Capitulo 4

Mikey sintió sus ojos inundarse con las lágrimas que pronto nublaron su visión. Su respiración adquirió un ritmo frenético y los temblores en todas sus extremidades eran de todo menos sutiles. El agarre en su cuello a penas le dejaba recibir el aire suficiente para no desmayarse y la mano que había alzado con fuerza la suya para contemplar la pulsera blanca de cerca le hacía daño al apretarse.

De pronto el callejón parecía más tétrico, oscuro y apestoso; denso. Pero él no era capaz de apreciarlo a penas, su mirada contemplaba con terror a la persona frente a él.

-¿Sabes? Compartir es vivir, ¿te lo habían dicho alguna vez? -la mano que tomaba la suya revelaba el color de la pulsera de ese tipo. No hacía falta aclarar que era negra, lo supuso en el momento en que descubrió el objetivo de su ataque. Mikey no se atrevió a decir nada, apretó los labios en una fina línea y permaneció inmóvil cuando el agarre en su cuello desapareció. El tipo tenía una fea cicatriz en el ojo, tan fea que daba miedo. Esa mano descendió hasta su bolsillo y de él sacó una navaja que brilló ante la poca luz que ingresaba en el estrecho callejón.

Manjiro abrió los ojos como platos al observarla, de repente su corazón se había detenido. 

-No... No, por favor...

-¿En cuántos minutos crees que puedo cortarte la mano? ¿Ah? Dicen que los huesos que conforman la muñeca no son tan difíciles de cortar -entonces Mikey intentó luchar. Quiso tirar del fuerte agarre en su brazo pero el tipo era alto y musculoso, mucho más alto que él y, evidentemente, más fuerte. Lloró con fuerza aterrorizado cuando el filo de la navaja se acercó a la piel de su brazo y volvió a quedar inmóvil, la amenaza escondida en ese gesto estaba clara. 

¿De verdad estaba a punto de sucederle algo tan terrible? ¿Algo que solo había leído en las noticias o escuchado de boca en boca? Sintió tanto terror que el aire comenzó a fallarle. Aquello iba en serio, lo notaba en la mirada de ese hombre, en la oscura desesperación de su expresión, en la nula compasión que sentía. 

-¡No! ¡No lo hagas! ¡Por fav...! -su grito quedó interrumpido cuando otro cuerpo impactó de lleno contra su atacante, separándolo de él y arrancando el agarre de su brazo. 

Sus piernas fallaron y Mikey calló al suelo de rodillas con un ataque de ansiedad. Tuvo que apoyar las manos en el suelo para sostenerse, sus ojos inundados en lágrimas y a penas viendo bien pero sin deseos de querer hacerlo realmente, con sus manos se restregó los ojos con fuerza. Temblando como un pobre perrillo asustado.

-¡¿Qué cojones haces?! -gruñó el tío que había estado a punto de arrancarle la mano.

-¡Qué cojones haces tú, Takeomi! ¡Es mi hermano pequeño, joder! -entonces la curiosidad le hizo detenerse. Manjiro dejó de restregarse los ojos y alzó la cabeza para contemplar a otro hombre vestido de negro y con capucha acercarse a él a pasos grandes. 

Entonces lo vio y su respiración se paralizó, fue tanta la sorpresa que aquello le hizo concentrarse en otra cosa y conseguir tranquilizar el ataque de ansiedad que estaba teniendo. Sus ojos se abrieron como platos al contemplar a Shinichiro arrodillarse frente a él con una expresión cargada de preocupación y arrepentimiento. Permaneció unos segundos incrédulo, sin saber exactamente cómo reaccionar. Casi llegó a pensar que se trataba de su propia y traumatizada imaginación, quizás imaginarse que había sido su hermano mayor el que le había salvado era mera autodefensa de su cerebro. 

¿Pero acaso era así?

-¿Y a mí qué coño me cuentas? Nunca me lo presentaste -Shinichiro no hizo caso a las quejas de su amigo en la distancia. Tomó a Mikey de las mejillas y le observó mejor, de cerca. En su mirada podía apreciarse en cierta medida todo aquello que sentía, podría ser odio hacia sí mismo, remordimiento y cierto temor. Pero Mikey no dijo nada, se limitó a mirarle con la boca abierta y los ojos desorbitados. 

-Hey, Manjiro, ¿Estás bien? Lo siento, joder -tiró de él para abrazarle y ayudarle a ponerse en pie. Mikey no correspondió al abrazo, estaba tan perdido que ni siquiera tenía palabras para decir algo. Por encima del hombro de su hermano advirtió a otra persona parada al lado del tal Takeomi. 

Era Baji. De brazos cruzados y observando la escena con completa seriedad.

¿Qué cojones estaba pasando?

Entonces reunió la fuerza suficiente para meter las manos entre sus cuerpos y empujar a su hermano por el abdomen, separándolo.

-¿Qué es esto? -preguntó. Aún temblaba y las lágrimas, aunque ya no caían, empezaban a secarse en sus mejillas -. ¿Qué hacéis? ¿Quién es ese? -preguntó mirando a Takeomi con miedo y odio. Shinichiro suspiró y peinó su flequillo con desesperación. 

Joder. No esperaba que fuese su hermanito al que atacarían sus amigos. ¿Qué mierda? ¿Cuál era la probabilidad de que ocurriese algo así? Una entre un millón y sin embargo ahí estaba, había pasado. No sabía que cojones decir ahora. 

-Nada y nadie, ha sido un error -contestó en voz baja. Mikey no podía creerlo. Observó a Shinichiro con incredulidad y por instinto volvió a esconder las muñecas bajo las mangas de su chaqueta. No pudo seguir hablando pues Takeomi se le adelantó. 

-¿Cómo se te ocurre dejar a tu hermano pequeño caminando solo cuando sabes perfectamente lo que hacen con ellos, Shinichiro?

-Por Dios, cállate de una vez -esa fue la primera intervención de Baji. Manjiro le miró también y de nuevo a su hermano.

No entendía nada y por no entenderlo creía marearse.

-¿Qué pretendíais hacer? -preguntó en un hilo de voz, más dolido que asustando para ese punto. Había hecho la pregunta pero realmente sabía lo que habían intentado hacer, estaba claro. Es decir, sabía que esas cosas ocurrían pero, ¿de verdad estaba su hermano metido en todo eso? No quería creerlo, prefería pensar que había sido un error o un malentendido, pero su mente no podía dejar de pensar en que sí, su hermano había participado en una atrocidad como esa. 

Takeomi abrió la boca para hablar pero un golpe de Baji en el costado le hizo callarse de inmediato. Shinichiro tomó la palabra entonces, suspirando antes de hacerlo.

-Será mejor que vayamos a casa, te lo explicaré allí -quiso tomarle del brazo pero Mikey se alejó con un paso.

-¡No! -soltó con el ceño fruncido y la expresión cargada de enojo -, no iré contigo hasta que me lo cuentes.

-Tu hermano es un poco lento, Shin, ¿de verdad no lo has pillado todavía? -preguntó Takeomi hacia él. Aquello pareció crispar los nervios de su hermano quien sin molestarse en girarse hacia ellos demandó en voz alta:

-Llévatelo de aquí Baji, hazme el favor. 

-Claro -el menor obedeció y con aburrimiento comenzó a empujar a Takeomi fuera del callejón mientras este no dejaba de quejarse en voz alta y de gruñir. Shinichiro se acarició el puente de la nariz con gesto cansado y cerró los ojos antes de volver a suspirar. 

-Sabía que esto no era buena idea... -murmuró y Mikey casi no llegó a entenderlo.

Esperó paciente unos segundos y un rato después dejaron de escucharse las voces de los compañeros de su hermano. Mikey tragó saliva con fuerza mientras observaba a su hermano con los ojos entrecerrados y una postura que revelaba estar a la defensiva. De verdad que costaba aguantar ese tipo de mirada viniendo de una de las personas más importantes de su vida, bien sabía eso Shinichiro, por esa misma razón tuvo que llevar la suya al suelo al ser incapaz de soportarla. Volvió a suspirar y apretó los puños con fuerza. Mikey tuvo que adelantarse al percatarse de que el mayor no parecía pretender retomar la conversación.

-¿En serio estás metido en todo esto? -preguntó con un hilo de voz. Shinchiro lo miró esta vez -, ¿vas por ahí haciéndole esto a la gente? 

-¿Qué? Por supuesto que no, Manjiro, jamás haría algo así.

-¡Entonces explícamelo de una vez!

Las voces llamaron la atención de algunas personas que paseaban cerca del callejón, otro par más se asomaron a las ventanas de sus casas que daban justo a donde estaban ellos. Shinichiro resopló por la nariz y recuperando su típica personalidad fría y decidida se acercó a su hermano para posteriormente tomarle con fuerza del brazo.

Tiró de él e hizo que ambos salieran del callejón. Mikey se quejó e incluso puso un poco de resistencia al principio pero aún seguía perplejo, perdido, y no tenía las fuerzas ni las ganas suficientes de luchar. 

-¡Te estoy diciendo que...!

-Esta no es una conversación que vayamos a tener en medio de la calle -gruñó Shinichiro entre dientes. A Mikey no le quedó más remedio que aceptar y dejarse guiar por su hermano a través de las concurridas calles de Lestat.

El sol se ponía entre los edificios, las temperaturas comenzaban a descender de nuevo y había ajetreo en los ciudadanos que regresaban a sus casas. Mikey no quiso volver a abrir la boca hasta que llegaran, se había sacudido del agarre de su hermano para que le soltara pero le seguía de cerca. Contemplaba la espalda rígida de este, tan cargada de un sin fin de cosas que él no comprendía ni sabía pero que era capaz de percibir. Su hermano siempre había sido alguien más distante que el resto de sus hermanos, más frío y cortante, pero siempre había mantenido su instinto protector y familiar con ellos, cuidándolos y llenándolos de palabras de aliento. ¿De verdad se había convertido en un monstruo capaz de hacer daño a alguien? ¿Tan corrompido se había quedado que ahora era un monstruo lo que quedaba de él?

No quiso creerlo, sus ojos picaron por las lágrimas que quería soltar de nuevo, no quería creer algo como eso. ¿Pero qué otra cosa podría pensar entonces? Las pruebas estaban claras y él mismo lo había vivido en sus propias carnes. ¿Significaba eso que si Shinichiro no hubiera estado allí su amigo le habría arrancado la mano? ¿Baji?

El dolor de cabeza incrementó al darle tantas vueltas al asunto, la tripa se le revolvió y sintió unas irremediables ganas de vomitar. Por suerte no tardaron en llegar a casa y el ascenso hasta su apartamento no fue interrumpido ni siquiera por Angelita. 

Mikey cerró la puerta detrás de ellos una vez ingresaron y contempló a Shinichiro quitarse la chaqueta y tirarla en el envejecido sofá de la sala de estar. Apoyó las manos en el respaldo de este y agachó la cabeza. Guardó silencio unos instantes y entonces Mikey no pudo soportar más su silencio. 

-¿Vas a hablar de una maldita vez? -preguntó con agresividad. Shinichiro alzó la cabeza para observarle.

-No es lo crees. 

-¿Ah, no? ¿Entonces qué? ¿Me lo he imaginado todo? ¿Uno de tus amigos no ha estado a punto de clavarme una navaja? 

-No, no te lo has imaginado.

-¡Entonces dímelo!

-¡Yo no estoy metido en esas mierdas! -no era común que Shinichiro alzara la voz, solía tener mucha templanza, pero no pudo seguir soportando los gritos de su hermano y mucho menos que pensara que era un torturador o, mucho peor, un asesino. Mikey apretó los labios y calló, esperando impaciente a que su hermano se atreviera a decir algo -. ¡Ni siquiera creo que Baji o Takeomi le hayan hecho daño a alguien así alguna vez!

-¿Crees? -inquirió -, ni siquiera lo sabes con seguridad -los puños que Shinichiro había mantenido apretados se aflojaron y suspiró. Su expresión se suavizó pero la de Manjiro siguió completamente igual. Acusadora y enojada. Tan enojada que parecía querer expulsar humo por las orejas -. ¿Lo has hecho tú alguna vez?

-¡No! -respondió casi sin dejar que terminase la pregunta -. Solo los acompañé porque quería... Joder. Simplemente quería ver lo que harían. Ni siquiera iban a hacerte daño físico, solo querían encontrar a alguien con tu pulsera e intentar arrancarla sin más. Supongo que Takeomi solo te metió miedo para que dejaras de moverte. 

-¿Solo? ¿De verdad te parece la palabra adecuada?

-No, joder, lo siento -su expresión mostraba claro arrepentimiento. 

Si lo hubiera sabido esa misma mañana, cuando Takeomi le ofreció el plan, les hubiera persuadido de lo contrario. Él nunca estuvo de acuerdo con los ataques injustificados que sufrían personas con pulseras blancas, siempre los había rechazado y repudiado, pero también entendía la desesperación de sus dos amigos, de cómo ellos intentaban desesperadamente mejorar sus vidas. Simplemente querían intentar conseguir una pulsera así para, de algún modo, mejorar ligeramente su calidad de vida. ¿Acaso querer una vida digna era un crimen? Por eso simplemente lo aceptó pidiendo que por favor no hicieran daño a nadie. 

Claro que él solo pensó en el daño físico y no en el daño psicológico y social que le provocarían a una persona de robar aquello que les daba una vida más o menos decente. Pero cuando identificó la voz de su hermanito en ese grito que pedía ayuda la sangre se le heló. Solo ahí entendió lo mucho que sufriría si algo así le ocurriera a Mikey o a Emma, ¿de verdad iba a dejar que otra persona sufriera eso aunque no la conociera?

Sí, la respuesta es sí. 

Shinichiro era egoísta, la vida le había hecho así, y aunque no le deseaba mal a nadie mientras las cosas malas no le ocurrieran a sus seres queridos lo demás le importaba más bien poco. 

-Solo intento ayudarles -con desesperación llevó las manos a su cabello negro y tiró de él. Enredando los mechones entre sus dedos mientras advertía una respiración más ansiosa. La postura de Mikey se relajó y aunque seguía enfadado su expresión también se suavizó un poco -. Solo intento ayudar a la gente pero es difícil, es jodidamente difícil.

-Si yo no hubiese sido tu hermano le habríais arruinado la vida a otra persona, no habrías ayudado en nada, no digas tonterías. 

-Lo sé -admitió asintiendo un poco. Había apartado la mirada, no podía soportar la de su hermanito.

-No puedo creer que hayas estado dispuesto a hacer algo así. No te reconozco, desde lo de Izana estás irreconocible -la mención de ese nombre hizo que el rostro de Shinichiro perdiera todo color. 

La rabia volvió a instalarse en su expresión y su mandíbula se apretó con fuerza. No le gustaba recordar eso, detestaba hacerlo, no haber podido proteger a uno de sus hermanitos era algo que le atormentaba día y noche desde entonces, desde hace seis años, desde que uno de sus hermanos había sido asesinado a manos de los vampiros. 

De ahí el odio descontrolado hacia ellos, de ahí su sed de venganza, su ira desmesurada y su frialdad extrema. Shinichiro había perdido todo rastro de vida para poder buscar una digna para los dos hermanos que le quedaban. Solo le importaba eso. Eso y matar a todos los vampiros que pudiera, hacerles daño, que sufrieran como él lo había hecho. Que murieran como Izana había muerto. Una persona que, sin dudas, no merecía tener el final que tuvo. 

-No metas a Izana en esto -ordenó con voz lúgubre, sin embargo Mikey no se inmutó. Suspiró ligeramente y se acercó un par de pasos hacia él. Entendía su desesperación, Izana también era su hermano y su muerte le dolía al igual que a él, pero es por esa precisa razón por la que no comprendía cómo es que él y Emma habían conseguido encauzar de nuevo sus vidas mientras que Shinichiro no había podido hacerlo. 

-Lo hago porque es una realidad, Shin, tienes que aprender a vivir con ello y superarlo. Iza ya no está, es por eso que tienes que pasar página y olvidar esa absurda venganza que nunca conseguirás. Te estás consumiendo con algo imposible.

-¡Cállate, Manjiro! -gritó entonces, completamente desesperado, fuera de sí y sin poder controlar los fuertes temblores de sus manos. Manjiro se quedó paralizado y contempló los profundos ojos de su hermano con sorpresa -. ¡Era yo! ¡Yo soy el mayor! ¡Yo soy quien debería cuidar de vosotros, de daros una vida digna! ¡Yo soy quien debería haber protegido a Izana! ¡Y no lo hice, joder! ¡No pude hacerlo! -sus puños impactaron con fuerza contra la pared lo suficiente como para hacer una pequeña hendidura en la misma. Mikey soltó un pequeño respingo por esa repentina acción, encogiéndose ligeramente sobre sí mismo por inercia. 

Shinichiro se detuvo pero era incapaz de tomar las riendas de su respiración de nuevo. Mikey le contempló con pena y con una fina capa de lágrimas en las cuencas de sus ojos que no llegó a derramar.

-¿Acaso crees que alguien te echa la culpa de eso? -la tensión en la espalda de su hermano pareció relajarse un poco. Shinichiro giró lentamente para enfrentarle de nuevo.

-Me da igual, no pienso permitir que ocurra de nuevo.

-¿Sabes cómo no ocurrirá de nuevo? Solo si dejas de jugarte la vida -escupió con rabia. Le daba igual el momento vulnerable de su hermano, jamás detendría sus palabras al decir aquello que pensaba de verdad. Jamás callaría ante las estupideces de Shinichiro. 

El largo suspiro de su hermano no tardó en resonar con fuerza. Mikey le observó destensar los hombros para posteriormente contemplarle con seriedad, una que había vuelto a recuperar de repente. 

-De nuevo, lo siento por lo que ha pasado hoy -continuó cambiando de tema radicalmente. Manjiro sintió una pequeña presión en el pecho y apretó los labios en una fina línea por la impotencia de no conseguir ningún efecto positivo en las decisiones y acciones de su hermano mayor incluso intentándolo tantas veces. ¿Ni siquiera el susto de casi herir a su hermanito le harían cambiar de opinión? -. Dejemos ya el tema de lado, me aseguraré de que no te vuelva a pasar algo así.

'De que no te vuelva a pasar algo así'.

Mikey no pudo evitar pensar que Shinichiro estaría dispuesto a dejar que le pasara a otras personas. 

Contempló a su hermano desaparecer por el pasillo hasta su habitación y permaneció inmóvil unos minutos, mirando a la nada y pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Un cúmulo de sensaciones y reacciones se habían aferrado a su mente como si hubieran usado pegamento. El susto aún persistía en su interior y la tristeza por la conversación que había tenido con Shinichiro era tanta que no pudo evitar expulsar unas pequeñas lagrimitas de impotencia.

Las apartó con sus manos y decidió tirarse en el sofá lo que quedaba de tarde. No quería ir a la habitación que compartían, no le apetecía estar cerca de él en ese preciso momento.

Los días pasaron lentamente. Mucho más lentos de lo normal.

La relación con Shinichiro estaba más fría que de costumbre. Mikey no podía decir que estaba enfadado con él, simplemente estaba decepcionado. Le entristecía enormemente el rumbo que su hermano mayor había decidido tomar, le daba miedo que viviera de esa forma tan temeraria. Sentía que cada vez hacía más cosas que se alejaban de lo común, manteniendo muchas más conversaciones con geste extraña, escondiendo cosas en su cuarto que Mikey no se atrevía a preguntar o descubrir por su cuenta, e incluso estaba mucho menos por casa que de costumbre. 

Sentía que faltaba más frecuentemente al trabajo y eso sí que le asustaba. Las anormalidades en la asistencia laboral eran algo que los vampiros no pasaban por alto. Si un humano faltaba a su trabajo solo podía ser por dos razones; o porque estaba muy enfermo hasta el punto de casi morir o porque escondía algo. Y era demasiado sencillo saber que en el caso de Shinichiro era la segunda opción. 

Incluso Emma había notado todos esos detalles hasta el punto de haber interrogado a Mikey con un sin fin de preguntas sobre su hermano mayor. Entonces tuvo que revelar todo lo que había ocurrido hacía casi una semana. El horror abordó la expresión de su hermanita e incluso ella tuvo que confrontar a Shinichiro con claro enojo, algo que Emma no solía mostrar con frecuencia.

Ambos estaban cansados pero sobre todo tenían miedo. Miedo de que algo pudiera sucederle a su hermano, miedo de que pudieran ejecutarlo. A los vampiros no les hacía falta recolectar pruebas contra alguien, el simple hecho de que sospecharan de un humano podría costarle la vida. 

Pero no todas sus conversaciones se basaban en la preocupación hacia su hermano mayor, también les gustaba hablar de otras cosas que les despejara de todo ese cúmulo de situaciones desagradables.

-¿Crees que este es buena idea? -Emma estaba de pie frente a él. Manjiro comía un sándwich de lechuga y pollo sobre el sofá mientras contemplaba a su hermana de arriba abajo. Frunció el ceño con claro desacuerdo y negó con la cabeza intentando tragar todo lo que tenía en la boca antes de tomar la palabra -, ¿no? ¿Por qué? -Mikey hizo un gesto de que aguardara un segundo -, ¿este es mejor? -elevó un segundo vestido tipo jersey largo en tonos rojizos con la otra mano. El otro que tenía puesto era similar en la tela pero de un color verde oscuro -, no sé, no estoy segura, di algo.

-Espera, casi me ahogo -dijo terminando de tragar todo -, qué impaciente -soltó con una media sonrisa y Emma le mostró la lengua a modo de burla. 

-Es que me quedan veinte minutos para que Daiki pase a por mí y aún estoy sin peinar, vamos, es nuestro aniversario, ayúdame.

-Si cierras la boca lo intentaré -Emma le fulminó con la mirada y Mikey rio un poco. Entonces y solo después de contemplarlos unos segundos terminó señalando el vestido rojizo.

-Ese

-¿Seguro?

-Te resalta más el tono de la piel, ese verde es muy aburrido.

-Quizá tienes razón -Emma contempló unos segundos el vestido rojo y posteriormente el que llevaba puesto. Pareció meditarlo un poco pero entonces asintió y sonrió satisfecha -. Sí, vale, te haré caso.

-Pero si Daiki te deja por ir fea luego no me eches la culpa.

-¡Mikey! -le regañó y su hermano soltó una sonora carcajada -, él jamás haría algo así.

-¿Entonces por qué te esmeras tanto con tu aspecto?

-Cállate -con su mano libre le dio una pequeña sacudida en la cabeza de forma juguetona. Mikey rio de nuevo. 

Pero entonces algo perturbó la tranquilidad en la que ambos jóvenes estaban sumidos desde que se despertaron esa misma mañana. Algo que les puso la piel de gallina al instante. Ambos callaron de repente y se miraron el uno al otro con los ojos desorbitados por la adrenalina y el susto.

Un teléfono.

El pitido inconfundible de ese aparato que rara vez habían visto en la vida real, únicamente en espacios públicos y cuya utilización solo podía ser llevaba a cabo por gente autorizada a ello. Y fue tan repentino que sus corazones parecieron detenerse de repente también. 

-¿Qué...? -Emma no fue capaz de terminar la pregunta. Manjiro se había puesto en pie y en cuestión de medio segundo ya se encontraba cruzando el pasillo que lo llevaba hasta el origen de ese temible sonido. En su habitación compartida se encontraba Shinichiro frente a ese aparato que de repente tan temible se veía. Conectado por un grueso cable a la fuente eléctrica de la pared y sobre el único y diminuto escritorio de la habitación.

Shinchiro estaba sentado en la silla frente a él, Mikey no dijo nada al abrir la puerta pues se paralizó en el mismo instante que lo vio. Su hermano descolgó el teléfono y se lo llevó a la oreja, no supo si alguien había hablado desde el otro lado, pero a penas fueron dos segundos antes de que Shinichiro volviera a colgar.

-¿Eso es un teléfono? -preguntó Mikey en un tono de voz perplejo. Tenía el rostro pálido y la expresión descompuesta. Apretaba el pomo de la puerta que acababa de abrir con increíble fuerza, tanta que los nudillos se le habían puesto blancos. Emma pasó tras su espalda y se asomó sobre su hombro para contemplar también a su hermano frente a ese aparato que podía causarles tantos problemas.

Una de las principales prohibiciones de Lestat era ser poseedor de cualquier aparato que pudiera conectar con el exterior. Los teléfonos estaban estrictamente prohibidos en las residencias y si alguien tenía uno y era descubierto no había vuelta atrás, daba igual la pulsera que tuvieras y quien fueras, serías ejecutado de inmediato. 

Shinichiro no contestó en un inicio, se limitó a levantarse y desenchufar el aparato de la corriente eléctrica. 

-¿Shinichiro? -preguntó Emma con temor tras Mikey. El menor de los Sano apretó los labios con fuerza, un evidente enojo mezclado con temor creciendo en su interior. Shinichiro enrolló el cable alrededor del aparato y con él en las manos observó a sus hermanos.

-No sabía que haría tanto ruido -habló con pena y procedió a esconderlo debajo de su cama. 

-¿Por qué tienes un teléfono? ¿Para qué lo quieres? 

Shinichiro suspiró. Estaba claro que no quería que sus hermanos se diesen cuenta de que tenía algo así pero tampoco nunca había puesto demasiado empeño en ocultarles las cosas. Se sentó sobre la cama y se acarició el puente de la nariz con cansancio. 

-Es algo que nos ayudará en el futuro.

-¿Ayudarnos? ¿Cómo podría ayudarnos algo así? -esta vez fue Emma quien tomó la palabra abriéndose un hueco para pasar frente a Manjiro y poder contemplar mucho mejor a su hermano mayor. Shinichiro la miró sin decir nada. 

-¿Sabes lo que harán si se dan cuenta que tienes eso? -la pregunta resbaló de los labios de Manijiro con un tono de voz apagado, casi triste. Por su mente pasaron una cantidad abrumadora de imágenes en las cuales su hermano era asesinado de la peor forma posible y frente a todos los ciudadanos de Lestat. La piel se le puso de gallina y un nudo insoportable se atascó en su garganta. Quería gritarle pero no tuvo la fuerza necesaria para hacer algo así. 

-Por eso mismo tendré cuidado, yo...

-¿Desde hace cuánto lo tienes? -inquirió Emma esta vez.

-Desde ayer -no les mentiría. ¿Para qué lo haría?

-Dámelo ahora mismo, me desharé de él -Mikey quiso acercarse para agacharse frente a la cama pero Shinichiro se puso en pie y lo evitó. Manjiro le miró con enojo -. Apártate.

-Esto ayudará a todo Lestat, Mikey, déjame hacerlo a mi manera. 

-¡Tu manera hará que te maten! -gritó y escuchó el primer sollozo de Emma a sus espaldas. 

-Si lo gritas a los cuatro vientos está claro que lo descubrirán -masculló entre dientes y Mikey apretó los puños a ambos lados. 

La intensidad con la que ambos se observaban era tanta que podrían fulminarse con la misma y ni siquiera dejar las cenizas. Quizás hubieran continuado la discusión, quizás hubieran seguido gritándose, pero el ensordecedor sonido del timbre retumbó entre las paredes del pequeño piso en el que vivían. Emma soltó un respingo y se frotó los ojos con las manos intentando recuperar la compostura de nuevo. 

-Será Daiki -dijo acercándose de nuevo a la puerta de la habitación -. Dejad el tema ahora, por favor, seguiremos hablando de esto cuando estemos solos. 

Sintió los músculos de sus hermanos relajarse un poco por lo que tomó entonces la iniciativa de ir a abrir la puerta. Mikey se alejó de Shinichiro con demasiada rabia en cada poro de su cuerpo pero no dejó de mirarle. Su expresión se relajó un poco y ahora no solo era la rabia lo que mostraba en ella sino evidente terror. Shinichiro se sintió increíblemente mal por hacer sentir de esa forma a sus hermanos.

-No quiero que te pase nada, ¿acaso no lo entiendes? -susurró por miedo a que Daiki lo escuchara. 

Shinichiro quiso abrir la boca para contestar pero antes de que pudiera hacerlo los pasitos rápidos de Emma resonaron por el suelo del apartamento y frente a ellos apreciaron el terror en su rostro. Paralizada por lo que acababa de ver, aterrorizada por la anticipación a lo que ella creía que estaba a punto de pasar. 

-¿Qué pasa? -preguntó Shinichiro esta vez. Emma tragó saliva con fuerza y alzó la mirada hacia ellos más blanca que un folio, mucho más blanca que cuando escuchó el sonido del teléfono de repente. 

-No es Daiki -dijo entonces y la voz se le quedó atascada unos segundos, intentando tomar valor de nuevo para continuar hablando, intentando por todos los medios no derrumbarse por el temor que presionaba sobre su corazón como si fuesen toneladas lo que tuviera encima. Y lo dijo, dijo aquellas palabras que tanto temor les daría, las palabras que desencadenarían una serie de desdichas para algunos y milagros para otros -; son ellos, son vampiros del gobierno. 

Y estaban impacientes. 

El timbre sonó una segunda vez. 

Hola de nuevo a tod@s!

Paso por aquí brevemente a asegurarme de que por el momento estéis entendiendo más o menos las ideas de la historia, entiendo que es un universo alternativo y no sé si estoy explicando las cosas bien (tema pulseras, leyes, trabajos, etc.) o si es necesario aclararlas mejor en el futuro.

Así que ya sabéis, si tenéis algún tipo de duda no dudéis en preguntar, responderé todas con gusto <3

¡Muchísimas gracias por leer y feliz Navidad anticipada!

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