Capítulo 54

—¡53 kilos, la retadora está dentro del peso! —Una gran multitud de personas se reunió para presenciar el pesaje previó al enfrentamiento para rnel título mundial. Días posteriores de la polémica exhibición que La Bestia dió cuando renunció al cinturón nacional, se dió inicio al pesaje y conferencia de prensa, así como a un intercambio de palabras entre las pujilistas.
—¡53.4 kilos, la campeona Yadira está dentro del peso límite por poco! —Una vez que las dos mujeres terminaron con el pesaje, La Bestia y la Loba se acercaron mutuamente recordando con ansias la distancia hasta quedar cara a cara siendo separadas por a penas centímetros. Todos los reporteros aprovecharon el momento para llevarlas de  luces y fotografías que se volverían las portadas de muchas revistas de boxeo. —Es la primera vez que rozas el límite de peso, ¿Te puso nerviosa la pelea y por eso comiste tanto que subiste de peso? —Dijo Rachel con aire provocativo adornando su confiada expresión. —Este cinturón se queda conmigo, niña. Para ganarme tendrás que hacer más que pagarle al árbitro.

El escenario donde las boxeoadoras estaban montadas parecía que vendría abajo por toda la presión que ejercían las damas más fuertes de su división. Ninguna había hecho un movimiento desde que se pararon frente a frente y aún así lograban hacer temblar la estructura donde se encontraban. Los ojos de las bestias no se apartaron de su objetivo. —¿Podrían girar un poco para la foto promocional? —Las últimas fotos fueron tomadas cuando las mujeres tomaron sus respectivas poses de pelea.

—Nos veremos pronto, Loba. Te voy a convertir en mi cachorrita.
—Espero con ansias la pelea, Bestia. Porque te voy a devorar.

El evento llegó a su final en la tarde y como el resto de espectadores, Rachel Williams se montó en el auto de su entrenador dirigiéndose al hotel. Tras su llegada se limitó a ignorar a cualquiera que intentara hablar con ella, así hasta que cruzó el umbral de su habitación donde al cerrar la puerta daba un panorama lúgubre dónde la luz era consumida por la oscuridad que estableció su reinado en la habitación donde la única brillantes provenía de un portátil en el suelo con la misma noticia de hace días. «La policía encontró el centro de fabricación y distribución de drogas en el Distrito 13. Se arrestaron a varias personas en calidad de sospechosas y quién lidera la lista es el hombre conocido como Dorian Mark a quien muchos de los detenidos señalan como el principal jefe de esta organización, este hombre fue arrestado está madrugada sin poner resistencia debido a las múltiples heridas que presentaba.» La boxeadora dejó caer sus guantes en el suelo al igual que sus botas y el listón con el que recogía su cabellera. Todo parecía volverse una molestia para ella incluído el portátil al que le pegó una patada que lo hizo estrellarse contra las paredes.

—Hola, servicio a la habitación. ¿Cómo podemos ayudarle? —Dijo una voz juvenil del otro lado de la línea que Rachel no se interesó en distinguir. —¿Podrían traer un botella de alcohol a mi habitación? No importa de que tipo sea, solo dense prisa. —Colgó la llamada y fue cambiarse por algo más cómodo, caminó descalza dejando atrás su vestimenta y tomando entre sus dedos la desgastada chaqueta verde y blanca que alguna vez fue el obsequio más bello que recibió de Mark, una enorme tormenta de pensamientos azotaban su cabeza hasta que el débil sonido de la puerta la interrumpió, solo estiró la mano a través de la pequeña apertura del umbral y cogió la botella que el empleado le acercó con algo de temor,  bebió sin antes revisar de que bebida se trataba. —Lo prometiste... Me dijiste que estarías aquí el día de la pelea y ahora vuelvo a estar sola. ¿Que sentido tiene esto ahora? —Dijo para sí misma tumbandose en la cama con la botella en la mano. —¿Qué estoy haciendo con mi vida...? —Su mente estaba dolida al igual que su corazón, aunque Mark fuera una terrible persona él calmó el dolor y le mostró un nuevo mundo a Rachel. —"...la peor forma de morir es cuando te vas de este mundo creyendo hasta el último momento que aún hay salvación. Esa es la forma más cruel de morir y también de vivir." la peor forma de morir es cuando te vas de este mundo creyendo hasta el último momento que aún hay salvación. Esa es la forma más cruel de morir y también de vivir." —Las palabras de Mark resonaban en la mente de La Bestia conduciendo a su mente a un punto oscuro sin retorno. —Yadira, te voy a mostrar el boxeo más bello que verás jamás y cuando la llama de tu vida se extina creyendo que te vas a salvar... Mi puño será el que perfore tu corazón.

—Señorita Mondi, tiene una visita. —Informó un enfermero acercándose a la mujer en cama sacándola de su letargo. Julia apartó su vista de la venta que dibujaba para ella un hermoso cielo azul. —Debió ser un oponente formidable, pero asumo que fue una pelea en desventaja por todo lo herida que estás. —La elegante figura de la mexicana Rosario Reyes se adentró al cuarto de hospital hablando con un toque de ironía, para Julia fue imposible de ignorar el peculiar aroma de cigarro y café que emanaba su riva. —"¿Siempre había tenido esa aroma? No lo recuerdo." —Pero la presentación poco sorprendió a la mujer pues no sé encontraba en las mejores situaciones para otra confrontación fuera del cuadrilátero. —¿Por qué estás aquí? ¿Qué tiene de interesante verme en estás condiciones? —Pese a los esfuerzos de Julia para levantarse y mirar a la cara de su más fuerte oponente, no logró que sus brazos soportaran su peso cayendo en la cama rendida en medio de risas vagas. —La comida de hospital no es la más apetitosa, no gustas uno? —La boxeadora mexicana tomó asiento cerca de Julia ofreciendo un dulce de tonalidad rosada que era un total misterio para la hospitalizada, con lentitud Juliana tomó el bocadillo entre sus temblorosos dedos llevándolo hasta su boca y abriendo los ojos como platos cuando lo tragó. —¿¡Esto tiene alcohol y azúcar!? ¿Cómo lo metiste al hospital? —Rosa rió a carcajadas ante la reacción de la mujer seguido de otro par de risas un poco avergonzadas de Julia. —Y pensar que te iba a traer algo que tuviera más alcohol...

La tensión se rompió al pasar del tiempo entre las risas y una charla tranquila que Rosa y Julia compartieron. —Muchas gracias por venir, Rosario. Estos días en el hospital se han sentido una tortura. —Juliana al fin pudo sentarse sobre la cama recargando su cuerpo sobre la pared en la marquesina de la ventana alejando la mirada de su visita y colocándola nuevamente en el despejado cielo en el que algunas aves iban y venían. —Quiero que vengas conmigo a México para tu recuperación y entrenamiento para la final del torneo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top