Capítulo 12

|Nido sombrío|

Los ojos jades parecieron brillar apenas chocaron contra aquella hermosa y reluciente estructura.

Fue tanto su asombro que ni siquiera logró percatarse cuando Hagakure había abandonado la zona debido a sus deberes.

Tenía frente a sus ojos su nuevo nido sombrío.

Su pecho parecía saltar de la emoción y felicidad contenida en aquellos momentos. Y sonrió ampliamente, devorando con la mirada cada detalle que sus esmeraldas capturaban.

El tejado negro y ovalado era envuelto de hermosas enredaderas florales, que frente a la luz de las enormes y alineadas estrellas gobernantes en el cielo, reaccionaban y desprendían hermosos colores fríos y al mismo tiempo muy cálidos y agradables para la vista.

Como el zafiro, el blanco lleno de pureza y un dorado discreto y cálido.

Era un hermoso espectáculo de pequeñas estrellas florales que caían de manera hermosa por sobre su tejado y envolviendo de manera sutil cada rincón de la estructura tanto por dentro como por fuera, iluminandola al instante, incluyendo el interior de su nido.

Su estructura tenía una forma circular y el material del cual había sido construido consistía de la misma tierra sombría que gracias a unos cuantos encantos había sido convertida en una estructura firme, además de tener en ella incrustadas piedras lunares de infinitos colores cambiantes y sutiles.
Las piedras habían sido ordenadas mediante un orden simétrico y muy agradable para la vista, transmitiendo placer instantáneo a quien fuese que observara aquel nido sombrío circular, de tejado negro y paredes blancas como también puras.

Su puerta de madera de castaño antiguo tenía diseños de hojas infinitas y muy bien marcadas.

E Izuku aún a las afueras de su nido no podía creer que lo que tenía frente a sus ojos ahora le pertenecía a él.

Era simplemente hermoso.

Observó aquel terreno de césped bastante libre y natural. Sonrió de manera inmediata, dejando trabajar su creatividad.

—Incluso podría tener mi propio alimento, cultivar plantas y aprender a hacer mis propias pociones con los libros que hay en la biblioteca… —susurró con sus jades brillantes y emocionadas.

Y posicionó su mano en aquella manecilla, girandola suavemente.

La puerta se abrió lentamente, y una pequeña sala de estar con enormes ventanales aparecía frente a él. Un poco más hacia el interior divisó una pequeña cocina.

Y las paredes blancas solo le entregaban tranquilidad.

Inhalo dejándose llevar por los agradables olores que yacían en el interior, escuchando además el cómo la madera rechinaba cada vez que daba un paso en su interior.

No demoró mucho para cuando encontró lo que sería su nueva habitación.

Y abrió sus jades en cuanto notó el sitio tan iluminado, alzando su mirada hacia el techo. Entonces sonrió sorprendido y totalmente emocionado, observando cómo el tejado se encontraba totalmente abierto frente a sus ojos, teniendo la posibilidad de observar el profundo e interminable mar de estrellas por la noche si así lo deseaba.
Además, también incluía una pequeña palanca que cubría la zona de inmediato con un pequeño tejado que se podía abrir y cerrar, dependiendo del gusto del pecoso.

Además, tenía una pequeña sala cercana a su habitación, que Izuku ya sabia perfectamente para qué la dedicaría.

Sus estudios.

Un pequeño escritorio de madera firme estaba allí, y una esponjada y enorme almohada amarilla estaba en el suelo frente a él.
Además, colgado en su circular pared yacía un pequeño librero blanco bastante antiguo.
Sin duda le daba un toque bastante interesante y agradable.

Su pequeña cama se veía bastante cómoda también, era circular y con mantas muy suaves, además—

La puerta había sido golpeada levemente, e Izuku parpadeó saliendo rápidamente de sus emocionadas observaciones.

Giró su rostro pecoso hacia la entrada y notó que desde la pequeña ventana que tenía su puerta castaña en lo alto sobresalía un mechón de cabello negro.

Avanzó con curiosidad y abrió la puerta.

— ¿Sí?

Una hermosa chica pelinegra estaba frente a él, con un vestido blanco y con una correa con hermosos diseños negros ajustados a su cintura. Además, tenía una hermosa cinta envuelta alrededor a su cuello que le entregaba firmeza a aquel vestido bastante formal y elegante.

— ¿Izuku Midoriya? —preguntó ella al instante, mirándole amigablemente y ofreciéndole una sonrisa.

Izuku asintió sin saber quién era.

Los ojos oscuros de la chica parecieron iluminarse por un segundo ante la afirmativa del pecoso. —Es un placer conocerte. —dijo bajando levemente su cabeza, para después alzarla con una sonrisa. —Soy Yaoyorozu Momo, una sombra como tú. —añadió.

Izuku sonrió al instante en que comprendió quién era y le hizo una reverencia. — ¡Es un placer! —exclamó alegremente. Entonces observó hacia el interior de su morada y extendió su mano hacia el interior de ésta, enderezando su postura. —Por favor, adelante. —dijo con un poco de nerviosismo. —Apenas y he visto mi nido, pero eres bienvenida. —añadió invitándole a pasar.

La chica pasó con una canasta de mimbre con ella, cubierta por un paño a cuadros blancos y rojos.

E Izuku rascó su mejilla con su dedo índice mientras observaba a la chica sentarse en uno de sus nuevos sofás blancos de formar de huevo. —Uh, q-quisiera ofrecerte algo, pero la verdad no tengo nada, hehe… —dijo de manera nerviosa y avergonzada.

Y la chica le sonrió dulcemente. —No te preocupes por eso, Midoriya-san. —respondió extendiéndole su canasta. —Te he traído cosas que puede que te sean útiles ahora que tienes tu nuevo nido sombrío.

E Izuku parpadeó y se señaló a sí mismo. — ¿Para mí?

—Sí, para ti. —respondió sonriente.

El pecoso recibió la canasta con timidez. — ¿E-en serio? —dijo con sus ojos emocionados y al borde del llanto por aquel tan amable gesto de su nueva compañera.

Momo le sonrió. —A decir verdad… —murmuró observando sus manos nerviosa. —Te he estado observando, Midoriya-san… —confesó con un leve sonrojo en sus mejillas.

Izuku parpadeó y le miró confundido. — ¿Eh?

Y la pelinegra no lo pensó mucho para cuando ya se había levantado, cogiendo las manos de Izuku con sorpresa y dejando caer la canasta suavemente sobre el acolchado asiento de huevo.

Los ojos jades se abrieron de par en par, totalmente asombrados.

— ¡Midoriya-san, lo que tú has hecho ha sido un milagro! —exclamó la pelinegra con su rostro decidido.

— ¿A-ah, sí? —soltó éste nervioso, sintiendo las manos de la pelinegra envolver las suyas con seguridad. Entonces le miró dudoso y sonrió. —Este… ¿estás segura que no te has equivocado de nido? —inquirió.

Momo negó automáticamente. — ¡Por supuesto que no! —exclamó. — ¡Lo que tú has hecho ha sido impresionante!

Izuku parpadeó dos veces seguidas.

Y pareció pensar en una respuesta, mas solo acabó alzando sus cejas con confusión.
— ¿Qué hice? —inquirió.

— ¡Ayudaste a Tokoyami-san!

E Izuku frunció sus cejas con mayor confusión. — ¿Tokoyami-kun? —inquirió, recordando al de largos y sedosos cabellos negros. —Uh… C-creo que ha sido al revés.

Y Momo soltó un suspiro, observándolo preocupada. —Él no te ha dicho nada, ¿verdad?

Izuku giró levemente su rostro hacia su hombro izquierdo y le miró curioso. — ¿Sobre qué?

Momo le sonrió. — ¿Qué te parece si nos sentamos?

Izuku no estaba entendiendo nada, por lo que optó por asentir de manera obediente, acomodando la canasta por sobre la pequeña mesa y sentándose frente a la chica de manera inmediata.

Y le observó atentamente, mientras ella aclaraba su garganta.

—Quizá no deba decirte esto, pero me parece totalmente necesario. —murmuró preocupada y con su mirada baja. —Verás, Tokoyami-san hace mucho tiempo me ha tenido preocupada, y a decir verdad, muchas veces intenté acercarme a él para ayudarlo. —agregó observando a un punto fijo, recordando. —Pero él nunca lo permitió.

E Izuku pensó que realmente no conocía nada de Tokoyami-kun y que hasta el día de hoy, no se había percatado de ello.

—Tokoyami-san ha vagado solo desde ya más de cien años, Midoriya-san. —confesó Momo, tal y como si se tratara de una daga dolorosa, en busca de rememorar el ya marchito pasado. —Él durante todo ese tiempo, no habló con nadie y simplemente quería dejar de existir.

Izuku escuchaba atentamente, sintiendo como una presión en su pecho aparecía ante ello, junto con el aumento de las pulsaciones de su corazón.

Se estaba preocupando.

—Uhmm… ¿Recuerdas cual es el martirio de una sombra? —preguntó la pelinegra, observando el rostro serio y preocupado del pecoso.

E Izuku abrió sus labios inmediatamente. —Recordar tu vida pasada, específicamente tu muerte.

Y Momo cerró sus ojos, bajando su mirada.

Pasaron largos segundos tortuosos… hasta que la chica habló.

—Tokoyami-san hace más de cien años que vive eso, Midoriya-san. —confesó. —Cada día, cada segundo.

Los ojos jades de Izuku se abrieron a más no poder y parecieron temblar.

— ¿Eh?

Y Momo le observó con su rostro empapado de tristeza. — ¿Quieres saber la historia que todas las sombras conocemos? —preguntó con un suspiro.

Izuku asintió al instante.

Simplemente no podía fingir que no le importaba.

Tokoyami-kun había sido su luz desde que había caído en aquel mundo, prácticamente su héroe y su maestro.

Y le dolía no saber nada de él. Le dolía no entender su sufrimiento, o simplemente sus emociones.

Le dolía no comprender el nivel de dolor que cargaba aquel chico sobre sus espaldas cada día y que aún con ello se diera el tiempo de guiarlo, protegerlo y acompañarlo.

Y si había algo que pudiera hacer para ayudarle aún si no sabía que había sucedido, lo haría sin pensarlo.

Porque Tokoyami-kun merecía ser feliz.

— ¿Sabes? —añadió Momo sonriendo dulcemente, casi con nostalgia. —Hace mucho, mucho tiempo, aquí ocurrió un milagro.

Izuku posó sus jades sobre ella al instante.

—Dos hermanos cayeron a Leffitsing como dos hermosas estrellas gemelas, aún cuando eso es prácticamente imposible. —relató. —Las posibilidades de que tú puedas renacer con algún familiar cercano en este mundo son casi nulas, pero entonces, llegaron ellos. —confesó.

—Dos hermanos muy distintos entre sí. —murmuró observando el ventanal con una leve sonrisa. —Uno era muy alegre, empático, enérgico y muy amable; él era Ojiro, su hermano menor.

Confesó, recordando aquella mirada gentil y amable que utilizaba aquel muchacho rubio sobre las personas.

—El otro era muy diferente. Serio, frío, distante y tímido, él era Tokoyami-san, el hermano mayor. —agregó. —Juntos eran el milagro de las sombras y fueron recibidos como tal, tratados con amor y mucho cariño. Gran Torino se encargó para que ambos vivieran en paz.

Tomó un poco de aire y acomodó su cabello, entonces continuó. —Si bien, ellos no sabían el cómo habían muerto, aquel lazo que les unía era innegable. Ellos con solo cruzar miradas sabían que eran hermanos, que eran familia. Y también sabían y eran conscientes de que se amaban de la manera más pura y hermosa que podía existir. Ambos se protegían mutuamente e incluso trabajaban de manera constante para conseguir sus propias metas. —continuó, entonces observó a Izuku y sus ojos se quebraron.

—P-pero entonces… —murmuró bajando su mirada.

E Izuku pareció temblar y respirar más lento, preparándose inconscientemente a lo que se venía.

—Ojiro-san fue engañado… —confesó la pelinegra, posicionando sus manos sobre su pecho con dolor. —Un demonio se aprovechó de su bondad y en medio del bosque lo capturó, jugando con la mayor virtud de Ojiro-san… —murmuró. —Su amabilidad.

Izuku observó estupefacto a la pelinegra, intentando comprender la magnitud de lo que estaba escuchando, pero ella no había acabado.

—Las campanas de emergencia fueron golpeadas con desesperación y todas las sombras fuimos a su rescate, pero para cuando ya lo tuvimos en nuestros brazos totalmente indefenso y temeroso… —Momo pareció estremecerse del dolor. —Ya era tarde. —sentenció.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top