Capitulo 21
-¿Entonces eso es un sí?
-Por supuesto que es un sí -la sonrisa de Emma fue radiante al contestar.
Manjiro miraba a su hermana y Daiki hablar desde la barra mientras secaba un par de platos y vasos con un trapo. La pastelería olía a magdalenas recién horneadas y ambos se habían pasado toda la mañana vendiéndolas. Probablemente las magdalenas eran su receta estrella y lo que más vendían a diario. Magdalenas clásicas, de chocolate, con pepitas, con crema y de muchas otras variedades. A la gente le encantaba degustar un poquito de dulce en sus agrios días, era una adicción muy valorada y apreciada en un lugar tan depresivo como Lestat.
-Pasaré a recogerte antes de que se ponga el sol, ¿Vale? -Emma asintió y Daiki aprovechó para darle una suave caricia a su cabello y depositar un pequeñito besito en sus labios. En ese punto Mikey prefirió apartar la mirada y otorgarles ese poquito de privacidad que en realidad era difícil de encontrar en una pastelería abierta al público. Pero en fin, suspiró y dejó el trapo ahora húmedo en uno de los estantes bajo la barra -. Hasta luego, Mikey -volvió a mirar a Daiki cuando este le sonreía camino hacia la puerta. Manjiro sonrió de vuelta.
-Adiós.
Ese fue el primer momento en toda la mañana en el que estuvieron solos. Emma caminó hasta desaparecer a través de la puerta que daba a la cocina y Mikey estuvo solo en la sala unos segundos. Justo después volvió a aparecer con una escoba en una de sus manos para empezar a barrer todo el espacio. Mikey la observó un rato antes de hablar.
-¿Entonces no duermes en casa?
-Hoy no -Emma le miró de reojo y sonrió -. ¿Vas a echarme de menos? -y aunque Manjiro rodó los ojos tuvo clara su respuesta.
-Por supuesto que sí, ¿Cómo sobrevivir a una noche solo con el idiota e imprudente de mi hermano mayor? -Emma rio un poco aunque, ciertamente, a Mikey no le hacía la más mínima gracia. Lo creía de verdad, y era una obviedad que todo el mundo supiera que lo hacía realmente.
-¿Aún sigues enfadado con él? -Mikey bufó antes de contestar. Se cruzó de brazos y frunció el ceño. Había pasado un par de días desde que tuvo ese extraño encuentro con Sanzu en su casa, desde que le había conocido y Draken le había explicado lo que hacía en realidad. Y desde entonces había sido incapaz de tener una conversación normal con su hermano mayor que no fuesen tan solo preguntas banales y respuestas de sí o no por su parte, no tenía ganas de hablar con él, estaba decepcionado y estaba cansado de estarlo.
-Prefiero no hablar del tema.
Y no volvieron a hablarlo.
Manjiro no pudo dejar de mirar el reloj durante la siguiente media hora. Poco a poco empezaba a ponerse un poquito más nervioso y eso hasta los pocos clientes que tuvieron en ese corto período de tiempo parecieron notarlo, por ese mismo motivo Emma se encargaba de atenderlos. Ella se hacía una ligera idea de por qué su hermano estaba así, era justo ese día, pero desconocía el verdadero motivo de sus nervios. A Mikey ya no le ponía nervioso el hecho de ver a Takemichi, el hecho de dejar que le muerda y darle su sangre, estaba nervioso porque era la primera vez que lo vería desde... Bueno, desde el último encuentro que tuvieron y en el que terminaron haciendo algo completamente bizarro en su opinión, al menos inesperado y, diría, desconsiderado.
Por eso creía escuchar las manecillas del reloj retumbando en sus oídos, avanzando poco a poco y martilleándole el cerebro. Miró hacia la puerta de la pastelería y le parecía raro que nadie hubiese ido a buscarle esa mañana. Ya había pasado del medio día.
Una hora más tarde, dos horas más tarde. Ni siquiera había ido a casa a comer porque, por algún motivo ya no tan extraño para él, ahora parecía esperar pacientemente a que algún impertinente y maleducado vampiro del gobierno apareciera por la puerta de la pastelería para buscarle y prácticamente arrastrarle a la Torre sin pedirle permiso antes. ¿Era un idiota por prácticamente esperar que eso ocurriera? ¿Acaso lo quería? Mierda, incluso le dolía la cabeza de planteárselo tantas veces. En serio, ¿Qué estaba pasando con él?
Ya era por la tarde y aún no había pasado nada.
No había salido de la pastelería en todo el día y Emma había decidido no irse tampoco. No quería que el local se quedase vacío en caso de que se llevaran a su hermano y él estuviese solo todo el turno de tarde. Ni siquiera ella se había atrevido a preguntarle qué sería lo que estaba pasando como para que nadie hubiese venido ese día a buscarle.
Manjiro ya no estaba nervioso.
A la mierda.
-Me voy -dijo sin más y desapareciendo por la puerta tras la barra. Emma miró hacia la misma perpleja, boqueó y corrió tras él.
-¿Vas a ir allí? -preguntó mientras contemplaba a su hermano ponerse el abrigo rápidamente. Mikey no contestó -. ¿Qué sentido tiene? Tienes suerte, aprovéchalo. Parece que quieras que ese vampiro haga contigo lo que quiera -Mikey le lanzó una mirada que Emma no supo bien cómo interpretar.
-Me parece raro, al menos quiero saber qué pasa. No pienso estar esperando como un idiota cada día -sintió esas palabras como una excusa barata, como si no fuese el verdadero motivo por el que iba a pedir explicaciones, a buscar a Hanagaki para preguntarle 'oye, ¿Por qué no bebes mi sangre?' y ese tipo de preguntas que en realidad son extrañas de realizar. Porque no lo era, ese no era el verdadero motivo y en el fondo lo sabía. Podría decirse que estaba frustrado, enfadado incluso, aunque no quisiera admitirlo.
-No sé, Mikey, me da miedo que vayas allí, ya lo sabes -y entonces, al captar ese miedo tan claro en la mirada preocupada de su hermanita, decidió acercarse a ella con una expresión mucho más calmada con el único propósito de tranquilizarla.
-No te preocupes, ya sabes que soy duro -no quería perder más tiempo por lo que después de dejar un suave besito cariñoso sobre su frente salió de la pastelería dejando a Emma sola.
Y desconocía el motivo pero una extraña sensación se había apoderado por completo de su preocupación, estaba ligeramente incómodo y nervioso. Ya no por lo que pudiera pasarle, ese miedo a que Hanagaki le hiciera daño había desaparecido sino por completo casi por completo, sentía todo aquello por un motivo desconocido, ¿Puede que fuese anticipación? ¿Esperaba algo a lo que aún no podía ponerle nombre? Ni siquiera lo sabía pero lo que sí sabía es que aquella situación extraña la estaba viviendo justo después de haberle besado.
No había vuelto a ver a Takemichi desde entonces, el motivo debía ser ese o, al menos, relacionado. ¿Le molestaba a caso? Quería decir que no aunque en el fondo supiera que sí, quizás lo estaba.
Empezaba a hacerse tarde y las temperaturas continuaban disminuyendo. Por lo general, Lestat no era una ciudad que llegara a ponerse demasiado cálida en algunas épocas del año, ni siquiera en verano. Era más bien fría e incluso en los meses de veranos había días que tenía que salir a la calle con una chaqueta. Quizás esa temperatura constantemente fría estimulaba la percepción tan desoladora y vacía de la ciudad, desamparada, y hacía de Lestat un lugar mucho más depresivo incluso.
No tardó demasiado en llegar a la Torre y quizás el motivo fue que no se detuvo ni se distrajo con absolutamente nada durante el trayecto.
Ingresó al edificio con demasiada naturalidad, como si ya lo hubiese hecho unas cuantas veces aunque, la verdad, así era, y no tuvo la necesidad de acercarse a preguntarle a nadie, en el momento en que sus dos pies se plantaron en la entrada un grupo de vampiros que habían estado hablando al fondo le miraron y solo un par tuvo la molestia de acercarse a él con mala cara. Mikey tragó saliva, sin embargo, no dijo ni hizo nada mientras aquellas dos bestias gigantes se acercaban a él con cara de pocos amigos.
-¿Qué hace un apestoso humano aquí? -la voz de uno de ellos era grave y profunda y sus dos ojos oscuros como dos pozos negros le perforaron los suyos con una intensa mirada mortal. Mikey no hizo gesto alguno, no quería verse débil, estaba cansado de eso.
-Estoy buscando a Hanagaki -y sabía perfectamente la reacción que sus palabras provocarían, era algo que ya había vivido anteriormente. El vampiro que le había hablado se vio sorprendido en un primer momento aunque esa sorpresa poco a poco fue transformándose en algo mucho más negativo. Su ceño se frunció y se acercó a él un paso, amenazante y con un aura que desprendía una frialdad y amenaza extremas. Mikey no dio un paso atrás.
-¿Y para qué querría un insignificante humano como tú exigir la presencia de nuestro señor? -inclinó la cabeza a un lado. No era una duda genuina, no era realmente una pregunta que buscara una respuesta, era una simple amenaza transformada en una insignificante incógnita. Mikey frunció el ceño y apretó los puños, sentía su corazón latir rápidamente. El otro vampiro que se había acercado a ellos aún no había dicho nada.
-No tengo por qué decirlo, es privado.
No podría negar que se sorprendió de sus propias palabras. Mikey nunca había sido alguien que se enfrentara a los vampiros o que les contestara de mala forma, sabía las consecuencias directas de tales actos, pero supuso que el estatus que tenía ahora le aseguraba ciertos privilegios y, además, estaba un poco enfadado y alguien enfadado se dejaba guiar por ese sentimiento durante un período corto de tiempo. ¿Se arrepentiría? Quizás. Pero aún no era el momento.
-Maldita rata insolente... -el vampiro quiso levantar la mano, de hecho, llegó a hacerlo unos centímetros. Era evidente el odio y descontrol en su mirada y Manjiro supuso que la eficacia de ese vampiro debía ser impoluta. Se veía en su forma de hablar, en su porte y en su tamaño. Era uno de esos vampiros que daba mucho miedo, alto y grande, pálido como la luna y con el pelo y los ojos negros como la obsidiana. Y ese gesto, ese alzamiento de brazo, le indicó que su puño terminaría impactando directamente contra su rostro, sin embargo, no llegó a hacerlo pues la voz del otro vampiro le hizo detenerse al instante.
-Espera -dijo y esa fue la primera vez en todo ese rato que Manjiro le miró -, este es ese humano -ahora le miraba de arriba abajo en un vago intento por descubrir qué era eso que le hacía tan diferente al resto. Cómo era posible que un simple e insignificante humano había pasado a estar en boca de todos y cómo había conseguido llamar la atención de alguien tan impenetrable como Hanagaki.
-¿Cómo dices? -gruñó el otro bajando el brazo.
-No le hagas nada y haz lo que te pide si no quieres morir esta misma noche -advirtió aunque realmente no fuera una amenaza directa, él no era quien le mataría si tocaba a Manjiro, y ambos captaron al instante quién sería el que lo haría. Acto seguido y sin añadir nada más, el vampiro se dio media vuelta y se acercó a de nuevo al grupo de vampiros con los que había estado reunido anteriormente.
Un par de segundos habían pasado y Manjiro tuvo la valentía de volver a mirar a los ojos al que aún no se había movido un solo paso. Ese vampiro ya no alzaba el brazo, ya no parecía querer arrancarle la cabeza de cuajo, sin embargo, continuaba contemplándole como si fuese lo más interesante sobre la faz de la tierra. Mikey captó en esa forma de mirar una sincera curiosidad también entremezclada con desagrado. Un vampiro jamás sentiría algo positivo por un humano, pero la curiosidad no era ni positiva ni negativa, era algo neutral.
De repente se sentía irremediablemente incómodo. Soltó un ligero suspiro y agachó la mirada completamente incapaz de decir o hacer algo. Los segundos pasaban y un par de vampiros habían marchado con prisa perdiéndose entre los pasillos de la Torre, posiblemente buscando algo o, más bien, a alguien en particular.
Por algún motivo Mikey quería... no, necesitaba que le dejaran tomar un ascensor y llegar a las últimas plantas. Con Hanagaki. Quería alejarse de la mirada de ese vampiro que, aunque sabía que ya no le haría nada porque no podía, le hacía sentir insoportablemente fuera de lugar y juzgado.
-¿Cómo dices que te llamas, humano? -su tono de voz ya no era tan amenazante. Mikey volvió a alzar la mirada para mirarle de vuelta y preguntarse mentalmente si era de verdad buena idea compartirlo.
Aunque prefería no hacer enfadar a nadie más.
-Manjiro -dijo sin más y el vampiro entrecerró los ojos.
Los minutos siguieron pasando y ninguno tuvo la intención de decir nada más. Realmente podría admitir sin ningún tipo de duda que aquellos fueron los minutos más largos de su vida. Pero finalmente el vampiro que había estado con ellos un rato antes y que había evitado que le partieran la cara en ese mismo lugar se acercó a ellos a grandes pasos.
Por fin, pensó Mikey con pereza, aunque la información no resultase siendo lo que realmente esperaba.
-Tienes que marcharte -soltó y Manjiro le miró con los ojos abiertos de sorpresa.
-¿Qué?
-Hanagaki no requiere tus servicios hoy, es por ese mismo motivo por el que no ha ido nadie a buscarte -el tono en su voz había adquirido cierto desprecio que Mikey pasó por alto. El rubio parpadeó un par de veces, de repente sintió una presión desagradable en el pecho.
-Pero hoy...
-¿Vas a hacer que me repita? -esta vez su tono se volvió más oscuro y penetrante. Mikey se mordió el labio y casi tembló bajo la mirada deslumbrante y mortal que el contrario le estaba dedicando. Pasado unos segundos terminó negando y agachando la cabeza. Apretó los puños y suspiró con pesar.
No se despidió y no dijo nada más. Giró sobre sí mismo y sus pasos lo guiaron rápidamente hacia la salida.
¿Por qué se sentía tan enfadado? ¿Por qué se sentía, quizás, traicionado? Era absurdo sentirse de esa forma. Debería estar contento y aliviado de no tener que ser utilizado de esa manera tan desagradable esa vez. Debería estar feliz y agradecido, no cabreado y frustrado.
Avanzaba rápidamente a través de las calles abarrotadas de Lestat. Ese día parecía haber más gente de lo normal por la calle aunque ese simple hecho no pareció llamarle la atención en absoluto. Le importaba una mierda. Solo quería llegar a su casa y tumbarse en la cama, dormir hasta que fuese el día siguiente. El sol empezaba a esconderse a través de los edificios tiñendo el ambiente de un tono anaranjado que favorecía la visión de la capa de contaminación que cubría la ciudad. Fue entonces cuando el recuerdo de besar a Takemichi llegó a su memoria. Solo así el enojo desapareció para dejar paso a una leve tristeza.
¿Se habría cansado de él? ¿Acaso volvería a verle? A lo mejor le había desagrado tanto el hecho de besarle que había decidido alejarle de esa forma o, peor, quizás había encontrado a un humano con una sangre mejor que la suya. Mierda. ¿Por qué pensaba de esa forma en primer lugar? Debería odiar su situación.
Llegó a su casa y no le sorprendió no encontrar a nadie. Emma no dormiría en casa esa noche y no le sorprendería que Shinichiro tampoco apareciera hasta la mañana siguiente.
-Mierda -se quitó el abrigo y lo lanzó de mala manera a cualquier parte de su habitación, ni siquiera le prestó atención. Soltó aire por la nariz con fuerza y se sentó en la cama. Apretó los puños sobre las sábanas y se mantuvo así unos minutos -. No debería sentirme así... -susurró para sí mismo. Quería intentar creérselo, de verdad, sabía que lo mejor era estar alejado de Hanagaki. Pero ese malestar, esa ansiedad que sentía no desaparecían y sentía que no llegarían a hacerlo nunca.
Terminó cenando un sándwich de pavo pasada una media hora mientras leía uno de esas novelas policíacas que tanto le habían gustado a Shinichiro durante su adolescencia. Ni siquiera tenía sueño pero no tardó mucho en meterse a la cama cuando la oscuridad de la noche tiñó el cielo sobre Lestat.
Estuvo alrededor de dos horas dando vueltas como un idiota. Pensando y pensando en mil cosas al mismo tiempo. Ni siquiera podía mantener los ojos cerrados durante más de cinco minutos, siempre terminaba tumbado boca arriba mirando al techo y divagando en sus recuerdos. Al algún momento de la noche acarició con sutileza la pulsera blanca que se ceñía a su muñeca. Siempre lo hacía inconscientemente, sin darse cuenta, y justo cuando los ojos rojos e intenso de Takemichi volvieron a plantarse en sus impertinentes recuerdos el sonido de algo chocar contra la pared hizo eco a través de toda la habitación.
Se incorporó sobre la cama a gran velocidad justo cuando el viento helado de la noche se coló en su habitación a través de la ventana abierta. Frunció el ceño y se destapó para levantarse. Recordaba asegurarse de tenerla cerrada justo antes de acostarse.
Llegó hasta ella y ni siquiera quiso asomarse. Simplemente volvió a cerrarla mientras prefería pensar que el viento era el causante de ello.
Se abrazó a sí mismo y dio media vuelta para volver a la cama. Sin embargo, justo cuando había dado solo dos pasos volvió a escuchar la ventana abrirse a su espalda. Observó el suelo bajo sus pies y contempló en él la sombra que se formaba gracias a la luz de la luna en el exterior, una sombra con forma humana que se colaba a través de ella sutilmente.
La piel se le puso de gallina y tuvo que contener la respiración mientras decidió mantenerse inmóvil.
No sintió miedo.
Más bien sintió calma.
La sombra se acercó a él por la espalda y sintió una mano posarse suavemente en su cintura. No necesitó nada más para saber perfectamente de quién se trataba.
-Sabía que no podrías aguantar una semana más -murmuró muy bajo, tan bajo que al principió creyó que no le escucharía. El agarre en su cintura se hizo más fuerte al mismo tiempo que unos dedos apartaban los mechones de pelo de la zona de su hombro y cuello con suavidad. Al instante una fría respiración chocó contra su oído y suspiró.
-Es que eres un humano muy listo -susurró y de nuevo la piel se le puso de gallina. Takemichi acercó esta vez el rostro al hueco de su cuello, inhalando tan profundamente que el simple aroma tan dulce del humano conseguía alimentarle gustosamente. Cerró los ojos y acarició la piel con sus labios muy lentamente. Mikey inclinó la cabeza hacia un lado dejándole más espacio y cerrando los ojos también. Los brazos del vampiro empezaron a rodear su abdomen para juntarlo a él hasta que su espalda dio contra su pecho. Siguió olfateando y una sonrisa se formó en sus labios al mismo tiempo que sus afilados colmillos crecían.
Podía sentir los nervios de Mikey, era un humano deliciosamente transparente, y aquello le gustó demasiado.
Y esa vez decidió ser mucho más gentil y cuidadoso, delicado y tranquilo, pues sus colmillos se enterraron en la piel del menor lentamente y al instante el delicioso y cálido sabor del menor abarcó todo su sentido del gusto. Mikey se aferró a sus brazos con fuerza al sentir de nuevo ese dolor tan característico y al que estaba empezando a acostumbrarse. Quizás por ese motivo ya no le incomodó tanto, quizás por esa razón podía soportarlo mucho mejor, ya incluso sentía que el dolor había disminuido en intensidad.
El momento se hizo largo y el humano pronto sintió sus piernas perder fuerza, aunque por suerte ahí estaban los brazos de Takemichi para sujetarle mientras terminaba de absorber la última gota de esa noche.
Se separó solo un poco y no detuvo sus intenciones cuando su lengua delineó suavemente la herida en su cuello. Mikey volvió a abrir los ojos y se sorprendió cuando, de repente, Takemichi le había tomado en brazos.
-¿Qué haces? -preguntó bajito. Se sentía cansado y sin fuerzas. Pero el vampiro no contestó, en su lugar caminó hasta la cama y le puso lentamente sobre el colchón.
Mikey quedó tumbado boca arriba y ahora que por fin tenía a Takemichi delante pudo mirarle a los ojos, unos ojos que estaban llenos de paz por primera vez desde que lo conoció. Unos ojos que atrapaban una mirada mucho más en calma, muy lejos de su característica forma letal de mirar, llena de odio y asco, de vacío y rencor. Y en esa ocasión le miraban de vuelta de esa forma tan poco usual.
Y, nuevamente, se sorprendió al observar a Takemichi arrodillarse a un lado de la cama y apoyar los codos en el colchón, a su lado. Ahora había cierta curiosidad en el tono rojizo de sus ojos. Mikey frunció el ceño confundido.
-¿Te encuentras mal? -y mentiría si dijese que no se le había vuelto a erizar la piel al volver a escuchar su voz. Mikey tragó saliva y negó lentamente con la cabeza.
-No. Estoy bien -hubo un silencio posterior de unos segundos y fue entonces cuando el humano cayó en lo bizarra que era esa situación. ¿Qué estaba haciendo Takemichi Hanagaki en su habitación, arrodillado frente a su cama y sin intenciones claras de querer matarle? -. ¿Por qué...? -comenzó pero tuvo que parar un momento y morderse el labio nervioso. Takemichi abrió sus ojos con algo de curiosidad por lo que pudiese resultar ser su pregunta -. ¿Por qué me echaste hoy de tu Torre?
-¿Eso es lo primero que se te ocurre preguntar después de tantos días sin vernos?
-Bueno es que... Me resultó muy raro y... -de nuevo se calló avergonzado por lo que su corazón realmente quería compartir. Takemichi sonrió muy pequeño, aunque esa sonrisa fuese mucho más irónica que feliz.
-¿Te enfadaste? ¿Te hice sentir mal? -al instante Mikey frunció el ceño y apartó la mirada fingiendo indignación y orgullo. Sin embargo, sus dedos jugaban nerviosos sobre su abdomen.
-No. Solo me sorprendió, ya está.
-Mejor no preguntes cosas que no te gustaría saber -tras esa respuesta Mikey volvió a mirarle y se encontró de nuevo con el rostro serio del vampiro. Tragó saliva nervioso y le contempló profundamente. Las facciones de Takemichi eran perfectas, era una persona claramente bella y no podía evitar imaginar cómo hubiese sido en sus años de humano. ¿Cómo hubiese sido su personalidad? ¿Cómo hubiese sido Takemichi enamorado?
-Si lo pregunto es porque quiero saberlo -contestó -. No me gusta que jueguen conmigo -Takemichi ladeó la cabeza esta vez y se preguntó qué era lo que le frenaba de decirle la verdad. Nada, ¿Cierto? Debería poder decirle cualquier cosa a ese insignificante humano sin miedo a hacerle daño.
-Estos días he estado queriendo matarte -soltó sin más. Mikey no sintió un ápice de sorpresa -. Pero también me has generado muchísima curiosidad y en ocasiones no quería hacerlo. Pero temía que al verte no pudiera controlarme y terminase atravesándote el pecho con mi mano y arrancándote el corazón.
-¿Temías?
-Eres de lo único que puedo alimentarme, Manjiro -Mikey suspiró pesadamente y asintió. Cierta decepción y tristeza se habían acoplado en lo más profundo de su ser -. Pero después de que me besaras... -de nuevo volvió a captar toda su atención y los latidos de su corazón aumentaron en fuerza -, fue como si dos instintos dentro de mí buscasen cosas completamente diferentes. Matarte o encerrarte para que no estés cerca de nadie. ¿Por qué hiciste eso?
-Tú lo hiciste de vuelta -susurró y Takemichi pareció inclinarse un poco hacia él intensificando su mirada.
-No te he preguntado eso.
-Solo intentaba hacerte sentir -admitió y era cierto. Ese era el principal motivo, algo dentro de sí mismo quería intentar que Takemichi sintiese las cosas tan bonitas que podían llegar a sentir los humanos. ¿Pero fue ese el único motivo por el que decidió besarle? -. Solo me dejé llevar.
-¿Y crees que conseguiste algo? -solo entonces Mikey sintió la adrenalina necesaria para incorporarse sobre la cama y quedar sentado para mirar a Takemichi desde la misma altura, con la misma fuerza y voluntad que él.
-Bueno, dímelo tú, te repito que me besaste de vuelta justo después -y no supo por qué el tono de su voz tenía cierto toque de amenaza. Sin embargo, Takemichi no se vio amenazado de ninguna forma. En su lugar se mantuvo en silencio unos momentos observando el bello rostro del humano que a penas era iluminado por la luz de la luna.
Preció una eternidad, al menos para ambos se sintió así. Ni Takemichi sabía qué decir ni Manjiro encontraba las palabras para decir algo más. La mirada de Hanagaki descendió lentamente hasta posarse sobre los labios del humano que tuvo el descaro de contemplar durante unos largos segundos. Entonces recordó su textura y su sabor y no pudo evitar compararlos con los de Kisaki. Los suyos eran mucho más suaves y jugosos, estaban cálidos y deliciosos, nada podría comparar los labios de un vampiro que llevaba muerto siglos con los de un joven humano lleno de vida.
Pero entonces un recuerdo llegó de inmediato a sus recuerdos y esa imagen que tan clara se proyectaba en su memoria le hizo hervir la sangre al menos un poco. Algo extraño para él, algo a lo que no estaba acostumbrado y, por supuesto, algo a lo que ya no sabía controlarse porque durante largos siglos había dejado de sentirlo.
-Eres un humano travieso -soltó para la repentina sorpresa del menor y justo después se puso en pie. Takemichi le observó desde arriba, esta vez en su expresión se percibía cierto rencor y desagrado, algo que le pillaba de sorpresa después de la conversación que habían estado teniendo.
-¿Cómo dices?
-¿Vas por ahí besando a cualquiera que se cruza en tu camino? -Manjiro frunció el ceño, estaba completamente perdido. Su tono de voz ahora era más violento y amenazante y no entendía por qué la conversación había dado ese vuelco repentino -. Casi se me olvida lo repugnantes que podéis llegar a ser.
-¿Pero de qué estás hablando?
-¿Cuántas veces te has besado con ese que dices que solo es tu amigo? -entrecerró los ojos y el tono rojo de los mismos había adquirido mucha más intensidad. Mikey abrió los suyos con sorpresa recordando de inmediato lo que había ocurrido en casa de Draken. Sería eso, ¿No? No podía ser ninguna otra cosa.
-¿Fuiste tú? -preguntó de repente y ambos supieron de inmediato a lo que se refería. Takemichi mantuvo silencio y Mikey sintió un intenso enojo de repente -. Sí lo fuiste, ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué derecho tienes de ir a casa de alguien a espiar? -y solo con esa pregunta Hanagaki se acercó con violencia hacia él. La espalda de Mikey dio contra el cabecero de la cama y tuvo el rostro de Takemichi tan cerca del suyo que podía sentir ese aura fría que salía de él. Su corazón latió con fuerza, el odio en la mirada del vampiro había vuelto.
-Esta ciudad es mía. Tengo todo el derecho del mundo a hacer y deshacer lo que quiera.
-Pero...
-Cállate -ordenó con aspereza y Mikey calló de inmediato. Se mordió el labio con fuerza y no pudo evitar mirar los de Takemichi de vez en cuando. El vampiro hizo lo mismo, subiendo y bajando la mirada de sus ojos a su labios en un movimiento incontrolable del que no podía hacerse cargo. Mierda. Cuando se trataba de ese humano creía perder el pleno control sobre su cuerpo -. Todas las vidas en esta ciudad me pertenecen a mí, solo a mí, y la tuya en especial muchísimo más. Si no he matado ya a ese maldito humano es porque le tienes aprecio, deberías agradecérmelo.
-No pienso agradecerte nada -sin poder evitarlo, su cuerpo se inclinó un poco hacia delante haciendo que sus rostros estuvieran mucho más cerca. Takemichi frunció el ceño pero no hizo nada que indicara que quisiera alejarse. Ambos se observaban tan profundamente desde sus ojos brillantes hasta sus labios que solo esos simples gestos mostraban lo que sus más salvajes instintos querían hacer.
Mikey sintió de repente un tirón suave en su pelo. Takemichi había enredado unos cuantos mechones entre sus dedos y había tirado de ellos para que alzara un poco su cabeza. Simplemente soltó un leve suspiro inesperado pero no dijo ni hizo nada. Sentía tanta expectación que prefería dejar sus acciones y decisiones a su instinto. Hanagaki se acercó un poco más y sus labios estuvieron a punto de rozarse, podía saborear perfectamente la respiración del humano al chocar contra los suyos.
-Si vuelvo a ver a ese humano a esta distancia de ti... -murmuró y Mikey sintió su piel erizarse al percibir sus iris mucho más rojos de lo normal -, no volveré a controlarme.
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