I. Noche De Películas

El suave murmullo del viento resultaba relajante ante los oídos de Holly, quien esperaba pacientemente que las palomitas dentro del ruidoso microondas dejaran de explotar. Después de mucha insistencia por parte de Holly, había convencido a su hermana menor Jacqueline de ver juntas alguna de sus tantas películas de “frikis”, como solía llamar comúnmente la menor, “¿si veo las películas contigo me dejaras en paz?” había dicho su pequeña hermana seguramente cansada de la necedad de la mayor, pero es que cuando su hermana quiere algo, esta no se detiene hasta conseguirlo.

Cuando las palomitas por fin estuvieron hechas, Holly las sirvió en un recipiente grande, tomo la bolsa de tela y dos vasos que se encontraban sobre la pequeña isla de la cocina y con velocidad se dirigió hacia la habitación de su hermana en el segundo piso antes de que decidiera que quizá escapar por la ventana del segundo piso era mejor que ver Star Wars por milésima vez.

—¿Estás preparada para engordar? —pregunto sonriente hacia su hermana menor, dejando las cosas que había traído sobre la cama de esta.

—Solo quiero aclarar que si papá nos regaña…

—Yo aceptaré la culpa, si, si, como sea —interrumpió a la menor— tu deberías relajarte, ¡mañana es domingo! Así que deja de ser una amargada, recuerda que se supone que yo soy la hermana mayor.

—Bien —aceptó a regañadientes—. ¿Por qué hacemos esto en mi cuarto y no en el tuyo? Esto va a terminar más sucio que una casa con 10 niños dentro.

Se quejó la menor mirando hacia su hermana quien parecía muy entretenida buscando algo en una caja de zapatos blanca decorada con un gran cartel que decía “NO TOCAR, PROPIEDAD DE HOLLY” con grandes letras mayúsculas hechas con marcador color negro.

—Porque tú tienes tu… tu.. ¡Tu DVD especial! ¡Y tus bocinas! ¡Casi, casi, un cine dentro de tu cuarto! Que deberías regalarme ya que nunca lo usas —un pequeño chillido de emoción salió de sus labios al encontrar lo que buscaba, alzándolo por los aires— Ahora, deja de quejarte, abre las malditas frituras, sirve el refresco y elige ¿Star Wars o el señor de los anillos? Sea cual elijas déjame informarte que este fin de semana veremos toda la saga.

Una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Jacqueline observando el entusiasmo de su hermana mayor mostrando varias películas de ambas sagas. A veces su hermana podía llegar a ser muy infantil cuando se trataba de estos temas, pero ¿a quién engañaba? Esa era una de las mejores cualidades de su hermana, su espíritu joven y entusiasta, aunque había veces en las que se volvía un completo dolor de cabeza, ¿pero que se le iba a hacer?

—Emm, Star Wars —contesto la menor dubitativa.

—Muy bien, primero veremos el episodio IV.

—¿Por qué el cuarto y no el primero?

—Confía en mí, esta es la mejor opción.

Holly apagó la luz de la habitación, cerró las cortinas de las ventanas dándole un vistazo al cielo estrellado. Ambas hermanas se recostaron sobre la cama, colocado las palomitas y las frituras entre ambas y los vasos sobre las mesitas de noche que se encontraban a ambos costados de su cama.

—También debería tener una de estas mesitas, me servirían de mucho —murmuró por lo bajo Holly—, aunque no tengo espacio.

—¿Cómo vas a tener espacio si tu cuarto está lleno de muñecos, películas, libros, comics y demás? —dijo con sorna la menor.

—Primero, no son muñecos, son figuras de acción que colecciono, y segundo, son cosas sagradas, todas, no solo las figuras de acción —recalcó lo último.

—Como sea —rodó los ojos Jacqueline—, reproduce antes de que me arrepienta de esto.

—Oficialmente, el maratón de Star Wars ha iniciado

A la mañana siguiente Holly fue la primera en despertar, con cuidado de no despertar a su pequeña hermana se dirigió a su habitación, todo estaba como lo había dejado la noche anterior, la cama pegada a la pared izquierda de la habitación cubierta por una colcha color verde oscuro junto con un par de cojines a juego, en la pared del frente la ventana no del todo cerrada que daba vista a un pequeño patio junto al frondoso bosque de Beacon Hills, el mueble de la esquina repleto de libros y coleccionables, y por último, su armario de madera que se encontraba a un costado de la puerta del baño.

Después de asearse, Holly regreso a la habitación de su hermana a recoger el desastre que habían hecho la noche anterior, al entrar a la habitación vio que la ventana estaba abierta, su hermana no estaba acostada, seguramente estaba en el baño.

—¿Estás ahí adentro? —preguntó tocando la puerta un par de veces.

Nadie respondió.

—¿Linn? —volvió a llamar ansiosa, nadie respondió. Con preocupación, Holly abrió la puerta, allí no había nadie.

Un grito y un fuerte estruendo pusieron a Holly alerta, venía del patio trasero, Holly corrió escaleras abajo con el corazón latiendo tan fuerte que escuchaba su palpitar en los oídos, su hermana estaba tirada en el suelo en una posición extraña, el corazón de Holly se detuvo por unos segundos, corrió hacia el cuerpo inconsciente de su hermana con un nudo en la garganta, con lágrimas tomo su teléfono y llamó a la ambulancia, minutos después, la ambulancia llegó seguida de la patrulla de su padre.

—¿Qué pasó? —pregunto su padre con seriedad, estaban subiendo a su hermana a la ambulancia sobre una camilla, en aquel momento no era su amoroso padre sino el oficial de policía que en ocasiones debía informar a una pareja que se había encontrado el cadáver de su hija.

—Y-yo no l-lo sé —abrazó a su padre llorando.

Se subió a la ambulancia, su padre iba en la patrulla por detrás. Al llegar al hospital llevaron a su hermana a quirófano, ellos se quedaron en la sala de espera.

—Cuéntame que le sucedió a… Cuéntame que fue lo que sucedió —preguntó su padre una vez ella logró calmarse, sabiendo que la mención directa de Jacqueline solo lograría alterarla más.

—Y-yo no lo sé —se aclaró la garganta—, ella estaba durmiendo y me fui a duchar y cambiar, cuando regrese a su habitación no la encontré y después solo escuche el golpe y la encontré tirada en el patio, fue mi culpa, debí quedarme ahí con ella.

—No es culpa de nadie, fue un accidente —su padre, Zackary, la abrazó, a sabiendas de que quizá no había sido un accidente.

Después de lo que fue una eternidad para Holly un doctor se acercó.

—¿Familia de Jacqueline Anderson, verdad? —el hombre asintió— Su hija sufrió de una fractura en la columna vertebral, múltiples costillas fracturadas y algunas contusiones, sin embargo estará bien, pero es posible que no vuela a caminar, está dormida en estos momentos pero pueden pasar a verla.

Ella dejó de escuchar, sintiendo como si hubieran echado un balde de agua fría justo sobre ella, sintiendo como un nudo en su garganta se formaba, y cuando menos se dio cuenta estaba al frente de la puerta de la habitación de su hermana, con su padre a un costado con su brazo sobre sus hombros. Entró y la vio, sus facciones relajadas mientras ella dormía, Holly se sentó a un costado de la camilla y tomó la mano.

Era aterrador, verla conectada a tantas maquinas, tantos cables, luciendo tan enferma y cubierta de vendas por doquier.

De un momento a otro, Jacqueline abrió sus ojos, haciéndole dar un pequeño salto.

—Ey, tranquila, todo está bien —ella empezó a negar con la cabeza—. Papá, llama al doctor, me quedaré con ella.

El hombre salió de la habitación a paso rápido, con tanta prisa que casi podrían pensar que el pulso de su hija se había detenido y no que ella había despertado pero era un padre, no podría estar más preocupado.

—Me atacó —susurró con la vista perdida—. Yo lo vi.

—¿Qué viste? ¿Qué te ataco? —preguntó exaltada, sujetando las manos de su hermana con más fuerza de la debida.

—Era un animal, era una bestia… Intentó matarme… Un monstruo intentó asesinarme, y casi lo logra.

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