34. Irremplazable


Should be laughing, but there's something wrong
And it hits you when the lights go on
Shit, maybe I miss you...



Cuatro meses después:

Si esto fuera Love Actually, Alec estaría ahí ahora mismo. Bueno, aun era 23 de diciembre, Alec aun tenía tiempo. Aunque ya no estuvieran juntos, el tiempo no había ayudado a disminuir sus sentimientos por Alec.

Su vida había dejado de ser una comedia romántica en el momento en que volvió a Nueva York. Era como despertarse de un sueño y volver a la realidad. La vida de Magnus casi había vuelto a la normalidad, aunque sus padres ya no eran tan distantes. Pero si seguía yendo a fiestas en los fines de semana y a desayunar en The Diner con sus amigos. La escuela volvía a ser la misma monotonía.

Si no fuera porque hablaba con Alec todos los días, hasta podría pensar que todo había sido un sueño. Se mandaban mensajes, se llamaban y casi todas las noches hacían videollamadas. Alec era como una adicción y Magnus no podía parar. Aunque ser amigos era más difícil de lo que pensó, era difícil no poder abrazarlo y besarlo.

Todas las mañanas, Magnus amanecía buscando el calor del cuerpo de Alec. Si, después de cuatro meses, aun no se acostumbraba a despertar sin él.

Esa mañana Magnus se despertó por su teléfono sonando. Tenía un montón de mensajes pero ninguno tan importante como el que le había despertado.

Están locos, Magnus. No lo creerías.

Magnus prácticamente podía leer el mensaje con la voz exasperada de Alec. El mensaje veía con una foto de los Lightwood juntos en la mesa de la cocina, que en vez de tener el desayuno, estaba llena de galletas de navidad como la de Shrek. Alec insistía en que su familia eran unos fanáticos de la navidad, pero Magnus le decía que era algo adorable, y que solo exageraba.

Desde ese día, Alec le mandaba un montón de fotos, intentándole probar lo loca que su familia se ponía con las cosas navideñas. Y era imposible no sonreír cada vez que esto ocurría, siempre contestándole algo gracioso.

Después de contestar, y viendo que no sería capaz de volver a dormir, Magnus se levantó para ir a buscar un chocolate caliente, dado que afuera estaba cubierto de nieve.

– Buenos días Magnus, – dijo su padre, encontrándolo en el pasillo.

– Hola, – contestó. Su padre le sonrió paternalmente, de esa forma que hacía desde que había regresado y su relación había mejorado.

– Pensé que verías a Camille más tarde, – su papá le miró extrañado porque se levantara tan temprano. Magnus había quedado en ir de compras navideñas de último momento con Camille a una hora decente, pero Alec parecía querer seguir despertándolo temprano aun cuando ya no vivían juntos.

– Así es, – dijo Magnus, siguiendo a su padre escaleras abajo. – Pero el celular me despertó y ya no pude volver a dormir. –

– ¿Quieres chocolate? –

Magnus asintió y saludó a su madre que estaba en la cocina. Desayunaron juntos y luego sus padres se fueron a hacer sus obligaciones, dado que las vacaciones de navidad eran algo inexistente en el mundo de los adultos (algo que Magnus consideraba un crimen).

Prendió la televisión y estuvo un buen rato viendo una tonta caricatura para niños, pretendiendo que no la disfrutaba. Alec era el único que sabía de su horrible gusto por las caricaturas tontas. Después de un rato subió a su habitación para arreglarse. Se estaba terminando de maquillar cuando su puerta se abrió.

– No puedo creer que no estés listo, – ella le molestó. – Me dijiste que te habías levantado temprano. –

– Lo hice, – Magnus insistió. – No se como me las arreglé para perder el tiempo. –

Camille rodó los ojos. – No se te olvide que hoy en la noche hay una fiesta. Así que elige otro outfit para que nada más lleguemos a cambiarnos y nos vayamos. –

– ¿Huh? –

– Se te olvidó ¿cierto? – Camille sonrió con burla. – Va a haber una fiesta de navidad esta noche. Todo el mundo va a ir así que obviamente nosotros también. –

Aunque las fiestas fue el motivo por el que fue a Texas, estas no terminaron. Si disminuyeron y trataba de controlarse un poco más, para ya no preocupar a su madre. Pero eso no significaba que lo hubiera dejado.

*

Magnus sabía que era la peor idea del mundo hacer las compras un día antes de navidad. El lugar estaba atestado de gente. Finalmente Camille concordó en que necesitaban un descanso y fueron a una pequeña cafetería que les encantaba, una donde en su mesa, todos habían escrito sus iniciales cuando iban en la secundaria.

– Siento que no habíamos venido en años, – dijo Camille, dejando las bolsas en una silla y sentándose.

– No lo habíamos hecho, – Magnus asintió. – Dejar la casa en estos momentos es arriesgarse a morir congelado. –

– ¿Cómo puede ser que aun no te acostumbres al frío de Nueva York? Eres de aquí. –

Magnus solo hizo caras y se levantó para pedir. Siempre pedían lo mismo, la misma rutina, pero definitivamente el chico no era el mismo.

– Hola, – dijo Magnus, – ¿Eres nuevo? –

– Si, ¿cómo sabes? –

– Vengo un montón, – admitió Magnus, sabiendo que el chico si era lindo, pero también sabiendo que no era Alec. – Dame un capuchino latte y un macchiato de caramelo sin espuma. También un pastel de chocolate. –

El chico-lindo-pero-no-tan-lindo-como-Alec, asintió, anotando la orden a un lado de los vasos.

– Soy Magnus por cierto. –

– Alex, – le contestó el chico sonriendo. Bueno, realmente el mundo le odiaba.

– Oh, ¿de Alexander? –

– ¿Si, por? –

– Ese es el nombre de mi...– Magnus pausó. Alec no se sentía como su ex, pero tampoco era su novio, pero definitivamente era algo más. Algo que no se iba a ponerle a explicar a un extraño.

– ¿Esto me hace ganar puntos o perderlos? – dijo el chico, sintiendo la tensión de Magnus.

El tono definitivamente era coqueto, y Magnus supo que debía haber sentido algo, pero lo único que sintió fue un dolor en su corazón. – No lo he decidido, – contestó con honestidad.

– Bueno, – Alex le pasó su orden. – Si alguna vez te decides, llámame. –

Miró la servilleta donde Alex había escrito su nombre. Magnus le sonrió y se retiró, necesitaba aire.

– Me dio su número, – le masculló a Camille, sentándose, aun algo desorientado.

– Algún día tendrás que seguir adelante, Magnus, – Camille le dijo con suavidad, soplándole a su café caliente, viendo como Magnus apretaba en sus manos la servilleta.

Camille sabía que aceptar una cita sería como el paso definitivo a aceptar que Alec y él nunca se iban a reunir mágicamente como en las películas. Pero también sentía que sería como volver a la rutina de salir con chicos que solo querían una cosa de él. Y Magnus quería que las cosas cambiaran, no sabía que hacer, si tirar el papel o guardar el número en su teléfono.

Así que al final lo guardó en su bolsillo.

*

La fiesta estaba en su máximo esplendor cuando llegaron. La gente bailaba, reía y tomaba a su alrededor. Había varias caras conocidas y varias nuevas, pero no lograba enfocarlas todas.

– ¿Crees que es algo malo, – Camille le preguntó, ya después de haber tomado varios vasos de alcohol. – que sea en momentos como este en el que me sienta realmente viva? –

Magnus sabía a lo que se refería, con la música y el alcohol corriendo por sus venas. Pero después de haber vivido esa experiencia en Texas, Magnus sabía lo que era estar realmente vivo.

– Probablemente, – le contestó Will, pero Camille parecía ya haberse olvidado de la pregunta. Ella estaba usando un vestido negro que dejaba poco a la imaginación y llamaba la atención de todos los chicos a su alrededor.

– Vamos por más bebidas, – Magnus jaló a Camille. Sabía que ella no quería su protección, pero siempre le dejaba saber a los chicos que ella no estaba sola. Odiaba cuando los chicos confundían su vestimenta con consentimiento.

La mesa de bebidas era un desastre, y Magnus no estaba seguro de que fueran de calidad, pero a sus amigos no parecía importarles. El tiempo pasó, tomando vodka y otras bebidas, bailando con sus amigos.

– Realmente necesito orinar, – le susurró a Camille, con quien estaba bailando en ese momento. Ella asintió y le dejó ir.

Al llegar al baño se dio cuenta que su maquillaje necesitaba un retoque. Sacó de su bolsillo su celular y luego una toallita. Magnus estaba lavándose las manos cuando su teléfono sonó. Era un mensaje de Alec.

¿Es normal que aun te extrañe tanto?

Las piernas de Magnus temblaron y casi cae al suelo. La combinación de alcohol y el mensaje le hizo derrumbarse. Magnus llevaba meses extrañando y anhelando al mismo chico. Se dejó caer en el piso con la botella de vodka y el celular abierto en el mensaje.

Estaba al borde de las lágrimas. Magnus no quería volver a la fiesta, solo quería ahogarse en su dolor y volver a casa. Quería quedarse despierto toda la noche hablando sobre sus galletas navideñas, y no con gente de la cual mañana olvidaría sus nombres.

– ¿Magnus? – la puerta del baño se abrió un poco y Camille se asomó. Magnus no estaba seguro de cómo debía lucir sentado en el baño con una botella de vodka en una mano y la otra limpiando sus lágrimas. Ella también estaba algo tomada, pero eso no evito que se hincara a su lado y le consolara. – Oh, Mags. –

Magnus solo le enseñó el mensaje de texto, llorando al hombro de Camille.

– Ya debería haberle superado, – Magnus sacudió su cabeza. – Han pasado meses, hemos sido amigos por meses. Pero cada vez que veo su rostro no puedo evitar extrañarlo, querer estar con él. Y luego me envía un mensaje así y hace que todo mi mundo se derrumbe. –

– Le amas, Magnus, – ella le dijo, susurrándole.

– Se que lo hago, – dijo Magnus sin dudarlo. – Y por eso duele tanto. Oh dios, – Magnus gruñó. – ¿Estoy borracho y triste cierto? Esto es lo que la gente de la televisión siempre hace cuando están tristes, ahogar sus penas en alcohol. –

A pesar de ello, Magnus le dio otro trago a la botella.

– Le extraño tanto, – Magnus susurró. – Hablo con el todo el tiempo. Pero le extraño. La forma en que se ríe, la forma en que me miraba con tanto amor. Le extraño. –

– Tu vida es como una telenovela ahora mismo, – dijo Camille, tomando la botella, pero en vez de darle un trago, la puso fuera del alcance de ambos. – Si de algo sirve, esta es una de esa clase de telenovela que mi mamá ama ver. –

Magnus soltó una carcajada, pero luego volvió a ponerse triste. – Antes no podía entender como es que mamá había podido renunciar a todo por amor: su hogar, su familia, sus amigos. ¿Cómo alguien podía hacer eso? Pero luego conocí a Alec. –

– ¿Crees que el es tu felices por siempre? –

– No seas ridícula, – Magnus resopló. – La gente como yo no obtiene su felices por siempre. No lo merezco. –

– ¿Qué? – Camille dijo algo enojada. – ¿Por qué diablos piensas eso? –

– Dios, Alec es algo que no merezco, – Magnus suspiró. – La forma en que me miraba, la forma en que tomaba mi mano, como si yo fuera algo delicado y valioso. Siempre me decía que era hermoso, me decía cosas que me hacían feliz y amado, todo lo que siempre quise que un chico me dijera. Pero yo soy todo lo contrario, soy música, fiestas y alcohol. No merezco un chico que sonríe como el cielo y es tan lindo y perfecto. La clase de chico que piensa que cada pieza rota de mi, vale la pena.–

– Yo creo que cada pieza de ti vale la pena, Magnus, – Camille le sonrió. – No me sorprende que el también lo piense. Tampoco me sorprende que te ame. Lo vales y lo mereces. –

– Pero el punto es, – Magnus soltó. – Que ya lo perdí. Me fui. Me alejé de la única persona que probablemente voy a amar. – de nuevo sintió que quería llorar. – ¿Qué hay sobre Apple? ¿Y Adam Levine Junior? – sabía que estaba hablando sin sentido, pero todo era producto de su tristeza y el alcohol.

– ¿Quién? –

Magnus comenzó a llorar tan fuerte que supo que todo su delineador se debía haber corrido. Mientras buscaba la hoja donde habían escrito los nombres de sus futuros hijos, la servilleta de Alex cayó. La servilleta del Alexander que Magnus no quería.

– Oh dios, – dijo Camille, viéndola. – ¿Le vas a llamar? – La cara de Magnus tuvo que haberle dicho todo, porque Camille se cayó. Finalmente Magnus encontró la hoja con los nombres de sus hijos hipotéticos.

– Son los nombres que les pusimos a nuestros hijos imaginarios. –

Camille le miró como si se hubiera vuelto loco, pero tomó la lista. – A ver, déjame verla. –

FAMILIA (HIPOTÉTICA) DE MAGNUS Y ALEC
1. Alec Junior
1. Austin
2. Magnus Junior

2. Apple

2. Peach Cobbler

2. Durazno
3. Isabelle Junior
4. Adam Levine Junior

5. Ragnor Junior
5. Will Junior

5. Kevin (?)
6. Camille Junior

7. Jace Junior
7. Jem Junior
7. James Junior

– ¿Por qué algunos se repiten? –

– No podíamos decidirnos, así que les escribimos varios, – Magnus se encogió de hombros.

– Me agrada el número seis. –

– Lo supuse. –

– ¿Y Alec estuvo de acuerdo en esto? –

– Alec hubiera aceptado lo que fuera por mi, así de perfecto era, – Magnus no podía evitar amar a ese chico, sabía que nunca encontraría a nadie como él y de ahora en adelante compararía al resto de los chicos con él, sabiendo que sería imposible remplazarlo.

– Magnus...–

Antes de que pudieran decir algo más, una chica borracha entró al baño, buscando algo. Después los lo vio sentados en el piso y antes de que pudiera decirles algo, corrió al escusado a vomitar. Camille la vio con cara de asco, pero le sostuvo el cabello con una dona que siempre cargaba para ese propósito. La chica buscó papel, pero se dio cuenta que el rollo estaba vacío.

– ¿Alguno de ustedes tiene algo con que limpiarme? – preguntó la chica.

Magnus miró por un segundo la servilleta con el número telefónico, y sin pensarlo, se la entregó a la chica. Nunca nadie remplazaría a Alec.




Otro capítulo triste antes del capítulo final, que lo subiré el viernes junto con la nueva historia.

Por cierto, para los que se preguntaban, no recuerdo si lo puse al inicio, pero esta historia es completamente POV Magnus, por lo no se contará nada desde la perspectiva de Alec. Aunque obviamente también está sufriendo 💔

También, aunque ya les contesté a muchos, tristemente esta historia no tiene epílogo ni continuación. Por lo que sé muchos lectores se lo pidieron, pero el autor/a dio un total y rotundo no. Y ps ni que hacerle 😔

Gracias por leer y espero que hayan disfrutado!

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