Capítulo 10
Capítulo 10
Secreto
Zerafina sintió el torrente de dolor en cada una de las células de su cuerpo y se desvaneció. La caída fue inevitable. Su Binamon había sido afectado por el ataque, y ahora su cuerpo era arrastrado por la feroz fuerza de gravedad, a una velocidad incalculable. Ella sabía que si impactaba desde esta distancia, así fuese en el agua, no lo contaría dos veces. Tenía que actuar. Tenía que moverse. Todavía no había perdido la batalla. Se había entrenado para estas situaciones durante mucho tiempo. Había sufrido. Había sudado. Había sangrado...
Podía hacerlo.
Sus ojos se abrieron en par y su cuerpo se contorsionó en el aire para perfilarse bocabajo. Echó un vistazo breve a su alrededor y pudo divisar a Zekken a lo lejos. También se encontraba en descenso directo. No podía dejarlo morir.
—¡Libie! —gritó la rubia, con apremio.
La pequeña libélula despertó sobresaltada —todavía se hallaba aferrada a su espalda—, agitó sus alas y se empezó a sacudir, asustada. Ese ataque había sido duro, directo y contundente. Pero nada que no pudiese tolerar.
—¡Sepárate! —Ordenó la rubia—. ¡Salva a mi amigo! ¡Por favor!
«Pero... tú», le dijo el Binamon.
—¡Ya!
La libélula hizo caso y se desprendió. Confiaba al cien por ciento en Zera, y sabía, luego de tantos meses juntos, que era una Binamer digna de respetar. Libie sobrevoló el aire a gran velocidad, alcanzó a Zekken y se aferró a su espalda. Lo siguiente fue igual que con su Binamer, expandió sus alas, agigantándolas, y la caída del joven empezó a menguar.
Zekken era mucho más pesado que ella, pero le bastó de un poco de esfuerzo para poder tomar el control de la situación y poder detenerse al completo. Ahora, con Zekken a salvo, era hora de comunicárselo a Zera.
«Lo tengo. Tu amigo ya está seguro», dijo Libie, sus palabras resonaron dentro de la cabeza de Zera.
—Gracias, Libie —Ella se comunicó de la misma forma, con el «enlace», aunque mientras lo hacía, susurraba las palabras—. Llévalo a la costa. A un sitio seguro.
«Entendido».
Ya quedaba poco para el impacto inminente hacia el agua. Zera no perdió ni un segundo, extrajo una nueva carta de Binamon y la activó. De ella salió un pequeño pescadito —su cuerpo era recubierto por unas escamas especiales y translúcidas, con un matiz de un color negro opaco. Presentaba una pequeña aleta rojiza en su cabeza, dos ojos blancos enormes, y una cola no muy grande—, que cabía en la palma de la mano de la rubia. Ella lo sujetó, apenas lo vio, para que no escapara hacia el cielo.
—¡Pip!
«¿Qué está pasando? ¡AAAH! ¿Esto es el aire?», dijo el pescadito. «¡No puedo respirar en el aire! ¡Zera! ¡No... pued... res!».
—Lo sé. Lo sé. ¡Haz la fusión ahora! ¡Te necesito, amiguito!
Tras decir aquellas palabras, él lo entendió todo. Y el proceso de fusión simbiótica comenzó.
Zera colocó a Pip cerca de su cabeza y aguantó la respiración. Recordó cuando su padre le había enseñado este curioso y poco usual Binamon. Se trataba de un pez «membrana» con una cualidad especial: su cuerpo posee la capacidad de adherirse a cualquier ser vivo en el planeta.
Las escamas translúcidas de Pip cobraron una iluminación mágica, su cuerpo se ensanchó de golpe, lo primero que hizo fue expandir su boca y tragarse la mitad del cuerpo de Zera, luego continuó, su membrana se alargó hasta llegar a los pies y recubrirla por completo.
El brillo de las escamas cobró más fuerza y se encogió para amoldarse y pegarse al cuerpo de la chica. Sobre su cabeza creció la aleta roja, característica de este Binamon, y unos pequeños ojitos blanquecinos aparecieron debajo.
En cuestión de segundos, Pip era apenas visible, y Zerafina, en cambio, ahora tenía una capa delgada y oscura alrededor de su cuerpo que perseguía un motivo escamoso brillante.
El proceso de simbiosis había sido completado justo a tiempo. Y ambos impactaron en el agua, sumergiéndose en un clavado perfecto... y ambos, totalmente a salvo.
Zerafina y Pip eran uno solo ahora. Ambos compartían las habilidades y ventajas del otro. Pip, ahora podía respirar en el aire, y Zerafina era capaz de nadar a una velocidad imposible para un ser humano, tener un cuerpo más resistente a caídas en el agua —lo que la había salvado ahora mismo—, y lo mejor de todo, poder respirar en lo profundo del mar con total libertad.
Nadar, esquivar corales, sumergirse hasta lo profundo, eran de las actividades que más le gustaba hacer cuando se adhería a Pip, pero había también algo más. Una habilidad que su compañerito había adquirido hacía muy poco, y que tenía muchos deseos de probar en esta ocasión: el súper nado.
Zerafina tocó el fondo del mar con los pies y observó hacia la superficie.
—Necesito hacer un gran salto. Y ya sabes a qué me refiero con eso. Da tu mejor esfuerzo. ¿Si?
«¿Por ti? ¡Daré el 200%!», escuchó Zera en su mente.
Ella sonrió y sus rodillas poco a poco fueron flexionándose. Entretanto, el agua a su alrededor comenzó a moverse. Al principio fue sutil, unas suaves ondas que danzaban persiguiendo una secuencia espiralada a su alrededor, finalizado debajo de sus pies. Pero cada segundo que pasaba, aquellas ondas iban en creciente aumento de fuerza y velocidad.
Si se concentraba lo suficiente, Zera podía sentir la presión que el aire ejercía sobre el agua que rotaba; era una manipulación «hidrokinética», que era capaz de controlar gracias a la influencia simbiótica de Pip. El agua fluyó hasta posicionarse, debajo de sus pies, y el suelo en todo el mar empezó a vibrar.
Necesitaba hacer esto bien. Las fallas no estaban contempladas en sus planes. Se concentró aún más, y el agua, ahora, formó un torbellino furioso y desenfrenado. Sus pies y su cuerpo al completo experimentó el temblor. Ya estaba lista.
En un salto violento, acelerado y enérgico, Zerafina desplegó sus piernas y su cuerpo salió disparado hacia arriba. Tardó seis segundos en recorrer toda la trayectoria del mar hasta lograr llegar a la superficie, y como un misil dirigido, su cuerpo se elevó más allá, con destino directo, hacia el camarote en el cielo.
Mientras más altura ganaba, la velocidad empezaba a decrecer. Zerafina calculó la distancia hacia su objetivo a ojo, y parecía que conseguiría el éxito. La estructura en ruinas y pesudo congelada del camarote se fue agigantando en su visión. Y para cuando llegó el punto en el que el salto había perdido toda sensación de avance, y ella quedó suspendida en el aire, tan solo se hallaba a un palmo de distancia de la base del suelo.
La perfección tenía un nombre hoy, y era, Pip. El salto había sido fenomenal. Zera se festejó con una sonrisa cuando usó la membrana en su mano para adherirse a los tablones y no volver a caer. Acto seguido, la muchacha reptó a lo largo de la estructura hasta encontrar una abertura y poder volver hacia adentro.
Del camarote ya no quedaba mucho. Lo único en pie —o en aire—, era un estrecho fragmento de un suelo que se hallaba sostenido por tres paredes a punto de colapsar, y medio techo con una viga que lo atravesaba en diagonal.
Dante se encontraba en una esquina, con las manos en las rodillas, sentado, temblando como una hoja de papel mecida por el viento, mientras aguardaba su fatídico destino final. Pero al menos estaba seguro.
—¡Dante!
El rostro del pelirrojo se le iluminó por completo cuando la vio.
—¡Zera! ¡No puede ser!
Ambos se abrazaron, pero el joven se apartó de repente.
—¡Diug! ¿Qué es esto?
—Ah, es Pip. Es un Binamon simbionte. —Explicó la rubia, mientras con su mano, sujetaba suavemente la aleta sobre su cabeza y tironeaba. La capa a su alrededor brilló de nuevo, sus escamas translúcidas se despegaron de ella y Pip volvió a su forma original—. Te haré una explicación rápida porque no tenemos tiempo. Pip se adhiere a tu cuerpo. No duele, pero es un poco rugoso por dentro. Necesito que le permitas unirte a ti.
Dante expandió los ojos. La sorpresa venía acompañada con una cara de bobo, al parecer.
—¿Perdón? ¿Quieres que esa cosa me coma?
—No te... come. Se une a ti. Dante, en serio. No puedo perder tiempo. Hay un Binamon muy peligroso rondando por aquí. Debo detenerlo.
—Ok, ok. Capto. Bien. ¿Cómo le permito... eso?
«Solo relájate y déjame todo a mí...».
—Oh... —Dante sujetó a Pip en la palma de su mano. Casi hace un comentario respecto a la vocecita que había escuchado en su cabeza, pero recordó que debe fingir no escuchar a los Binamon enlazados con los demás. Reglas de la familia.
—Solo acércalo a tu cabeza —le dijo Zera—. Sujétalo de la aleta. Rápido, él no respira si no tiene tus pulmones.
—¡Bien! Bien... ¿Así?
Pip volvió a brillar, y de la misma manera que se «engulló» a Zera, lo hizo con Dante. Poco tiempo después, el joven ya traía un nuevo traje adherido a su cuerpo con forma de escamas negras brillantes y una simpática aleta roja que hacía juego con su cabello.
—¡Wow! —Exclamó atónito—. Se siente... rugoso.
—Lo sé —Zera sonrió y la palmeó en la espalda—. Llévalo abajo, Pip.
De repente, el cuerpo de Dante comenzó a moverse sin que él lo quisiera, o le diera la orden. Intentó detenerse, por acto reflejo, hasta que se percató de que sencillamente... no podía hacerlo. Era como jugar una pulseada con alguien mucho más fuerte que él. Podía ejercer una cierta resistencia, pero era notorio que jamás ganaría. Pip se llevó a Dante a una saliente que desembocaba con el vacío, y sin decir más, se arrojó.
El que gritó durante todo el trayecto hacia el agua fue, obviamente, Dante. Una vez en terreno acuático, Pip se aseguró de llevarlo sano y salvo —en un buceo extremo, veloz y con varios saltos olímpicos incluidos en el paquete—, hasta la costa.
Por fin, Dante, Zekken y Kaiza se reunieron de nuevo en la orilla. Los Binamons de Zera se encontraban junto a cada uno. Pip continuaba adherido a Dante, al parecer le gustaba este huésped. Y todos torcieron sus miradas hacia el fragmento de su antiguo refugio, que continuaba siendo atacado brutalmente por un misterioso Binamon que se escondía entre las grisáceas nubes del cielo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Dante, confundido—. ¿Quién es ese Binamon?
—No tengo idea —Kaiza se fregó la vista al responder e intentó enfocar mejor el punto de su visión.
Había algo allá. Podía percibirlo muy a lo lejos, pero no reconocerlo con exactitud. Al principio pensó que se trataría de un Binamon pájaro, quizás algún dragón de hielo, pero no parecía ser grande. En su defecto, era pequeño, oscuro, un poco alargado, y se movía con una gran agilidad entre las nubes. Desprendía de su boca ataques a diestra y siniestra que volvían a congelar zonas del camarote y buscaban golpear a Zerafina.
—Es... —Kaiza intentó verlo con mejor detalle, entrecerrando sus ojos—. ¿Una serpiente?
La cabeza de Dante se sacudió en un ultra violento giro de 90 grados. La aleta de Pip en su cabeza también.
—¿Dijiste serpiente? —Otro giró ultra violento más, pero ahora, volviendo la mirada hacia arriba—. No me digas que...
—¿Qué pasa? —preguntó Zekken.
Dante no respondió. Sus dientes empezaron a rechinar entre ellos de la rabia y solo balbuceó unas palabras para sus adentros.
—Maldito... Grunger.
Y de repente, otro relámpago igual al que había alcanzado a Zerafina la primera vez resurgió de entre las nubes. El estruendo sacudió el aire, el mar y la tierra. El relámpago atravesó el camarote y lo destruyó por completo. La estructura estalló y todos los fragmentos que levitaban comenzaron a caer en picada hacia el mar.
El grupo se alarmó al divisar un cuerpo descendiendo a toda velocidad hacia el mar. Y lo siguiente que sucedió, dejó al mundo entero en total silencio. Una poderosa explosión se originó, desde el punto exacto en el aire, dónde se encontraba su amiga.
—¡No! —espetó Dante, atónito.
—Zerafina...—Zekken avanzó un paso, incrédulo.
—¡Zera! —Kaiza se cubrió la boca, imposibilitada para movilizarse.
Pero entonces, algo increíble sucedió. De la explosión surgieron llamas que se elevaron y se expandieron hacia cada uno de los puntos cardinales. Llamas enormes, de estelas alargadas, cuyo color blanquecino y brillante a partes iguales, no se parecía en nada que los tres jóvenes hubiesen presenciado antes.
Las llamas blancas envolvieron a Zerafina: la hicieron flotar y disminuyeron su caída. La rubia aterrizó suavemente en la superficie del agua con sus pies, como toda una deidad, envuelta en un aura y un fulgor intenso, que ascendía en partículas hacia el cielo.
Dante y los demás estaban muy alejados como para ver a detalle lo que sucedía, pero incluso a esa distancia, la presencia y peligrosidad que emanaba de su amiga era palpable en todo el ambiente.
Zera movió su brazo y torció la muñeca, dando una diminuta señal, y un segundo después, algo brillante surgió de entre las llamas. A lo lejos parecía un ave, pero a nadie le fue posible verlo con claridad: recorrió el cielo a una velocidad incalculable e imperceptible a la vista humana —y a la de los otros tres Binamons de Zera—.
Y de golpe, una nueva, potente, poderosa, devastadora y severa explosión rezongo en el cielo. Las nubes que había, se difuminaron enseguida, el cielo se tiñó de un fulgor brillante y cegador, y un segundo después, le sobrevino una oleada de viento. Un viento extremadamente caliente.
La temperatura ascendió de manera drástica, el mar enloqueció un segundo después y sus oleajes embravecieron. El grupo tuvo que cubrirse con los brazos ante aquella devastadora onda expansiva.
Dante, ante todo lo ocurrido, solo tenía una pregunta en su cabeza que se repetía una y otra vez. Él ya había visto batallas Binamons profesionales en la televisión. Conocía del tema. Sabía los límites de estas fantásticas criaturas. Por dicha razón, él quería transformarse en un gran Binamer algún día. Acompañarlos, cuidarlos y fortalecerlos.
Pero esto que estaba presenciando ahora resquebrajaba por completo su paradigma de conocimiento. Esto ya no era una batalla. Esto se hallaba a un nivel... imposible. Su mente ya no podía procesarlo, ni siquiera mientras lo observaba en primera fila, y aquella pregunta en su cabeza, cobraba cada vez más fuerza.
¿Qué clase de monstruo podría provocar algo semejante?
Intentó volver a ubicar a Zerafina con la vista, pero ya no se encontraba en mitad del agua. Continuó buscándola con la mirada hasta que la encontró sobrevolando el cielo en el lomo de su Binamon Águila.
No pasó demasiado tiempo para que el cielo volviera a la normalidad. El calor, por su parte, también se desvaneció en un santiamén, y poco después, Zerafina, finalmente, pudo reagruparse con sus amigos.
El trío Dante, Zekken y Kaiza no emitió palabra alguna. Nadie quería decirlo en voz alta delante de ella, ya que, era su amiga y les había salvado la vida a cada uno, pero... todos estaban completamente aterrados por lo que acababan de presenciar.
Zera descendió del lomo de Atlas. Llevaba cargando a un joven Binamon entre sus brazos. Se trataba de una serpiente alada, o al menos, eso había sido antes. Su cuerpo se encontraba irreconocible y calcinado por completo. Aun así, Dante lo reconoció de inmediato.
—Ese es Ragnar... ¿Es el Binamon de Vikram? —preguntó atónito. Desvió la mirada, no podía verlo así. No podía verlo... muerto.
—Sí. —Zerafina contestó a secas, con una mirada apagada—. Iré a devolvérselo y... —Guardó silencio—. Tendrá que explicarme muchas cosas.
—¿Entonces fue ese niñato? —preguntó Kaiza—. ¿Vikram casi nos asesina?
—Sí. Es lo que parece.
—¿Por qué? —preguntó Zekken. Sus manos aún no podían detenerse y dejar de temblar.
—Me buscaba a mí. No puedo decirles nada más. Lo siento.
—¿Cómo que no puedes decirnos más? ¿Qué es esto Zera? —preguntó Dante, sorprendido—. Nada de toda esta situación tiene el menor sentido.
—Dante —Zera suspiró—. Vas a tener que hacer de cuenta que no sabes nada.
—¡No! ¡No puedo hacer eso! Es que... ¿Has visto todo lo que ha sucedido? —Dante no podía controlarse, su cuerpo se movía con intensidad de un lado a otro, y la pequeña aleta de Pip sobre su cabeza se bamboleaba de lado a lado—. Hoy estuve frente a frente con este Binamon. Y quizás yo no sepa demasiado sobre ellos como tú, pero... ¡Ni de cerca tenía este poder! ¡Ni por asomo! ¡Y ahora está muerto, Zera! ¿Y dónde carajo está Vikram? —se preguntó, echando una mirada hacia cada rincón de la playa—. ¿Él quiere matarnos? ¿O a ti?
—Dante...
—¿¡Y qué carajo fue esa explosión de recién!? —El joven intentó llevarse las manos a la cabeza y sacudir sus cabellos, pero la membrana que le recubría el cuerpo entero se lo impidió—. ¡Ya no sé quién eres! ¿Eres peligrosa? ¿Lo eres, Zera?
—¡Dante Van-Ranger! —La rubia lo tomó de los brazos y conectó su mirada más agresiva hacia él—. ¡Tranquilízate! ¡Sigo siendo yo! Soy tu amiga de siempre. Tienes que confiar en mí...
—¿Cómo quieres que confiemos en ti? —le dijo Kaiza, interponiéndose entre ambos y echando una mirada aguerrida hacia la rubia.
En ese mismo segundo, un grito se escuchó en las lejanías. Todos desviaron su atención hacia la procedencia del sonido. Era Maya, quien venía acompañada por Ghale Rhom. Ambos corrían hacia el grupo. Lo que resultó una alegría inmensa para Dante, quien necesitaba ahora, y más que nunca, el apoyo de su familia. Pero para Zerafina, por otro lado, fue todo lo contrario.
—Escucha, Dante... —le dijo y luego observó al resto—. Más bien. Esto va para todos. Por favor. Necesito que guarden en secreto lo que vieron hoy. Nadie tiene que saber lo que ha sucedido aquí. Nadie...
—Querrás decir... a ese Binamon que convocaste —dedujo Zekken, con seriedad—. ¿Por qué?
Zera se veía realmente nerviosa.
—Les prometo que se los explicaré cuando llegue un mejor momento. Sé que es mucho pedir, pero, como su amiga... se los ruego. Tienen que confiar en mí.
—Zera, querida... —empezó a decir Kaiza. En todo este tiempo se había encontrado bastante calmada, serena y seria, pero su corazón tiritaba consumido por el temor... y el resentimiento. Aun así, no fue lo que comunicó. Si no, más bien, echó su mirada más fiera hacia la rubia—. Sabes que tienes todo nuestro apoyo. Pero, chica, no te hemos visto en años. Asesinas a un Binamon. Convocas a un... monstruo. ¿Y nos pides que nos callemos la boca? No sé a qué estás jugando. Pero no me gusta una mierda.
Zerafina sintió un pinchazo de angustia al escuchar aquellas palabras, y dichas, justamente por esa boca. Apretó los labios, tolerando las emociones más negativas e intentó mantener la calma.
—Lo explicaré todo... en la academia. Se los prometo. —Apretó los dientes—. Por favor, se los ruego...
—¡Dante! ¡Chicos! —Maya llegó como un rayo. Inspeccionó a cada uno de los niños, y se cercioró de que todos estuviesen sanos y salvos—. ¿Están todos bien?
Dante se separó del grupo y llevó a su hermana y a Ghale un poco más alejados.
—Sí, gracias, estamos bien. No nos pasó nada malo.
—¿Qué fue esa explosión? ¿Y...? —Ghale se interrumpió para acercarse a Zerafina. A su lado, yacía el cadáver de un Binamon—. ¿Qué está pasando aquí?
Dante, Zekken y Kaiza echaron una sutil mirada a la rubia antes de comenzar a mentir.
—Nos han atacado. —Se adelantó Dante, obteniendo la atención de Ghale y su hermana—. Estábamos en el refugio. Hicimos una fiesta...
—Una fiesta. Sí, ya me lo dijo Maya... al grano.
—Bien. Sí. Claro, luego de la fiesta el refugio empezó a ser atacado por un Binamon que no conocíamos. Era... muy poderoso. ¡Muy poderoso! Casi nos asesina de no ser por la intervención de Zera y sus Binamons. —Dante se apuntó a sí mismo—. Esta cosa extraña que me rodea... es uno de ellos. Es increíblemente veloz en el agua. Me salvó de morir.
—A mí también me salvó Zera, con este chico de aquí —dijo Zekken, mostrando a Libie en la palma de su mano—. Es un Binamon libélula. Increíblemente resistente y fuerte.
Kaiza se arrimó al Águila de más de dos metros de altura, que se encontraba sentado a su lado. Irguió su cuello al sentir la palma de la peli violeta.
—Yo fui rescatada por este muchachón de aquí. Los tres son Binamons de Zerafina. —Kaiza fingió una sonrisa al mirarla—. De no ser por ella, no estaría aquí hablando ahora.
Luego, Kaiza empezó a mentir, acompañada y asistida por bocadillos de Zekken y Dante. La historia que les contaron profesó de un Binamon misterioso que apareció de la nada, atacó al Binamon de Vikram, y se marchó sin más. Luego de escuchar toda la historia, Maya y Ghale suspiraron aliviados.
—Tuvieron demasiada suerte, chicos —dijo Maya, echándoles una mirada maternal a todos mientras empezaban a caminar alejándose de la costa—. Ese Binamon misterioso que mencionaron podría haberles hecho algo a ustedes. Esa explosión no fue... normal.
—Quizás el ataque podría deberse a las facciones enemigas. —Razonó Ghale acariciando la barba de su mentón—. Habrán divisado el poder de la serpiente alada y quisieron intervenir. Esto no es bueno. Cada vez se nos están acercando más.
—Hay muchas opciones, Ghale. Creo que nunca lo sabremos del todo...—añadió Dante—. Pero si hay algo que me resulta sospechoso. ¿Por qué Vikram no está aquí y su Binamon si?
—Ese mal nacido de Vikram. Cuando lo vea... —dijo Zekken.
Mientras la conversación proseguía, Zerafina observó de reojo a Libie.
«¿Lo encontraste?», preguntó la rubia.
«Sí. Estaba oculto. Salió corriendo en cuanto perdió la batalla», le dijo Libie sacudiendo sus alas y revoloteando alrededor de ella.
Dante también escuchó las palabras del Binamon y decidió escucharlas con atención, pero sin intervenir.
«¿Qué harás Zerafina? ¿Les revelarás la verdad a tus amigos?», la pregunta esta vez fue de Pip. «Sabes que si lo haces, no habrá vuelta atrás. Podría perjudicarlos».
Dante podía escuchar a los Binamons cómo si estuviesen en su cabeza, pero, por lo contrario, era incapaz de escuchar las respuestas de Zerafina.
«Podrían matarlos...», dijo Libie.
«Es una lástima. El morocho me empezaba a agradar», comentó Atlas, el Binamon águila. «Ni hablar de la chica de tatuajes. Creo que la amo».
«Ya veré que hago o qué les digo, gracias por preocuparse, chicos», respondió Zerafina. «Y Atlas, deja de mirar a mi amiga así, te lo advierto...».
«Qué extraño...», interrumpió Pip, sacudiendo su aleta frontal. «Hace poco el organismo del pelirrojo estaba estable. Pero ahora, su corazón está temblando muy fuerte. Empezó justo en el momento en que usamos el enlace para comunicarnos...».
Dante sintió como las miradas de los tres Binamons, e incluso la de Zerafina, se posicionaban en su persona.
«Oh, oh...», dijo Pip. «Realmente es cómo si... ¿Nos estás escuchando, chico?».
Dante tragó saliva. Su corazón pareció detenerse tras aquella pregunta. Pero entonces, Zera usó las tarjetas para trasladar y llevarse de una vez a sus Binamons.
Uno a uno, los cuerpos de las criaturas brillaron al compás de la gema en las cartas y desaparecieron.
Dante volvió a tener su cuerpo normal de siempre, sin Pips, sin membranas extrañas, sin nada. Solo él. Zera le compartió una sonrisa sutil y la caminata prosiguió. Dante, por su parte, ya no tenía ni idea de qué pensar acerca de ella. Por lo pronto, solo podía esperar a llegar a la academia para que Zerafina cumpliera con su parte del trato y les explicara lo que había sucedido.
«¿En qué estás metida, Zera?», pensó el joven echando un sostenido suspiro al aire.
El amanecer en la bahía se pasó volando, y también los días venideros. Dante, Kaiza, Zekken y Zerafina se volvieron a reunir luego de aquel incidente en la costa, solo que, esta vez, lo hicieron en el puerto de Quarr.
Equipajes y bolsos en mano, corazones revolucionados, sonrisas en sus labios y ansias por abordar un barco ultramoderno, de proporciones avasallantes, que se aproximaba hacia Quarr desde el horizonte.
Y entonces, cuando la brisa costera les acarició el rostro al ascender por la rampa; cuando los chicos llegaron a la cubierta para saludar a sus familiares, y cuando el barco se adentró a terrenos marítimos profundos, fue cuando, realmente, sus cabezas pudieron procesar el hecho de que una nueva aventura estaba por comenzar.
La bocina del barco rezongo en el ambiente, comunicándoles a todos los pasajeros, que la próxima parada, era, ni más, ni menos, que...
La academia Vyndelard.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top