26. Peleas familiares

You made a rebel of a careless man's careful daughter (son), you are the best thing, that's ever been MINE... 



Magnus despertó acurrucado en el pecho de Alec, preguntándose si era posible que la vida fuera tan perfecta. Quiso solo volver a dormir y pretender que ese momento era para siempre. Pero sabía que debía despertar. Magnus había dicho muchos "te amo" a lo largo de su vida, pero esta vez era diferente. Le hacía sonreír y temblar al mismo tiempo. Se sentía como algo natural.

– Te amo, – dijo Alec, despertando. – Jesús, se siente tan bien decirlo. –

Magnus no pudo aguantarse y le besó, saboreando el hecho de que ese perfecto chico era suyo. Alec rió pero respondió el beso con entusiasmo, mordiendo el labio Magnus, derritiéndolo. Aun no podía creer que el dulce, maravilloso y besador fenomenal, Alexander Lightwood, le amara.

– Tenemos que levantarnos, – dijo Magnus, al separarse.

– Por primera vez, pienso que deberíamos dormir por siempre, – Alec, suspiró.

– Tu mamá va a matarnos, – dijo Magnus, acomodando su cabeza en el hueco del cuello de Alec. – Por lo que estoy contigo, deberíamos dormir por siempre. –

– Tenemos que enfrentarles en algún momento, – dijo Alec, usando su "voz madura" y dándole un beso en la frente.

– Creo que nunca estaré listo para enfrentarles, – dijo Magnus. Había enfrentado a sus padres tantas veces por llegar tarde o escaparse de casa, pero esto era diferente. Tenía miedo de decirles lo sucedido ayer, incluyendo la decepción que se llevó.

– Vamos, – dijo Alec, finalmente separándose. – Nos vestiremos y bajaremos juntos. –

– Okey. –

– Si no quieres, no tenemos que decirles a donde fuimos ayer, – dijo Alec, viendo con preocupación a Magnus. – Podemos inventar algo. –

– Gracias, – dijo Magnus, y antes de que Alec saliera de su habitación, le jaló para darle un beso. – Te amo. –

La sonrisa que Alec le dio era algo tan hermoso que quiso atesorarla por siempre. – Yo te amo más. –

*

– Entonces, ¿cuál es el plan de hoy? – preguntó Magnus, estirándose sobre la cama de Alec mientras el amanecer entraba por la ventana. Después de vestirse, había ido a alcanzar a Alec en su cuarto.

– No lo se, – dijo Alec, sentándose a su lado. – Me acabo de despertar y ya quiero volver a dormir. –

– Suena como una buena idea, – dijo Magnus, enterrando su cara en la almohada, – Vivamos aquí y nunca nos movamos. –

– ¿Y qué Isabelle nos traiga comida? – Alec dijo, riendo

– Tendríamos que llevar una dieta a base de pan y agua, como en los hospitales, – dijo Magnus, haciendo reír de nuevo a Alec.

– Okey, ya no me agrada la idea, – dijo Alec riendo. Después de un rato, se puso serio. – No puedo creer que todo esto es real, – dijo, volteando a ver a los ojos a Magnus, mirándole de nuevo con seriedad, acariciando su cuello. – Estoy tan feliz contigo pero una parte mía siente que voy a despertar y nada de esto va a ser real. –

Magnus no dijo nada, porque lo entendía. Esta clase de cosas no pasaba. Pero Magnus acababa de enfrentar la triste realidad de que en la vida no se podía tener todo. Siempre se debe pagar un precio y aunque no había podido tener a su padre biológico, estaba más que feliz de tener a Alec, porque si hubiera tenido que elegir, hubiera elegido a Alec.

– Wow, – dijo Isabelle, asomándose por la puerta. – Primero desaparecen por todo el día, por lo que probablemente serán asesinados, y luego duermen todo el día. –

– Son las diez de la mañana, – dijo Magnus lentamente, sin poder creerlo. – ¿Qué está mal con la gente de campo? –

– ¡Nosotros nos levantamos con el sol y los animales! – gritó Isabelle, volviendo a cerrar la puerta, mientras continuaba gritando algo sobre levantarse cuando dios decía que era hora de levantarse.

– Se está volviendo loca, – dijo Alec, estirándose y comenzando a levantarse. – Es hora de enfrentar a mi padres, –

Cuando Magnus finalmente se levantó, ambos bajaron juntos, en silencio. Maryse estaba tomando café y Robert estaba a su lado. Jace, Isabelle y Max solo miraban de sus padres a Magnus y Alec, y de vuelta. El aire se sentía tenso, cuando de repente Isabelle tomó de la mano a sus hermanos y se los llevó, dejándolos solos con los papás de Alec.

– ¿Dónde diablos estaban? – preguntó Maryse con voz fría, una vez que los hermanos de Alec hubieran desaparecido de la vista, directa al punto. Alec no dijo nada y Maryse volvió a preguntar. Magnus la comprendía, su hijo había desaparecido todo el día sin decir nada y avisar.

– Es mi culpa, – admitió, sintiendo que al menos le debía a Maryse un poco de la verdad. – Yo...– pero las palabras no parecían querer salir.

– Es una larga historia, – dijo Alec, suavemente, ayudando a Magnus. – Y creo que es decisión de Magnus si quiere contarla o no. –

– Yo...– Magnus dijo, intentando explicarse, pero no pudo. – No se como... yo... –

– Okey, – dijo Maryse, deteniendo a Magnus. – Solo no lo hagan de nuevo. Estaba asustada. Isabelle dijo que solo los vio subirse a la camioneta, jurándome que ambos se veían bien, – de repente Maryse se veía como una madre preocupada, y no enojada.

– Lo siento, mamá. –

– Recuerdo cuando solías contarme todo, – Maryse negó, sonando triste – No tengo idea de que pasó. –

Alec volvió a abrir la boca, pero Maryse negó, abandonando la habitación. Se notaba que Alec quería ir tras ella, pero algo lo retenía. Magnus supuso que era el hecho de no poder darle una explicación.

– Sabes lo que voy a decir, – Robert suspiró.

– ¿Qué soy un tonto? – Robert asintió y Alec continuó. – ¿Qué no lo haga de nuevo o que tan siquiera avise? –

– Bingo, – dijo Robert, antes de abandonar también la habitación.

– No fue tan malo como pensé que sería, – dijo Alec, suspirando y de repente volteando a ver a Magnus. – Te ves bastante bien. Ayer era el fin de tu mundo pero hoy parece que no te importa. –

– Porque no me importa, – dijo Magnus, firmemente. – Voy a dejar esto en el pasado y olvidarlo. Fue un error, que no volveré a cometer.

– Magnus...–

– Se que no lo entiendes, – dijo Magnus, sin ver a Alec. – Tu tienes estos maravillosos padres que te aman. Pero mi relación con mis padres nunca ha sido así, siempre a sido un desastre. Por lo que al averiguar la existencia de Asmodeus, quise tener un poco de lo que tu tenías. Pero todo resulto un desastre de nuevo. Y ahora me doy cuenta que de cierta forma tuve que haberlo visto venir, – su tono al final sonaba molesto

– Magnus, – Alec se acercó a tomarle la mano, pero Magnus se retiró. – Te amo. No me gusta verte mosto. –

Pero Magnus estaba molesto, demasiado. No quería tomársela contra Alec, pero sentía que necesitaba espacio, hacerse bolita y ahogarse en su propia lastima.

– Por favor, no me alejes, – dijo Alec, de nuevo intentando tomar su mano. Esta vez Magnus lo permitió. – Se que estás lastimado, pero no tienes que pasar por esto solo. –

– Es solo que siento que estoy envenenado tu vida, – Magnus admitió, triste. – Eras feliz antes de que yo llegara. Eras cercano a tus padres y ahora he hecho que se peleen. –

– Tu eres lo bueno en mi vida, – dijo Alec firmemente, acariciando las manos de Magnus y poniéndolas en su pecho. – Y te lo repetiré por siempre hasta que te lo creas, – le prometió.

Magnus no dijo nada más, solo jaló a Alec y le dio un beso, permitiéndose ser egoísta y disfrutar el tener a ese hermoso chico en su vida.

– Ew. ¿Les importa? – Isabelle estaba recargada en la puerta. – Las DPA necesitan parar. Aquí comemos, – dijo Isabelle, pasando entre ellos. – Veo que mamá no les asesino. –

– No, – dijo Alec. – aun no lo puedo creer. Estaba enojada y ... triste. Supongo que se está dando cuenta que ya no soy un niño.–

– Ya era hora, – dijo Isabelle, divertida. De repente volteó a ver a Magnus, quien parecía estar en su propio mundo. – ¿Estás bien? –

Magnus salió de sus pensamientos y asintió. – Si, solo un poco confundido, supongo. –

– Suena como que necesitas un poco de alcohol, – Isabelle sonrió. – Hoy en la noche va a haber una fiesta en la casa de Aline. ¿irán, verdad? Necesito que me lleves, Alec. –

– Suena bien, – dijo Magnus sonando inseguro. Quizá una fiesta era lo que necesitaba, algo familiar a su vida.

– Bien, – dijo Isabelle, sirviéndose jugo en un vaso. – Estén listos a las nueve. –

Los chicos asintieron e Isabelle se fue, gritando el nombre de Jace.

– ¿Qué quieres hacer? – preguntó Alec, acercándose a Magnus.

– ¿Wii? –

*

– ¡Eso es trampa! – Magnus exclamó, apretando el control. – Hiciste eso a propósito. –

– ¡No puedes negar que soy el maestro! – dijo Alec, riendo y bailando por la habitación, celebrando su victoria. Mientras Magnus le perseguía por el salón gritándole tramposo y Alec gritando que el era el mejor.

– ¿Qué diablos hacen? – Jace gritó, asomando su cabeza por la puerta. Magnus se preguntaba si esta gente nunca tocaba la puerta antes de entrar.

Jace abrió completamente la puerta tan rápido, que Alec, quien estaba brincando junto a la puerta, tuvo que lanzarse hacía atrás para que no le golpeara con ella. Pero terminó tropezando con el sillón y cayendo al piso, mientras continuaba riendo

– ¿Tennis en Wii? – dijo Magnus, riendo, mientras se acercaba a Alec para asegurarse de que estuviera bien.

– Ustedes dos necesitan ayuda profesional, – dijo Jace, viéndoles raro y cerrando la puerta al irse.

– Tiene razón, – dijo Alec, sin molestarse en levantarse. – Realmente necesitamos ayuda. La última partida fue un asco. Ambos jugamos horrible. – No duraron ni un minuto, antes de comenzar de nuevo a reírse a carcajadas. A Magnus ya le dolían las costillas de tanto reír.

– Dios, te amo tanto, – dijo Magnus, incándose al lado de Alec, e inclinándose para darle un beso.

Alec le jaló, de forma que Magnus quedara sobre sus caderas, olvidando por completo el juego. Magnus jadeó, continuando el beso, sintiendo como las manos de Alec se colaban debajo de su camisa y hacían círculos en su espalda. Haciendo que Alec se sentara, Magnus le quitó la playera, acariciando sus abdominales y agradeciendo a dios por crear a un ser tan perfecto. Magnus cortó el beso, solo para comenzar a besar el cuello de Alec, justo en el punto debajo de la mandíbula que hacía gemir a su novio.

– ¿Por qué tu aun tienes tu playera? – dijo Alec, sin aliento y haciendo un puchero. Magnus murió de ternura pero se quitó su playera, acomodándose en regazo de su novio, capturando sus labios de nuevo.

Sin la playera de por medio, Alec no tardo en devorar a su novio. La boca de Alec chupaba la clavícula de Magnus mientras sus manos acariciaban su abdomen.

–Jesús, – Magnus sintió su cuerpo arder. – ¿Dónde habías estado toda mi vida? –

Alec chasqueó la lengua y volvió a besar sus labios. Magnus sentía que podía vivir besando a Alec por siempre.

– ¡Jesucristo redentor! – Jace gritó, desde la puerta. – ¡Mis ojos! –

Al contrario de lo que hubiera pasado antes, Alec no se movió ni quitó a Magnus de encima. Solo suspiró y miró mal a Jace. – Trato de pasar el rato con mi novio. Vete. –

– ¡Tienen que detenerse! – Jace chilló, todo dramático moviendo sus brazos como helicóptero. – ¡No puedo vivir en esta casa sabiendo que fuiste desflorado en el piso! –

Alec se sonrojó y Magnus comenzó a reír. Y para molestar a Jace, Magnus comenzó a acariciar el pecho de Alec sin vergüenza alguna, gimiendo fuertemente. Jaló a Alec para un beso, de forma que Jace pudiera ver como sus lenguas colisionaban. Y como cereza del pastel llamado "molestar a Jace", Magnus jaló el cabello de Alec, haciendo gemir a su novio quien parecía haberse olvidado de la existencia de Jace. Podrían llamarlo exhibicionista, pero era bastante divertido y delicioso liarse con Alec, enfrente de Jace.

– ¡Okey! – Jace gritó, tratando que se separaran. – Suficiente, me han traumado de por vida. – quizá Jace estaba demasiado escandalizado para notarlo, pero ya no se estaban besando, se estaban muriendo de la risa, fingiendo que se besaban.

– Bien, – Alec reía, pero finalmente se compadeció de su hermano. – ¿Qué quieres? –

– Solo quería decirles que nos vamos en una hora, – dijo Jace, aun escandalizado, mientras Magnus se levantaba del regazo de Alec. – Creí que querrían arreglarse. Pero parece que ustedes decidieron que hoy querían montársela. –

Jace seguía refunfuñando mientras salía de la habitación y ellos comenzaban a morirse de risa. Finalmente se levantaron y se fueron a alistar.

*

– Y ¿qué van a usar para la boda? – Magnus preguntó, girándose en el asiento de copiloto para ver a los de atrás que iban en la batea. Magnus aun gozaba de los privilegios de ser el novio del conductor.

– ¿Algo negro y corbata?, – dijo Jace, frío y seco. – ¿Y tu? El código de vestimenta para estos eventos no es el neón. –

– ¿Por qué estás tan amargado? – preguntó Alec, mirando por el espejo a Jace. – Has estado molesto desde que salimos. ¿Va algo mal con Clary? –

– ¿Finalmente se dio cuenta que eres un imbécil?, – Isabelle se burló. – Bueno, la verdad es que pensé que tardaría un poco más en darse cuenta. –

– Cállate, Izzy. –

– De verdad Jace, – dijo Alec, tratando de verle a los ojos por el espejo, pero Jace le evadía. – ¿Qué pasa? –

– No es nada. Solo estoy molesto porque Sebastián va a ir a la fiesta y va a llevar a Clary. –

– ¿Pero el no está viviendo ahí mismo con Aline? Además, ¿de dónde sacó un coche? – Isabelle preguntó.

– Quien sabe, – Jace sonaba molesto. – Es un imbécil, ¿por qué no regresa ya a su casa? – Alec no pudo aguantar una carcajada. – ¿De qué te ríes? –

– Es interesante que llames a alguien imbécil. Quiero decir, eres y hermano y te quiero, pero a veces tratas a la gente como mierda. –

– ¿A veces? –

– Bueno, iba a decir casi siempre, pero no quería ofenderte. –

– Claro, eso no fue para nada ofensivo, – dijo Jace, sarcásticamente, e Isabelle soltó una risita.

– Es broma, – Alec suspiró. – Si es un imbécil, pero pronto se irá, así que no te preocupes. – Jace suspiró y asintió. El coche quedó en silencio de nuevo, por lo que Magnus decidió retomar el tema.

– ¿Y tu que usarás? – le preguntó a Isabelle.

– No lo se, – Isabelle suspiró. – Nadie en el pueblo hace cosas originales y pedir por internet es un riesgo porque no te puedes probar las cosas para ver si te gustan puestas. –

– No se porque se preocupan tanto, – Jace refunfuñó, buscando apoyo en Alec.

– Es una boda Jace, va a haber un montón de fotos, – Isabelle le informó. – Por lo que una persona tan fabulosa como yo debe lucir hermosa en todas ellas. Además, si realmente me dedico a la moda, no quiero que la gente vea mis fotos anteriores y se pregunte como una persona tan desalineada llegó hasta ahí. –

– No creo que alguien sea capaz de llamarte desalineada, – Magnus le sonrió radiante. – Además, no sabía que tu también querías ir por el camino de la moda. –

– Es mi sueño, – Isabelle se encogió de hombros. – Yo tampoco sabía que tu querías eso. Pero sin duda tienes lo necesario para ser modelo. –

– Eres una muñeca, Isabelle, si te lo propones lo lograrás, – dijo Magnus. – Y no, no creo ser lo suficientemente guapo como para las cámaras. Quiero ser diseñador. –

– Yo creo que eres más que guapo para eso, – Alec interrumpió.

– Si, si, – Jace habló sarcásticamente. – Ustedes son perfectos y felices, como toda una gloriosa pareja homosexual. Pero ahora mismo estoy sufriendo y agradecería que se abstuvieran de ser tan felices. –

Alec giró los ojos. – Disculpa por interferir en tu "sufrimiento". Ya no seré feliz. –

– Gracias. –

– Como sea, – Magnus rió, acariciando la mano de Alec. – Puedes ser mi primer modelo cuando sea diseñador. –

– ¿De verdad? – los ojos de Isabelle brillaron. – ¿Lo dices enserio? –

– Claro, – Magnus se encogió de hombros y se giró completamente. – ¿Has visto tu rostro? Eres hermosa. Ahora, dame la mano y cerremos el trato, – dijo sacando la mano para dársela a Isabelle.

El resto del camino charlaron sobre chismes del pueblo y sobre quienes iban a ir a la fiesta. Magnus continuó acariciando la mano de Alec y este solo sonreía feliz.



¿Les gusto?
La fiesta va a estar intensa 😭 


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