Porque huir es lo mejor
BILLY THE KID
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC-Spawn
Pareja: Superbat
Derechos: a no morir antes de tiempo.
Advertencias: eso contiene escenas grotescas, la violencia típica de DC con algunos horrores que a la autora se le antojan poner en medio de smut porque claro, los sustos y los cosheos van de la mano. Amo a Spawn/Al Simmons bebé así que va de por medio. Historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
Porque huir es lo mejor.
I don't know how to love him
What to do, how to move him
I've been changed, yes really changed
In these past few days
When I've seen myself
I seem like someone else
I don't know how to take this
I don't see why he moves me
He's a man, he's just a man
And I've had so many men before
In very many ways
He's just one more
I don't know how to love him, Jesus SuperStar.
Salt Lake City no era Ciudad Gótica, no se necesitaba ser un sabio o todo un conocedor de la geografía de Estados Unidos para darse cuenta del drástico cambio entre la primera y la segunda. Por esa razón, además de la aparente neurosis del Caballero de la Noche, es que Spawn aceptó que se movieran exclusivamente de noche, no fuese que las gentiles personas de Salt Lake llegaran a pensar quien sabe por qué al mirar sobre los techos que dos fenómenos escupidos del Averno andaban merodeando sin que el buen Jesucristo hiciera algo al respecto. Porque, claro, un general del Infierno caminando al lado de un millonario, huérfano, excéntrico con un trastorno compulsivo por adoptar niños, vestido de murciélago era de lo más normal en tierra de mormones.
¿Qué era lo que motivaba a dos personajes tan dispares a unir fuerzas en una ciudad peligrosa no solo para sus personas? Estaban buscando a un criminal apodado Billy The Kid, solo que este Billy estaba lejos de parecerse al muy conocido bandolero del viejo oeste. Lo que ambos héroes nocturnos pretendían, era conocer la verdadera identidad detrás de este pandillero de fuerza bruta sobrenatural, quien además había reclutado ya varios prófugos de la ley para formar su mini ejército que se movía cual marabunta sobre las planicies de Utah en busca de algo que aquellos dos no tan amigables cazadores también desconocían para su mala suerte.
—¿Por qué demonios no podemos ir como la gente normal?
—Sería demasiado extraño para Bruce Wayne detenerse aquí.
—Eres dueño de medio país.
—No es cierto.
Al Simmons alzó sus manos al cielo estrellado, el viento de la ciudad agitando su capa.
—Yo podría fingir que soy tu asistente.
—Ese es Lucius, todos lo conocen.
—¿Sabes? Sería más lindo si tan solo aceptaras que no me quieres a tu lado.
—Ya lo he afirmado antes.
—Me consta —el general pasó sus garras por su rostro con una cicatriz marcada que corría de su frente a su barbilla, un recuerdo de un batarang bien acertado.
—Empresas Wayne no tiene negocios como tal en Salt Lake.
—Podría tenerlas, como cuando compraste esa pizzería para mí.
—Lo hice por la misión.
—Aw, no, yo sé que deseabas consentirme porque te remordía la conciencia de que me hubieran rostizado el trasero por haber salvado a tu lindo hijo.
—Tenemos diferentes recuerdos de cómo terminó eso.
—Dime, ¿sí o sí yo salvé a Dick?
—...
—A ver, a ver, ¿quién rescató a Nightwing de terminar como el Guasón todo echado a perder por químicos?
—Fuiste tú.
—Y por eso me compraste la pizzería.
—No.
—Tú tienes un serio problema para aceptar tus sentimientos.
—Y tú para cerrar el hocico.
—Brucie, quiero andar por la ciudad de día.
—Te saltarían púas.
—Estás confundiéndote, solo me saltan púas del cuerpo si piso el Cielo, lo cual en estos momentos es inviable de toda inviabilidad.
—Malebolgia en verdad estaba necesitado de gente si te aceptó a ti.
—Uh, mira, allá va mi corazón haciéndose pedacitos con el viento.
—Sigue vigilando.
—¿Es porque Billy te recuerda un tanto a tu rebelde hijo Jason? Mira que el muchacho tiene su encanto, todavía me arde el balazo en mi hombro.
—Quería que explotaras.
—¿Sí?
—Tú... cállate ya.
—Por eso prefiero a Tim, además es muy inteligente y educado. A veces tengo la impresión de que todos ustedes se olvidan de él.
—¿Vas a guardar silencio o quieres que lo haga por las malas?
—Bruce, qué galán, tan directo y sin citas de por medio.
Una pistola con una buena carga de sedantes apareció frente al rostro quemado del general del Infierno, Simmons solamente torció una sonrisa en esa piel deforme, haciendo brillar esas cuencas verdes que tenía por ojos mientras una de sus manos bajaba el arma como si fuese solamente un juguete de bebés y no un arma diseñada para quitarlo de en medio.
—Mejor dime que estamos aquí porque estás evadiendo algo... o a alguien.
Esta vez no hubo amenazas, más bien la indiferencia del murciélago quien se mantuvo largo tiempo en silencio observando el paisaje nocturno de Salt Lake, encaramado como Spawn sobre la cornisa del edificio del Joseph Smith Memorial gracias al poder de Simmons que los teletransportó hasta semejante altura con el fin de tener una mejor vista de la ciudad y tener cómo ocultarse de los posibles ojos indiscretos. Bruce no quería aceptar esa incómoda verdad que el hocicón de Al estaba sacando a colación porque no sabía mantenerse en silencio mientras buscaban "algo" que se hacía llamar Billy The Kid. Y la razón para no aceptarlo, además de las muchas que poseía el millonario, era que le dolía pensar en la remota más no imposible idea de haber sido una mera experiencia pasajera para el Kryptoniano.
Todavía llevaba en la piel la sensación de las manos de Clark recorriendo su cuerpo como si fuese la primera vez que veía un ser humano, tenía esa misma curiosidad a la par de una expresión de adoración que lo había desarmado. Ellos dos habían comenzado a tener cierta tensión, miradas furtivas de vez en cuando, roces accidentales por los pasillos de la Atalaya, bromas tiernas que pretendían ser algo más por parte de Kent o sus pequeños obsequios que le dejaba por aquí y por allá como algo de cena e incluso una que otra rosa. Bruce hubiera querido aclararle un par de cosas respecto a sus cortejos discretos, siendo él mismo quien mantuviera todo lo más oculto posible de los demás porque ni él mismo entendía qué estaba pasando en su cabeza o en la de Clark.
Esa tensión que fue creciendo con los días por fin encontró su punto de quiebre una noche en que se quedaron a solas. Fue solo verse a los ojos y de pronto Bruce se encontró estampado en una de las mesas con Superman encima besándolo como si un hubiera un mañana, una experiencia con el Kryptoniano que le hizo apreciar mucho a sus pulmones cuando al fin lo dejó respirar. Ambos se miraron en silencio, luego fue el millonario quien tiró de los cabellos de Kent para besarlo, probando si sus clases de buceo podrían ayudarlo con esa lengua que lo hacía perder el control de las sensaciones de todo su cuerpo, teniendo el apoyo de un par de manos que empezaron a tirar de su uniforme.
La piel de Bruce se erizó cuando se rozaron entre sí, el solo pensar que estaba excitando a nada menos que el inocente Clark Kent era como un sueño hecho realidad. Ya se había cuestionado qué tanto estaba cayendo en el encanto de otro hombre, algo que olvidó en esos momentos porque esas manos posesivas lo hicieron sentir como si hubiera esperado toda su vida por estar con ese alienígena. Absurdo, a todas luces, pero increíblemente excitante. El Kryptoniano fue bajando de su boca a su cuello, quedándose un rato jugando con sus pezones hasta que se le hizo un poco doloroso al sentirse tan duro y sin atención entre las piernas, algo de lo que se encargó Clark al descubrir su erección que probó cual niño goloso, sorprendiéndolo de nuevo porque ciertos celos le hicieron cuestionarse sobre el momento cuando alguien como él había aprendido a dar sexo oral tan bien.
Sus manos arañaron la capa roja, respirando agitado porque esa lengua no solo fue buena para cortarle la respiración, también para dejarlo necesitado de un orgasmo, con su pene brillante de saliva y de su propio fluido. Bruce casi saltó de la mesa al sentir esa lengua entretenerse un poco con su escroto, sin poderlo detener cuando dos manos firmes sujetaron su cadera y el Kryptoniano le probó con una ansiedad que dejó rojas las mejillas del murciélago. Kent lo deseaba en serio, casi se corrió en esos momentos, dejando que un par de dedos le prepararan con esa saliva para lo que venía. Bruce estuvo consciente de lo incómodo y doloroso que iba a hacer, fue hasta masoquista de su parte el que así fuera. De esa forma estaría bien seguro de lo real de aquel momento.
Clark entró, deteniéndose cuando la punta de su erección palpitante y caliente entró, jadeando ronco y tensándose. Bruce se mordió un labio al escozor, había pasado tiempo desde que lo había hecho así, además de que el Kryptoniano no era pequeño. Se sintió en verdad poseído, sus nervios reaccionando igual que sus músculos tensos por unos momentos antes de relajarse y dejarlo entrar otro poco más, ambos mirándose. Una mano de Kent acarició su mejilla, una sonrisa de esas que parecían prometer que no habría más pesadillas, la otra mano sujetando su cadera al ir deslizándose hasta que al fin estuvo completamente dentro, sintiendo la sensación de ese saco tenso golpeando sus nalgas.
La mano en su mejilla bajó a su pecho, como si Clark no se cansara de él, entretenido en todos esos gemidos y reacciones que obtenía de Bruce cuyas piernas se enredaron en esas caderas que lentamente fueron moviéndose poco a poco, saboreando la estrechez de su interior para luego embestirlo de golpe, casi empujándolo al centro de la mesa de donde el millonario se tuvo que sujetar una vez que se acostumbró al Kryptoniano, a ese martilleo que al igual que esa mano recorriendo su piel descubierta, buscaban más puntos de placer en él. Lo ayudó moviendo sus propias caderas, gimiendo el nombre de Clark cuando el miembro de este tocó su próstata, provocando que su erección goteara más sobre su vientre y pecho, algo que sin duda trajo satisfacción a Kent porque sus movimientos se hicieron más rudos.
Bruce jamás se había sentido así, sobrepasado, dominado... esa sensación de pertenecer a alguien, a Clark. Las manos de este buscaron las suyas, entrelazando sus dedos al empujar más y más fuerte, con más velocidad sin darle tiempo al murciélago de procesar lo que estaba pasando con su cuerpo, todo parecía tener otros colores, otros aromas que tenían por punto en común al Kryptoniano, recibiendo un beso de este cuando lo sintió apretarlo más por el inminente orgasmo que no podía ocultar más. Su control estaba perdido, con ese beso con sabor a sexo, a desenfreno y posesión. Gritó contra los labios de Kent al correrse entre sus cuerpos, quedando con el cuerpo flojo mientras las embestidas continuaron por un rato más, hasta que Bruce tuvo otro orgasmo, su vientre siendo inundado con un semen caliente que lo hizo sisear al contacto de su cuerpo adolorido.
Como era de esperarse, luego de eso, Clark se ocupó de atenderlo, buscando su uniforme de repuesto pues había rasgado ese con sus ansias por casi desnudarlo. Más por orgullo, el millonario pretendió que no estaba tan resentido de semejante embate para no angustiar a Kent, ambos separándose luego de descansar un poco. El murciélago tuvo que tomarse un par de días de ausencia en su ciudad al volver a la mansión porque sus piernas no estaban muy firmes y hubiera sido una tontería arriesgar una guardia en semejante estado, suficiente tenía con la mirada perspicaz de Alfred para que luego lo tuviera que salvar de un ladrón común por no ser capaz de correr siquiera debido al agotamiento.
Después de aquel encuentro, esa chispa entre ellos continuó, al menos hasta que Bruce estuvo muy ocupado con una misión en Ciudad Gótica, empleando todos sus esfuerzos por resolver un crimen que involucraba a Dos Caras con un nuevo grupo criminal de donde luego brotaría el rumor sobre un tal Billy The Kid. Al regresar con la Liga, Clark estaba algo ausente, pero el Marciano le dijo que recién había descubierto que existía otro Kryptoniano vivo al que estaba buscando, ya no estaba solo. En esa búsqueda también estaba Diana, a quien de pronto observó demasiado cercana al boy scout de Kansas. No quiso hacerse ideas porque Bruce no era de la clase de personas que vivían de chismes o malinterpretaciones creadas por emociones sin control.
Solo que esa portada del Daily Planet sí lo tomó por sorpresa, era nada menos que Superman recibiendo un beso de la Mujer Maravilla con un grupo de sobrevivientes aplaudiendo alrededor. El titular rezaba que era probable que naciera una nueva pareja de súper héroes pues otras personas ya los habían visto volar juntos, entre otras cosas. Bruce buscó a Clark para tener las cosas claras, no haría una escena como si fuese una adolescente hormonal, también sabía jugar esos juegos. Eso fue lo que se dijo. Apenas tuvo la oportunidad, se las arregló para tener un espacio libre con el Kryptoniano a quien encontró de forma inesperada encerrado en una habitación con Diana. Los dos salieron más tarde, ella riendo y al parecer terminando de arreglar su cabello, Kent con mejillas sonrojadas.
Ni siquiera lo vieron.
Tampoco era que hubieran establecido una relación formal, eso jamás se cruzó en sus conversaciones, por lo que Bruce entendió que no podía reclamar nada. Era su deseo tonto de haber podido hacerlo, porque muy en su interior, en una tormenta que crecía dentro de su corazón, había anhelado la pequeñísima posibilidad de que alguien como Clark Kent de Smallville, Kansas City estuviera interesado y quizá enamorado de él. De él. Luego del desencanto que le trajera Selina, su poca fe en las relaciones románticas era nula, Clark había renacido ese jardín marchito en su pecho, que luego sintió volvería a perderse. Había que ser muy tonto para no diferenciar entre la excelente persona que era Diana y la pesadilla que el millonario era como ser humano, hasta los chicos lo afirmaban.
Así que cuando el rumor de Billy The Kid dejó de ser un rumor para convertirse en un problema real, no dudó en volver a desaparecer, como todo un caballero dando espacio a las dos personas que consideraba sus cercanos amigos en la Liga y que merecían una oportunidad que no mancharía con su presencia. De ahí que aceptara la compañía de Spawn más como una distracción molesta, pero necesaria a su mente agobiada por otros pensamientos poco útiles para la misión. Al Simmons podía ser un dolor en el trasero, pero si aquel Billy resultaba ser algo más que una persona con algún dote especial, el poder de ese general le venía a bien, además, siempre le era satisfactorio el que Simmons besara el suelo.
—¿Tierra a Bruce?
—¿Qué quieres?
—¿En quién estabas pensando? Te contaba en la casualidad que investigué sin que tú me dijeras sobre la cuadrilla del chico Billy.
—¿Qué casualidad?
—Todos ellos son tan dispares, sus minions. Lo que tienen en común es su intolerancia a la lactosa, ninguno de los chicos tomó la leche de mamá, eso explica muchas cosas.
—No explica nada, Simmons.
—¡Claro que sí! He estado pensando en que...
—No quiero escucharlo.
—... ese Billy The Kid los buscaba por eso, bueno no así, pero sí. Ese defecto está aunado a una característica genética que los hace idóneos para volverlos sus esclavos a través de eso.
El murciélago gruñó. —Solo estás fanfarroneando.
—Tienes celos porque esto no lo descubriste tú, lo sé, pero soy compartido y te presto mi descubrimiento. Billy los esclavizó usando una baba alienígena que se adapta solamente a los intolerantes a la lactosa.
—¿Te estás escuchando?
—Yo te dije que no podías llamar al Constantino ese porque esto no es lío de monstruos infernales, es decir, técnicamente somos como de otra dimensión por lo que somos extraterrestres, pero si consideramos...
—¡¿Quieres acortar tus ideas?!
—Billy The Kid es de otro planeta, no una entidad sobrenatural.
—¿Por su pandilla de intolerantes a la lactosa?
—Ahora sí nos estamos entendiendo.
—Es una estupidez.
—Si te compruebo que tengo razón ¿me das un beso?
—Tú...
—Treinta grados a tu derecha, Bats, ese es nuestro muchacho.
Sus angustias basadas en sentimientos sin fundamento, cansancios o conflictos internos desaparecieron en el Caballero de la Noche al escuchar eso, tomando de inmediato sus binoculares para ver en dirección al dedo señalando la posición de aquel criminal. No fue difícil desde que estaba escalando un edificio como si fuese una suerte de araña junto con su pandilla. Solo le conocía a Lex Luthor una tecnología capaz de lograr eso y no le habían robado nada, tampoco estaban usando equipo alguno, al mirar mejor se dio cuenta que eran sus garras las que estaban haciendo el trabajo, moviéndose a gran velocidad. Algo pasaba con el cuerpo de esos secuaces porque ningún ser humano tendría esa forma de desplazarse, anatomía y física se lo impedirían. Spawn casi se recostó en su costado al murmurar sobre su hombro.
—Recién vi una película de un supuesto demonio que le vomitaba un gusano a una chica que grababa todo. Creo que Billy pudo haberles hecho eso ¿no crees?
—Vamos a interceptarlos.
Antes de que sacara algo de su cinturón, una mano firme de Simmons lo detuvo.
—No, no lo haremos.
—¿Qué?
—Bruce, escucha con atención. Son más de treinta capullos siguiendo a un ente de otra parte del universo del cual no tenemos ni la más remota idea de qué es capaz de hacer. Aunque yo haga mi mejor esfuerzo y no es que no lo quiera hacer, tú podrías morir en el asalto.
—Me arriesgaré.
—No.
—Simmons...
—Tengo otra teoría. Billy está aquí, porque algo está aquí. Mejor encontramos ese algo, eso es adelantarse al enemigo ¿no?
De todas formas, Billy y su pandilla desaparecieron del otro lado del edificio que no atacaron cuando esperaron largo tiempo por alguna alarma, llamada de auxilio o señal de intrusión. Exploración, fue lo que le dijo su mente a Bruce, gruñendo apenas para sí mismo porque ese comportamiento bien podía darle razón a Spawn, solo que algo faltaba, su instinto de cazador se lo decía. La mano de Al no lo soltó hasta que volvió su cabeza a él con una mirada de pocos amigos.
—Suéltame.
—No, nos largamos. Ya te conozco y no me lo harás de nuevo.
Una teletransportación forzada y estaban de vuelta en esa vieja casa de remolque en las afueras de Salt Lake, cerca de las montañas, su guarida de misión como la llamó Simmons al encontrarla. Bien podían usar algo más moderno, protegido o limpio, pero el general tenía ciertos humores que el corazón de Bruce estaba necesitando en esos momentos. Después de que pasara el mareo por la teletransportación, se zafó del agarre de Simmons, buscando asiento en el único sofá viejo de resortes duros donde se acomodó de mala gana, meditando sobre la naturaleza de Billy. Parecía un humano, salvo las garras que fueron el elemento nuevo a sus investigaciones.
—¿Estás evitando al niño de la provincia? —preguntó Al, sacando un bote de leche seco y enmohecido de un refrigerador sin energía.
—¿Qué?
—Ahora que me lo pienso, recuerdo que Dick me dijo que el hombre de metal le dijo que estaba buscándote.
—¿No puedes sentir qué clase de criatura es Billy?
—Para nada, por eso sé que no es algo sobrenatural. Lo que sí puedo detectar es como una suerte de energía sobre él, que no es parte de él como tal, pero sí le responde. Has de cuenta igual que tu uniforme.
—La verdadera forma de Billy está debajo de su coraza humana.
—Leí en Guerra de los Mundos que...
—Ya lo sé.
—Quiero sentirme útil, como tu Tim.
—Deja de mencionarlos.
—Quieres mucho a tus niños ¿verdad? Por eso te cuesta hablar con Jason.
—Concéntrate en la misión.
—En serio, Bruce, no lo dejes pasar. Es horrible estar solo, solo en verdad. Tú no lo estás aunque me andes presumiendo tu independencia y supuesta andanza solitaria. Ellos están ahí, nada te cuesta decirles que sabes que están ahí.
—¿Por qué tanto interés en mi vida?
—Me pesa decirlo porque lo usarás en mi contra, pero eres un buen tipo. Te hace falta terapia con electrochoques, pero eres un buen tipo. Envidio lo que tienes.
—Tú no...
—Escucha —Simmons dejó de jugar con el bote de leche, casi azotándolo en la mesa que desprendió polvo al acercarse al murciélago— Billy es un cazador, pero siento que es de la clase de caza recompensas galáctico que vino a la Tierra por algún tesoro que está en Salt Lake City.
—Tomó el nombre por el fervor que despierta —observó Bruce mirando por la ventana de vidrios rotos a la lejana ciudad.
—Así lo seguirían más fácil. Si algo aprendí de las hermosas chicas del Cielo, es que hay un montón de seres de todo tipo haciendo cosas cuestionables en el universo. ¿Qué hay oculto en esta ciudad atestada de mormones? Debemos averiguarlo.
—¿Por qué no llamas a tu ángel? Me da la impresión de que puede rastrear mejor a Billy.
—Oh, no, tú no me obligarás a eso. Y no tengo ganas de ver a Ángela.
—¿Problemas en el Paraíso?
Spawn chasqueó su lengua, dedicándole una mirada a Bruce quien apenas si sonrió a la broma. El general se sentó a su lado, su capa envolviéndolo con sus cadenas ronroneando en su regazo.
—A veces la espío ¿sabes? Mi... viuda. Estoy muerto, al fin puedo aceptarlo. Este cuerpo solamente es un caparazón lleno de energía infernal sujeta a mi alma que Malebolgia tiene esclavizada. Jamás podré tocarla de nuevo, decirle que la amo tanto que vendí mi alma por volver a su lado. Ya no me llamará con cariño ni tampoco me cocinará esperando mi regreso, solo para dormirse sola. Ella es feliz, de verdad que lo es y me alegra que sea con mi mejor amigo. ¿Una patada en los huevos? Por supuesto, pero si puedo confiarle a alguien el amor de mi vida es a él.
—No fue tu culpa haber sido engañado.
—Lo fue por no haber tomado buenas decisiones, Bruce. Es lo que trato de decirte, tienes un gran tesoro ahí en tu mansión. No los pierdas.
—Le caes bien a Alfred.
—Oh, mira, ya sabes hacer cumplidos.
—Sé serio.
—Tienes que prometerme que no vas a hacer tu tontería de ir a buscar la muerte con Billy, somos de las especies más frágiles del universo, esas angelitas me lo dijeron todo el tiempo, así que es fácil asumir que Billy nos supera, incluyéndome. No te arriesgues, alguien te espera en casa.
—Debemos detenerlo, a este paso puede esclavizar a la ciudad en menos de un mes.
—Haciendo cálculos ¿eh?
—Aproximaciones.
—¿Ya aceptarás mi teoría de la intolerancia a la lactosa?
—No.
—¡Argh! ¡Bruce!
—Debimos seguirlos.
—Tengo la gran corazonada de que no será necesario, vamos a enterarnos. Lo que sí podemos hacer es tomar una siesta.
—¿Aquí?
La capa de Spawn se extendió, cubriéndolos como una gran burbuja con las cadenas a modo de barrera protectora.
—El sol no nos tocará.
—¿Pretendes que duerma... a tu lado?
—Este es el único sofá y lo único decente para dormir. Sí, pretendo que lo hagas.
—No.
—Lo necesitas, eso sí que lo puedo ver con mi poder infernal.
—...
—Buenas noches días, Bruce.
—Tú ni siquiera necesitas dormir.
—Pero finjo por ti, baby.
¿Cuánto llevaba sin cerrar los ojos? Serían casi las 48 horas. Bruce agradeció la oscuridad que les proveyó la capa, acomodándose lo mejor posible en ese mueble viejo que apestaba a rata muerta y orines. Cerró sus ojos, repasando en su mente los datos sobre Billy The Kid desde la aparición con Dos Caras. Había masacrado a todos sus repartidores en una noche, luego de reunirlos en un almacén cerca de la costa so pretexto de que Dos Caras iba a cambiar ciertas reglas con ellos. Había un dato que no se dijo a la prensa y que Gordon le compartió: los cuerpos no poseían su intestino delgado. Algo se los había arrancado luego de abrirlos con un objeto filudo que encajaba perfecto con una garra larga como las que le había visto al escalar.
Era un joven, igual que el original Billy The Kid, y podría jurar que hasta se le parecía algo. Solo que su mirada era diferente, tenía una expresión de locura que jamás había atestiguado. Simmons aseguraba su origen extraterrestre, eso podría explicar el por qué había salido airoso de la balacera que Dos Caras dejó caer en su persona cuando se enteró de la matanza de sus repartidores. Al igual que el forajido del viejo oeste, este nuevo Billy parecía tener una suerte mágica para escapar de la muerte. Bruce se dijo que podía ser regeneración acelerada. Hubiera querido compartir sus sospechas con el Marciano, más eso hubiera significado ver a Diana y Clark, pese a su aparente resignación seguía alterado como para enfrentarlos.
Le pareció que su cuerpo cambiaba de posición, pero el cansancio le golpeó tan fuerte que no tuvo más energía para siquiera echar un vistazo a su alrededor. Golpearía a Simmons hasta hartarse si acaso le había puesto un dedo encima. A su mente volvió esa mirada de Clark al contemplar como lo hacía tocar el éxtasis, esos pulcros cabellos descompuestos, sus ojos afiebrados pero brillantes de felicidad como su sonrisa pronunciando su nombre con tanto cariño. Tal vez solamente había sido una cosquilla no concluida de su adolescencia en Smallville, Jordan había mencionado algo sobre el cambio en el Kryptoniano, más apertura y más confianza en sí mismo, quizás. Entre esos cambios podía estar en explorar lo que le gustaba o simplemente darse el gusto de haber sometido a Batman.
Cuando el millonario abrió sus ojos, era de noche una vez más, estaba tumbado boca arriba en una suerte de cama improvisada que el poder de Spawn creó para él. Este se encontraba fuera de la casa remolque, observando algo. Maldijo al encontrarse así, que ese tonto lo hubiera estado espiando durante un momento de debilidad, había bajado demasiado la guardia. Salió para reclamarle el haberlo tocado, un brazo de Simmons señalando más allá lo detuvo.
—¿Estás viendo lo mismo que yo?
De las montañas, salía una chispa de energía que caía sobre la ciudad, desvaneciéndose antes de tocar cualquier edificio. Fue una lluvia de esas chispas juguetonas, quedando todo de nuevo a oscuras. Simmons se giró hacia él, sus ojos chispeando al señalar detrás donde esperaba Salt Lake.
—Apuesto otro batarang en mi cara a que eso es algo que busca Billy.
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