Capitulo 9
Una semana larga y extraña. Eso había sido para Mikey los últimos días.
Encontrándose mucho más distante y perdido ni siquiera fue capaz de prestarle demasiada atención a sus propios hermanos. Emma le había insistido durante horas que se tomara unos cuantos días de vacaciones, que ella sola junto a algo de ayuda de Daiki podría hacerse cargo de la pastelería. Intentos absurdos ya que Mikey rechazó todos y cada uno de ellos. Después de dormir durante horas y alimentarse bien se había recuperado por completo, ¿Qué pretendía? ¿Que se quedara en casa para poder darle más vueltas obsesivas al tema que no dejaba de agobiarle día y noche? Ni hablar. Aunque se quemara las manos con las galletas recién horneadas día sí y día también por andar despistado no se quedaría en casa.
Y aunque le hubiese dado más o menos vueltas, era inevitable el desenlace.
Shinichiro intentó hacerle cambiar de idea inútilmente. No insistió demasiado, al igual que él también temía que tomaran represalias en contra de su hermano por desobedecer, pero Mikey tuvo que soportar su dura mirada enojada cuando salió de casa esa mañana. No estaba enfadado con él -bueno, quizás solo un poco-, sino con la situación. Aunque agradecía que no hubiese sido demasiado pesado para hacerle cambiar de idea y quedarse en casa.
Y ahora, recuperando un poco de ese terror frío que sintió la semana anterior se encontraba frente a ese rascacielos tan conocido y tenebroso para los humanos a partes iguales. Tragó saliva profundamente. Hacía frío pero las temperaturas habían aumentado por lo menos un par de grados. Metió las manos heladas y rojas por el frío dentro de los bolsillos del abrigo. Dio un amplio suspiro. Los ojos rojos de Takemichi que le habían atormentado todos esos días con pesadillas durante la noche volvieron a hacerse muy presentes en su imaginación. Tener que verlos de nuevo en vivo y en directo no era algo que le tranquilizara precisamente.
Sin embargo, dio el primer paso. Y unos cuantos pasos más tarde ya se encontraba dentro del edificio. Suspiró ligeramente cuando el frío quedó en segundo plano. Los vampiros no usaban cosas como la calefacción en sus edificios oficiales. ¿Para qué si no podían sentir frío? Pero aún así la temperatura era irremediablemente mayor dentro de ellos.
Unos pasos más, la recepción y unas preguntas. Esperó pacientemente en unas sillas algo incómodas, la intensa y profunda mirada que le dedicó la mujer del mostrador no hizo otra cosa más que perforarle el alma. Quiso encogerse sobre sí mismo y desaparecer. Tristemente no pudo.
-Qué alegría que hayas venido por tu cuenta y que no hayamos tenido que ir a buscarte -Mikey se puso en pie automáticamente cuando un rato más tarde escuchó esa penetrante voz a su lado. Un vampiro visualmente joven con unos ojos verdes llamativos y pelo negro le observaba con una sonrisa y las manos entrelazadas tras su espalda -. Me llamo Chifuyu Matsuno, acompáñame, por favor -y antes de dejar que Mikey saludara o dijera algo se dio media vuelta y arrancó el paso.
Ni siquiera supo bien cómo interpretar esa breve interacción. No fue amable, fue más cortante que otra cosa, y ya comenzaba a familiarizarse con sonrisas que distaban mucho de ser sinceras.
Manjiro caminó rápido tras él. Tenía nervios, demasiados nervios, y llegó a insultarse mentalmente por haber acudido a ese sitio voluntariamente. Por un segundo pensó que su hermano estaba metido en asuntos útiles, que quizás debería apuntarse como hizo Emma. Pero esos pensamientos desaparecieron inmediatamente. ¿Qué narices pensaba?
Supervivencia, Mikey. Supervivencia.
-¿No hace falta que te recuerde cómo debes actuar, verdad? -preguntó Matsuno una vez hubieron ingresado en el ascensor. Estaban a solas y el ascenso era largo e incómodo. Mikey le miró un segundo para darse cuenta que Chifuyu aparentaba una paciencia que quizás fuese fingida. Era un vampiro, no podía tomarse demasiadas confianzas.
-No -dijo sin más para justo después agachar la mirada al suelo.
-Hanagaki es un hombre serio y responsable, no le gusta perder el tiempo ni tener que explicar cosas evidentes -Mikey asintió lentamente aunque tuvo que morderse la lengua con fuerza para evitar soltar algún comentario desafortunado. ¿Responsable? Quería echarse a reír pero el nerviosismo y el miedo no le dejaron hacerlo.
-Entiendo -sus respuestas eran monótonas y cortas, no sabía qué otra cosa decir. Sentía que cualquier comentario añadido pudiera ser una falta de respeto para el vampiro que lo acompañaba.
-No solo lo digo por él, también te lo digo por tu propia seguridad -Manjiro le miró algo sorprendido cuando la puerta del ascensor se abrió.
Chifuyu caminó fuera y a Mikey no le quedó más remedio que volver a seguirle en silencio.
Esta vez pudo fijarse un poco más en los detalles de la última planta de la Torre. Tan largos y oscuros que podría perderse en cualquier momento pero tan elegantes al mismo tiempo que a veces se sentía estar en un palacio. Observaba curioso a su alrededor también como medida disuasoria que le ayudaba a dejar de pensar un poco en su realidad actual. Todo lo que fuera distraerse al menos un segundo de lo que acontecería en un rato era bienvenido.
La alfombra bajo sus pies acallaba los pasos de ambos y Mikey no pudo evitar echarle un vistazo a la espalda de Chifuyu. Físicamente parecía tener su edad pero su forma de hablar y sus expresiones le alejaban por completo de la juventud. Le recordaba a Hanagaki pero sin llegar a ser tan tétrico como él. Le costaba imaginarse a Chifuyu en una época en la que fuera humano. ¿De verdad ese vampiro había podido estar lleno de vida y alegría como él en algún momento? Le abrumó el echo de pensar la cantidad de tiempo que llevaría con vida e incluso le disgustó la idea.
No creía poder ser capaz de soportar el paso del tiempo de esa forma.
-Llegamos -unos minutos más tarde Chifuyu se detuvo en una puerta de madera ancha y alta. Tomó el pomo y antes de abrir lanzó una rápida mirada a Mikey -. Recuerda lo que hemos hablado.
Ni siquiera le dio tiempo a responder. Chifuyu se apartó para que el menor pudiera pasar y Mikey tragó saliva con fuerza antes de tomar valor para hacerlo. Sus lentos y pesados pasos le hicieron ingresar en la sala poco a poco. En seguida escuchó una tenue melodía y un suave tarareo que acompañaba esos sonidos. Cuando estuvo dentro la puerta volvió a cerrarse detrás de él y Mikey se sintió irremediablemente nervioso al darse cuenta que Chifuyu no lo había acompañado.
El tarareo y la música continuaron unos segundos más. Manjiro echó un rápido vistazo a la habitación pero sus ojos se detuvieron en seguida en la figura que estaba sentada en uno de los amplios sofás que rodeaban una chimenea encendida. Le pareció extraño, la habitación estaba cálida y se preguntó mentalmente para qué necesitaba un vampiro ese calor.
-Por fin -escuchó la voz de Takemichi en un suspiro feliz. El tarareo se detuvo, la música seguía sonando en el tocadiscos. Mikey entrelazó sus propias manos y comenzó a jugar con sus dedos. No sabía si decir hola, buenas tardes o muérete vampiro de mierda. Cualquiera de las tres cosas podría causarle la ruina si su destino dependía de Hanagaki.
Takemichi se puso en pie y solo entonces Mikey barrió todo su cuerpo con la mirada. Esta vez no llevaba un traje tan sofisticado como la última. Un simple jersey negro ajustado y de cuello alto ceñía cada tramo ligeramente musculoso de su delgado y alto cuerpo, y unos pantalones de traje apretados en la zona de sus muslos del mismo color que el jersey resaltaban sus largas piernas. Manjiro volvió a alzar la mirada cuando el vampiro se empezó a acercar a él sin dudarlo y sin detenerse. Alzó la mirada cuando lo tuvo solo a unos centímetros y la sonrisa de Takemichi sacó a relucir sus brillantes y afilados colmillos.
-Justo a tiempo, no me has hecho enfadar.
-De nada -no supo si su forma de hablar fue sarcástica, quiso pensar que no pero eso solo fue para quitarse el miedo que le generó pensarlo. Sin embargo, para Takemichi pareció divertido pues su sonrisa creció unos milímetros más. En ella y en su mirada Mikey vio lo evidente, el descontrol de un vampiro que estaba hambriento, así que no pudo pensar mucho más antes de que le tomara con fuerza de las muñecas para evitar que se alejara.
El rostro del vampiro se acercó a su cuello y su nariz se pegó a su piel. Aspiró con fuerza y Mikey sintió esa zona erizarse. Contó los segundos solo porque creyó que así el tiempo se le pasaría más rápido. Gran error. Parecieron pasar años hasta que sintió el característico ardor en su piel cuando los colmillos se enterraron en ella con ímpetu. Succionó y Manjiro soltó un gemido dolorido al volver a percibir sus extremidades más ligeras. Su vista se nubló, de pronto los recuerdos de lo que sintió hace una semana volvieron a hacerse reales y se presentaron exactamente igual que la primera vez.
Apretó los puños de las manos que Takemichi tenía agarradas por las muñecas. El calor extremo inicial pronto se convirtió en el frío posterior de la primera vez. Sin embargo, esta vez no sintió tanto frío y antes de pensar que había pasado mucho tiempo Takemichi se alejó.
Manjiro sintió sus piernas temblar y cayó de rodillas cuando el agarre en sus muñecas desapareció. Su respiración irregular y su mirada perdida solo duraron un momento. Tapó la herida recién abierta con la palma de su mano y alzó la vista solo para observar a Takemichi limpiándose la comisura de los labios con la manga de su jersey. Una expresión de satisfacción protagonizó su rostro y soltó un suspiro ligero con los ojos cerrados. Al volver a abrirlos Mikey volvió a bajar la mirada al suelo, aterrado.
Sentía un poco de mareo pero nada comparado a la primera vez, apretó los labios que sufrían un pequeño temblor por la anticipación y la incertidumbre. Escuchó pasos a su alrededor pero no quiso mirar a ese vampiro. Ahora que se había vuelto a aprovechar de él, ¿Qué haría? ¿Lo mataría? Igual había descubierto que ya no le gustaba su sabor o que ya no lo necesitaba como creyó en un primer momento. El corazón empezó a latirle con fuerza cuando los suaves pasos tomaron rumbo en su dirección. Respiró agitadamente, su pecho subía y bajaba a gran velocidad e incluso llegó a creer que su respiración se escuchaba mucho más alta que los pasos.
Pero lo que vio delante de él, cruzándose intencionadamente con su visión, fue una manzana.
-Come -la petición más que algo brusco había resultado en un tono sorprendentemente suave. Manjiro observó a Hanagaki arrodillado delante de él tendiéndole una deliciosa y gran manzana verde. Tragó saliva con fuerza antes de preguntar.
-¿Por qué?
-Los humanos sois como los vampiros pero necesitáis cosas más insípidas para recuperar fuerzas -observó la manzana con curiosidad y cierto desagrado. Con el tiempo se le había olvidado el sabor de los alimentos y estos se habían convertido en algo asqueroso para él -, y el otro día ni siquiera te sostenías en pie. No queremos repetir eso, ¿cierto? -su rojiza mirada se clavó en la suya y esa vez Mikey sintió que era mucho más profunda, como si le estuviese prestando verdadera atención por primera vez.
Con dificultad se acomodó un poco mejor sobre el suelo y tomó la manzana evitando a toda costa tocar su mano. ¿Debería decir gracias? ¿No? ¿Al fin y al cabo podría considerarse un tipo de intercambio, cierto? ¿Sangre a cambio de manzanas?
-Gracias -soltó sin pensarlo siquiera y dentro de sí mismo se faltó el respeto considerablemente. Agradecer por desangrarme, maravilloso. Pero la sonrisa de Takemichi y el poco interés que le tomó a levantarse y alejarse de él fue recibido a modo de respuesta.
-De nada -Mikey dio un pequeño bocado, tan pequeño porque se sentía incómodo con esa profunda mirada perforándole el alma. Masticó durante unos segundos. ¿Qué narices miraba tanto? ¿Nunca había visto a un humano comer? -. ¿Cómo te llamas? -Mikey dejó de masticar y no pudo evitar mirarle de vuelta con expresión dudosa. No sabía cómo digerir la pregunta; si de verdad era interés o lo hacía meramente para mantener algún tipo de conversación banal. Pero alguien como Hanagaki no necesitaba eso, si quería evitar un silencio incómodo no tenía más que echarle a patadas de allí.
-Manjiro -su voz sonó débil y se aclaró la garganta antes de repetir con más volumen y seguridad -. Manjiro Sano.
-Encantado de conocerte, Manjiro, este ese el inicio de una buena relación, ¿no crees? -las cejas del menor se fruncieron en sincero desacuerdo y confusión y el tono de voz sarcástico que había empleado le hizo sentirse mucho más confundido. Entonces la expresión de Takemichi se desfiguró y ese sarcasmo quedó de lado para mostrar una tenue curiosidad -. Es curioso, tu apellido me suena de algo.
-No debería -comentó agachando la mirada de nuevo -, ni yo ni mis hermanos destacamos en nada.
-¿Y tus padres? -Mikey apretó el agarre que mantenía sobre la manzana involuntariamente. Se negó a mirar a ese vampiro y que pudiera descifrarle.
-Mis padres aún menos -decir que habían desaparecido era revelarle demasiado a alguien como Hanagaki. Decir que los habían abandonado en cuanto nació Emma sería desnudar su vida privada ante alguien que no estaba dispuesto a ayudar o a compadecerse. Al contario, posiblemente lo usaría como bala para rematarlo verbalmente. No necesitaba algo así.
-Puedo ver tus sentimientos -escuchó de vuelta y Mikey se atrevió a mirarle de nuevo. La seriedad había invadido por completo el rostro del vampiro. Nada más esta vez. Pura seriedad y neutralidad -, es lo que más me apena de vosotros y de lo que los vampiros nos hemos liberado. Los sentimientos son solo una debilidad, ralentizan la evolución.
-¿Tu crees?
-No es una creencia, es una realidad.
-Pues yo creo que nadie puede vivir sin sentir. Incluso para los humanos la vida sería infinita si no amáramos -aquellas palabras parecieron sacar de su inexpresión a Takemichi pero solo un poco. Sus ojos se abrieron un poco más que antes, levemente sorprendidos esta vez -. Sí, a veces duelen, pero merece la pena.
La mandíbula de Takemichi se apretó con fuerza. De repente sintió una incomodidad característica de la rabia. La rabia... Un sentimiento que llevaba mucho tiempo sin sentir pero que llegó de la mano de un recuerdo concreto. Algo que llevaba mucho tiempo sin sucederle y aunque no era demasiado intenso ahí estaba. ¿Y solo había necesitado un par de palabras de ese mocoso para volver a sentir algo así? Por suerte solo duró un segundo. Su expresión volvió a relajarse en una sonrisa pequeña y vacía.
-Dime algo, Manjiro... -el modo que utilizó para pronunciar su nombre le puso los pelos de punta. Mantuvo silencio hasta que el vampiro quiso continuar -, si te diera la oportunidad ahora mismo de convertirte en vampiro y vivir eternamente, ¿lo aceptarías? -los ojos de Mikey se abrieron con sorpresa y la garganta se le quedó seca de golpe.
Jamás lo había pensado, nunca se había planteado esa pregunta, y desde luego no le había gustado hacerlo. Su expresión de sorpresa se transformó en una seria cuando al instante supo la respuesta. Aunque pudiese morir mañana, aunque esa misma noche le arrebataran la vida...
-No -soltó con sincera sencillez. Como si la respuesta fuese la más evidente sobre la faz de la tierra -. Jamás aceptaría convertirme en uno de vosotros.
-¿Rechazarías poder y vida eterna?
-¿Para qué quiero vivir eternamente si sé que voy a estar solo? -cada palabra que soltaba lo hacía con más repugnancia que la anterior. Takemichi ladeó la cabeza y se planteó una pregunta en su mente.
¿Él estaba solo? Sí. Llevaba solo muchos años. Nadie contaba en su vida a pesar de estar rodeado por gente que daría la suya por él. Estaba solo porque él así lo había decidido y porque su condición de vampiro le había autoimpuesto la soledad.
-Para no sufrir. Para no sentir esas cosas malas que la gente siente -una pequeña sonrisa sarcástica y triste cubrió los labios del menor y Takemichi observó ese gesto con curiosidad. Mikey quería decir tantas cosas pero evitó todas y cada una de ellas. No podía iniciar un debate con él, en ese momento y estando en la situación en la que estaba. Pero sus labios picaban con la necesidad de decir todas y cada una de ellas aunque tuviera que estar horas hablando. Se sorprendió a sí mismo dándose cuenta de repente de que ya no sentía miedo.
No tenía miedo. Estaba frente al mismísimo Hanagaki a solas, en una habitación oscura, con una manzana en la mano y manteniendo una conversación tranquila con ese tenebroso hombre. ¿Cómo de bizarra podría ser su vida en ese momento? Pero no tenía ni una pizca de miedo. Más bien lo que sentía esta vez era... ¿Lástima? ¿Por quién? ¿Por ese asesino?
-Nunca lo entenderías -continuó. Se mordió el labio antes de seguir intentando controlar sus palabras, pero antes de poder hacerlo ya había continuado hablando -, si no eres capaz de sentir nada nunca lo vas a entender. Ni siquiera sé a dónde quieres llegar diciéndome todo esto.
-A nada, es mera curiosidad. Quiero intentar llevarme bien contigo ya que vamos a vernos tan a menudo -Mikey volvió a mirar la manzana con una sola mordida, observó de vuelta la postura de Takemichi, aún arrodillado frente a él, y de vuelta a sus ojos rojos -. Pero era una simple pregunta retórica. ¿Para qué querría convertir en vampiro al humano del que bebo su sangre? -preguntó sonriente. Mikey no sonrió.
Entonces y antes de que ninguno de los dos pudiera continuar con la conversación unos golpecitos se escucharon en la puerta. Takemichi suspiró profundo por la nariz y se puso en pie. Lo miró un instante y señaló la manzana que había en su mano.
-Come -ordenó antes de alzar la voz más alto para el que estuviera esperando fuera -. Adelante.
Mikey dio un segundo bocado y la puerta se abrió lentamente. Fue Kisaki el que ingresó en ella y antes de pronunciar palabra realizó una breve inclinación de cabeza hacia el vampiro mayor.
-Buenos días, mi señor.
-Sí... Eso -su mirada no se despegaba de los bocados que Mikey daba a su manzana. Estaba distante con su nuevo e inesperado invitado. Kisaki siguió su mirada y analizó unos segundos a ese humano. Obviamente sabía que iría ese día y muchos más de ahora en adelante. No era una sorpresa.
Pero por algún motivo no le agradaba en absoluto.
-No vengo con una noticia nueva o importante -alzó la mirada de nuevo a Takemichi quien seguía sin mirarle -. Han detenido a otros tres rebeldes pegando carteles de protesta por las calles. Están abajo. Dime si los mando a ejecutar o los encerramos -Mikey paró de masticar al instante, prestando, esta vez sí, verdadera atención a la conversación ajena.
-¿Pulseras? -preguntó Takemichi transformando su expresión a una de confusión al comprobar el cambio de actitud en Mikey. Más nervioso, más... ¿Temeroso? ¿Por qué?
-Dos negras y una plateada.
Entonces una idea apareció de pronto en su retorcida creatividad. Su expresión se transformó en una más animaba cuando alzó la mirada por fin y contempló a Kisaki. El vampiro menor se alegró de que por fin le prestara un poquito de atención pero no llegó a exteriorizarlo.
-Los veré y decidiré -Kisaki parpadeó sorprendido.
-¿Lo dice en serio?
-¿He de repetirme? -entonces volvió a agachar la mirada al humano sin prestar atención a las palabras de Kisaki que musitaron un breve 'no, por supuesto que no'. Manjiro le devolvió la mirada incómodo, sin esperarse realmente lo que pudiera suceder a continuación -. Sígueme, veamos si esos sentimientos de los que tanto hablas te sirven para algo.
Si esas palabras de por sí ya le parecieron extrañas no quiso tener que imaginarse cual era la idea que se le había ocurrido a Hanagaki. Ni siquiera se había terminado por completo la manzana pero tuvo que abandonarla en esa habitación antes de seguir a los dos vampiros que salieron de ella y comenzaron a caminar por los largos pasillos del rascacielos. Tampoco es que lo necesitase, ahora se sentía mucho mejor, Takemichi parecía haberse controlado mucho más para no dejarle casi vacío por dentro. Bastante considerado de su parte.
Sin embargo, no podía pensar demasiado en eso. Unos cuantos pasillos estrechos, bastantes plantas más abajo en el ascensor y llegaron a un nivel que carecía de una decoración mínimamente similar a la del último piso. Ninguno de los dos vampiros le habían dirigido la palabra en todo el trayecto pero tuvo que hacer frente a un par de miradas afiladas y asesinas de ese tal Kisaki. Es decir, sabía que los vampiros odiaban a los humanos pero lo de ese parecía personal.
Llegaron a una puerta de metal custodiada por otros dos vampiros que los dejaron entrar sin mayor inconveniente en cuanto vieron de quién se trataba. Incluso Mikey se sorprendió del evidente miedo que algunos vampiros sentían al ver a Hanagaki. No era necesario que abriera la boca o que mirara de tal forma a alguien, su mera presencia imponía de una forma que jamás había comprobado. No solo le temían los humanos sino que su propia especie también. Y en eso podía influir varios factores a la vez.
Les abrieron las puertas sin intercambiar palabras. Mikey se vio en medio de algo en lo que no pintaba nada, descomunalmente incómodo, caminando detrás de los dos vampiros como un entrometido de narices y soportando las miradas desagradables de aquellos con los que se cruzaban.
Sin embargo, al entrar, todos esos detalles quedaron en segundo plano. Las respiraciones ahogadas eran algo que captaron toda su atención. La sala era espaciosa y a penas sin muebles y no había ventanas. En el centro habían tres sillas y sobre esas sillas tres personas atadas de pies y manos y con mordazas en la boca que les dificultaba tanto hablar como respirar a partes iguales.
Dos chicos y una chica.
Mikey observó la escena desconcertado y preocupado. Esas tres personas parecían tener más o menos su edad, incluso puede que más jóvenes, recién hechos adultos. Y ellos le devolvieron la mirada de la misma forma. Quien sea que les hubiera introducido en esa vida rebelde y temeraria no estaba ahí con ellos. Porque los más jóvenes siempre eran los últimos en ser reclutados. Y Manjiro se compadeció de ellos pero guardó silencio, tan callado como un cadáver.
Podría decirse que en shock.
Y sin comprender realmente qué hacía él allí.
-Aquí los tienes -comentó Kisaki una vez la puerta fue cerrada a sus espaldas. Mikey dejó de mirar a los jóvenes para observar a su alrededor. Visualizó un par de cadenas y cuerdas en una esquina, unas manchas medio borrosas en el suelo tenían un tono oscuro, como granate. Las pulsaciones aumentaron cuando se dio cuenta que esa sala estaba destinada a cosas que no le gustaría para nada descubrir -. ¿Qué quieres hacer con ellos?
-¿Yo? -preguntó Takemichi con las cejas alzadas. Su mirada paseó entonces por cada uno de esos jóvenes que le miraban con auténtico miedo y odio. Porque ya sabían quién era, todos sabían quién era en cuanto compartían una sola mirada con Hanagaki -. Está claro lo que se merecen, el castigo debe ser el mismo para todo los traidores -uno de ellos azotó las ataduras en las cuerdas de sus manos y gritó algo bajo la mordaza que quedó ahogado. Un vampiro desconocido para Mikey se acercó a él y le dio un fuerte golpe en la cabeza que pareció dejarlo aturdido durante un segundo.
Entonces Manjiro sintió unos pasos acercarse hasta posicionarse tras su espalda, una mano fría se plantó en su hombro y sintió su piel erizarse al instante. El aire frío de una respiración ajena le acarició el oído cuando se acercó para hablarle desde ahí.
-Hoy estoy compasivo, cada vez que te veo me siento más humilde -comentó sin un ápice de honestidad. Mikey no se movió, ni siquiera se molestó en mirarle -. Mira esto -no supo de dónde había salido ni cuándo la había cogido. Ni siquiera sabía que los vampiros tenían algo como eso o si de verdad necesitaban utilizarlo. Pero cuando su mano sintió algo frío y metálico posicionarse lentamente entre sus dedos agachó la mirada confundido para comprobar, con pánico, que lo que Takemichi estaba poniendo en ella no era otra cosa que una pistola.
Su respiración se detuvo durante un segundo y entonces sí, clavó los suyos en los ojos brillantes de Hanagaki.
-¿Qué haces? -preguntó en un hilo de voz, sumamente confundido y aterrorizado. Takemichi sonrió y dio un paso para ponerse a su lado sin dejar de apretar su mano para que no dejara caer el arma.
-Dos mueren y uno se salva -hablaba casi como un niño, como si le divirtiera esa clase de juego. Los ojos de Mikey se abrieron, consternado -. Tú lo decides, ¿entiendes a dónde quiero llegar?
La mirada de Mikey volvió a agacharse al arma que aplastaba con su mano y la de Takemichi sobre la suya, después volvió a mirar a esas personas, no, a esos adolescentes que tenían toda la vida por delante y que esta vez le miraban con el mismo estupor que él. En silencio y paralizados. Entonces negó repetidamente con la cabeza. Primero lentamente, después con más persistencia.
-No, no -negó rotundamente y repetidamente durante unos buenos segundos. Miró a Hanagaki y este no había dejado de hacerlo en ningún momento. Kisaki rodó los ojos a su espalda pero de eso evidentemente no se dio cuenta -. ¿Qué? No.
-Si no matas tú mismo a dos entonces morirán los tres. A mí me parece algo justo, una vida se salvará y tú con tus maravillosos sentimientos de los que tanto alardeas podrás salvar a uno. Elige -sintió presión en su mano y poco a poco Takemichi le obligó a levantar el brazo. Tampoco es que él pudiera hacer mucho para evitarlo, su fuerza no era comparable a la de un vampiro y aunque lo intentó no pudo volver a bajar el brazo. Comenzó a ponerse nervioso y la velocidad de su respiración aumentó notablemente.
-Estás enfermo... Yo no... -escuchó a los tres jóvenes tirar de las cuerdas que los retenían, los escuchó resistirse y gritar cosas bajo las mordazas. Mikey los miraba a ellos y a Takemichi intermitentemente. El cañón de la pistola los apuntaba pero él era incapaz de apretar el gatillo. No podía hacerlo, no era capaz, no era un asesino, pero entonces.... Entonces...
-¿Tienes la oportunidad de salvar a alguien y no vas a aprovecharla? -Hanagaki le hablaba con cautela y suavidad, como si estuviese hablando con un niño pequeño. Mikey sintió las lágrimas acumularse en sus cuencas poco a poco pero el shock no le permitía comenzar a expulsarlas.
-No puedes pedirme algo así...
-Elige. Uno de ellos podrá seguir con su vida con las personas que aman, ¿No es eso lo que tanto te gusta?
-No me pidas algo así... -no se había dado cuenta de que Takemichi había apartado su mano. Mikey miró su brazo y este alzaba la pistola temblando. Temblaba tanto como sus piernas.
-¿Vas a permitir que mueran los tres? -los jóvenes seguían resistiéndose en vano y gritando palabras ahogadas por la mordaza. Mikey no podía soportar seguir escuchándolos ni a ellos ni a ese maldito vampiro -. Si mueren los tres sería tu culpa, yo te he dado esta oportunidad.
-¡Cállate! -gritó y cerró los ojos con fuerza antes de volver a bajar el arma. Al abrirlos miró a esos jóvenes uno a uno y se aterrorizó con ellos, sintiendo todo ese miedo de que sus vidas se acabarían, de que no volverían a ver a sus familias y de que les harían sufrir lo mismo que él y sus hermanos habían sufrido con Izana.
Fue tan terrorífico pensarlo que si le dieran la oportunidad les regañaría y les diría que no deberían haberse metido en esas cosas, que habían arriesgado sus vidas para nada. ¿Para qué? Para acabar muertos. Y ahora que los miraba a los ojos uno a uno y reconocía sus facciones, su color de pelo, el tono de su piel, el color de sus ojos, sus lunares y sus pecas, su forma de vestir... Todas esas cosas que describían la vida de una persona le ayudaba a darse cuenta de que eran reales y que tenían vidas e historias que estaban a punto de ser silenciadas.
Fue tanta angustia la que sintió que le dieron ganas de vomitar.
-Te doy diez segundos -sentenció Takemichi a su lado -. Si no eliges yo mismo los mataré a los tres -la diversión había desaparecido del tono de su voz dando lugar a la más sincera y contundente seriedad. Los temblores en sus brazos incrementaron y su respiración se convirtió en algo frenético y acelerado. Ni siquiera se había dado cuenta de las lágrimas que ahora descendían por sus mejillas.
Cerró los ojos y negó con la cabeza.
-Diez, nueve... -los cerró con más fuerza y se mordió el labio tan fuerte que se hizo sangrar. No quería abrirlos y mirar de nuevo esos ojos. Su mano temblorosa aferraba con fuerza la pistola en su mano -, seis, cinco... -los gritos ahogados eran cada vez más fuertes y desesperados. Pensó en Shinichiro y qué hubiese sido de él si fuese a su hermano a quién hubiesen atrapado -, tres... -sintió aún más miedo al pensarlo pero tuvo más ganas de vomitar cuando se dio cuenta de que en realidad estaba agradecido de que no hubiese sido así -, dos... -porque sino sí que se habría manchado las manos de sangre -, uno... -pero si tenía que manchárselas de sangre entonces lo haría de otra forma.
En un arranque descontrolado y cargado de rabia, alzó la pistola con otro objetivo en mente. El temblor había desaparecido por completo y esta vez solo dio lugar a la rigidez en sus movimientos que apuntaron el cañón de la pistola hacia él, hacia Hanagaki, y entonces apretó el gatillo.
Ni siquiera sabía si funcionaría, ¿Cómo se mataba a un vampiro? Jamás lo supo y nunca quiso saberlo, pero era lo único que pudo hacer en el momento más indeciso de toda su vida.
El sonido del disparo y su posterior estruendo solo pareció sorprender a los humanos de la sala. Ni siquiera varió la expresión en el rostro de Takemichi. Solo tuvo que inclinarse a un lado y avanzar hacia él en una sola zancada para arrebatarle la pistola con una violenta sacudida. Mikey cayó hacia atrás con el fuerte empujón y se golpeó la cabeza contra la pared. Hanagaki seguía agarrándole del brazo con tanta fuerza que llegó a doler demasiado pero ni siquiera le quedaron fuerzas para gemir de dolor.
-¡Maldito humano! ¡Cómo te atreves! -el revuelo que se formó fue digno de película. Kisaki se acercó a él con agresividad y cara de estar dispuesto a cortarle el cuello mientras que el resto de vampiros también tuvieron la intención de acercarse a defender a su gobernador. Sin embargo, justo cuando Kisaki alargó el brazo para quién sabe si agarrar o atacar a Mikey, Takemichi lo agarró y sin demasiada dificultad lo torció.
Un chasquido y un grito de dolor.
Nadie podía asegurar que los vampiros no sentían dolor físico, aunque no muriesen eso sí lo padecían. Y Kisaki no era la primera vez que tenía que soportar algo así. Tomó su brazo cuando Takemichi lo soltó con brusquedad, torcido en un ángulo antinatural. Lo contempló con los ojos rojos y los dientes apretados. Aquellos más los gritos de los humanos y las exclamaciones de los vampiros solo consiguieron crispar la paciencia de Takemichi.
Alzó la pistola al techo y disparó tres veces.
Se hizo silencio absoluto.
-¿Tanto os asusta un humano con un arma? -preguntó mirando a los vampiros en particular. Todos, incluido el adolorido Kisaki, le miraban en completo silencio -. No me hagáis avergonzarme de vosotros, malditos inútiles -su voz daba miedo, fue tan grave y cortante como nunca antes Mikey había escuchado. Takemichi puso su mirada sobre Kisaki quien tomaba su brazo e intentaba aparentar que no dolía. Hanagaki odiaba que los vampiros manifestaran su dolor, siempre lo había detestado -. Si vuelves a intentar tocarlo te partiré el cuello la próxima vez, no se juega con la comida de otros, me da igual quién seas -Kisaki tragó saliva profundamente y asintió sin decir nada más.
Mikey se había dejado caer al suelo, apoyado en la pared y con dolor en la cabeza. Su respiración se había regulado un poco pero aún le dolía el brazo, estaba seguro de que le saldría un feo moretón. Cuando Hanagaki volvió a mirarle no apartó la mirada. El mayor suspiró fuerte por la nariz y señaló a uno de los vampiros de la habitación.
-Tú, llévatelo arriba.
-En seguida, mi señor -ni siquiera supo por qué hizo eso. Estaba dispuesto a dejar que Mikey viera la muerte de esas personas, de hecho, esa era la razón por la que lo había llevado con él.
Pero entonces, ¿Por qué decidió al final no hacerlo?
Esa era una pregunta para la que no tenía respuesta.
Y nadie dijo nada más. Mikey fue sacado de la habitación sin poder decir o hacer nada para oponerse. Lo que sí le hizo detener el paso involuntariamente, encontrando de nuevo el desconsuelo y la desesperación en su corazón, fueron los tres disparos seguidos a su espalda y el posterior silencio desolador.
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