Primer Capítulo

En pleno invierno, un día muy frío en Buenos Aires, la joven Lorena Moreau enfrentaba una realidad familiar complicada. Sus padres, Christian y Marie, solían discutir con frecuencia debido a problemas económicos, agravados por la pérdida del trabajo de su padre ese año. A pesar de tener a su hermano mayor, Stephan, como apoyo, Lorena temía la posibilidad de que sus padres se separaran, lo que la llenaba de inseguridades, algo comprensible para una niña de 11 años.

Cuando las discusiones estallan en casa, Lorena busca refugio en su habitación. Allí, se sumergía en su pasión secreta: la música. Con su nuevo reproductor de MP4, cargado de canciones favoritas y composiciones propias, soñaba con ser reconocida por su talento musical y compartirlo con el mundo. Sin embargo, un acontecimiento del pasado la había alejado de los escenarios, a pesar del entusiasmo de su padre, quien le había financiado clases de guitarra, piano y danza en su infancia.

A pesar de la presión de su madre para que siga una carrera universitaria, Lorena aún no había decidido su camino, y su único y verdadero interés residía en la música. Aunque su situación familiar era complicada, Lola anhelaba que sus padres pudieran entenderse y ansiaba una vida familiar más normal.

Lola se encontraba en la pequeña pero cálida sala de estar. Descansaba en el sofá de dos plazas, cuyo diseño de líneas limpias y tapizado en un tejido claro le brindaba una sensación de sencillez y comodidad. Sus pies reposaban despreocupadamente sobre una mesa de centro de vidrio y metal, la cual reflejaba la tenue luz que se filtraba a través de las ventanas.

Concentrada en la pantalla plana de la televisión, ubicada sobre un estante que albergaba dispositivos electrónicos y objetos decorativos, Lola se entretenía viendo sus series favoritas en Disney Channel. Afortunadamente, el nuevo calefactor eléctrico adquirido antes del invierno proporcionaba un alivio al frío, permitiéndote disfrutar plenamente de su tiempo de ocio.

En esos momentos, la tranquilidad reinaba en la casa, ya que sus padres se ausentaban a menudo en busca de empleo, y su hermano Stephan había decidido pasar una semana en casa de unos amigos, por un trabajo práctico de la *secundaria* y alejarse un poco del ambiente familiar.

Sin embargo, ese inusual sosiego se rompió cuando su padre regresó a casa con una expresión eufórica y una sonrisa radiante. Lola, desconcertada por la inesperada alegría de su padre, se puso de pie y lo saludó con un cálido abrazo.

— Oh, mi pulgita — expresó Christian con una sonrisa tierna mientras miraba a su hija y la abrazaba con cariño. Hacía mucho tiempo desde la última vez que compartieron un abrazo, ya que él siempre estaba sumido en sus ocupaciones. —Pulgita— era el apodo que le habían asignado a Lola cuando era una niña, debido a su energía desbordante y sus travesuras constantes.— Hoy es un día especial — le confesó a Lola mientras se acomodaba en el sofá, observando que su hija estaba nuevamente absorta en esos programas de televisión. Lola solía pasar la mayor parte de su tiempo dentro de casa, ya que era una chica bastante tímida y le costaba entablar amistades. Esta situación preocupaba a Christian, ya que creía que su hija no estaba viviendo plenamente su niñez, siempre recluida en el hogar.

¿qué pasó, papá? — preguntó Lola tímidamente con curiosidad mientras iba a la cocina por un vaso de algo fresco para ambos, le entregó un vaso de agua tónica a Christian, una de sus bebidas favoritas, y ella se sirvió un jugo de naranja.

Esperemos a tu madre y tu hermano, así le cuento cuando estemos todos juntos —indicó Christian, su padre mientras se relajaba en el sofá, tomando su vaso y cambiando el canal de televisión.
Christian y Lola compartían un momento tranquilo frente al televisor, y su vínculo era notablemente fuerte. Siempre se habían cuidado mutuamente, y la confianza entre ellos era un lazo inquebrantable. Lola no tenía reparos en contarle prácticamente todo a su padre, incluyendo sus secretos más íntimos. Sin embargo, con Marie, su madre, la situación era diferente.

Marie tenía grandes expectativas para su hija. Anhelaba que Lola se convirtiera en una mujer educada y persiguiera una carrera profesional, un sueño que Marie misma no pudo cumplir cuando, a la edad de su hija, tuvo que incorporarse al mundo laboral debido a limitaciones económicas que le impidieron completar su educación secundaria. Esas experiencias pasadas hacían que Marie anhelara para su hija un futuro académico sólido.

Cuando Lola expresó su deseo de estudiar música, Marie reaccionó con firmeza, creyendo que esa elección la llevaría por un camino incierto y poco exitoso. Aunque a Lola le parecía injusto, ya que su hermano Stephan estaba siguiendo una carrera en actuación y le iba muy bien, Marie no tuvo objeciones para apoyarlo, ya que tenía opiniones preconcebidas y creía que la música y la actuación eran más apropiadas para hombres.

Cuando pasó un poco más de tiempo, Marie, volvió con Stephan, a quien fue a recoger de paso, cuando volvía para la casa — Buenas tardes cariño— saludó con un beso en la mejilla a Christian, y a Lola igual, Stephan hizo lo mismo, pero abrazó a su hermanita, con mucho cariño, Stephan no era muy amigo del contacto físico, pero, con su hermana era diferente, Stephan tenía un vínculo especial de hermandad con Lola, ella fue una luz en su vida, cuando la tuvo entre sus brazos la primera vez.

Mientras Christian y Lola aún seguían sentados mirando la televisión, Marie tomó una revista de la estantería de madera antigua que se exhibe en una esquina, y se sienta en un sofá individual que se encontraba a un lado de la mesa de vidrio.

Hola, mamá y Steff— comentó Lola elevando la comisura de sus labios y sentándose de nuevo en el sofá.

— Stephan se sentó en la parte izquierda del sillón, intentando refrescarse un poco, empujando un poco a Lola— correte enana, tengo calor y tu ya estuviste mucho tiempo frente al aire — comentó molesto su hermano, mientras tomaba un almohadón del sillón y le pegaba suavemente a su hermana.

Oye, yo estaba primero— se quejó Lola y comenzó a pegarle a Stephan con otro almohadón, luego su hermano comenzó a hacerle cosquillas para intentar quitarla del sofá, lo que Lola comenzó a reír muy fuerte.

— Lola, Stephan ya dejen de pelear — ordenó Marie cruzada de brazos sentada en otro sofá individual cerca de la tele. Stephan paró cuando su madre lo ordenó por lo que Lola contraataco a Stephan con un almohadazo en la cara.

Lola se rió triunfante y celebró como si una multitud aclamara su éxito. — ¡Lola Moreau ha vuelto a triunfar! — exclamó con una sonrisa, levantando sus brazos en un gesto de victoria.

Sin embargo, la alegría se esfumó rápidamente cuando Lola se percató de la mirada severa de su madre. — Tienes que ser más femenina, Lola —señaló Marie con desaprobación, negando con la cabeza. —Una mujer debe proyectar una imagen digna, debes comportarte como una niña, no como alguien que parece que va a un partido de fútbol.— A pesar de que Marie no provenía de una familia adinerada, siempre se esforzó por mantener una apariencia elegante y educada, y deseaba que su hija siguiera ese mismo camino.

Lola, en voz baja pero firme, replicó, —Pero aún no soy una mujer. Tengo 11 años y puedo actuar como yo quiera.
 
— Incluso te vistes como una de esas chicas que salen ahora en la televisión— comentó criticando su vestimenta, mientras continuaba viendo una revista vieja que había en la mesa ratona de vidrio que había en medio de los sillones color crema y el televisor sobre un mueble antiguo que tenía un tocadiscos escondido— podrias ser mas como ella, ves y tiene mas o menos tu edad— comenta señalando a una niña rubia, alta, y de una mirada expresiva y muy elegante.

Lola se quedó sin habla, atónita por las palabras hirientes. Se mordió la lengua y apretó su puño con angustia. Siempre había anhelado recibir palabras de aliento y apoyo de su madre en lugar de críticas constantes.

De repente, Stephan, su hermano mayor, interrumpió la tensión. — Oigan, tengo hambre —anunció, mirando a su hermana. A él no le gustaba ver a su madre tratando mal a Lola. Stephan era sobreprotector y no permitía que nadie se acercara a su hermana, especialmente chicos que pudieran lastimarla. Él conocía la sensibilidad e inseguridad de Lola y siempre la alentaba a ser ella misma, a pesar de las discrepancias con su madre, quien no le permitía expresarse plenamente.

— Christian un poco molesto por el comentario que Marie hizo sobre Lola, intentó romper la tensión y vio su reloj y luego miró a su familia — ¿por qué no salimos a almorzar a un bar que está cerca de aquí? — sugirió el hombre de ojos verdes y miró a Lola, intentando buscar ayuda.

Me parece buena idea — comentó Lola sonriendo cómplice a su padre, aunque se preguntó de dónde sacarían el dinero para salir a comer, ya que la situación del país, tampoco ayudaba mucho, pero Lola no le daba mucha importancia a ese tema, ya que le aburría.

Lola subió las escaleras y avanzó por el estrecho pasillo hasta llegar a la última puerta. Un cartel de chapa con su nombre en letras cursivas la recibió antes de que girara el pomo y entrara en su habitación. Una vez dentro, se detuvo frente al espejo que ocupaba una de las paredes y se observó en silencio durante varios minutos. Un suspiro de decepción escapó de sus labios mientras contemplaba la imagen de la joven reflejada en el espejo.

Lola se dirigió con paso decidido hacia su armario, inmersa en la melodía de Hannah Montana, una reconocida artista pop de renombre mundial, al nivel de figuras como Britney Spears. La joven aspiraba a alcanzar ese nivel de éxito un día y seguía sus pasos con admiración.

La pasión de Lola por la música era evidente. Su gusto musical era diverso y ecléctico; desde cumbia hasta música clásica, disfrutaba explorar una amplia gama de géneros. Para ella, la música representaba una de las formas más hermosas de expresar sus emociones y autenticidad, a pesar de las dificultades que había enfrentado en el pasado. Anhelaba poder compartir su talento con el mundo sin el temor de las burlas que había experimentado cuando era más joven.

Tras inspeccionar su armario, Lola seleccionó un atuendo simple y calido para el día, con un abrigo rojo vibrante y un suéter de lana negro con toques rojos. Pantalones negros, botas de nieve a juego y una bufanda a rayas completan su look. Su accesorio estrella: un sombrero negro. Dejó su cabello suelto, con un ligero alisado.

Ya estoy lista — comentó mientras caminaba por el pasillo de vuelta, bajo la escalera mientras escuchaba a su padre.

— Tengo una muy buena noticia que darles — comentó Christian sentado en el sillón mientra se llevaba un vaso de jugo de naranja a su boca.

Espero sea un nuevo trabajo Christian — señaló Marie con tono serio, Lola rodeo sus ojos fastidiada, ya estaba cansada de escuchar siempre ese tipo de comentarios de su madre, ya era sabido su situación económica, y ella siempre tenía que remarcarlo, ya era fastidioso tener que escuchar su comentarios negativos.

La familia Moreau se aventuró fuera de su hogar, asegurando la puerta con llave, conscientes de la precaria situación de seguridad en el país. Caminaron por un barrio impecablemente cuidado, repleto de casas encantadoras. Su recorrido los llevó hasta una esquina donde se alzaba un bar de apariencia peculiar, teñido de tonos azules. Sobre la entrada del establecimiento, se destacaba un cartel elaborado con alambre blanco que llevaba el nombre «TeenAngels», engalanado con alas en sus extremos.

En la acera del bar, unas cuantas mesas se encontraban ocupadas por los clientes que preferían disfrutar al aire libre. Sin embargo, el clima helado hizo que la familia Moreau optara por ingresar al interior del establecimiento. Al traspasar las puertas, quedaron sumidos en un mundo de tonalidades azules.

El suelo, un lúgubre negro salpicado de diminutas motas blancas, guiaba sus pasos. Las mesas, en un distintivo azul francés, y la barra, situada en un rincón, seguían la misma paleta de colores. Las paredes, pintadas de un azul cielo, emulaban un cielo despejado adornado con nubes esponjosas. Por encima, el techo estaba decorado con una sutil iluminación y múltiples bolas de espejos en diferentes tamaños que añadían un toque de brillo y sofisticación al ambiente.

Un pequeño escenario se alzaba en la parte trasera del local, rodeado de confortables sillones y mesas que invita a los clientes a disfrutar de actuaciones en vivo o simplemente a relajarse. En esta área, el cartel de alambre reapareció, pero esta vez, estaba iluminado por un intenso azul celeste neon, atrayendo la atención de todos los presentes.

Cuando Lola miraba a su alrededor admirando el lugar, y la tranquilidad que este le entregaba, su familia se sentó junto a ella en una mesa junto a una ventana, el lugar estaba bastante cálido y agradable.

Mientras almorzaban Stephan contaba sobre cómo la había pasado en su semana en casa de sus amigos— oye, papi —mencionó Lola, a su padre quien atendió a su llamado con una mirada dulce— ¿tú querías decirnos algo, verdad? —preguntó la niña de ojos tierno a Christian.

—Él asiente recordando mientras tomaba un sorbo de su agua tónica— La noticia que quería contarles es que, he conseguido trabajo —comentó Christian sonriendo y la habitación se llenó de una alegría palpable mientras todos felicitaban efusivamente a Christian por su logro. La música siempre había sido un vínculo profundo entre Christian y su hija Lola. A lo largo de su vida, había sido un talentoso compositor y pianista, creando melodías y letras para películas de Disney y otras productoras de películas animadas. Sin embargo, debido a restricciones económicas, se había visto obligado a abandonar su pasión y emprender una carrera diferente, estudiando administración de empresas— en una disquera muy importante llamada Hot Tunes en Nueva York— finalizó Christian, la noticia de que ahora trabajaba en la influyente disquera Hot Tunes en Manhattan, Nueva York, llenó de alegría a la familia. Marie, en particular, mostró una expresión de felicidad evidente ante la noticia.

— ¿Eso significa que debemos mudarnos? — preguntó Stephan cruzándose de brazos y mirando a Lola. Christian asintió en respuesta. — Bueno, por mi parte, estaría bien. Allí quizás tenga más oportunidades para audiciones y para seguir estudiando actuación —agregó Stephan con interés. Volvió su mirada hacia su hermana y le preguntó— ¿Y tú, hermanita?—. Lola sonrió tímidamente, y duda un poco, mientras soba su brazo, Lola había estado sumida en sus pensamientos desde que habían salido de casa y las palabras de su madre la afectaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. — Vamos, seguramente te gustará —animó Stephan mientras le daba un beso en la sien. — Seguro será un nuevo comienzo para ti también —añadió con confianza. 

Ese comentario hizo que Lola recordará que, si se mudaban al extranjero, no tendría que decir adiós a nadie, ya que no tenía muchos amigos en su vida actual. Quizás, en su nueva vida lejos de su barrio, todo sería diferente. —No tengo mucho que perder —murmuró en voz baja. Afortunadamente, nadie pareció prestarle atención a sus palabras. Levantó su mirada hacia su padre, quien aún esperaba una respuesta. —Sí, creo que suena genial —respondió Lola, a pesar de sus dudas, ofreciendo una sonrisa de apoyo a Christian.

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Pienso seguir con Open Your Eyes, pero, estuve escribiendo esta historia en este tiempo, y quería ver que tal, me tomaré esta historia, como un despeje de la otra. Lo que quiero hacer con esta historia es mezclar mi serie favorita y mi película de mi infancia fav 🥰🤗

💋–A

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