6. Conociendo el pueblo (parte 2)

Caminaron hacía un lugar lleno de personas comiendo hamburguesas, sándwiches y ensaladas. La chica del mostrador sonrió feliz al vernos y salió del mostrador.

– Alexander Lightwood, – gritó dándole un gran abrazo y un beso en la mejilla. – ¡Hace tiempo que no venías! – rió y notó a Magnus – ¿Y quien es él? – alzando las cejas y haciendo que Alec se ruborizara.

– Magnus Bane, – dijo Magnus dándole la mano.

– Oh ¡Este es el chico de ciudad! – dijo sorprendida. – Soy Aline Penhallow, mi mamá y yo llevamos este establecimiento y conozco a el señor Alexander desde que usaba pañales, – dándole un golpe juguetón a Alec en el hombro y haciendo reír a Magnus. Aline tenía en cabello amarrado en un chongo, ojos cafés y un delantal en su cintura. Aunque temía que fuera una amenaza para su final feliz con Alec, le agradó inmediatamente. – Ambos siéntense en esa esquina para que nos podamos poner al día. – dijo señalado unos taburetes y corrió a atender a otros clientes.

– Aline es increíble, aunque nunca se calle. – dijo Alec riendo mientras se sentaban y salía una mujer de la cocina. – Buenas tarde Jia. – ella sonrió de vuelta, vio el parecido y se dio cuenta que era la mamá de Aline.

– Tu debes ser Magnus, nuestro visitante de la gran ciudad. Te saludaría de mano pero las tengo cubiertas de masa, – rió señalando sus manos.

– ¿Qué deberíamos ordenar? – preguntó Magnus asintiendo.

– ¡Nuestra famosa hamburguesa por supuesto! – Jia sonrió. – No puedes irte sin probarla. Al menos que seas uno de esos vegetarianos. Supongo entonces que no debes probarla. – su sonrisa disminuyó un poco. – ¿Eres vegetariano? –

– No, – dijo Magnus sonriendo. – Así que estaré feliz de probar una de esas hamburguesa. – Jia se emocionó.

– Puede que seas de la ciudad pero al menos no eres como esos locos. – dijo volviendo a la cocina y gritando. – Una hamburguesa clásica y a Alec lo usual. –

– ¿Tienes algo usual? – preguntó Magnus alzando una ceja a Alec.

– Vengo seguido a visitar a Aline. Isabelle y yo a veces nos la vivimos aquí. – dijo Alec y Aline apareció con chocolates para cada uno.

– Santa mierda, –dijo Magnus probando su batido de chocolate. – Esto es lo más delicioso que he probado en mi vida, – Alec y Aline rieron.

– Y espera a que lleguen las hamburguesas, – dijo Alec tomando también de su batido. De repente miró alrededor. –¿Dónde está Helen? Creí que venía a recogerte después de tu turno, el cual termina como en diez minutos.

– Dijo que iba a llegar tarde hoy, así que tengo tiempo extra con ustedes caballeros. – Alec asintió mientras Magnus miraba entre ellos tratando de adivinar quien era Helen. Aline volteó su atención a Magnus.

– ¿Jace te ha dado muchos problemas? – Magnus negó.

– No lo veo muy seguido. Siempre está fuera cuando estoy por ahí. – ella asintió

– Aun no puedo creer que tuve un enamoramiento con ese imbécil. –

– ¿Por qué todo el mundo piensa que Jace es un imbécil? A mi me parece bastante bien, – admitía que sus interacciones con Jace no eran las mejores, pero estos chicos parecían ver a Jace como la reencarnación del diablo o algo así.

– No tiene filtro, – dijo Alec encogiéndose de hombros. – Puede ser bastante pesado pero todos le aguatamos y le amamos de todas formas, – dijo Alec.

– Tu lo haces, – dijo Aline con un bufido. – Yo no aguanto su mierda. Ya no al menos. –

– Aline estaba enamorada de Jace en la escuela primaria. – explicó Alec. – Era lindo pero un poco patético. – Magnus asintió riéndose de la expresión agria de Aline. De repente la puerta de la entrada se abrió y la cara de Aline se iluminó. Voltearon a ver a una chica pálida con risos rubios y ojos verdes, quien sonreía a Aline.

– Hola Helen, – dijo Alec. Le sonrió a Alec y se sentó a su lado.

– Alec. Chico de la gran ciudad, – dijo guiñándole a Magnus cuando ella miró sorprendido.

– ¿Cómo es que todo el mundo sabe que soy de ciudad? – dijo Magnus riendo.

– Nunca te había visto antes, –dijo Helen. – Sin mencionar que estás usando delineador. – dijo ella riendo.

– Y ¿Cómo te va la vida en ese zoológico que llaman casa? – preguntó Alec a Helen.

– Quien eres tu para hablar, – dijo Helen. – Los Lightwood, cuatro hijos y contando, – señalando a Magnus.

– Cuatro hijos no es nada comparado con ocho, – se defendió Alec. Magnus casi se atraganta.

– ¿Ocho chicos? ¿Estás bromeado? – dijo Magnus mirándola con ojos abiertos.

– Le escuchaste, – dijo Helen, – Soy la segunda mayor y estoy harta de sacar cosas de la boca de mis hermanos. – Alec rió.

– He estado ahí. Isabelle se metía todo a la boca y Jace intentaba comer insectos. – Las chicas rieron, Magnus solo sonrió. Alexander no era mayor por mucho, y parecía que había nacido para preocuparse por sus hermanos.

– ¿Y cómo es el menor? – preguntó Helen. – ¿Max causa problemas? –

– Nah, – dijo Alec. – Max es un ángel. Todo lo que hace es dormir y leer comics. –

– El niño es justo como tu, – dijo Aline. – No me veas así, tuviste tu fase de comics y dios sabe que te podías dormir en cualquier lado, – dijo mirando a Magnus. – Los Lightwood son como gatos. Se duermen en cualquier lugar. –

– ¿Incluso Jace? – rió Magnus.

– Dios no, – dijo Alec. – Supongo que Jace se dormiría en cualquier lugar pero solo si lo limpió primero. – Magnus le miró con duda. – Jace es el más grande freak de la limpieza. –

– ¿Qué están diciendo sobre mi? – preguntó Jace apareciendo, y robándole su malteada a su hermano.

– Hablamos sobre lo rarito que eres con la limpieza, – dijo Alec sonriendo. – No puedes negarlo.

– Y estoy orgulloso. Al menos no vivo en la porquería como Izzy. – dijo Jace encogiéndose de hombros. Jace intentó robar de nuevo de el batido de Alec, lo que resultó en una pelea. Aline y Jia solo giraron como si fuera algo normal.

– Ni siquiera te gusta este sabor. – se quejó Alec.

– Si, pero sabe mejor cuando es tuya. –

– Idiota. Solo ordena una. – decía Alec mientras continuaban empujándose. Jia salió de la cocina con una orden de batidos para llevar.

– Aquí está tu orden, cariño, – dijo dándole la bolsa a Jace, quien dejo de empujarse con Alec, el cual le miraba con la boca abierta.

– Debes estar bromeando, – se quejó Alec viendo a su hermano con su pedido. Magnus contenía una carcajada.

– Nope. Mamá me trajo y voy a ir a ver a Clary, pero estaré en casa para la cena. – dijo riéndose de la cara de Alec. – Vamos Alec, ¿qué esperabas de mi. –

Alec abrió la boca para decir algo, pero luego calló, encogiéndose de hombros. – Cierto. Salúdame a Clary. – Jace asintió, abrazando a Alec con un brazo y despidiéndose de todos, al irse una mesera le coqueteó, pero él la evito. En cuanto se hubo ido, Aline miró el reloj.

– Gracias a Dios. Mi turno a terminado. – dijo desatándose el delantal, y llamando a su mamá. – Mamá, ya me voy. Helen y yo vamos a pasear un rato. –

– Claro cariño, – dijo Jia. – Asegúrate de llegar a la cena, tu primo viene al pueblo esta noche y te quiero ahí. –

– ¿Primo? – dijo Alec alzando una ceja.

– Un chico llamado Sebastián, – dijo asintiendo y gruñendo. – Nunca le he conocido y ¿ahora se supone que viene a quedarse con nosotros? ¿Quién hace eso? – Magnus alzó la mano riendo y Aline se sonrojó. – Oops, no quise decirlo así. –

– No fue realmente mi decisión, de todas formas, yo también creo que es bastante loco. – Todos miraron a Magnus sorprendidos y el bufó. – ¿De verdad creían que yo quería venir aquí en mi verano a vivir con una familia que no conocía? –

– Eso tiene más sentido, – dijo Helen. – Pero aun así, ¿tus padres solo te subieron a el habían y ya? –

– Algo así. –

Alec no dijo nada, solo vio a Magnus, con una expresión de simpatía. Magnus solo tomo de su malteada poniendo una sonrisa para disimular. Pero pudo verlo, la leve mirada que puso, aun si Magnus no lo aceptaba. Magnus estaba herido.

– Bueno caballeros, – dijo Aline. – Voy a tomar a esta adorable señorita del brazo e irnos de aquí.– dijo acercándose a Aline al mostrador y, para sorpresa de Magnus, dándole un beso en la boca. Eso era admirable, ya que Magnus notó como varias personas les veía con disgusto y decepción. Jia también les vio, frunciendo los labios y mirando hacía otro lado. Las chicas se despidieron y se fueron del local.

– Aquí tienen chicos, – dijo Jia apareciendo con su comida. Su voz era tensa mientras veía a su hija por la ventana, tomadas de la mano y riendo. – Eso nunca va a durar, ella se va a dar cuenta en algún momento que eso solo es una fase. Es hasta un poco desagradable como ella piensa que es real, – miró a Alec y sonrió. – Desearía que Aline fuera más como tu. Responsable y sensible. – Y murmuró algo más en un susurro. Magnus lo escuchó y por la forma en que las manos de Alec se tensaron bajo la mesa, supuso que Alec también.

– Soy gay, – dijo Magnus descaradamente, mientras sentía cierto placer al ver su cara de sorpresa. – Y creo que es bastante increíble que Aline encontrara a alguien que la hiciera feliz. Incluso si no es "normal", como usted dice. – las manos de Alec se relajaron mientras veía a Magnus con cierta adoración. Magnus solo lo vio de reojo porque seguía viendo a Jia fijamente.

Ella se sonrojó, quitando la mirada, y volviendo apresuradamente a la cocina sin decir nada más. Magnus sonrió, sintiéndose bien consigo mismo, porque ella no debería decir cosas así acerca de su hija ni de nadie más. Volteó a ver a Alec y vio una pequeña sonrisa en su rostro.

– ¿Qué? – preguntó Magnus, sonriendo de vuelta, tratando de no sonrojarse. Alec sacudió la cabeza, tomando una de sus papas y riendo.

– Tu, Magnus Bane eres algo más. – Magnus se sonrojó tomando su hamburguesa.

– Además de la alarmante homofobia que acabo de presenciar, – dijo Magnus. – ¿Esta es la hamburguesa tan aclamada? – dijo Magnus tomándole una foto. Alec rió y asintió.

– Dame, – dijo tomando la cámara de Magnus. – Sonríe. – Magnus sonrió, sosteniendo la enorme hamburguesa al lado de su rostro y haciendo a Alec reír. Magnus mordió la hamburguesa y casi gimió.

– Oh por dios, – dijo haciendo reír a Alec. – Esto es maravilloso. No puedo ni imaginar... que hubiera una hamburguesa tan increíble. – dijo antes de seguir comiendo. – No creo ser capaz de comer de nuevo otra cosa que no sea esta hamburguesa. –dijo con la boca llena sin dejar de reír a Alec

– Que bueno que te guste. – dijo Alec con una brillante sonrisa. Terminaron de comer mientras discutían el hecho de que Magnus no había visto las películas de X-men.

– Prefiero ver otras cosas, como América's Next Top Model o Project Runway. –

– Bueno si. Yo veo Supernatural y Doctor Who, las series son buenas. Pero es X-men. – dijo pasando su mano en su cabello y viendo horrorizado a Magnus.

– Eres el nerd de tu clase ¿verdad? – dijo Magnus riendo en broma. Pero el rostro de Alec cayó por un momento, antes de recomponerse rápidamente.

– Y orgulloso, – dijo mirando su reloj. – Aun tenemos tiempo antes de volver a casa, ¿algo más que quieras ver? – preguntó y Magnus se encogió de hombros.

– ¿Qué tal otra tienda? Necesito comprar algo típico que tenga la palabra Texas escrita en ella. – y Alec rió.

– Claro, ¿qué tal ahí? – dijo señalando una pequeña tienda del otro lado de la calle, que parecía de turistas. Magnus asintió y caminaron a la tienda.

Ambos veían cosas en la tienda cuando Magnus se giró hacia Alec.

– Acabo de recordar algo que te iba a pregunta, – dijo Magnus. – ¿Quién era la mesera que estaba coqueteando con Jace? ¿Cuál es la historia? – Alec le miró confuso. – Una alta, bonita, delgada y rubia. –

– Oh, – dijo Alec. – Es Kaelie. A estado obsesionada con Jace desde siempre y se volvió peor cuando se liaron en una fiesta el año pasado. Luego comenzó a salir con Clary, aunque ella aun tiene esperanzas de tener algo con él.

Magnus asintió, tomando otra foto de Alec y el gracioso plato de gato al lado de él. – ¿Cómo es que te sabes todos los chismes del pueblo? No parece ser lo tuyo. Pero al parecer sabes más de lo que parece. –

– Mmm, – masculló Alec, viendo a Magnus tomar fotos de las tocas en la tienda con una sonrisa. – La mayoría por Isabelle que siempre anda contándome esas cosas. –

– Hermanas, – dijo Magnus con una sonrisa. Y Alec frunció el ceño.

– Creí que no tenías hermano, –

– No los tengo, – dijo Magnus. – Pero tengo un montón de amigos locos que son básicamente familia. Así que contándolos, tengo tres locas hermanas y tres hermanos dementes. – dijo mientras Alec le veía con interés.

– Cuéntame de ellos. –

– ¿Quiénes? ¿Mis amigos? – dijo siendo tomado por sorpresa. Alec asintió. – Bueno, primero está Camille quien es como mi compañera de crímenes. Intentamos salir por un tiempo, antes de darme cuenta de que era ardientemente homosexual. – Alec bufó y una voz desconocida los interrumpió.

– ¿Quién es ardientemente homosexual? – dijo una chica asiática con puntas azules. Encajaba más con el perfil de Magnus que de las otras personas del pueblo.

– Hey, Lily. El es Magnus. –dijo Alec con una pequeña sonrisa. Mientras caminaba hacía ella, Magnus notó la revista en sus manos.

– Oh por dios. ¿Eso es acerca de Kim y Kanye? – los ojos de Lily se iluminaron y asintió, mientras ambos comenzaban a chismear. Ella era divertida.

– ¿Magnus? – Magnus volteó rápidamente al escuchar su nombre, sin esperar a quien vio.

– ¿Rafael? – la sorpresa en su voz era genuina, porque conocía a Rafael de algunas fiestas bastante alocadas. Magnus estaba seguro de que también pertenecía a una banda de motociclistas.

– No puedo creer que estés aquí. Siento que estoy soñando, – dijo Rafael sacudiendo la cabeza.

– ¿Soy protagonista regular en tus sueños? – dijo Magnus riendo. – Ya me han dicho que soy el principal en los sueños gay de Ragnor, – le lanzó un guiñó, sintiendo como volvía a su personalidad imbécil de la secundaria.

– Todo el mundo está en los sueños gay de Ragnor, – dijo Rafael bufando. – ¿Qué estás haciendo aquí? – dijo mientras le ofrecía un chicle a Magnus. Magnus lo tomó y se volteó a ofrecerle a Lily y a Alec, quienes aceptaron.

– Mi mamá me mando, supongo que me estaba pasando con las fiestas, – Rafael rió. – ¿Qué haces tu aquí? –

– Familiares, – dijo Rafael tristemente. – Solía vivir aquí antes de irme a la ciudad y a veces venimos en los veranos. Mi mamá piensa que es bueno para mis hermanos. Yo lo odio. Lo único bueno es que veo a Lily y a otros. Hola Alec. –

Alec le saludó, pareciendo un poco distante. Magnus sabía que aunque Rafael pretendía ser el chico malo, realmente era una persona bastante inteligente. Tenía quince cuando saltó de año y terminó en el lugar equivocado. Magnus y Ragnor le ayudaron cuando una vez le atacaron y desde entonces se unió a una banda para aprender a defenderse a él y a sus hermanos.

– Encuentro este lugar bastante encantador, – dijo Magnus. – No te sabes los nombres de todo el vecindario en casa. – Rafael negó.

– ¿No lo extrañas a veces? – dijo Lily hablándole a Rafael. Aprovechó para tomar fotos, y notó que Alec se había escabullido, y estaba a unos metros viendo unas cosas. Cuando Alec notó que le miraba le preguntó.

– ¿Ya quieres irte? – preguntó en voz baja. El aliento de Alec olía a la goma de mascar y Magnus imaginó como sería el sabor de menta en los labios de Alec.

Asintió no confiando del todo en su voz. Se despidió de ambos, mientras hablaban de lo mucho que extrañaban Nueva York y prometiendo ir a una fiesta de la que Rafael hablaba emocionado. Alec solo se despidió con un ondeo de mano sin decir nada. Claramente haber visto a Rafael le molestó en algo.

– Lily parece amable, y no esperaba ver a Rafael aquí, – dijo Magnus tratando de sonar casual. – ¿Hay algo que te moleste? – decidiendo ser claro, preguntó. Alec parecía sorprendido por su franqueza, pero solo se encogió de hombros. Magnus suspiro, – Okey, obviamente hay algo mal. Lo iba a ignorar pero me está volviendo loco. –

– Es solo, – dijo Alec suspirando también. – Eres diferente con él, – dijo lentamente, pateando una piedra delante de él. – Dijiste que yo me volvía más de campo con la gente del pueblo, bueno tu eres algo engreído con Rafael. –

– Lo se. – Alec le miró sorprendido.

– ¿Lo sabes? ¿Entonces solo pretendes ser amable conmigo? ¿Realmente eres un imbécil? – hubo un poco de dolor en su voz.

– No pretendo contigo, – dijo Magnus sintiéndose vulnerable cuando Alec le miraba así. – Pretendo con él. Espera cierto comportamiento de mi y yo no se actuar de otra forma. Me gusta más estar contigo, no tengo que pretender. –

– El tampoco es así normalmente, – dijo Alec volviendo a patear la piedra. Magnus le siguió por la calle, sin saber bien a donde iban.

– Todo el mundo pretende Alexander. – dijo con un suspiro. – Para algunos, a veces sientes como que debes ser alguien más. Y todo lo que la gente quiere es encontrar esa persona con la que no tengas que pretender, – Magnus metió sus manos en sus bolsillos, mientras llegaban a una tienda. – Madame Dorothea, vidente y adivina. ¿Estás bromeado verdad? –

– Nope, – dijo Alec con una sonrisa. – ¿Ansioso por saber tu fortuna? – Magnus tomó una foto y entró.

El lugar era oscuro, con cortinas en las ventanas, bloqueando la luz. Las estanterías estaban llenas de botellas con cosas raras. No era muy grande. Alec no parecía sorprendido por las cosas en los jarrones y le hablo a la señora detrás del mostrado.

–¡Hola Madame Dorothea! – Magnus le siguió, tomando fotos. La mujer se veía bastante lunática. Usaba un turbante de colores neones y collares y pulseras enormes como las de las películas. Les miró a ambos antes de hablar.

– Soy Madame Dorothea, bienvenidos a mi tienda. Mucho gusto Magnus Bane. –

– ¿Cómo sabe mi nombre? – preguntó Magnus un poco desconcertado.

– El letrero en la tienda dice adivina por algo, cariño, – la expresión de Magnus debió decirle algo porque comenzó a reír. – No te preocupes. No te voy a dar ninguna advertencia de muerte o algo así. –

– Pero ¿puede decirme mi fortuna? –

– Claro, – dijo Madame Dorothea. – Sígueme. Alexander, no te molesta esperar ¿cierto? –

– No se preocupen, – Magnus le dio una sonrisa y la siguió. – De hecho, necesito comprar algo para Isabelle, volveré en unos minutos. –

La parte de atrás consistía en una larga mesa de café un armario morado y una puerta, lo que ella le dijo que te llevaba al otro mundo- y Magnus estaba seguro que era el baño. Se sentaron, y Madame Dorothea tomó las cartas, poniéndolas en la mesa. Comenzó a levantar algunas cartas y decir cosas.

– Tu, querido, vas a ser extremadamente feliz. Tienes también la carta del amor, así que encontraras a tu alma gemela, – Madame Dorothea frunció el entrecejo. – Pero también perderás a alguien muy querido, y será una dolorosa despedida. – siguió diciendo otras cosas superficiales, y luego paso a su bola de cristal.

– Bueno, comencemos con tu pasado, – dijo tomando sus manos y cerrando los ojos. – Naciste siendo amado, aunque a veces por una madre sobre emocional y un padre distante. Te veo decirle a una chica rubia que ustedes no están hechos para estar juntos, y ambos reír. Veo también a un chico, está herido gravemente, tirado en el piso con un cuchillo al lado. – Magnus palideció, no forma que supiera sobre sus padres, Camille o el ataque de Rafael. – Ahora veo a una mujer, ella te dice algo y a ti te enfada. Estas haciendo las maletas porque te vas a Texas. Ahora estás sentado comiendo con unos chicos. Veo que están tristes de que te vas pero prefieren reír, para que tu no te desanimes. – ella pausa. – Ahora veo a Alec también, a ambos hablando. – Madame Dorothea quita las manos de la bola de cristal, viendo a Magnus a los ojos. – ¿Estás listo para ver tu futuro? –

– Uh, – dijo Magnus, sin estar totalmente seguro, ya que hasta donde el creía, esas cosas eran falsas, pero ¿cómo sabía tanto? – Claro. – arriesgándose. Ella cerró los ojos y Magnus estaba expectante.

– Trabajaras en diseños como siempre soñaste. Te casarás con el hombre que amas, aunque puedo verle no te diré quien es. Hay algunas cosas que deben mantenerse en secreto. Pero le dirás adiós a alguien que amas mucho. Sentirás como que vuelas y caes al mismo tiempo. Trabajaras con un buen amigo, ayudándole a la carrera que siempre quiso. –

– Increíble, – dijo cuando estuvo con Alec. – No tengo idea de cómo lo hace. No tiene sentido. –

– Lo se, – dijo Alec riendo. – Juega con tu mente. Es bastante loco, pero de alguna forma sabe lo que hace, – se encogió de hombros. – Es como magia. No dejes que te afecte demasiado. Son solo suposiciones. –

– Bastante especificas suposiciones, – dijo Magnus mascullando. – Pero no lo haré. No quiero ser como Macbeth, y dejar que unas predicciones me definan. –

– ¿Thane de Cawdor? ¿Great Birnam Wood hasta Dunsinane Hill se tornen en contra de él? – dijo Alec.

– ¿Un lindo chico que además conoce Shakespiere? Eres un sueño, – dijo Magnus riendo. Alec rió pero se sonrojó, tomando el cumplido como Magnus esperó. – ¿A dónde vamos ahora? –

– Bueno, – dijo Alec. – solo nos queda un poco de tiempo, así que pensé que podríamos solo pasear por el parque, – Magnus asintió siguiéndole. Pasaron por una escuela. – Este es el jardín de niños hasta el doceavo año, – explicó Alec. – Pero no son demasiados por año. Algunos chicos vienen desde bastante lejos porque es la escuela más cercana. Tenemos suerte en eso. –

– Mi escuela no es enorme, – dijo Magnus, – Pero nada más tiene cuatro años y es del mismo tamaño que esta, – Alec dejó salir un silbido. – No conozco a todos de mi año, pero suelo salir con chicos populares y un montón de gente que ni conozco ni me conocen. –

– Nunca terminaste de decirme de tus amigos, – dijo Alec mientras caminaban.

Se sentaron en unos columpios y Magnus comenzó a contarle sobre ellos, los lugares, las fiestas y el alcohol. Aun así, Alec le escuchaba atentamente, riendo y asombrándose en las partes correctas.

– Luego, – dijo Magnus riendo, – Ella cayó a la alberca. –

– Podre, – dijo Alec con la boca abierta y los ojos brillando. – Eso no pudo haberle pasado. –

Magnus rió. – Si, así fue. – dijo tomando las cadenas y columpiándose un poco. – Cosas realmente locas pasan en esas fiestas. Y aun así, estos días aquí han sido toda una experiencia. –

– Escucharte hablar con Rafael sobre las fiestas y sabiendo que querías algo con la palabra Texas, te compré algo. – Magnus alzó una ceja, y Alec sacó una bolsa. – Realmente no le iba a comprar nada a Isabelle, solo quería que fuera un sorpresa. –

– No tenías que hacerlo. –dijo Magnus. Alec se encogió de hombros.

– Quería hacerlo. – abrió la bolsa cuidadosamente, y Magnus sacó el regalo. Era un vaso de shots, con la palabra Texas y una foto. Magnus sonrió, sabiendo que probablemente terminaría atesorando el vaso más de lo que Alec podía imaginar. – ¿Te gusta? –

La voz nerviosa de Alec lo sacó de sus pensamientos. – Me encanta, de verdad. – dijo mirando el vaso.

– Solo quería que tuvieras algo para que me recordaras, –dijo Alec riendo nerviosamente. – Cuando estés de fiesta, puedas usarlo y recordarnos aquí, en medio de la nada. – Magnus negó.

– No creo ser capaz de olvidarme de ti Alec, – dijo honestamente, queriendo decir más cosas, pero con miedo de asustar a Alec. Magnus le miró a los ojos.

Hubo un momento de silencio, ambos sentados en los columpios. Los ojos de Alec bajaron a sus labios, sin ser consciente de ello. Magnus no estaba seguro de cómo pasó, pero ambos comenzaron a inclinarse, hasta sentir la calidez de la piel de Alec y el olor a menta. Antes de que sus labios pudieran tocarse, Alec brincó del columpió, y Magnus se levantó también, un poco alarmado.

– Alec ¿estás bien? – preguntó Magnus tratando de no sonar herido, y recordando que Alec no estaba cómodo con su sexualidad. Es solo que Alec le era irresistible.

– No, – dijo Alec, con tosca y Magnus intentó tocar su hombro. – Por favor, no. – la mano de Magnus cayó, y Alec solo dijo. – Deberíamos irnos a casa. –

Alec comenzó a caminar a la camioneta, sin voltear, dejando a Magnus parado en medio del parque con el regalo en las manos. Comenzando a caminar, Magnus no pudo evitar preguntarse como es que había terminado enamorándose de un chico que quizá nunca le amaría de vuelta.



Puuff... Asustó a Alec 😅 😅

Espero que les esté gustando la historia y nos vemos luego

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