Capítulo 11


Capítulo 11

Ceremonia de enlace y selección

La lluvia repiqueteaba con fuerza en el cristal de la ventana. Kaiza Shyler se hallaba sentada, a solas, junto a una ventanilla del crucero con vista al exterior mientras dejaba que su mentón descansara sobre la palma de su mano. Sus uñas —pintadas de negro mate—, tamborileaban incesantes en sus mejillas, y sus ojos, dos esferas turquesas, investidos en un sentimiento de nostalgia, no se despegaban del paisaje.

Ya llevaban dos días de viaje y se había anunciado que llegarían muy pronto a su destino. Pero, a pesar de encontrarse en un barco estilo crucero, de proporciones avasallantes, —con detalles ultramodernos, allá a dónde se voltease—, a pesar de estar rodeada de futuros colegas de la academia, y a pesar de que todo el ambiente a su alrededor convocaba a todos a divertirse, festejar y pasar los últimos momentos en el barco con una energía elevada y positiva... ella no se sentía así.

Se sentía apagada, a la defensiva y nerviosa...

Quizás su estado se debiese a los extraños y casi mortales acontecimientos sucedidos en la Bahía. ¿A qué más sería sino? Cerró sus ojos por un segundo e inhaló aire en un suspiro que jamás salió. Pensar en ese suceso todavía le hacía temblar las piernas.

Le dolía pensar lo equivocada que había estado en un principio. Cuando Zerafina, su mejor amiga de toda la vida, finalmente llegó de nuevo a Quarr, ella se había imaginado que a su futuro le esperarían cosas grandiosas. Enormes aventuras, un nuevo objetivo grupal de convertirse en Binamers, y dosis de diversión asegurada. Nada de problemas. Nada de mentiras. Nada de decepciones...

Pero no. Había sido todo lo contrario. Hubo peligros, hubo muertes, y ahora, el grupo mantenía secretos, ocultaba cosas y mentía. Y eso, particularmente eso, era un combo que a Kaiza no le agradaba.

La mentira era algo que la peli violeta no toleraba. No porque siempre fuese honesta o predicara ese tipo de ideales. Más bien porque había vivido en carne propia la traición de dos seres muy queridos. Y pensar en volver a vivir algo como eso le revolvía las tripas.

La primera traición de su vida había sido con su propio hermano. Quien decidió marcharse y abandonarla para siempre. Dejándola con su otro ser querido: su madre. Quien, también la había traicionado, pero de manera distinta. Y muy trágica.

Ambas traiciones eran dos cruces que ella llevaría toda su vida, y que siempre recordaría con esos tatuajes sobre su pómulo. Torció su labio, el cual todavía tenía los rezagos de labial negro que siempre solía usar. Despegó su afinado mentón de su mano para enderezarse.

Zekken llegó a la mesa poco después con una fuente: dos tazas de café y tostadas calientes con diversos quesos untables desfilaron frente a los ojos de Kaizy. Ella agradeció el gesto y empezaron a desayunar.

Por su lado, Kaiza se olvidó de sus pensamientos mientras mantuvo una conversación con su amigo. Él siempre encontraba la forma de verle el lado positivo y divertido a todo.

Él y Dante eran dos faros, ambos, increíblemente luminosos. De no ser por ellos, sinceramente, le habría perdido la fe en la humanidad hace muchísimo tiempo. Su sonrisa, cuando ambos estaban cerca, le era imposible de ocultar y su humor cambiaba de manera drástica.

Dante llegó poco después, junto con Zerafina. Al parecer venían charlando de algo entre ellos. Y ahí llegó de nuevo: la desconfianza. Un sentimiento negro, amargo y pesado, como un nudo de aire presionando en la boca de su estómago, se hizo sentir con fuerza por la peli violeta cuando la vio a ella.

Había algo en Zerafina que ya no le cerraba y quería averiguarlo a toda costa. No podía empezar una nueva aventura, una nueva era, una nueva etapa en su vida, si antes no podía cerrar lo que había pasado en Quarr.

Cuando la rubia y el pelirrojo tomaron asiento, interrumpieron la conversación que llevaban y cambiaron a un tema general. Eso, a Kaizy, le pareció extraño y no pensaba dejarlo pasar.

—¿Se puede saber de qué hablaban ustedes dos? —preguntó la peli violeta forzando su sonrisa. Le salía bien, casi parecía auténtica.

Dante y Zerafina se devolvieron la mirada.

—Bueno —dijo Zera, sonriente—. Estuvimos hablando de que, cuando lleguemos a la academia, deberíamos intentar ingresar en las mismas sendas. ¿Conocen las sendas? Está la senda Luxi...

—Lo siento, lo intenté. De veras que lo intenté. Pero no puedo seguir escuchándote —le interrumpió Kaiza—. Me importa un carajo eso ahora. ¿Hasta cuándo vamos a hacernos los idiotas, Zerafina? ¿Qué pasó en la bahía? ¿Qué pasó con Vikram? Nos estuviste evitando todos los días hasta el momento de zarpar. ¿Se puede saber qué estuviste haciendo?

De nuevo Dante y Zerafina se devolvieron la mirada, preocupados.

*****

Momentos antes, en uno de los pasillos del crucero rumbo al comedor principal, Dante fue abruptamente abordado por la rubia. Ambos se metieron en una compuerta que Zera cerró y mantuvo sellada todo el tiempo que permanecieron ahí.

—¿Zera? —preguntó Dante, extrañado. No hubo luz hasta que la rubia decidió encenderla. De repente, una estrecha y pequeña despensa repleta de mercadería se abrió a sus ojos. Ambos apenas podían estar uno junto al otro sin rozarse—. ¿Podemos estar aquí?

—No pasa nada. Será solo un segundo. Quiero hablar contigo antes de ir al comedor —dijo ella.

Dante echó una mueca.

—¿Aquí? ¿Por qué? ¿Y por qué de repente? No nos vemos hace días, apenas cruzamos palabras y ahora, así, nada más, quieres hablar...

—Lo siento, Dan. Pero esto es apremiante. Necesito que estés de mi lado. Al menos tú.

El pelirrojo arrugó el entrecejo. Esa frase le resultó sospechosa. ¿A qué se refería con que estuviera de su lado?

—Sé que les prometí explicarles a todos lo que sucedió allá en la playa, pero deben entender que, por su seguridad, no puedo hacerlo —explicó la rubia—. Y quiero que me ayudes a convencer a Kaiza y Zekken de mantener la boca cerrada. No creo que lo logre sin ti. Eres el líder.

—¿Líder? ¿Yo? —Dante se sintió bien con la caricia hacia su autoestima. Sacudió la cabeza. No, ahora no era tiempo para auto-alagarse—. No, espera. Nadie es el líder en este grupo. Todos somos amigos, Zera. Y creo que deberías confiar en nosotros.

—No. El tema es al revés. Son ustedes quienes deben confiar en mí.

—¿Y cómo, Zera? En serio. Dime. ¿Cómo?

Ella suspiró.

—No lo sé. Pero encuentra la manera, Dante. No puedo hacer más. No puedo decir más. Confía en mí, y seguiré siendo parte del grupo. No lo hagas, y me marcharé y jamás volverán a hablarme.

—¿Qué? —Dante quedó completamente atónito. Eso resultaba un ultimátum demasiado extremista—. ¿Estás hablando en serio?

—Demasiado.

—¿Por...? ¿Tan poco te importamos?

—Si fuese así, no les hubiera salvado a la vida. ¡A los tres! No se trata de eso. —Desvió la mirada hacia un punto cualquiera en el suelo, había rabia e impotencia en sus ojos—. Si saben más, será peor.

Ambos fueron sepultados por un instante de intenso silencio. El crucero se meció un poco y sus cuerpos se reunieron, pero Zerafina dio un paso atrás de inmediato. Su mirada se clavó en él, decidida a una respuesta.

—¿Qué dices? ¿Me ayudarás?

—Me estás pidiendo que les mienta, Zera. Lo siento —Dante chistó—, no puedo hacer eso.

—¿Ah, no? —Zerafina se mordió los labios, aguantando el amargo dolor de la decepción. Luego, de nuevo, sus ojos volvieron a cruzarse con los de Dante, pero esta vez, su mirada le trasmitió un rezago de rabia—. Sé cuál es tu secreto, Dante. ¿Crees que mis Binamon no se darían cuenta de que los escuchas? ¿De qué tú puedes enlazarte a ellos a voluntad?

El rostro de Dante se petrificó.

—¿Sabes lo que significa eso? ¿Al menos te das una idea de cómo esa extraña habilidad tuya repercutiría en el mundo? Habrá muchos interesados en una habilidad así... —Zerafina se aproximó al muchacho—. Supongo que tu hermana lo sabe. Si es que a ella no le sucede lo mismo. Ahora que lo recuerdo. ¿Tú no eras de origen Galassiano? ¿Es por esa razón que escaparon tu hermana y tú hacia Xanthia? ¿Querían escapar de la guerra? ¿Y te unes a una academia que entrena Binamers para luchar en contra de tu propia tierra de origen? Yo tranquilamente podría sospechar de ti, sin embargo, jamás lo hice.

Dante quedó estupefacto. Si pudiese verse el rostro hubiese descubierto que lo tenía completamente pálido del temor. Las palabras de Zerafina habían sido tan dolorosas como una estocada al estómago.

—¿Quién eres...? —preguntó el joven. Ya no reconocía a la persona que tenía en frente. ¿Cómo pudo haber cambiado tanto...?

—Eso depende de ti. Dime... —Zerafina volvió a arrimarse. Su porte, amenazador, como nunca jamás se había visto en una chica tan dulce como ella—. Soy tu amiga. ¿O tu enemiga?

Dante descendió la mirada durante un momento de breve reflexión. Y pensar que de pequeños siempre sintió atracción por ella... iluso. Ahora lo sabía bien. Esa pequeña niña dulce que había conocido se había esfumado. Suspiró.

—Muy bien, Zerafina. Tú ganas. Guardaré tu secreto sin hacer preguntas —empezó a decir con una voz calmada, rasgada y con una estela de tristeza en el fondo—. Convenceré a los chicos de lo mismo. Será difícil, pero me escucharán. Pero no le digas a nadie de que...

—¿Te enlazas a los Binamons ajenos? Bien. Así será. Tienes mi palabra.

—Te pido, por favor... —Enfatizó en la última palabra—, que no le digas nada a nadie. Maya me dijo que es tremendamente peligroso, que cierta clase de personas lo sepan —pidió el joven.

—Y tiene razón, no la culpo —dijo la rubia, serena—. Pero para que te des una idea. Si yo abro la boca, el único que corre peligro, eres tú. En cambio, si tú abres la boca —guardó silencio—. Todos corremos peligro.

*****

—Lo siento, lo intenté. De veras que lo intenté. Pero no puedo seguir escuchándote —le interrumpió Kaiza—. Me importa un carajo eso ahora. ¿Hasta cuándo vamos a hacernos los idiotas, Zerafina? ¿Qué pasó en la bahía? ¿Qué pasó con Vikram? Nos estuviste evitando todos los días hasta el momento de zarpar. ¿Se puede saber qué estuviste haciendo?

De nuevo Dante y Zerafina se devolvieron la mirada, preocupados, pero el joven actuó de inmediato, subió las palmas en señal pacifista y tomó la palabra. Fue improvisado, rebuscado y alocado a partes igualadas, pero luego de una enroscada explicación inventada de que los padres de Zerafina solo estuvieron «probando» sus habilidades junto con la familia de Vikram para evaluarla en una situación de extremo riesgo, y de responder algunas preguntas inquisitivas de parte de Kaiza y Zekken, pudieron, por muy poco, librarse de sospechas.

Para el problema sobre «el binamon» que había generado una explosión de proporciones jamás antes vistas por la humanidad, le dijeron que había sido un nuevo prototipo de experimento de la familia Kin-Gher. La rubia explicó que había estado probando un arma nueva, pero que no podía dar más detalles.

Zekken estuvo un momento dubitativo, pero conjeturó y añadió a la conversación, que si, se trataba de algo sobre la familia de Zera, entonces no había más vueltas que darle. Todo de esa familia, fue es y será, siempre, un constante misterio.

Pero todavía faltaba convencer a alguien más: Kaiza. Quien no se creía ni una sola palabra de toda esa historieta que Dante y Zera le habían soltado. Pero no pudo hacer otra cosa más que fingir hacerlo. De repente, en cierta parte de la conversación dejó de escuchar. Se sintió acorralada y solitaria. Sus propios amigos le ocultaban secretos. ¿Qué faltaba? ¿Hasta cuando duraría todo esto? ¿Así sería a partir de ahora? ¿De esta manera iban a empezar la academia?

De Zera podía esperarlo, ella había estado ausente durante mucho tiempo. A saber qué le habría pasado. De Zekken, sinceramente, no le sorprendía lo despistado y fácil de influenciar que era. A él solo le importaba pensar si le iba a tocar un Binamon fuerte en la instancia de enlace y selección de la academia. Y quizás... hacía bien.

Pero de Dante, jamás se lo hubiera imaginado. Verlo intentando conectar una mentira detrás de otra le generaba repulsión. Algo no andaba nada bien con ellos dos. De nuevo se vio forzada a sonreír y aparentar que todo había quedado en el pasado.

Pero en su interior, mientras empujaba el dolor hacia lo profundo de su corazón y lo enterraba bajo llave, se hizo una promesa: descubriría qué era aquello que, ni Dante, ni Zerafina... querían revelarles.

Y la conversación fue sepultada de repente por la bocina del barco. Al parecer tocarían puerto muy pronto. Las miradas del grupo se inclinaron a ver a través del cristal: las nubes se despejaron, el sol desplegó sus haces de luz entre ellas; las olas ya se habían calmado, y su color esmeralda volvía a apreciarse con facilidad a lo largo del mar; y a lo lejos, se vio tierra.

Una inmensa y colosal formación de tierra, rocas, bosques, volcanes, montañas, y una academia en su centro.

*****

El barco rodeó la periferia de la isla y se ubicó en la zona noroeste, costeando una península bastante extensa: en su interior albergaba un bosque enorme, una precipitación de montañas en su centro, cavernas repletas de túneles, algunos lagos y ríos recorriendo sus terrenos, playas en su zona este, acantilados a su oeste; y lo que más interesaba al grupo de aspirantes a la academia: Binamons.

Luego de descender por la rampa, Dante, su grupo, junto a todo el resto de los aspirantes —más de 200 personas—, se reunieron cerca del muelle.

Zekken ardía en deseos de poder vislumbrar con sus ojos la fantástica infraestructura de la academia Vyndelard, y por su puesto, Dante también. Pero se tuvieron que morder la lengua para aguantarse las ganas, porque todavía quedaba un paso antes de lograr acceder a la academia.

El muelle tenía un punto de reunión techado pero sin murales a orillas de la costa. Los alumnos fueron dirigidos hacia aquel punto, en dónde descubrieron a sus primeros profesores.

Ambos se hallaban de pie y sus aspectos eran bastante juveniles. No lo suficiente como para compararse con los alumnos, pero sí como para que todos allí se hicieran la misma pregunta: «¿Esos dos son profesores?»

Ambos llevaban las gabardinas correspondientes al uniforme escolar de Vyndelard. La misma estaba únicamente abrochada del botón superior, lo que provocaba que los pliegues se abrieran en diagonal, permitiendo ver una camisa impoluta, de color blanco, que tenían por debajo.

Encima del hombro derecho, y únicamente en ese hombro, presentaban una charretera o prendedor de grado de formato rectangular que mostraba en su parte superior una «V» dorada: correspondiente al título de profesor.

El más alto era un hombre con una barba larga y cuadrada que casi le rozaba el cuello. Tenía el cabello revuelto y castaño, una mirada de ojos caídos, presentaba una arruga horizontal en su frente que nunca se marchaba y descansaba sus manos en los dos bolsillos laterales de sus pantalones.

El segundo, se trataba de una mujer cuyo rostro parecía sacado de una revista. Su tono moreno y bronceado le sentaba fenomenal y llevaba el cabello corto con un flequillo recto en diagonal que tapaba parcialmente uno de sus ojos.

—Bienvenidos, aspirantes —saludó la mujer. Expandió sus brazos y elevó el mentón, acompañando el gesto con una sonrisa angelical. Los alumnos se rejuntaron a su alrededor. En cambio, los demás guías e instructores que los habían dirigido en el barco, se asentaron detrás de ambos profesores—. Espero que hayan disfrutado del viaje. Mi nombre es Olive. Quien me acompaña, se llama: Dangar. Les damos la bienvenida a la ceremonia de enlace y selección de la academia Vyndelard.

Todos vitorearon y aplaudieron. Dangar avanzó un paso y tomó la palabra.

—Como sabrán. En la academia Vyndelard solo aceptamos a los mejores candidatos de la región de Xanthia para convertirse en Binamers. Esta ceremonia pueden tomarla como su primera misión oficial antes de iniciar la academia. Deben completarla con éxito. ¿Está claro? De otro modo... —guardó silencio—. Nunca entrarán en la academia.

Los murmullos de preocupación se encendieron entre los aspirantes. Ese dato había tomado por sorpresa a muchos. Dante, Zekken y Kaiza, no pudieron evitar sentir una presión en el pecho. Se trataba de una preliminar. Y tenían que superar la prueba, sea cual fuere.

—Tranquilos... —susurró Zerafina a sus amigos—. Es sencillo.

La profesora Olive continuó.

—Seremos breves. Mientras más rápido comiencen, más chances de superar la prueba van a tener. La academia de entrenamiento táctico y bélico: Vyndelard, es un sitio en donde aprenderán todo sobre estas mágicas y misteriosas criaturas que conocemos popularmente con el nombre de Binamons.

La mujer mostró una carta que alzó al cielo. La gema incrustada en el reverso se iluminó y, junto a ella, apareció un Binamon.

Frente a la vista de todos, un bello y hermoso unicornio se materializó. Su pelaje era azul, tenía un cuerno convexo que se curvaba hacia atrás y que desprendía una luminiscencia que rotaba entre los tonos violetas y azules. Sus enormes ojos negros se dirigieron hacia el grupo. Relinchó y pateó el suelo tres veces consecutivas.

A esa sutil acción le sobrevino un evento impresionante: desde debajo de sus pezuñas, un charco de agua empezó a formarse, el agua se transformó en diminutas bolas, las bolas ascendieron tomando un recorrido espiralado que rodeó el cuerpo del Binamon y luego se posicionó poco a poco, sobre las cabezas de los chicos.

Luego, como orbes mágicos, se iluminaron e implosionaron desprendiendo un riego de lluvia muy fina que cayó sobre los rostros estupefactos de cada aspirante. Las minúsculas gotitas les hicieron cosquillas.

—Los Binamons son seres sorprendentes —prosiguió el profesor Dangar—. Y aquí quiero romper un paradigma. Estas bellas criaturas no solo sirven para luchar. Quien ha venido a la academia porque quiere sentirse protegido por ellos, como si tuviesen un arma a disposición de usarse cuando se le dé la gana, que se dé la media vuelta ahora mismo. Porque no es la clase de personas que queremos en la academia.

—En efecto. Los Binamons no son armas. Son colegas. Compañeros. Amigos, inclusive. —Olive se acercó al unicornio y le empezó a acariciar—. Algunos de los Binamons que encontrarán en la península, han vivido muchos años. Han sufrido guerras. Han reído junto a otros Binamers. Han caminado, visto y experimentando mucho más de lo que ninguno de nosotros podríamos. Así que deben otorgarle el respeto que se merecen.

—Recuerden. Ellos trabajan junto a ustedes. Nunca, para ustedes. Si no cuidan sus relaciones con sus Binamons. Ellos tienen la opción de marcharse, sin más. —comunicó Dangar—. A menos que hagan un contrato con ellos. A menos que... hagan un enlace.

—El enlace es aquella habilidad innata, que existe y que se da, únicamente, entre Binamons y humanos —explicó la profesora, observando a los ojos al unicornio—. Cuando quieran que un Binamon se una a sus filas, el enlace es la única opción de que el Binamon pase de ser salvaje, a ser sus compañeros. Para lograrlo, deben de ofrecerle algo de su interés. Y no hablo de comida. Lo que desee el Binamon, dependerá de su interés personal.

—Atentos. Muchos confunden el «enlace» con «telepatía». La telepatía es otra cosa. El enlace con un Binamon, no solo nos permite comunicarnos con ellos y entenderlos a la perfección. Es más profundo. Pero eso lo descubrirán más adelante, en la academia. —El profesor chequeó su reloj y luego ascendió la mirada para evaluar la posición del sol—. Ya es hora de dejarlos ir, Olive.

—Bien. —La profesora avanzó—. Sé que hay mucho por procesar, pero nos queda poco tiempo. Su objetivo será sencillo: busquen un Binamon, el que quieran, y hagan el enlace con él. Cuando lo logren, volverán aquí de nuevo, a esta playa, y el Binamon se registrará como su primer compañero. Tranquilos, la mayoría de los Binamons ya saben que ustedes los buscarán, así que muchos se prestarán para seguirlos.

—Les daré un tip. No traigan al primero que vean —sugirió Dangar—. No sean impacientes. Busquen, hablen con ellos, porque quizás hagan enlace con más de un Binamon, pero solo podrán seleccionar y registrar a uno. Solo a uno.

Unas cuantas manos se alzaron, buscando resolver algunas preguntas.

—¿Cómo sabemos cuándo logramos el enlace? —preguntó un chico tan moreno como Zekken, pero más bajito.

—Lo sabrán. Podrán escuchar sus palabras dentro de su cabeza. Al principio asusta un poco, pero se acostumbrarán —explicó la profesora Olive—. El enlace es relativamente sencillo, se concentran, hablan y si el Binamon los entiende, listo. Tienen un enlace. Al menos, uno superficial.

—¿Cuánto tiempo tenemos para buscar y registrar un Binamon? —preguntó Kaiza.

—Excelente pregunta. —La felicitó el profesor—. Tienen hasta las once en punto de la noche. Esto es importante. No tienen ni un minuto más. Pero, como ven, tiempo sobra. Les recomiendo que se lo tomen con tranquilidad y elijan sabiamente. —El profesor volvió a chequear la hora—. Son casi las nueve de la mañana. Tienen quince horas totales.

Olive se adelantó.

—Antes de dar inicio. ¿Hay alguien entre los presentes que ya posea un enlace y un registro previo de Binamon? —Carraspeó la garganta—. Con eso me refiero a si alguien ya posee una tarjeta con un Binamon o más.

Algunas manos se alzaron. La de Zerafina fue una de esas manos.

—Bien. Ustedes esperarán aquí con nosotros. No les hace falta completar la ceremonia.

Zerafina avanzó unos pasos y se volvió hacia su grupo.

—Les deseo suerte, chicos. —Le sonrió a todos—. Los esperaré en la playa y alentaré por ustedes. ¡Ánimos!

—Haz lo que quieras, Zera —espetó Kaiza, con una sonrisa fingida.

Dante se rascó la nuca, incómodo.

—Gracias, Zera... —dijo él.

—¿Tienes alguna recomendación de último minuto? —preguntó Zekken.

La rubia se tomó un momento para meditarlo.

—No más de lo que ya les han dicho los profesores. —Sonrió—. Lo importante es llevarse bien con el Binamon que tengan. Será su compañero durante mucho tiempo. Así que la relación que inicien con ellos debe ser importante. Sigan a su corazón. Suena cursi, si, pero así me dijeron mis padres la primera vez que me enlacé a uno.

Zerafina se aisló del grupo de aspirantes y se reunió con un puñado de chicos que, al parecer, todos tenían ya sus Binamons iniciales. Uno de ellos, de cabello blanco manteca y una mirada seria y firme, observó a la rubia de reojo cuando pasó a su lado. Ella lo conocía bien: Aarik Lyncester.

—¿Y Grunger? —le preguntó el chico, en un susurro que apenas ellos dos escuchaban.

—Ya no se interpondrá. Tranquilo. Pero hay otra cosa que me preocupa...

—Aquí no... —sentenció Aarik.

—Lo sé, lo sé. —Zerafina se alejó.

Los profesores se dirigieron nuevamente a los aspirantes.

—Bueno, chicos. Ya casi es hora. Hablo en nombre de mi colega y de toda la institución, que les deseamos la mejor de las suertes en la ceremonia de enlace y selección. A partir de ahora, son libres de explorar a gusto lo ancho y largo de toda la península. —Olive les regaló una sonrisa que encandiló a todos—. Ahora partirán en solitario, y espero que cuando vuelvan, lo hagan con un nuevo compañero Binamon.

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