Capítulo 18


Capítulo 18

Solos

—¡¡TODO MUNDO ARRIBA!!

Dante abrió sus ojos y una red de luces de formato tubular; que serpenteaba en «S» recorriendo todo el techo de la habitación, se encendió de repente.

Tres paredes formando un triángulo perfecto era como se encontraba conformada la estructura de su habitación asignada; en dónde nueve personas, contando a Dante, convivían juntos.

Su mente le dio una directriz veloz, audaz y rápida: tenía que cambiarse cuanto antes. Sus pies descalzos tocaron el suelo y sintió la vibración de ocho pares de talones más que recorrían a pasos acelerados el lugar.

Y no era para menos, hoy era el primer día de clases y las últimas palabras del director de Vyndelard habían sido: «Intenten no perder tiempo por la mañana porque habrá mucha instrucción ese día».

Por lo que tenían que ser veloces.

La noche anterior, luego de la ceremonia del Ascenso de la Torre, Dante y todos los alumnos habían degustado de un exquisito banquete de iniciación con sus sendas correspondientes. Luego se llevó a cabo un breve recorrido de reconocimiento de los distintos sectores del castillo.

Allí Dante se empapó de la belleza de su nuevo hogar.

La misma contemplaba una arquitectura estilo retro-futurista; en vez de haber cuadros gigantes y decoraciones, el engalanamiento interior se constituía de mecanismos de aire a presión que parecían funcionar a todo momento, y en diversos sectores; engranajes enormes, sistemas de raíles aéreos y bombas comprimiéndose y expandiéndose: todo embutido en murales de cristales altamente resistentes.

Sus suelos eran recubiertos con mármol brillante y claro que daban un aspecto espejado; a su vez se podía apreciar detalles muy puntillosos en sitios como las escaleras; los pasamanos; los candelabros; los picaportes; las estatuas; los rebordes de los ventanales y las decenas de decoraciones salpicando cada rincón.

Volviendo a su habitación; la misma presentaba algunas particularidades a tener en cuenta, la más notoria era que no tenía puertas. Ni bien Dante se levantó, tuvo que correr hacia una escalera de mano ubicada justo a su lado, la misma le conectó con el piso superior donde se hallaban los baños.

La estructura era idéntica a la de abajo con su formato «tri-mural». En uno de ellos estaba el lavamanos, en los otros, compartimientos de baño y las duchas.

Dante se lavó los dientes junto a una persona que le sacaba una cabeza de diferencia. Era un hombre muy atlético, estilizado y que llevaba su grisáceo cabello atado a un lazo que le sentaba muy varonil. El hombre le miró mientras se cepillaban y le compartió una sonrisa. Dante devolvió el saludo con un gesto.

Cuando finalizó y bajó de nuevo, continuaba el siguiente paso: cambiarse la ropa a la velocidad de las alas de una libélula. Para eso, ubicado en un rincón detrás de la cabecera de su cama, había un cofre vertical de dos puertas. Dante lo abrió con un código que él mismo había colocado la noche anterior «1,2,4,3».

Allí estaban todas las cosas que había comprado y adquirido en la villa Kry, pero ahora solo necesitaba su uniforme escolar. Se colocó una camisa del color de su senda como prenda inferior y enervó rápidamente una manga de su cazadora negra.

Buscó la otra en un giro de 360° sobre sus talones, pero no la encontró. Sin pensar demasiado en ello, prosiguió a colocarse los pantalones, pero en un descuido, sus pies se atravesaron con una correa de su traje y cayó al suelo.

Volvió a incorporarse con apremio y sintió sobre su cabeza, su cuello y sus hombros, el peso de las miradas de sus compañeros de habitación.

Su rostro se volvió casi tan rojo como su cabello.

Una joven y hermosísima mujer de cabellera negra y salvaje se le acercó con una sonrisa y le ayudó a componerse.

Sacudió los hombros del pelirrojo y le rodeo con ambas manos en la zona de su cintura; tomó una correa que colgaba detrás y la enganchó a la parte frontal baja de la cazadora, logrando que funcionase como un cinturón que posteriormente ajustó a la medida de Dante. Repitió el proceso con una segunda correa que nacía de la zona media de la espalda y se encastraba cruzando su cuerpo en diagonal, hasta llegarle al pecho.

Dante expandió sus brazos y se echó un vistazo a un espejo en el muro: el conjunto quedó ajustado al cuerpo de forma perfecta. La cazadora, por un lado, presentando su característico color negro azabache, y el color naranja de su camisa por el otro, demostrando con orgullo la senda Ocazus.

—Al principio es un poco difícil, pero le tomarás la mano —dijo la joven. Su cazadora era idéntica a la de Dante, sin una segunda manga, que presentaba una hilera con cuatro insignias en su pecho, justo debajo de la placa con su nombre: «Affra; Ashe»—. Soy Ashe. Es un gusto conocerte. Vamos, termina de cambiarte, no querrás ser el último.

—Gracias. Esta chaqueta... es un poco distinta a la de ayer.

—Oh, es porque es una cazadora de aula —contestó la chica irradiando una luz de ternura en su aura que a Dante le hizo recordar mucho a su hermana—. La identificas de dos maneras. La de aula está «partida a la mitad» porque simboliza el periodo de aprendizaje. Cuando termines tu carrera en la academia, podrás usar la versión completa. A su vez, verás que esta no tiene las solapas chulas que van colgando detrás, que si están en la cazadora de combate. Por lo demás son muy similares. A excepción de estas dos correas del infierno —dijo ella despegando la suya de su pecho y soltándola para hacerla sonar—. ¿En mi opinión? La de combate es más cómoda.

La muchacha terminó sus palabras y se dirigió al centro de la habitación, allí la recibió otra de las peculiaridades que Dante había anotado en su cabeza la noche anterior: la única forma de ingresar y salir de ese lugar era mediante una plataforma de ascensor.

Dante pudo ver cómo la chica se perdía de su vista en un descenso suave junto al sujeto alto de cabello gris que había visto en el baño. Mientras tanto, él aprovechó para colocarse sus pantalones, ajustarse los cordones de sus zapatos —ambos del mismo tono que la cazadora—, y montarse finalmente a la plataforma.

Pero no estaba solo.

Allí le esperaba otro alumno de primer año como él, y Dante lo reconoció enseguida. Ya lo había visto platicando con Zerafina en el crucero y luego en la ceremonia de enlace. Gracias a la placa en su pecho ahora podía conocer su nombre.

Aarik Lynncester llevaba una mirada glacial como modus operandi habitual; su cabello era platinado, perfectamente cortado y muy prolijo, su piel era tostada y su semblante estaba empapado de misterio.

—Hola —saludó Dante, intentando cortar la tensión que, a saber por qué, existía entre ambos—. Soy...

—Sé quien eres. Y lo siento, no vine aquí a hacer sociales. Concéntrate en tus asuntos y no me molestes.

Dante no volvió a hablar y ambos desviaron sus miradas hacia otro punto. El momento del descenso fue prolongado y muy incómodo.

Y el día apenas estaba comenzando.

*****

Dante y Aarik ingresaron al aula, para ello, tuvieron antes que surcar infinidades de pasillos, pasadizos, escaleras, vestíbulos y plataformas movedizas de poleas y engranajes.

Aunque para su suerte, la clase todavía no comenzaba. Ventajas de que la primera asignatura se llevase a cabo en el castillo de su senda.

Ya había un puñado de alumnos sentados en sus sitios. La mayoría de ellos llevaban la cazadora y una camisa dorada. Si Dante estaba en lo correcto, deberían de ser los de la senda Luxia.

Y en efecto, cuando pudo vislumbrar a Zerafina y a Zekken, no le quedó ninguna duda. Repartidos por una aula estrecha de carácter común: paredes, unos ventanales circulares en la zona superior, una pizarra y muchos pupitres individuales, se hallaban varios miembros de la senda Ocazus. En el camino hacia el encuentro con sus amigos, no pudo ver a ningún miembro de la senda Noctys.

Dante y Zekken se saludaron con un afectivo abrazo.

—¡Amigo! ¿Cómo estás? —preguntó Zekken, brillando de felicidad—. ¡Me encanta cómo te luce el naranja!

—¡Excelente! Gracias —dijo Dante, palmeando el brazo de Zekk—. Y a ti no te queda nada mal el dorado, amigo. Wow, no nos vemos desde el ascenso, ¿verdad? Pareciera que pasaron miles de días.

—Es mucho por procesar, eso es lo que pasa —compartió Zerafina. Luego observó que, ahora sí, varios de la senda Noctys comenzaban a arribar al aula. Dante notó que el semblante de la rubia se tensionó—. Chicos, iré a saludar a un amigo. ¿Sí? Saluden a Kaiza de mi parte.

—Espera, Zera... —Dante se apresuró a hablar antes de que ella se marchase—. ¿Estás bien? ¿Hay algo malo entre Kaizy y tú? Te estoy notando... distante.

—No, Dante. Está todo perfecto —Zera compartió una última, breve y muy falsa sonrisa—. Ahora... debo irme.

Dante tomó asiento, se recostó sobre sus brazos y endureció su rostro.

—¿Qué averiguaste? —inquirió el pelirrojo con extrema seriedad.

—Ya lo has visto. Zera no suelta la lengua y dudo que lo haga. Le pregunté y repregunté de todo. Le fui con el cuento de que somos amigos de toda la vida y que podía contar con nosotros...

—Y no es mentira...

—Claro que no, pero no pareció importarle. Sigue fingiendo. Kaiza tiene razón, amigo. Ella no es la misma... puede que nos haya parecido que sí en Quarr, pero cambió radicalmente ni bien nos subimos al barco —respondió Zekk, adoptando la misma modalidad que su amigo. Ambos echaron un vistazo a la rubia mientras iba al encuentro con Aarik—. ¿Y ese quien es? Lo vi llegar contigo, ¿no?

—Su placa identificativa ponía «Lynncester; Aarik». No tengo ni idea de quién es. Estamos en la misma habitación. Hoy intenté acercarme y es más agradable tragarte tu propio vómito que cruzar dos palabras con él.

—Gracias por la imagen mental, hombre.

—De nada.

Cuando la última alumna ingresó al aula, Dante y Zekken quedaron maravillados. Kaiza Shyler recorrió los pupitres y tomó asiento junto a ellos. Su cabello parecía bastante desenmarañado el día de hoy, pero su mirada era muy segura, como en los viejos tiempos en Quarr.

Aunque a juzgar por la bolsa de ojeras que presentaban sus mal delineados ojos, parecía muy agotada. Ella llevaba, como todos los alumnos de Noctys, una camisa de tonalidad azul oscura.

Saludó a ambos con la mejor sonrisa que pudo efectuar antes de que un bostezo le interrumpiera.

—¿Qué pasa amiga? —dijo Zekk—. ¿Problemas de sueño?

—Sí... Ayer llegué destrozada a la cama.

—Me pasó lo mismo. Apenas podía dormir de la emoción.

—¿Qué tal es tu senda? —preguntó Dante.

—Bueno. Es oscura... y hay muchas luces de neón de colores, eso me agrada.

—La mía es todo lo contrario —compartió Zekken divertido—. Todo parece tan limpio, tan blanco y tan reluciente que me encandila. Creo que ire a Villa Kry un día a comprar lentes de sol.

Los tres rieron.

—Eso me recuerda —dijo Dante pensativo—. Zekken y yo nos reunimos en Kry cuando salimos de la torre, pero no te encontramos. Cyro sobrevoló la villa dos veces buscándote y no logró hacerlo.

—De hecho, Dante le pidió que lo hiciera de nuevo, pero se enojó, nos lanzó una llamarada a los pies y se fue a su cueva. Sí que tiene carácter —bromeó.

—Sí, es un poco temperamental, pero a lo que iba... —Dante observó a su amiga—. ¿A dónde te fuiste?

—Bueno, yo...

—¡Buen día, alumnos! —saludó el profesor. Por suerte a todos les resultó conocido por ser uno de los dos profesores a cargo en la ceremonia de enlace. El hombre mantenía su actitud relajada de siempre, manos en ambos bolsillos, paso errático y un poco torpe, pero con una mirada penetrante que se colaba entre los mechones castaños de un flequillo enmarañado. Su barba seguía tan imponente como siempre—. ¡No tenemos tiempo que perder, niños! ¡No les voy a decir mi nombre, así que apréndalo solos! ¡Estamos en guerra! Esas son las palabras del director. Hay que adquirir información lo más rápido posible y salir a defender nuestra nación...

Kaiza comunicó a Dante con un gesto que hablarían más tarde, él lo entendió y volcaron su atención hacia su profesor.

—¿Y cómo haremos tal cosa como «defender la nación»? Teniendo en claro, como responder a los ataques de Binamons enemigos. —El profesor se posó sobre la mesa más esquinada del frente. Justo dónde estaba Aarik y Zerafina. Apuntó a la rubia—. A ver... ¿King? No leo bien tu nombre, lo siento... Los apellidos nobles y sus guiones en medio me fastidian la visión.

—Kin-Gher, profesor.

El profesor arrugó todavía más la línea que existía en su frente.

—Ah... ¿Eres hija de Milena Kin-Gher?

La rubia asintió.

—Es mi madre, sí.

—Era mi compañera de habitación en la senda Luxia. ¿Lo sabías?

—Claro. Dangar Munz. Fuiste elegido uno de los diez dorados en primer año junto con mi madre.

Dangar sonrió y acarició el símbolo que brillaba en su pecho. La única insignia que tenía.

—Sí. ¿Quién iba a decir que esa atolondrada rubia iba a revolucionar la relación entre la tecnología y la magia Binamon? Definitivamente, yo no. —El profesor aplaudió—. Bien. ¡Ya se saben mi nombre, alumnos! Zerafina. ¿Cómo podemos anticiparnos al ataque de un enemigo?

La chica bajó la mirada y luego volvió a subirla.

—No lo sé. Hay tantas formas...

—La más sencilla, sin vueltas. Sé que sabes la respuesta.

—¿Por el «reino» predilecto del Binamon que nos ataca? —preguntó ella, carraspeó la garganta y continuó—. A ver. Si sabemos de qué reino es, sabemos qué Binamon convocar para torcer la batalla a nuestro favor. Aunque... es tan sencillo como observar el color de su piel, pelaje, escamas, forma, gema, brillo mágico...

—Exactamente, señorita Kin-Gher. Exactamente... —repitió el profesor y se lanzó a caminar por el aula—. Los Binamons son criaturas que albergan un sinfín de misterios en su interior. Además de ser convivir codo a codo con la especie humana, tienen características únicas que los hacen, a cada uno de ellos, muy especiales. Y se catalogan de dos maneras. La más sencilla es por su tipo o forma...

El profesor posó sus nalgas en otro asiento, y con ello, realizó otra pregunta al alumno que había allí. Un chico de cabello castaño de la senda Noctys.

—Señor Rexel. Nómbreme tres tipos de Binamons.

El muchacho se tomó un momento para meditar la respuesta.

—Hipogrifo. Pegaso alado. ¿Unicornio...?

—Perfecto. Son tres tipos distintos de Binamon. Así como los animales, hay multiplicidad de Binamons rondando por el mundo, y quizás también, por el universo. Cada uno de ellos tiene características físicas que los diferencian. Entre sus miles de formas, colores y tamaños, algunos presentan similitudes con animales del planeta, incluso, también, se han visto Binamons muy similares a los humanos —continuó el profesor, volviendo a vagar por la marea de alumnos y pupitres—. Ahora la siguiente clasificación. Lo que la alumna Kin-Gher ya ha mencionado antes: los reinos de los Binamons. —El profesor se tomó un momento para pensar—. A ver, alumnos, que levante la mano quien tiene un Lobo Phanein.

De los más de sesenta alumnos, poco más de la mitad alzaron sus manos, Zekken incluido.

—Los lobos Phanein son criaturas que desprenden desde su interior, hacia su exterior, el poder de su Reino. Un lobo Phanein del reino fuego se verá desprendiendo llamas de su pelaje y tendrá un tono que oscilará entre el rojo y el naranja. Por otro lado, los del reino del bosque serán verdes; los del agua serán azules... —Apuntó a un alumno al azar con el dedo—. ¿Los del reino luz?

—Amarillos.

Apuntó a otro.

—¿Reino psíquico?

—¿Rosado...?

—¡Sí! —espetó el profesor—. Pero entiendan que a veces, dependiendo del Binamon, esto no se cumple. Pasa con la mayoría, pero en algunos casos, pueden presentar variaciones. ¿Y cuáles son estos casos? —Esta vez se sentó en el pupitre de Zekken—. Usted.

Zekken se lo pensó.

—¿Por sus categorías de poder?

—Excelente. Si pudiera dar puntaje a las sendas, le daría doscientos millones de puntos. Pero como el director dijo que ese método está obsoleto y fomenta la «sendafobia», le daré una palmadita en la espalda y a seguir adelante. —El profesor cumplió y palmeó en la espalda a Zekken. El aula entera estalló en risas—. Como el alumno acaba de decir con absoluta certeza: los Binamos tienen también una clasificación de su nivel de poder. Esto ya va más allá de su raza o de su reino. Esto corre por cuenta de la individualidad de cada Binamon. ¿Alguien sabría mencionarme las clasificaciones de poder del más bajo al más alto?

—Usuales —respondió una chica de Ocazus.

—Muy bien. ¿Qué más?

—¿Inusuales? —se aventuró otro alumno de Luxia.

—No, no... —corrigió Zekken—. Primero vienen los Binamons Usuales: con un 42 % de probabilidades de hallazgo. Después los Poco Usuales con un 32 %. Ahí es dónde vienen los Inusuales con un 16 % de probabilidades.

—Impresionante, amigo... —Lo felicitó Dante y luego observó a su profesor—. Por último están los Únicos. ¿No es así?

—Sí. Para los únicos hay un 9 % —respondió Zekken—. Es casi imposible.

—Muy bien hecho, Ocazus y Luxia. Cuatrocientos millones de palmaditas en la espalda para ustedes. Pero a esa cuenta le queda un porcentaje más que contemplar. Y si bien esto resulta controversial para algunas lenguas porque no se han visto Binamons de esta categoría en cientos de años... No se puede negar que hay registros de ellos. Resultan ser los más poderosos de toda la historia. ¿Alguien podría decirme de qué Binamon estoy hablando?

Zerafina y Kaiza alzaron las manos a la vez. Sus miradas atravesaron un extremo del aula al otro, enfrentándose.

El profesor revoloteó su dedo y le cedió la palabra a Kaiza.

—Binamons legendarios —contestó la pelivioleta, clavando su mirada en la rubia—. Con un porcentaje de hallazgos de un uno por ciento.

*****

A diferencia del aula que los alumnos habían asistido por la mañana, que resultaba bastante convencional y ubicada en el interior del castillo que le correspondía a la senda Ocazus, esta no era nada parecida.

En el patio del castillo de Luxia; un extenso prado repleto de verde; se erguía cúpulas enormes con un formato estilo iglú fabricado con cristales translúcidos y brindándole al aula un concepto a cielo abierto muy especial y auténtico.

La instrucción de tácticas bélicas que se efectuaba por la tarde corría a cargo de otra profesora conocida: Olive Sun, y la clase era «Instrucción básica militar I».

En esta clase, los alumnos aprendieron muchos conceptos nuevos sobre la jerga militar, tocando como punto troncal: las jerarquías de grado.

La profesora pidió a los alumnos que se colocarán las insignias que todos deberían haber comprado en la villa Kry el día anterior.

Ahora todos vestían la Cazadora de Batalla. Tal como Dante había escuchado de su compañera de habitación, esta tenía las dos mangas, por lo que podían colocarse las insignias —plaquetas de metal que se adherían a las hombreras con imanes—, en ambos hombros.

Las de todos los alumnos de primero tenían el mismo símbolo: dos franjas en diagonal de color plata formando una «V».

—Felicitaciones, han sido ascendidos —dijo la profesora, a viva voz, una vez que todos, hasta el último de los chicos, se colocó la insignia—. A partir de ahora ya no se les llamará alumnos. Se les reconoce el rango militar de la academia Vyndelard: Alphil. —La profesora clavó sus tacones para iniciar una suave marcha de ida y vuelta por la zona delantera del aula—. Con el final de una jornada anual se les asignará un nuevo rango, en el claro caso de que aprueben con todos los exámenes escolares, por supuesto. Por lógica, primer año tiene el rango militar más bajo, que se le conoce en la institución como: Alphil. ¿Sí?

Todos asintieron.

—A ver, ¿ya tuvieron la clase de movimiento y formaciones?

—Si... —respondió un chico de Luxia.

—Entonces, si yo digo: ¡Alphil, atención!

En un movimiento desincronizado, alborotado y torpe, los alumnos fueron colocándose de pie tan rápido como sus cuerpos se lo permitieron. Juntaron las piernas, colocaron el torso firme y pegaron sus manos en el filo de sus pantalones.

—Muy bien, podría mejorar... —dijo Olive—. Alphil, en descanso.

La mayoría entendió la orden: separaron sus piernas y dejaron las manos «en descanso» detrás de la espalda. Algunos otros, como Dante, tomaron asiento.

La profesora le clavó una mirada nada amistosa y Dante procedió a emular la postura de la mayoría.

—Muy bien... —continuó la profesora—. Como reclutas de primer año, deberán de acatar y obedecer las órdenes directas de todo alumno de rango superior. Sin excepción. En segundo año, por ejemplo, tenemos el rango «Baltha». —La profesora se volteó y echó a caminar de nuevo—. En tercero tenemos a los «Cylth». Por consiguiente, vienen los «Delyin» y «Elyssin» en cuarto y quinto año respectivamente. Memorizarán los rangos, puestos que son importantísimos. Porque en un futuro, cuando pasen al siguiente, tendrán a todos a los Alphil a su cargo y querrán que ellos los respeten. Así que para lograr eso, primero deberán respetar a sus superiores a cargo. ¿Fui clara?

Los alumnos respondieron desincronizados una vez más y con un tono demasiado suave. La profesora chistó de manera repetitiva mientras dejaba asomar una leve sonrisita de sus labios. Volvió al centro del aula, se colocó en una posición de autoridad; endureció su semblante y su mirada se modificó por completo, mostrando una severidad jamás imaginada, un ímpetu inquebrantable y una determinación contundente.

—¿¡FUI CLARA!?

—¡¡Sí, profesora!!

Entonces, sucedió algo que tomó a todos por sorpresa.

El suelo retumbó, producto de un solo taconazo de la profesora; o al menos eso es lo que los chicos creyeron, porque en realidad, la causa había sido distinta... Binamons.

Uno a uno, distintos Binamons fueron apareciendo alrededor del iglú de cristal; inmensos, esplendorosos, aterradores...

—¡A ver si nos entendemos, Alphils! ¡A partir de mañana, todos y cada uno de los profesores y alumnos que se han cruzado el día de hoy los van a tomar oficialmente como parte de esta academia! —Un dragón escupió fuego hacia la zona alta del iglú. Todos los chicos se refugiaron arrimándose los unos con los otros—. ¡Ya no son niños! ¡Ya no son alumnos! —Unos tentáculos enormes comenzaron a pegarse en distintas zonas del cristal, obstruyendo la vista hacia el cielo—. ¡Son futuros Binamers a cargo de la supervivencia de la humanidad! ¡Se terminó la bondad! ¡Se terminaron las sonrisas! ¡Se terminó la fiesta, bípedos! —Una enorme serpiente empezó a rodear la base del cristal y la oscuridad empezó a asechar el aula—. ¡Cada error que cometan, no lo harán solos! Aquí tenemos una frase que reza: ¡Si paga uno, pagan TODOS! ¡Así que estén muy atentos a los pasos que van a dar en esta institución! ¡Porque a nadie le gusta pagar los platos que otro despistado rompe! Ténganlo muy en cuenta, porque este es un camino muy oscuro...

Finalmente, la luz fue obstruida por completo y la oscuridad abrazó a todos los Alphils.

—Un camino que no todos son capaces de superar. En dónde deberán ponerse a prueba constantemente. Donde a veces, sus propios pensamientos les jugarán en contra y tocarán fondo como nunca antes lo habían hecho... —dijo la profesora. Ninguno era capaz de verla, tan solo podían escucharla—. Y cuando ese momento llegue, Alphils...

Durante unos segundos que resultaron eternos, finalmente, los Binamons que recubrían el iglú desaparecieron y la luz retornó a las pupilas de todos. Cuando sus visiones pudieron acostumbrarse al cambio de luz, pudieron presenciar que en el patio exterior ahora había decenas, cientos... si no, miles de Binamons sobrevolando los cielos y correteando a lo largo y ancho de los prados, completamente libres.

—Recuerden estas palabras...

Dante pudo ver mediante un enlace a Cyro lanzando una llamarada en la distancia y sonrió.

Zerafina reconoció a Pip brincando en un lago cercano; a Libie, Atlas y Ragnar formando remolinos de aire en el cielo y sonrió.

Zekken pudo observar cómo Jun recorría los predios de la academia a una gran velocidad para su pequeño cuerpo y sonrió.

Kaiza, por su lado, bajó la mirada apuntando a un punto particular, en dirección al subsuelo de la academia. Ella, como todos los demás alumnos, también sonrió.

—Ya no están solos. 

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