20. Soy gay
But he said, where'd you wanna go? How much you wanna risk?
I'm not looking for somebody with some superhuman gifts
Just something I can turn to somebody I can kiss
I want something just like this...🎶
Una semana después:
– Me repites, ¿por qué tenemos que ir? – preguntó Alec, poniéndose una playera. Magnus suspiró, tirándose sobre la cama de Alec y acurrucándose entre las almohadas.
– Tenemos que ir al pueblo por que no tienes tu propia bufanda. –
– ¿Y cual es el problema? – Alec resopló, girando los ojos. – ¿Para qué necesito una bu...–
– ¡Por qué es ridículo! – Magnus exclamó dramáticamente. – Todos tienen al menos una bufanda. Es algo que todo el mundo usa. ¿Usas ropa interior? –
– Bueno, si...–
– Es lo mismo, – dijo Magnus sin dejar terminar a Alec. – Necesitas una bufanda. –
– Estás loco, –
– Compláceme. – dijo Magnus. Alec giró los ojos pero no dijo nada más, tomando la mano de Magnus, saliendo de la cama.
*
– ¿Realmente le has convencido para comprar algo que no está remplazando algo que el básicamente ya destruyó? – preguntó Isabelle alzando una ceja y mirando a Magnus algo sorprendida. – Haces magia. –
– Cállate, – dijo Alec, caminando hacia el refrigerador. – Solo vamos a ir al pueblo. Y Magnus quiere comprarme una bufanda en lo que estamos ahí. –
– No, – Isabelle negó sonriendo. – Van a ir al pueblo por que Magnus quiere comprarte una bufanda. Prácticamente le estás dejando que te diga que hacer. –
– Eso no es ...–
– Te tienen dominado, – Jace sonrió, entrando a la habitación con Clary y Simon. – Es patético. –
– Creí que ustedes se encargaban de proteger mi honor, – se defendió, mientras intentaba tomar un trago del cartón del jugo.
– ¡No! – Isabelle gritó, arrebatándole el cartón y sirviéndoselo en un vaso. – Y protegemos tu inocencia. Pero no puedes tomar de la caja. Alguien más podría querer. –
– A ti no te gusta el jugo de naranja, – dijo Alec tomando del jugo.
– Dije alguien. Nunca dije que yo. –
– Wow, – Magnus bufó. – Esto es súper interesante. Estoy fascinado. –
– Calla Magnus, – Alec le sonrió y Magnus alzó su mano para que le diera el vaso. Alec se lo dio sin hacer preguntas y Jace les señaló triunfal.
– Te lo dije, – dijo Jace. – Te tiene dominado. –
– Lame culos, – masculló Magnus y Alec rió.
– ¿Qué dijiste? –
– Nada, – dijo Magnus inocentemente, sonriéndole a un irritado Jace.
– Como sea, – dijo Isabelle girándose a ver a Clary y Simon. – Magnus a convencido a Alec de comprarse ropa. ¿Pueden creerlo? –
– No, – dijo Simon girándose hacía Alec. – ¡Alec! ¿Cómo pudiste? Éramos amigos mal vestidos hasta el final, – Alec solo le miró raro y no le contestó.
– Voy rápido con mamá para ver si necesita algo, – dijo Alec besando a Magnus suavemente. Cuando ya se había ido, Simon habló.
– No creo que Alec entienda mi humor. Siempre me da miradas extrañas, – dijo simon. –
– La gente es un tema extraño para mi hermano. No le gusta la multitud, prefiere sus libros antes que a la gente. –
– Yo odio a la gente. – dijo Magnus sonriendo.
– Almas gemelas, – dijo Jace con sarcasmo. – Deberían casarse. –
– No podemos, – Magnus frunció el ceño. – Al menos no aquí. –
– Eso es estúpido. ¡Merecen los mismos derechos! ¡Deberíamos comenzar una revolución! ¡Viva la...– Simon alzó el puño al aire, recibiendo miradas extrañas por parte de todos. Solo soltó un suspiro. – Ninguno entiende mi humor ¿cierto? –
– Cierto, – Magnus sonrió. – Eres un poco extraño. Además, solo tengo que hacer que Alec se mude conmigo a Nueva York. Ahí si es legal. –
– ¿Vas a casarte con mi hermano? – preguntó Isabelle con voz chillona. – ¡Eso es tan lindo! –
– No te vas a casar con Alec, – dijo Jace firmemente. – Viendo que Isabelle a olvidado completamente que nuestra misión es proteger a Alec, tendré que mantenerme firme. – Todos giraron los ojos.
– Ya me tengo que ir, – suspiró Magnus, – Nos vemos luego. –
– No desflores a mi hermano! – gritó Jace mientras Magnus caminaba a la entrada.
– No prometo nada, – Magnus se giró y le guiñó.
– ¡Bane! –
Magnus rió y fue a buscar a Alec. Luego escuchó a Alec y su madre hablar, pero no pudo escuchar bien lo que decían hasta que se acercaron.
– ... No voy a pretender, – Alec sonaba enojado y un poco herido. Solo escuchó como Maryse suspiraba y le decía algo. – ¡Guárdatelo! ¡No lo haré! – decía Alec herido, aunque Magnus aun no podía verle.
– Alexander, – decía Maryse casi rogando. – Has visto como tratan a esas chicas, ¿estás listo para eso? No quiero que sufras por que en este pueblo no entienden a los que son diferentes. Quiero lo mejor para ti. –
– Magnus es lo mejor para mi, – se congeló al escuchar su nombre, acercándose aun más a la puerta, picado por la curiosidad.
– Se racional, por favor, – escuchó a Maryse decir con desesperación.
Alec no dijo nada y Magnus se alejó de la puerta subiendo las escaleras para encontrar su cámara, e intentar que la conversación recién escuchada no le afectara. Regresó a la cocina donde aun estaban los demás.
– ¿Creí que ya se iban? – preguntó Isabelle preocupada al verle.
– Uh, – Magnus intentó poner una sonrisa. – Lo estábamos pero tu querido hermano sigue hablando con tu madre. Así que decidí darle unos minutos más antes de interrumpir y demandarle que vayamos de compras. –
– Que considerado, – dijo Jace con sarcasmo. – Estábamos hablando sobre hacer lo de lanzar pintura la próxima semana.
– Suena genial, – dijo Magnus con su aun falsa sonrisa. – Me encanta la...–
– ¿Estás listo para irnos? – Alec estaba de vuelta viéndose un tanto molesto. Ni se molestó en despedirse de los demás y Magnus sintió una burbuja de preocupación en su garganta.
– Claro, – dijo Magnus viéndoles con disculpa a los demás y siguiendo a Alec. Isabelle se veía preocupada pero Jace solo negó.
*
– ¿Qué pasa? – preguntó Magnus cuando ya habían perdido de vista la casa. Alec iba con las manos apretando el volante y conduciendo a gran velocidad. – Alec, – dijo Magnus tratando de mantener la calma. – Baja la velocidad. –
– Es solo que ellos...– su voz tembló y Magnus puso su mano en el volante.
– Detente. –
Y lo hizo. Se detuvo en medio de la nada apagando el motor. Magnus se acercó y acarició su cabello, viendo a su novio con todo el afecto posible y esperando.
– Quieren que pretenda, – dijo de repente. – Mis padres, – se inclinó en asiento dejando caer sus manos, las cuales Magnus inmediatamente tomó. – Quieren que pretenda que no soy gay. –
– Creí que lo aceptaban, – dijo Magnus algo sorprendido.
– Dicen que lo hacen, – Alec rió con amargura. – Pero aun así... es horrible. – Alec bufó. – Dicen que lo aceptan y se que lo intentan pero no puedo evitar sentir que una parte de ellos está decepcionada y no me lo dicen. ¡Y luego me salen con esta mierda! – gritó Alec y Magnus pudo ver como sus ojos se llenaban de lágrimas. – Quieren que pretenda que no soy gay, que no somos una pareja. Por que la gente me tratará diferente. –
– Lo harán, – dijo Magnus. – ¿Estás listo para eso? –
– Quiero estarlo, – Alec suspiró. – Ahora que ellos lo saben, quiero que el mundo lo sepa. A la mierda lo que ellos piensen. Aun voy a ser gay aun si a las viejitas les gusta la idea o no. Aun voy a estar contigo. –
– No tienes que decirle a la gente, – Magnus suspiró. – No te voy a dejar por ellos. Decirle a tus padres es más de lo que te podía pedir. –
– Te mereces más, – Alec le miró triste. – Te mereces a alguien mejor. –
– Hey, – Magnus hizo que le mirara y cuando no lo logró se subió sobre su regazo. – No puedes decidir eso, – dijo Magnus firme. – No puedes decirme que merezco. Yo decido lo que merezco y más importante, lo que quiero. – Se inclinó besando a Alec suave y lentamente. – Y te quiero a ti, – murmuró sobre los labios de Alec.
– Okey, – susurró Alec acariciando el cabello de Magnus. Magnus gimió acercándose aun más, quedando sus pechos presionados mientras su boca besaba la mandíbula de Alec.
– Entonces, – dijo Magnus sin aliento. – ¿Qué vamos a hacer? –
– No lo se, – admitió Alec. – Quizá decirle a algunas personas. –
– Estoy desesperado por decírselo a Helen y Aline, – Magnus sonrió. – Y realmente quiero decírselo a Maia. –
– No seguirás celoso ¿cierto? –
– Nunca estuve celoso. –
– Así que la vez que me mordiste por que olía a ella – Alec sonrió con burla. – ¿Eso qué fue? –
– Cállate, – Magnus gruñó. – Me pongo celoso bastante fácil, ¿okey? Solo quiero dejarle en claro a todo el maldito mundo que eres mío. Y que mantengan sus sucias manos alejadas de ti, – Alec rió, sus ojos azules brillaban. – Eres mío, – Magnus repitió, jalando a Alec para darle un suave beso.
– Bien, bien. – Magnus le miró con un puchero. – Soy tuyo, – Alec giró los ojos. – No ponerme muy amistoso con Maia, etc, etc. –
– Bien, – Magnus asintió, quitándose del regazo de Alec. – Ahora conduce. –
– Sabes, – dijo Alec encendiendo la camioneta. – Comenzó a pensar que Jace tiene razón. –
– Esas palabras no pueden significar nada bueno, – Magnus rió, tomando la mano de Alec y entrelazando sus dedos. – ¿Qué dijo tu hermano que crees podría tener un poco de verdad? –
Riendo, Alec dijo. – Me tienes dominado. –
*
– ¡Es esta! – exclamó Magnus, mostrándole una bufanda con triunfo. Alec solo le miraba con duda.
– Eso dijiste de las últimas cincuenta, – su novio suspiró, acercándose a Magnus. – Creo esto es bastante cansado. Por eso no voy de compras. –
– ¿Entonces como sabrías si te queda? – Magnus giró los ojos.
– ¡Es una bufanda! – exclamó Alec indignado.
– Magnus tiene razón, – dijo Maddie sonriendo desde el mostrador. – Deberías probártela. Esa haría brillar tus ojos. –
– Eso mismo estaba pensando, – Magnus asintió enrollando la bufanda en el cuello de Alec. – Perfecta, combina con tus ojos como magia. – Magnus aplaudía de felicidad. – ¡Es esta Maddie! –
– Tu e Isabelle se deben llevar de maravilla, – Madeleine reía. – Si has logrado convencer por segunda vez a Alec de comprar ropa, eres como un milagro. –
– Todo el mundo sigue diciendo eso, – Alec lucía indignado.
Magnus estaba más que animado, decidiendo sacar su cámara y tomar una foto de Alec girando los ojos, pero usando su bufanda de todas formas. Maddie cargó la bufanda a la cuenta de su mamá y salieron de la tienda, tomados de la mano, tiendo. Madeleine no comentó nada al respecto, pero estaba seguro que era más por educación que por que no lo haya notado. Alec iba a meter la bufanda al bolsillo de su pantalón cuando Magnus protestó.
– Vamos a tener que dejarla en la camioneta. –
– ¿Por qué no puede ir en mi bolsillo? – preguntó Alec bastante confundido, mientras Magnus le quitaba la bufanda y caminaba hacía la camioneta.
– ¡Por que no puedes tratar una bufanda como si fuera un pañuelo, – Magnus bufó. – Es ropa, no un pañuelo para limpiarse la nariz. Lo que significa que no va en las bolsas del pantalón. – Cuando le lanzó una mirada indignada, su novio sonrió brillantemente. – ¿Qué? –
– Nada, – Alec se encogió de hombros, aun con una gran sonrisa. – Es solo que eres la persona más tierna del mundo cuando se trata de ropa. –
– ¿Lo soy? – Magnus sonrió de vuelta, con su falso enojo desapareciendo mientras dejaba la bufanda en la camioneta.
– Lo eres, – Alec sonrió. – Ahora, ¿qué tal si difundimos la noticia? –
– Suena increíble, – dijo Magnus resistiendo la urgencia de tomar la mano de Alec.
*
– Hay algo que tengo que decirles, – Alec le sonrió a Aline quien le miraba confundida.
– Claro, – asintió hacía Helen y gritó. – ¡Mamá! Me tomaré un descanso. – Y antes de que contestara agregó. – Con Alec y Magnus. –
– Oh, – Jia asomó la cabeza por el mostrador. – Alec, hola, – sonrió feliz haciéndole sentir algo incómodo. Aline solo bufó y guiándolos a una pequeña habitación. – Este es el cuarto de descanso, – señaló los sillones.
– ¿Hay alguna razón por la que de repente tu mamá es mi mayor fan? – preguntó Alec ofreciéndoles una coca del refrigerador y sentándose al lado de Magnus.
– Ella cree que me voy a volver hetero y casarme contigo, – siseó Aline. – La otra vez le mencioné que te habías hecho un encantador corte de cabello y prácticamente gritó sugiriendo que deberíamos salir. Aunque todos sabemos que terminarás con Maia. –
– Eso probablemente no funcionaría. –
– ¿Por? – preguntó Helen. Alec se sonrojó sin saber como contestar.
Magnus suspiró dramáticamente tomó la barbilla de Alec y le dio un delicioso y apasionado beso, el cual terminó con jadeos de las chicas.
– Por eso, – tartamudeó Alec mientras Magnus reía. – El plan no era decirles así, – masculló Alec lanzándole una mala mirada a Magnus.
– Ese siempre fue mi plan, – Magnus sonrió lanzándole un beso a Alec, el cual solo gruñó, dejándose caer en el sillón suspirando.
– Supongo que si estamos aquí es por que no quieres que lo sepa todo el mundo, – dijo Helen.
– Más mis padres que yo, – suspiró Alec. – Lo siento. –
– No lo estés, – dijo Helen sonriendo con simpatía, tomando la mano de su novia. – Es difícil a veces, puede entender por que no quieres que nadie sepa. – Tomó una pausa y agregó. – ¿Entonces son novios y todo? –
– Y todo, –asintió Alec.
– Salud, – dijo Aline sonriendo. – Supongo que dejaré de sugerir que salgas con Helen. – y todos sonrieron a eso.
*
Se estaban yendo del restaurante cuando Magnus vio a Rebecca por la ventana.
– ¡Rebecca! – ella se giró con una gran sonrisa.
– Bueno, si es nuestro chico de ciudad, – bromeó ella. Magnus le tomó una foto. –¿Cómo te va Alec?. – El chico solo le dio una sonrisa. – Bueno si el cima está maravilloso cierto. Aunque no dejo de preguntarme como es que te mantienes tan pálido, – dijo viendo la piel de Alec.
– No soy tan pálido, – dijo Alec pero al voltear a ver su brazo se decepcionó. Magnus sostuvo su brazo contra el de Alec y ambos rieron.
– Dame, – dijo Rebecca tomando la cámara de Magnus y tomándoles una foto a sus brazos. – Ahora necesitan una foto juntos. –
Magnus se sintió derretir cuando Alec pasó su brazo por sus hombros y depositó un beso en su mejilla. Rebecca tomó la foto y Magnus se sonrojó. Y mas aun cuando ella le entregó la cámara y le dijo.
– Supongo que todo salió bien. – Magnus asintió. – ¿Y le dirán a todos? –
Alec quien ya había adivinado de que hablaban negó. – Solo en familia. –
– ¿Y yo soy familia? –
– Siempre lo has sido, – Alec sonrió y Rebecca le miró agradecida. – Simon ya lo sabe y probablemente ya le dijeron a Clary. –
– Me alegro, – Rebecca sonrió. – Bueno, me tengo que ir. Mamá me está esperando para ayudarla a preparar lasaña. – les dio un abrazo rápido y a Magnus le susurró. – Te dije que tenías que ser paciente. –
Magnus solo sonrió y mientras se iba, Rebecca volteó. – ¡Oh! Dile a tu madre que está invitada mañana a la cena, en nuestra casa. Mamá va a hacer su famoso pay! –
– ¡No nos lo perderíamos! – gritó Alec.
*
La campana sonó mientras abrían la puerta de la librería, la cual estaba en silencio. En el mostrador había un libro abierto.
– Si es el turno de Maia, – sonrió señalando el libro. – Harry Potter y la piedra filosofal. Ama leer esa serie. –
– Nunca la he leído, – dijo Magnus mirando sobre el hombro de Alec, el cual le miró sin poder creerlo. – Solo he visto las películas. –
– Oh dios, – Alec masculló. – No puedo creerlo. Quiero decir, es Harry Potter. –
– Si, – Magnus giró los ojos. – Y las películas son buenas. Por lo que se, se apegan bastante a la historia. –
– No puedo creerlo, – Alec sacudía su cabeza. – Es una serie clásica. –
– No soy mucho que digamos una persona de libros. Lo intento, pero nunca logran mantener mi interés. Y si leo, me gusta leer historias reales. No hay tanta fantasía en ellas. –
– Creí que te gustaban las comedias románticas, – Alec sonrió. – ¿Esas no son fantasía inventada? –
– Si, – Magnus se encogió de hombros. – Pero no hablan sobre magos oscuros y eso. Yo le voy más a la existencia de finales felices y tu le vas más a la existencia de otros mundos. –
– Me encanta la idea de otros mundos. La imaginación es importante. –
– Quizá los lea algún día, – Magnus dijo.
– ¿De verdad? – los ojos de Alec se iluminaron y veía Magnus como si fuera navidad. Era demasiado lindo.
Suspirando dramáticamente Magnus se inclinó y presionó sus labios contra los de Alec, jalándole por los bolsillos de su pantalón. La mesa se presionaba contra su espalda, pero lo único que Magnus podía enfocar eran los labios de Alec y sus manos debajo de su playera. Alec soltó un suave gemido el cual Magnus aprovechó para meter su lengua en la boca de Alec.
– Bueno mierda. –
Alec y Magnus brincaron separándose, Magnus con una gran sonrisa y Alec tímido. Maía estaba entre los estantes negando.
– Sabía que entre ustedes dos pasaba algo, pero no me imaginaba que iban a venir a hacerlo en mi escritorio. –
– No estábamos...–
– No te preocupes, creo que es lindo, – dijo ella riendo. Se volteó hacía Magnus y agregó. – Le dije que te invitara a salir, ¿lo sabías? – Alec se sonrojó
– ¿Es lo que le susurraste el primer día que nos conocimos? – preguntó Magnus poniendo las piezas en su lugar.
– Si, – Alec bufó. – ¡Estaba poniéndome en vergüenza! –
– ¡No es cierto! – protestó Maia, aunque el guiño que le lanzó a Magnus decía lo contrario. – Solo le estaba diciendo que aprovechara ...–
– ¿De ese caliente trasero? – Alec bufó. –¿Esas eran fueron tus palabras? –
– Lo fueron, – ella asintió. – Y tenía razón. ¡Le gustas! – Maia gritó justo cuando Luke estaba entrando a la tienda.
– No estoy seguro de querer preguntar, – dijo Luke viéndoles. Magnus se preguntó si Luke sabía más de lo que aparentaba, dado la forma en que veía la mano de Magnus sobre el brazo de Alec.
– Probablemente es lo mejor. Solo debes saber que yo tenía razón y Alec no. –Alec gruñó y todos rieron. – ¡Oh, – dijo ella de repente volviéndose a Luke. – ¿Cómo está Amatis? –
– Bien, supongo, – el se encogió de hombros. – No le gusta estar aquí, pero hace un esfuerzo para la boda. –
– Casi un mes falta, – Alec sonrió. – ¿Estás emocionado? –
– No puedo creer que por fin pasará, – Luke admitió. – Ya me había resignado a que ella nunca me iba a aceptar y ahora esta a la vuelta de la esquina la boda. –
– Creo que es lindo, – Maia dijo. – Son como almas gemelas. – eso hizo sonreír a Luke, y le hizo pensar a Magnus. Preguntarse cual era la historia real de Luke y Jocelyn. Que pasaba cuando ellos no estaban ahí. La clase de momentos que no podían ser capturados en palabras de libros o momentos de películas. Y de alguna forma, Magnus se encontró a si mismo mirando a Alec.
¿Este era uno de esos momentos? Podía sentir la mano de Alec acariciando su brazo, podía ver el brillo en sus ojos. Alec le atrapó mirándole, y Magnus no pudo evitar que su corazón se acelerara y su boca sonriera.
No pudo evitar pensar.
Que lo disfruten xD
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