Capítulo 7
—Entonces, tú quieres que olvide la deuda que tú padre tenía conmigo sólo porque el imbécil se mató? ¿Es qué eres idiota? —Las manos de Dorian Mark jugueteaban sobre su escritorio que contemplaba a un pequeño muchacho de nombre Lucio. —Por favor, no tengo el dinero para pagar, y mí madre está en una clínica por su adicción. No tengo como pagar. —Lagrimas caían del rostro del muchacho mientras intentaba taparlas con sus puños. Esto solo daba regocijo al alma perturbada de Mark que sonreía de forma espeluznante a su deudor.
—Que dilema, debes entender que no puedo perdonar así de fácil una deuda tan grande; pero estoy dispuesto a dejarlo pasar si haces una cosa por mí. —El criminal se puso de pie sosteniendo a Lucio por los hombros y guiando al chico a través de la enorme oficina hasta una puerta trasera del lugar con un camino oscuro. El pasillo los condujo a un sitio maloliente y lleno de basura similar a unas jaulas. —Verás, hace unos días un drogadicto se metió a robar a este mismo edificio y no le salió bien; así que terminé por encerrarlo aquí mismo.
Las luces encendidas dieron paso a una ceguera en Lucio que terminó por hacerle ver a un hombre acabado y maltrecho, lleno de golpes y marcas de inyecciones por todo el cuerpo; esas mismas marcas que había visto en los brazos de su madre. —Míralo, que patético. Ahora toma esto y tú deuda quedará saldada. —Estas palabras de Mark fueron la apertura de que el criminal acercara un bate lleno de clavos negros al miedoso chicuelo acompañado de un gesto peculiar que alentaba al muchacho para que entrara a la celda. —Anda chico. Rompe su cabeza y tú deuda quedará extinta... Sería una pena que no lo hicieras porque tendría que planear un suicidio falso como el de tú padre. —Los ojos de Lucio se abrieron como lunas al segundo que su mente ataba cabos recordado el grotesco momento de ver a su papá tirado en el suelo sosteniendo un arma y con una bala en la frente dejando salir una torre delgada de humo.
—¡Tú! ¿Tú mataste a mí padre? —Las manos Lucio soltaron el arma y sus puños se tensaron, listos para pelear contra ese monstruo que tenía delante. —No, jamás me ensuciaría las manos con idiotas como tu papá; así que le pedí a una de mis matonas que se encargase de él. —Todo el ambiente se había puesto tan tenso como los puños del muchacho. Con voz suave pero firme, Dorian Mark tomó el bate del suelo para dar un pasó al frente y levantarlo sobre su cabeza. —¡Ey tú! —Aquel hombre destrozado por las drogas giro su perdida vista hacia el gangster que dejaba caer su arma a gran velocidad hasta reventarle el cráneo. Un charco de sangre rojo oscuro mancho el sucio suelo de la celda, la sonrisa del criminal desapareció al instante para dar apertura a una expresión de asco.
—Sucia sangre de vagabundo, por eso no quería matarlo yo... Que lastima, ahora tendré que matarte a ti pero, no me interesa mancharme las manos contigo. Puedes irte, vete.
Durante un instante, Lucio parpadeó para enseguida marcharse de ese espantoso lugar y olvidar que lo había visitado. Todo su cuerpo estaba listo para salir corriendo, sin embargo, la mano ensangrentada de Mark se posó en su hombro ejerciendo una presión monstruosa. —"N-No puedo moverme, es como si su mano fuera una prensa hidráulica. Me va a romper el brazo." —Tantos pensamientos volaban por su psique mientras intentaba sin éxito poder liberarse. No fue hasta que Dorian lo arrinconó contra la mugrienta pared que le susurró algo a su oído. —Te daré 5 minutos para que salgas de aquí y una vez pase ese tiempo, mandaré a mis matones por ti. Así que, Lucio, empieza a correr.
La mano del asesino soltó poco a poco a su víctima para darle paso a que aquel chicuelo saliera corriendo presa del pánico. —Esto va a ser divertido, ese muchacho tiene un brillo bastante peculiar. Me muero por ver cómo esa luz se apaga. —Dijo malioso mientras tomaba su bate y se marchaba del sitio dejando atrás el cuerpo de un pobre hombre que cayó en las perversas garras del imperio criminal de este hombre.
Por mucho tiempo, corrió una leyenda en todo el Distrito 13 sobre un monstruo de sonrisa macabra que se hizo un nombre dentro del bajo mundo gracias a un hecho tan bestial que no parecía obra humana.
—¡Salud amigos, por una noche exitosa! —Un grupo de jóvenes celebraban en un bar local del que algún día se convertiría en el distrito más peligroso del estado. Todos los presentes escuchaban con atención y gusto las historias de los chicos que alardeaban de su vida temeraria mientras todas las mujeres se acercaban con curiosidad y deseo.
—Debe ser muy emocionante ahora que entraron a la policía. —Comentó alguien entre la multitud para seguir subiendo el ego de todos los ebrios.
En medio de toda la muchedumbre alcoholizada, se abría el camino para un hombre joven de pómulos bien marcados, cabello rubio y una sonrisa traviesa; sin embargo, lo realmente extraño eran sus manos que desde el codo hasta la mano tenían vendajes médicos. Su andar lo llevó hasta la mesa de los jóvenes policías que cesaron su risa cuando le prestaron atención al chico que tenían delante. —¿Y tú qué quieres...? —No pudo terminarse aquella pregunta sin que antes el misterioso personaje saltara sobre los policías primerizos golpeando sus rostros con una locura tan insana que cuando se detuvo, esas caras estaban tan deformadas que daba la impresión de haber sido azotadas por una barra de hierro.
Todos los presentes huyeron del lugar presas del pánico dejando atrás ese viejo bar donde reposarían los cadáveres de 4 jóvenes policías que tuvieron el infortunio de cruzarse con Dorian Mark quien algún día se convertía en El Rey del Distrito 13.
—Que lastima, ellos tampoco eran la luz que estaba buscando.
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