Capitulo 19

-¿Pero qué estás diciendo, Manjiro? -el reclamo de Shinichiro fue bajito pero firme. Mikey se limitó a mantener la mirada en la espalda de Takemichi quien poco a poco se fue girando para volver a mirarle. Fue clara la sorpresa en su mirada, esperó unos segundos para ver si el humano cambiaba de opinión, quizás esperó para afirmar que lo que acababa de escuchar era correcto. Lo era.

Lentamente y ante la atenta mirada de todos a su alrededor Takemichi volvió a acercarse a él. Mikey sentía su respiración mucho más nerviosa a medida que se acercaba pero no sintió la urgencia de cambiar de opinión, tampoco dijo ni hizo nada, y en cuestión de tres segundos volvía a tener al vampiro a escasos centímetros de distancia.

-¿Cómo has dicho?

-Me quiero quedar aquí. Contigo -esta vez las palabras fueron levemente distintas, más específicas. 'Contigo'. Esa era la agradable diferencia. Una diferencia que Takemichi saboreó sin darse cuenta y que le hizo abrir los ojos un poco más, sorprendido y dulcemente atacado por una palabra que creía imposible haber escuchado.

Shinichiro apretó los labios y Draken observó a su amigo como si acabara de salirle una segunda cabeza. La tensión se masticaba arduamente y la desesperación del mayor de los Sano entremezclada con el enojo le hacían querer intervenir una y otra vez hasta hacerle cambiar de parecer. Pero, ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería decir? ¿Le estaban lavando el cerebro hasta tal punto que ni sus acciones ni sus palabras eran ya suyas? Desconocía todo aquello que había sucedido entre las cuatro paredes de la Torre con su hermano y ese vampiro, tampoco quería saberlo realmente, pero eso parecía influir en las estúpidas e inconscientes decisiones de Mikey.

La mirada de Kisaki era arrolladora, tan letal como el disparo directo de una escopeta, y controlaba penosamente los instintos de su corazón podrido que le guiaban a un ataque que muy probablemente terminaría lamentando. Esos estúpidos humanos... No soportaba a ninguno de ellos.

-Mikey -esta vez fue Draken quien quiso intervenir con la voz aún algo rasposa y dolorida, queriendo acercar sus pasos hasta su mejor amigo pero deteniéndose abruptamente en el momento en que los iris rojizos de Hanagaki le perforaron los suyos con una mortal intensidad, amenazante. Tragó saliva y una gotita de sudor nervioso escurrió por su sien.

-Sacadlos de aquí -ordenó en un tono de voz directo y cortante. Seguidamente agarró a Mikey de la muñeca con fuerza y se dispuso a arrastrarlo hasta estar de vuelta en uno de los ascensores de la planta.

Manjiro no puso resistencia, tan solo se dejó guiar mientras seguía escuchando los llamamientos de su hermano a su espalda, aún impactado y sorprendido por sus propias palabras; por su inesperada decisión. Asimilándola e intentando encontrar una respuesta al por qué de sus acciones. ¿Por qué querría quedarse al lado de Hanagaki? ¿Qué sentido tenía todo eso? Y sin embargo no le hizo falta encontrar esa respuesta.

Takemichi le dio la espalda todo lo que duró el ascenso en el ascensor. Pudo contemplar la tensión en ella, una tensión poco común en un vampiro como él, y al bajar la vista hacia su brazo aún observó la mano del mayor rodear su muñeca con fuerza. Parpadeó varias veces y se mordió el labio. Su corazón palpitó nervioso. Volvió a mirar hacia arriba y durante un momento sintió unas ganas incontrolables de decir algo. No lo hizo. Se quedó callado y esperó impaciente a que las puertas del ascensor volvieran a abrirse.

Al hacerlo Takemichi volvió a arrastrarlo a través de un pasillo ahora conocido. Abrió una puerta, lo empujó dentro y volvió a cerrarla de un portazo solo para estampar su espalda contra la misma y acercarse a él. Aprisionándolo contra esta y pegando su cuerpo al suyo. Acercando ambos rostros, mezclando sus miradas y sus respiraciones. Las mejillas del humano se pusieron coloradas automáticamente. Su muñeca aún seguía aprisionada por su mano.

-¿Por qué? -preguntó Hanagaki con un tono de voz vagamente curioso. Entrecerró los ojos e inclinó leventemente la cabeza hacia un lado. Algo que en cualquier otra persona se vería como un gesto adorable en él podía verse ciertamente... ¿Sexy?

-¿Por qué, qué? -preguntó con fingida inocencia. Los ojos del vampiro se abrieron más y una juguetona sonrisa apareció en sus labios inesperadamente.

-¿Por qué quieres quedarte? ¿Por qué quedarte con alguien a quien odias?

-No te odio -lo dijo sin pensar, casi automático. No supo por qué la simple idea de odiarle le parecía descabellada y una locura. Entonces ocurrió algo inesperado y el rostro de Takemichi se acercó demasiado al suyo. Casi podía sentir sus narices rozarse, su aliento peinarle el flequillo. El corazón comenzó a latirle tan fuerte que temía que este saliera disparado de su pecho. Abrió los ojos como platos y esperó estático como un objeto a que sucediera algo, pero... ¿El qué?

-Eres un humano cuanto menos intrigante.

-No sé si tomarme eso como un alago -comentó con voz excesivamente aguda. Carraspeó avergonzado y sucedió una de las primeras cosas que le harían empezar a enamorarse perdidamente de ese vampiro.

Takemichi dejó escapar una pequeña pero agradable risa.

Y fue tan maravilloso escucharla, tan melodioso que el nerviosismo empezó a desaparecer y su corazón se relajó completamente. Sus labios se abrieron y contemplaron al mayor con una sorpresa adorable. Y tuvo que sonreír un poco.

-Qué sorpresa, si sabes reírte -Takemichi soltó su muñeca y se alejó. Aún una pequeña sonrisa cubría sus finos labios. Dios varios pasos hacia atrás y fue cuando Mikey se dio cuenta de que estaban de nuevo en su habitación. Era tan privado estar ahí que aún le sorprendía las veces que le había traído a ese cuarto.

Pero solo con esas palabras Takemichi se dio cuenta de lo que acababa de pasar, de ese suceso tan inesperado y alejado atrás en el tiempo. ¿Reírse? Ya no recordaba lo que era eso y cuándo fue la última vez que lo hizo.

-No entiendo lo que haces conmigo, Manjiro -admitió después de unos segundos y en un primer momento no supo a qué se refería exactamente con esas palabras -. Eres intrigante para mí porque... -pensó lo que diría, aún no era capaz de asimilar lo que estaba a punto de expresar con palabras -, porque provocas en mí reacciones que ya creía inexistentes -y dicho aquello dio media vuelta para acercarse al ventanal de su cuarto. Mikey le miró ese tiempo, asimilando lo que había dicho y sintiéndose gratificantemente alagado.

En serio, ¿Por qué se sentía así con él? ¿Con un asesino despiadado como lo era Hanagaki? Quien los gobernaba cruelmente. Quien había construido una sociedad que debería odiar como habían hecho sus hermanos. Suspiró pesadamente.

Aquella sería de las primeras veces en las que dejaría a su cuerpo actuar como verdaderamente quisiera. Se acercó lenta pero decididamente al vampiro. Las actuaciones de sus extremidades estaban ligadas a sus deseos más profundos pero creía fervientemente que no se arrepentiría de ninguna de ellas.

La mirada de Takemichi que estaba perdida a través del ventanal solo se despegó de él al sentir un suave tacto en uno de sus brazos. Mikey tiró de él lentamente para que volviera a encararle. El rostro del humano era cálidamente iluminado por la luz que se colaba a través de la ventana. Contempló esas mejillas coloradas e irremediablemente le recordaron a Hinata. A veces le recordaba tanto a ella que de vez en cuando volvía a sentir la sombra del dolor y la pena en lo más profundo de su corazón.

-¿Y crees que todo lo que yo te hago sentir es algo malo? -preguntó con cierta timidez. No quería escuchar algo que no le gustaría.

-Lo creía al principio.

-¿Y ya no? -un brillo de esperanza cruzó su mirada y Hanagaki se quedó embelesado con ella.

-¿Qué pretendes preguntándome estas cosas?

-Quiero conocerte, Takemichi -dijo y Takemichi sintió la mención de su nombre mucho más cercana y suave -. Quiero saberlo todo de ti y quiero... -bajó la vista a sus manos y las contempló un rato antes de tener la valentía suficiente como para tomarlas con las suyas. Hanagaki no rechazó ese tacto -, quiero que seas sincero conmigo porque tú también me causas intriga a mí.

-Qué alago -sonrió y Mikey empezaba a acostumbrarse a ese bonito gesto.

-Y has vuelto a sonreír. Es agradable, ¿Verdad?

-No sabría decirte -admitió -. Ya sabes que los vampiros no sentimos nada.

-No mientas, he dicho que quiero que seas sincero conmigo -le regañó y la sonrisa de Takemichi desapareció para dar paso a una expresión más asombrada.

-No miento, Manjiro, llevó muchísimos siglos sin sentir absolutamente nada. Eso es tanto tiempo que de llegar a hacerlo en algún momento sería incapaz de descifrarlo y admitirlo.

En un primer momento a Mikey le resultaron desagradables esas palabras por un único motivo en específico. Pensar que Takemichi había pasado tanto tiempo sin sentir ningún tipo de emoción; ningún atisbo de esas cosas bonitas que se sentían en el estómago y en el corazón cada vez que sucede algo bueno... Le resultaba triste, no le gustaba en absoluto. Y quizás debería pensar lo contrario, debería alegrarse de que un asesino injusto y cruel como él viviera de esa forma, pero por algún motivo no pudo alegrarse. Y esa amargura y tristeza se vio reflejado un momento en su bonita expresión.

Dejó de lado toda vergüenza y toda coherencia, dejó de prestar atención a la voz en su cabeza que le dictaba lo que debía hacer y empezó a escuchar a la que le pedía dejarse llevar por el momento. Fue lo que hizo. Lentamente una de sus manos dejó de tomar las de Takemichi para hacer un recorrido con sus dedos sobre su brazo. Ascendiendo y rozando la tela de su camisa negra. Takemichi bajó la vista para contemplar el movimiento de sus dedos.

-Es una pena que te sientas así -admitió el humano en voz muy baja. Hanagaki volvió a mirarle.

-¿Te compadeces de mí?

-¿Te molestaría si lo hiciese? -no hubo respuesta.

Las caricias de sus dedos llegaron hasta su hombro y su otra mano hizo exactamente el mismo recorrido. Hanagaki sintió cómo la piel se le ponía de gallina y eso era algo inesperado y desconocido a partes iguales.

-¿Empiezas a sentir algo? -preguntó acercándose un poco más. Tuvo que alzar un poco la cabeza para poder mirarle a los ojos, la diferencia de estatura no era excesiva pero sí notoria, y ahora apoyaba parte de su peso en los hombros del vampiro intensificando ese tacto tan extrañamente gratificante. Takemichi soltó aire pesadamente por la nariz y un cosquilleo le recorrió de pies a cabeza. ¿Qué había sido eso? ¿Nerviosismo? ¿Anticipación?

-¿Qué debería sentir? -inquirió. No supo por qué siguió el juego del humano, algo que jamás hubiese pensado llegar a hacer.

Mikey sonrió pues fue capaz de apreciar un ligero rubor en las mejillas del vampiro. No sabía qué era, pero era algo. Desde esa distancia tan cercana y gracias al aura de paz y tranquilidad que se había formado a su alrededor Manjiro pudo analizar todos y cada uno de los hermosos rasgos de un vampiro tan apuesto como él. Porque era innegable la belleza tan llamativa de Takemichi. Todos sus rasgos físicos eran perfectos, casi como si hubiese sigo esculpido por el mismísimo Miguel Ángel ateniendo al más mínimo detalle. Incluso sus ojos, de un rojo sangre intenso, habían dejado de causarle el miedo del principio. Y Takemichi se dejó llevar por esa sonrisa tan genuina que le quedó a la vista.

¿Podría decirse que era agradable verle sonreír? Sí, por algún extraño motivo lo era.

-¿Sigues sin sentir nada? -las manos de Mikey ascendieron por todo su cuello, acariciándolo con la yema de sus dedos, haciendo un recorrido suave y lento que los guiaron hasta sus orejas. Takemichi siguió sin moverse. Sus manos se mantenían a cada lado de su cuerpo y su intensa pero relajada mirada seguía penetrando los ojos del más pequeño. Mikey volvió a acercarse un poco, sus rostros tan cerca de nuevo que el más mínimo movimiento haría que se rozasen.

Hanagaki no dijo nada aunque por dentro quería soltar su típica frase 'Soy un vampiro, no siento nada'. Las palmas de las manos de Mikey ahora estaban puestas sobre sus mejillas y acariciaba los mechones de su sien con los dedos. Desde tan cerca podía escuchar su pausada respiración, los fuertes latidos de su corazón y el riego sanguíneo en las venas de su cuello. Pero por primera vez no tuvo la necesidad de beber de él o, al menos, no tuvo la necesidad de hacerlo sin pedir permiso primero.

La sonrisa de Mikey decayó un poco pero aún su rostro se veía tenuemente feliz. Quizás un poco más nervioso pues estar tan cerca de Takemichi le ponía los pelos de punta de una forma agradable. Y tuvo una idea quizás algo descabellada, quizás siendo una completa locura, pero para ese momento ya nada podría pararle los pies.

Porque él era humano y en el fondo quería enseñarle cómo actuaban los humanos, cómo se dejaban llevar por sus deseos. Porque él era humano y en ese momento todo su cuerpo le pedía a gritos hacer lo que de verdad quería hacer, lo que su corazón le imploraba desde hace tiempo. Porque él era humano y no comprendía sus propias acciones y decisiones, porque no era lógico ni objetivo sino sentimental y confiado.

Así que no pensó antes de actuar.

Y de pronto sus labios se habían posado suavemente sobre los de Takemichi. Tan cálido, tan íntimo, tan fugaz que casi no le dio tiempo a procesarlo, a saborearlo. Los labios del vampiro eran fríos y secos y los suyos estaban calientes y suaves. Un beso corto pero lleno de luz y de color, del sabor más delicioso que había probado nunca, como si acabara de comer de la fruta prohibida.

Se separó en seguida. No quiso tentar demasiado a la suerte a pesar de que en el fondo quería permanecer en ese instante de por vida. Las mejillas de Mikey estaban coloradas por la euforia y su corazón desbordado por la adrenalina de su loca acción. Sus ojos abiertos de par de par por su actuación.

Se alejó un paso y contempló a Takemichi con sus brillantes ojos oscuros.

-¿Sigues sin sentir nada?

La pregunta que iniciaría todo.

Takemichi no se había movido, ni siquiera había parpadeado y a Mikey le hubiese encantado estar en su cabeza para saber todo lo que sentía y pensaba. Lentamente y aún sin decir nada, la mano de Takemichi se elevó hasta llegar a su rostro y posar la palma de su mano en su mejilla con suavidad. Mikey respiró profundamente y se sorprendió cuando el pulgar de Takemichi acarició su labio inferior.

-¿Por qué has hecho eso? -preguntó y Mikey se sintió mal por un instante.

-Yo... -soltó un siseo de dolor cuando su espalda fue estrellada de nuevo contra la pared a su espalda. Fue inesperado y abrupto, casi no lo vio venir, y la mano de Takemichi rodeaba su cuello sin poner ningún tipo de presión sobre él.

Su corazón latió nervioso, sin embargo, la mirada de Takemichi estaba lejos de revelar algo negativo.

Porque volvió a besarle.

Takemichi le besó esta vez aunque, de nuevo, tan solo fue el mero contacto de sus labios. Porque los labios del humano eran casi adictivos, tan suaves y esponjosos que recordaban a la fruta más exquisita del mundo. Y porque algo dentro de él le había exigido volver a probarlos, la primera vez no le había resultado suficiente. Se alejó y le miró a los ojos. Manjiro hubiera sonreído de no estar tan jodidamente nervioso.

Tan solo estuvo así un interminable segundo. Takemichi se alejó de él entonces y sin decir una sola palabra más corrió fuera de la habitación dejándole completamente solo y aturdido.

Mikey tuvo que procesar lo que acababa de suceder durante un largo rato. Aunque le costó, la situación estaba lejos de ser algo casual y normal.

Acababa de besar a Takemichi Hanagaki; cuarto de los hijos de Salem y gobernador actual de la ciudad de Lestat.

¿Qué cojones acababa de pasar?

Takemichi no volvió a aparecer en toda la noche.

Estuvo dando vueltas sobre la cama durante horas y horas. Porque sí, cuando oscureció había intentado dormir algo pues no sabía qué otra cosa hacer allí. Al principio le había resultado sumamente extraño tener que acostarse sobre esa cama tan fría, solo había que recordar a quién le pertenecía, pero a medida que las horas iban pasando él intentaba acomodarse de una mejor forma.

Aún así, no era la incomodidad de estar en esa situación la que no le había dejado descansar en absoluto, sino el recuerdo de haber palpado los labios del vampiro con los suyos. Aún podía sentir el ajetreo de su corazón en su pecho, bombeando al recordar ese beso tan inesperado por su parte, rememorando ese sabor tan extrañamente dulce que aún conservaba entre los suyos. De vez en cuando alzaba los dedos para rozar con ellos sus labios. No podía creerlo, a medida que el tiempo pasaba más se sorprendía de sus propias acciones.

¿Por qué había cometido tal acto? ¿Qué había sucedido en su cerebro para pensar que era buena idea compartir un momento tan íntimo con él? Aunque puede que en este caso no fuese su cerebro quien le hizo actuar de aquella forma, se había dejado llevar y sus instintos le habían llevado a besar sus labios. ¿Se arrepentía? Ni siquiera era capaz de saberlo. Su hermano lo mataría de enterarse, no cabía duda, su hermana se desmayaría, eso estaba claro, y Draken...

No pudo evitar pensar en él de repente.

Miró la oscuridad a través de la ventana desde su postura, soltó un pesado suspiro por la nariz y se encogió más sobre las sábanas que ni siquiera se había atrevido a usar para taparse.

Todas esas cosas llevaban horas rondando su mente sin parar, atormentándolo en ocasiones y acelerando su corazón en otras. Pero lo peor de todo era cuando se ponía a pensar en Takemichi y en que no había aparecido en todo ese prolongado tiempo.

¿Qué estaría haciendo? ¿Qué estaría pensando? Después de tomar la iniciativa para besarle de vuelta había salido corriendo, dejándolo completamente solo y aturdido. ¿Estaría enfadado? ¿Nervioso como él? Mikey ya no se creía todas esas estupideces de que era incapaz de sentir nada. Nadie tomaba la iniciativa de besar a otro sin sentir la verdadera necesidad de hacerlo. Ya solo por eso era un gran avance, ¿Cierto?

Y las horas seguían pasando, el amanecer se coló a través de la ventana y la habitación fue teñida con rayos de luz.

Y quizás ya era media mañana para cuando unos suaves golpecitos sonaron en la puerta.

Aún totalmente despierto dio un brinco sobre la cama, incorporándose y quedando sentado y contemplando la puerta abrirse con el corazón en un puño.

¿Será...?

-Buenos días -Chifuyu entró a la habitación con su típico porte tranquilo y profesional. El traje que llevaba era bastante bonito y elegante aunque no llegaba a alcanzar el nivel de los que solía vestir Takemichi.

Mierda, todo desemboca en Takemichi.

-Hola -no lo pretendía pero su tono de voz se escuchó ligeramente desilusionado. Chifuyu le miró atentamente antes de acercarse de nuevo un poco a la cama.

-¿Has dormido bien?

-Bueno... -se mordió el labio un segundo y llegó a la conclusión de que quizás la mejor idea era mentir -, podría decirse que sí.

-Eres un mentiroso nefasto, humano -comentó con una sonrisa de medio lado a lo que Mikey respondió con una pequeña risa.

-Que me llames humano me resulta casi despectivo.

-No es mi intención -se disculpó aún manteniendo esa sonrisa tan agradable. Solo entonces se planteó en su cabeza el cómo es que alguien como Chifuyu podía ser un vampiro y, más aún, trabajar para Takemichi y ser tan cercano a él. Incomprensible e intrigante a partes iguales.

Hubo un momento de silencio en el que Chifuyu parecía estar un poco incómodo y Manjiro creyó comprender la razón. Si alguien había podido estar con Takemichi desde el día anterior solo podría ser él.

-¿Pasa algo? -preguntó cautelosamente.

-Hanagaki me ha pedido que venga a buscarte -Mikey alzó las cejas sorprendido y de repente su nerviosismo creció un cincuenta por ciento -. Voy a llevarte hasta tu casa.

-¿Ahora? -inquirió -, ¿No te ha...? ¿No te ha dicho por qué?

-No me ha dado explicaciones y yo tampoco tengo por qué pedírselas. Sé que ayer tú tomaste la decisión de quedarte y él la aceptó, pero esta vez no hay opciones -la mirada de Mikey descendió hasta el suelo y se perdió allí unos segundos. De pronto el nerviosismo se había transformado en una sensación algo más agria. Ni siquiera sabía por qué quería quedarse o si era eso lo que verdaderamente quería.

Estaba completamente perdido y llegó a la conclusión de que seguramente lo que mejor le vendría en ese momento era volver a casa y asimilar las cosas mucho más objetivamente y con calma.

-Está bien -asintiendo con la cabeza se levantó de la cama y siguió a Chifuyu fuera de la habitación.

El vampiro le guio fuera de la Torre y le hizo subir a un coche negro que le llevó hasta su casa.

En todo el trayecto no dijo nada y se limitó a contemplar todo a través de la ventanilla.

Nunca había estado en el asiento de un vehículo y la furgoneta que habían usado para prácticamente secuestrarle y arrastrarle hasta Hanagaki no contaba. Así todo era muchísimo más cómodo.

Llegaron frente al edificio en el que vivía y después de que Mikey se despidiera y diera las gracias se bajó del coche y caminó hasta el portal. Tomó una gran bocanada de aire, ese aire tan contaminado, pero se sentía bien tener un poco de aire fresco aunque fuera tan solo por unos minutos.

Aún con la mente un poco perdida dentro de sus propios pensamientos empezó a subir las escaleras polvorientas de su bloque, esquivando a las personas que pasaban por su lado y saludando distantemente de vez en cuando. Se escuchaba una fuerte discusión desde una de las puertas abiertas del pasillo, también se oía a un niño llorar y a otros jugar en alguna de las plantas más arriba. Casi se tropezó con unas plantas secas que habían dejado en uno de los escalones.

Con tantos acontecimientos inesperados casi se había olvidado de lo que era su día a día, su vida cotidiana y todo lo que veía y hacía a diario.

Pero entonces lo único que podía llamarle la atención de todo su edificio apareció casualmente en su campo de visión. Había una puerta abierta con un montón de macetas medio secas a los pies de la misma, unas macetas más que reconocibles. Mikey frunció el ceño y se acercó para observar una gran cruz pintada con tinta azul sobre la madera de la puerta. Abrió los ojos como platos y su vista se perdió hacia el interior de la casa.

-¿Angelita? -sin tomarse el tiempo de esperar una respuesta sus pies le adentraron por el pasillo -. ¿Hola? -comprobó de habitación en habitación y allí solo quedaban muebles vacíos pues las pertenencias de la ancianita que le había cuidado toda su vida ya no estaban. Su corazón palpitó con fuerza -. Mierda.

Corrió fuera de la casa y subió los escalones del edificio de dos en dos.

No podía ser cierto, eso no podía estar sucediendo.

Llegó a la puerta de su apartamento y llamó reiteradas veces, con impaciencia y nerviosismo. Mordiéndose los labios y respirando agitadamente.

-¡Mikey! -la puerta se abrió para revelar a su hermana pequeña. Emma le había rodeado la cintura con los brazos para abrazarle. Un abrazo que Mikey correspondió torpemente.

-Emma, oye...

-Al fin vuelves. Shin me contó todo, ¿Cómo es que decidiste algo así? ¿Qué están haciendo contigo, hermanito? -le había tomado con las mejillas con sus manos y le miraba con preocupación, analizando su rostro y obligándole a entrar del todo en el apartamento. Mikey miró detrás de ella y alrededor del sofá.

Shinichiro le miraba de brazos cruzados y algo serio aunque le conocía demasiado bien como para no darse cuenta de la tranquilidad en su expresión cuando Mikey apareció por la puerta. A su lado Takeomi, ese hombre que no le caía bien. Pero no eran los únicos, sobre el sofá fumando y sentado con las piernas cruzadas había alguien físicamente característico, único, cuya mirada analizaba al menor de arriba abajo con intenciones claras de estudiarlo. Mikey se sintió desnudo y correspondió esa mirada de la misma forma.

-Es una suerte que estés bien, estábamos muy preocupados -pero Mikey ignoró las palabras de la chica.

-¿Qué ha pasado con Angelita? -fue lo primero que preguntó y lo primero que le interesó saber más allá del desconocido de pelo rosa sobre su sofá.

Emma y Shinichiro compartieron una rápida mirada. Fue el mayor de los Sano quien se vio en la obligación de contestar.

-Ya te lo dije hace semanas Manjiro -comentó con voz apagada -, están expulsando a los terceros de sus casas.

-¿Quieres decir que la han echado a la calle? -un grueso nudo se había formado en su garganta. Quería vomitar solo de imaginarse la escena. Angelita era muy mayor, estaba débil y dolorida. No podría aguantar en ningún otro lugar que no fuera su casa, ahí donde llevaba viviendo tantas décadas.

-Ni siquiera sabemos si a la calle -continuó Emma con extrema tristeza -. Se la llevaron. No sabemos lo que hacen con ellos.

-Y estamos hartos de no hacer nada -soltó Takeomi con desprecio. Mikey le devolvió la mirada con los ojos entrecerrados, no gustándole el modo que ese hombre tenía de hablar y de meterse en una conversación entre hermanos -. Vamos a intentar cambiar las cosas.

-Odio cuando habláis así -contestó Mikey de mala forma -. Os creéis que podéis controlarlo todo y que podéis hacer lo que queráis cuando en realidad os matarán a la mínima que se den cuenta.

-¿Es que acaso piensas quedarte de brazos cruzados después de lo que Angelita? Podría estar muerta, Manjiro, ¿Acaso no te da rabia?

-¡Por supuesto que sí! -rompió en enojo -. Pero no pienso hacer que me maten absurdamente y sin haber conseguido nada.

-Calmaos, por favor, sentémonos a hablar las cosas -pidió Emma con los ojos ligeramente húmedos. Odiaba las discusiones entre sus hermanos, odiaba que se hablaran de aquella forma.

Pero entonces una suave risa interrumpió cualquier palabra que estuviese a punto de salir de entre los labios de los Sano. Mikey miró a los ojos al chico pelirrosa sentado en su sofá, con el cigarrillo encendido entre sus dedos y una sonrisa divertida en sus labios. No lo conocía y la primera impresión que tuvo de él fue clara; parecía un lunático.

-¿Y tú de qué te ríes? -soltó sin poder evitarlo. El chico le dio una calada a su cigarrillo antes de contestar.

-Me encanta escucharte hablar, todos tus argumentos se descomponen cuando recuerdo que eres el plato favorito del gobernador.

-¿Cómo dices? -escupió y su expresión ahora reflejaba un claro enojo -. Para empezar, ¿Tu quién narices eres y que haces fumando así en mi casa? -hubo un silencio de unos segundos y ese chico no dejaba de mirarle con una sonrisa juguetona.

-Manjiro, él es el hermano pequeño de Takeomi -contestó Shinichiro tras darse cuenta de que o lo presentaba él o su hermanito se lanzaría al cuello del chico para ahorcarlo -, Haruchiyo Akashi.

Y Manjiro desconocía en ese momento todas las cosas que ese chico ocultaba, controlaba y haría de ahora en adelante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top