Capitulo 11

-¿No piensas moverte de la cama en todo el día? -Shinichiro estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Mikey no había dicho ni una palabra desde que había vuelto. Bien es cierto que su corazón se había relajado al verle aparecer de nuevo por la puerta y que la ansiedad que había estado sintiendo durante toda su ausencia había desaparecido, pero eso no quitaba el hecho de que siguiera preocupado por lo que fuera que hubiese pasado.

-Mhm -ni siquiera sabía qué interpretar con esa respuesta.

-Te dije que no fueras.

-Si no hubiese ido nos habrían matado a todos -Mikey, que había estado tumbado de espaldas a la puerta, se giró para quedar tumbado esta vez mirando a su hermano. No solo estaba cansado a juzgar por su mirada sino que también parecía algo enfadado. Y por primera vez puede que no fuese con él. Shinichiro chascó la lengua con incomodidad, no sabía qué decir, al fin y al cabo era cierto. 

-Es que no... No me gusta que tengas que hacer algo así para protegernos. Debería ser yo en tu lugar -sus brazos cayeron a ambos lados de su cuerpo y con pesar se acercó a la cama. Sentándose al filo de esta hizo que algunos mechones rubios de su hermano se apartaran de su cuello dejando al aire la nueva y pequeña herida abierta. Soltó aire por la nariz con fuerza -, déjame echarle algo para que se cure.

-No hace falta -con delicadeza apartó la mano de su hermano y volvió a cubrirse el cuello por el pelo. Se incorporó y apoyando la espalda en el cabecero mostró una tenue sonrisa que solo pretendía tranquilizar la preocupación del mayor -. Estoy bien, no es nada, se cura en seguida.

-Siempre que vuelves de allí lo haces en un estado que no me gusta. 

-Bueno, a ti también te sacan sangre cada mes, sabes lo que es eso.

-Sí pero esto es diferente. Sacar sangre con aguja está controlado, que lo hagan bebiendo directamente de ti lo hace mucho más peligroso -apretó los puños con fuerza sobre sus muslos. Era evidente la rabia que sentía Shinichiro, odiaba esa situación, al igual que eran evidentes sus intentos para que no se le notase. Pero Manjiro lo conocía demasiado bien -. Y cada semana...

-Sé que es absurdo pedírtelo pero deja de preocuparte. Hanagaki quiere mi sangre porque no le gusta ninguna otra, no me matará.

-¿Cómo estás tan seguro de eso? ¿Cómo sabes que no se deshará de ti cuando encuentre una sangre mejor?

-Por ahora está bien -dijo pero lo cierto es que no se lo creía. A él le aterraba la misma idea, lo había pensado demasiado. Nadie que hubiese estado tan cerca de Hanagaki estaba vivo para contarlo y él había estado en momentos, circunstancias y lugares con él que probablemente no aceptaría si llegara a decidir no beber su sangre nunca más.

-Joder, vaya mierda -Shinichiro tiró de sus cabellos negros con sus manos. Su frustración era cada vez más transparente.

Mikey se mordió el labio y guardó silencio. Aún no podía dejar de pensar en las tres vidas que habían sido arrebatadas ese mismo día. Era tan injusto que se le revolvían las tripas. Al igual que se le revolvían las tripas de pensar que podría haber estado a punto de matar a dos de ellos. De hecho, cuando pensó que su hermano podría estar entre uno de esos tres supo de inmediato que se habría manchado las manos de sangre, sin ningún tipo de duda. Eso era lo más aterrador de todo; el no pensar a la hora de quitarle la vida a una persona.

No quiso seguir pensando en lo mismo, al final terminaría consumiéndole, por lo que optó por iniciar un tema de conversación que no habían tocado esa semana y que le preocupaba más de la cuenta.

-¿Le has pedido a Emma que haga algo? -Shinichiro le miró confundido ante la pregunta y se vio en la obligación de clarificar -. Te pidió ayudarte hace unos días. ¿Qué está haciendo? Sabes que no quiero que la metas en tus asuntos, son peligrosos. 

-Solo me ayuda a mandar mensajes desde la pastelería -dijo comprendiendo al fin a lo que su hermano se refería -. Mete notas pequeñas en las galletas y en las tartas y mis contactos van a comprarlas como si nada. No es peligroso ni fácil de captar, tampoco tengo intenciones de pedirle algo más. Mientras ella se sienta útil y lo sea haciendo cosas alejadas del peligro estará bien.

-No estoy tan de acuerdo en eso de que sea seguro. 

-Sé que no te gusta lo que hago, Manjiro, pero...

-Ni siquiera sé lo que haces -gruñó, esta vez el enojo afloraba de nuevo poco a poco -. Solo sé que tienes un teléfono cuando está prohibido, que desapareces durante horas sin dar explicaciones y que trajiste una caja llena de cosas para hacer bombas.

-Si no quieres meterte en esto es mejor que no sepas nada, estarás mucho más seguro.

-Mientras viva en esa casa ni Emma ni yo estaremos seguros. Si te pillan nos matarán a todos y lo sabes perfectamente -un brillo preocupado surcó la expresión y los ojos oscuros de Shinichiro. Bien sabía él eso, ¿Pero qué otra cosa podía hacer?

-Soy muy cuidadoso, no dejaré que eso pase. 

-Ya, claro, porque tú eres mucho más fuerte y listo que un vampiro que haya vivido más de doscientos años -soltó con sarcasmo y Shinichiro dejó escapar un largo y amplio suspiro. Apartó la mirada de la de su hermanito porque ese día no le apetecía discutir. La carga mental que sostenía era demasiada, sabía que lo que hacía era peligroso pero de verdad que lo hacía con muchísimo cuidado precisamente para no arrastrar a sus hermanos con ello.

-Hoy no me apetece discutir -suspiró y se puso en pie para acercarse a su cama -. Durmamos -se puso el pijama en silencio, apagó la luz de la lamparita y en seguida la oscuridad invadió todo el espacio de la habitación. 

Mikey no quiso añadir nada más. Se acurrucó bajo las mantas y permaneció despierto alrededor de una hora antes de caer dormido. Y si lo hizo fue por el cansancio de ese día no porque de verdad hubiese podido de haber estado menos cansado. Al fin y al cabo lo que había pasado ese día no le hubiera dejado dormir tranquilo esa noche.

-Tienes ojeras, ¿No has dormido bien? -la pregunta de Draken venía acompañada de una expresión preocupada. Mikey se limitó a sonreír sin dejar de limpiar el cristal de la vitrina que exponía sus dulces en la pastelería.

-Sí, no te preocupes, la verdad es que he dormido mejor que otros días.

-Me cuesta creerlo -más que un ataque seguía siendo sincera preocupación por lo que a Manjiro no le quedó más remedio que colgarse el trapo al hombro, acercarse a su amigo y mostrarle una mirada rebosante de tranquilidad para, de ese modo, tranquilizarle a él también. 

-Pues créetelo, no soy el único que tiene ojeras -su dedo índice le señaló el rostro y Draken tuvo que apartar la mirada nervioso por haber sido delatado. Una risita escapó de los labios de Mikey mientras volvía a alejarse un par de pasos. 

-No es lo mismo, a mí es el trabajo lo que no me deja dormir. 

-Podría decir lo mismo, es temprano -dio la vuelta a la barra y colocó las tartas y galletas que había dentro de la vitrina. Le gustaba que estuviesen perfectamente ordenadas, era como un tic y, a parte, Emma le regañaría si no lo estaban. 

Esa mañana Draken había querido acompañarlos a la pastelería después de dejar a Hana en el colegio. Por suerte las temperaturas empezaban a subir poco a poco en las calles aunque seguía haciendo bastante frío.

-¿Quieres un café, Draken? -Emma apareció por la puerta que daba al almacén cargando una caja con bolsas de cartón para reponer debajo de la barra. Mikey le ayudó mientras Draken negaba con una sonrisa de agradecimiento.

-Me tomé uno en casa, gracias.

-Está bien. Por cierto, Mikey, necesito tu ayuda, ven un momento -antes de terminar de reponer las bolsas Mikey tuvo que acompañar a su hermana a la pequeña cocina en la que horneaban todos sus dulces. Olía de maravilla, como siempre, y le rugieron las tripas al degustar un peculiar aroma a fresa en el ambiente. 

-Tengo un encargo para las once, continúa con las galletas mientras yo termino con esto -Mikey se limitó a asentir y metió las manos en la masa de las galletas a medio hacer para seguir mezclándola bien. 

Emma se concentró en una pequeña tarta de chocolate. Se dedicó los siguientes cinco minutos a ponerle un par de decoraciones muy simples y aquello de por sí ya le resultó extraño. Durante un segundo Emma parecía no querer que su hermano viera lo que hacía porque, tras girar sutilmente el cuerpo, Mikey comprobó por el rabillo del ojo cómo su hermana incrustaba un pequeño trocito de papel dentro de la tarta y posteriormente cubría el hueco con más chocolate. 

Manjiro frunció el ceño y después de limpiarse las manos con una servilleta se acercó.

-¿Qué es eso? ¿Qué haces?

-Oh, nada -Emma dejó el chocolate restante a un lado y le dedicó una sonrisa a Mikey -. No es nada. 

-Acabas de meter una nota en la tarta, ¿Acaso tengo alucinaciones?

-¿Quieres que te diga la verdad o prefieres seguir viviendo en la ignorancia? -preguntó con sarcasmo mientras envolvía la tarta en una cajita de color azul celeste. Mikey continuó mirándola con expresión disconforme. Y es que sí, estaba disconforme. Muy disconforme. 

-No entiendo por qué decidiste seguir a Shinichiro, es peligroso -Emma se detuvo y Manjiro solo le escuchó soltar un largo y cansado suspiro. Posteriormente a eso Emma volvió a enfrentar su mirada y lo hizo con una expresión difícil de descifrar en un inicio. 

-¿Si un vampiro se estuviese aprovechando de mí te quedarías de brazos cruzados? ¿No harías nada a pesar de tener miedo cada vez que me llevaran por la fuerza sin saber exactamente si voy a volver viva o no? -esa pregunta le dejó sin palabras. Mikey tragó saliva con fuerza y durante un rato no supo qué contestar. Emma le había calado, no se había puesto en las botas de sus hermanos y la verdad es que era una postura complicada. Así que se quedó callado y eso a ella le pareció ser suficiente respuesta. Después de un rato Emma volvió a sonreír algo triste -. Ahí lo tienes.

Sin añadir nada más cogió la cajita con la tarta y salió de la cocina. Mikey se quedó allí unos segundos, inmóvil y sin palabras, hasta que finalmente decidió salir cuando el sonido de las campanitas en la puerta le avisaron de un nuevo cliente. 

La mañana no había marcado ni el medio día. No llevaban ni tres horas trabajando cuando por la puerta apareció alguien completamente inesperado. Draken se tensó de repente, había querido quedarse con ellos toda la mañana y así poder ayudarles un poco y no aburrirse solo en casa, pero no esperaba tener que enfrentar una situación tan incómoda como la que estaba a punto de experimentar. 

Emma estuvo a punto de recibir a los clientes con una sonrisa pero ese gesto se perdió por completo cuando identificó en aquellos intrusos a varios vampiros del gobierno. Dos en total más otros cuatro que esperaban fuera de la pastelería. 

Mikey identificó a uno de ellos al momento y la piel se le puso de gallina. Tragó saliva con fuerza y se quedó mudo. 

-Buenos días -la voz de Kisaki nunca se había percibido tan afilada como esa vez, o al menos nunca la había percibido de esa forma. Si de por sí ese vampiro ya le ponía nervioso, estar con él sin la presencia de Hanagaki al lado que le obligaba a controlarse le ponía aún más ansioso. El silencio obligó a Emma a ser la primera en hablar. 

-Ahm... Buenos días -los puños de su hermana aplastaban entre sus dedos el delantal atado a su cintura. Mikey miró de reojo la cajita con el pastel que contenía una nota desconocida. El corazón le latió con fuerza entonces. No estaría allí por eso, ¿Cierto?

-No pretendo perder el tiempo, tú, humano -su dedo señaló directamente a Mikey con una mirada asesina y un desprecio en el tono de su voz que le puso los pelos de punta -. Acompáñame.

-¿Qué? ¿Por qué?

-¿Por qué debería ir con vosotros? -Draken se había puesto en pie pero evitó a toda costa acercarse al vampiro intruso, mucho menos amenazarle de algún modo. Sabía que corría peligro si lo hacía, no les costaba nada matar gente, por lo que se limitó a acercarse un par de pasos hacia Manjiro queriendo ocultarle de alguna forma. Cosa inútil, bien lo sabía él, pero que no le impedía intentarlo porque era lo que le dictaba su corazón con demasiada fuerza.

-¿Acaso me está pidiendo explicaciones un humano insignificante? -Kisaki sí se acercó a él y su mirada reflejaba pura rabia, una rabia rojiza que se apoderó de los iris que rodeaban su pequeña pupila -. ¿Tan poco aprecias tu vida, escoria? -la furia también parecía intentar hacerse cargo de su amigo. Mikey vio como este apretaba los puños y la mandíbula, tan cabreado que en cualquier momento podría saltar a la yugular de ese vampiro. Pero todos sabían allí que no podrían ganarles. 

Y justo cuando se dio cuenta que la situación estaba a punto de salirse de control, Mikey corrió hasta interponerse entre los dos. Miró a Kisaki con fingida tranquilidad, una que no quedó reflejada en el agudo tono de su voz.

-Vale, vale, iré. Solo... ¿Podría decirme a dónde y por qué? -la docilidad siempre había sido lo único que Draken detestaba de Mikey. Sabía que lo hacía para protegerse, en el fondo agradecía ese intento, pero esa sumisión era algo que los vampiros no se merecían de alguien tan perfecto y maravilloso como él. Aborrecía ese hecho, aborrecía que Manjiro les guardara tanto respeto. 

-Hanagaki requiere tu presencia -por el tono de su voz y su cara al decirlo no parecía ser de su agrado, sin embargo, Mikey no llegó a fijarse en ese detalle. La sorpresa quedó plasmada en su expresión, tan grande que tardó más de lo debido en decir algo. 

-¿Qué? Pero si... aún no ha pasado una semana. 

-No estoy dispuesto a perder el tiempo -y debió ser cierto porque Kisaki dio media vuelta y cruzó la puerta del local para salir al exterior. Al instante el vampiro que lo acompañaba, que incluso era más alto que Draken, tomó su muñeca y tiró de él al exterior. Sintió la tensión y el movimiento de Draken a su espalda por lo que antes de cruzar la puerta le dedicó una mirada tranquilizadora y unas palabras musitadas solo con sus labios que le pedían calmarse, que todo estaría bien. 

No sabía si era cierto, aquello no era normal, solo tres días habían pasado desde la última vez que le vio y ya estaba yendo de vuelta a su residencia. ¿Qué era lo que había cambiado? ¿Necesitaba beber su sangre de nuevo? Ni siquiera sabía si sería capaz de aguantar el ritmo, perder sangre tan a menudo no debía ser bueno.

Pero de nuevo estaba encerrado en una furgoneta que se movía con rapidez a través de la carretera. En esta ocasión Kisaki estaba sentado frente a él y en ningún momento había dejado de perforarle con la mirada. Él intentaba no aguantarla, manteniendo la suya en sus pies todo el tiempo pero sintiendo la del vampiro perforarle el alma. Era como si le odiase de un modo personal, no sabía qué había hecho para que fuese así. Es decir, por lo general a los vampiros no les agradaban los humanos pero lo de ese Kisaki traspasaba lo frecuente. Parecía un odio más consistente que el resto. Con un motivo de peso. ¿Sería así?

-No deberías hacerte ilusiones -escuchó de repente y solo entonces tuvo la valentía de alzar la mirada hacia el contrario. 

-¿Qué quieres decir?

-Lo más probable es que Hanagaki se canse de ti más pronto que tarde. Y cuando eso pase te matará -Mikey tragó saliva y apartó la mirada de nuevo. Sí, lo sabía, ¿Pero por qué tenía que recordárselo de ese modo?

-Lo sé -musitó pero Kisaki no parecía tener suficiente. 

-No pienses que esto es un trato de favor, él lo hace porque necesita sangre para subsistir como cualquiera de nosotros. No tiene ningún tipo de preferencia contigo -Mikey asintió pero a cada segundo se sentía más confundido. Kisaki soltaba cada palabra con rabia, con asco, dos cosas totalmente injustificadas. 

Pero es que Kisaki estaba rabioso. Una de las razones podría ser la falta de sexo, o al menos la falta de sexo con quien realmente conseguía satisfacerle. Quizás Takemichi no se había dado cuenta pero desde que se topó con ese humano no había vuelto a follar con él. Estaba enfadado y se sentía rechazado con quien se supone que debía comer de la palma de su mano. Kisaki creía que sería el complemento perfecto de su gobernador, quien le acompañaría por toda la eternidad. Se suponía que debía ser así. 

Y ahora no dejaba de mencionar a ese estúpido humano con cara de niño, totalmente débil e insignificante. ¿Por qué de repente todo lo que salía por su boca era su maldito nombre? Si pudiese lo mataría él mismo. Más de una vez lo había pensado, un 'accidente' no le haría sospechar. ¿Pero cómo arrebatarle a su señor lo que le daba el placer de beber? Quizás su obsesión y su enfermiza idolatría no le dejaban cometer semejante atrocidad.

De momento solo le quedaba esperar a que se cansara de él. 

-Él detesta a los humanos y por supuesto te detesta a ti. Desaparecerás dentro de poco, es probable que quiera que vayas hoy para matarte él mismo de una vez. Sus caprichos no duran demasiado.

-Todo lo que dices lo sé perfectamente -dijo volviendo a mirarle y a Kisaki le resultó asqueroso no ver el miedo en sus ojos esta vez. Más bien parecía ligeramente molesto, como si estuviese crispando sus nervios con sus palabras. Mierda, maldito humano arrogante. 

Kisaki se levantó de un salto y tomó asiento a su lado. Manjiro se tensó de repente, volviendo a sentir las aceleradas pulsaciones de su corazón bombear con fuerza dentro de su pecho. Su respiración se entrecortó cuando fue obligado a alzar la cabeza cuando Kisaki tiró de los mechones de su pelo, dejando su cuello expuesto a su vista. El menor se mantuvo inmóvil y en silencio, siendo su acelerada respiración el único sonido que se percibía de él. 

-Ni siquiera sé qué ha visto en ti que no haya podido ver en otros -el rostro de Kisaki se acercó a su cuello y Mikey le sintió olfatear. Su piel se erizó cuando la punta de su nariz la rozó. Apretó los puños nervioso sobre sus muslos y se mordió el labio con fuerza. El instante posterior fue infinito. Mikey esperaba a sentir en algún momento un par de colmillos enterrarse en su cuello, se estaba mentalizando para ello. Kisaki no se movía, solo pegaba su nariz a su cuello y olfateaba intentando hallar en ese gesto un aroma que le resultara exquisito. 

Y lo desagradable fue encontrarse con que así era. La sangre de Manjiro olía muy bien, demasiado bien, y durante un segundo creyó perder el control como llevaba sin perderlo desde sus primeros años de vampiro. Sus colmillos asomaron, acariciaron la suave piel del humano y apretaron solo un poco. Entonces se dio cuenta del enorme error que estaba a punto de cometer y soltó al menor con una violenta sacudida. Se alejó de él y con tensión volvió a donde había estado sentado con anterioridad. 

Manjiro se acarició el cuero cabelludo adolorido, siseando ligeramente por el dolor y mirando al vampiro con mala cara. No se atrevió a decirle nada, Kisaki seguía mirándolo de esa forma que podría matar y enterrar a cualquiera. Seguía siendo la cosa más odiosa para ese vampiro, estaba claro en sus ojos. Pero no se atrevió a añadir nada. 

Ese momento tan incómodo quedaría guardado para ellos, eso era lo más probable, y Kisaki esperaba que así fuera, no podía permitir que Takemichi se enterara que había estado a punto de morder a su nuevo capricho. Si ya le había partido el brazo por intentar tocarle no quería pensar lo que haría con él si descubriese algo así.

Y, joder, eso le cabreaba demasiado. 

Pero para su propio disgusto terminaron llegando a su indeseado destino.

Mikey mentiría si dijera que no estaba nervioso. Toda esa situación le causaba demasiada incertidumbre, curiosidad y miedo. Y todas esas emociones juntas le hacían sentirse de esa forma tan impaciente. 

Kisaki no volvió a dirigirle la palabra, ni quiera antes de que abriera la puerta que daba directamente a una de las habitaciones de la última planta de la torre. Antes de entrar se escuchó música clásica que sonaba desde un tocadiscos. Había una larga y estrecha mesa de madera en el centro con una silla en cada extremo, un piano en una esquina y frente a un gran ventanal decorado con largas cortinas granates y una estantería llena de vinilos. La puerta no se cerró a su espalda, aún sentía a Kisaki un solo paso detrás de él, y de repente sintió el aroma característico de Hanagaki propio de un perfume con olor a cítricos. 

-Qué alegría que no te haya tomado demasiado tiempo, Kisaki -Hanagaki apareció de repente en su campo de visión con una sonrisa para nada realista pero que ahí estaba y que le hizo tensarse más si cabe -, temía aburrirme más de la cuenta. 

-Sabe que cumplo con todo lo que me dice al segundo -comentó con orgullo, sin embargo, Takemichi no pareció tomarle más importancia a sus palabras pues su vista se plantó en seguida en la de Mikey.

-Te sorprenderá encontrarte aquí de nuevo -musitó y Mikey asintió antes de hablar. 

-Algo así.

Entonces y para su sorpresa Takemichi suspiró disconforme, pero el humano no tardó en darse cuenta que esa disconformidad no era precisamente por él. 

-¿Piensas quedarte ahí de pie toda la tarde? Lárgate -su mirada rojiza se puso sobre la de Kisaki y el vampiro menor tragó saliva ante la evidente amenaza en su forma de mirar. Asintió con bochorno pero también con algo de disgusto y sin decir nada más se marchó de la sala. 

Estando de nuevo los dos solos Takemichi recuperó la sonrisa que había perdido y Mikey se vio en la obligación de añadir algo cuando a cada segundo que pasaba se sentía más perdido. 

-¿Tiene sed otra vez? -preguntó con cierto temor. Esperaba que dijese que no, pero entonces, ¿Para qué otra cosa estaría allí?

-No es eso -dijo y Mikey parpadeó confundido -. Ven -sin esperar a que accediera Takemichi lo empujó por su espalda y prácticamente le obligó a sentarse en una de las dos sillas de la mesa. Mikey tragó saliva nervioso y mientras el vampiro volvía a alejarse de él contempló la cubertería y los platos vacíos sobre su lado de la mesa -. ¿Qué tipo de música te gusta, Manjiro? -el modo de decir su nombre sonó extraño a sus oídos. Mikey observó por encima de su hombro mientras Hanagaki ojeaba su extensa colección de vinilos. Titubeó unos segundos antes de contestar.

-Ahm... Bueno, es que no suelo escuchar música.

-Ah, ¿No? -Takemichi le devolvió la mirada con un deje sorprendido -, ¿Y qué es lo que haces en tu tiempo libre entonces? -tomó uno de los vinilos de la estantería y lo cambió por el que ya había finalizado en el tocadiscos. Esta vez volvía a ser música clásica solo que en esta ocasión un poco más animada, más ligera. Bajó el volumen con el propósito de que tan solo fuera una melodía distante que no les interrumpiera en su conversación y volvió a acercarse a la mesa. 

-Pues salgo -comenzó y se mordió la lengua antes de continuar. Takemichi tomó asiento en la silla restante de la mesa frente a él y analizó con la mirada la de Mikey esperando que dijese algo más -. Me gusta mucho pasear, no suelo quedarme en casa pero si lo hago suelo leer. 

-¿Qué te gusta leer?

-De todo, supongo, pero sobre todo novelas policíacas y románticas. Cuanto más alejado de la fantasía y la ciencia ficción mejor -jugaba con sus dedos bajo la mesa, se sentía alerta y ansioso. Hanagaki había apoyado un codo en la mesa mientras que la otra mano permanecía escondida bajo la misma. Ladeaba su cabeza de vez en cuando con curiosidad y sin dejar de mirarle un solo segundo.

-¿Por qué? -Manjiro apretó los labios durante un momento. Él tenía la respuesta bastante clara pero no creía oportuno compartirla con alguien como él. Y Takemichi pareció ser capaz de sentir su incomodidad repentina -. No tengas miedo de responder, no te haré nada -añadió y Mikey le miró sorprendido. Suspiró ligeramente antes de contestar. De todas formas no es como si estuviese percibiendo a Takemichi demasiado agresivo ese día, al contrario, parecía sereno y tranquilo. Cosa que no sabía si le ponía más nervioso aún.

-Me gusta leer cosas que se acerquen a la realidad de... antes de todo esto, de antes de Lestat.

-Ese tipo de novelas son muy escasas, ¿Cómo las consigues?

-Supongo que es la ventaja de tener esto -alzó la mano durante un segundo para que el vampiro pudiese ver la pulsera blanca de su muñeca y volvió a bajarla sobre sus muslos. Agachó la mirada cuando sintió a de Takemichi con demasiada incomodidad. No supo si había hecho bien en decir lo que dijo. Pero cuando sintió que el silencio se hizo bastante extenso decidió que ese era el momento de tratar el tema que llevaba rondando en su cabeza durante un buen rato -. Lo siento pero... Sigo sin saber para qué me has traído aquí.

Fue entonces cuando la cabeza de Takemichi se dirigió a un lado y su mirada quedó perdida en algún punto aleatorio de la pared. De sus labios escapó un ligero suspiro difícil de captar y su expresión era tan tranquila en ese momento que casi le hacía parecer un muchacho normal y corriente.

-Estos dos últimos días han sido algo aburridos -comenzó. Sus largos dedos habían empezado a rebotar y jugar sobre la mesa -. Me resulta extraño no dejar de pensar en que la única forma de entretenerme supone incluirte en esa forma. Es curioso, ¿No es así? -de nuevo su rojiza mirada se puso sobre la suya -. Así que pensé en compartir una cena contigo. Me causas la suficiente intriga como para sentir la necesidad de saber más de ti.

Y quizás era porque los vampiros no eran capaces de sentir nada. Quizás por eso no sentían vergüenza a la hora de decir algo como eso. Quizás el propio Takemichi desconocía lo que le estaba pasando lo suficiente como para poder compartirlo con palabras sin ningún tipo de pudor.

Mikey se vio sorprendido de repente. Su mirada bajó al plato vacío sobre la mesa y de nuevo a al asiento de Takemichi. Al contrario que él, él no tenía una vajilla, en su lugar una simple copa de cristal vacía. No iba a mentir, sintió un poco de enojo crecer poco a poco. ¿Acaso le estaba jodiendo?

-¿Que quieres...? -cerró los ojos un segundo, suspiró y recuperó un poco de tranquilidad para no explotar de rabia -, ¿Que quieres compartir una cena conmigo? ¿Después de haber estado a punto de matarme y de haberme obligado a matar a otras personas?

-No veo el problema -Hanagaki ladeó la cabeza, una sincera curiosidad evidenciada en su rostro -. Ninguna de las dos cosas llegó a pasar -entonces Mikey vio imposible frenar la pequeña risita incrédula que escapó de sus labios. 

El miedo había desaparecido, ahora solo sentía enojo y desconcierto. ¿Acaso estaba jugando con él? ¿Creía que era idiota o algo así? ¿Había vuelto a preocupar a sus hermanos y a Draken porque a ese vampiro se le había antojado tener una cenita romántica con él o algo por el estilo? Tuvo la urgencia de levantarse e intentar irse de allí, pero entonces la voz cortante y afilada de Hanagaki, recuperando ese tono amenazante tan característico en él, cruzó el aire y le erizó la piel al instante, haciéndole quedar inmóvil de nuevo. 

-Que no se te ocurra moverte -su postura no había variado, tampoco el movimiento constante de sus dedos sobre la mesa, lo único diferente era el tono más oscuro de sus ojos y su expresión seria y amenazante -. Es de mala educación rechazar la comida que te están preparando ahora mismo. He dicho que me apetecía tener una cena contigo y así será. Te irás cuando yo lo diga, humano -Manjiro se mordió la lengua con fuerza y volvió a relajar los hombros. Apoyó la espalda de nuevo sobre el respaldo y alzó la cabeza lo suficiente como para no mostrar inferioridad. 

-Como tú digas -soltó pero la sequedad con la que lo hizo evidenció su malestar y su enojo. Sin embargo, aquello no pareció molestar al vampiro, al contrario, sus labios volvieron a torcerse en una sonrisa que no mostró los dientes. 

Fantástico. 

Ese día pintaba ser largo, entretenido y bastante educativo para ambos. 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top