5. MAGIA DIVINA | OSCAR (II)
Si creías que la gente de un pueblo alejado e invisible en cualquier mapa podía resultarte extraña, es porque aún no conoces a los habitantes de The Gates. (Adolescentes y pubertos, sobre todo).
Pero no me refiero a los que se dedican a arar la tierra en el día o los contados con los dedos de una mano que ven la luz del sol sino éstos sujetos que se aparecen cuando el sol se oculta. Parecen sacados de los barrios bajos de Washington o los chicos que escapan de sus casas para consumir drogas en pubs nocturnos o bajo puentes alejados.
Incluso ese estereotipo de chicos se quedaría corto.
Será porque nunca me relacioné con personas de los barrios bajos o será porque prefiero estar cerca de otros que no dan tanto miedo, en general, pero no alzando a distinguir cuál de todos estos desquiciados parece estar más fuera de sí.
Desde la puerta ya me he podido encontrar con una chica de cresta rojiza, aretes en sus labios, tres en una ceja y expansores enormes en cada oreja. Un tatuaje en su pómulo izquierdo reza "Chupa esto" y me clava sus ojos negros con exceso de delineado al verme pasar. Del mismo modo sus amigos los gorilas de ciento cincuenta kilos: dos sujetos gordos de casi dos metros con más grasa que masa muscular pero que intimidan con sólo acercárteles. Tienen musculosa negra rasgada, uno de ellos es calvo salvo por unas pelusas grises en la parte superior y el otro lleva el cabello rapado con todo el cuero cabelludo tatuado.
El humo y la podredumbre a marihuana me dejan asqueada al pasar frente a ellos y encontrarnos con el sujeto en la puerta que entrega tickets.
Oscar está a mi lado. Es una versión de sí muy diferente a la de esta mañana: lleva puesta una camiseta negra adherida a su torso musculado, con mangas muy cortas y arremangadas, una cadena cuelga de su cuello, lleva vaqueros grises rotos en los muslos y las rodillas y zapatillas camufladas gastadas. Es diferente en su vestimenta pero no en su grosero modo de ser. Ando tras de él como un patito tras su mamá, no conozco este lugar y si mi padre me descubre aquí, me matará.
En verdad, dudo mucho que papá venga aquí. De día esto parece un lugar literalmente abandonado, incluso de noche desde afuera exceptuando unas escazas señales de vida.
—Os...car—le digo luego de que hace un gesto al hombre de ventanilla que me mira con sus ojos enrojecidos, debajo de un mechón de cabello verde grasiento—. ¿Qué...es este...lugar?
Quiero sostenerlo de un brazo pero ahora mismo su piel tostada y sus bíceps son demasiado tentadores como para tocarlos sin estremecerme.
—¿No lo ves?
Mientras más nos adentramos, más capto que el lugar es una especie de cueva, va hacia abajo y el aire se vuelve cada vez más viciado. La música empieza a golpear y a hacer vibrar las paredes y mi cabeza.
Hay gente bebiendo y fumando jugando billar, otros están de pie en una barra también bebiendo y unos pocos tirados en asientos bajos en los rincones de la cueva laberíntica (sí, bebiendo).
—¡No...me dejes atrás!—mascullo tratando de que mi voz no se pierda y en un esfuerzo de que no se note que soy el bicho raro y nuevo del lugar. El peso de la mirada de todos me hace sentir terriblemente desencajada.
Nunca me sentí tan fuera de lugar como ahora.
Desearía que la mentira que le dije a papá hubiese sido cierta: subí a mi habitación más temprano, le dije a papá que me llevaría la cena porque estaba con "cosas de mujeres" y me encerré. Al salir, descubrí que se había quedado dormido en el sofá de la sala: le pasé llave a la puerta de mi habitación y salí por la cocina.
Repito el nombre de Oscar infinidad de veces pero él no repara en mí. Se sienta una banqueta alta frente a la barra al lado de un tipo de un metro noventa, delgado pero muy musculoso. Tiene el cabello rapado a los costados y rulos de un color azul eléctrico en la parte superior de su cabeza.
Primero saluda a su amigo y luego clava sus ojos negros como la noche en los míos que tiritan como un animalito con frío.
—¿Qué tal Jax?—saluda al tipo que está a su lado y éste le dice algo muy bajo señalándome por encima de un hombro.
—No tengo idea quién es esta loca—le contesta Oscar mirándome—. Me viene persiguiendo desde hace horas. Ha estado espiándome durante el día y ahora me acosa, le estoy empezando a tener miedo.
Jax apenas esboza una media sonrisa y apoya los codos en la barra. Se acerca a mí por delante de Oscar y sus ojos colorados, ojerosos y cansados me examinan.
—Hey, loca—me dice—. ¿Qué te sucede con mi amigo, eh?
Un cosquilleo en mi interior produce algo horrible que estalla en mi pecho. ¿Angustia? ¿Temor de muerte? ¿Serían capaz de hacerme daño todas estas personas?
—Yo...—empiezo sin ser del todo consciente si conviene o no darle una explicación de que Oscar ha mentido en gran parte de lo dicho. Bueno, sólo en una cosa pero no menos importante: él me invitó a venir hoy. Es por él que estoy aquí, nada menos.
Pero las palabras no me salen. El mundo se anula a mi alrededor.
Hasta que una chica se acerca al otro lado de la barra.
Tiene el pelo color gris ceniza recogido en un rodete alto, sus cejas están cortadas en partes y tiene toda la parte inferior del cuero cabelludo rapado al ras. Lleva una copa en mano y al verla, distingo también su muñeca plagada de cortes y pulseras de hilo. Lleva puesta una camiseta marrón, que deduzco, ha de llevar la estampa de un esqueleto con cuchillos. La recién llegada me ignora y mira a Oscar:
—¿Qué vas a tomar, Hoyuelos?
¿Hoyuelos? Sí, Oscar los tiene y le quedan fenomenal pero ¿se lo habrá dicho al azar o ya se conocen?
—Ya sabes, Shaj—¡se conocen!—. Y trae algo de eso para mi amiga... Disculpa, ¿cómo es que te llamas?—me dice Oscar y eso me desagrada completamente. El enojo hierve en mí pero es evidente que él en toda su persona, se trata de un muchacho interesante dentro de Open Door y no me convendría golpearlo de la manera que tengo pensado hacer. Nunca habían jugado de esta manera conmigo. Y no pienso darle el gusto a él.
—Dos cervezas negras, entonces—dice Shaj y se dirige a un surtidor a sus espaldas.
—Ni siquiera sé si me gusta la cerveza negra—le digo a Oscar. Y es verdad, nunca la he probado, sólo rubia y roja.
—Te encantará pero procura no embriagarte con ella—me dice Jax—. Luego la resaca es terrible y vomitarás por muchos días.
—Deja de aterrar a la loca, seguro que es tan pervertida que busca engañarnos para que le demos de beber gratis.
Entorno los ojos de tal forma que cuando Shaj trae las bebidas, Oscar no desvía sus provocadores y maliciosos ojos de los míos. "¿La loca?"
—Descuida—me dice Jax—. Yo pagaré lo que bebas.
Y es suficiente para que la sonrisa decaiga del rostro de Oscar: fulmina a su amigo con la mirada y se vuelve a Shaj.
—A mi cuenta—insiste.
—Como digas—Jax se vuelve a su lugar.
Me pongo de pie y aún no puedo quitar mis ojos cargados de odio del rostro perfecto del imbécil de Oscar.
—¿Así que para eso quieres conservar tu puto trabajo?—le suelto sin poder contenerlo más—. ¿Para venir a esta cueva de...mierda y embriagarte? ¿Es aquí donde te lo gastas?
Parece ser que los oídos de mi acompañante se han prendido fuego y me mira con un deje de desprecio que evidencia mucho más de lo que podría ocultar.
—¿Tú crees que de eso se trata?—me pregunta.
—Uy, uy, amigo. Creo que la pervertida está inventando una historia de las buenas—dice Jax.
—Si llegaste ebria no puedes entrar. Va contra las reglas—dice Shaj.
Que te metas tus reglas por el culo.
Quisiera responderle justamente eso pero el problema no es con ella. Basta una mirada maliciosa de mi parte para transmitirle lo que pienso pero ella no se inmuta en absoluto.
—¿Para eso querías que viniera?—insisto volviéndome a Oscar—. ¿Para dejarme como una loca pervertida delante de tus amigos siendo que tú me obligaste a venir aquí?
—Yo no te he obligado a nada. En verdad lo digo: tienes problemas.
Oscar me da la espalda y vuelve a tomar su cerveza para llevársela a los labios.
En verdad lo digo: tienes problemas.
Tienes problemas.
Tienes problemas.
Y cuanto más resuenan sus insultos en mi cabeza, menos lo puedo contener: mis manos actúan antes de que lo pueda pensar y le tiro la jarra de cerveza al suelo donde impacta con un estruendo insoportable.
Algunos que están cerca me miran pero luego vuelven a sus cosas. Deben pensar que ya me puse ebria, probablemente Oscar se ha encargado de decírselo antes.
El chico se vuelve lentamente y sentado en la banqueta alta, ambos quedamos casi a la misma altura (estando en desventaja yo con unos dos o tres centímetros). Me acerco a su rostro y huelo el olor a cafeína de la cerveza negra que ha estado bebiendo y ahora permanece bajo nuestros pies.
—Vete a la mierda, Oscar.
Me doy la vuelta y le doy la espalda.
Avanzo a paso acelerado con la extraña sensación de que todo el mundo aquí quiere matarme, quiere hacerme algo malo, muy malo.
Hasta que me mezclo con otras personas y en un instante, observo hacia atrás: nadie se ha movido.
Oscar y sus amigos siguen en el mismo lugar donde los dejé antes. Y me duele terriblemente haberle seguido el jueguito horrible. Una parte de mí quiere volver y pedirle perdón pero otra mantiene el orgullo: ¿por qué debería irme si en este lugar nadie me ha echado?
Me dirijo contra una pared y me abrazo los codos mientras dirijo alguna que otra mirada de refilón a Oscar quien ha pedido una nueva cerveza e ignora por completo que me he ido (o que me he aislado).
Hasta que la masa de gente se agolpa más. Y más. Y más.
Y el humo, el sudor, todo en absoluto no me deja respirar.
Rodeo la pared y me alejo de Oscar. La puerta de entrada y salida está en el otro extremo. Sigo tanteando buscando un lugar donde haya un poco de oxígeno disponible y doy con una abertura. Es una puerta. Encuentro la manija, la giro y me meto.
Respiro profundo y capto el aire fresco. Es una salida de emergencia que conduce a un pasillo que sube hasta el exterior. Un pasillo negro con luces rojas en el suelo señalándome el camino.
Hago lo que me piden y ando hasta escuchar que no estoy sola en ese pasillo. No debería estar aquí, esto ha de ser acceso sólo para el personal y ante situaciones de emergencia. Sin embargo, al captar que las pisadas que escucho salen y no entran, me animo a seguir las personas que provocan el ruido.
Hay una chica ebria que se sostiene de un muchacho. Él mide más o menos la altura de Oscar, tiene el cabello hasta los hombros en pronunciadas ondas negras rojizas, es pálido y va vestido con saco negro de gabardina y pantalones de cuero, borcegos y guantes negros de una tela similar a la del pantalón.
—Nnnno... Ppppuedo...estar... de pie...—dice la chica haciendo evidente lo que está borracha como Anastasia Steele cuando se cargó a su amigo.
El pasillo conduce hasta un patiecito que consta de césped y árboles. Una gran masa de árboles.
Siguen caminando hasta ubicarse tras una farola. Es una especie de patio del pub en el que no muchos deciden venir; deduzco es de acceso privado y estos dos han decidido filtrarse aquí.
Lo más probable es que se han metido para tener relaciones sexuales, no obstante a juzgar por las condiciones en las que se encuentra la chica, dudo mucho que sea algo consentido de su parte. No puede serlo. Va... Va a violar a la chica.
Y yo estoy aquí sin poder hacer nada.
—Max—dice ella clavando sus manos en los brazos de él—. Llé...llévame a...casa... Nnno puedo... más. ¿Qué... qué me diste, Mmmmax?
Su lengua pastosa no es obstrucción para que pueda percibir que ese tal Max de nariz respingada y ojazos violetas (bajo la luz de la farola que lo ilumina), le ha dado algo para dejarla en ese estado.
La chica está vestida con un vestido corto de breteles finos. Es delgada, demasiado, sus brazos pequeños y sus hombros menudos, está en extrema desventaja.
—No, mi Harriet, tú no estás aquí para que te lleve a casa—dice él y sonríe ampliamente.
Mierda, mierda, mierda, ¡la va a violar! Y no puedo irme, no, haré ruido, se darán cuenta, no puedo moverme, no puedo hacer nada, estaré muerta antes de cruzar la puerta si hago algo pero tampoco puedo dejar que viole a esa pobre chica, apuesto que no ha de ser la primera a la que harán algo así, ¿qué convendría que yo...?
—Max...—sigue rogando. Y un brillo cristalino le cae por una mejilla. Está llorando desconsoladamente.
Aunque Max la toma por la mandíbula con fuerza y la acerca a su boca.
—Cierra la puta boca, perra.
Y la besa.
Me asquea.
Quiero salir.
Quiero matar a Max por haberla insultado. ¡Qué diablos haces! ¡Suéltala!
La besa y ella llora. Intenta soltarse.
Y comienza gritar...
....justo cuando aparece un reguero de sangre cayendo desde su boca.
Me quedo petrificada.
La chica desgarra un grito que proviene directamente desde su garganta.
¡¡NO!! ¡¿QUÉ... LE... HACE?!
El tipo la besa pero le hace algo más: es como si la mordiera. O algo mucho peor que eso. Percibo en un momento que las costillas de la chica se suben y deja de gritar. Su nariz sangra, también sus oídos. Es como si Max la...
...la destruyera por dentro.
No la está besando.
Parece estarse metiendo dentro de ella desde su boca.
Sé que suena como una locura pero es eso. La está matando. Y si hago algo, me matará a mí también.
El corazón me golpea con fuerza cuando escucho el crujido.
Todo dentro del pecho de la chica parece acoplarse como un acordeón que cruje en un espantoso choque de huesos rotos y sangre chorreada.
Entonces puedo despegar mis ojos de la chica para dirigirlos a él... A algo... espantoso...
Su cuello parece más ancho. Mucho más ancho. La besa con la boca muy abierta y hasta le destroza los labios a la chica con sus propios dientes.
Max se aparta.
Pero sigue con su boca abierta y la de ella.
Entonces veo algo que sale de la boca de él: o mejor dicho, está entrando, está volviendo a su lugar. Es como una lengua escamosa y grande que se mueve al ritmo que el cuello del sujeto se ha ensanchado lo suficiente como para que pase una...una...
No. Puede. Ser. Cierto.
Aterrada y petrificada del miedo observo el modo en que una serpiente vuelve a la boca de Max. Sale desde su garganta, por encima de su lengua y ha consumido a la chica por dentro.
El cuerpo de ella hecho un revoltijo de piel y huesos se desploma.
Max se hace marcha atrás aparentemente mareado, sujetándose la cabeza.
Entonces, alguien me toma de los hombros, me cubre la boca y me obliga a retroceder.
Abro los ojos luego de una espantosa pesadilla.
Miro a mi alrededor y compruebo estar en el lugar correcto: es mi cuarto. Me siento mareada, aturdida, molesta, asqueada y con un miedo tan intenso que podría congelarle el alma a cualquiera.
Mi cabeza se ubica tratando de saber cuánto es dos más dos hasta que logro atar cabos.
Anoche.
El tipo.
El enfermo que mató...a la chica.
La serpiente de su boca.
El crujir de los huesos.
El reguero de sangre.
Oscar.
Oscar me sacó de ahí.
Mierda.
No puedo recordar más.
"¡Lucy, tienes que decirme si te hizo algo...!" Su voz resuena como un eco lejano. Estábamos en una habitación extraña dentro de la cueva. ¿Open qué? Open door. Sí. Ahí estábamos. Pero Oscar me apartó, me hizo algunas preguntas inconexas.
Trato de recordar algo más y me duele la cabeza terriblemente.
No estábamos solos.
La chica.
La cantinera del pub se apareció y puso su mano en mis ojos. ¿Shaj? Sí, ella. Me dijo "No tendrías que haberte mojado". ¿Fue eso? No, no, ahora recuerdo mejor: "No tendrías que haberte alejado". Exacto. Y me alejé. Diablos.
Me cubrió los ojos hasta que todo se volvió negro y no recuerdo más.
Se volvió todo negro de modo extrañamente espeso.
Tengo que buscar a Oscar.
Me siento de sopetón y me doy un golpe contra el tejado. He olvidado que mi ático-habitación está justo debajo del declive. Con el dolor en mi frente me apresuro en ir hasta la pequeña ventana redonda y corro la cortina violeta para mirar afuera. La puerta del granero está cerrada. Mierda.
Capto que estoy sudando la gota gorda cuando me pongo de pie. Necesito una ducha urgente, en este lugar hace más calor que en el infierno.
Salgo a grandes trompicones hasta la puerta en busca de mi padre para reclamarle saber dónde vive Oscar. Necesito hablar con él. Que me dé explicaciones. Que me explique por qué me trató como una zorra y luego me apartó de Max para terminar dejándome durmiendo en mi cama. Si es que él hizo eso.
Bajo las escaleras con miedo y percibo el olor a tocino. Papá ya se ha levantado.
Ando hasta la cocina y lo miro completamente despreocupado preparando café.
—Buen día, cariño—me mira sonriendo—. Espero hayas podido descansar pese al...calor. ¿Funciona tu aire acondicionado?
Miro mi pijama. ¿En qué momento pude haberme puesto el pijama anoche por mis propios medios? Mierda, si es que algo de todo lo que ocurrió fue real o fue un sueño, cómo rayos me puse el pijama y no lo recuerdo.
Además me desperté sudando como nunca.
—Sí, funciona, creo. Papá, ¿estuvo todo bien anoche?
Él frunce el entrecejo.
—Supongo que sí, cariño. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te duele la cabeza o siguen siendo "Las cosas de mujeres"?
—Ejem...Ambas. ¿Podrías decirme qué hora es?
—Las siete treinta.
Diablos. Ni siquiera sé a qué hora vine anoche. ¿Sería muy descabellado sacar a Oscar de su cama y exigirle que me cuente qué diablos ocurrió anoche en Open Door y por qué tuvo que comportarse de esa manera conmigo? Además, ¡cómo demonios sucedió todo con ese tal Max y la chica a la que descuartizó! Si es que descuartizar sería la palabra indicada. ¿La succionó? Sí. Puede que también sea. La succionó, la vació, la destruyó desde adentro.
Fue mucho peor que una violación.
Pero ¿habrá tenido algo mi bebida? Sólo recuerdo haberme acercado la cerveza negra a la nariz, no tragué nada, no entiendo cómo podría haber alucinado al sujeto con la serpiente en su boca, además el crujir de huesos fue tan real, el miedo fue tan real, su cuello ensanchándose y tragando fue tan real.
Al igual que Oscar.
—Papá—insisto—. Sé que te molesta que lo pregunte pero ¿podrías decirme dónde puedo encontrar a Oscar?
Él levanta una ceja y me observa con cierta sospecha.
—¿Y eso por qué sería de tu...interés? En verdad no lo es, así que reformula tu pregunta.
—Papá—le ruego—. Es importante. Necesito hablar sobre algo con él.
Él entorna los ojos.
—¡Apenas ayer le viste pasar de reojo ahora tienes que hablar algo importante con él! ¿Hay algo de lo que tenga que enterarme, Lucy?
—Sólo...—resoplo y me doy la vuelta dándole la espalda.
Ahora recuerdo por qué es que casi no hablo con él.
Ando hasta llegar a las escaleras en el esfuerzo de ignorarlo pero me detiene al decir en un tono más alto:
—Está afuera. He decidido que conserve el trabajo.
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Te espero en twitter @luisavila595 y en IG @luisavilaok
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