Capítulo 72

—Muy bien, Julia. Tu juego de piernas mejora a pasos agigantados. —Dijo el entrenador deteniendo el sparring que su alumna estaba teniendo con su nueva compañera del gimnasio. Luego de que el título cayera en manos de Mondi; el gimnasio se llenó de muchos aspirantes inspirados por la destreza de la campeona. Y gracias a eso, los problemas financieros habían ido desapareciendo poco a poco.

Bajando del ring, la campeona se dirigió delante del espejo empezando a golpear con la misma intensidad que lo haría en un pelea real. Estaba utilizando el boxeo de sombra imaginando al rival más importante que tendría pronto. —"Se necesitan golpes más fuertes para lograr dejarla lastimada." —Pensaba para sí misma moviéndose cada vez más rápido simulando esquivar los feroces puñetazos que Rosario le podría lanzar. Realizaba contragolpes efectivos buscando una apertura en la defensa impenetrable que le permitiera conectar su mortal gancho al cuerpo. —"No basta con golpearla, debo mover mis piernas más rápido." —Todas las personas que entrenaban dejaron de hacerlo cuando veían la anormal habilidad que Julia demostraba a la hora de entrenar; esto también era observado por Simón y Alejandra quienes veían con asombro desde la oficina. —De verdad es muy buena, supe que ha estado yendo al médico para tratar su herida en la mandíbula pero todos le dicen lo mismo "deberías considerar retirarte." —Un tono algo triste por parte de la administradora del gimnasio adornaba la vista que tenía de su amiga. —Es lógico, ese altercado dejó una herida no solo física sino psicológica en Julia... No puedo hacer nada más que apoyarla como boxeadora. Tardó mucho en dejar su obsesión con Rachel y ahora que se está centrando en avanzar resulta que podría perderlo todo si recibe un mal golpe. —Una rabia contenida era emanada por el entrenador, apretaba con fuerza los puños lamentandose de no poder ayudar más a esa chica que vió evolucionar en el ring. —"Por favor perdóname por no saber cómo pedirte que te detengas. No sé si estoy bien al dejarte seguir boxeando pero estaré contigo hasta el final, niña. —Por primera vez en décadas una lágrima bajaba por las mejillas del hombre que regía el gimnasio.

Tras un débil suspiro de Alejandra, la mujer no apartó los ojos de su amiga viendo a esta última dar su máximo esfuerzo en el entrenamiento como si estuviera cada vez más cerca de alcanzar una cima que durante mucho tiempo se veía distante para ella. Hasta que repentinamente los movimientos cesaron, Julia bajó los brazos para tomar aire y empezar a quitarse las vendas que envolvían sus manos, fue como si el espectáculo terminase y todos los presentes volvían a su mundo luego de deleitarse viendo a Julia moverse con tanta gracia y firmeza. —¿Terminaste por hoy? —Dijo la administradora saliendo al encuentro con su amiga, Juliana asintió brevemente mientras avanzaba por el lugar secando su cabellera. —¿Quieres ir a comer algo...? —Julia negó con la cabeza, nuevamente no expresó palabra alguna limitándose a salir del sitio para ir a correr a la vieja alameda; en parte su mente necesitaba un respiro así como su cuerpo buscaba un poco de aire fresco.

Su carrera se prolongó durante horas que se fueron volando cuando sin notar ya estaba a punto de anochecer. —¿Cuánto tiempo llevo corriendo? Ya debería regresar. —Se dijo la boxeadora para sí misma. Ahora caminaba con calma dejando reposar sus músculos, sin embargo, no podía dejar de pensar en las desventajas que el costado de su cuerpo y mentón representaban para ella cada vez que tendría que subirse al ring. En su camino de vuelta al gimnasio no podía notar la mirada curiosa a su alrededor que se alejaba en sentido opuesto al que ella caminaba.

—¿Entonces esta es la ruta de siempre que toma cada vez que sale a correr? Interesante... —Dijo una macabra figura masculina desde el interior de una celda en la prisión del Distrito 13. —Así es señor, seguí a la mujer ya por dos semanas tal y como me lo ha pedido. Cuando usted diga podemos actuar. —Las palabras del lacayo de Dorian Mark fueron la sintonía para que el criminal sonriera con nostalgia al admirar un recorte de periódico donde su antigua empleada aparecía. —¡Perfecto! Quiero que la mantengan vigilada para que manden a alguien y le dejé este regalo a mí niña... —Mark puso en las manos de su seguidor una de las armas que los corruptos policías le entregaron. —La campeona nacional no podrá defender su cinturón si está tres metros bajo tiene.

Al tiempo en que el otro prisionero abandonaba la celda del jefe criminal, se detuvo en seco recordando una noticia restante. —Por cierto, señor. No sé si sea de su interés pero, también creo que encontré hace poco a la señorita Rachel en las calles... —Rapidamente el discurso del hombre fue cayado cuando la anormal mano de Mark lo sostuvo por la boca obligándolo a callar. —No, no es de mi interés lo que le pase a esa perdedora.

Dirigiendo la vista hacia otro lugar en el distrito, en los adentros de la cocina de una cafetería local a un lado de oficinas y universidades. Una mujer veía entrar a su empleada con la cabeza cabizbaja. —Alguien casi me descubre otra vez, dijiste que el tinte ayudaría. —Comentó la mesera apretando con cierto odio su cabellera blanquecina. —No, yo dije que tal vez lo haría... Hija, no puedes fingir que no hiciste nada y esperar a que la gente lo olvide. —Dijo la madre abrazando a su hija, esta mujer ya sabía esa respuesta y sin embargo se mostraba renuente a aceptar su realidad. —Ahora lleva esto a la mesa 4, no lo olvides. Ya no eres esa Bestia, Rachel. —Rachel Williams estaba viviendo una nueva vida, era una humana más que caminaba junto al resto de los mortales hombro con hombro. Su brillante cabellera clara que ondeaba sobre el cuadrilátero a la hora de pelear, se había convertido en un corto peinado teñido de blanco para esconder el rastro de muerte que dejó su alter ego en una vida pasada. —«...Y en noticias sobre el boxeo femenino, la noche de ayer Yadira La Loba Afgana llegó al primer lugar de la categoría de Peso Pluma. Se espera que dentro de poco desafíe a la campeona mundial...» —La noticia pareció generar una sensación extraña dentro de la ex campeona. De un antiguo monstruo del que solo quedaban cenizas.

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