, un niño perro, estuviera aliado de forma consciente con "los tipos malos"—. ¿Dijo que era un niño con una manada de lobos?

—Sí ¿Estás sordo o qué?

—Es que, si dice eso, yo no creo que sea un espía...

—¿Por?

—Bueno si es un niño con una manada de lobos, tal vez se crió con los lobos y atacaron solo porque tenían hambre —respondió Bennett sonriendo nervioso, de algún modo Lawrence sintió ternura por su razonamiento, y le revolvió el cabello, moviéndole la cabeza también.

—Ay como se nota que todavía estás muy verde, tienes mucha imaginación. Tal vez eres demasiado joven para estar en esta división de la infantería, es más, no pareces de 17 ¿Qué edad tienes?

—13, recién cumplidos.

—¿Tienes 13 años? ¿Y cómo te dejaron venir con los infantes más preparados?

—Bueno me preguntaron si sabía cocinar rápido y me dejaron venir.

—¿Perdona?

—Esto... Estábamos hablando del niño lobo.

—La cuestión es que ese pequeño delincuente es parte de la agrupación que secuestró a Sir Kaeya, así que si lo encontramos y trata de atacarnos, tendremos que matarlo —concluyó Lawrence, Bennett abrió los ojos, le parecía demasiado severo.

—Pero si es solo un niño perro, entonces no creo que sea bueno hacerle eso. Es como salir a matar a un animal solo porque siguió su instinto.

—¿Que no te dije que está trabajando con ellos?

—¿Cómo está tan seguro de eso? ¿Qué tal si no es un espía y si solo se crió en el bosque con los lobos?

—Me da igual cual de nosotros dos tenga la razón, ese crío endemoniado ya mató a nuestros aliados y los lobos le hacen caso, es un peligro y por eso lo tenemos que matar.

—Pero estamos hablando de un ser humano que se comporta como un animal, no es justo matarlo sin tratar primero de enseñarle a ser parte de la sociedad.

—¿Ah te crees muy listo? Pues mira, los listos creen que pueden solucionar todo con esas mierdas de "reformar" y "dialogar", pero esto es una puta guerra y es importantísimo que Sir Kaeya regrese vivo a Mondstadt, así que deja de marearme con tus teorías y vuelve a tu puesto soldado.

—¡Se olvida también de que es un niño! —replicó Bennett mas exaltado, aquello llamó la atención de Cyrus, quien se acercó a ver porqué su hijo estaba discutiendo con un caballero de Favonius hecho y derecho.

—¡Me importa una mierda si es un niño! Hay niños que matan en la guerra como es el caso, así que no merecen la misericordia de nadie. A ti no te tendrían piedad solo porque eres un mocoso meado.

—¡No soy eso! —exclamó el niño por no atreverse a decir palabrotas, Cyrus llegó a su lado y rodeó su espalda con un brazo.

—¿Qué es lo que ocurre aquí, teniente Lawrence?

—Este mocoso moralista está poniendo en duda mi orden de matar a un espía, solo porque es otro crío como él.

—¡Pero no es sólo otro niño! Es un niño criado en el bosque, no creo que atacara con otras intenciones que no fueran sus instintos, yo creo que deberíamos...

—Tú crees que debemos dialogar con un niño asesino, pero te equivocas porque no sabes nada de la vida. Ojala esta puta expedición te marque de por vida para que espabiles y te hagas hombre como se debe.

—Disculpe teniente Lawrence, pero no creo que deba ser tan duro con mi hijo, él es solo un niño que quiere la paz por sobre todo.

—¿Ah es tu hijo? Entonces reprendelo como deberías hacer, porque no es normal que tenga tan poco respeto por sus superiores y me quiera imponer sus pensamientos pacifistas e inútiles —le soltó Lawrence, Bennett estaba llorando molesto, porque no creía estar diciendo algo descabellado y "malo", de hecho, en ese momento el pensamiento de los caballeros le parecia más malo y tonto que su forma de ver las cosas.

—No se preocupe, ya hablaré con él.

—Muy bien, atízalo para que aprenda a seguir órdenes.

Cyrus tomó la mano de Bennett y lo alejó de Lawrence y el resto de soldados, para poder charlar acerca de algunas cosas que ambos habían evitado durante un tiempo; entonces el explorador se cruzó de brazos frente a su niño, y lo miró con preocupación, y algo de desaprobación.

—Bennett ¿Por qué estabas discutiendo con el teniente Lawrence?

—Me dijeron que quieren matar a Razor porque supuestamente atacó a los soldados de Liyue con su familia de lobos —le explicó el niño, quien entonces apretó los puños y se paró en la punta de los pies para hablarle con determinación a su padre—. Pero yo estoy seguro de que Razor no hizo algo así, y si lo hizo, es porque es más perro que humano, y los animales actúan por instinto no por mala intención.

—Estás poniendo tus manos al fuego por alguien que apenas conoces.

—Pero es un niño como yo ¿No?

—Las cosas no funcionan así en la guerra, hijo mío...

—Todos dicen lo mismo, pero Razor es un caso especial, él no está en ningún bando, es un perrito. Si le diéramos la oportunidad de aprender a hablar, estoy seguro de que podría vivir en Mondstadt como todos nosotros.

—¿Hablas de reformarlo? —preguntó Cyrus, Bennett asintió—. Eres adorable...

—¡Hablas como si fuera un niño muy pequeño! Pero este asunto es serio y quiero que lo entiendas como lo que es.

—No te enfades, si tomo en serio lo que dices, es solo que... me parece muy lindo que tengas este tipo de pensamiento, pacifico, compasivo, reformador, prefiero esto a que seas un matón de la milicia.

—¿De verdad? —preguntó el niño sonriendo emocionado.

—De verdad —respondió Cyrus, Bennett saltó a sus brazos para abrazarlo, su padre le acarició la cabeza, y se mantuvieron así durante un largo tiempo; sin embargo Cyrus abrió los ojos, y quiso sacar el tema que realmente le interesaba—. Pero... por eso mismo me pregunto, si cierto rumor que oí es verdad.

—¿Qué rumor, papá Cyrus?

—Me dijeron que Eula Lawrence estaba armando un complot contra el rey, un complot en el que utilizaba obras de teatro a modo de propaganda —dijo el explorador, su hijo abrió los ojos—. Tú te interesaste por el teatro y escuché que te vieron cerca de ella ¿Es verdad ese rumor Bennett?

—Esto...

—¿Lo es? —reiteró Cyrus mirándolo a los ojos, Bennett no sabía mentirle, así que evitó su mirada, y después de un breve silencio, asintió—. ¿Por qué?

—Porque el rey no es una buena persona, él quiso hacerme daño, y le hizo daño a la capitana Lawrence y a muchos otros jóvenes.

—¿Cómo puedes decir eso? Sobre nuestro rey...

—¡Pero es la verdad! El rey me seguía y quiso meterme a su carruaje, yo no quise hacerlo y él me golpeó, así que huí de él. Al otro día el rey volvió y me golpeó otra vez, estaba intentando quitarme la ropa y...

—¡Suficiente! ¿Qué clase de cosas estás inventando? Esto es muy grave Bennett —replicó Cyrus, su hijo negó con la cabeza, desconcertado de que no creyera su relato.

—Si no hubiera sido por Sir Kaeya, yo no sé qué hubiera pasado conmigo.

—¿De qué estás hablando?

—Sir Kaeya también fue víctima del rey, por eso cuando lo vio tratando de desnudarme, se abalanzó sobre él y lo golpeó hasta obligarlo a salir de ahí.

—¡¿Que Sir Kaeya hizo qué?! —exclamó el explorador, indignado por oír que alguien golpeó a su rey, entonces Bennett agarró su camisa y lo miró a los ojos.

—Sir Kaeya me salvó, por eso es tan importante para mi, por eso te desobedecí y vine aquí, tienes que creerme papá Cyrus —le suplicó el niño, Cyrus se acercó y se tocó la cabeza, tan confundido que no podía siquiera aceptar lo que le contaba su hijo como una realidad.

—¿Sir Kaeya también estaba del lado de Eula Lawrence?

—Sí...

—¿Cómo puedes relacionarte con ese tipo de gente? —cuestionó Cyrus, a Bennett no le caía en la cabeza que uno de sus padres pasara por alto lo que acababa de contarle.

—¡Ya te dije que el rey les hizo daño a los dos! Si ellos y otros jóvenes tienen razones para no creerle al rey, si fueron lastimados por él ¿Eso no les da derecho a decirle al resto lo que les pasó?

—No puedo creer que seas tan rebelde... Yo creí que te habíamos criado con buenos valores.

—Pero... Sí me criaron con buenos valores...

—No, porque te desconozco Bennett, primero te veo discutiendo con un teniente que solo está cumpliendo su deber, y ahora reconoces haber complotado contra el rey, es que no puedo entenderlo... —dijo Cyrus cubriéndose los ojos, Bennett empezó a llorar, no sabía cómo volver a reiterarle que Barbatos intentó abusar de él, y que sí logró hacerlo con cientos de otros niños.

—¿Por qué no me crees?...

—Bennett por favor, tu eres un buen chico, no debes dejar que la influencia de otros te lleve por el mal camino. Prométeme que serás más obediente, por favor... —le pidió el explorador, Bennett se restregó los ojos, indignado porque su propio padre no creía ni un poco en su verdad; tras un momento de llorar y rechazar los abrazos de Cyrus, Bennett apartó la mirada, pensando en el tema inicial de conversación.

—¿Qué pasará con Razor, papá Cyrus?

—Si cruza su camino con nosotros, lo matarán, hijo mío... —respondió, Bennett lloró con más rabia e impotencia—. No será tu culpa Bennett, ese niño tomó una decisión incorrecta, y tendrá que lidiar con la consecuencia. Es su responsabilidad, no la tuya.

De pronto Bennett se dio la vuelta y se alejó orgulloso y triste, sin dejar de llorar decepcionado de todo y de todos.

—¿Qué responsabilidad le pueden dar a un perrito?

*****

A media noche los Fatui llegaron al pueblo de Mingyun, en la costa Yaoguang, el mercenario herido en la espalda había fallecido hacía 6 horas, pero sus compañeros cargaron su cadáver hasta el pueblo, porque llevaban tan buen tiempo gracias a que ni siquiera tomaron un descanso para darle sepultura. Scaramouche, Luke, Mikhail y otros 4 mercenarios tomaron la responsabilidad de acercarse al puerto para hacer lo que debían hacer, y con ello se referían a infiltrarse en un navío de carga, y asesinar a toda la tripulación de forma sigilosa, y así no despertar ninguna alerta entre otros barcos; Mikhail se denominaba a sí mismo como un destripador experto, por lo que planeaba sacarle las entrañas a los cuerpos, llenarlos con cualquiera que fuera la carga que transportaban, coser los estómagos y echar los cadáveres al mar, para hundirlos y no despertar sospechas.

Mientras tanto, el resto del grupo comandado por Viktor se quedarían ocultos en las afueras del poblado, sin encender fogatas ni nada para no llamar la atención, hasta que Luke volviera al campamento para dar la señal de que podían ir al barco; Kaeya y Childe bajaron de su caballo, no había mucha luz en el ambiente, pero el príncipe notó algo extraño en Tartaglia, y le pidió que se diera la vuelta para ver sus antebrazos. Descubrió así el príncipe que Ajax tenía cortes en las muñecas, los cuales se había hecho durante el trayecto a sus espaldas, como una medida desesperada de calmar el dolor de su corazón después de haberlo puesto en peligro hacía unas horas.

Kaeya se cubrió la boca, él también hacía eso en sus piernas cuando la situación lo superaba, y le dolió en el alma ver a Childe pasando por lo mismo; entonces el príncipe le pidió un par de vendas a Viktor, quien estaba enterrando el cuerpo de su compañero, y se acercó a Tartaglia para vendar delicadamente sus antebrazos. Ajax guardó silencio, su pecho dolía por la culpa, pero también pensaba en algo que le producía una sensación cálida, unas palabras que sincronizaban a las voces de su cabeza: "creo que me estoy enamorando de esta persona".

Así que una vez vendado, Childe se separó de Kaeya y buscó un par de trozos de madera planos en el entorno, al encontrarlos regresó y le pidió vendas a Viktor; con dichos objetos regreso hasta su amado príncipe Alberich, colocó las varas en su mano herida, otras en sus dedos, y los vendó, pues sabía que Kaeya sentía mucho dolor por sus esguinces, aunque no quisiera expresarlo en voz alta. El príncipe le sugirió a Ajax que durmiera por un par de horas, al menos hasta que Luke llegara, y aunque Tartaglia seguía algo reacio a la idea, lo obedeció tomando en cuenta su error de hacía unas horas, todo causado por negarse a descansar.

Entonces ambos se acurrucaron sobre el pasto, Viktor los cubrió con una manta, y se dedicó a vigilar junto a otros centinelas, ya que, a pesar de no ser el responsable de lo ocurrido, si sentía una gran carga por la pérdida de sus compañeros; Childe le susurró a Kaeya que no podía dormir, el príncipe suspiró y se acercó un poco mas a él, hasta conseguir apoyar su pecho contra la frente de Tartaglia, y este lo abrazó. Poco a poco Ajax cerró los ojos, relajado por pensar en su amor, en lo glorioso que era estar junto a él, en el hecho de que no lo perdió esa mañana; el príncipe también cerró los párpados y se durmió, aunque no sintiera la suficiente seguridad, se sentía tan cansado que no iba a desaprovechar ese momento.

Viktor por otro lado miró hacia el bosque, no había oído ningún ruido ni visto ningún movimiento en la hierba, pero aun así tenía un presentimiento, una sensación de que estaban siendo observados, lo cual solo lo mantenía alerta, imaginando las posibilidades de lo que se venía; ya fuera otra emboscada o un simple depredador nocturno, estaba dispuesto a sacrificarse para que la misión resultara exitosa. Por lo que se levantó de su puesto, y se acercó lentamente a los árboles, con los sentidos agudizados; de pronto escuchó una pisada sobre las hojas, y se quedó quieto un momento para ver mejor, alguna silueta o una sombra; no obstante otro ruido lo distrajo, y se dio la vuelta, se trataba del príncipe, quien le pidió que lo acompañara "al baño", así que Viktor, aún preocupado por el sonido del bosque, decidió llevar al príncipe en la dirección contraria.

*****

Los caballeros de Favonius cabalgaron todo el día, más arriba del camino llanero de la ladera del golfo, era un terreno más accidentado, por lo que tardaron más de lo esperado y los alcanzó la noche, cosa que los ponía en una encrucijada, porque sabían que estaban muy atrás y que posiblemente Kaeya se les escaparía; lo único que podían hacer era acampar y esperar a que el mensaje de los soldados de Liyue llegara a la armada naval de Liyue, quieres seguro iban a ser los encargados de "rescatarlo". Aun así Bennett parecía preocupado por sus dos amigos, Kaeya y Razor, así que, aprovechando la oscuridad, se fue silenciosamente cuesta abajo sobre su caballo, para llegar al camino llanero.

Una vez ahí, golpeó con los tobillos a su corcel para pedirle que saltara desde las rocas al camino, el animal lo hizo, pero ambos casi caen por el precipicio; de todos modos consiguieron salvarse por los pelos, y Bennett movió las riendas para pedirle al caballo que corriera, porque estaba determinado a salvar a sus amigos. Por el camino el niño fantaseaba con salvar a Kaeya por sí mismo sobre su caballo, y con encontrar a Razor para advertirle del peligro y que así se alejara cuanto antes hacia el dominio de los lobos; la sola idea de llegar a tiempo, antes que los caballeros radicales, antes que su padre el del cerebro lavado, era suficiente motivación para Bennett como para no detenerse y dejar que le ganaran los deseos de tomar una siesta.

Antes del alba el niño llegó a la aldea Mingyun, y comenzó a pensar en lo que él haría si fuera un tipo malo tratando de huir con un rehén; lo único realmente lógico sería ir a un puerto y tomar un barco, por lo que Bennett aceleró a su caballo, antes de que fuese demasiado tarde. Mientras tanto, Luke llegó al campamento Fatui, y le avisó a Viktor que el navío ya estaba "limpio", y que debían irse inmediatamente para embarcar; entre los dos despertaron a sus compañeros dormidos, entre ellos el príncipe, quien se levantó y montó su caballo, con el corazón acelerado por las ansias de ver el mar que lo llevaría a su libertad.

En el barco, Scaramouche y Mikhail tuvieron la idea de robar las provisiones de las embarcaciones vecinas, tal vez era un tanto arriesgado, pero necesitaban tener la suficiente comida y agua para navegar por semanas, así que con ayuda de las poleas y carros para transportar cajas, comenzaron a subir grandes contenedores al barco; fue entonces cuando Bennett llegó al puerto, y empezó a ver cada uno de los barcos, tratando de adivinar en cual iban a llevarse a su amigo Sir Kaeya; en ese momento escuchó algo a sus espaldas, y se giró nervioso. Le pareció inaudito, y a la vez esperanzador, que Razor estuviera ahí, a cuatro patas, mirándolo extrañado por haber coincidido con él en el mismo lugar en el cual esperaba encontrar a su Lupical; Bennett corrió con una sonrisa en el rostro, y se agachó para abrazar a su amigo.

—Razor, me alegro tanto de haberte encontrado —dijo el niño, su amigo salvaje lo abrazó también, luego Bennett se apartó para poder decirle algo—. Razor, hay unos tipos que quieren matarte, tienes que volver al bosque del Dominio para que no te pase nada.

—Lupical... —susurró Razor preocupado, viendo hacia los caminos alrededor del puerto.

—¿Dije muchas palabras? A ver como te explico... —Bennett se levantó y actuó como si tuviera un arco en sus manos—. Hay otros humanos con este tipo de cosas ¿Lo entiendes?

Razor asintió, observando con atención a Bennett.

—Entonces, ellos apuntarán sus cosas a ti —dijo Bennett girándose para fingir que le apuntaba a Razor, luego señaló hacia las montañas—. Tu tienes que irte allá.

Razor negó con la cabeza.

—¿Por qué no?

—Lupical.

—No sé qué significa eso. Pero tienes que hacerme caso —reiteró Bennett, fingiendo que tenía una flecha en la mano, y que se la clavaba a sí mismo en el pecho—. Puedes morir si no vuelves al Dominio.

—Lupical —volvió a decir Razor con más firmeza y fastidio; Bennett lo miró un poco más a detalle, apenas caía en cuenta de que tenía una mancha de sangre entre la mejilla y la boca.

—Razor... ¿Realmente mataste a otras personas? —le preguntó, y su amigo asintió con seguridad—. Si entiendes todo lo que digo, y aun así mataste... ¿Por qué lo hiciste?

—Lupical —dijo Razor, como si esa fuera su explicación, Bennett volvió a sentarse, derrotado.

—No entiendo... Creí que pensabas como un lobo, pero también actuas como humano... ¿Por qué un humano mataría a otro? Muchos lo hacen, eso está claro ¿Pero por qué lo hacen? No puedo entender...

Razor no podía explicar sus razones con la simple palabra "Lupical", porque no parecía suficiente para Bennett, así que el niño salvaje llevó sus dos manos a la parte izquierda de su pecho.

—Corazón... —dijo Razor, Bennett trató de interpretar esa respuesta.

—¿Razones del corazón? —preguntó, Razor asintió—. Me pregunto porqué el corazón querría matar a alguien...

Ambos se quedaron cabizbajos, pensando en muchos cuestionamientos que tenían, Razor se preguntaba qué tenía de malo para los "humanos civilizados", matar para defender la vida de un ser amado, cuando ellos mataban por razones más egoístas. Bennett en cambio era un manojo de preguntas y desilusiones, su país era violento y cruel con quienes no eran iguales a ellos, su rey era un degenerado, su padre no le creía, y para colmo, Razor también era una persona con la suficiente consciencia para admitir sus crímenes, contrario a lo que creía sobre él, que era solamente un inocente niño criado por animales, que actuaba por instinto y necesidades.

Pero no pudieron expresar sus dudas, porque Bennett escuchó movimiento en las callejuelas de atrás; entonces echó un ojo, y distinguió las sombras de un grupo de personas, que portaban espadas en sus manos. El jovencito abrió al máximo los ojos, creyó que de algún modo los caballeros de Favonius habían llegado justo después de él, que ya estaban ahí para llevarse a Sir Kaeya, y que en cuanto vieran a Razor, no iban a tener ni un ápice de piedad por él solo por ser un niño; por lo que Bennett se puso de pie, levantó a Razor de un brazo y lo empujó hacia una caja grande.

—Tienes que esconderte Razor, ahora —le pidió a su amigo, Razor se negó—. Por favor... si te ven te matarán.

—No. —Bennett comenzó a llorar, los escuchaba cada vez más cerca, así que su ansiedad iba en aumento.

—Te lo suplico... —volvió a pedirle, Razor miró hacia los lados, inseguro; entonces Bennett decidió abrir la tapa de la caja, se metió adentro de un salto, y comenzó a palpar el borde de madera, silbando y sonriendo con entusiasmo—. Ven aquí muchacho, ven aquí ¿Quieres jugar?

El sonido de la madera, los silbidos y el tono alegre de Bennett estimularon los sentidos de Razor, quien a pesar de querer negarse conscientemente, comenzó a mover el pie nervioso y excitado; su amigo humano insistió con sus ruiditos juguetones, y Razor sucumbió a ello, dando un salto para meterse a la caja y comenzar a lamer la cara de Bennett. De esa forma su amigo pudo cerrar la tapa de ese contenedor, y así proteger a Razor de su aparente muerte en manos de los caballeros de Favonius.

Sin embargo, no supo que esas sombras del callejón no se trataban de ellos, sino de los Fatui, quienes condujeron a Kaeya hacia el puerto; Bennett tampoco se esperó que la caja se moviera un poco, producto de estar siendo cargada por Mikhail sobre un carro. Luego de acercarla al barco, Mikhail ató unas cuerdas a la caja y la enganchó a las poleas; Scaramouche y el resto de sus subordinados con los que "limpió" el barco de tripulantes, tiraron de la cuerda de la polea, y levantaron la caja para ponerla en la cubierta y arrastrarla a la bodega, haciendo que Bennett y Razor se golpearan los unos contra los otros varias veces durante ese "viaje".

*****

Luke y Viktor salieron del callejón, y guiaron a Kaeya y a sus compañeros hacia el barco robado, el príncipe estaba emocionado, se sentía tan cerca de la libertad, la brisa marina era reconfortante, y llenaba sus pulmones de aire fresco y frío; era como volver a nacer, estuvo esperando ese día por 9 años, le pareció una sensación mejor de la que imaginaba, su rápido corazon solo quería subir por el puente de embarque y aferrarse al mástil, para nunca más volver contra su voluntad a Mondstadt. Sin embargo, antes de pisar la plataforma, notó una presencia a sus espaldas, y a espalda de sus rescatadores, tanto de los que iban por delante de él, como de los que iban custodiándolo desde atrás; Kaeya se giró, y descubrió a Dainsleif parado a metros del barco, cosa que lo hizo temer, porque lo creía capaz de haber guiado a los caballeros de Favonius a su ubicación actual.

—¡Kaeya! —lo llamó el alquimista, Childe bufó de ira, y preparó su arco, lo cual hizo que Dain levantara las manos—. No vine aquí a pelear.

—¿Cómo te atreves a aparecer ante mi vista? —respondió Kaeya, tratando de divisar a otros caballeros—. ¿No te bastó con joderme la vida más de una vez? ¿Tienes que venir para destruir mi última posibilidad de ser libre?

—No he venido a eso... —Dainsleif comenzó a acercarse lentamente, Scaramouche pasó la voz, para que sus subordinados prepararan los arcos, manteniendo bajo constante amenaza al alquimista—. Sé que destruí toda la confianza que tenías en mí, y que debes estar paranoico, pensando que vine aquí a sabotear tu rescate.

—¿Y no es eso a lo cual te has dedicado desde que apareciste en mi vida? ¿Cómo quieres que no piense que detrás de ti está todo el ejército, dispuesto a secuestrarme otra vez? Porque sabes que si eso ocurre, yo me quitaré la vida, y eso te conviene.

—Kaeya, no vine aquí acompañado, te lo juro... Sé que no puedes creer en mi palabra, pero vine aquí yo solo, porque quería verte. Quería decirte cuánto lo siento —dijo Dain, tratando de acercarse un poco más, sin embargo tuvo que detenerse cuando los Fatui tensaron más sus arcos—. Kaeya, yo me arrepiento de corazón, sé que fui una persona horrible contigo... No, no fui una persona horrible, yo no merezco ser considerado un ser humano después de todo lo que te hice pasar... Yo soy un completo monstruo.

—¡Ve a que te den por el culo! —le gritó Scaramouche desde arriba del barco.

—¡Kaeya por favor escúchame! —suplicó Dainsleif cayendo de rodillas—. ¡Lo lamento por todo! ¡Te suplico que me perdones por todo lo que te quite, por todo el dolor que te hice pasar!

—¡Largo de aquí! ¡Sangre ruin! —exclamó Ajax a punto de perder la paciencia y disparar sin el permiso de nadie.

Kaeya sintió una profunda angustia, había notado indicios en Saind Efil que le hacían creer que luchaba contra sus sentimientos y su pacto con su padre, pero aun sabiendo eso, no se atrevía a perdonarlo como lo había hecho con Huffman y Swan.

—Kaeya... Sé que no crees nada de lo que digo, pero... Todas las veces que dije que te amaba, lo dije en serio. —Dainsleif comenzó a llorar, mirando sus temblorosas manos y empapándolas con sus lágrimas—. Aun sabiendo cuán despreciable y retorcido estaba siendo, yo seguía sintiendo este amor enfermo. Te amo, te amo tanto que duele...

—No te perdono —respondió el príncipe Alberich, quien lleno de coraje comenzó a acercarse a Dain, hasta tener que mirarlo hacia abajo—. Solo te estás disculpando porque te descubrí, si yo nunca lo hubiera hecho, me habrías matado, o habrías seguido matando a todos los que amo...

De pronto Kaeya levantó el pie, como si quisiera aplastarle la cabeza a una serpiente, pero no se atrevió a hacer otro movimiento, porque estaba llorando, con los recuerdos vivos de sus seres queridos, Noelle, Amber, Albedo y Rosaria.

—Tú nunca entenderás lo que se siente... —susurró el príncipe sin poder dejar de llorar—. Que te arrebaten a quienes te amaron con todo su corazón, tú no lo sabes porque tú mismo destruyes a quienes amas, nunca sabrás lo que se siente que una persona dé su vida por ti...

Kaeya bajó el pie y su llanto se hizo más intenso, apretándose pecho con ambas manos por el dolor; Dainsleif agachó la mirada, sin energía, simplemente llorando silencioso mientras reflexionaba que, si no destruía la vida de alguien que amaba, desperdiciaba la oportunidad cuando alguien sí lo hacía de forma sincera. Scaramouche los miró a ambos, sus compañeros creían que iba a burlarse, o que regañaría al príncipe por hacerlos perder tiempo; sin embargo vieron que dos lágrimas se asomaban en sus ojos, las cuales limpió rápidamente antes de dejarlas caer.

—Kaeya... Estoy enamorado de ti... —susurró el alquimista.

—¡Ya no digas eso! ¡No sirve de nada! —replicó Kaeya cubriéndose las cuencas con las dos manos.

—Te amo, y me arrepiento de haberte lastimado, me arrepiento con todas mis fuerzas —insistió Dain con la voz quebrada, entonces el baladista bajó hasta la mitad del puente de embarque.

—Oh, ya veo, conque este soperutano de mierda está aquí porque no supo apegarse al bando que escogió en primer lugar. Y aun después de toda la mierda que nos hizo pasar a todos, te pide de rodillas que le des tu perdón. Uy que pena —decía Scaramouche con ironía, hasta que cambió totalmente de actitud y dio un pisotón sobre el puente que lo hizo tambalear—. ¡¿Me estás jodiendo?!

Kaeya agachó la cabeza, se sentía estúpido por hacer que el mismísimo lider de los Fatui llegara a decirle que no tenía sentido darle más vueltas al asunto de Saind Efil. De todos modos, el baladista no quería hacerlo sentir reprendido, y aguantada como un jabato sus propios deseos de llorar por el príncipe, por aquello que ambos compartían.

—¿Sabes por qué pasó toda esta mierda Kaeya? Paso por tu padre, tu padre la escoria infecta que decidió que abandonarte y desearte la muerte era una buena "estrategia", o lo que sea que su retardada mente crea —le dijo el baladista, el príncipe Alberich abrió los ojos asombrado y dolido a la vez, Dainsleif solo guardó silencio, demasiado avergonzado de sí mismo—. Pero a la mierda con lo que él crea, a la mierda con este engendro, a la mierda con todos, porque se van a joder, tu los vas a joder.

—¿Qué estás diciendo? —le preguntó Kaeya cerrando los ojos para soltar otro par de lágrimas.

—¡Te estoy diciendo que hagas como que este imbécil no existe, como si nunca hubieras cruzado caminos con él! Actúa como si no supieras sobre lo que quería hacerte tu padre, y gánale en su propio juego —le explicó Scaramouche, Kaeya no daba crédito a que él lo estuviera animando y aconsejando—. Tú eres el maldito príncipe heredero, y mientras tú vivas, lo seguirás siendo. Así que cuando estés en Khaenri'ah, finge demencia, finge ser un hijo amoroso, y cuando menos te lo esperes, tú serás el rey y tu padre tendrá que comerse los mocos.

—Wow —soltó Viktor asombrado de que su jefe se empeñara tanto en subir los ánimos del príncipe, incluso el propio Childe tenía la boca abierta.

—Así que ahora limpia tu rostro y dale la espalda, porque nunca más debes dejar que una basura como esta vea una sola lágrima tuya —exclamó el baladista, luego estiró una mano, esperando a que Kaeya llegara para tomarla—. Yo te enseñaré a ser fuerte, así nunca más van a vernos como algo que desechar, solo así lograremos joderlos a todos, pero límpiate las lágrimas y ven, porque tu no has nacido para ser solo una víctima, tú eres más que eso, siempre fuiste más que eso.

El príncipe entreabrió los labios, todo lo que escuchó lo llenaba de orgullo y coraje, para secar sus lágrimas con la manga de su camisa, armarse de dignidad y determinación, y echarle una última mirada de decepción y melancolía a Dainsleif, mientras se giraba para ir al puente de embarque, hasta que al fin tomó la mano de Scaramouche, decidido a dejar atrás a todo aquello que le dio dolor. Dain fijó los ojos en sus rodillas, su visión nublada y cansada de sí mismo le impedía verlas, y la vergüenza por sus acciones tampoco le permitía levantar la cabeza y ver a su amado subir a ese barco, sin su perdón, sin una declaración de guerra, sin palabras de odio, actuando como si él nunca hubiera existido en su vida.

Pero al oír como tiraban la plataforma del barco, y el baladista ordenaba que levaran anclas, Dainsleif alzó la mirada y se puso de pie, desesperado porque el amor de su vida se estaba alejando; mientras andaba por el muelle, trató de divisar a Kaeya, Tartaglia lo abrazó de la cintura, sonriendo esperanzado y dispuesto a protegerlo de todo para que cumpliera su destino de grandeza. El príncipe miró de reojo, con la certeza de que Dain estaba cerca, siguiéndolo con insistencia por el muelle; quiso comprobarlo y se acercó a los bordes, Dainsleif lo miraba hacia arriba, como un perro mendigando su amor; Kaeya se mantuvo serio, Childe, Luke y Mikhail se dispusieron a su lado, a la espera de la orden que querían oír.

«Mátenlo» dijo Kaeya, de inmediato Ajax, Luke y Mikhail levantaron sus arcos, y apuntaron hacia el alquimista, quien abrió los ojos, y con sus buenos reflejos logró saltar, entrando al agua en picado, hasta conseguir esconderse debajo del muelle.

En el campamento de los caballeros de Favonius, los soldados abrieron los ojos uno por uno, Cyrus despertó también, y se levantó para ir a preguntarle a los infantes si Bennett había dormido con ellos esa noche, puesto que habían discutido y creyó que su ausencia se debía a que estaba molesto con él. Ante la negativa de los muchachos, Cyrus se puso tenso, y removió todo el campamento llamando a su niño, sin obtener respuesta alguna.

La vida en Mondstadt había vuelto a una relativa normalidad, al menos para los civiles que no se sumaron a la búsqueda de los caballeros de Favonius; con las buenas noticias de que Kaeya estaba fuera de la capital, Lisa consideró que ya era seguro salir, y por ello emprendió un breve viaje al dominio de los lobos. Una vez ahí, la bibliotecaria desmontó su caballo, con la bolsa llena de libros y golosinas, esperaba encontrar al niño en ese bosque, pero no había señales, ni de él ni de los lobos; la tranquilidad desapareció por completo de la expresión de Lisa, que comenzó a gritar el nombre de Razor, asustada de que le hubiera ocurrido lo peor.

El príncipe de Khaenri'ah no podía dejar de contemplar el horizonte del inmenso mar, era vasto, reluciente en cada onda, reflejando la fuerte luz del alba, con ese sol amarillo que lo deslumbraba y lo hacía sonreir; por un momento quiso mirar atrás, preocupado de que esa felicidad se esfumara de improviso, pensando que iba a encontrarse una flota de barcos en cuanto pusiera más atención. Pero no fue así, no había barcos tras ellos, al menos no de momento, solo eran él y sus compañeros los Fatui, en medio del hermoso océano; Kaeya cerró los ojos para sentir la brisa en su rostro, ese aire fresco tan anhelado, y que al fin era suyo; Childe y Scaramouche se posicionaron a su lado para mirar hacia el frente, el príncipe les sonrió a ambos, con la genuina felicidad de llegar a un mejor mañana. 

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