Capítulo 17
Capítulo 17
La tres sendas
Adentro la oscuridad lo envolvió.
Y de inmediato le siguió un destello de luz tenue que le marcó el camino a seguir. Persiguió un sendero de antorchas embutidas al suelo que se alumbraban a medida que pasaba por su lado.
La torre no era muy espaciosa en su interior, la estructura ganaba mucho grosor por dentro y los muros de piedra presentaban algunas inscripciones talladas por doquier en sus murales.
En el centro, luego de un escalón de considerable tamaño, se erguía un portal tramado con bloques de pedruscos que formaban un enorme arco.
La zona superior albergaba una placa de piedra más grande en el centro que llevaba una inscripción tallada con la palabra: «VENCER».
Zekken Cruiz llevó su mirada un poco más abajo; en el centro del portal había tres discos, también de piedra y embutidos en fila. No había nada en su interior más que un vacío oscuro.
El joven no comprendió a la primera, pero tampoco tuvo tiempo de hacerlo, cuando subió el escalón, una voz empezó a resonar a su alrededor. Era cómo si le hablara desde adentro y desde afuera de la torre al mismo tiempo.
«Elige uno, pensando en la vida», escuchó.
Zekken asintió, pero no pudo evitar sentir los nervios apoderándose de su cuerpo. Sin importar qué, tenía que intentar todo para poder ingresar a la senda «Luxia».
Los discos comenzaron a brillar de repente, y en su interior unas palabras se dibujaron con un trazo bien cuidado, en una tonalidad blanquecina, intensa y mágica.
Una de ellas decía: «Ganar».
La otra: «Triunfar».
Y la última: «Derrotar».
Volvió la vista hacia la palabra «VENCER» que estaba tallada en la roca superior del arco. Esa y las tres sentencias que había en los discos eran similares la una de la otra. Quizás tenía que elegir la primera que se le viniese a la mente.
¿Pero cuál sería la correcta?
—Ok... —Zekken empezó a razonar lo que tenía a la vista—. Parece fácil. ¿Se supone que tengo que elegir una de estas tres opciones relacionando la palabra que está por encima? ¿Pero qué diferencia hay entre ganar y triunfar? Es lo mismo. Entiendo que derrotar implica algo más... ¿Oscuro? Quizás. Voy a descartar esa. Así que supongo que me quedo con...
Zekken eligió y empujó con su palma el disco que contenía la palabra: «Ganar».
Lo siguiente que sucedió lo tomó desprevenido: mecanismos diversos se encendieron a su alrededor y el suelo emitió un feroz crujido, la plataforma sobre la que se asentaban los pies de Zekk viró de dirección en un ascenso rotativo.
Y tras unos pocos metros, se detuvo en seco.
*****
—¡Wow! —espetó Kaiza fascinada—. Eso fue... inesperado. Ahora entiendo por qué se llama el ascenso de la torre.
De repente, el bloque de piedra que se asentaba encima del arco también rotó hacia abajo; la palabra anterior se escondió de la vista de la chica, y en su lugar apareció otra nueva sentencia: «JUSTICIA».
Por consiguiente, lo siguiente en modificarse fueron los discos en el interior del portal. El trazo mágico se desvaneció para darle lugar a otras tres opciones.
«Equidad».
«Rectitud».
«Imparcialidad».
Kaiza permaneció sumergida en sus pensamientos. Ahora tenía que tomar una nueva decisión sin saber cómo proceder y eso la ponía incómoda.
No había ninguna pregunta en este examen. Lo único que tenía que hacer era elegir una entre tres opciones teniendo en cuenta una única pista. Su mente intentó romper las reglas: empujó dos discos a la vez, pero ninguno se movió ni un solo centímetro.
—Elige uno —escuchó.
Sí. Ella ya sabía que esto pasaría incluso antes de intentarlo. Parecía ser que no podía hacer más que dejarse llevar por su interior.
Y su interior eligió la Imparcialidad.
*****
De nuevo, la plataforma de la torre volvió a ascender unos metros más; giró y se detuvo. Dante echó un vistazo al portal para leer la nueva sentencia.
La losa ponía: «PERDÓN».
Y las opciones de los discos eran:
«Exculpar».
«Eximir».
«Excusar».
Dante lo meditó por un momento. Intentaba poder razonar la sentencia que le había tocado junto a aquellas tres palabras, pero aunque se esforzaba, no era capaz de encontrarle sentido alguno.
Suspiró, agitó su caballera con apremio y terminó por elegir al azar esperando que sus amigos hiciesen lo mismo. Eligió la palabra «Eximir», y eso que ni siquiera sabía lo que significaba.
Cuando la plataforma volvió a ascender, la losa superior del portal repitió la primera sentencia de todas: «VENCER».
Una de las cejas de Dante salió disparada hacia el cielo, confundido.
En un principio supuso que se trataría de un error o alguna disrupción y fallo en los mecanismos de la torre, pero pronto descubrió que no era así.
Había algo diferente: los discos. Las opciones no eran las mismas que la primera vez.
Las palabras ahora eran:
«Conquista».
«Invasión».
«Sometimiento».
Su rostro se arrugó, pero lo comprendió todo cuanto volvió a escuchar las indicaciones de aquella voz en el interior de la torre.
«Elige uno, pensando en la guerra».
Tragó saliva. Ahora todo empezaba a esclarecerse. Las decisiones que estaba tomando al principio, tenía que ver con cómo interpretaba él cada una de las sentencias en los discos teniendo en cuenta la vida. Y como la vida es algo muy amplio de definir, las opciones eran, claramente, ambiguas y similares una de la otra.
Ahora que la sentencia le pedía seleccionar una de las tres opciones teniendo en cuenta la guerra: conquista, invasión y sometimiento, eran estrategias para ser usadas en algún tipo de conflicto bélico.
Le estaban probando militarmente.
Dante se lo reflexionó bastante. Llevó su mente a un evento hipotético en el que tuviese que tomar una determinación de esa índole. ¿Conquistaría, invadiría o sometería a una nación? ¿A una ciudad? ¿A un pequeño pueblo...?
Ninguna de las opciones le agradaba pero, aun así, tenía que continuar. Se lo pensó bastante hasta que, por fin, empujó la que contenía la palabra: «conquista».
*****
Zekken suspiró aliviado cuando la torre dejó de ascender y la nueva sentencia se le reveló. La anterior le había parecido capciosa y... quizás un poco severa. Pero esta parecía todo lo contrario.
«JUSTICIA», eran las letras que había en la parte alta del portal, tal cual como había pasado la segunda vez que la torre se había movido. Claro que en esta ocasión, las opciones volvieron a ser distintas...
«Acuerdo».
«Paz».
«Calma».
Para esta vez, no lo reflexionó demasiado. Incluso hasta creyó que la respuesta era demasiado obvia.
Eligió la paz, y nuevamente la estructura ascendió.
*****
Kaiza dio unas vueltas en su lugar, se detuvo y dedujo lo obvio. La siguiente sentencia sería «PERDÓN», y si no estaba mal, esta debería de ser la última de todas las elecciones de la torre antes de que se decidiera qué senda le tocaría.
Los discos le mostraron nuevas opciones, pero en esta ocasión, ninguna de ellas le hacía sentir cómoda. Sino lo contrario.
«Mentira»
«Ilusión»
«Inexistente».
Resopló con aire cansino. ¿Se suponía que el perdón tratándose de una guerra es mentira? ¿O qué es una ilusión? ¿Algo que no existe en verdad? ¿Qué se suponía que tenía que elegir cuando no quería optar por ninguna de ellas? ¿No podía saltearse una pregunta? ¿No podía seleccionar otra cosa?
«Elige uno, pensando en la guerra», repitió la voz.
Kaiza apretó los dientes y se preguntó en su interior qué habría elegido Zerafina en esta ocasión.
Quizás... mentira.
Quizás... ilusión.
Daba igual, todas le calzaban bien a ella.
Tenía que probar suerte. Movió su mano de opción en opción, sin estar segura de cuál de todas seleccionar. Hasta que tomó la decisión de empujar la que decía: «Inexistente».
*****
La plataforma volvió a ascender. El techo se le arrimó y llegó a su tope. Algo era seguro, ya no habría más preguntas por qué ya no había más «ascenso».
Aun así, Dante pudo notar que el portal continuó rotando en su lugar, y ahora, una nueva gran losa se hizo presente para culminar con este extraño cuestionario de una vez por todas.
Pero algo no iba nada bien con esta nueva sentencia.
Dante permaneció mudo y su corazón se estrujó. Se fregó la vista y volvió a leer las letras talladas en aquel fragmento de roca en la parte más alta del arco. Luego de hacerlo, leyó con detenimiento cada opción en los discos y negó con la cabeza.
No tenía sentido...
—¿Qué es esto...? —preguntó el pelirrojo, inquieto.
*****
—No me jodas... —espetó Zekken, con su semblante pálido como una hoja.
*****
—Qué mierda... —Kaiza resopló una vez más, pero ahora, con furia—. ¡¿Cómo carajo quieren que responda algo así!?
*****
Dante no podía permanecer quieto un solo segundo.
Su mirada saltaba de opción en opción, sus pies se bamboleaban y sus dientes atacaban sin piedad a sus uñas. La confusión en su rostro era innegable. Luego, volvió a escuchar la voz en la torre. Una voz grave, fuerte, que resonó como un rugido sepulcral.
«Elige, pensando en la muerte».
Esa aclaración tan solo oscurecía más la decisión que tenía que tomar. Suspiró e intentó volver a un estado de templanza y serenidad. Trató de obligarse a creer que esto tan solo era otra pregunta de prueba más.
La última de todas.
Y con ella, se daría la resolución final de la senda a la que debería ir.
Ya ni siquiera recordaba el acuerdo que había hecho con Zekken y Kaiza. Era imposible responder algo similar a ellos cuando las preguntas eran tan difusas y vagas. Dante echó un vistazo de nuevo a los discos de piedra embutidos en el centro de aquel portal.
La parte superior tenía una sentencia que no se había repetido antes. Una nueva, que ponía: «ASESINATO». Mientras que las tres opciones que podía seleccionar eran:
«Antes».
«Al mismo tiempo».
«Después».
No había más. No había menos. Las palabras eran las justas para hacer funcionar la mente de Dante y llevarlo hacia terrenos oscuros.
¿Qué se suponía que significaban las opciones? ¿Asesinar a alguien antes de... qué? ¿Después de qué? ¿Al mismo tiempo...? ¿Durante una guerra? ¿Durante una batalla? ¿O quizás sería asesinar antes de morir? No. ¿Y qué pasaba con ese «después»? Porque, evidentemente, asesinar después de la muerte no tenía sentido alguno.
Lo único lógico era que, en algún hipotético caso de vida o muerte, se diera un desenlace en el que se pudiese elegir asesinar a alguien que está a punto de atentar contra tu vida.
Por lo que la decisión era puramente de índole moral.
Si se eligiese asesinar a un enemigo antes de que te atacase, se ganaría, pero sería inmoral en el caso de no ser atacado.
En cambio, si se eligiese asesinarlo después de que te atacase, quizás haya que tener que pagar un precio alto por esa espera. Ya que se cumpliría la moral, pero podría perderse algo muy valioso. La vida, o quién sabe.
Ese era el problema. El no tener idea de lo que se juega. Esa ambigüedad en las opciones resultaba lo peor de todo esta prueba. Porque significaba que las decisiones recaían en el imaginar hipotético.
Dante se aclaró la garganta.
Y si, hipotéticamente hablando, él eligiese asesinar «al mismo tiempo» en el que su enemigo le ataca. Se correría el riesgo de también ser asesinado, pero la moral quedará intacta.
—No...
Si Dante tenía que ser franco, esta opción resultaba ser totalmente idéntica a la de «después», ya que resultaría imposible atacar a alguien al mismo tiempo. Sin importar lo que sucediese, uno siempre reaccionaría un segundo antes o uno después. Jamás al mismo tiempo.
Pero, a su vez, esa era la opción más neutra de las tres, la «opción gris», así sea por un simple cambio de formulación de palabras.
Y Dante optó por esa opción.
Quizás porque quería engañarse a sí mismo, o quizás, porque ya se había hartado de dilatar el momento.
Dante eligió «Al mismo tiempo».
Kaiza eligió «Antes».
Zekken y Zerafina, eligieron «Después».
La puerta y los mecanismos empezaron a chasquear y el suelo inició una rotación de noventa grados hacia la izquierda, luego hacia el lado opuesto; desde el interior todo se volvió penumbras y la oscuridad abrazó al pelirrojo.
Se escuchó un rugido proveniente desde lo más profundo de la torre, furioso y espectacular a partes iguales.
La plataforma se detuvo de forma definitiva y una estela delgada de luz se coló entre el espacio que se generó en la apertura suave de sus puertas.
*****
—¡¡Bienvenido a Luxia!! —escuchó decir Zekken.
*****
—¡¡Bienvenido a Noctys!! —escuchó decir Kaiza.
*****
—¡¡Bienvenido a Ocazus!! —escuchó decir Dante.
La ovación y los aplausos se desataron por parte de los miembros de su senda. El joven dio los primeros pasos con inseguridad; se volteó solo para observar que la torre volvía a cerrar sus puertas detrás de él y cruzó el puente.
El panorama desde arriba se percibía imponente.
Tapando por completo la línea del horizonte, un enorme castillo de proporciones titánicas se agigantaba con cada paso que hacía.
Era una construcción estilo antigua: había varias torres cilíndricas de punta en cono que se erguían en diversos sectores; un enorme dragón hacía de estatua en medio de la estructura, y se alzaba rodeando y colgándose de las torres más altas.
A pesar de que su formato se orquestase como la de un castillo de revista de antaño; había muy pocas estructuras en las que se podía vislumbrar un atisbo de piedra. Todo parecía ser fabricado enteramente de bronce; metales cromados y aleaciones que dotaban de la fachada exterior de un cautivador tono anaranjado que se lucía mucho más al contacto directo con los rayos del sol.
Todo escondido tras una muralla de piedra de más de diez metros.
A Dante le costó procesar la pequeña villa que le recibió al salir de las inmediaciones del puente.
Desde la base de la torre era imposible apreciar la cantidad e inmensidad de edificaciones y estructuras que convivían una junto a la otra para formar un pequeño poblado de callejuelas irregulares, techos coloridos y una enorme cantidad de comercios que recibía el nombre de «Villa Kry».
Fueron bastantes las palmeadas al hombro que recibió luego de sortear a la marabunta de miembros de su senda. Los reconoció fácilmente por sus atuendos; la cazadora negra y un escudo de formato circular de color naranja en su pecho.
Le hubiese gustado ver con más atención los detalles de la futura insignia que llevaría en el pecho durante los próximos años, pero un profesor le cerró el paso, dándole la bienvenida y señalándole que lo siguiera hasta un puesto sencillo y pequeño que se erguía al cruzar la calle. El profesor era Dangar Bach, a quien conoció en la ceremonia de enlace.
—Por aquí, chico, por favor. ¿Tu nombre?
—Dante.
El alumno tras el mostrador empezó a buscar a todos los «Dante» del registro en sus papeles.
—Bien, Dante —continuó el profesor—. ¿Has escuchado hablar del TDI?
—El terminal de información. Lo conozco, claro.
—Muy bien. Entonces podré ser breve. Ahora mismo, Pratt, quien es alumno de nuestra senda, te otorgará ahora un TDI único y propio que responderá a tu ADN. Debo recordarte que es tecnología militar y si se pierde te lo descontaremos de tu salario. ¿Fui claro?
—Sí. Muy bien.
—¿Dante Steelhunter? —preguntó Pratt.
—No. Van-Ranger.
—Oh... —Pratt se deshizo del TDI que ya había preparado y lo arrojó a la caja con los demás. Habilitó uno nuevo, con la información correspondiente y lo depositó en la mesa—. Muy bien. Aquí tienes. —Luego depositó una tarjeta a su lado—. Esta tarjeta contiene hasta 500 tokens. Es un tercio de tu pago mensual que te daremos por adelantado para que puedas comprar lo necesario para comenzar la jornada escolar en la academia. También te llevarás esta hoja. Aquí vas a encontrar dos listas, la de arriba te dirá todo lo que necesitarás conseguir, la de abajo son las direcciones y nombres de algunos establecimientos que presentan descuentos con la senda Ocazus. Aprovéchalos y úsalos. Es importante que hoy compres y tengas todo aquello que está en la lista principal. Te recomendamos empezar por la mochila.
—¿Algo más para añadir, Pratt?
El alumno observó al profesor confundido.
—Supongo que no. Ya le dije todo.
—Te faltó decir que cuide sus pertenencias.
—Oh, bueno —dijo Pratt volviendo a dirigirse a Dante—. Claramente, debes prestar atención y cuidar todo lo que la academia te provee. En especial el TDI. Aférrate a él como si fuese tu mamá. —Volvió la mirada a su profesor—. ¿Ya?
—Sí. Está bien, sigue practicando.
El profesor saludó a Dante con un apretón de manos y le dejó marchar. Dante sintió un cosquilleo en su muñeca al colocarse el Terminal de Información. De pequeño había visto a su padre usándolo siempre. Y ahora, por fin, él podía tener uno igual.
El TDI tenía dos apariencias: cuando estaba cerrado parecía una pulsera grande con un formato cilíndrico. Y cuando Dante se lo colocó y le llegó hasta el tope del antebrazo, la misma se desplegó en distintas plaquetas anilladas hasta cubrir su muñeca. Las plaquetas se cerraron integrando y rellenando los espacios vacíos; la parte frontal desplegó una pantalla digital de formato rectangular que le dio —otra— bienvenida a Dante.
La parte inferior contenía un compartimiento que él conocía muy bien. Solía jugar a guardar las cartas Binamons que su padre tenía cuando era pequeño. Buscó el botón que permitió su apertura y depositó ahí la única carta que tenía de momento.
Al fin dejaría de tenerla todo el día en el bolsillo trasero de su pantalón. Ya resultaba molesto.
Cuando la carta ingresó al compartimiento y el mismo volvió a cerrarse; la pantalla le mostró un diseño de su Binamon totalmente en 3D, con algunos datos como su nombre, un apodo totalmente autoimpuesto por el propio dragón, su edad, su reino, su «ataque» favorito, y una pequeña reseña que Cyro se había tomado las molestias de relatar a viva voz cuando hicieron el registro.
Binamon: Cyro «El forajido».
Edad: 125 años.
Reino: Fuego.
Habilidad: Pyrokinesis.
Información: «Con un potencial sin igual, una devastadora fuerza de ataque, un impulso de aceleración prodigioso, sumado a un ingenio táctico en batalla de alto nivel. El dragón originario de las llanuras de Kamaska se consagra como uno de los más poderosos entre todas sus variantes. Se rumorea que su antiguo Binamer fue un famoso ladrón de cuentos para niños conocido como el forajido Feuer».
—¡¿Qué?! —espetó Cyro furioso, leyendo el contenido encima del hombro de Dante—. ¿Cómo qué cuentos para niños? ¡Son leyendas!
Dante por poco se escupe los dos pulmones del susto.
—¡El que nos registró me las va a pagar! ¿Qué color de cabello tenía...? ¿Marrón? ¿Azul? ¡Ahg! Malditos y coloridos cabellos.
El dragón volvió al suelo y resopló con llamas.
—Odio cuando no respetan tu pasado...
—Tú... ¿Qué haces por aquí? —preguntó Dante sorprendido—. No te invoqué...
—¿Qué? ¿Solo puedo aparecer si me invocas, niño?
—No, no... claro que no. Tienes tu vida. Ya. Me quedó muy claro... pero me sorprende verte aquí.
—Vengo seguido por esta villa cuando es ceremonia de ascenso. Siempre hay bastante gente torpe que pierde billeteras. Y me gusta coleccionarlas.
—¿Por qué un dragón querría billeteras?
—¿Por qué no? Es como un pequeño tesoro. Los dragones amamos los tesoros. Anótalo.
A Dante se le vino una imagen mental del pequeño dragón rojo recostado jugueteando con una inmensa pila de billeteras robadas dentro de una cueva.
—¿Mi primer Binamon es un cleptómano? Genial. —Dante chequeó la lista—. Escucha. Tengo que hacer muchas compras y, ya que parece que te conoces el lugar. ¿Me acompañas?
El dragón se rascó detrás de la oreja con su pata trasera y meditó la respuesta.
—Bah. ¿Qué más da? ¿Qué tienes que conseguir?
—Aquí dice que debo comprar una mochila para empezar. Pero antes quiero ir por las insignias de grado. ¿Qué te parece?
Cyro el dragón contempló a Dante con una sonrisa sutil y aceptó acompañarlo.
*****
Mientras tanto, en otro lugar de la villa, no muy alejado de Dante, una nueva aspirante de la senda Noctys se encontraba a punto de recibir su primer TDI.
—¿Nombre? —preguntó una chica detrás del mostrador. Tenía el cabello teñido de verde y perfectamente atado. En sus hombros relucía una insignia de color plateado con dos franjas diagonales, uniéndose para formar una amplia «V», con dos pequeños rombos en su parte superior.
—Kaiza Shyler.
La chica detrás del mostrador asintió. Poco después colocó sobre la mesa una hoja de papel, una tarjeta de plástico y el TDI.
—Bien, te daré los detalles... —empezó a decir, pero fue interrumpida por alguien que la abordó de repente.
—¡Baltha!
La alumna respondió al nombre de su grado y se irguió ante la presencia de la profesora Addie Nyx.
—Escuche atentamente: me llevaré a esta alumna por órdenes del director. Así que voy a necesitar que usted le compre todo lo necesario para comenzar las clases. Ropa, libros, insignias de grado, lo que necesite. Y quiero que lo tenga todo preparado en su habitación para esta misma tarde. Mírela con atención porque si falla con un solo talle, volverá hasta aquí y cambiará la ropa de nuevo. ¿Está claro?
—Sí... —respondió la «Baltha».
—¡¿Está claro?! —preguntó la profesora con más ímpetu.
—¡¡Sí!!
—Más le vale... —La profesora se volteó hacia una Kaiza cuyo semblante se inundaba en confusión—. Tú. Sígueme.
Sus tacos hicieron eco al andar y Kaiza, sin poder hacer otra cosa, le siguió. Pudo percibir la mirada despectiva, vil y con espuelas de resentimiento que le echó la otra alumna.
Kaiza no dijo una sola palabra en todo el trayecto.
Se limitó a acatar la única orden que le habían dado y seguirla al pie de la letra. Por lo poco que había presenciado el accionar de esta profesora, se notaba a la distancia que era alguien de poca paciencia y una predominancia a alzar la voz para marcar su autoridad.
Pero también había algo con sus ojos. Eran fríos y siniestros; y no buscaba bajo ningún concepto la aceptación.
Su mirada era la de alguien que había visto el interior del estómago voraz de la bestia de la guerra... y había vuelto al mundo real.
Atrás dejaron la villa para toparse con la primera muralla. Una que delimitaba el ingreso a la academia Vyndelard. Observó hacia el cielo la inmensidad del castillo de la senda de Noctys.
La construcción era un compuesto de torres que rozaban las nubes; espejadas en su mayoría, repleta de detalles en materiales resistentes de metal y su paleta de colores en los muros no variaba del negro azabache.
Pero a eso se le sumaba algo que llamaba la atención y era la cantidad de luces de neón que presentaba en sus cortes diagonales y terminaciones afiladas.
Ambas cruzaron la muralla y se adentraron a las periferias del castillo. Recorrieron extensos kilómetros a pie hasta llegar un portón enorme. Sobre el mismo, el estandarte de la senda saludaba a sus miembros. Un símbolo circular, con líneas tribales de relámpagos de color azul que se entrecruzaban entre ellos y formaban una especie de torbellino. El diseño respetaba los colores azul y negro.
Addie Nyx escoltó a Kaiza hacia un enorme ascensor en el vestíbulo principal que las llevó hacia el nivel más profundo de la academia. Sintió la mirada de los alumnos de años superiores que deambulaban por esa zona en ese momento, pero no les prestó atención.
Prosiguieron el recorrido sumergiéndose en decenas de pasillos y escaleras. Nyx le volvió a hablar para ordenarle que recordara el camino porque no la volvería a escoltar dos veces.
Kaiza tragó saliva y asintió.
Finalmente, ambas cruzaron una última puerta y llegaron a una sala amplia de formato hexagonal. Parecía una arena de combate de antaño.
—Muy bien. El director me pidió expresamente que te entrene, chiquilla. Así que esto es lo que vamos a hacer... —dijo la profesora con severidad. Mientras le hablaba sus ojos parecían juzgarla—. Quiero que te coloques en el centro de la pista. Según tengo entendido, todavía no conoces a tu Binamon. ¿No?
Kaiza negó con un gesto preocupado.
—Bien. Ahora lo conocerás. —Addie se acercó y le dio la carta. Ella la tomó—. Invócalo.
—¿Ahora...?
—No, primero vamos a dormir una siesta. ¡Sí! ¡Ahora! —rugió la profesora.
—Es que... yo nunca invoqué a un Binamon. Y me dijeron que este era...
—Sé lo que te dijeron —dijo Nyx con un color de voz sepulcral—. Sé que no tienes nada de experiencia; que vives en Quarr; que eres huérfana; que tu madre falleció a causa de una enfermedad y que tu hermano te abandonó. —Su rostro se arrimó al de la pelivioleta con severidad—. Lo sé todo sobre ti. Y sé que no tiene ni el más mínimo sentido que un Binamon legendario te haya seleccionado.
»Pero así sucedió y nada vamos a ganar poniéndonos a llorar por los rincones. Hasta hace dos días eras una persona normal. Hoy eres la única capaz de portar el arma más destructora del planeta. Te sugiero que te lo tomes en serio, apuntes tu carta al frente, e invoques a tu Binamon.
Kaiza sintió un exuberante peso de responsabilidad luego de esas palabras. Apenas podía creerse que ella podía ser «especial» en algún sentido. Pero lo que su profesora decía era cierto.
A veces... la vida nos depara grandes sorpresas. Y una de ellas estaba en la palma de su mano, esperando ser invocado.
Kaiza apuntó el dorso de la carta hacia el frente —la gema en su reverso resplandeció—, y los relámpagos se manifestaron.
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