Capítulo 44: Adiós, Lucy Withmore
Cerré los ojos cuando la estilista me empezó a rociar de fijador. Por último me colocó la diadema de flores que había escogido y sonreí con el resultado final: era un recogido sencillo dejando un mechón de lado; el maquillaje no podía ser más simple y me encantaba los destellos plateados en el delineador de mis ojos, lo cuál era lo único vistoso en todo mi rostro, puesto que me negué a ocultar mis pecas por lo que los polvos de la cara eran casi nulos.
Pasé las manos por mis piernas repetidas veces con nerviosismo, era el día. Hacía ya seis meses desde la gran propuesta de Dylan y yo no cabía de la felicidad que me embargaba, aunque las palmas no dejaban de sudarme; extrañamente no era por la boda —o quizá un poco—, si no por todo lo que pasó la última vez que estaba lista para casarme. No quería arruinarlo, me sentía plena y temía que eso fuera un preludio de que algo saldría mal.
Esos últimos meses habían sido algo caóticos, nunca pensé que seríamos capaces de organizar un evento de tanta importancia en tan poco tiempo aún cuando fuera necesario; la señora Stone se sentía más desganada cada día, pero ambos queríamos que presenciara nuestra boda. Ya habíamos decidido dar el paso, estábamos cada día más entusiasmados, entonces ¿por qué esperar?
—Toc, toc... —dijo mi madre entrando a la habitación donde me estaba arreglando, todas las mujeres estábamos en casa de mis padres, mientras que los hombres estaban apretados en casa de los Stone. Mi madre se detuvo detrás de mi acariciando mis hombros—. Te vez muy linda, mi niña.
Acaricié su mano mientras nos mirábamos mediante el espejo, ella con su vestido azul rey y su cabello rojizo peinado en alto se veía espléndida; sin duda alguna aspiraba a ser como ella en todos los aspectos: una gran persona, mujer..., madre. Me estremecí con ese último pensamiento haciendo que notara mi temblor.
—¿Qué sucede, manzanita? ¿Tienes dudas?
Me giré en mi silla con los ojos muy abiertos hasta quedar frente a ella negando con la cabeza.
—No, nada de eso —murmuré—. He amado a Dylan incluso desde antes de que él me notara, sé que esto es una buena decisión. Pero, ¿tú nunca tuviste dudas sobre lo que te esperaba en el futuro cuando te casaste con papá? Quiero decir, ¿nunca tuviste miedo de no convertirte en lo que querías?
—Mi niña. —Empezó a decir acariciando una de mis mejillas con ternura—. El futuro es incierto para todos, pero tú junto a Dylan lo irán formando a su gusto. Es válido estar asustada, los dos son jóvenes apenas abriéndose paso en el mundo; yo estaba aterrada de no ser una buena esposa, y cuando naciste recuerdo mis noches de duelo sobre si sería o no una buena madre; es algo por lo que todos debemos de pasar, el camino para encontrarnos a nosotros mismos, y no importa lo que te diga nunca se está lo suficientemente preparado para las cosas que la vida te depara, solo te queda vivirla. No estés preocupada por el futuro, ese comoquiera llegará y sabrás manejarlo, pero no dejes que tu presente se te escape por eso. Además mi niña, serás grandiosa en todo lo que quieras ser.
La atraje hacia mí en un abrazo mientras cerraba los ojos y suspiraba profundamente, me encontraba más relajada sobre el tema, sin duda hablar con mi mamá siempre había sido una de las cosas más importantes de mi día; siempre había sido mi confidente más leal y me sentía afortunada de que fuera mi madre y estuviera ahí para mí, apoyándome en todo.
—¿Me ayudas con el vestido? —pregunté mientras me separaba de ella viéndola asentir.
Me quité la bata que traía aventándola a algún lugar mientras me ayudaba a entrar en el vestido. Una vez que subió el cierre de la espalda me vi en el espejo y me quedé asombrada de la imagen que proyectaba; ninguna prueba me preparó para lo que veía en ese instante, con la diadema de flores, mis tacones altos y el maquillaje me veía como una novia hecha y derecha. El vestido era especial, en la parte de arriba era ajustado, con un escote en v que favorecía mucho a mi pequeña espalda y lo mejor de todo eran las pequeñas flores de colores que llenaban toda la parte de arriba hasta abajo del busto, a partir de la cintura se ampliaba con capas y capas de tul blancas que daban el aspecto nupcial. Sonreí ampliamente, me sentía bonita, segura y feliz; sin duda era un mar de sensaciones que todas deberían de sentir el día de su boda.
Reí y abracé a mi mamá cuando empezó a abanicarse el rostro con las manos y sus ojos cafés empezaban a ponerse rojos de las lágrimas contenidas. Aby con su vestido color melón entró a la habitación en ese momento.
—Será mejor que vayamos en camino o el novio pensará que lo dejaste plantado.
Observé la hora en el reloj de mamá, abrí los ojos con horror cuando noté los veinte minutos de atraso, mi impuntualidad se negaba a dejarme incluso en ese día.
Bajé a la sala de estar donde la señora Stone con su vestido verde se encontraba esperándonos; llevaba zapatillas planas, traía una peluca rubia y cargaba con una sonrisa enorme que incluso dejaba destellos en sus ojos, se veía feliz y eso la hacía lucir hermosa.
Debido a mi falta de habilidades sociales y de primas, solo Aby era mi dama, al igual que solo Zac era el padrino; muy conveniente.
Mi tío tenía una camioneta grande y envidiable por lo que nos ahorramos el rentar una limosina y nos fuimos en aquella Hummer negra que hacía resaltar los adornos blancos que habíamos adquirido.
Iba a ser una boda sencilla, fue difícil pero conseguimos un salón que contaba con un gran jardín en el exterior donde se podía llevar a cabo la ceremonia y posteriormente en el interior la cena y el baile. Amigos de Dylan de la universidad que se graduaron como músicos nos consiguieron el sonido y ellos mismos dijeron nos prepararon una sorpresa.
Nuevamente estaba algo nerviosa de que pudiera caer camino a la entrada, mi madre apretó mi mano antes de ayudarme a bajar de la camioneta y adentrarnos al salón. Se escuchaba el bullicio de las personas que se encontraban sentadas en el jardín y yo respiraba y exhalaba repetidas veces.
Gia me dio su bendición antes de correr para hacer la entrada con su hijo, el momento que más había esperado; eso me distrajo un segundo, «¿cómo se vería Dylan?»
Mi papá llegó y casi me suelto a llorar cuando me abrazó y empezó a susurrarme cuán orgulloso estaba de verme feliz; era un día muy sentimental y ver que él expresara tanto cuando casi siempre era imperturbable me hacía sentir demasiado. Aún con mis tacones la diferencia entre nosotros era máxima, lo que me permitía acomodarme en su pecho perfectamente.
Mamá me dio un beso antes de marcharse.
—¿Estás lista pequeña manzanita? —preguntó tocando mi nariz con su índice. Respiré hondo mientras tomaba con fuerza mi ramo de margaritas.
—Voy a casarme —balbuceé.
—Lo harás. —Sonrió aún cuando su voz se quebró un poco pero acomodándose la corbata se compuso—. Prometo que no te dejaré caer.
Una lágrima involuntaria terminó por recorrer mi mejilla cuando recordé todas las veces que me había dicho esa frase: cuando me enseñó a andar en bici, cuando me llevaba de caballito y debido a su altura me daba mucho miedo, cuando me enseñó a patinar... No podía dejar de pensar en todo el camino que había recorrido hasta llegar a donde estaba, y me gustaba el resultado; estaba segura de que mis padres tuvieron todo que ver y también les gustaba quien era.
Respiré hondo y enlacé el brazo con mi papá cuando Camila comenzó a caminar por el pasillo tirando las flores.
—Es hora —susurré comenzando a caminar y apretando el brazo que me sostenía.
No me permitía mirar hacia donde estaba Dylan, sentía que eso me haría caer por desconcentrarme, sin embargo, cuando llegamos a la mitad del improvisado pasillo no pude evitarlo y lo miré, me sonreía ampliamente achicando sus ojos, pasó un dedo por ellos presionándolos antes de volver a mirarme y sonreír; si no estuviera segura de lo que sentía por mí creo que eso lo hubiera dejado claro. Me sentía extasiada, la única vez que pensé que esto fuera posible fue en aquella realidad en la que creí podría vivir para siempre; al regresar lo di todo por perdido hasta que decidí ser valiente e ir a por ello. Dylan era un chico serio, inteligente, deportista; lo que para mí se traducía como inalcanzable, porque ¿cómo podría él fijarse en mí si era todo lo que yo no? ¿Cómo mi amor platónico dejaría de serlo si no le interesaba?
Estaba en un error, Dylan si era todo eso, pero también era una persona, con defectos y problemas como cualquiera; el haberme sentido con ese poder en la otra vida en la que él estaba loco por mí, me hizo darme cuenta de que tenía muchos defectos que me caracterizan, pero que era lo suficientemente valiosa para ser considerada, que tenía mucho para ofrecer y que si se dieran el tiempo de conocerme se darían cuenta de lo que soy. Esa fue mi respuesta, necesitaba ser valiente para acercarme y dejar que en verdad me conociera; no siempre el chico tenía que dar el primer paso, y menos si era alguien tan cerrado como Dylan, si me quedaba sentada esperando que las cosas simplemente me pasaran quizá no estaría aquí, o quizá no fuera Dylan. A veces el que arriesga si gana, y me sentía feliz de ser parte de ese porcentaje que arriesgó y obtuvo lo que quería, el amor de la persona que se volvió a mi alcance cuando decidí que yo también valía la lucha.
Después del trayecto que me pareció eterno y del gran abrazo que mi papá le dio a Dylan, me dejó en sus manos. Llevaba una margarita en el bolsillo del smoking, y sus rizos dorados estaban controlados con gel peinados hacia atrás, sus ojos se veían tan azules que si me acercaba más podía reflejarme en ellos.
—Estás hermosa.
Y con ese comentario suyo la ceremonia dio inicio. Sé que debí prestar atención, pero la verdad es que cada palabra pasaba como un borrón frente a mí e incluso llegué a creer que el padre que oficiaba la misa se dio cuenta así que decidí poner más atención a lo que decía. Cuando menos lo esperaba, los anillos fueron mostrados y era el momento de decir nuestros votos, los cuáles temí que se me olvidaran.
—Yo Dylan Stone, te acepto a ti Lucy Withmore como mi grandiosa esposa. —Aclaró su garganta y giró el anillo entre sus dedos antes de seguir—. Prometo respetarte y recordarte todos los días lo importante que eres para mí. Eres la más hermosa casualidad en mi vida de lo que pude alguna vez haber pedido. Cada vez que te veo me siento privilegiado de tener tu amor; rojita, soy completamente tuyo, lo que este anillo simboliza es mi corazón siendo entregado a tus manos, solo te pido que lo cuides así como yo atesoraré el tuyo. Espero sepas, que sin importar qué, en esta vida y otra te amaré.
Respiré hondo cuando colocó el anillo en mi mano con la última frase escrita en él, tal vez Dylan no lo sepa, pero ha dicho las palabras exactas para toda la situación que he visto pasar.
—Solo un minuto... —murmuré cuando pasó un rato sin que dijera nada debido a la impresión. Respiré hondo y tomando el anillo entre mis manos recité unos votos inventados al momento pues era mucho pedir recordar lo que había escrito—. Yo Lucy Withmore, te acepto a ti Dylan Stone como mi amado esposo. Prometo estar contigo en las excelentes, las buenas, las malas y las peores. Recordarte siempre que te amo como nunca imaginé que se podía amar a alguien. Eres el amor de mi vida, mi alma y pensamientos solo se dedican a ti, y me gusta que así sea. Eres, en toda la extensión de la palabra, mi sueño hecho realidad, y créeme que contigo a mi lado nunca dejaré de soñar. Con este anillo, simbolizo que no importa lo que pase, mi corazón siempre estará unido a ti. Te amo.
Incluso antes de que el padre lo dijera, termino de poner el anillo y Dylan me besa con fervor haciendo que todos vitoreen. Me faltaba el aire cuando nos separamos pero aún así sonreí mientras recorríamos el pasillo como casados. Oficialmente esposos, así que adiós, Lucy Withmore, hola Lucy Stone.
***
Como habíamos previsto, el salón era pequeño, pero nuestra familia y amigos cercanos eran lo suficientemente gritones como para que la fiesta tuviera un ambiente agradable.
Estábamos sentados en el centro de todos en una mesa grande, rectangular, con un fondo blanco atrás y dos ramos en cada lado de la mesa. Aún no servían la cena cuando nos llamaron por el micrófono.
—Invitamos a los recién casados al centro de la pista para que den su primer baile. Démosles un fuerte aplauso a Dylan y Lucy Stone.
Todos vitorearon mientras tomados de las manos llegábamos al centro de la pista. Aún no me acostumbraba al nuevo apellido pero supongo que con el tiempo lo haría.
(Coloquen canción de multimedia)
En cuanto la canción empezó a sonar mis manos se colocaron en su cuello y las suyas en mi cintura mientras nos balanceábamos de un lado a otro sin separar la vista. Las demás personas dejaron de existir mientras colocaba mi cabeza escondida en su cuello sin dejar de balancearnos, olía a jabón y un poco de menta, podría quedarme ahí por un tiempo si pudiera, de repente recordé que sí podía, era ahora mi esposo. Unas cuantas chispas brotaban del escenario, ni siquiera miraba a las personas, estaba muy cómoda en los brazos de Dylan cuando este empezó a cantar bajito en mi oído.
Estando aquí delante de mi mujer
No puedo evitar las lágrimas en mis ojos
¿Cómo pude ser tan afortunado?
Debí haber hecho algo bien
Y prometo amarla
Por el resto de mi vida.
Lo miré y sin poder postergarlo más lo besé, y es que yo no podía estar más enamorada de ese hombre de lo que ya estaba. Todos hicieron un coro de risitas acompañado de aplausos, pero nada me era más importante que quien estaba frente a mí. Me hizo dar una vuelta haciendo que mi vestido ondeara.
—¿Te he dicho ya que te ves preciosa, rojita?
—Nunca está de más repetirlo. —Me encogí de hombros sonriendo—. Tú también estás muy guapo.
Me dio un beso corto antes de darme otra vuelta y continuar bailando. Sus pasos eran pesados o muy rígidos pero para mí se sentía perfecto.
La canción era ideal para nuestro baile, y en ocasiones repetía una que otra frase que me hacía suspirar como tonta, aunque no creía que nadie me pudiera culpar por hacerlo.
Cuando la melodía terminó Dylan y yo nos besamos de nuevo antes de pasar a sentarnos. Nuestra boda fue todo lo que esperaba o puede que más; bailar con mi padre, ver a Dylan bailar con su madre y con Camila, todo me enterneció el corazón.
Incluso el señor Theo me invitó a bailar una canción y definitivamente me podía jactar de tener los mejores suegros del mundo. Mi segundo momento favorito después del baile fue cuando lancé el ramo, lo arrojé al cuarto intento y observé cómo una que otra tía se jalaba el pelo para tomarlo del suelo mientras una despreocupada Camila pasaba y lo tomaba para llevárselo a su mamá.
Minutos después, me encontraba sentada en una silla justo en medio de la pista mientras Dylan se metía debajo del vestido para sacar el liguero, mientras tanto yo me ponía de todas las tonalidades de rojo cuando duró ahí unos minutos debido a la cantidad de tul mientras todos observaban.
—Ah, mi linda esposa aún se sonroja —dijo dándome un beso en la mejilla y ayudándome a levantarme antes de que todos los hombres se reunieran para intentar tomar el liguero.
Después de que casi tiraran a mi esposo de la desesperación, aventó el liguero y tras un salto Zac lo agarró, fue directo a Aby y le dio un beso en la mejilla mientras se lo entregaba. Habían tardado casi dos años en darse el intento de algo más pero Zac se veía mucho más serio desde que Aby lo aceptó en su vida, y a todos nos gustaba verlos así.
Pasamos en medio de todos los que se formaron para despedirnos, iríamos a Nuevo México por cuatro días como luna de miel, era el estado vecino pero aún así presentía que sería grandioso.
—¿Lista rojita?
Le di un beso casto y sonreí.
—Contigo siempre.
Era una buena vida.
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Lo admito, lloré un poco. No me despido porque aún falta el epílogo :3
¿Qué les pareció? ¿Fue todo lo que esperaban? ¿Les gustó? Levanten la manita si sienten nostalgia de dejarlos ir 🙋
Quería pedirles que, si gustan, dejen comentarios sobre la obra y yo escogeré algunos para poner en el área de sinopsis como "recomendación" de lectores. Claro, solo si así lo quieren.
Canción del baile nupcial: Rest of my life-Bruno Mars
Foto de Lucy con el vestido en multimedia
Nos vemos en el epílogo.
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