Capítulo 70

—Lo siento mucho, señorita Mondi. Intentamos contactarla antes pero no pudimos. Lo lamento mucho. —El doctor puso su palma en el hombro de la mujer como si eso fuera a regresarle la vida al muchacho que yacía en la cama frente a ella. —Lastimosamente su corazón se detuvo, resistió mucho pero finalmente su corazón no pudo seguir...

—Podría dejarme un momento a solas, quisiera despedirme de él. —El hombre entendió el dolor de la mujer, retirándose sin decir una palabra más. Con el sonido de la puerta cerrándose a su espalda; Julia no hizo una gran escena de llanto, tampoco dijo una gran frase que se guardaría para la posteridad, solamente tomó la fría mano del muchacho entre las suyas como si tratara de darle algo del calor de su ser. —Pedirte perdón no sirve de nada. —Dijo la mujer con unas ganas de soltarse a llorar ahí mismo, pero no lo hizo. —Fue mi culpa que terminaras así, después de todo fui yo quien te masacró aquella noche de tormenta donde casi te mato y para rematar te entregué a ese psicópata; aún y cuando te liberé del lugar donde Mark te encerró no fui para llevarte yo misma al hospital... Te dejé ahí y me marché para que no me arrestaran a mí. Soy una cobarde. —Continúo diciendo casi absorta en sus propios pensamientos. —Nunca pude confesarte que fui yo quien mató a tu padre porque Mark me lo ordenó, y se que yo tenía que negarme a trabajar para él pero tenía miedo... Y aún sigo teniendo miedo de él, aún y cuando sé que ya no puede hacerme daño; cada noche que voy a dormir y cierro los ojos, recuerdo sus asquerosas manos sobre mí una y otra vez. —Su voz parecía cortarse con cada palabra que se sentía igual que una barra de hierro atravesando su pecho para hacerla llorar.

—Sabes, tenía la esperanza de verte despertar. Que cuando llegara me recibieran con la buena noticia de que abriste los ojos. Te ayudaría con la rehabilitación y a sobrellevar toda la mierda que te causé... No sé si tú lo hubieras querido, hasta en mis buenos deseos termino siendo egoísta. —Las primeras lágrimas empezaban a brotar. —Sería hipócrita decir que no puedo ni imaginarme todo lo que tuviste que pasar sí yo también perdí mi vida por ser la mascota de Mark. Verte así me genera muchas dudas, ¿Pese a todo tuviste una vida feliz? ¿Qué te gustaba hacer? ¿Había alguna persona especial en tu vida? Sinceramente nunca me voy a perdonar todo lo que te hice, sin importar el tiempo que pase no voy a permitirme el perdón. Pero tampoco voy a detenerme ahora, no sé si es lo que querías pero te prometo seguir adelante y cada cinturón, cada victoria que consiga será dedicado a tí. Tal vez así puedas tener un mejor descanso en el más allá. —El goteo de sus ojos continúo hasta que sus mejillas estaban tan húmedas como un ventana mojada por el rocío de la mañana. —No soy una persona creyente, pero sí es que tu lo eras entonces rezaré por tí. Es todo lo que puedo hacer, como dije yo nunca me voy a perdonar por lo que hice. Así que tal vez algún día tu puedas hacerlo por mí. Bueno, ya debo irme. Dónde sea que estés te prometo seguir peleando llevando tu alma en mis puños.

Julia salió con pasó lento del hospital, tenía que ir al gimnasio ese mismo día pero no tenía el atuendo ni las ganas para ir. Simplemente no estaba bien, así que un suspiro final terminó por liberar el llano contenido hasta el momento tomando ella la decisión de volver a casa y encerrarse debajo de las sábanas hasta que un nuevo día llegara.

Mientras tanto, un par de guantes conocidos atacaban a un rostro igualmente conocido en el gimnasio de la familia Reyes en Guadalajara. La hija prodigiosa estaba siendo superada con facilidad en un simple sparring. —¡Sube la guardia y avanza! —Gritaba María alentando a su hija a continuar peleando contra su monstruosa rival. —"Esos no son ganchos comunes, es como si me estuviera desmembrando." —Pensaba la Campeona Mexicana apretando los puños y saltando al ataque sacando a relucir su increíble resistencia al daño. Sin embargo, cada intento por acercarse era rápidamente mermado por un simple pero efectivo gancho al rostro que a decir verdad era un colmillo. La campana había salvado a la guerrera mexicana. —¿De verdad, esta es la diferencia que hay con la campeona mundial? —Para Rosa estaba clara la brecha de poder que había entre ella y Yadira. —"Pfff... Aburrido, por desgracia tu carne no parece ser tan buena. Al menos me sirve para entrenar antes de mi siguiente pelea ." —Pensaba La Loba Afgana saliendo de la esquina alzando su guardia para continuar la pelea. Llevándose un jab en la mejilla al ser sorprendida por todos los golpes que Rosario disparaba sobre ella. Daba la impresión que la boxeadora de México se volvía más enérgica al recibir grandes dosis de castigo; ahora se movía más rápido lanzando un par de golpes, retrocediendo para esquivar las contras y regresando enseguida con su propios ganchos. —"¿Entonces esta es la famosa resistencia de la campeona? Tus músculos absorben el daño lo que te permite avanzar sin miedo para noquear a tu rival con esa lluvia de golpes." —Los ganchos de Yadira volvieron a tomar voto en la pelea golpeando la cabeza y el mentón de Rosa; aunque esto era parte de la estrategia de la pugilista para tener cerca a La Loba y lanzarle un recto de derecha con todas sus fuerzas. —"Míralo bien, cada músculo de mi cuerpo trabajando en sincronía para realizar este movimiento. Yo no tengo nada en especial como boxeadora, ¡Así que debía mejorar por mis propios medios! ¡Te presento mí derecha perfecta!" —Todo fue realizado a la perfección, el puño derecho de Rosario tocó a Yadira el costado del rostro de la campeona quien contestó golpeando al mismo tiempo con su letal gancho. Luego de ese último intercambio de puños, Rosa fue la primera en colapsar cayendo desmayada por el cansancio. —Muchas gracias por su hospitalidad y por el sparring, díganle a la campeona cuando despierte que fue de gran ayuda. —Con esas palabras, la Campeona Mundial se retiraría del sitio sin volver la mirada a su oponente vencida. 

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