Biohacker
Después de los extraños sucesos vividos y con la repentización propia de la juventud, se dio vuelta la página y como si nada Eunice y Agustín comenzaron a vibrar con la mutua atracción. No pasó mucho para que caminaran tomados de la mano y ya través de apretones y suaves caricias que se daban cuando aflojaban un poco ambas manos hablaban entre sí sin palabras, como si lo hicieran con un código morse con el que se escribieran promesas de gozo y quizás amor.
Reían sin motivos, solo por el hecho de entenderse sin palabras, Agustín ya dispuesto a sufrir hasta la pena de muerte con tal de poseer a la joven y fue en ese justo instante que Eunice comenzó a hablar "Hoy me viste en mi cuarto" expreso sin pudor y acercando sus pechos al brazo de Agustín donde se los hizo sentir con fuerza. "Estaba en lo que es mi pasatiempo favorito. Soy una gamer, ya a mi edad, de nivel profesional. Incluso estoy jugando por plata. Estoy entre los mejores pero no soy la mejor. Te escuché hablar de biotecnología y se que ya hay experimentos no oficiales al respecto. No se si mi madre te habrá comentado que voy a estudiar Ingeniería en computación así que lo que te pediré no está fuera de mi comprensión. Los juegos se expresan con luces generadas por el microchip que recibe las instrucciones del software. Pues bien, preciso incorporarme un microchip que me de una lectura previa de los movimientos que se ven en la pantalla. Esto es que mi percepción neuronal sea estimulada no por la vista sino por la energía que descargue el chip."
Agustín la miró asombrado "es mucho para un juego ...." siendo interrumpido "el juego es la puerta una percepción que se anticipe a la vista tiene miles y porque no decirlo, millones de aplicaciones. Lo sabes y lo se".
Ya se estaban acercando a las caballerizas y vieron a la madre que los andaba buscando pues la comida hacía rato que estaba lista. Le hicieron señas que ya irían y a la par observaban que Prometeo se dirigía hacia donde era la reunión.
Si bien estaban los caballerizos, dijeron que ellos bañarían a los caballos y los pondrían en los boxes, decir eso y mirarse era saber que el box sería de ellos. Dejaron los caballos en un piquete y entraron a revisar los boxes. Fue eso y fundirse en un abrazo con besos apasionados.
Eunice empujaba para sacarse la camisa y los corpiños pero Agustín no la soltaba, optó por desprenderle el cinto e introducir la mano por el pantalón ya suelto y esta salió alborozada y temblorosa con todo el miembro a punto de estallar mientras lo acariciaba y sentía sus fuertes palpitaciones. Se sintió rara, no porque esas caricias no las conociera en su casi juvenil experiencia sino porque en esos momentos se sintió una mujer plena. Su epifanía de asumirse como tal, comprenderse en toda su dimensión sabiendo además que para ella todo eso era extemporáneo, no coincidía con los años vividos, pero en esos momentos ella era un aleph, la primera letra del alfabeto sagrado con la que se creo todo y todo lo contiene. Eunice sentía ser poseía por una experiencia milenaria a la que asumía como vivida.
Ella estaba con pantalones y todo era muy incómodo y no obstante que era consciente de lo que hacía y como lo hacía carecía de experiencia suficiente para manejar coordinadamente ambos cuerpos.
Era distinto en el asiento trasero de los autos, allí hay risa, tiempo y límites impuestos por la cabeza que nunca pierde el control; aquí fuego de una pasión incontenible y sentirse que se tiene una experiencia que trasciende lo vivido.
Atinó a bajarse los pantalones y la bombacha, se dio vuelta pegada al cuerpo de Agustín mientras le decía "es mi primera vez" sentía que la penetraban con suavidad y sin hacer movimientos bruscos. La que lo hizo fue ella, se abrió todo lo que pudo y empujó con fuerzas, sintió dolor pero también placer. Luego el rítmico movimiento de Agustín que a ella le hizo perder la noción visual dejándola convertida en una terminal nerviosa receptora de sensaciones que se ubicaban mas allá de los sentidos.
Con el tiempo supo que era un orgasmo y de los más gozosos, como supo que ese abrazo interminable y esos suspiros eran el orgasmo de Agustín.
Eunice estaba segura de la decisión tomada y en ello se encontraba la pasión que sentía por Agustín que le venía mas allá de lo que recordaba como los albores de su existencia. Si por ella fuera no se despegaría, quedarían unidos como lo estaban en ese momento "me quedo las dos semanas que faltan para que cumpla dieciséis para que no sea un regalo anticipado" ese pensamiento la alegró; como también la regocijó saber con esa mente analítica que había sentido apagarse solo en el clímax de lo vivido, que era un hecho que contaba de manera indisputable con la mejor inteligencia utilizable para comenzar su experiencia como biohacker. No lo consideraba a Agustín como un sometido, consideraba que este la respetaba como a una igual en todo aspecto.
Veía con claridad que no era solo el capricho de los juegos. Sentía de manera brumosa y a puro instinto que los momentos extraños que había vivido ese día algo tenían que ver con su inclinación a expandir los límites de ¿la vida?.
Sin embargo desechó esas cavilaciones. Pensó que las extrañas palabras eran una amenaza velada y se la atribuyó a la competencia. El mundo de los negocios tiene su parte obscura.
La jornada transcurrió tranquila. Los amantes con sus pensamientos gozando lo vivido. Escuchó a lo lejos la voz de su madre pero como no había prestado atención a lo que le había dicho, le dio una respuesta genérica. "Este lunes voy a la empresa. Aprovecho que estamos de receso y quizás haga una pasantía de dos o tres semanas". Esta dedicación alegró de sobremanera a los padres y mucho mas a Agustín. No pudo dejar de ver a Prometeo que estaba junto a sus padres a quien curiosamente se le dibujaba una sonrisa de asentimiento en el rostro. Dijo "Doctor, si le parece y en el horario que disponga, la llevo a la niña a la empresa" y así quedaron de acuerdo.
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